Hacer caridad para el alma,
organizarse para defender la fe.
Las asociaciones católicas
bogotanas (1863-1885)*
Sindy Paola Veloza Morales: Historiadora con mención en antropología de la Universidad del Rosario. Becaria del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: sindyvemo@gmail.com.
Fecha de recepción: 22/02/2014 Fecha de aceptación: 21/05/2014
El presente artículo ahonda en el por qué, cómo y dónde de las asociaciones católicas bogotanas, en el periodo de 1863-1885, examinándolas como entidades que además de su labor religiosa y caritativa, funcionaron como espacios de participación política a partir de los cuales se generaron nuevas formas de organización y acción, así como discursos y propuestas alternativas. Concretamente el trabajo se enfoca en las sociedades de San Vicente de Paúl, Juventud Católica, Sagrado Corazón de Jesús e Hijas de María, todas estas organizaciones católicas integradas por miembros de la elite capitalina.
Palabras clave: participación política, Iglesia Católica, laicos, Bogotá.
Charity for the Soul; Organizing for the
Defense of the Faith. The Bogota Catholic
Associations. (1863- 1885)
This article analyzes the why, how and where of the Bogota catholic associations between 1863-1885, considering them as entities that served as spaces for political participation, besides its religious and charity work. New forms of organization and action were generated from there accompanied by alternative proposals and ideas. Specifically, this paper focuses on the following societies: San Vicent de Paul, the Catholic Youth, Sacred Heart of Jesus, and Daughters of Maria, considering that All of these catholic organizations were integrated by the top members of the Bogota society.
Keywords: political participation, Catholic Church, laymen. Bogota.
Fazer caridade para a alma e organizarse
para defender a fé. As associações
católicas de Bogotá (1863-1885)
O presente artigo aprofunda no por que, como e onde das associações católicas de Bogotá, no período de 1863-1885, analisando-as como instituições que além do labor religioso e caritativo, funcionaram como espaços de participação política a partir dos quais, se geraram novas formas de organização e ação, assim como discursos e propostas alternativas. Concretamente o trabalho focalizasse nas sociedades de San Vicente de Paul, Juventude Católica, Coração de Jesus e filhas de Maria, todas essas organizações católicas compostas por integrantes da elite da capital.
Palavras-chave: participação política, igreja católica, laicos. Bogotá.
Referencia para citar este artículo: VELOZA MORALES, Sindy Paola (2014). Hacer caridad para el alma, organizarse para defender la fe. Las asociaciones católicas bogotanas. 1863-1885". En Anuario de Historia Regional y de las Fronteras.19 (2). pp. 335-364.
Las sociedades católicas de Bogotá deben estudiarse como un fenómeno conectado con los procesos políticos, sociales y económicos de Colombia, América y Europa. Las consignas papales en contra del liberalismo, los intentos por reforzar la figura del Papa en Roma, el avance del liberalismo en el país y en el continente, y el aumento de poblaciones en situación de pobreza, impulsaron la organización de diferentes sectores en torno a la religión católica1.
En Colombia, las iniciativas papales y el contexto local dieron origen a diferentes tipos de organizaciones religiosas-católicas, entre las que encontramos las sociedades caritativas, las contemplativas y las sociedades de ayuda mutua, cada una de ellas con diferentes objetivos y desarrollos. Dentro de los diferentes tipos de organizaciones hemos seleccionado las sociedades de San Vicente de Paul, del Sagrado Corazón de Jesús, las Hijas de María y la Juventud Católica, las cuales corresponden a organizaciones caritativas bogotanas, mayoritariamente configuradas por sectores de elite, y cuyos principales objetivos fueron la defensa de la religión y el desarrollo de acciones moralizantes.
El estudio se realizó en el periodo de 1863 y 1885, fase que inicia con la promulgación de la Constitución de Rionegro, por parte de los sectores liberales; la creación de los Estados confederados2, y la promulgación de los derechos individuales. Aunque las reformas liberales se estaban desarrollando desde finales de la década de los cuarenta, tomamos la constitución de Rionegro como pauta de inicio al ofrecernos un marco institucional fijo a partir del cual podemos contextualizar nuestro sujeto de estudio. El periodo finaliza con la guerra civil de 1884-1885, que deja en victoria plena a Rafael Núñez y el grupo de los independientes, y da pie a la implantación del proyecto conservador.
Estos veintidós años se caracterizan, con ciertos matices, por la implantación del ideario liberal que pretende la construcción de un país moderno, laico y republicano a partir de políticas de desamortización, desarrollo económico, libertad de prensa y educación laica gratuita. En este proceso, lleno de conflictos políticos, sociales y culturales en el marco de diversas guerras civiles, la elite conservadora se ve desplazada del ámbito institucional y junto con la institución eclesiástica empieza a replantearse nuevas formas de acción política3.
La división federalista hizo que este proceso se viviera diferente en cada uno de los nueve estados de la unión; para el caso de Cundinamarca, las políticas liberales se desarrollaron con mayor fuerza. En este contexto, Bogotá, como capital de la de los Estos confederados, fue el centro de diversas dinámicas nacionales, al tiempo que su posición estratégica hizo que los liberales se esforzaran por controlar el gobierno de la ciudad y del Estado4. En este sentido, el estudio aquí realizado de las sociedades católicas bogotanas corresponde a un análisis de la política local, en donde se examinarán éstas organizaciones religiosas, en una ciudad en la que no contaban con pleno apoyo institucional.
Siendo uno de nuestros propósitos rescatar los espacios de sociabilidad como espacios de configuración política, en donde estos proyectos, impulsados desde la institución estatal, se adoptan, modifican o resisten, nos apoyaremos en la historiografía política que resalta la participación política de la sociedad civil, fuera de los mecanismos estatales.
La conjugación de la historia social, cultural y política contribuyó a problematizar ciertos procesos históricos, tales como la independencia, la construcción de nación, los procesos de secularización y la construcción del Estado. En todos estos casos, se ha planteado la necesidad de ver cómo en América Latina se consolidaron procesos ambiguos que se debatieron entre la modernidad y la tradición, siendo imposible imponerles categorías estáticas tales como fracaso y éxito, modelos o desviaciones5. Aquí nos interesa rescatar de estos trabajos el concepto de sociabilidad.
El concepto de sociabilidad o espacios de sociabilidad empezó a desarrollarse en la historiografía hispanoamericana gracias al trabajo de François-Xavier Guerra6, seguido por historiadores como Pilar González y Jean- Pierre Bastian, quienes continuaron el trabajo de Guerra realizando las consideraciones teóricas y metodológicas necesarias. El tema de las sociabilidades ha sido trabajado de manera extensiva en México, Argentina y Perú, países desde los cuales se ha venido refinando a partir de su aplicación práctica7. Como trabajos representativos encontramos los textos de Hilda Sábato, Pueblo y política. La construcción de la República (2005); Pilar González, Civilidad y política en los orígenes de la nación argentina (2009); y Jean-Pierre Bastian, Protestantes, liberales y francmasones: sociedades de ideas y modernidad en América Latina, siglo XIX (1990).
A partir de los diferentes teóricos frente a este tema, entenderemos sociabilidad como una práctica social que pone en relación a un grupo de individuos. Esta sociabilidad se caracteriza por ser un espacio de interacción social, donde las personas participantes tienen entre sí diferentes tipos de vínculos (relaciones familiares, clientelistas, filiaciones partidistas) y se conocen de manera directa8.
Las asociaciones serán entendidas como espacios en donde se genera un intercambio y difusión de ideas, a través de la discusión, lecturas de libros, traducciones de obras e impresión de periódicos; y se materializa el nuevo lenguaje de civilidad, igualdad y fraternidad. La sociabilidad sería una interacción social a partir del cual se tejen vínculos y se instauran las nuevas reglas del juego político, al tiempo que se debate y reflexiona frente a los preceptos liberales, republicanos o conservadores9.
En Colombia, podemos afirmar que los trabajos concernientes a espacios de sociabilidad, y participación de la sociedad civil son escasos, mas no por esto queremos afirmar, que son inexistentes. Diferentes autores han empezado a examinar cómo la población civil apropia las políticas gubernamentales, dando pie al surgimiento de trabajos frente a diferentes nociones de republicanismo y ciudadanía, así como algunos estudios pioneros alrededor de los espacios de sociabilidad, concretamente investigaciones sobre las sociedades democráticas de los artesanos y las sociedades liberales10. Sin embargo, debemos mencionar que los trabajos concernientes a las organizaciones religiosas laicas se han especializado en la labor caritativa de estas, siendo pocos los trabajos que han intentado dilucidar el funcionamiento e impacto político de estos11.
