Las Academias de Historia como
objeto de reflexión histórica
en Colombia: Notas para un
balance historiográfico

Gabriel David Samacá Alonso
Historiador
Candidato a Magister en Historia
Universidad Industrial de Santander
Bucaramanga (Colombia)


"Sobre las academias de Historia fundadas en América Latina a fines del siglo XIX y principios del XX, pesa una enorme lápida de acusaciones negativas. La historia profesional que surgió en los años sesenta, como la gran renovadora de los estudios históricos nacionales, planteó una ruptura política y metodológica con estas corporaciones pero no hizo una evaluación crítica de los aportes y de las deficiencias de estas entidades. En Latinoamérica, las reflexiones historiográficas sobre el quehacer de las academias son escasas y mediadas más bien por los prejuicios que por la valoración "científica" […] por lo tanto, se ha impuesto una serie de lugares comunes que no necesitan ser explicados."1



Resumen

El siguiente artículo tiene como propósito central realizar un recorrido historiográfico por los trabajos que se han realizado sobre las academias de historia en el país. A partir de ello, se evidencia la poca atención que ha recibido la tradición académica de la escritura del pasado en Colombia por parte de la historia universitaria. El balance se divide en cuatro partes, cada una de las cuales aborda las referencias que existen sobre las academias de historia en el país, tanto en la historiografía como en las investigaciones sobre este tipo de instituciones creadoras del pasado nacional. Ante el débil acumulado nacional, se exploran algunos trabajos españoles como referente importantes para iniciar investigaciones en este sentido. Este texto hace parte de un trabajo sobre el papel que desempeñó el Centro de Historia de Santander en la construcción de la memoria regional en este departamento.

Palabras Clave: Academias de Historia, Balance historiográfico, escritura del pasado.


The academic tradition of writing the past in
Colombia: Notes for a historiographical balance

Abstract

The main purpose of this article is to make a historiographical balance about the works that has been made about the Academies of History in the country, showing the little attention this academic tradition has received in Colombian universities. The balance is divided in four parts; each of them deals with some works about Colombian academies of History both in general historiography and in some research about these institutions that constructed the national past. Given the limited publications about this topic in our country, some Spanish woks are explored and suggested as relevant references for future research. This article is part of a broader study about the role played by the Centre of History of Santander in the construction of regional memory in this department.

Keywords: Academies of History, historiographical balance, writing of the past.



Introducción

Si los programas de historia en las universidades colombianas fueron creados sólo a partir de la década del sesenta, vale la pena cuestionarse por aquellas instituciones que contribuyeron a modelar el pasado nacional y regional en el país en la primera mitad del siglo XX. Desde luego, la escritura de nuestro pasado no se inició ni con los historiadores profesionales de la segunda mitad del siglo pasado y tampoco con aquellos personajes aficionados a la historia que formaron academias y centros regionales de historia. El estudio crítico y riguroso de las tradiciones historiográficas se ha dedicado a las obras fundacionales tales como las de José Manuel Restrepo y José Manuel Groot, bajo la inspiración del maestro Germán Colmenares quien antes de fallecer dedicó un estudio a la historia hispanoamericana del siglo XIX.2 Por otro lado, historiadores como Jorge Orlando Melo, Alexander Betancourt o Renzo Ramírez Bacca, realizan balances sobre el recorrido de la historia universitaria con el propósito de mostrar los aportes de la ciencia histórica profesional en comparación con su inmediata antecesora.3

Con esta situación, el siguiente artículo pretende realizar un balance historiográfico sobre los trabajos que se han escrito en el país sobre las academias de historia, entidades fundamentales en la elaboración del pasado tanto a nivel regional como nacional y continental. Dentro de los motivos que justifican este texto podemos enunciar el vacío académico que existe en torno al estudio de este tipo de instituciones, toda vez que no hay trabajos de largo aliento que analicen su creación, desarrollo e incidencia social. Otra razón para emprender una investigación sobre las academias de historia está relacionada con la pervivencia de una memoria heroica, bélica y acontecimental en varias generaciones, evidenciando el difícil desplazamiento de esta por una representación científica del pasado. En lugar de la descalificación de las academias y sus miembros, nota predominante en los juicios sobre las academias, consideramos imperativo estudiarlas a fondo, no sólo para conocer sus proyectos sociales y políticos, sino para comprender cómo se ha construido nuestra memoria histórica tanto en la sociedad nacional como en las regiones.

En vista que este artículo hace parte de un trabajo más amplio sobre el Centro de Historia de Santander y su papel en la creación de la memoria regional durante la República Liberal, quisimos constatar cómo este tema no ha sido tratado ampliamente por la historia universitaria colombiana. En tal sentido se analizan críticamente las alusiones que la historiografía nacional realiza sobre la tradición académica, al tiempo que se referencian los escasos estudios que desde la historia universitaria se han emprendido al respecto. A ello se suma una referencia crítica a las historias institucionales escritas por los mismos académicos. El balance se cierra con los aportes de la historia española, única en Iberoamérica que se ha dado a la tarea de estudiar a fondo estas instituciones, razón suficiente para tomar en cuenta las contribuciones para un ámbito de trabajo inexplorado en nuestro país. A nivel metodológico, este texto se funda en la realización de reseñas críticas del material acopiado, con el fin de identificar las fortalezas, debilidades y oportunidades que esta temática ofrece para la renovación de la investigación histórica en la región.


1. Algunos trabajos historiográficos hablan de la Academia de Historia

En 1969, a pocos años del inicio de la institucionalización del conocimiento histórico universitario en el país, Jorge Orlando Melo escribió un texto que procuraba ofrecer una visión panorámica del conocimiento histórico colombiano. El contenido de este artículo daba cuenta de la necesidad que la historia universitaria tenía por marcar distancia con sus predecesoras. En efecto, el autor en un par páginas ajustó esquemáticamente -como él mismo reconoció- el "estilo" de trabajo desarrollado por las Academias de Historia en el país. Para Melo, estas instituciones fortalecieron un modo rutinario de relatar el pasado de la nación a partir de una concepción moralizante y ejemplificante de la historia. Con base en esta noción de la historia, las academias definían el mundo político en general y militar en particular, como aquellas porciones del pasado que mejor servían para transmitir lecciones de comportamiento para el presente en una perspectiva de defensa y amor a la Patria.

Sin embargo, la crítica de Melo no se detenía en señalar el sentido nacionalista de la historia académica, sino que anotaba las limitaciones metodológicas de esta tradición. Al respecto, el historiador antioqueño decía que a diferencia de la nueva historia universitaria, los académicos no fundamentaban sus trabajos en teoría alguna, situación que favorecía la introducción de juicios moralistas y patrióticos. Esta situación contaba con un agravante más, a saber, la poca rigurosidad de estos "aficionados" por la historia, puesto que las citas y referencias bibliográficas eran casi nulas. Así pues, la Academia no ejercía la crítica de fuentes ni empleaba técnicas elaboradas para tratar la documentación, pues se reducía a la organización de los datos de manera cronológica lineal, que en muchas ocasiones presentaba una pobreza documental oculta tras una aparente erudición.4 En suma, para Melo y gran parte de la llamada "Nueva Historia" las Academias no representaban más que una visión del pasado centrada en los héroes militares de la República, la defensa del legado hispánico y la necesidad de derivar pautas de comportamiento cívico para las nuevas generaciones. Todo esto mediado por un interés personal de los académicos por relievar sus apellidos y abolengos familiares y de paso legitimar su posición de poder en la actualidad.5

En una orilla similar a la de Melo, pero con otros objetivos, el historiador Mauricio Archila realizó en el año 2006 una breve alusión al tipo de historia realizada desde la Academia, con motivo de la reconstrucción de los estudios históricos en la Universidad Nacional de Colombia. Con un tono menos combativo, Archila acota que el trabajo de la Academia se movió entre dos tendencias históricas complementarias: La primera, representaba cierto grado de erudición y rigor en la búsqueda de los datos en el archivo, mientras que la otra se centraba en ensalzar románticamente las acciones de las elites en la construcción del Estado-Nación. El autor refiere que la Academia de Historia oscilaba entre un afán positivista y una inclinación romántica. Las alusiones de Archila concluían que la tradición académica puede entenderse a partir de la combinación de estas dos formas de historiar, cuya síntesis sería la Historia Patria, que contó entre sus más grandes exponentes a Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, Justo Ramón y Rafael Granados. No obstante, el autor reconoce que la fundación de la Academia constituyó el hito fundamental para la creación de un campo intelectual dedicado al estudio del pasado nacional.6

En estos trabajos los autores sólo se ocupan de la Academia de Historia como un "antecedente" de la historiografía universitaria. Su principal objetivo, no es otro que el dar cuenta de las transformaciones que ha sufrido este campo del conocimiento en el país con el fin de evidenciar las rupturas que representó la "Nueva Historia" respecto a su anquilosada predecesora. Aunque las menciones son muy breves, debido al carácter de los textos (síntesis apretadas del recorrido histórico de los estudios históricos en el país) cabe anotar que las aseveraciones generalmente no se basan en un estudio detallado de los documentos producidos por las academias, sino que remiten a otros autores que han trabajado el tema como Bernardo Tovar. Si bien Melo cita en el texto de 1969 algunas excepciones a sus aseveraciones, lo que se podría interpretar como la muestra del conocimiento de los trabajos académicos, no referencia las otras obras de la Academia Colombiana de Historia, como por ejemplo las contenidas en el Boletín de Historia y Antigüedades.

