Losas sepulcrales como
documentos históricos en
el Cementerio Universal de
Bucaramanga, Colombia
Mónica Johanna Giedelmann
Doctora en Arqueología
Universidad de Reading, Reino Unido.
Profesora Escuela de Ciencias Sociales
Universidad Pontificia Bolivariana
Bucaramanga, Colombia.
Laura Jaimes Alvarado
Psicóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Miembro Grupo de Estudios Interdisciplinarios sobre Cultura,
Derechos Humanos y Muerte.
Universidad Pontificia Bolivariana.
Bucaramanga. Colombia.
Este artículo explora la relación entre vivos y muertos en los cien años de existencia del Cementerio Universal en Bucaramanga (1910-2010). La realización de análisis cuantitativos y cualitativos de las losas sepulcrales y las boletas de exhumación, permitieron identificar la presencia significativa de iconografía religiosa y mensajes asociados a la incorporación del difunto en el más allá, con resultados inesperados para un camposanto laico. Adicionalmente, se develó la profunda preocupación por la transcendencia experimentada por los deudos vinculados a este camposanto, y de la cual dejaron testimonio en la cultura material fúnebre.
Palabras clave: Losas sepulcrales, cementerios, culto a los muertos, conmemoración y Bucaramanga.
SEPULCHRAL SLABS LIKE HISTORICAL
DOCUMENTS IN BUCARAMANGA'S UNIVERSAL
CEMETERY, COLOMBIA
This article explores the relation between alive and dead men in hundred years of existence of the Universal Cemetery in Bucaramanga (1910-2010). The accomplishment of quantitative and qualitative analyses of the sepulchral slabs, and the ballots of exhumation, they identified the significant presence of religious iconography and messages associated with the incorporation of the deceased in beyond, with unexpected results for a lay churchyard. Additional, the deep worry was demonstrated by the significance experienced by the kinsmen linked to this churchyard, and of which they left testimony in the material funereal culture.
Keywords: gravestones, cemeteries, cult of the dead, commemoration and Bucaramanga
La muerte biológica es el futuro inevitable de cualquier especie, pues el acto de vivir es en esencia un proceso de envejecimiento celular que comienza al nacer y termina en la vejez, la enfermedad o la fatalidad accidental. La vida, aunque subjetivamente experimentada, es un camino reductible a esos procesos de deterioro biológico que llevan a quien lo transita a un único destino: morir. La conciencia que el hombre tiene de su propia mortalidad ha posicionado a la muerte como un tema principal en las cosmovisiones y teogonías de todos los pueblos1, generando una tensión entre la inevitabilidad de la muerte biológica y la creencia en la inmortalidad espiritual2. De modo que, la muerte natural es el detonante que incita a las sociedades a elaborar estrategias para la pervivencia del difunto. Es aquí, donde surgen las creencias escatológicas y el desarrollo del comportamiento mortuorio3.
En los ritos fúnebres se representa la forma de concebir la trascendencia y la vida misma, reafirmando o negando la identidad individual o colectiva. Por ello, los camposantos constituyen escenarios ideales para el estudio del hombre y la cultura4, pues reflejan la manifestación simbólica de la sociedad5.
El Cementerio Universidad de Bucaramanga fue creado en 1910 como una opción laica para el entierro de individuos que profesaban una religión diferente a la católica, y a quienes se les prohibía el sepulcro en tierra santa6. Su fundación es precedida por una época de tensiones políticas -la Regeneración (1886-1930)-, en la cual, contradecir los preceptos de la hegemonía conservadora y eclesial significaba una condena, incluso, en el más allá.
La presente investigación ilustra el examen de la cultura material funeraria por medio del análisis detallado de las losas sepulcrales y boletas de exhumación, con el fin de establecer si la relación entre vivos y muertos en la Bucaramanga del siglo XX, atiende a:
Escenario 1: favorecer la trascendencia del difunto en el más allá y a la continuidad de lazos con seres queridos7. Los deudos intentan delinear la identidad del fallecido por medio de elementos que indiquen rasgos de su personalidad, tales como características, gustos o creencias; al igual que de su vida, representados en los roles sociales adoptados durante su trayectoria en el mundo de los vivos, incluidos mensajes de recordación. Ambas facetas aúnan esfuerzos para avivar la memoria del difunto y su conexión con el ámbito social. En esa dirección, Drolet8 elabora una relación de unidad, y no antagónica, entre la vida y la muerte:
"La noción de la inmortalidad simbólica es interesante en su llamamiento a nuestras cualidades trascendentales, ya que nos lleva más allá de una concepción lineal del pasado, presente y futuro a una no-temporal, o, como Tillich (1959) diría, a un sentido de la eternidad. Se subraya nuestra necesidad básica o la tendencia a creer, muchos dirían "irracionalmente", que nuestra identidad se extiende más allá de nuestro propio ego encapsulado. En nuestra sociedad occidental, la religión ha sido históricamente un canal fundamental para tratar con imaginarios de vida, imaginarios de la muerte y la inmortalidad. Pero ahora, un gran número de personas se han visto sin un marco específico de la vida o conjunto de valores y, por tanto, quedan sin ningún tipo de mantenimiento de la visión del mundo que podrían generar las imágenes de revitalizar y dar un cierto sentido de la inmortalidad"9 (Traducción de las autoras).
Escenario 2: priorizar la separación del muerto de la esfera social en pro de su consecuente incorporación a otra dimensión. Los deudos manifiestan preocupación por su propia mortalidad o miedo generado por el tabú hacia la muerte. Razón que impulsa la pronta y efectiva ejecución de ritos y ceremonias que garanticen su transición hacia el más allá. Estas conductas se presentan debido a que el fallecimiento de una persona desencadena temores innatos propios de los procesos de enculturación de todo grupo social, pues el alma en pena es una noción amenazante de la estabilidad del colectivo social circunscrito al muerto10. La confrontación con la extinción de la vida, evoca la inmediatez de la existencia11 y refuerza el vínculo con entidades sobrenaturales -quienes son garantes de salvación y vida eterna-, por lo cual se generan prácticas de conmemoración orientadas a la adoración religiosa.
Este artículo explora el potencial que el análisis de la cultura material aporta a la comprensión de creencias y comportamientos mortuorios en el nororiente de Colombia durante los últimos cien años de historia, y ofrece un ejemplo metodológico de estudios funerarios en cementerios. A la vez que divulga información inédita del patrimonio mueble e inmueble que se registró in situ, antes de la demolición que se hiciera de este camposanto en la ciudad de Bucaramanga en el año 2010.