En general podemos establecer dos tendencias existentes al momento de analizar estas organizaciones: la primera, hace de la sociabilidad un sinónimo de asociación, por lo que se centra en mirar solamente el interior de las organizaciones laicas o religiosas, haciendo un resumen de su actividad (miembros, objetivos, reglamentos). Esta tendencia sigue entendiendo como participación política la actividad electoral y no examina la multiplicidad de relaciones políticas de las asociaciones12. Aquí debemos mencionar que la mayoría de los trabajos en torno a las sociedades católicas se han quedado en esta tendencia, y aunque nos ofrecen miradas interesantes, sobre todo frente a la participación de las mujeres no existe una preocupación por los espacios de sociabilidad como objetos de estudio; es decir, se reconoce la existencia de estos espacios pero no se pregunta en torno a las implicaciones culturales, sociales y políticas de espacios colectivos de decisión, debate y creación.
La segunda tendencia, de la cual nos sentimos más partidarios, empieza a retomar los trabajos teórico-metodológicos en torno al concepto de sociabilidad, mostrando las diferentes tensiones existentes entre los sectores sociales y las diversas formas de participación política. Aquí podemos ubicar los textos de Gilberto Loaiza, Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación: Colombia, (1820- 1886) (2001), y Adrián Álzate, Asociaciones, Prensa y Elecciones. Sociabilidades modernas y participación política en el régimen radical colombiano (1863- 1876) (2010)13. Estas dos tendencias son realmente nuevas en la historiografía colombiana, y se han concentrado en estudiar las sociabilidades en Antioquia y Cali, por lo que son escasos los trabajos para cualquier otra región del país. Es así que para Bogotá sólo el trabajo de Gilberto Loaiza hace un estudio de las sociedades católicas del siglo XIX como espacios políticos. Nuestro propósito es tratar de cubrir este vacío historiográfico examinado las sociedades católicas desde una nueva perspectiva que nos permita resaltar su participación política.
Cual sea la ocasión de estas reuniones, pocos la ignoran; la necesidad patente de una defensa propia y gallarda, llevada hasta los últimos límites, contra un enemigo que amenaza exterminar la relijión y hacer daño sin cuento a la sociedad 14.
La llegada del partido liberal al poder en 1849, con la presidencia de José Hilario López, y la implantación de la constitución de 1863 dieron pie al desarrollo de nuevas políticas, económicas, sociales y administrativas que pretendían encaminar el país hacia el ideal del "progreso liberal"15.
Uno de los puntos nodales de la transformación que se estaba impulsando desde el gobierno, fue el replanteamiento de la relación Iglesia-Estado. El impulso de nuevas corrientes de pensamiento (espiritismo, racionalismo, indiferentismo, naturalismo), la llegada de las sociedades masónicas, las reformas educativas (regreso de Jeremy Bentham16 y Destutt de Tracy a los planes de estudio), el fortalecimiento del protestantismo en el país, la desamortización de bienes de manos muertas y la tuición de cultos, fueron ingredientes fundamentales en un proyecto más amplio de laicización, en donde se pretendía limitar el poder espiritual, considerado como un obstáculo para el progreso.
Esta empresa laicización se enfrentaría a diversos obstáculos: por un lado las divisiones del partido liberal y la falta de recursos necesarios impedirían la consolidación plena del proyecto, y por otro, la abierta oposición del clero y las resistencias culturales de la población17. De tal manera que cuando el proyecto liberal logró desplazar a la institución eclesiástica de diversos espacios, de los que antiguamente era parte fundamental, tales como las escuelas, hospitales, orfanatos y cementerios; el clero, la elite conservadora, y la mayor parte la población decidieron oponerse a un liberalismo que buscaba desplazar una de las instituciones más antiguas y fundamentales en la vida cotidiana de la época. Así, mientras con el proyecto laicista unos hablaban de la llegada del progreso y la civilización, las elites católicas conservadores describían los cambios como una hecatombe nacional:
A nadie se le oculta la espantosa crisis que hoy conmueve á nuestra amada patria. Desde la capital de la republica hasta los pueblos más insignificantes, las doctrinas disolventes y corruptas del ateísmo y de la irreligiosidad, infiltrándose en las masas, hacen cada día más sombrío el cuadro de nuestra situación. Las publicaciones que la prensa anticatólica hace de los errores más inauditos; la instrucción atea, a que cada día se da nuevo impulso; los atentados e insultos frecuentes contra los ministros de la Iglesia […]18.
Esta protesta pública frente a las reformas liberales nos muestra por un lado como el proyecto laicista se propuso una transformación radical que logró tocar diferentes esferas sociales; y por otro, que los católicos conservadores no estaban dispuestos a aceptar o tolerar el "error" liberal.
El contexto político mundial había obligado al papado a reaccionar de manera directa y agresiva contra el liberalismo en todos los países. Con tal fin la institución eclesiástica se propuso establecer un proyecto de defensa del catolicismo, que parte de una visión total e integral, en la que se pretende que la esfera de lo religioso determine todas las actividades de la vida del ser humano. Ricardo Arias definirá este catolicismo como "integral" e "intransigente", al afirmar que a esta idea global y absoluta de la religión se le agrega una completa intolerancia del "error liberal"19, en donde se busca desde diversos espacios y mecanismos (como el fortalecimiento de la figura clerical y desarrollo de fiestas religiosas y actividades de caridad), posicionar a la fe católica como la piedra angular de la organización social y defenderla de las acciones del liberalismo.
Este catolicismo integral e intransigente, impulsado desde la Iglesia Católica, se verá plenamente reflejado en el Syllabus (1864) y en el Concilio Vaticano Primero (1870), con los cuales se establecerá el listado de los errores del mundo moderno, la importancia de la prensa católica y la necesidad de rechazar las políticas laicas de educación. Así como la consolidación de la figura papal dotándola de plena autonomía y autoridad sobre cualquier asunto religioso. Estos dos actos papales brindaron una serie de argumentos políticos, religiosos y morales sumamente influyentes, al tiempo que significaron un guion en la lucha católica, al establecer las bases de movilización y un punto común de referencia para las elites.
Partiendo de este contexto, los católicos colombianos anti-secularizantes se plantearon un proceso de cristianización profunda de la sociedad, cuyo objetivo era atacar al liberalismo con sus mismas armas y con la misma profundidad:
Si ellos ven, velad: oponed á una escuela otra escuela; á un colegio, otro colegio; á una tribuna, otra tribuna; á un libro, otro libro; á un periódico, diez más; y á sus mil doctrinas disociadoras y disolventes oponed la gran ley de la caridad que salvó al mundo antiguo de la ruina y salvará al mundo actual de su final disolución20.
Es en este juego entre liberales y católicos-conservadores en el que se da origen a sociedades, periódicos, asilos, hospitales y escuelas católicas. Dentro de las diferentes estrategias de acción de las elites ultramontanas, las sociedades laicas fueron el eje central de coordinación y dirección de las demás labores caritativas y políticas, al tiempo que se constituyeron como el espacio laico de lucha religiosa por excelencia.
Es por esto que de manera constante el episcopado y los directivos de las sociedades incitaron a la población para que se vinculara a este tipo de asociaciones, presentándolas como el deber del buen católico21. Debe tenerse presente, que ante las dificultades a las que se vería enfrentada la institución eclesiástica, tales como la expulsión de comunidades religiosas, pérdida de varios inmuebles y destierro de algunos sacerdotes, hicieron menester que el clero buscara apoyo en las organizaciones de laicos, para que en juntos pudieran establecer un frente unido en defensa de la fe y la Iglesia.
Para el caso bogotano encontramos registros de sociedades católicas desde 1840, las cuales fueron fundadas en una asociación entre laicos y sacerdotes de la Iglesia Católica con fines plenamente caritativos22. Estas sociedades iniciaron como cofradías, y poco a poco se convirtieron en sociedades plenamente laicas, sin que esto significara una ruptura con la institución eclesiástica. En los años sesentas se empezó a implantar una asociación más organizada, con redes regionales, labores jerarquizadas, un mayor alcance en las acciones caritativas, y una organización territorial basada en parroquias o iglesias específicas. Esta transformación es una respuesta a las exigencias coyunturales de la segunda mitad de los años cincuenta y finales de los sesenta, que le exigen al clero y sectores conservadores, una mayor organización y planificación tanto para poder atender la creciente población necesitada, como para oponerse a las políticas liberales.
Si bien existieron diferentes formas de organización religiosa, nos enfocaremos en las sociedades católicas de elite, las cuales se pensaron como organizaciones laicas (al no incluir a miembros del clero dentro de sus socios y ser independientes a las opiniones del episcopado) y caritativas, cuyos trabajos incluían la publicación de periódicos, capacitación laboral para los artesanos, catecismo, organización de fiestas religiosas y desarrollo de tertulias científicas, filosóficas y políticas.