En el caso de Archila, este remite a los trabajos de críticos acérrimos de la Academia como Rodolfo Ramón de Roux o el trabajo de Germán Colmenares que citamos, siendo que este autor no se ocupa de estudiar a profundidad la Academia a partir de sus fuentes. Otra de las referencias de Archila es un texto del colombianista alemán Hans Joachim König, quien se da a la tarea de realizar un barrido sobre el papel de la Academia en la defensa del patriotismo. En el próximo apartado, expondremos junto a este artículo del historiador alemán otros trabajos que intentaron acercarse a la Academia Nacional de Historia desde la revisión de algunos de sus vestigios. Estos textos representan otra manera, mucho más rigurosa y menos divulgativa, de cómo la historiografía universitaria se ha aproximado a la tradición académica.


2. La Academia Colombiana de Historia como objeto de investigación de los historiadores universitarios y el aporte de las academias

Más allá de las menciones a la Academia de Historia en algunos textos de carácter historiográfico, hay que decir que sí existen incursiones de la historia universitaria para estudiar esta institución. Hasta el momento, nuestra búsqueda ha arrojado algunos trabajos que se ocupan desde dos ángulos distintos, del estudio de la Academia Colombiana de Historia (ACH). No podemos decir lo mismo para los Centros o Academias de Historia regionales, puesto que la atención se ha centrado en la institución nacional, gracias a su ubicación en Bogotá, lo que denota cierto centralismo en este tipo de trabajos. Respecto a las perspectivas de análisis podemos decir que el primer tipo de estudios se refiere a una reconstrucción general sobre el papel de la ACH en la institucionalización del quehacer histórico en el país. El segundo tipo alude al papel que jugó la misma Academia en torno al tratamiento de ciertas temáticas históricas, particularmente el Santanderismo/Antisantanderismo, el tipo de relato sobre el periodo colonial y la imagen construida sobre el periodo prehispánico de la historia nacional.

En cuanto a los primero se encuentra el artículo escrito por Hans-Joachim König a inicios de la década del noventa titulado Los Caballeros Andantes del Patriotismo en el que da cuenta de una crítica fundamentada a la ACH por la manipulación política que hizo de la historia durante su existencia. Partiendo de la tesis que toda perspectiva analítica sobre la historia está ligada a una posición sociopolítica, König retoma el planteamiento que la Academia no era más que la institución encargada de velar por la defensa del statu quo, controlado por elites políticas, militares y eclesiásticas. El establecimiento del canon de la Historia Patria fue obra de un selecto grupo de académicos que concebían que el conocimiento del pasado debiera servir de ejemplo para las nuevas generaciones, quienes habrían de mantenerse leales al Estado con el corazón henchido de amor por la Patria. Si bien procuró caracterizar la existencia de la Academia durante todo el siglo XX hasta la década del ochenta, el acento lo puso en la relación que tuvo con el mundo de la enseñanza de la historia, ocupándose de la incidencia de la Historia Patria en los manuales escolares, el diseño del currículo y en general, la determinación de la historia escolar en el país como ámbito privilegiado para formar consciencias patrióticas.

Para sostener estas tesis, el autor no sólo realizó un recorrido por la historia de la fundación y primeras realizaciones de la ACH y también se interesó por rastrear la normatividad sobre enseñanza de la historia y el papel de la Academia en su definición. Junto a esto, König adelantó un examen de las tendencias temáticas de las obras de los académicos como las biografías y los manuales escolares producidos en su seno o bajo su influencia. El estudio de algunos de sus trabajos y su contextualización socio-histórica, condujo a König a reconocer las labores de la ACH, especialmente su trabajo de recolección y rescate de documentación histórica o de coordinación de las conmemoraciones patrias. Ello no era obstáculo para tomar distancia respecto al adoctrinamiento realizado a través del sistema educativo y el desaprovechamiento del carácter científico y crítico del pensamiento histórico para enfrentar los problemas que aquejaban al país. Es preciso decir que para el autor, las tareas que cumplía la ACH se replicaban en los Centros Regionales, reconociendo cómo el quehacer académico se movía entre la ejemplaridad de los prohombres de la Patria y la necesidad de alcanzar la objetividad inmaculada.7

Aunque no es la primera obra en la que se estudia a la ACH, como lo veremos más adelante, este texto de König es relevante ya que se da a la tarea de ir a las fuentes institucionales, tales como los estatutos, varios artículos de académicos publicados en el Boletín de Historia y Antigüedades e historias de la Academia, entre otras. Por otro lado, también revisó los principales manuales escolares para determinar las principales características de la Historia Patria, además de memorias y normatividad educativa de todo el siglo XX. Si bien el autor elabora sus tesis desde el conocimiento directo de la documentación institucional, en ocasiones se percibe que no diferencia entre el proyecto de la historia patria y la formación cívica de las nuevas generaciones y la efectiva aplicación de estos ideales. Por otro lado, aunque conocedor a profundidad del problema de la nación, el autor plantea que el uso de símbolos nacionales y la promoción de un imaginario patriótico a mediados de siglo, no constituye una muestra del proceso de creación de la identidad nacional -"normal" en el proceso de construcción de la nación- sino que efectivamente era una vil manipulación ideológica para mantener "a raya" a la población. Por último, König considera que la Academia es una institución homogénea en cuyo seno no hay tendencias o posiciones diversas frente a las temáticas que se trataban en su interior.

Haciendo eco de los postulados de König y los demás historiadores profesionales sobre el significado de la tradición académica en la escritura de la historia en el país, Alexander Betancourt Mendieta expone una visión de conjunto sobre el devenir de la Academia Colombiana de Historia. El enfoque de estudio muestra la complejidad de un fenómeno como el que nos interesa, toda vez que plantea diferentes marcos a partir de los cuales se ha de pensar un diálogo entre la historia universitaria y su predecesora. Dentro de los aportes que nos ofrece la obra, se pueden citar la valoración de la ACH como un movimiento de iniciativas privadas, más cercanas a los ámbitos de sociabilidad cultural en relación al pasado, que en el marco de las condiciones históricas de principios del siglo XX permitieron la creación de una institución oficial encargada de gestionar la memoria nacional. En el mismo sentido, Betancourt sugiere que la creación de este tipo de entidades debe comprenderse en el contexto de fortalecimiento de la administración estatal, articulada a las iniciativas de algunos hombres de letras interesados en darle forma al pasado de la nación. También señala la profunda relación que existía entre la concepción de la historia moralizante y cívica con el tipo de relato creado por los académicos, insertándolo en procesos más amplios como la imbricación entre poder político y monopolio de la escritura como fuente de verdad y poder.

El texto de Betancourt Mendieta se estructuró en diferentes partes de acuerdo al desenvolvimiento histórico de la institución. Es así como expone las diferentes actividades emprendidas en los primeros años de funcionamiento, que iban desde la elaboración de relatos escritos, pasando por la definición de un calendario de conmemoraciones cívicas, la incidencia en la enseñanza de la historia, hasta llegar a la creación de academias regionales. Sobre este último punto, el autor lanza una tesis interesante: Los Centros y Academias departamentales además de reproducir el modelo y los cánones de su inspiradora, buscaron inyectar "autoestima" a las regiones en cuanto a su participación en la historia nacional. Tal labor se realizaría a través de la redención de figuras jugaron un papel importante en el afianzamiento de la República, fortaleciendo y brindando legitimación a los grupos dirigentes de cada región.

El autor mantiene el postulado según el cual la Academia estableció los parámetros sobre los que se podía hablar del pasado colombiano, tanto en contenidos, métodos, autores, obras y valores fundamentales. Para ello dedicó un apartado a la obra de Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, bajo la idea de la creación de una nación cultural fundada en un tipo de memoria nacional que se mantuvo en la sociedad a través del sistema educativo con la denominación de Historia Patria. Tal visión, por lo menos durante las tres primeras décadas del siglo XX fue deudora del proyecto cultural de la Regeneración. El historiador manizalita aborda el viraje que tuvo la Academia durante la llamada República Liberal, acercándose a una visión liberal de la historia bajo la égida de Eduardo Santos, quien se interesó en rescatar la figura de Santander. Este ex-presidente de la República y de la Academia, inyectó recursos e ideó diversos mecanismos para que la ACH obtuviera mayor importancia en la vida nacional.

El capítulo dedicado a la institucionalización del saber histórico en Colombia finaliza con el recuento de varios aspectos que integran una visión panorámica de la ACH. En primer lugar, hizo mención de algunos de los avatares experimentados por la institución en la producción de una de sus más importantes empresas históricas: La Historia Extensa de Colombia. Acto seguido, narró las discrepancias que surgieron al interior de la institución entre algunos académicos en torno a problemas epistemológicos. En tercer lugar, presentó la paulatina marginación que sufrió la Academia a partir de la segunda mitad del siglo XX, expresada no sólo en el desplazamiento del mundo educativo sino también a nivel cultural tras la creación de diferentes instituciones que le restaron competencias. A ello se suma, el retiro del carácter oficial y la permanente carencia de recursos para llevar adelante sus proyectos. Por último, describe cómo en la década del ochenta se dio una polémica entre historiadores universitarios y miembros de la Academia por la publicación de unos manuales escolares que confirmaban en desplazamiento de la ACH de la memoria nacional.