1.1 El mundo de las "cosas" y el significado de los artefactos
Vivimos en el mundo de las "cosas", pues permanentemente estamos rodeados por objetos que empleamos en las diversas tareas que constituyen nuestro diario vivir. Adicional al fin práctico y determinado asignado a cada objeto, prestamos poca atención a los significados encarnados en los mismos, y que son otorgados por códigos culturales propios y distintivos de cada grupo social. Es decir, elegimos un objeto sobre otro, en una situación dada -a pesar de existir otras posibles alternativas-. Empero, prima la respuesta culturalmente programada12: no la innovación individual sino la validación del ethos propio de cada cultura. Por ejemplo, en sociedades occidentalizadas se acostumbra consumir brebajes alcohólicos en recipientes de vidrio, mientras en comunidades rurales/campesinas se prefiere hacerlo en recipientes orgánicos, como totumos; de la misma forma en algunas comunidades se sepulta en la tierra, en otras se crema, etc.
Los artefactos constituyen acervos de información que trascienden soluciones puramente prácticas para albergar en ellos significados y mensajes: arte factum 'hecho con arte'13. Cultura material es el conglomerado de esos arte-factos. En concordancia, la cultura es definida como patrones intangibles de comportamientos humanos, a la vez que, representaciones tangibles de ellos, en los bienes materiales. El ser social transita entre las creaciones materiales y narrativas -derivadas del mismo universo de significación-; así que al igual que los artefactos, el lenguaje es asidero de cultura. El estudio de la cultura material posibilita el acceso a los recodos de la vivencia humana. Metafóricamente hablando, podemos entenderlo como una "ingeniería a la inversa"14: que trasciende lo físico y se ocupa de lo simbólico y social. Según el arqueólogo Ian Hodder15, el contexto es fundamental en la valoración que se haga del objeto: (1) El artefacto adopta una identidad de acuerdo al uso que se le otorgue, (2) el artefacto recoge significados y símbolos a partir de los códigos sociales impuestos por el grupo social que lo posee, y (3) el artefacto es el resultante de una serie de transformaciones; es decir, su significado y formación son producto de experiencias pasadas, de suerte que la apariencia del artefacto lleva en sí misma, preconceptos (ideas e información) que se conservan en el artefacto del presente16.
Consecuentemente, se puede argüir que cada artefacto está cargado de indicios que revelan la función práctica que deben cumplir durante su vida útil, pero que especialmente están matizados de significados y símbolos que condicionan su utilización. En contextos rituales, los objetos son especialmente propensos a la significación y connotación de ideas y mensajes que articulen el pensamiento sagrado y manifestación cultural del colectivo social.
1.2 Cultura material funeraria: las losas sepulcrales
Los ritos mortuorios enmarcan al entierro. A la luz de la propuesta tripartita planteada por Gennep: inicialmente, se realizan ceremonias para separar al difunto de la esfera terrenal, continúa con la transición que el muerto debe afrontar como antesala, para finalmente, incorporarse en el más allá17. Comúnmente, las honras fúnebres en Colombia, y particularmente en Santander, debido a su inclinación cristiana, se dividen en: la velación del difunto, etapa en la que los deudos reciben condolencias de familiares, amigos y allegados, quienes depositan objetos como tarjetas y flores alrededor del ataúd que serán posteriormente transportados a la iglesia y cementerio para acompañar, respectivamente, a las exequias y el ceremonial de entierro. El momento de sepultura del cadáver constituye la despedida final al ser querido y al ser social. Visitas a la tumba se realizan a diferentes intervalos, constituyéndose en prácticas de conmemoración y recordación del miembro social ausente.
Las honras fúnebres compilan así, una cadena de momentos desplegados desde la muerte biológica hasta el sellamiento de la sepultura con la ubicación de la lápida -el último eslabón de cultura material que acompaña al funeral-. Dentro de este marco, existen artefactos efímeros y otros más perdurables, que aunados a la evidencia ritual, conforman un registro fragmentario, incompleto, y/o selectivo del ceremonial fúnebre.
Éste sin embargo será fragmentario, pues las acciones, comportamientos y palabras no siempre dejan huellas tangibles; incompleto, pues no todo el registro se preserva y; selectivo, pues el ajuar funerario y la disposición de la tumba son elecciones de los deudos18. Razón por la cual, los artefactos encontrados en los cementerios, especialmente las losas sepulcrales19, son los últimos bastiones del sistema de creencias y saberes sobre la muerte y la relación con los muertos.
Según la etimología inglesa de la palabra lápida: gravemarker, ésta marca la estructura receptora del cadáver o restos mortales en inhumaciones (en tierra o bóveda), incineraciones (urna) o entierros secundarios (osario). Su función primaria es referenciar la ubicación del difunto.
Las lápidas identifican al difunto, pues como mínimo indican el nombre del fallecido y la fecha de muerte. Lo que conlleva a que uno de los papeles simbólicos de las lápidas transciende al mero referente geográfico (ubicación), pues al darle un nombre a los restos mortales, convierte al cadáver en difunto: transformando al cuerpo inerte -la materia en descomposición- en la mención de la persona fallecida -el ser amado ausente-. Igualmente, la fecha de defunción ubica al difunto en un marco histórico, pues previo a su deceso el muerto ejerció roles sociales que lo caracterizaron. Es así, como la presencia de la lápida nos habla de seres sociales e históricos, que hicieron parte de un colectivo social.
Las losas sepulcrales en ocasiones albergan otro tipo de información tales como fecha de nacimiento, epitafio y ornamentación, que complementan el perfil del difunto, o por lo menos, la caracterización que sus sobrevivientes quieren dejar de él -pues no hay que olvidar que el muerto no se entierra a sí mismo-. La presencia de información complementaria nos lleva a otro nivel de análisis, ya que permite elaborar en la construcción de identidad que se quiere dejar del fallecido, la cual es intencional y selectiva. Es importante preguntarse: ¿qué es lo que se desea capturar/recordar? y ¿qué es lo que se omite?
Curiosamente, en la caracterización del fallecido se puede argüir, si el objetivo es el de conservar la identidad del individuo que se encuentra en el más allá, o recrear un vínculo que facilite la relación con los vivos. Es decir, dónde radica el énfasis de construcción de identidad y para quién es el mensaje que el artefacto comunica: ¿el difunto? o ¿sus sobrevivientes/deudos?
Todo lo anterior, expone luces sobre el marco de referencia bajo el cual se acoge esta investigación en pro de indagar la relación construida entre vivos y muertos en el Santander del último siglo, constrastando la cultura material presente en la lápidas del Cementerio Universal con dos posibles marcos de significación (escenario 1 y 2), los cuales podrían explicar los comportamientos y creencias sobre la muerte, la conmmemoración y la transcendencia en la región.
La revisión de las losas sepulcrales se realizó en el marco de un proyecto más amplio destinado al rescate de la cultura material de bienes muebles e inmuebles presentes en el cementerio, que cobijó a: tumbas, bóvedas, monumentos, esculturas, y demás elementos arquitectónicos y decorativos asociados al entierro. De cada uno de estos elementos se registraron sus dimensiones, formas y localización dentro del plano del cementerio a través del levantamiento arquitectónico, topográfico y fotográfico20.