El carácter laico de estas sociedades requiere una atención particular, ya que se debe evitar entender la relación entre las sociedades católicas y la institución eclesiástica como un diálogo unidireccional, en donde alguna de las dos partes ejerce pleno control sobre la otra. Para hacer esto explícito debemos rescatar dos elementos: primero, vemos en los estatutos de las sociedades que al clero se le negaba la categoría de miembro dentro de las sociedades, por lo que no poseían voz ni voto de manera directa dentro de estas organizaciones, aunque esto no resta importancia a la influencia que tenían algunos clérigos o sectores de la Iglesia en las decisiones que se tomaban dentro de las organizaciones. En segundo lugar, las opiniones del episcopado y el clero eran atentamente escuchadas y reproducidas por las sociedades, al punto que estas pedían su aprobación para la realización de sus labores.
Sin embargo, vale resaltar que en ocasiones esta relación no era del todo armónica, un ejemplo claro de ello son las diferencias con el Arzobispo Arbeláez en torno a la reforma educativa liberal en donde, mientras el episcopado bogotano impulsaba una política conciliadora, las elites ultramontanas, todas ellas integrantes de las sociedades, se propusieron una campaña radical de deslegitimación de la reforma liberal, contradiciendo así las indicaciones del Arzobispo. Vemos así, que las sociedades mantienen una cierta ambigüedad en su carácter laico, al tener que responder a las exigencias de la institución eclesiástica, demostrar su fiel adhesión a la fe católica y el papado, al tiempo que defienden su autonomía e independencia.
Los integrantes de estas sociedades fueron tanto hombres como mujeres que contaban con cierta estabilidad económica. Fueron hacendados, grandes comerciantes, rentistas, empleados de alto rango en las oficinas del gobierno, dueños de almacenes, banqueros, agentes, empresarios o negociantes. Todos con alto nivel educativo para la época, configuraban una elite ilustrada.
En este sentido vale la pena mencionar que el desarrollo y creación de sociedades se fundamentaba tanto en la lógica católica de organización contra el liberalismo, como en la estimulación de espacios propios para la ilustración. Así, las asociaciones serán vistas como un espacio en donde se generaba un intercambio y difusión de ideas a través de la discusión, la lectura de libros, las traducciones de obras y la impresión de periódicos.
Ahora bien, para el periodo de 1863-1885 las sociedades católicas de Bogotá no constituyeron un gran número si las comparamos con otras ciudades del país, posiblemente porque al ser Bogotá la capital la presión liberal era mayor (en Estado de Cundinamarca el gobierno enfatizaba las reformas liberales y desprotegía las iniciativas conservadoras), lo que dificultaba las labores de las organizaciones. Sin embargo, sí lograron una cantidad considerable de socios23, así como una significativa intervención social y política en la capital.
Dentro de las sociedades católicas de elite podemos encontrar: la Sociedad de Beneficencia y Apoyo Mutuo, con funcionamiento en toda Cundinamarca y cercanías de Bogotá; la Junta Protectora, que funcionaba como una sociedad de apoyo mutuo para artesanos, pero incluía miembros de la elite; la sociedad tipográfica de ayuda mutua; la Congregación de la Caridad de Bogotá; la Sociedad de Beneficencia y Protección; la Sociedad Protectora de Niños Desamparados, fundada en 1879 por Soledad Acosta de Samper, Manuel Ancizar, Silveria Espinoza de Rendón y Juan Obregón; y el Apostolado de Oración.
Fundada en 1857 por Ricardo Carrasquilla, Rufino de Castillo, Francisco Matías, Francisco Franco, Francisco Quijano y José María Trujillo. Esta organización nació de la iniciativa del padre jesuita Mario Valenzuela, quien crea la organización con base en la sociedad de San Vicente de Paúl de Francia y en respuesta al crecimiento de la pobreza en la ciudad25.
Se constituyó como una de las sociedades católicas masculinas de mayor importancia debido a su larga duración (la sociedad sigue vigente hasta nuestros días), y su gran impacto social. Como principio fundamental la sociedad tenía como objetivo la atención hospitalaria, la enseñanza de la doctrina cristiana y la atención a las personas necesitadas. Para esto actuaba en tres secciones: la hospitalaria, encargada del funcionamiento de los hospitales, hospicios y asilos; la docente, responsable de las escuelas de niños y niñas, además de los grupos de catequismo dentro y fuera de la ciudad; y finalmente la limosnera a cargo de recoger las donaciones y distribuirla entre las otras secciones y las familias mendicantes que estaban bajo la protección de la organización.
En su labor caritativa la sociedad de San Vicente de Paul se caracterizó por el desarrollo de visitas domiciliarias a los pobres y enfermos, esta práctica significó un cambio en la forma de atención a la población necesitada, al implicar un contacto directo entre el benefactor y el beneficiario.
Además de estas actividades la sociedad de San Vicente publicó el periódico La Caridad, el cual funcionó como el órgano difusor de la sociedad y una importante fuente de ingreso para la misma. En él se publicaban discursos, fragmentos de libros, memorias de las reuniones y balances financieros.
La sociedad estaba compuesta por hombres bogotanos, no se permitía el ingreso de sacerdotes y los funcionarios públicos no podían acceder a cargos en la sociedad, con el fin de mantener el carácter apolítico de la organización. Existían dos clases de socios: los activos, obligados a asistir semanalmente a las reuniones de la sociedad, contribuir económicamente y elegir anualmente los empleados del consejo directivo; y los contribuyentes, los cuales ayudaban con una cuota mensual y tenían voz pero no voto en las reuniones. Para ingresar a la sociedad era preciso que un socio presentara la solicitud, la cual era estudiada durante tres meses por el consejo directivo, tiempo en el cual el aspirante era puesto a prueba: ya sea encargándole labores de caridad o examinando su vida cristiana y moralmente correcta. Pasado este tiempo, y por votación secreta, se decidía si la persona ingresaba o no a la sociedad26.
La sociedad realizaba reuniones anuales abiertas al público, en las cuales, se elegía de manera democrática a los miembros del consejo directivo, y entregaba un informe de las labores realizadas. La reunión era acompañada por una misa y una visita a las instalaciones caritativas a su cargo. La sociedad mantuvo este tipo de organización y estatutos a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, y aunque se registran cambios en su composición y formas de trabajo, ya sea con la creación de nuevas formas de recolección de fondos y la inclusión de mujeres en sus trabajos de caridad, no parece haber un cambio relevante en los estatutos. Vale la pena mencionar este hecho debido a que, aunque se exalta el carácter apolítico de la asociación, durante la segunda mitad de los años setentas y principios de los ochentas la sociedad apoya abiertamente al Partido Conservador sin que esto genere, aparentemente, ninguna contradicción con los estatutos.
Finalmente, se debe mencionar que una característica fundamental de la sociedad de San Vicente de Paúl fue su expansión por todo el territorio colombiano. La Sociedad de Bogotá constituyó un ejemplo para las otras regiones del país, al ser la primera organización de este tipo, por lo que su reglamento fue copiado en otras regiones. En el periodo que estamos analizando fueron creadas conferencias de San Vicente de Paúl en las poblaciones de: Nemocón, San Gil, Pezca, Sogamoso, Ibagué y Zapatoca. De esta expansión de la sociedad nos interesa resaltar los vínculos permanentes entre las diversas asociaciones, las cuales rendían informes a Bogotá, ya fuera comunicando la situación de la organización en su ciudad, o dando noticias del escenario político, religioso o social que los afectaba.
A diferencia de San Vicente de Paúl, las demás sociedades católicas tuvieron una corta duración o se vieron transformadas con la llegada de la Regeneración en 1885. La Juventud Católica fue un claro ejemplo de este modelo. Esta sociedad, fundada en 1871 por los señores Miguel Antonio Caro, Juan Buenaventura, Venancio Ortiz, Carlos Martínez, Ricardo Carrasquilla, Rómulo Valenzuela, Salomón Forero y José Caicedo Rojas27, tuvo un gran activismo durante sus primeros cuatro años de funcionamiento, después de los cuales su imagen empieza a desvanecerse hasta convertirse en una entidad plenamente organizada desde la institución eclesiástica. Aun así, esta sociedad cobijó importantes figuras de la época, siendo una de sus principales características el desarrollo de concursos de literatura y poesía religiosa, lo que congregó a los principales escritores bogotanos del periodo.
El grupo de fundadores determinó que la sociedad funcionaría como un espacio de enseñanza y promoción del pensamiento católico, al punto que sus principales labores serían el desarrollo de tertulias y la creación de una biblioteca para los socios. A esto se debe agregar que la sociedad acordó una fuerte lealtad y apoyo a la organización eclesiástica y al papado, una posición que marcaría un importante filtro para los futuros socios, ya que no bastaba con ser católico, sino tal y como lo planteaba el juramento de fidelidad a la Juventud, era preciso ser cristiano, católico, apostólico y romano: "¿Prometéis firme adhesión á la autoridad de la Santa Sede y absoluta sumisión á su infalible palabra, aceptando además por cosa justa y conveniente al poder temporal de los papas, y ofreciendo en consecuencia servir lealmente á los fines católicos de la Juventud Católica?"28.