Debido al carácter de la obra de Betancourt, dedicada a estudiar la escritura de la historia en el país, no se podía esperar una gran exhaustividad en la descripción del proceso de configuración de la ACH. Sin embargo, es necesario acotar que sí bien realiza alguna incursión a ciertos artículos publicados en el Boletín de Historia y Antigüedades (BHA) no dedica ninguna línea al análisis del vasto corpus documental que estos representan, más allá de las referencias a la estructura básica del capítulo. Incluso, podemos aseverar que sigue muy a pie juntillas los contenidos de un texto del académico Roberto Velandia. A pesar de este tipo de limitaciones en materia de fuentes, es justo reconocer dos grandes aportes del para nuestro trabajo: En primer lugar, la contextualización del caso colombiano en el marco continental del desarrollo de las historiografías nacionales y la tradición decimonónica. En segunda instancia, las aristas o sugerencias conceptuales que lanza respecto al papel jugado por las Academias como instituciones constructoras de la memoria social, el desempeño de los académicos como hombres de letras e incluso, la consideración de la Academia como espacio de sociabilidad ligada al poder.8

Para finalizar este apartado nos queda referirnos a tres autores que proponen no una visión general sobre la historia de la ACH sino estudios puntuales, que ensanchan la mirada sobre el trabajo académico. En la entrega número 34 del Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura (ACHSC), Rafat Ghotme ofrece un estudio en el que reflexiona sobre el papel de la ACH en la construcción del estereotipo santanderista con el que se ha designado el carácter de la nación colombiana. El planteamiento central de este artículo refiere que entre 1910 y 1970 la Academia Colombiana de Historia contribuyó de manera efectiva a la definición de la nación a partir de unos rasgos como el civilismo y el legalismo, relacionados con Santander. Ello implicó la operación histórica de construcción del mito del héroe patriota, principalmente durante la gestión de Eduardo Santos como presidente de la Academia y el sinnúmero de acciones emprendidas para hacer coincidir la imagen del prócer con el alma nacional.

La tesis de Ghotme no sólo se remite a la cara positiva del héroe como figura destacada que encarna los principales valores de la sociedad y que se constituye en guía, sino que procura contraponer al mismo nivel la figura del antihéroe. La elaboración de estas figuras míticas corre por cuenta de los intelectuales, quienes ubicados en diferentes orillas ideológicas se dan a la tarea de confeccionar imágenes y contraimágenes, memorias y contramemorias para dar sentido al presente en busca de legitimación histórica. Tanto el uno como el otro representan el carácter de la nación en su conjunto, luego el ser colectivo se identificaría en los atributos del héroe/antihéroe. Ghotme sugiere cómo Santander comportó las dos dimensiones a partir de dos tradiciones históricas que tuvieron su origen en el mismo siglo XIX y que cobrarían un nuevo sentido suprapartidista con la Academia de Historia en el siglo XX. Estas elaboraciones se enmarcan en la construcción por parte de elites políticas e intelectuales del nacionalismo moderno vertical en el que se busca crear, mantener y consolidar la unidad y la autonomía nacional a partir de un temor al pueblo y de un convivialismo a nivel de elites. Igualmente, señala que el mito santanderino se halla indisolublemente ligado al origen de los partidos políticos que se identifican con las personalidades de Santander y Bolívar.

De esta manera, el autor realiza un acercamiento a las tradiciones decimonónicas que se tejieron en torno a la figura de Santander, a través de los relatos del mismo personaje, sus áulicos como Manuel Suárez Fortoul o sus más acérrimos críticos como Eladio Urisarri, Laureano Gómez y Fernando González. Santander como padre fundador de la nación cumplió los dos papeles, el de héroe como símbolo de la civilidad y el respeto irrestricto a la ley y el de antihéroe, que en la mirada conservadora no deja de ser el referente de la pusilanimidad y oportunismo de un pueblo que había que civilizar. Al entrar el siglo XX y con la fundación de la Academia en 1902, el momento histórico impuso la abstracción de este debate y una orientación suprapartidista. El Santander de la ACH sería un adalid de la civilización y héroe fundador de la nacionalidad articulado al legado regeneracionista. En suma, en el espíritu santanderino creado por la Academia convergieron la herencia española y la tradición civilista.

Al abordar el papel de la Academia el autor se remite a los lugares conocidos sobre la historia de la institución: Sus orígenes y propósitos conciliadores, las quejas de los académicos por la indiferencia del pueblo frente a la historia patria y los mecanismos para hacer más atractivas las conmemoraciones y algunas de las primeras empresas que acometió en cuanto a publicaciones se refiere. El juicio en este punto estaba referido a la narración mítica que buscaba aquilatar la violencia fundadora de la nación así como hacer coincidir la tradición hispánica con el momento de ruptura, lo que se complementa con la labor de mitificación del patriota. Cuando el autor se supone que va a mostrar concretamente el Santanderismo de la Academia, las fuentes se le esfumaron para dar paso a referencias de algunos miembros de la generación del Centenario, quienes significaron a Santander como representante del Estado racional, liberal y moderno.

Del texto de Ghotme podríamos decir que la promesa de estudiar una temática histórica o más aún, el proceso de mitificación de un personaje como Santander constituye una buena entrada respecto al papel de la Academia en la creación una memoria nacional. El desarrollo de la tesis advertía interesantes resultados, puesto que rastreó el surgimiento de las imágenes en torno al "hombre de las leyes" desde el mismo siglo XIX a partir de un barrido exhaustivo de fuentes de los principales intelectuales y políticos. Incluso, las referencias a la fundación y funcionamiento de la Academia pueden ser valoradas satisfactoriamente, toda vez que acudió a los informes de los Secretarios, al Boletín de la Academia y otros relatos sobre la historia de la institución elaborados por algunos miembros. Sin embargo, la médula de su planteamiento no fue desarrollada satisfactoriamente, pues no hubo un análisis de los textos académicos, producidos en el seno de la ACH que mostraran cómo esta contribuyó a la mitificación de Santander, más allá de la leve mención de la obra de Eduardo Santos. Sin embargo, se recoge la necesidad de ubicar contextualmente las representaciones de la Academia, procurando rastrear su origen, así como la tesis sobre la mitificación de los personajes históricos como operación histórica a través del proceso de la semiosis.9

Bernardo Tovar Zambrano quizá sea el historiador profesional que más haya dedicado tiempo a comprender la tradición académica generalmente tratada con desdén. Tal esfuerzo se enmarca en una apuesta académica por revisar críticamente las diferentes tendencias historiográficas que se han ocupado del periodo conocido como Colonia. Los trabajos de Tovar Zambrano que pudimos identificar lastimosamente no constituyen una obra amplia sobre la ACH, puesto que se encuentran insertos en artículos que buscan analizar el tratamiento de un tema por la historiografía u otros temas de interés para pensar el papel de la historia en la construcción de los imaginarios identitarios. En 1982 apareció publicado en el ACHSC un artículo que abordó las diferentes tradiciones escriturales de la historia nacional, desde el siglo XIX hasta la década del ochenta del siglo XX. En efecto, Tovar dedicó algunas cuartillas a caracterizar el tipo de trabajo desarrollado por la Academia Colombiana de Historia, a partir de una postura comprensiva pero no menos crítica de sus obras.

Más allá de estas limitantes, el primer aporte significativo del texto de 1982 es la reconstrucción más detallada del contexto histórico en que surgió la Academia. Reconociendo el sentido político partidista (no en el sentido de los partidos políticos sino de la disyuntiva entre defensores del legado hispánico y reivindicadores de la Independencia) de las historias decimonónicas, Tovar sugiere que el siglo XX colombiano, marcado por la separación de Panamá, la Guerra de los Mil Días y el despegue cafetero, exigía un relato histórico en que predominara la estabilidad y la concordia nacional. De esta manera, además de las expresiones políticas que se dieron en este momento histórico, la ACH vino a hacer parte de esa empresa por el fortalecimiento de la nacionalidad a partir de la construcción de un pasado integrador en torno a la idea de Patria. El segundo aporte consiste en haber señalado cómo la historia académica asumió una postura crítica frente a las obras del siglo XIX por considerarlas en exceso partidistas, sesgo que habría afectado la empresa de la nacionalidad, lo que justificaba el trabajo de la nueva institución guardiana del pasado.

Tovar advierte que la tradición académica no se puede catalogar simplemente como retardataria y oficialista, ya que al interior de la institución se dieron dos grandes tendencias complementarias para narrar el pasado de la nación. La Academia desarrolló una serie de trabajos centrados en la promoción de los valores de la nacionalidad, cuyo énfasis estaba dado en los textos de enseñanza, siendo. En esta corriente, lo más importante no era el conocimiento histórico producido sino las enseñanzas que se pudieran extraer de los acontecimientos pasados para aleccionar a las nuevas generaciones en el amor a la Patria. Por otro lado, identificó una tendencia más de corte positivista, preocupada por el acopio de documentos y la reconstrucción de los hechos "tal y como sucedieron". En este caso, lo relevante era producir un relato desapasionado -en el sentido partidista-, desprovisto de toda apología a facciones políticas garantizando la objetividad y la imparcialidad de la historia. No obstante, reconoce que la Academia logró fusionar estos dos enfoques gracias a la causa nacional a la cual estaba llamada a servir: Una historia para el fortalecimiento de la lealtad al Estado representado en sus elites rectoras.