Adicionalmente se incorporó al estudio, la información histórica derivada de las boletas de exhumación disponibles en el archivo del Cementerio Universal, desde el año de 1960 hasta el 200421. Cada boleta fue fotografiada para el registro y alimentación de bases de datos en Excel y Atlas.ti (Versión 5.0), a partir de los cuales se organizaron y procesaron los análisis de esta investigación que combinan fuentes de cultura material y documentos de carácter histórico.
2.1. Descripción de la muestra: cultura material funeraria y registros históricos
Durante la temporada de campo se tomaron 2.918 fotografías de toda la cultura material, de las cuales 667 corresponden a casos de lápidas. Trece de ellas fueron excluidas por problemas técnicos con las imágenes, lo que ocasionó que la muestra final fuera de 654 casos. En las inscripciones de las lápidas se pudo establecer que la cultura material funeraria encontrada pertenecía a 321 hombres, 312 mujeres y 72 personas cuyo sexo no pudo determinarse22. La Tabla 1 ilustra por décadas la distribución de casos.
El registro de las boletas de exhumación (1938 casos entre 1960-2004) se realizó mediante la captura digital del documento por ambas caras, e incluye datos básicos tales como: fecha de defunción, edad y causa de la muerte23. Sí se compara el grupo de losas sepulcrales con las boletas de exhumación -que compilan la totalidad de registros de difuntos enterrados en el camposanto para la época- se puede establecer que los 432 casos reseñados entre 1960 y 2004 son un número de muestra fiable -en un 95% con un error estándar del 0,4-; y por lo mismo, representativo de la población. Infortunadamente, no es posible establecer los mismos márgenes de confiablidad para casos anteriores (1910-1959), pues la ausencia de documentación histórica lo imposibilita.
2.2. Definición de las variables de análisis
Se establecieron ocho categorías que, a su vez, tienen subcategorías para afinar el análisis. La codificación de datos se realizó a través del software de datos cualitativos Atlas.ti (Versión 5.0). La Tabla 2 ilustra las categorías y subcategorías empleadas.
2.3. Procesos de análisis
Las lápidas son artefactos con un acervo de información plural. Para esta investigación se adaptaron algunos de los criterios propuestos por Mallios y Caterino (2007) en su trabajo con las losas de los cementerios de San Diego (USA)24. Las categorías de organización y procesamiento de datos son: (1) la ubicación cronológica de la lápida, (2) sus especificaciones físicas, y (3) características semiológicas.
En este estudio se tuvo en cuenta la ubicación temporal de las losas funerarias. La fecha de defunción es uno de los datos básicos de la lápida -comúnmente se encuentra al lado de una pequeña cruz-, mientras que en pocos casos se inscribe la fecha de nacimiento -en este caso junto a una estrella-. Por esto, es posible apreciar el desarrollo cronológico de las losas mientras que la estimación de edad es factible sólo en pocos casos.
Las especificaciones físicas corresponden al estado de preservación de la lápida, indicado por la claridad de la información inscrita en la losa, al igual que el material con el cual se manufacturó y que determina en gran parte el ciclo de vida de las mismas.
El conjunto de lápidas analizadas en la muestra durante los meses de enero a junio del año 2010, es el resultante de una serie de factores que prescribieron su presencia o ausencia, tales como: el paso del tiempo, las condiciones de preservación, el tipo de entierro y los actos de vandalismo que azotaron al cementerio en los últimos años. Dada la exposición a los elementos naturales de las losas sepulcrales, su deterioro es más acelerado, que el sólo causado por el tiempo; razón por la cual, la durabilidad de materiales de manufactura posibilita la preservación de numerosos ejemplares hechos en mármol, piedra y concreto; y por el contrario, la desaparición de muchos, hechos con materiales orgánicos como la madera. Sin embargo, las lápidas de mármol y piedra son las más apetecidas por los ladrones para la reventa, y esto ocasiona, que el concreto surja como si fuera el material más popular para la manufactura. De igual manera, la exhumación produce la destrucción de lápidas para poder remover los restos, lo cual conlleva que las colocadas en el entierro de alquiler de bóveda tengan un periodo de vida hasta de siete años, mientras que lápidas de entierro final puedan durar considerablemente más.
Las características semiológicas de la lápida la convierten en algo más que un artefacto, la hacen un documento. Adicional a la información básica de la lápida -nombre del difunto y fecha de defunción-, es frecuente encontrar otros datos como inscripciones, ya sean de: epitafios, leyendas o motivos decorativos, que revelan otros aspectos del difunto, al igual que de las elecciones que los deudos hacen en el momento de celebrar el entierro.
La descripción y procesamiento de los de datos se realizó a partir de cada una de las tres categorías propuestas anteriormente: ubicación temporal, especificaciones físicas y características semiológicas.
3.1 Ubicación temporal
Desde la cronología se evidencian continuidades y discontinuidades dentro de la relación vivos-muertos, razón por la cual es una constante que atraviesa la presentación descriptiva y analítica de los datos. Se excluyeron de los análisis las lápidas no fechadas (n:127) o las décadas con sólo un caso. Es decir, que la muestra de trabajo es de 527 losas distribuidas en once décadas, tal y como se muestra en el siguiente gráfico
El diseño y fabricación de las losas funerarias responden a un contexto histórico particular, pues el uso de materiales y preferencia de formas y símbolos son resultante de una sociedad en un momento dado, y conforma la institucionalización de prácticas del colectivo25. No obstante, el patrón establecido puede verse alterado por la elección individual de deudos o sobrevivientes, quienes modifican -ya sea por cambios de preferencias o incorporación de otros elementos- al modelo preinscrito, otorgándole a estos casos, atributos diferenciadores y significativos que realzan la identidad del difunto dentro de un marco de culto compartido.
Por consiguiente, el desarrollo cronológico de los patrones evidencia cambios en las actitudes, comportamientos y creencias escatológicas materializadas en las lápidas. Existe registro de la cultura material mortuoria del Cementerio Universal desde 1920 a 2004. Las falencias en el mantenimiento y preservación del espacio, así como el pillaje, pueden ser los responsables por la ausencia de artefactos en la primera década de vida del camposanto (1910s-1920s). Sin embargo, el sepulcro del General Pedro Rodríguez, fallecido en 1900, evidencia la existencia de entierros para estos primeros años26.
3.2 Especificaciones físicas
3.2.1. Materiales
El registro de las inscripciones más antiguas se encuentra en lápidas de mármol y piedra, materiales que sólo podían ser costeados por personas adineradas27. Mientras que inscripciones hechas en madera, cruces de palo y otros elementos empleados por sectores sociales menos acaudalados, es posible que hayan desaparecido rápidamente, tal y como lo documenta Juan Carlos Sánchez para el Cementerio Central de Bogotá entre los años 1900 y 193528.