Es pertinente resaltar que la Juventud Católica no se plantea una acción apolítica, no exige neutralidad política a sus miembros, ni niega adhesión a ningún partido. En general esta sociedad sería políticamente una de las más activas, y con una postura reaccionaria directamente expresada en la prensa. Esta característica podemos fundamentarla, por un lado en el hecho de que varios de los miembros tenían una vida política plenamente activa; y por otro, que en el periodo de fundación de La Juventud, las políticas liberales estaban empezando a implantase con mayor fuerza, por lo que la oposición conservadora se enfatizó.
En cuanto a las labores de caridad, la Juventud Católica, a diferencia de la Sociedad de San Vicente, tenía como únicas labores la recolección de fondos y el fomento de la instrucción religiosa; no se hacían intervenciones directas a los hospitales, escuelas u hospicios, sosteniendo así una relación indirecta con las familias o personas beneficiarias de su caridad.
Sus reuniones eran semanales, con una reunión anual el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Este día se celebraba un concurso de literatura en honor a la Virgen, se elegían por votación los miembros directivos, y se daba cuenta de las obras realizadas. Existían sociedades similares en Cali y Medellín29, con las que mantenía un contacto constante.
Una de las estrategias del clero en la cruzada antiliberal, fue la activación del papel de la mujer en la religión. Varios autores, como Gilberto Loaiza y Gloria Mercedes Arango denominan este cambio como un proceso de "feminización del catolicismo", en donde a partir de la promoción de sociedades de mujeres y la revitalización de la imagen de la Virgen María, con la Bula Papal de 1854 que decreta el dogma de la Inmaculada Concepción, la mujer cobró un papel importante como la encargada de fomentar y preservar el catolicismo en las familias, además de encargársele las labores de caridad y catequismo30.
En este proceso de "feminización del catolicismo" surgen las sociedades del Sagrado Corazón de Jesús e Hijas de María. Ambas organizaciones estaban conformadas únicamente por mujeres y contaban con una participación directa de los miembros de la institución eclesiástica, al punto que en Las Hijas de María coexistían dos juntas directivas, una laica, conformada por mujeres, y una clerical, conformada por el arzobispo (normalmente figurando como director) y algunos sacerdotes.
De estas dos sociedades, la del Sagrado Corazón de Jesús fue la que tuvo un mayor impacto y duración. Creada en 1865 por la señora Silveria Espinoza de Rendón, tuvo conferencias en poblaciones como Sopo, Anapoima, Tenza, La Capilla, Zipaquirá, Medellín, Ubaté, Nemocón, Onzaga y Santa Ana de las Lajas31. Esta sociedad realizaba diferentes labores de caridad en hospitales y asilos, fundó diversas escuelas, realizando catequesis para niñas y mujeres, con el fin de llevarlas a cumplir con los sacramentos de la primera comunión y el matrimonio, y realizaba diferentes retiros espirituales para sus sirvientas y esposas de los artesanos. Si bien no se conocen con exactitud el número de socias en los diferentes informes, las directivas hablan de un mínimo de 100, para los inicios de la sociedad, y un máximo de 700 socias para finales de los años setenta32.
Por otro lado Las Hijas de María, fundada en 1871 aproximadamente, funcionó más como una cofradía, en tanto su labor de caridad y catequismo estuvo plenamente ligada al clero. Esta asociación mantuvo un contacto directo con mujeres jóvenes y niñas, las socias estaban entre los 16 y los 20 años de edad, y para su ingreso debían asistir a un retiro espiritual de una semana al cabo del cual, después de recibir educación religiosa y ser evaluadas en su moral y buen comportamiento, recibían la medalla de la Virgen como símbolo de la asociación.
El papel de las mujeres de estas asociaciones fue fundamental en el desarrollo de las demás sociedades de caridad ya mencionadas. Su función dentro de las sociedades masculinas fue el de recolección y donación de fondos, realización de las visitas a los hospitales y atender las escuelas de niñas y el asilo para mujeres. Siendo así las mujeres un sujeto activo y fundamental en las labores y afianzamiento de las sociedades católicas en general.
La constitución de asociaciones católicas fue un proceso simultáneo en todo el país y en América Latina, en donde elites y sectores populares formaron organizaciones católicas en defensa de la fe y promoción de labores caritativas.
Si bien gran parte de estas sociedades nacieron como instituciones caritativas en respuesta al incremento de la pobreza en la ciudad, resulta ingenuo verlas como organizaciones al margen de la dinámica política de la época, en donde los procesos de laicidad se convierten en un elemento fundamental del debate público. Las sociedades católicas bogotanas pretendieron actuar como entidades laicas en defensa de la religión católica, al tiempo que proponían una política específica, gracias a lo cual su accionar sobrepasó las actividades de caridad.
Ahora bien, todas estas sociedades mantuvieron una serie de características comunes, las cuales nos permiten agruparlas y tratarlas con cierta homogeneidad. En primer lugar, vemos que estas sociedades se plantearon como principal requisito de membresía el ser católicos, lo cual incluía a conservadores, liberales, masones, artesanos y elites, de aquí que las sociedades fueran en un inicio espacios heterogéneos, en donde convivían diferentes tendencias políticas y sociales. No obstante, a medida que aumentaron las tensiones entre la institución eclesiástica y el Estado, las sociedades fueron "depurando" sus filas, buscando el "perfecto católico" ya sea imponiendo mayores restricciones en cuanto las prácticas religiosas (la asistencia semanal a las misas se hace obligatoria, así como las manifestaciones públicas de la adhesión al Papa) y siendo más estrictos con las cuotas mensuales y la asistencia a las reuniones internas.
A pesar de esto, las sociedades nunca se plantearon como asociaciones secretas y procuraron mantenerse accesibles al público: las reuniones anuales se realizaban a puertas abiertas, se entregaban informes en la prensa y los estados de cuenta se ponían a consideración pública. A esto debemos agregar que las sociedades procuraron mantener buenas relaciones con todos los sectores sociales, tratando de impactar la mayor parte de la población bogotana posible.
Como segunda característica vemos que participar en las sociedades significaba pertenecer a un grupo solidario, con ciertas redes de conexión y de ayuda mutua. Era un espacio de reconocimiento social, en donde se aceptaba una posición política y religiosa, al tiempo que asumía un status social específico. En este sentido, la actividad asociativa debe pensarse como un tejido de relaciones a través del cual, los miembros podían satisfacer necesidades o intereses personales o colectivos. Por ejemplo, para el caso de las mujeres, las sociedades significaron un espacio desde el cual ellas pudieron ampliar su marco de acción al salir de sus casas y entablar relaciones con otros sectores.
En tercer lugar, rescatamos el carácter "moderno" de las sociedades. Estas organizaciones se establecieron como mecanismos de auto-reconocimiento al ciudadano, espacios en donde se podían poner en juego prácticas democráticas: elección por votación de los directivos, el debate público o la igualdad entre sus miembros. Eran espacios decisivos para la expansión de los valores y las prácticas de civilidad. Dentro de las sociedades aquellas personas que no podían acceder al voto, como las mujeres, podían desarrollar actividades democráticas, generando así un ambiente de equidad y republicanismo. Así las sociedades propusieron un ambiente de igualdad y fraternidad entre sus miembros, que si bien en la práctica estuvo mediado por intereses, dinámicas de exclusión, tensiones sociales y económicas, procuró mantenerse a tono con el modelo republicano, intentando promover un ideal del buen ciudadano.
Por último, el elemento más interesante al estudiar las sociedades es la interacción constante que sostenían entre sí, se presentaban informes las unas a las otras, se rotaban libros, artículos, y apoyaban las labores de caridad y celebraciones religiosas que organizaban. Así mismo, cada sociedad se mantenía en contacto y fomentaba las sociedades pares en otras regiones del país: la Juventud Católica, publicaba los textos de las tertulias de la Juventud de Cali; San Vicente de Paúl procuraba mantener correspondencia constante con las conferencias en todo el país, así como rendir informes de sus labores a los otros Estados; y la sociedad del Sagrado Corazón apoyaba logísticamente e intervenía por las sociedades similares de mujeres que se crearon en el Estado de Cundinamarca y en todo el país, y Las Hijas de María enviaba ayudas a las labores de caridad en Cundinamarca33.
Aquí debemos agregar, como podemos observar en el cuadro 1, que los diferentes personajes de las sociedades ya fueran hombres o mujeres participaban en varias organizaciones al mismo tiempo. Estas personas son un ejemplo de la interconexión existente entre las sociedades católicas y otras asociaciones, una característica que les permitía un mayor alcance de sus discursos y actividades, así como una gran fuerza colectiva.