Temporalmente, el ejercicio analítico de Tovar Zambrano sólo cubrió la primera mitad del siglo XX, periodo de predominio y fuerza de la ACH. Durante este tramo, reconoce que los objetivos, alcances y ocupaciones de la Academia no fue el mismo que se abrió a mediados de siglo, especialmente luego de los sucesos de 1948. Para aquel entonces, con la expedición de algunos decretos y la publicación de un libro sobre enseñanza de la historia del académico Miguel Aguilera, se asistió a una nueva fase en el quehacer académico, más cercano al sostenimiento recio del statu quo y poco amigo de la participación del "pueblo" en la vida política. A pesar de este fortalecimiento del papel ideológico de la Academia, para la década del sesenta ya se empezaban a percibir disensiones internas y cierto debilitamiento de la institución, muestra de ello fue el debate entre Juan Friede y Rafael Gómez Hoyos. Finalmente, además de reconstruir estas grandes tendencias de la historia de la ACH y sin perder su postura crítica, Tovar no tiene empacho en consignar lo que a su juicio son los aportes más significativos de la tradición académica: 1. La elaboración de voluminosas series de publicaciones tanto de documentos primarios como de textos con carácter histórico y 2. El aporte realizado por las academias y centros regionales al conocimiento de la historia regional y local.10

En 1994 Tovar Zambrano retomaría en una nueva versión el tratamiento dado a la historia colonial por la historia nacional. En este nuevo texto, además de retomar planteamientos ya expuestos, dimensiona desde una perspectiva comprensiva el significado de la Academia Colombia en plena guerra civil, al decir que fue una empresa meritoria de Ibáñez y Posada darse a la publicación de obras de contenido histórico mientras la guerra se desarrollaba en el territorio nacional. Otra novedad del texto de 1994 consistió en la mención sobre el perfil de los integrantes de la Academia, no sólo en sus profesiones sino en el carácter suprapartidista que marcó a la institución en sus orígenes. Junto a estos aspectos novedosos, también realizó algunas anotaciones sobre el concepto de Historia Patria y el vínculo inextricable que existía con el género biográfico.

A diferencia del texto de inicios de la década del ochenta en el que se no se apreció el abordaje de los contenidos específicos sobre el periodo colonial, en este nuevo texto sí fueron evidentes los análisis sobre las principales obras que la Academia produjo sobre los siglos XVI al XVIII. Sin entrar en detalles, escudriñó las representaciones históricas sobre la Colonia de autores como Luís Martínez Delgado, Daniel Arias Argáez, Sergio Elías Ortiz, Luís Duque Gómez, Juan Friede y Manuel Lucena Salmoral. En esta pesquisa, el profesor Tovar encontró que se trataron los asuntos político-institucionales, educativo-culturales, judiciales-delictuosos y en menor medida económicos. El análisis realizado buscaba determinar la estructura narrativa a partir de criterios como: ¿Qué cronología establecieron para los hechos estudiados? ¿Quién o quiénes ocupaban el primer plano en la narración? ¿Cuál era el propósito central del texto? ¿Qué fuentes utilizó el autor? ¿Qué formas escriturales empleó cada autor? Estas preguntas sirvieron para identificar tendencias y sentidos de las narraciones, llevándolo a la conclusión de que la Academia buscó en la Conquista y la Colonia e incluso en los tiempos prehispánicos, los orígenes de la nacionalidad, la llegada de la civilización y la lucha contra la barbarie.11

A diferencia de otros historiadores, es necesario resaltar como uno de los grandes aportes de los trabajos de Tovar, el trabajo directo con multiplicidad de textos históricos producidos por los académicos. Esta labor la complementaba con la lectura juiciosa de los informes de los secretarios de la ACH y algunos artículos publicados en el BHA. Sólo de esta manerase puede trascender el prejuicio y el lugar común respecto al papel de las academias de historia en la creación del pasado en Colombia. Para efectos de nuestro trabajo recogemos dos planteamientos del profesor Tovar: La valoración sobre la historia regional producida en los Centros y Academias Regionales, en cuanto ayuda a dimensionar los aportes y significado de un caso como el santandereano así como las claves para abordar las obras de los académicos con el fin de hallar el sentido ideológico de los relatos históricos.12

Para cerrar este apartado, es necesario reseñar el último artículo sobre la ACH aparecido en la revista Memoria y Sociedad, cuyo autor es el antropólogo Héctor García Botero. Preocupado por el proceso de institucionalización de la Antropología en el país, el profesor García dedica se dedica a analizar cómo la Academia Colombiana de Historia se interesó por los objetos arqueológicos, validando el interés por los objetos materiales prehispánicos. Con base en el estudio sistemático de las fuentes producidas por la Academia, especialmente el Boletín y obras publicadas de académicos, el autor estableció un diálogo con los aportes conceptuales de Foucault para reconocer ese vínculo entre saber y poder que atravesó la institucionalización del conocimiento antropológico y arqueológico en el país. García destaca cómo los vestigios materiales fueron haciendo parte del interés de los especialistas, a partir de la promoción de la literatura sobre los indígenas y de la apreciación estética de los mismos. Aunque referido al mundo prehispánico, este trabajo se García se convierte en una buena entrada al análisis de las academias, no sólo por la articulación entre evidencia empírica y referentes teóricos, sino por la importancia otorgada a los marcos institucionales en la definición de un tiempo más amplio de la historia nacional, que la llevó hasta el "archivo prehispánico de la nación".13

Con base en lo expuesto, podemos decir que la historia universitaria ha procurado pequeños y breves acercamientos a su inmediata antecesora. Se echa de menos una obra completa y de largo aliento que estudie no sólo la Academia Nacional sino las experiencias regionales de grupos de elites intelectuales que se dedicaron a elaborar el pasado regional siguiendo los patrones de la ACH. Por otro lado, es preciso avanzar en la caracterización de las academias más allá de las grandes tendencias que se han establecido para este campo de reflexión, para lo cual es imprescindible seguir los pasos dados hasta el momento y llegar a nuevas imágenes de la escritura del pasado en el país.14

Por su parte, las obras escritas por académicos sobre la historia de las instituciones a las que pertenecen coinciden en el interés por resaltar su labor a través de los años, situación que las ubica como dispositivos de legitimación de su existencia. Como literatura académica, la historiografía universitaria podrá acudir a ella para consultar información fáctica puntual, sin pretender encontrar problemas epistemológicos o sociales de gran envergadura. Estas obras generalmente son elaboradas para conmemorar la fundación de la respectiva institución, lo que imprime un matiz más apologético que crítico sobre su papel en la construcción del pasado regional o nacional. Ahora, la información factual que ofrecen ayuda al investigador para orientar su pesquisa, al tiempo que incluyen transcripciones de documentos importantes en el desarrollo de este tipo de entidades, tales como decretos, resoluciones o leyes directamente relacionadas con su acontecer.15

Con lo expuesto hasta este momento, podemos decir que lo que conocemos sobre el pasado de la tradición académica no es muy satisfactorio en el plano de la comprensión de los procesos históricos. Ni la historiografía profesional ni la académica aficionada han logrado construir una visión sistemática y suficientemente rigurosa sobre el papel de las Academias de Historia en la elaboración del pasado nacional o regional. Por el contrario, los sesgos de lado y lado, los prejuicios y deseos de exaltación de la obra propia se erigen como obstáculos para llevar a buen puerto esta labor. ¿Esta situación se repite en todas las latitudes? En el próximo apartado procuraremos acercarnos a algunas experiencias investigativas españolas, que permiten pensar en la posibilidad de hacer una historia de la historiografía desde los postulados profesionales de manera rigurosa y no dogmática.


3. Los aportes de la historia española al estudio de las academias de historia

En la búsqueda de referentes para emprender un trabajo sobre el Centro Regional de Historia no podíamos restringirnos a los marcos nacionales.16 En este proceso encontramos una serie de autores y trabajos de origen español concentrados en la Universidad de Zaragoza, a partir de los cuales se avizora un conjunto significativo de aportes para una historia de las academias de historia. Algunos historiadores en España se han dedicado a reflexionar sobre la historia del conocimiento histórico y la construcción de la memoria desde el poder, en el contexto de la construcción de la identidad nacional.17 En este apartado nos detendremos en algunos de los trabajos que pudimos consultar que tienen como tema central la Real Academia de Historia de España (RAHE), para señalar aspectos de relevancia para las futuras investigaciones sobre este ámbito de trabajo.

En Los Guardianes de la Historia, Ignacio Peiró Martin, catedrático de la Universidad de Zaragoza y especialista en la historia de la historiografía española estudia el proceso de profesionalización de la ciencia histórica en España entre mediados del siglo XIX y la tercera década del siglo XX. Para ello, analizó el triunfo de una historiografía liberal que condujo finalmente a la consolidación de la historia oficial a partir de diferentes vías socio-institucionales, entre las cuales la RAHE fue de gran importancia para crear una cultura histórica oficial de carácter burgués. Organizado en tres capítulos, en el primero describe detalladamente la institucionalización académica de la historiografía española, a través del estudio de aspectos como el tipo de personas que integraron la institución, el lento desprendimiento del conocimiento histórico del campo de las bellas letras y la relación de la Academia con otras instituciones culturales. Luego de estudiar el contexto sociocultural de emergencia de la Academia, Peiró revisó la concepción que sobre la historia se quería agenciar desde esta institución así como las relaciones con el poder público. Tales vínculos iban desde la definición de premios y partidas presupuestales, la ocupación de cargos importantes en la administración educativa y la subvención para la publicación de los órganos informativos. Este primer capítulo finaliza con la exposición de los principales cambios experimentados por el modelo académico de conocimiento histórico en las dos últimas décadas del siglo XIX a partir del concepto de erudición profesional.