De los años 70s a los 80s del siglo pasado, existe un crecimiento vertiginoso de lápidas que se mantiene moderadamente en los años 90s, como antesala a su caída abrupta en los primeros años de la década del 2000, cuando se decretó la clausura del cementerio como sitio de entierro debido a la construcción de un viaducto en dicho predio. La abundancia de lápidas en los últimos treinta años puede ser resultado del corto tiempo de exposición a los factores ambientales, aunque sí lo suficiente para ser afectada por la acción del pillaje. El tipo de entierro puede ser un factor más explicativo, pues, en las primeras décadas se acostumbraba sepultar en tierra, y por ende, las tumbas ocupaban un lote de mayor dimensión y elaboración que las que posteriormente se construyeron hacia el periodo final, en el cual se preferían bóvedas en muros con losas en concreto mucho más estandarizadas, baratas y adheridas a la superficie, que indirectamente desalentaron el robo de las mismas, y terminaron por convertirse en medidas de protección.
El Gráfico 2 muestra las tendencias en el uso de materiales, aunque es pertinente recordar que el registro existente al momento de tomar la muestra estaba influenciado por condiciones de deterioro, vandalismo y el mismo ciclo de entierro y exhumación. A pesar de ser uno de los materiales de mayor durabilidad, el mármol es el menos común, sobresaliendo únicamente en las décadas de los 30s y 40s; mientras que otras materias primas como la piedra fueron regularmente empleadas entre los años 20s y los 60s, perdiendo popularidad en los 80s, pero resurgiendo en los 90s.
Adicionalmente, se reporta el aumento en la utilización de bloques de concreto o mezclas de cemento desde la década de los 50s, y para los sellamientos de arcilla, cemento y otros materiales desde la década de los 70s.
3.2.2. Funcionalidad
El diseño de las lápidas puede incluir elementos ornamentales que embellecen la losa, o estructuras funcionales para el soporte de flores y fotos, y para la protección de ésta, como es el caso de rejas. Estos elementos revelan pistas sobre la relación entre vivos y muertos, pues en observaciones etnográficas realizadas por la autoras a cementerios "vivos" (en uso), se han encontrado como indicios de las visitas de deudos u otros visitantes a las tumbas: calcomanías, cartas, decoración navideña y principalmente flores; los cuales son señales tangibles de actos conmemorativos en honor al difunto.
Dentro de las estructuras que acompañan las lápidas, se destacan aquellas de protección (cuyo propósito es amparar la losa), de las de conmemoración, pues estas últimas envuelven acciones cargadas de significado y sentimiento -más cercano a lo ceremonial que a lo preventivo, razón por la cual, la presencia de recipientes para flores o porta-floreros, constituye evidencia suficiente para inferir la práctica de actos rituales conmemorativos.
Investigaciones arqueológicas reportan hallazgos de restos óseos humanos cubiertos de polen29, a partir de lo cual se ha inferido que desde tiempos prehistóricos existe la costumbre de ubicar flores en la tumba, posiblemente para enmascarar el mal olor del cadáver en descomposición, aunque otras explicaciones lo asocian con la atracción de buenos espíritus, portadoras de vida30 o como forma de despedir a la persona ausente. De una u otra forma, las flores hacen parte del luto31 como una práctica, que pareciera, es universal.
La presentación de ofrendas es parte esencial del proceso de duelo llevado acabo por cualquier persona, que aunque variable, por lo general tarda de uno a cuatro años, o incluso más32. La etapa de aturdimiento, la primera de las tres facetas que transcurre en un proceso de duelo natural, se caracteriza por experimentar estados de aflicción tales como sentimientos de cólera y tristeza, negación de la pérdida y recuerdo reiterativo de la persona recientemente fallecida33. Por lo cual es en el luto donde se reúnen las expresiones socioculturales de afrontamiento ante el fenómeno de la muerte y la pérdida, con representación tangible en el ajuar y bienes que acompañan el ceremonial fúnebre y de conmemoración.
Para el Cementerio Universal de Bucaramanga, el uso de porta-flores en las lápidas sepulcrales se practicó desde los mismos inicios del camposanto. La Tabla 3 recoge los porcentajes por décadas. En los años 20s no se encontró evidencia de ello, aunque sí existe para los 30s, donde el 9,5% de casos presenta cultura material asociada al soporte de flores, cifra que decrece en los 40s a 3,4%. A partir de 1950 se evidencia un aumento constante en el uso de esta estructura hasta los mismos años finales de existencia del cementerio, sólo con excepción de los años 80s.
3.3.1. Inscripciones y datos sociodemográficos
Las inscripciones presentes en las lápidas sepulcrales denotan información de la persona fallecida, que permiten perfilar características de su identidad y rol social en vida y además las creencias y elecciones hechas por los deudos al momento de enterrar a su ser querido. Dentro del acervo de datos emergentes, se identifica la intención de nombrar al fallecido individualmente o relacionarlo con un colectivo mayor, generalmente su grupo parental.
En el Cementerio Universal, los sepulcros evidencian tres modos de identificación en la lápida: individual, familiar o mixta, tal y como se representa en la Tabla 4. Se observa que de principio a fin, existe una preferencia generalizada (83 al 100%) por indicar al difunto de forma individual, aunque la indicación mixta (individual y familiar) es paralela a esta práctica, pero en número mucho menos representativo (5 al 15%).
La fecha de nacimiento es otro rasgo que permite perfilar al fallecido, infortunadamente en pocas ocasiones acompaña a la fecha de defunción. La diferencia entre ellas permite estimar la edad. El Gráfico 3 muestra las cohortes de edad de los difuntos enterrados en el camposanto. Únicamente en 84 casos fue posible estimar la edad, es decir sólo en el 12,85% en referencia a la muestra.
El gráfico ilustra concordancia entre el crecimiento de edad y el aumento de la frecuencia de casos. La información confirma los imaginarios creados alrededor de la expectativa de vida: una representación significativa de la población de adultos mayores más propensos a la muerte por enfermedades o como causales de la edad avanzada, al igual que en el grupo conexo. Mientras que las muertes accidentales tienen mayor incidencia en las cohortes: desde 15 hasta 44 años. La poca presencia de muertes asociadas a la infancia o desarrollo temprano, latentes en las primeras tres cohortes, es sospechoso, ya que se sabe que la mortalidad infantil es normalmente alta en cualquier población. Esto puede argumentarse desde la escasa elaboración de la cultura material presente en las lápidas de individuos jóvenes, que cuentan con ninguna o poca incorporación a la vida social34. Incluso en las boletas de exhumación no se consignan los nombres de los infantes, sino que se refiere a hijo de tal persona o feto nacido muerto, pues desde la perspectiva legal aún no son considerados personas35.