Como podemos observar en la mayoría de los casos el punto de conexión o encuentro entre los miembros de las sociedades era la prensa: colaborar con artículos, escribir cartas a los editores y suscribirse a los periódicos de otras organizaciones eran actividades importantes en la constitución de las relaciones entre sociedades católicas. Participar en la prensa permitía mantener un diálogo abierto y constante con las otras sociedades, sin la necesidad de vincularse directamente en las actividades que estas realizaban, sin embargo podemos ver como algunos personajes, tales como José Joaquín Ortiz, y José Caicedo Rojas, hicieron parte de dos sociedades católicas a la vez.
Ahora bien, para ahondar en los espacios de interlocución, examinaremos a detalle la prensa vinculada a estas organizaciones. Con la libertad de prensa promulgada en la constitución de 1863, la publicación de artículos, discursos, cuentos y noticias se convirtió en una herramienta fundamental de la confrontación política, en donde, con el apoyo del clero, los periódicos católicos empiezan a cobrar una importancia esencial, al ser los encargados de la difusión y debate público. Debe mencionarse que, como el mismo carácter de las sociedades lo manifiesta, la prensa mantenía un carácter laico en donde si bien se publicaban comunicados del arzobispo o pastorales de padres extranjeros, los escritores católicos contaban con plena autonomía al momento de publicar sus artículos35.
Las sociedades crearon o se apoyaron en diferentes periódicos de la época para difundir sus ideas, siendo la prensa el mecanismo de diálogo predilecto entre las sociedades y los demás sectores sociales. Cada sociedad contaba con un periódico propio o compartido, en el que daba a conocer los informes de las labores de caridad y reuniones anuales, se publicaban los discursos de los miembros, conclusiones de las tertulias, traducciones de libros, cartas entre las sociedades, se hacía la propaganda necesaria, entre otros. San Vicente de Paúl, contaba con La Caridad, La Juventud Católica publicaba principalmente en El Tradicionista y enviaba artículos a La Unidad Católica y a El Mosaico. La sociedad del Sagrado Corazón de Jesús e Hijas de María publicaban en La Caridad, donde se les abría un espacio para la realización de informes, exposición de textos morales, entre otros; asimismo participaban, pero de manera menos usual, en El Iris y El Tradicionista.
La Caridad inició como una pequeña publicación religiosa semanal con pocos artículos y detallados informes de la caridad realizada por la sociedad de San Vicente de Paul, luego fue complementándose con los artículos de los miembros, colaboradores y publicación de textos literarios, filosóficos y científicos. El periódico entregaba el excedente de sus ganancias a la sociedad para realizar obras caritativas.
En cuanto a las temáticas, la publicación contenía instrucciones morales, literatura cristiana, noticias de los adelantos científicos y artísticos, así como un recuento de la situación del país e informes de las labores de beneficencia. De los tipos de artículos que se publicaba, nos interesa resaltar dos: el primero, la publicación de cartas, artículos o crónicas referentes a diferentes poblaciones en todo el país, a partir de las cuales se procuró dar noticia de lo que acontecía a nivel nacional e internacional, especialmente en temas referentes a las guerras civiles, reforma educativa y fiestas religiosas, esto se usó como canal de comunicación con otras sociedades colombianas y como argumento para demostrar que el catolicismo era un fenómeno nacional.
En segundo lugar, el periódico se caracterizó por la publicación de diversos textos que pretendían servir para la educación de sectores de bajos recursos de la sociedad, o personas de poca instrucción, ya sea con textos para niños, tales como fabulas, cuentos, poesía, refranes; y una publicación particular denominada "Conversaciones campesinas", la cual, en una obra de teatro bastante paródica, ponía a conversar a un hacendado liberal, un sacerdote y un campesino. El texto trataba grandes temáticas como la correcta definición del republicanismo, o los diferentes tipos de libertades individuales, pero procuraba explicarlo de manera muy coloquial, refutando los argumentos del liberal (hacendado) mostrando la idoneidad del cura y la ignorancia, pero pureza de sentimientos, del campesino. Este tipo de textos acompañados por otros plenamente dedicados a la instrucción del pueblo, pretendían abrir debates políticos en la población, debidamente guiados por las elites conservadoras. En palabras de su fundador:
Nuestro objetivo es la difusión de conocimiento util que ayude a enriquecer a los pobres de San Vicente […] No escribimos para las personas doctas, a quienes deben respetar y aprender de ellas; sino para para las clases menesterosas de nuestra sociedad, para aquellos privados de la instrucción, para ambos sexos36.
Este periódico era dirigido por José Joaquín Ortiz quien editó el periódico hasta principios de la década de los ochentas, cuando por razones de enfermedad empieza a delegar sus funciones. El periódico contaba con la colaboración de Ramos Cáceres, José María Rueda, Mariano Vargas, Justo González, Justo Rivas, Francisco Echavarría, Jesús Uribe, Fernando Piñeros, Eulojio Tamayo, Joaquina Cordovez, Silveria Espinoza de Rendón, Agripina Montes del Valle, José Manuel Groot, Manuel María Madiedo, José Rojas Caicedo, Carlos Martínez, Miguel Antonio Caro, Rufino Cuervo, Camilo Caicedo y Adolfo Pérez, varios de los cuales pertenecían a otras sociedades católicas. Junto a estos contó con una gran lista de suscriptores quienes en ocasiones enviaban artículos o correspondencia a la publicación.
Por otra parte El Tradicionista fundado por Miguel Antonio Caro, fue el emblema de la prensa católica de la época al ser el mayor defensor de la moral católica, del clero y de los principios políticos del partido conservador. El periódico funcionó de 1871-1876, tiempo durante el cual fue un importante medio de difusión de textos extranjeros y nacionales.
Los periódicos en general tuvieron tres grandes funciones: en primer lugar, pretendían ser un espacio de aprendizaje y difusión del mensaje civilizador y moralizador a través de constantes artículos sobre el buen artesano, la función cívica de la mujer, cómo ser un buen pobre, por que hacer caridad, entre otros. Tenían como objetivo difundir un discurso moral específico que debía demarcar los comportamientos de la población.
En segundo lugar, vemos que la prensa cobró un papel fundamental en la relación entre diferentes sectores sociales y las sociedades, las cuales leyendo, escribiendo y debatiendo en torno a estos periódicos lograron difundir una serie de discursos específicos en la población. Así hablamos de un espacio de conectividad en donde las elites pretendieron difundir ciertos debates entre la población con el fin de movilizarla en torno a sus intereses, al tiempo que se debatían y construían nuevas formas de pensar.
Y en tercer lugar, los periódicos funcionaron como un espacio abierto de debate, en donde eran respondidas las ofensas de otros diarios (principalmente el Diario de Cundinamarca y la Revista de Colombia), se analizaban las propuestas del gobierno y se ponía en el debate público el buen juicio de los gobernantes, al tiempo que se reformulaban términos como republicanismo, civilización, pueblo, libertad, soberanía y tiranía. En este punto nos vemos obligados a referirnos a la opinión pública, en tanto esta fue el espacio de diálogo o debate con el Estado y sectores sociales en general.
El término opinión pública era constantemente utilizado en la prensa y su popularidad en la época era significativa, como la encargada de juzgar y debatir. No obstante, y como lo afirma Hilda Sábato, para el siglo XIX latinoamericano la opinión pública será un concepto polisémico, a partir del cual encontramos desde versiones unanimistas, arraigadas en el pensamiento ilustrado que entendía la opinión como única y monolítica; hasta aquellas que la concebían como la suma de voluntades diversas37.
En esta misma vía, Elías Palti, definirá dos concepciones de opinión pública. En un primer lugar está el modelo jurídico de opinión38, el cual le da un carácter de unanimidad y verdad indiscutible, a través del cual se debe juzgar y legitimar el gobierno. Esta primera idea de opinión hará referencia a una verdad racionalmente creada e indiscutible, en donde de haber opiniones opuestas estas serán el resultado de procesos irracionales que deben ser corregidos.
Para el caso que estamos analizando, podemos ver cómo para los miembros de las sociedades existieron dos tipos de opiniones públicas, una verdadera y mayoritaria que se apoyaba en la institución eclesiástica, defendía la religión y estaba en contra de los abusos del liberalismo; y una la segunda, señalada como minoritaria y tiránica, que era vista como el resultado de la falsedad de los liberales39. Así tenemos una opinión verdadera y racional, y una falsa e ignorante.
Las sociedades y la prensa se convierten en un dispositivo de legitimación, al ser los encargados de juzgar en nombre del pueblo y del bien público40 (esta idea del bien público, la voz del pueblo, la verdad, propias del modelo jurídico, se pueden ver con más claridad en los apartados de instrucción y fiestas que se desarrollaran a continuación). En este sentido vemos que al ser las asociaciones católicas las supuestas poseedoras de la verdadera opinión, son las llamadas a asumir el papel de los verdaderos representantes. Los miembros de las sociedades se van a autoproclamar, como los encargados de gobernar, al ser ellos los que recogen los intereses, aspiraciones, necesidades y opiniones de la mayoría de la población, justificando así su llegada al poder como la verdadera expresión del republicanismo (entendiendo a este como la forma de gobierno basada voluntad general y el voto de las mayorías).