El segundo capítulo se centra en el problema de cómo se transmitió el saber académico utilizando tres fuentes principales: Los discursos de recepción, el Boletín corporativo y una Historia General de España dirigida por Antonio Cánovas del Castillo. El abordaje de estas fuentes tenía como fin mostrar la imposición de una visión general de la historia nacional que tanto en sus contenidos como en su metodología tuvo importantes alcances en el siglo XX. El estudio de los Discursos arrojó tendencias temáticas, estilísticas y disciplinares priorizadas por los Académicos. Por su parte, el análisis del Boletín se justificó por ser la tribuna más importante de la historiografía española desde la década del setenta del siglo XIX, realizando una caracterización del perfil de los colaboradores, la distribución temática, temporal y geográfica de los artículos. El capítulo finaliza con la mención de la representación global de la historia de España a partir de la obra de Cánovas del Castillo, describiendo el ambiente intelectual de finales del siglo XIX. El estudio de esta obra mostró las principales características de la obra, su significado histórico articulado al contexto político nacional y los alcances que tuvo en la definición de un concepto y un método propio para la historia.

El epílogo, que a decir verdad constituía el tercer capítulo trata del "cambio de guardia" de la historiografía española. Aunque la generación de la Restauración y sus cánones seguían dominando el panorama histórico y cultural, empezaba a surgir una nueva cohorte de personajes desde diferentes instituciones que finalmente producirían un cambio en el dominio del pasado nacional. Peiró destaca el papel de los archiveros y de los catedráticos de universidades, quienes sin pretenderlo explícitamente, lograron impulsar la independencia de la Historia y la creación de la profesión de historiador. Este proceso de ruptura con continuidad se manifestó en la creación de instituciones como el Museo Arqueológico Nacional, la Sociedad Española de Excursiones, el Archivo Histórico Nacional y revistas de contenido histórico. Estos medios se convirtieron en los canales de difusión de nuevas categorías, metodologías y valores que buscaban dar cierta homogeneidad a los historiadores, proceso que culminaría en las tercera década del siglo XX. Entre las décadas de los veinte y los treinta la profesionalización de la historiografía española era un hecho tan evidente que gran parte de los mismos integrantes de la Academia pertenecían a la universidad.18

En materia de fuentes el autor ofrece una lección de la necesaria erudición que exige el estudio de una institución como la Academia de Historia. Sólo por citar algunos tipos documentales podemos mencionar la correspondencia de ciertos miembros, artículos publicados en el Boletín oficial, monografías históricas, revistas de instituciones ligadas al mundo cultural y documentación oficial relacionada directamente con la institucionalización del saber histórico. Metodológicamente, sólo hay referencias explícitas para el análisis cuantitativo de contenido para determinar las tendencias temáticas en el Boletín, desagregando variables como los periodos de estudio, los colaboradores o los marcos espaciales. Mediante el rastreo detallado de las huellas de los académicos reconstruyó un momento de vital importancia para comprender el proceso de formación de la historiografía española. Así fue como registró las reestructuraciones de la organización institucional, los desplazamientos teóricos y metodológicos surgidos en la construcción de la ciencia histórica y los cambios socioprofesionales que condujeron a sentar las bases de una comunidad de historiadores.

La obra de Peiró representa quizá el referente más importante para adelantar una investigación sobre las academias de historia. De un lado, muestra cómo se pueden construir los conceptos a partir de la revisión de las fuentes sin descuidar referentes teóricos como las sociabilidades o la república de letras. En segunda instancia, teene en cuenta aspectos relevantes a nivel institucional como la organización interna de la institución, el papel de las academias como productoras de conocimiento histórico o la importancia de la búsqueda y manifestación de prestigio como elemento inherente a este tipo de entidades. También alude a la relación entre eruditos centrales y provinciales con sus particularidades. Otro aporte destacado es la distinción que realiza de las producciones de los académicos. Así, los discursos de recepción tendrían una función más pedagógica mientras que los artículos de las revistas se acercan más al establecimiento de verdades históricas incontrovertibles. Como última contribución se puede señalar la necesidad de estudiar los eventos especiales organizados y dirigidos por estas instituciones, momentos en los que se sintetizaban las sociabilidades, la producción de conocimiento y las legitimaciones a los proyectos políticos, sociales o culturales en un periodo dado.

En cuanto a las limitaciones se pueden enumerar las siguientes: No haber explicitado el contexto social y político en que se movía la RAHE, pues sí bien en la bibliografía se referencian textos relacionados, en el cuerpo del texto no se evidencia su uso. A nivel metodológico, el no realizó un análisis cualitativo del contenido de las revistas, que hubiera enriquecido el estudio de las representaciones históricas en su conjunto, argumentando mejor aquel proyecto "burgués" que la Academia habría defendido. Teóricamente, que faltó la exploración de mayor literatura sobre categorías como intelectual, nación o patria así como profundizar en los perfiles biográficos de los académicos.

En la misma Universidad de Zaragoza, una discípula de Peiró estudió la manera como el americanismo se convirtió en una temática histórica en el marco de la Real Academia de Historia de España. Palmira Vélez sostiene en su tesis doctoral, que sería en la RAHE de la Restauración cuando se consolidó una práctica histórica que buscaba limpiar la imagen de España en el pasado americano. Incluso sugiere que esta corriente llamada americanista se convirtió en elemento fundamental de la identidad nacional. Ahora bien, tal preocupación de la comunidad de historiadores españoles tuvo origen en el mismo siglo XVI a partir del cargo de Cronista de Indias, que hacia 1755 sería asumido por la Academia, y llegaría hasta el mundo universitario en las primeras décadas del siglo XX. Como es lógico, los periodos históricos a rescatar del olvido eran la Conquista y la Colonización a partir de la idea de que la participación de la Corona estuvo marcada por el deseo de llevar la civilización y el progreso a los pueblos de América.

Para desarrollar este planteamiento la autora expone los antecedentes del interés de la Corona por lo sucedido en territorio americano a través de la figura del Cronista de Indias. Si bien en un inicio se ocupó de recolectar información geográfica y náutica, la figura de cronista cambió a mediados del siglo XVIII cuando la RAHE se apropió del cargo al iniciar una serie de actividades del mundo académico como la compilación de documentación original sobre la historia de España en América, la censura a las obras que tuvieran como tema central a América y la promoción de archivos dedicados a estos dominios. La gestión de la Academia respecto al americanismo tenía como fin último legitimar la arbitrariedad de la Corona durante su presencia en América, para lo cual alcanzó a erigir una estructura institucional encargada de dar soporte a este trabajo ideológico. Así pues, se creó una Junta especializada en las Indias, -que luego se convertiría en Comisión Permanente de Indias- responsable entre otras cosas de vigilar la correcta postura política de las publicaciones académicas, no sólo de los escritos académicos sino de las fuentes primarias que se editaron. A partir de estas prácticas de control se iba dando forma a un concepto de erudición centrado en la acumulación de materiales únicos y políticamente correctos.

Acto seguido, Vélez describe cómo durante la dirección de Cánovas del Castillo la Academia cobró nuevos bríos en el control de las temáticas americanistas. Para ello expone cuál era el ambiente intelectual y político en torno a la RAHE, los proyectos que se iniciaron como las Cartas de Indias, las formas como se accedía a un sillón en la institución, todo precedido por una reforma en los estatutos que determinaban el comportamiento de la entidad. En este capítulo, la autora dedica especial atención a la gestión de Cánovas al frente de la Academia, mostrando el fortalecimiento que tuvo al fusionar la figura del hombre de letras y el hombre de acción. Más allá de Cánovas, Vélez ofrece un perfil general de aquellos miembros de la Academia dedicados a los estudios americanos a través de la identificación de rasgos colectivos como la extracción profesional, el desempeño de cargos oficiales, las relaciones personales y políticas de los académicos y la pertenencia o no a sociedades cercanas al tema americano.Estos criterios le permitieron elaborar una tipología de americanistas según la manera como llegaron a interesarse por el tema y el grado de dedicación al mismo. El capitulo termina con una aclaración conceptual sobre el estatus de los académicos, pues según la autora su trabajo intelectual debe comprenderse mejor a partir de la idea de erudición que desde el concepto de intelectual, toda vez que este se relaciona más con la polémica con el poder establecido, postura que no asumieron los académicos americanistas. Para mostrar esto, la autora dedica unas páginas al estudio de dos casos que reconstruye a partir de tópicos como la biografía, el periplo académico, las obras realizadas, las relaciones con sociedades científicas y personajes de la política.