3.3.2. Iconografía y epitafios
Las losas funerarias poseen otros elementos como inscripciones o epitafios, y representaciones icónicas que constituyen un cúmulo de datos que reflejan los mensajes con los que los deudos despidieron a sus seres queridos, al igual que las conductas de luto propias de la sociedad del momento.
El epitafio o inscripción sepulcral honra la memoria del difunto. En el Cementerio Universal no existe evidencia de epitafios para los años 20s, lo cual es curioso debido a que en la década siguiente es un práctica común (47,6%), tal y como se observa en la Tabla 5, momento desde el cual continúa siendo popular hasta el mismo fin del cementerio. Con un auge especial en los años 50s y 60s.
Los mensajes de recordación36 son una forma de expresión constante desde los años 30s, con menor popularidad lo son los de tipo religioso, especialmente hacia las décadas finales. Es sólo a partir de los años 50s que sutilmente se hace alusión directa a la relación entre vivos y muertos. Adicionalmente, durante el periodo de existencia del cementerio se evidencia la preferencia por colocar sólo un tipo de mensaje por lápida: en los últimos cincuenta años se encuentran lápidas con dos mensajes, y sólo un caso con tres en los años 60s (Ver Tabla 9).
El grupo de representaciones icónicas (491 representaciones encontradas en 481 lápidas) se clasificó en simbología religiosa (n:357) y secular (n:134), tal y como se muestra en el Gráfico 4. La superioridad de imágenes alusivas a la doctrina cristiana sobre la representación de emblemas seculares, es paradójica, debido al carácter laico del camposanto y el rechazo de la Iglesia ante el surgimiento del mismo. Esto resalta el papel que las figuras religiosas cumplen en el acompañamiento y afrontamiento que los vivos tienen ante la muerte, sea cual fuese su credo. Sólo en los primeros y últimos años de vida del camposanto, se encuentra una predominancia de íconos seculares sobre los religiosos.
Dentro de la simbología religiosa se encuentran escenas alrededor de dos personajes principales: Jesús y María. Otras con ángeles, además de la presencia de cruces como la bizantina, trinidad, griega, y con predominancia, de la cruz latina (Ver Tabla 6). Las imágenes de Jesús se refieren a: el Sagrado Corazón, el Divino Rostro, Jesús con la corona de espinas, el Divino Niño o Jesús en su niñez y en su muerte -reconociendo las diversas facetas de su humanidad-. María, la madre de Jesús, aparece acompañando al niño o al Jesús moribundo, al igual que como una figura única. Se destaca la frecuencia de la Virgen del Carmen, la Dolorosa y la Virgen del Perpetuo Socorro.
La simbología secular es más diversa que la simbología religiosa (Ver Tabla 7), el mayor número de íconos, otorga mayor posibilidad de elección en la decoración, contraponiéndose, a la estandarización de las figuras religiosas. Dentro de los elementos decorativos existen algunos puramente estéticos, tales como recuadros y cintas que enmarcan a la losa sepulcral, o de protección como las rejas. Otros motivos hacen alusión a inscripciones, tal y como sucede con los pergaminos y libros, aunque una observación más detallada37 de los libros reveló que éste es la Biblia y no un elemento de la simbología masónica como inicialmente se sospechó. Flores y hojas indican prácticas asociadas al culto de luto. Finalmente, existen otras figuras como firmas, corazones, pájaros y rostros, aunque éstos son menos comunes.
Este texto propuso el contraste de dos escenarios, cada uno de los cuales simulaba un posible tipo de relación entre vivos y muertos en un periodo de cien años de historia, obtenido en el rescate de la cultura material funeraria y el registro histórico del Cementerio Universal de Bucaramanga en Santander. El proceso de análisis revela que los escenarios no son excluyentes, uno del otro, en ninguna etapa. Por el contrario, se encuentran en lugares comunes y señalan aspectos transversales a ambos, dibujándolos y desdibujándolos, en una secuencia de eventos que recrean nuevas expectativas acerca de cómo y por qué, se relacionaron los santandereanos con sus antepasados. Se procede a ilustrar este fenómeno en las siguientes líneas.
La información rescatada es limitada en las primeras cuatro décadas de vida del cementerio (1910-40), mientras que el incremento de datos en los años venideros (1960-2004) permite el contraste de escenarios de una forma más clara, a propósito que las losas con texto y/o imagen son la mayoría, pues sólo en 72 lápidas se presenta información básica (nombre y/o fecha de defunción).
En relación a los epitafios, la frecuencia de mensajes alusivos a la incorporación en el más allá denota el predominio de creencias asociadas a la salvación y resurrección, características que respaldan la separación del difunto de su contexto social (propuesta del escenario 2); y sólo desde 1980 se presentan casos que retratan la identidad del difunto en la losa, para con ello, darle proyección a rasgos del rol social adoptado en vida (propuesta del escenario 1), tal y como ilustra en la Tabla 8.
Los mensajes de recordación son una constante en el universo de información. De modo tal, que constituyen una variable independiente, en parte debido a la recurrencia y cantidad de casos al igual que la autonomía con que se reseña la recordación: mención de persona (recordación individual) o de personas (recordación familiar o grupal) como unidad aislada de otros elementos presentes en la lápida, y que conllevaron a su desvinculación del escenario 1, como inicialmente se había formulado; pues el análisis en conjunto de los datos no posibilitó apoyar la idea de que el uso de mensajes de recordación tuviera la intención de trascender los vínculos parentales y sociales establecidos entre difuntos y deudos (ya sea padre, madre, hijo/a, esposo/a, colega, amigo/a, etc), sino que respondiera más a un deseo de reconocimiento social o hábito que deja plasmados a posteridad los implicados en la promoción del funeral, siendo más frecuentes las recordaciones grupales.
De hecho, los porta-floreros constituyen pistas más reveladoras del vínculo conmemorativo con los difuntos, pues la visita a la tumba para poner o cambiar flores, refleja cuidado para con sus muertos. Lo cual coincide, con la mayor presencia de estas estructuras en el grupo de losas asociadas al escenario 1.
La iconografía respalda la intención del epitafio, de modo que las losas conjugan ideas y mensajes de forma literal e icónica. Los casos que aluden a la intervención divina concuerdan en su mayoría con imágenes religiosas, y en un pequeño remanente con motivos seculares, favoreciendo el principio de agregación al más allá planteado en el escenario 2. Mientras que la iconografía secular no acompaña ideas alusivas a la continuidad del individuo, que sólo presentan imágenes de corte religioso (Ver Tabla 9). Consecuentemente, se resalta el empleo común de iconografía judeo-cristiana en el cementerio laico.