Ahora bien, la segunda connotación de la que nos habla Palti es la del modelo "estratégico" de opinión, el cual deja de lado la idea de una verdad indiscutible y absoluta, y convierte a la opinión pública en una campo de batalla, en donde ya no se trata de juzgar, sino de debatir y conseguir adeptos41. Este modelo se reflejará plenamente en la prensa de la época, al ser este el espacio de debate público más importante, en donde ya no se trata de defender una verdad contra una mentira, sino que coexistían múltiples voces que enriquecían el debate político.
La prensa funcionará como un espacio de lucha política, en donde además de tratar de acabar con los argumentos contrarios, se buscaba persuadir a la mayor cantidad posible de lectores. En este sentido, debemos pensar que la opinión pública promovida por las sociedades católicas fue producto tanto de los espacios internos de formación y debate como de la interacción con otros sectores sociales, en donde la prensa será el vehículo predilecto de difusión, crítica y debate de todas aquellas opiniones contrarias.
Finalmente queremos resaltar el tipo de lenguaje utilizado en la mayoría de artículos de debate y en los discursos, pensados para el público en general. La constante utilización de un lenguaje religioso como estrategia argumental para exaltar la función de la Iglesia Católica y de las elites católicas, así como para denigrar del liberalismo, hicieron que términos como engendro del diablo, enemigo mortal del hombre, personificación de satán constituyeran expresiones recurrentes para referirse al liberalismo y sus acciones. Es interesante notar que este lenguaje se utilizaba sólo en la prensa y en los discursos pensados para ser publicados o ser leídos en misas o reuniones públicas de las sociedades, siendo términos inexistentes en los textos que circulaban dentro de las organizaciones. Si bien no ahondaremos en esta característica, queremos rescatar que esta estrategia discursiva nos permite ver como se buscó establecer una clara relación entre lo político, lo público y lo religioso, todo esto con el fin de afectar lo más posible a la población, al utilizar el lenguaje de la religión católica como una herramienta política.
La política de las sociedades católicas constituyó en gran parte en una reacción en contra al accionar liberal, de aquí que una de las principales pasos en su accionar fuera deslegitimar y contraponerse al gobierno argumentando una incompatibilidad entre el liberalismo y el "verdadero republicanismo", acusándolo de fraude electoral, violación de las libertades fundamentales, despotismo y abuso de a la autoridad:
Ellos no representan la patria subieron al poder por las armas y la rebeldía y se sostienen con el fraude electoral. Nunca en los gobiernos conservadores se vio algo parecido a esto: robos de fondos públicos. Son una vergüenza para la nación, ciegos ignorantes, arrojo de satanás, blasfemas al Dios42.
El desarrollo de la estrategia política de las sociedades en torno a la dinámica liberal significó la existencia de cierta ambigüedad al momento de establecer elementos como el uso de la fuerza, el control de la prensa, la libertad del pueblo y jurisdicción el Estado. Así, cuando se trataba de atacar al gobierno liberal resultaba apropiado criticar el uso de la fuerza y la censura de la prensa, no obstante, al momento de hablar del programa político y de los intereses y aspiraciones de los miembros de las sociedades se celebraba el control de manifestaciones populares y la restricción de la prensa.
Esta ambigüedad política es el resultado de un contexto desfavorable, políticamente hablando, para las sociedades, las cuales tenían que asumir y apropiar diferentes discursos en contra del gobierno liberal al tiempo que generaban su propia propuesta, a tal punto que una cosa es lo que se le termina criticado al gobierno liberal y otra el interés de las sociedades, siendo la primera una serie de argumentos políticamente utilizados para movilizar a la población.
Es por esto que las sociedades católicas desarrollaron diferentes estrategias políticas dependiendo del contexto al que se enfrentaban. El panorama nacional y local marcó las actividades de las sociedades, su impacto en la política institucional y su posición política frente la dinámica liberal y el ideario republicano. Para examinar estos cambios proponemos tres etapas: la primera va de 1863-1870 periodo que se enmarca en la puesta en marcha de la constitución de Rionegro, el desarrollo de políticas económicas liberales, procesos de desamortización, la construcción de ferrocarril y vías de comunicación. Durante esta fase las sociedades empiezan a ser manifiestas sus demandas contra el gobierno liberal criticando de manera sistemática los daños causados a la institución eclesiástica, sin llegar a oponerse plenamente al gobierno43; al tiempo que los cambios estructurales de construcciones de ferrocarriles fueron vistos con buenos ojos por los miembros de las sociedades, los cuales, pretendían, de una u otra forma, seguir el modelo de "modernización" de otros países. Durante este primer etapa las sociedades católicas focalizaron sus esfuerzos en defender las propiedades eclesiásticas, criticar parte de las dinámicas económicas (especialmente los cambios en la política arancelaria y sus efectos negativos para el artesanado) y prevenir contra futuros cambios, pero como tal no existía una oposición marcada, en donde las sociedades católicas llegaran a deslegitimar o cuestionar al gobierno liberal en su totalidad. Aquí podemos ubicar las críticas referentes al modelo de atención y beneficencia impuesto por el gobierno, y la mala administración de los centros de caridad anteriormente a cargo del clero.
La segunda etapa abarca de 1870 a 1876 y coincide con el periodo del radicalismo liberal. La reforma educativa y la guerra civil de las escuelas de 1876 demarcarán el inicio y fin de esta fase. Este periodo se caracterizó por el desarrollo de un laicismo más radical por parte del liberalismo, el cual, traspasando la esfera institucional empieza un proceso cultural de desplazamiento del poder religioso, especialmente a través de las escuelas.
Es aquí donde podemos concentrar la participación política más agresiva por parte de las sociedades, a través de la prensa, fundación de escuelas católicas y crítica constante a las políticas liberales. Durante esta etapa las sociedades procurarán mantenerse al margen de la vía institucional, posiblemente por las dificultades que planteaba acceder a esta, ya sea porque el partido conservador estaba debilitado y en muchas ocasiones no presenta candidato, o por el fraude electoral y el gran impulso que toman los liberales, esto hace que los miembros de estas sociedades busquen otras alternativas de organización política que no se redujeran al ámbito electoral44.
De esta segunda etapa queremos rescatar dos elementos: primero, frente a la poca oportunidad de participación institucional algunos miembros de las sociedades empiezan a promover la idea del soldado católico, en el marco de los enfrentamientos civiles desarrollados durante el periodo. Así en el conflicto de 1876 planteado como justo por los católicos ultramontanos, el católico común está obligado a defender la religión hasta las últimas consecuencias45. Este soldado católico, podía actuar desde diferentes frentes (prensa, escuelas, guerrillas), en donde a partir de consignas como "Que no ataquen, y habrá paz. De lo contrario, guerra; guerra hasta caer muertos de muerte gloriosa al pié de los reverenciados altares de la Religión de la Patria"46 o "Siempre que un gobierno extranjero ó domestico persiga la religión, es tiempo bueno para la guerra santa"47 se invitaba a una movilización masiva de la población en defensa de la religión, por cualquier medio.
En segundo lugar, queremos rescatar la iniciativa del partido católico. Si bien esta propuesta nace de Miguel Antonio Caro y no como parte del proceso de alguna sociedad católica como tal, su mención es fundamental, ya que va tener un gran impacto en todas las sociedades, las cuales van a servir como espacio para la germinación, refutación y debate de esta propuesta.
Caro propone la consolidación de un partido católico que nazca de la depuración del partido conservador48, y ponga a la religión como base de la sociedad. Este nuevo partido le apostaría a la construcción de un Estado católico en donde la religión se constituiría como base de la unión nacional, siendo así la fe el elemento primordial en la vida de la población, de aquí que la forma de gobierno, sea cualquiera que esta fuere, no sería relevante mientras garantice los derechos religiosos y proteja las bases del catolicismo. En este sentido, en un artículo de El Tradicionista, titulado "El republicanismo" se afirma que tanto la república como la monarquía son formas posibles y viables de gobierno, en tanto ambas se basan en la fe católica (la república con un pueblo católico y la monarquía con un rey cristiano) así, no se puede afirmar que una sea superior a la otra, determinar cuál de las dos formas debe regir ya dependería de la voluntad del pueblo49.
Esta ambigüedad, en el programa del partido católico, frente a la forma de gobierno dejó abierto el debate a la posibilidad de establecer una monarquía constitucional católica o un gobierno fuertemente centralizado. Una discusión que generará fuerte tensiones entre los miembros de las sociedades.