En el capítulo octavo aborda el papel que cumplieron diferentes mecanismos de difusión tales como las revistas, los certámenes y los congresos de especialistas en la instalación de la corriente americanista en la opinión pública. Para el caso concreto de la Academia, Vélez estudia la importancia que tuvo el boletín oficial como parte de la plataforma de difusión del americanismo, señalando cómo a través de sus páginas se incluyeron artículos e informes de las comisiones encargadas de resolver asuntos a petición de entidades del Estado relacionadas con América, por ejemplo, asesorías sobre monumentos, documentación o archivos. Otro elemento de difusión del americanismo ligado directamente a la RAHE fue la creación de Academias correspondientes en América, que debían estar sujetas a las directrices de la principal en Madrid. Esta labor se desarrolló en la primera mitad del siglo XX y contó con gran eco en las elites intelectuales hispanoamericanas, especialmente en México, Argentina y Colombia. En el marco de las relaciones con el mundo académico americano, desde Madrid se establecieron concursos para los mejores trabajos académicos sobre temas americanos, mecanismo que permitió estrechar los lazos con América al tiempo que estimuló la producción de textos históricos por académicos de los dos hemisferios. El canje de publicaciones y la realización de congresos de americanistas cumplieron el mismo papel.19

De manera similar a los trabajos de Tovar Zambrano sobre la Colonia, la experiencia investigativa de Palmira Vélez nos pone de presente la posibilidad de una historia de las academias a partir del rastreo de un tema particular. Sobre el tema de la Academia, Vélez retoma formas de trabajo que ya hemos visto e innova en otros aspectos, como la elaboración del perfil de los académicos, el análisis de intervenciones de la Academia más allá del texto escrito como los premios, congresos y publicaciones o incluso, la exposición de la trama de intereses que está detrás de la publicación de una colección documental. Este trabajo es posible gracias a una exhaustiva búsqueda de fuentes en varios archivos institucionales como los de la Academia, universidades estudiadas y centros culturales, además de obras dedicadas a las personalidades rastreadas. Ahora bien, consideramos que el texto carece en alguna medida de algo similar al de Peiró, a saber, la pertinente correlación entre el ámbito historiográfico y los marcos sociopolíticos de las instituciones. Tal relación se estima necesaria con el fin de dar mayor profundidad a la tesis general referida a la función legitimadora de los relatos americanistas sobre el papel de España en América.

3.1 Algunos trabajos menores de la historiografía española

La historiografía española ha explorado desde otros ángulos la Real Academia de Historia de España, especialmente a partir de artículos breves que denotan el estado embrionario de este campo de trabajo. Rafael González y Miguel Sancho estudian el lugar otorgado a los godos por parte de la Academia en la creación de la identidad española a partir de la publicación de las Memorias, antecedente inmediato del Boletín de Academia. Para los autores, esta cumplió un papel fundamental en el establecimiento del llamado "mito gótico" de la nacionalidad española, pues con base en este relato se pretendía justificar una supuesta unidad política inmemorial representada por el pueblo visigodo. Ello era expresión de una obsesión de los académicos por atribuir una antigüedad milenaria a la monarquía española.

En otras palabras, la Academia a fines del siglo XVIII contribuyó a dar forma a una idea esencialista de la nación española a través de la magnificación del origen visigodo de la monarquía, más allá de las invasiones y agresiones de que fuera objeto la patria. Tal labor fue encomendada por los Borbones a la RAHE, pues su proyecto de centralización no sólo abarcaba la administración sino también el campo cultural. La Academia y las Memorias publicadas en 1796 fueron los dispositivos definidos para establecer los cánones sobre el origen de la nación, a través del estudio de la patria primitiva de los godos y el establecimiento del primer rey godo. Los autores también estudiaron cómo este interés llegó al teatro al analizar algunas obras de la literatura española de finales del siglo XVIII.20

Trabajando el mismo periodo pero desde una orilla distinta, María Teresa Nava expuso cómo la RAHE fue un mecanismo de la corona borbónica para ajustar el pasado nacional a su proyecto político. La creación de las Academias pretendió sellar los lazos entre la cultura y el Estado, al tiempo que sirvieron de cauces de la nueva mentalidad ilustrada. Ahora bien, la RAHE abanderó el proceso ilustrado al pretender despertar una nueva conciencia histórica acorde a los postulados de la monarquía, labor que no estuvo exenta de críticas, polémicas e intentos de reforma en ocasiones frustrados. Dentro de los problemas institucionales que matizaron la relación con el poder estuvieron la carencia de recursos que paralizaba iniciativas valiosas, la falta de un método histórico definido y la insuficiente contribución de obras académicas para la instrucción de la nación.

Como es usual en este tipo de trabajos, la historiadora ofrece al lector un recuento sobre el origen de la Academia, señalando cómo esta institución se creó a partir de espacios de sociabilidad privados como tertulias. Acto seguido, la autora describe la dinámica inicial de la asociación a través de la caracterización general de sus miembros (intereses intelectuales, relación con los poderes, etc.) así como el análisis de los reglamentos que rigieron la institución. Con este texto apreciamos la necesidad de llevar el estudio hacia el funcionamiento interno de la Academia, siendo los reglamentos la fuente clave para reconstruir el modelo ideal proyectado por los académicos. En el mismo sentido, Nava incluyó una revisión de los primeros proyectos de institucionales, mostrando los avatares propios de este tipo de empresas. La primer etapa de gestación era comprendida como parte de un proceso de modernización económica y política agenciado por la Corona, que pretendía una renovación ideológica y cultural.

Más adelante, Nava Rodríguez se ocupó con más detalle del análisis de la estructura interna de la Academia estudiando diversos aspectos de relevancia para una comprensión profunda de la institución. Uno de los temas prioritarios fue mostrar cómo iban cambiando las funciones y los cargos que la RAHE se dio en el siglo XVIII, situación que corrió aparejada con la ampliación del tipo de miembros. La intención era mostrar una institución no monolítica e inmóvil sino por el contrario, evidenciar rupturas, fases, intereses y prioridades de los miembros de la Academia, que marcaron la existencia de la misma. El artículo cierra con la exposición de los vínculos entre Academia y Monarquía, puesto que aquella surgió al amparo de la Corona. El desarrollo institucional dependió de la acción de hombres de carne y hueso, quienes tuvieron a su cargo responsabilidades y ocuparon lugares de gran impacto social. Las relaciones con el poder se concretaban en: Consultas sobre asuntos históricos, solicitud de recursos para publicaciones y sostenimiento, agradecimientos por el patrocinio dado e invocación del bien de la nación como elemento justificante de la labor de la Academia. No obstante esta fluidez, la carencia de recursos incidió negativamente en el desarrollo de las iniciativas. Esta situación es explicada por el débil contexto de transformación social, económica y política.21

Finalmente, Juan María Sánchez Prieto en un breve artículo rastreó un grupo de académicos pertenecientes a la región de Navarra, quienes contaban con el título de miembros correspondientes de la RAHE. Intenta sin éxito una "biografía colectiva" de los académicos señalando las profesiones de los personajes pero sin narrar, por ejemplo los lugares y atmósferas de su proceso formativo o las relaciones que establecían con otros personajes del mundo cultural o político. De la misma forma, el autor apunta algunos de los cargos ocupados por los académicos en comisiones o asociaciones, pero no da mayores datos sobre su participación en actividades de la Academia. Finalmente, el autor acomete un análisis de contenido superficial de la producción historiográfica del grupo navarro, concluyendo unas tendencias temáticas y estilísticas sin mayor relevancia para el estudio de la institución o de la historiografía del caso regional.22

Para finalizar, nos resta mencionar dos trabajos que si bien no se refieren directamente a la Academia como objeto de reflexión, sí representan interesantes acercamientos al problema del uso del pasado en contextos regionales, asunto de interés para este balance. El primero, escrito por el profesor Peiró Martín busca explorar cómo los historiadores de provincia se articularon al desarrollo de cierto nacionalismo historiográfico dominante en el siglo XIX español. La reflexión se refiere al compromiso de algunos historiadores regionales en la creación de una cultura nacional, quienes a su vez estaban relacionados con la Academia de Historia. De este modo, el autor realizó un análisis de la procedencia de varios académicos, esbozó una caracterización de su perfil y la manera como llegaban desde la provincia a Madrid para ocupar un escaño en la RAHE. Como tesis destacó que las relaciones de paisanaje jugaron un papel fundamental en la conformación y otorgamiento de sillones o credenciales para los académicos que no eran capitalinos. Esta situación condujo a ciertos desequilibrios regionales en la composición de la Academia, muy ligada a los cargos públicos.

La designación como académicos correspondientes de personas que provenían de la periferia geográfica, constituía un honor y un asunto de prestigio que permitía abrir puertas para un ascenso en la vida social. Sin embargo, Peiró sostiene que la función más importante de estos académicos, radicaba en que se convertían en correas de transmisión de los valores asociados a la erudición histórica nacional en las provincias de origen. Ello supuso la existencia de un sector erudito a nivel local que al cruzar correspondencia con Madrid entraba en el engranaje académico e histórico abanderado por la RAHE. A nivel de las representaciones históricas, el pluralismo regional de la España decimonónica permitió la emergencia de historias regionales articuladas a un relato nacional. Estas narraciones particulares y sus demandas por reconocimiento cultural no reñían con el relato unificador. Así pues, la capacidad para inventar historias alternativas desde las regiones quedó minimizada, pues el monopolio académico copaba todo el campo de la memoria nacional. Los pasados locales y regionales, según la RAHE, eran complementarios y no opuestos a la cultura histórica española.23

Con un enfoque similar, Sören Brinkmann reflexionó sobre el uso público de la historia regional. Este autor, parte de la premisa que la región también genera identidades y lealtades colectivas debido a su vinculación con un determinado espacio ubicado en el marco de un Estado Nacional. Incluso, la región se definiría en oposición a la nación. Ahora bien, Brinkmann propone que se puede pensar en la invención de la región a partir de una gradación de su relación con el referente nacional, desde la plena identificación hasta la confrontación abierta. Además, sugiere que sí bien la fuerza de la nación reside en su legitimación del Estado, la región por su parte alude más a una identidad basada en las costumbres en pos de generar un arraigo emocional del ciudadano dentro de su contexto vivencial.