La señalización que se hace del difunto en las lápidas es predominantemente individual, y en pocos casos es mixta. La ausencia de identificación familiar dentro del grupo de losas asociados a escenarios y recordación, puede deberse a un sesgo técnico, pues normalmente las losas de mausoleos o tumbas familiares, no tienen epitafios en ellas, sólo la mención de la familia (ver Tabla 10).
El contenido de los epitafios fue analizado a través de dos aspectos: fuentes y temáticas. Por la primera se entiende el texto o imagen que da origen a la inscripción hallada en la losa sepulcral; y la segunda, se refiere al principio/idea general que se desea comunicar.
Las fuentes encontradas en el grupo asociado al escenario 2 son fácilmente rastreables debido a su origen bíblico: apartados del Nuevo y Antiguo Testamento, mientras el grupo asociado al escenario 1 es difícil de indagar debido a la originalidad de los textos (Ver Tabla 11). Por otro lado, las temáticas surgen como categorías inductivas, derivadas de la caracterización dada a cada escenario.
El psicólogo Paul Diel40 plantea una metodología de análisis de textos bíblicos que detalla el simbolismo de las escrituras a través de un significado metafísico (representación del destino del hombre después de la muerte), uno psicológico (las instancias psíquicas), y uno social (relacionado con el animismo, religión y el supra-consciente), el último, protagonista en los análisis descritos a continuación.
Las temáticas derivadas del escenario 2 (Ver Tabla 12) destacan la intervención divina, en favor de: la protección, paso al más allá, salvación, justicia o reafirmación de creencias. Frecuentemente está ubicada antes de la mención a la temática: vida después de la muerte. La resurrección es una temática recurrente, en la cual el evangelio de Juan tiene gran influencia, pues es uno de los que han captado la transcendencia de la vida de Jesús como ejemplo inimitable pero directivo, es decir, como figura moralizante esencialmente simbólica41. Alusiones indirectas, como: "aunque este muerto vivirá" no fueron incluidas en esta categoría, pues se yuxtaponían con la temática vida después de la muerte; y no respondían estrictamente al levantar de los muertos o a la acepción exacta de la palabra: resurrección. Esta salvedad se realizó debido a que estas designaciones se encuentran en diversas formas de escritura del texto del evangelio de San Juan 11-25: Y dijo Jesús: "Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque este muerto vivirá, y él vive y cree en mí, no morirá eternamente".
Los evangelios están permeados por mensajes de intervención divina, que en el ámbito de significado psicológico reflejan dos factores fundamentales en el hombre: el pensamiento mágico y la expresión ante el misterio de la vida y la muerte, las cuales sustentan la creencia en la veracidad de la divinidad -sustrato común de todas las religiones-.
Las temáticas derivadas del escenario 1 permiten una agrupación en cuatro facetas (Ver Tabla 13). A pesar de ser comunicaciones plurales, la despedida es protagónica y, de hecho, detalla un vínculo original a partir del cual se construyen relaciones de conmemoración y recordación específicas entre los deudos y sus seres queridos.
Las losas sepulcrales recogen dos canales de transmisión de información: la imagen y el texto, a partir de los cuales es posible inferir la relación entre vivos y muertos. Ambos medios se expresan, como cualquier otro documento histórico, en el contenido -lo que dicen-, y la forma -cómo lo expresan-.
A través de la imagen y texto se puede acceder al universo de significación e historicidad del comportamiento fúnebre de la población santandereana del último siglo, manifiesto en tres ámbitos: individual, social y cultural. El primero aborda las características sociodemográficas y se centra en el culto a la persona, o mejor dicho, al difunto. Es sorprendente, la predominancia del individualismo (identificación individual en la lápida) en una sociedad endogámica y tradicional, que se esperaría realzará la afiliación parental.
El segundo ámbito, evidencia la estandarización de expresiones mortuorias por largos periodos de tiempo, a pesar que el culto individualista pudo haber propiciado pluralidad de manifestaciones: estéticas, religiosas e ideológicas. Una constante es el hábito de dejar registro de los deudos a través de mensajes de recordación, quienes posiblemente no sólo participaron en la ceremonia funeraria sino que costearon los gastos del entierro.
Y, el ámbito cultural, reseña la tenue huella de prácticas conmemorativas manifiestas en soportes para flores, velas u otras ofrendas que atestigüen la visita y cuidado a los muertos. A esto se suma, el abandono de gran número de restos, que a pesar de las notificaciones de clausura, nunca fueron recolectados del camposanto. Se deduce, entonces, una relación con los ancestros ceñida más al ceremonial del funeral que a ritos posteriores.
Adicionalmente, la representación icónica de figuras popularmente reconocidas (vírgenes y niño Jesús) puede interpretarse como agentes que "encarnan" el rol de intermediarios entre lo profano y sagrado, entre el mundo de los vivos y el de los muertos; facilitando así, la separación del difunto, y posterior inclusión a otra dimensión; tal como especialistas religiosos (chamanes) lo han hecho desde tiempos prehistóricos. Las temáticas emergentes de los epitafios refuerzan esta idea (intervención divina, vida después de la muerte y resurrección).
La claridad del mensaje -incorporación en el más allá- es correspondiente a la sincronía entre imagen y texto, que reivindica la existencia de la vida después de la muerte a pesar que el reporte histórico asevera la pluralidad ideológica de la población allí enterrada (ateos, protestantes, católicos, masones, suicidas, entre otros). Ante ello, la predominancia de referentes judeo-cristianos cuestiona la diversidad de culto, y más bien sugiere la posibilidad que estos íconos no se suscriban a doctrinas particulares sino que se constituyen en pivotes de concepciones trascendentales para los santandereanos, quienes se pudieron haber familiarizado con ellos en escenarios menos sacralizados. Estas figuras-guías alivian los miedos generados al confrontarse con la propia mortalidad, y pueden convertirse en agentes paliativos de los deudos.
En la misma línea de argumentación, la cruz emerge como un referente de trascendencia universal, presente en varias culturas y épocas. Símbolo de unión entre lo superior y lo inferior, entre el cielo y la tierra - representado en su eje vertical-, y, límite temporal y espacial -representado en su eje horizontal-, pues ubica en un lugar y época dada, recordando lo efímero de la existencia.
De todo lo anterior se deduce que en los últimos cien años, los santandereanos vinculados al Cementerio Universal, han dejado pruebas materiales de una débil relación con el difunto, pero una fuerte preocupación por su trascendencia.
1 DIEL, Paul, Los símbolos de la Biblia, México: Fondo de Cultura Económica, 1994, pp. 19-21.
2 ROBBEN, Antonius, C.G.M, "Death and anthropology: an introduction", en Death, mourning, and buríal. A cross-cultural reader. Oxford: Blackwell Publishing, 2006, p. 2.
3 NAZARETYAN, Akop,"Fear of the dead as a factor in social self-organization", en Journal for the theory of social behaviour, Vol. 35, No. 2, 2005, pp. 155-169.