Como consecuencia, el tema fue ampliamente discutido a través de debates y tertulias frente a la forma de gobierno más adecuada para gobernar un país católico, cuáles son las ventajas y desventajas del republicanismo y cuál serían los principios de un gobierno católico. En este caso, el hecho de que Caro fuera miembro de la Juventud Católica debió influir en que estos temas, unidos con el del partido católico, se debatieran con especial atención en esta sociedad, por lo que varias de las tertulias y artículos publicados en El Tradicionista giran en torno a esta temática, aunque nunca se llegó a establecer una opinión clara en ninguno de los textos publicados.
Por otra parte, en La Caridad, órgano vocero de la sociedad de San Vicente, si se plantea una posición clara e irrevocable: el republicanismo es la única forma de gobierno posible, y aunque se esboza la necesidad de reformar algunas variables del sistema actual, se hace inconcebible una política no republicana. Incluso se afirma que las diferencias con el liberalismo pueden ser resueltas, en tanto "todos somos republicanos, todos federalistas, todos queremos la paz"50, de esta manera lo que hay que plantear es una serie de ajustes, mas no dudar de la república.
Las tensiones entre las sociedades nunca llegaron a manifestarse de manera radical, aunque en algunos escritos de la prensa podemos ver expresada cierta molestia por el radicalismo de alguno o la "falta de compromiso" con la causa católica, demandada por otros. En las sociedades saber hasta donde debería llegar la construcción de un gobierno católico y la idea de establecer la fe por encima de la nación no fue algo que estuviera claramente definido y aceptado, por lo que consolidar un partido católico resultaría un proceso conflictivo y de difícil definición. Junto a esto, la poca oportunidad electoral hizo que las sociedades perdieran interés en constituir un partido nuevo, radical y de poco alcance real.
Finalmente la tercera etapa corresponde a 1876-1885. Este periodo se caracterizó por el debilitamiento del régimen liberal después de la guerra civil. Las dinámicas del radicalismo dejan vislumbrar algunas oportunidades institucionales para los conservadores, quienes empiezan a apostar a la reconfiguración del partido conservador y reconsiderar la posibilidad de una alianza con el sector de los independientes dirigido por Rafael Núñez51.
En el interior de las sociedades se empieza a configurar una política más institucional, los artículos referentes a las votaciones ya incluyen nombres directos de candidatos, se publica el programa del partido conservador y se estudia la posición de los independientes y los liberales. En este sentido las sociedades van a procurar dejar de lado el discurso "revolucionario" del soldado católico y le apuntan a medidas opositoras legales y controlables, de aquí que de ahora en adelante se hable clara y enfáticamente en contra de la guerra civil y de medidas radicales de oposición. Todo esto debido a que ellos ahora se piensan como posibles gobernantes.
De igual forma, el republicanismo se asume como algo ya establecido y no se vuelve a ver el resurgimiento de este tipo de debates frente a la forma de gobierno, ahora se habla con poca frecuencia de reformular el deber ser del Estado, mientras que el tema de la nación y la ciudadanía siguen siendo recurrentes. Definitivamente surge un interés real por la consolidación de un partido y una apuesta institucional, en donde ya no se trata de atacar o desestabilizar al Estado liberal sino de ofrecer una opción real de gobierno.
Esta reconfiguración en el accionar político parte del hecho de que varias de las políticas liberales son suprimidas, por lo que si bien las sociedades católicas siguen en su papel de opositoras, ahora no se requiere tanta agresividad, lo que les permite realizar, junto a las dinámicas de crítica, debate y resistencia a los gobiernos liberales e independientes, un planteamiento claro frente al cómo gobernar.
Pensemos, como lo afirma Hilda Sábato, que para el siglo XIX latinoamericano las formas de participación no estaban plenamente establecidas, la inestabilidad institucional, la poca experiencia política de la población y el surgimiento de nuevas nociones y discursos republicanos crearon un ambiente de incertidumbre política en donde difícilmente se podía distinguir entre las prácticas tradicionales y modernas52. En este sentido, aunque la participación política, actualmente, se relacione de manera directa con la democracia y sistemas claramente diferenciados, para el periodo que estamos analizando, las formas de participación se entremezclaban y no siempre funcionaron bajo los principios de igualdad y libertad.
Es por esto menester estudiar las colectividades existentes detrás de las dinámicas políticas de la época, examinar el funcionamiento, estrategias de acción y pensamiento de las organizaciones de elite y sectores populares, pensar esto como un artefacto en donde cada individuo, pensamiento político y acción social especifica estaba interconectada en un entramado de intereses, experiencias políticas y trayectorias sociales que delimitaron su actividad; permite completar el mapa político examinando nuevos sujetos y nuevas problemáticas.
Las asociaciones no sólo sirvieron para extender la cobertura de las filiaciones y fidelidades partidistas, también facilitaron que la discusión política saliera de las gradas del Congreso y de los lugares de reunión de la elite, para extenderse a la calle, a la plaza, a las tiendas53; lo que daría cabida a diferentes sectores sociales. En este sentido las asociaciones funcionaron como mecanismos de acceso a la participación política, permitiendo a la vez la difusión y apropiación de un nuevo lenguaje.
Sin olvidar que los distintos espacios desarrollados por estas organizaciones, fueron utilizados para defender y promover la fe católica, ya sea con el desarrollo de catecismo y promoción de la moral católica, como en la oposición constante a las reformas liberales. Los laicos fueron una importante figura, en el fortalecimiento de la institución eclesiástica colombiana, la cual, se apoyó en estos para difundir, desarrollar y consolidar el proyecto de una nación católica.
Este trabajo funciona como un primer intento por acercarse a los espacios de sociabilidad, pero al mismo tiempo pretende ser una invitación a entender la complejidad de estas sociedades católicas, así como otro tipo de organizaciones propias de la época, para así reconocerlas dentro de los trabajos historiográficos, entendiéndolas como una herramienta analítica, con el fin de ampliar la perspectiva de la realidad política del siglo XIX colombiano, cuando básicamente los estudios del siglo XIX, en especial para las elites conservadoras se han centrado en grandes personalidades o políticas gubernamentales dejando de lado otros procesos.
* Artículo de reflexión elaborado en el marco de la investigación "La política entre nubes de incienso. La participación política de las sociedades católicas bogotanas (1863-1885). Universidad del Rosario.
1 Es por esto que podemos encontrar organizaciones religiosas en diferentes países, tales como, Chile, Brasil, México, Argentina, en donde existieron organizaciones católicas muy similares a las aquí estudiadas siendo el caso más emblemático es la sociedad de San Vicente de Paúl, la cual contó con características muy similares en los diferentes lugares en los que se estableció. Para examinar con más detalle la actuación de esta sociedad en otros países, véanse los trabajos de ARRON, Silvia Marina, "Filantropía Católica y sociedad civil: los voluntarios mexicanos de San Vicente de Paúl, 1845-1910", en Sociedad y Economía, No. 10, Cali, UNIVALLE, 2006; GOMES COSTA, Suely, "Sociabilidades políticas e relações de gênero: ritos domésticos e religiosos no Rio de Janeiro do século XIX", en Revista Brasileña Historia, Vol. 27, No 54, Sao Paulo, 2007; y LIDA, Miranda, "Prensa católica y sociedad en la construcción de la Iglesia argentina en la segunda mitad del siglo XIX", en Anuario de estudios Americanos, Vol. 63, No 1, Sevilla, 2003.
2 La división política de los Estados Unidos de Colombia estaba conformada por nueve Estados: Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá, Santander y Tolima.
3 SIERRA MEJÍA, Rubén (editor), El radicalismo colombiano del siglo XIX, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2006, pp. 9-11.
4 RUEDA, Eduardo y GÓMEZ, Elías, La Republica Liberal Decimonónica en Cundinamarca 1849-1886, Bogotá, ESAP, 2010, pp. 57-67.
5 PALACIOS, Guillermo, "Entre una "nueva historia" y una "nueva historiografía" para la historia política de América Latina en el siglo XIX", en: PALACIOS, Guillermo (coord.) Ensayos sobre la nueva historia política de América Latina, siglo XIX, México, COLMEX, 2007.
6 Es importante anotar que sociabilidad es un concepto acuñado por Maurice Agulhon, en su libro de 1977, El circulo burgués y la sociabilidad en Francia, donde lo utiliza para complejizar los estudios en torno a la revolución francesa, al examinar cómo se fue apropiando y reformulando el discurso republicanos en la sociedad civil. Agulhon propone que la sociabilidad surge en Europa a finales del siglo XVII y en su seno se gesta el cambio de mentalidad del antiguo al nuevo régimen, en torno a las discusiones que se dan en los cafés, clubs, bibliotecas, etc. Más adelante François-Xavier Guerra, en México. Del Antiguo Régimen a la Revolución (1988), apropiará los argumentos de Agulhon para su trabajo en la sociedad mexicana.