Para demostrar esta tesis, el autor estudia la construcción y puesta en escena de un mito histórico perteneciente a Aragón: La figura escogida fue Juan de Lanuza, decapitado por Felipe II y símbolo del autonomismo de esta región. Lanuza y la propuesta de erección de una estatua en su homenaje se convirtió en el símbolo regional al que se le atribuyó la lucha por los fueros locales frente al dominio de Castilla. Las polémicas y luchas en torno a la defensa del pasado regional, tuvieron como protagonistas a ciertos sectores de la sociedad aragonesa, concentrada en la comisión creada para la elaboración e instalación del monumento. Sin embargo, el desarrollo de esta iniciativa dependió de ciertos contextos e intereses políticos, sociales y simbólicos, demostrando que los mitos regionales se integran de una u otra manera a los relatos con vocación nacional, con funciones específicas en ciertos momentos históricos.24


4. A manera de cierre

A diferencia de la historia económica que tuvo su auge en los primeros años de la "Nueva Historia" o del reverdecer de la historia política con motivo del bicentenario de la Independencia, una historia cultural preocupada por la manera como se ha elaborado el pasado y la memoria del país no ha despertado mucho interés en el país. La tradición académica especialmente ha sido subvalorada e invisibilizada por la investigación histórica, a pesar del reconocimiento del que todavía gozan las academias de historia a nivel regional y nacional. El prejuicio o la reticencia ideológica y política hacia los miembros de las academias y la emergencia de temáticas con mejores proyecciones investigativas como la historia empresarial, son factores que también concurren para que no haya una revisión de largo aliento sobre cómo se ha escrito, difundido y apropiado el pasado nacional y regional y con ello, los procesos por los que se ha dado forma a la memoria social.

No obstante, en los últimos años se han venido realizando algunas investigaciones acerca del papel de las elites intelectuales en la construcción de las regiones colombianas no sólo en el plano político y económico sino también en el cultural. Estos trabajos mencionan tangencialmente el papel de estos grupos en la conformación de las academias regionales de historia, como resultado de procesos de sociabilidad que condujeron a la creación de imaginarios identitarios.25Experiencias investigativas de este tipo constituyen un valioso aporte para el desarrollo de nuevas propuestas de investigación que se ocupen de las elites locales y regionales, articulando las tradicionales esferas de acción con la invención de las regiones a nivel simbólico. Aunque como se sabe, uno de los primeros pasos ha de ser la revisión exhaustiva de lo producido sobre el interés temático que convoca.

El recorrido realizado en estas cuartillas nos permite extraer una serie de elementos para proponer una historia de las academias de historia no sólo a nivel regional sino nacional. A pesar de los pocos estudios adelantados en el país, reconocemos la necesidad del diálogo con la tradición académica más allá de los sesgos, a veces inevitables, así como la pertinencia de acometer un trabajo serio y riguroso que parta de las fuentes institucionales. Pensar los marcos históricos que permitieron la emergencia de los centros y academias de historia, asumirlos como espacios de sociabilidad política y cultural en profunda conexión con los contextos políticos y culturales y reconocer que los trabajos históricos de los académicos contribuyen a dar forma a la memoria que las sociedades construyen de su pasado son sólo algunas enseñanzas que se deja este balance. La exigencia que se debe trazar una investigación sobre este objeto es la de trascender la mera descripción anecdótica y apologética propia de los trabajos académicos, para ampliar así la comprensión de las tradiciones de la escritura de la historia en el país. En otras palabras, la invitación que está en la base de este texto es a reconocer y poner al descubierto los procesos históricos que conducen a la construcción de la memoria regional y nacional en sus relaciones con el poder. De esta forma, esperamos superar los prejuicios que señala el epígrafe del artículo.


1 BETANCOURT, Alexander, Historia y Nación: Tentativas de la Escritura de la Historia en Colombia, Medellín, La Carreta, 2007, p. 82.

2 MEJÍA MACIA, Sergio, La revolución en letras: la historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo (1781-1863), Bogotá, Uniandes, EAFIT, 2007. Del mismo autor. MEJÍA MACIA, Sergio, El pasado como refugio y esperanza: La historia eclesiástica y civil de José Manuel Groot (1800-1878), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, Universidad de los Andes, 2009. COLMENARES, Germán, Las convenciones contra la cultura: Ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX, Medellín, La Carreta, 2008.

3 Respecto a los trabajos sobre la historia universitaria, más adelante hacemos referencia al principal historiógrafo que tiene el país. Para un ejemplo reciente de la revisión de la historia de la investigación histórica podemos citar: RAMÍREZ BACCA, Renzo, "Breve historia de la historiografía colombiana", en RAMÍREZ BACCA, Renzo y BETANCOURT MENDIETA, Alexander (Eds.), Ensayos sobre historia y cultura en América Latina, Medellín, La Carreta, Universidad Nacional sede Medellín, Universidad Autónoma San Luis de Potosí, 2008, pp. 137-156.

4 MELO, Jorge Orlando, "Los estudios históricos en Colombia: Situación actual y tendencias predominantes", en MELO, Jorge Orlando, Sobre Historia y Política, Medellín, La Carreta, 1979, pp. 29-33.

5 Las tesis planteadas en 1969 son retomadas sin mayor cambio en los albores del siglo XXI en un trabajo que se ocupa de realizar una historia de las Ciencias Sociales en el país. Igualmente, los barridos historiográficos de Melo aparecen en publicaciones periódicas como la Revista Estudios Sociales de la Universidad de los Andes y el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. Ver: MELO, Jorge Orlando, "Medio Siglo de Historia Colombiana: Notas para un relato inicial", en LEAL BUITRAGO, Francisco y REY, Germán (Eds.), Discurso y Razón: Una historia de las Ciencias Sociales en Colombia, Bogotá, UNIANDES/Fundación Social/Tercer Mundo, 2000, pp. 155-157. El mismo texto en: MELO, Jorge Orlando. "Medio Siglo de Historia Colombiana: Notas para un relato inicial", http://res.uniandes.edu.co/indexar.php?c=Revista+No+04, Noviembre 20 de 2010.

6 ARCHILA, Mauricio, "La disciplina histórica en la Universidad Nacional: Sede Bogotá", en ARCHILA, Mauricio y CORREA, Francois, et. al. (Eds.), Cuatro décadas de compromiso académico en la construcción de la nación, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia/Facultad de Ciencias Humanas, 2006, pp. 177-179. Sin constituir un trabajo sobre la historiografía colombiana, sino más bien, un análisis histórico de la enseñanza de la historia a través de sus manuales escolares, Germán Colmenares realizó algunas observaciones sobre el trabajo de la Academia, aduciendo que su fundación tuvo como principal objetivo aclimatar las condiciones culturales para llevar adelante un proyecto de reconciliación nacional. Este autor se centró en la caracterización de la Historia Patria que se difundió a través del manual paradigmático de Henao y Arrubla. Ver: COLMENARES, Germán, "La Batalla de los Manuales en Colombia", en RIEKENBERG, Michael (Comp.), Latinoamérica: Enseñanza de la Historia, libros de textos y conciencia histórica, Buenos Aires, Alianza Editorial/FLACSO/Georg Eckert Instituts, 1991, pp. 122-134.

7 KÖNIG, Hans Joachim, "Los caballeros andantes del patriotismo: La actitud de la Academia Nacional de Historia Colombiana frente a los procesos de cambio social", en RIEKENBERG, Michael (Comp.), Latinoamérica: Enseñanza de la Historia, libros de textos y conciencia histórica, Buenos Aires, Alianza Editorial/FLACSO/Georg Eckert Instituts, 1991, pp. 135-154. En 1989 Bernardo Tovar Zambrano elaboró el artículo sobre la historia de la historiografía colombiana para la enciclopedia Nueva Historia de Colombia. En este texto, podemos ver cómo este autor manifestó de manera similar un "reconocimiento" a la labor de la Academia Colombiana de Historia en las siguientes palabras: "Desde su fundación hasta el presente la producción historiográfica de la Academia ha sido muy notable y cuantiosa […] El profuso aporte de la historiografía académica ilustra aspectos diversos y significativos de la historia nacional, especialmente los que hacen referencia a la historia política e institucional, a facetas de la vida cultural y económica, a las biografías de personajes y a la historia regional y local." TOVAR ZAMBRANO, Bernardo, "La Historiografía Colombiana", en TIRADO MEJÍA, Álvaro (Dir.), Nueva Historia de Colombia. Tomo IV Educación, Ciencias, La Mujer, Vida Diaria, Bogotá, Planeta, 1989, p. 204.

8 BETANCOURT, Alexander, Historia y Nación… pp. 45-84.

9 GHOTME GHOTME, Rafat Ahmed, "Santanderismo, antisantanderismo y la Academia Colombiana de Historia: la operación histórica en el proceso de construcción de nación en Colombia: 1910-1970", en Anuario colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 34, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia/Facultad de Ciencias Humanas-Departamento de Historia, 2007, pp. 121-164. A nivel teórico, el autor articula su interés por la categoría de héroe desde Sidney Hook y Thomas Carlyle con el problema de la identidad nacional a partir de autores como Anthony Smith. Metodológicamente, Ghotme retoma una propuesta de Roch Little, quien habla de una operación semiótica que implica: 1. La ruptura del interpretante contextual a causa de una guerra o revolución, 2. La modificación del mythos que hace referencia a la narración e historiografía dominante en la época y 3. La creación de un logos que procura una nueva trama histórica.