4 FRANCAVIGLIA, Richard. "The cemetery as an evolving cultural landscape", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 61, No. 3, 1971, pp. 501-509.
5 ARIÉS, Phillipe, El Hombre ante la muerte. Madrid: Taurus Ediciones,1983, p. 419.
6 GIEDELMANN, Mónica & JAIMES, Laura, "La necrópolis de los perros: crónicas del Cementerio Universal de Bucaramanga", en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Vol. 39, No.2 (2012), pp. 217-238.
7 FRANCAVIGLIA, Richard, "The cemetery as an evolving, p. 502.
8 DROLET, Jean-Louis, "Transcending death during early adulthood: symbolic immortality, death anxiety, and purpose in life", en Journal of Clinical Psychology, Vol. 46, No. 2, 1990, p. 149.
9 Ibíd., p.149, "The notion of symbolic immortality is interesting in its appeal to our transcending qualities as it brings us beyond a linear conception of past, present, and future to the nontemporal, or, as Tillich (1959) would say, to a sense of eternity. It underlines our basic need or tendency to believe, many would say "irrationally", that our identity extends itself beyond our own encapsulated ego. In our occidental society, religion historically has been a mayor way of dealing with life imageries, death imageries, and immortality. But now, a large number of people have found themselves without any specific life framework or set of values and, thus, are left without any sustaining world view that could generate vitalizing imagery and provide a certain sense of immortality".
10 HERTZ, Robert, "A Contribution to the Study of the Collective Representation of Death", en Death and the Right Hand, 1960.
11 HUMPHEYS, S.C, "Introduction: comparative perspectives on death", en HUMPHEYS, S.C (ed.), Mortuary and immortality: the anthropology and archaeology of death: 5, London, Academic Press Inc, 1981.
12 KOTTACK, Conrad Phillip, "¿Qué es la cultura?", en Antropología cultural. Espejo para la humanidad, España, Mc Graw Hill, 2002, p. 45 Afirma que la cultura es aprendida, de modo que la persona "...crea, recuerda y maneja ideas, controlando y aplicando sistemas específicos de significado simbólico".
13 DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, sv Artefacto. http://www.rae.es/, 11 de Julio del 2012.
14 ZAPATA, Carlos Mario; OCHOA, Óscar Andrés y VÉLEZ, Camilo, "Un método de ingeniería inversa de código java hacia diagramas de secuencias de UML 2.0", en Revista EIA, No. 9, 2008, p. 31. Citan a Chikofsky y Cross para definir la ingeniería inversa como "el proceso para analizar componentes y relaciones entre componentes, con el fin de construir descripciones de un sistema en un nivel superior de abstracción".
15 ASA BERGER, Arthur, What objects mean. An introduction to material culture, Walnut Creek, Left Coast Press, Inc., 2009.
16 Ibíd., p. 92.
17 GENNEP, Arnold. Rituales de paso, España: Taurus, 1986, pp. 205-227.
18 HÄRKER, Heinrich , "The nature of burial data", en JENSEN, Claus Kjeld y NIELSEN, Karen Høllund (eds.), The chronological and social analyses of Archaeological burial data, Aarhus, Aarhus University Press, 1997, pp. 19-27.
19 MALLIOS Y CATERINO expresan que "los patrones de lápidas marcan el atenuado intercambio de ideas respecto a la muerte y la expresión mortuoria" (traducción de las autoras), MALLIOS, Set. & CATERINO, David, "Transformations in San Diego county gravestones and cemeteries", en Historical Archaeology, Vol. 41, No. 4, 2007, p. 50.
20 Proyecto de investigación titulado: Rescate y aprovechamiento del patrimonio cultural tangible: bienes muebles e inmuebles del Cementerio Universal, Bucaramanga; el cual fue financiado por la Dirección General de Investigaciones de la Universidad Pontificia Bolivariana - Seccional Bucaramanga y el Departamento de Formación Humanística (Código de proyecto: 007-1209-6300, realizado entre Febrero 2010 y Junio del 2011).
21 Las boletas de exhumación de inicios del cementerio (1910) hasta los años 50s no pudieron ser ubicadas en los archivos de consulta: Archivo de Historia de la Universidad Industrial de Santander y archivo del señor Alfredo Cifuentes, administrador del cementerio por casi cuatro décadas.
22 En algunos casos, una misma lápida tiene hombres y mujeres, ocasionando que la sumatoria de individuos por género ascienda a 705.
23 La causa de muerte varía en su nivel de detalle según la época de la boleta, a partir de 1998 se producen cambios progresivos que terminan por clasificar la muerte en tres categorías: natural, violenta y en estudio de medicina legal. Los análisis estadísticos de todas las boletas de exhumación no se presentan en este artículo, por la vasta información que poseen. Sin embargo se usan como referente de la muestra y para comparaciones específicas.
24 Ver también los trabajo de: DETHLEFSEN, Edwin y DEETZ, "James, Death's heads, cherubs, and willow trees: experimental archaeology in colonial cemeteries", en American Antiquity, Vol. 31, No. 4, 1966, pp. 502-10; GARMAN, James, "Viewing the color line through the material culture of death", en Historical Archaeology, Vol. 28, No. 3, 1994, pp. 74-93; y GORMAN, Frederick & DiBLASI, Michael, "Gravestone iconography and mortuary ideology", en Ethnohistory, Vol. 28, No. 1, 1981, pp. 79-98.
25 JEANE, Donald G. y Francaviglia, Richard, "A plea for the end of tombstone-style geography", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 62, No. 1, 1972, pp. 148.
26 La lápida del General Rodríguez fue colocada posterior a la fecha del entierro, pues el desgate y estilo de la losa divergen del resto de la tumba. Su remplazo pudo obedecer a que fue hurtada, o simplemente renovada. En cualquier caso, es claro la intención de mantener en buenas condiciones al sepulcro dada la importancia social y política del difunto. GIEDELMANN, Mónica & JAIMES, Laura, "La necrópolis de los perros: crónicas, p. 227.
27 PEREZ PINZÓN, Luís Rubén, Historiar la muerte. Representaciones historiográficas sobre la muerte en el nororiente de Colombia. Bucaramanga: División de Publicaciones UIS, 2010, pp.309-311.
28 SÁNCHEZ HERRERA, Juan Carlos, Del catafalco al ataúd ya la urna. Cambios significativos en las prácticas funerarias, Bogotá 1910-2007. Bogotá, Uniandes - CES0, 2008, pp. 55-56.
29 NAZARETYAN, Akop, Fear of the dead as, p.156.
30 TAUSSIG, Michael, "El lenguaje de las flores", en Universitas Humanística, No. 70, 2010, p. 233.
31 Según FLÓREZ el luto es refiere al: "proceso mediante el cual se resuelve el duelo, a la expresión social de la conducta y las prácticas posteriores a la pérdida. El sentimiento de pérdida es el estado de sentirse privado de alguien a consecuencia de la muerte. En general, es preferible hablar del luto para referirnos a los aspectos y manifestaciones socioculturales y socioreligiosas de los procesos psicológicos del duelo y reservar el término de duelo y procesos de duelo para los componentes psicológicos, psicosociales y asistenciales del fenómeno". FLÓREZ, Saúl David, "Duelo", en Anuales de Sistema Sanitario de Navarra, Vol. 25, No. 3, 2009, p.78.
32 MONTOYA CARRASQUILLA, Jorge, "El Duelo. Sobre el cómo ayudarnos y ayudar a otros a enfrentar la muerte de un ser querido". Medellín: Biblioteca Básica de Tanatología (1998). http://montedeoya.homestead.com/duelos.html, Julio 2012.
33 FLÓREZ, Saúl David, Duelo, pp.77-85.
34 GENNEP, Arnold, Rituales de, p. 213.
35 Código Civil Colombiano, Título II, Capítulo I, Artículo 90: "La existencia legal de toda persona principia al nacer, esto es, al separarse completamente de su madre. La criatura que muere en el vientre materno, o que perece antes de estar completamente separada de su madre, o que no haya sobrevivido a la separación un momento siquiera, se reputará no haber existido jamás".
36 Entiéndase por mensajes de recordación las inscripciones que dicen: recuerdo de x persona o personas. Recuerdo es normalmente abreviado de las siguientes formas: Rdo, Redo, Recdoy R/do.
37 Esta conclusión se realizó por medio del cruce de la categoría decoración y la de mensaje, donde se encontró que 40 de los 45 libros estaban asociados a epitafios de contenido bíblico, por lo cual se dedujo que el ícono del libro, en realidad, representaba a la Biblia.
38 Evangelio: Historia de la vida, doctrina y milagros de Jesucristo, contenida en los cuatro relatos que llevan el nombre de los cuatro evangelistas y que componen el primer libro canónico del Nuevo Testamento. DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, sv Evangelio http://www.rae.es/, 16 de Julio del 2012.
39 Salmo: Composición o cántico que contiene alabanzas a Dios. DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, sv Salmo http://www.rae.es/, 16 de Julio del 2012.
40 DIEL, Paul, Los símbolos, pp. 137-142
41 Ibíd., pp. 243-245
Fuentes secundarias
Libros
ARIÉS, Phillipe, El Hombre ante la muerte. Madrid, Taurus, 1983.
ASA BERGER, Arthur, What objects mean. An introduction to material culture, Walnut Creek, Left Coast Press, Inc., 2009.
DIEL, Paul, Los símbolos de la Biblia. México, Fondo de Cultura Económica, 1994.
GENNEP, Arnold, Rituales de paso, España, Taurus, 1986.
PEREZ PINZÓN, Luís Rubén, Historiar la muerte. Representaciones historiográficas sobre la muerte en el nororiente de Colombia, Bucaramanga, División de Publicaciones UIS, 2010.
SÁNCHEZ HERRERA, Juan Carlos, Del catafalco al ataúd y a la urna. Cambios significativos en las prácticas funerarias, Bogotá 1910-2007, Bogotá, Uniandes - CES0,2008.
Artículos en revistas
DETHLEFSEN, Edwin y DEETZ James, "Death's heads, cherubs, and willow trees: experimental archaeology in colonial cemeteries", en American Antiquity, Vol. 31, No. 4, 1966.
DROLET, Jean-Louis, "Transcending death during early adulthood: symbolic immortality, death anxiety, and purpose in life", en Journal of Clinical Psychology, Vol. 46, No. 2, 1990.
FRANCAVIGLIA, Richard. "The cemetery as an evolving cultural landscape", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 61, No. 3 (septiembre, 1971).
FLÓREZ, Saúl David, "Duelo", Anuales de Sistema Sanitario de Navarra, Vol. 25, No. 3, 2009.
GARMAN, James, "Viewing the color line through the material culture of death", en Historical Archaeology, Vol. 28, No. 3, 1994.
GIEDELMANN, Mónica & JAIMES, Laura, "La necrópolis de los perros: crónicas del Cementerio Universal de Bucaramanga", en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Vol. 39, Num.2, 2012.
GORMAN, Frederick & DiBLASI, Michael, "Gravestone iconography and mortuary ideology", en Ethnohistory, Vol. 28, No. 1, 1981.
JEANE, Donald G. y Francaviglia, Richard. "A plea for the end of tombstone-style geography", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 62, No. 1, 1972.
MALLIOS, Set. & CATERINO, David. "Transformations in San Diego county gravestones and cemeteries", en Historical Archaeology, Vol. 41, No. 4, 2007.
NAZARETYAN, Akop, "Fear of the dead as a factor in social self-organization", en Journal for the theory of social behaviour, Vol. 35, No. 2, (Fell 2005).
TAUSSIG, Michael, "El lenguaje de las flores", en Universitas Humanística, No. 70, 2010.
ZAPATA, Carlos Mario; OCHOA, Óscar Andrés y VÉLEZ, Camilo, "Un método de ingeniería inversa de código java hacia diagramas de secuencias de UML 2.0", en Revista EIA, No. 9, 2008.
Capítulos de libro
HERTZ, Robert, "A Contribution to the Study of the Collective Representation of Death", En Death and the Right Hand, 1960.
HÁRKER, Heinrich , "The nature of burial data", en JENSEN, Claus Kjeld y NIELSEN, Karen Hollund (eds.), The chronological and social analyses of Archaeological burial data, Aarhus, Aarhus University Press, 1997.
HUMPHEYS, S.C, Introduction: comparative perspectives on death", en HUMPHEYS, S.C (Ed.), Mortuary and immortality: the anthropology and archaeology of death: 5, London, Academic Press Inc., 1981.
KOTTACK, Phillip, "¿Qué es la cultura?", en KOTTACK, Phillip, Antropología cultural. Espejo para la humanidad. España: Mc Graw Hill, 2002.
ROBBEN, Antonius C.G.M., "Death and anthropology: an introduction", en Death, mourning, and burial. A cross-cultural reader, Oxford, Blackwell Publishing, 2006.
Publicaciones en internet
DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, sv Artefacto. http://www.rae.es/, 11 de Julio del 2012.
MONTOYA CARRASQUILLA, Jorge, El Duelo. Sobre el cómo ayudarnos y ayudar a otros a enfrentar la muerte de un ser querido, Medellín: Biblioteca Básica de Tanatología (1998), http://montedeoya.homestead.com/duelos.html, Julio 2012.
FECHA DE RECEPCIÓN: 15/1/2013
FECHA DE APROBACIÓN: 12/6/2013