10 TOVAR ZAMBRANO, Bernardo, "El pensamiento historiador colombiano sobre la época colonial", en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura (ACHSC), No. 10, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia/ Facultad de Ciencias Humanas-Departamento de Historia, 1982, pp. 65-78. El texto fue escrito en 1980.

11 TOVAR ZAMBRANO, Bernardo, "La Historiografía Colonial", en TOVAR ZAMBRANO, Bernardo (Comp.), La historia al final del milenio: Ensayos de historiografía colombiana y latinoamericana. Volumen 1, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1994, pp. 21-44.

12 En 1997 salió publicado un texto del mismo Tovar en que se analizaba el problema de la construcción de los héroes en el pensamiento histórico colombiano. Como se puede ver en el texto, tal labor no se circunscribió al mundo académico ni mucho menos, puesto que el rastreo se iniciaba en el mismo siglo XIX a través de declaraciones y fuentes provenientes de diferentes contextos y personajes como políticos e intelectuales. En vista que la mención a la ACH no fue central no lo incluimos en este balance, lo que no quiere decir que no sea importante para nuestro trabajo, puesto que el autor se ocupa de la importancia que tienen las referencias al pasado (los muertos) en la legitimación del presente y el diseño de futuros a partir de la modelación de los mitos patrióticos. Ver: TOVAR ZAMBRANO, Bernardo, "Porque los muertos mandan: El imaginario patriótico de la historia colombiana", en, ORTÍZ SARMIENTO, Carlos Miguel y TOVAR ZAMBRANO, Bernardo (Eds.), Pensar el Pasado, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia/Archivo General de la Nación, 1997, pp. 125-169.

13 GARCÍA BOTERO, Héctor, "¿Qué hay en un nombre?: La Academia Colombiana de Historia y el estudio de los objetos arqueológicos", en Revista Memoria y Sociedad, Vol. 13, No. 27, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2009, pp. 41-60.

14 La historiadora Diana Obregón desde principios de la década del noventa estudió las asociaciones científicas creadas en nuestro país durante el siglo XIX. En síntesis, la autora al hablar de la Academia se remite a las fechas de fundación, los miembros fundadores, las funciones y propósitos, los temas tratados en sus órganos de difusión y algunos avatares propios de este tipo de instituciones. Más allá de esto, es necesario reconocer el esfuerzo de la autora por explicar el origen de la Academia y en general de las asociaciones científicas a partir de su relación con los contextos políticos, sociales, económicos y culturales del país. Por otro lado, es interesante el planteamiento sobre la necesidad que tuvieron las personas cercanas a la ciencia por inventar tradiciones, es decir, el afán que manifestaron por legitimar y fundar sus incursiones científicas en las glorias del pasado (Expedición Botánica y Comisión Corográfica). Ver: OBREGÓN TORRES, Diana, Sociedades científicas en Colombia: La invención de una tradición 1859-1936, Bogotá, Banco de la República, 1992. En el VIII Congreso Colombiano de Historia celebrado en Bucaramanga en 1993, la autora presentó una ponencia dedicada a la ACCE bajo los mismos parámetros: OBREGÓN TORRES, Diana, "La Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales", en GUERRERO RINCÓN, Amado (Comp.), Memorias VIII Congreso Nacional de Historia de Colombia: Ciencia, Cultura y Mentalidades en la Historia de Colombia, Bucaramanga, UIS, 1993, pp. 267-276.

15 VELANDIA, Roberto, Un siglo de historiografía colombiana: Cien años de la Academia Colombiana de Historia, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 2001. ARIAS AYALA, Juan de Dios, Una institución cultural santandereana: Academia de Historia de Santander, Biblioteca Santander y Revista Estudio, Bogotá, Imprenta Nacional, 1954. GAVASSA VILLAMIZAR, Edmundo, La Academia de Historia de Santander 1908-2006, Bucaramanga, Academia de Historia de Santander, 2006. ACOSTA TORRES, Cristóbal, Académicos de la Academia de Historia de Santander: vida y obra de cada uno de ellos en 75 años de existencia: 1929-2004, Bucaramanga, Sic Editorial, 2005. ACOSTA TORRES, Cristóbal, Efemérides de la Academia de Historia de Santander: la vida de la Academia y los académicos en 75 años de existencia: 1929-2004, Bucaramanga, Sic Editorial, 2005. ACOSTA TORRES, Cristóbal, Recordando el ayer: breves memorias de pequeñas historias: Academia de Historia de Santander, 75 años de existencia: 1929-2004, Bucaramanga, Sic Editorial, 2005.

16 La selección del caso español como referente importante para este trabajo se debe en gran medida a que no tenemos conocimiento de investigaciones que se dediquen de lleno a estudiar las academias de historia. En la pesquisa realizada hasta el momento nos encontramos con dos trabajos argentinos que si bien tratan el tema de la construcción de la memoria oficial a partir de relatos históricos no son trabajos específicos sobre las academias o centros de historia. Ver: QUATTROCCHI-WOISSON, Diana, Los males de la memoria: Historia y política en la Argentina, Buenos Aires, Emecé editores, 1998. DEVOTO, Fernando y PAGANO, Nora, Historia de la historiografía argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2009.

17 PÉREZ GARZÓN, Juan Sisínio, et.al., La Gestión de la Memoria: La Historia de España al Servicio del Poder, Barcelona, Crítica, 2000.

18 PEIRÓ MARTÍN, Ignacio, Los guardianes de la historia: La historiografía académica de la Restauración, Zaragoza, Instituto Fernando el Católico, 1995.

19 VÉLEZ, Palmira, La historiografía americanista en España: 1755-1936, Madrid, Iberoamericana/Vervuert, 2007. pp. 19-87 y 283-306. De la misma autora encontramos una síntesis de este trabajo en la Revista de Indias. Cfr. VÉLEZ, Palmira, "Política e Historiografía: El Americanismo Español hasta 1936", Revista de Indias, Vol. LXVIII. No. 243, Madrid, Instituto de Historia Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC, 2008, pp. 241-268.

20 GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Rafael y SANCHO GÓMEZ, Miguel, "La Real Academia de Historia y las Memorias de 1796: Los godos en la idea de la identidad nacional española", en IRIGOYEN LÓPEZ, Antonio, PENAFIEL RAMÓN, Antonio y VILAR, Juan (Coords.), Historia y Sociabilidad: Homenaje a la profesora María del Carmen Melendreras Gimeno, Murcia, Universidad de Murcia, 2007, pp. 347-364.

21 NAVA RODRÍGUEZ, María Teresa, "La Real Academia de la Historia como modelo de unión formal entre el Estado y la cultura: 1735-192", en Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea. No. 8, Madrid, Universidad Complutense, 1987, pp. 127-155.

22 SÁNCHEZ-PRIETO, Juan María, "Los Correspondientes Navarros en la Real Academia De La Historia (1833-1900)", en Príncipe de Viana, No. 180, Navarra, Gobierno de Navarra, Dep. de Presidencia e Interior 1987. Pp. 193-226. Para el caso peruano encontramos un breve texto de Juan José Pacheco Ibarra, quien describe las iniciativas que personajes ligados al gobierno de peruano, militares e intelectuales acometieron por fundar desde finales del siglo XIX una Academia de Historia Nacional. Debido a su reducido aporte decidimos no dedicarle un espacio en el cuerpo del texto. Ver: PACHECO IBARRA, Juan José, "La Academia de la Historia Nacional (1885): un proyecto temprano de fundación", en Revista Histórica, Tomo XLII, Lima, Academia Nacional de la Historia del Perú, s.f., pp. 213-226.

23 PEIRÓ MARTÍN, Ignacio, "Los historiadores de las provincias: La historia regional en el discurso histórico de la nación", en FORCADELL, Carlos y ROMEO, María Cruz (Eds.), Provincia y Nación: Los territorios del liberalismo, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2006, pp. 253-271.

24 BRINKMANN, Sören, "El uso público de la Historia regional: un monumento a Lanuza", en FORCADELL, Carlos et. al. (Coords.), Usos públicos de la historia: VI Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Zaragoza, 19-21 de septiembre de 2002. Vol. I. Zaragoza, Instituto Fernando el Católico, 2002, Pp. 61-73.

25 ÁLVAREZ HOYOS, María Teresa, Elites intelectuales en el sur de Colombia: Pasto, 1904-1930 una generación decisiva, Pasto, Universidad de Nariño, 2007. ESCOBAR VILLEGAS, Juan Camilo, Progresar y Civilizar: Imaginarios de identidad y elites intelectuales de Antioquia en Euroamérica, 1830-1920, Medellín, EAFIT, 2009.



Fuentes

Fuentes Secundarias

ACOSTA TORRES, Cristóbal, Académicos de la Academia de Historia de Santander: vida y obra de cada uno de ellos en 75 años de existencia: 1929-2004, Bucaramanga, Sic Editorial, 2005.

ACOSTA TORRES, Cristóbal, Efemérides de la Academia de Historia de Santander: la vida de la Academia y los académicos en 75 años de existencia: 1929-2004, Bucaramanga, Sic Editorial, 2005.

ACOSTA TORRES, Cristóbal, Recordando el ayer: breves memorias de pequeñas historias: Academia de Historia de Santander, 75 años de existencia: 1929-2004, Bucaramanga, Sic Editorial, 2005.

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FECHA DE RECEPCION: 19/05/2011
FECHA DE ACEPTACION: 16/08/2011