7 Véase: ANNINO, Antonio (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, Buenos Aires, FCE, 1995; SÁBATO y LERRIERI, Alberto (compiladores), La vida política en la Argentina del siglo XIX: armas, votos y voces, (2003); MC EVOY, Carmen, Forjando la nación. Ensayos de historia republicana, Lima: Universidad Católica de Perú, 1999; SÁBATO, Hilda (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones: perspectivas históricas de América Latina, México, COLMEX, 1999; GUERRA, François- Xavier y ANNICK, Lempérière (coord.), Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas, México, FCE, 1998; GUERRA François-Xavier, México. Del Antiguo Régimen a la Revolución, México, FCE, 1988.
8 GONZÁLEZ, Pilar, "La "sociabilidad" y la historia política", en Nuevo Mundo, pp. 29-41, En línea http://nuevomundo.revues.org/24082, Consultado el 5 de julio de 2012.
9 Ibíd.
10 Entre estos trabajos resaltamos los estudios de: SANDERS, James, Contentious republicans: popular politics, race and classin the nineteenth-century Colombia, Durham and London: Duke University Press, 2004; SOWEL, David, Artesanos y política en Bogotá, Bogotá, Ediciones Pensamiento Crítico, 2006; SAETHER, Steinar, Identidades e independencias en Santa Marta y Riohacha 1750-1850, Bogotá, ICANH, 2005.
11 Es ejemplo de este énfasis en el trabajo caritativo y religioso los trabajos de: ARANGO, Gloria, "Mujeres, pobres y sociabilidad. Las sociedades del sagrado corazón de Jesús. Antioquia 1870-1900". En Revista de Sociología. Vol. 24 UNAL, 2001, pp. 41-73; y CASTRO, Beatriz, "Caridad y beneficencia en Cali 1848- 1898", en Boletín de cultura y bibliográfico, No.22, Vol. XXVIII, Bogotá, 1990.
12 Aquí encontramos tres trabajos que representativos, que aunque pioneros, hacen de los espacios de sociabilidad fueran un medio para llegar a los problemas de género y clase, mas no lo consideran como objeto de estudio a tratar. ARANGO, Gloria, La mentalidad en Antioquia, prácticas y discursos 1828- 1885, Medellín, UNAL, 1997, Sociabilidades católicas de la tradición a la modernidad, Antioquia 1870- 1930, Medellín: UNAL, 2004; y LONDOÑO, patricia, Religión, cultura y sociedad en Colombia. Medellín Antioquia 1850-1950, México, FCE, 2004
13 Junto a estos trabajos encontramos a los estudios de: CHAPMAN, William, "Sociabilidades y prácticas políticas en Popayán, 1832-1853", en Historia del Caribe, No. 13, Uniatlantico, 2008; GUARÍN MARTÍNEZ, Oscar, "La sociabilidad política: un juego de luces y sombras", en Memoria y Sociedad, No 29, Bogotá, 2010; ARENAS, Sandra, "Representación y sociabilidades políticas. Medellín 1856 - 1885", en: Estudios Políticos, Vol. 22, Medellín, 2003; y BOTERO, Fernando, "La sociedad de san Vicente de Paúl y el mal perfume de la política 1882-1914", en Historia y Sociedad, No 2, Bogotá 1995.
14 "De la necesidad de las sociedades católicas", en El Tradicionista, Bogotá, noviembre 21 de 1871.
15 El liberalismo le apostó a la construcción de un país basado en los derechos individuales, la libertad de prensa, la educación pública y laica. Las reformas incluyeron desde una reconfiguración de la organización territorial, hasta medidas en pro del fortalecimiento económico. Para examinar con mayor profundidad este proceso se pueden revisar los textos de SIERRA MEJÍA, Rubén (editor), El radicalismo colombiano; y MEJÍA Lázaro, Los Radicales. Historia política del radicalismo en el siglo XIX, Bogotá, Universidad Externado, 2007.
16 Bentham se posicionó en el liberalismo como el sistema moral por excelencia. Su sistema utilitarista a través del principio del mayor bienestar para el mayor número de personas, se dio cabida a nuevas ideas éticas, en donde tendrían cabida la felicidad y el placer. Este sistema tendría gran acogida en los sectores medios de la población y comerciantes. PIÑERES, Juan David, "Aproximaciones al primer debate sobre Bentham en Colombia: concepciones antropológicas, disputas educativas, aspiraciones nacionales", en Revista de Estudios Sociales, No 39 Bogotá, 2011.
17 GONZALEZ, Fernán, Poderes enfrentados. Iglesia y Estado en Colombia, Bogotá, CINEP, 1997, pp. 201 - 206
18 "La caridad", en La Caridad, Bogotá, junio 17 de 1875.
19 ARIAS, Ricardo, El Episcopado colombiano. Intransigencia y laicidad, Bogotá, UNIANDES, ICANH, pp. 17.
20 "Los indolentes", La Caridad, Bogotá, junio 10 de 1869.
21 "Pastoral y decretos", La Caridad, Bogotá, mayo 28 de 1874.
22 Dentro de estas primeras sociedades encontramos la Confraternidad de Nuestra Señora de la Virgen María, fundada en 1846; la de Beneficencia y protección, que duró hasta 1860; y La sociedad del Divino Niño.
23 De las sociedades que vamos a estudiar San Vicente de Paúl, Juventud Católica y Sagrado Corazón de Jesús, ninguna manejó un número menor a 100 socios activos, y llegaron a tener hasta 736 miembros; cifras considerables en el marco de una ciudad de aproximadamente 45.000 habitantes.
24 Esta sociedad ha sido la que mayor atención ha recibido por parte de los historiadores, aquí no pretendemos ahondar en su caracterización, para esto puede revisarse el texto de: MORALES, Paola, "La sociedad de beneficencia de san Vicente de Paul en Medellín" en: HISTORELO, Revista de Historia regional y local, Vol. 3, No. 6, Bogotá: UNAL, 2011.
25 Archivo Histórico Universidad del Rosario, "Acta de fundación de la Sociedad de San Vicente de Paúl" (1857) En Uribe, José Sociedad central de San Vicente de Paúl de Bogotá: celebración del quincuagésimo aniversario (1857-1907), Bogotá, imprenta nacional, 1908. La sociedad de Paris fue fundada por el Beato Federico Ozanam, quien con ayuda de un grupo de jóvenes, crea una organización caritativa que busca ayudar a la población en situación de pobreza. Ozanam se propuso conjugar la caridad con la evangelización, por lo que las actividades de esta organización incluyen desde a construcción de hospitales hasta el desarrollo de misiones y catequizaciones.
26 Biblioteca Luis Ángel Arango, Libros raros y manuscritos, Reglamento de la Sociedad de S. Vicente de Paúl de Santafé de Bogotá, Bogotá, Imprenta a Cargo de la F. Mantilla, 1886.
27 "Juventud Católica" en La Caridad, Bogotá, junio 6 de 1871.
28 Biblioteca Nacional, Estatutos de la "Juventud Católica de Bogotá". Reglamento del consejo directivo, Bogotá, Imprenta de El Tradicionalista, 1872, p. 5.
29 La Juventud Católica de Medellín fue creada a finales del siglo XIX, por lo que aquí hacemos referencia a La Sociedad Católica de esta ciudad, con la cual se procuró desarrollar una estrecha relación. Esta organización será el referente antioqueño, de organización de laicos, por lo que con ella se discutirán y desarrollaran los diversos proyectos de las organizaciones, tales como la promoción de asociaciones de laicos en defensa de la fe, la defensa de la educación católica y la consolidación de un gobierno católico. La Juventud Católica de Bogotá y La Sociedad Católica de Medellín se respaldaron constantemente, con la publicación conjunta de artículos, manifestaciones públicas de apoyo e intercambio de correspondencia, además de trabajar conjuntamente en el establecimiento de redes regionales de Acción Católica.
30 Para la segunda mitad del siglo XIX, el papel de las mujeres en las sociedades católicas y en la Iglesia ha recibido una gran atención por parte de los historiadores. La posibilidad de entrar a organizaciones laicas, y desarrollar labores de caridad significó para las mujeres el desarrollo nuevas actividades y roles sociales, que poco a poco la independizaron de su papel tradicional. Para examinar este tema se pueden revisar el trabajo de: ARANGO, Gloria Mercedes, La mentalidad religiosa en Antioquia (1993), y Sociabilidades católicas. (2004).
31 "La sociedad del Sagrado Corazón", en La Caridad, Bogotá, diciembre 10 de 1868.
32 "Una asociación" en La Caridad, Bogotá, diciembre 8 de 187.
33 Para ver las poblaciones en donde existían sociedades católicas pares a las aquí estudiadas, revisar el anexo 3 Mapa: Las sociedades católicas (San Vicente de Paul, Juventud Católica y Sagrado Corazón de Jesús) en Colombia 1863-1885, pp. 112-113.
34 El cuadro fue realizado a partir a partir de las actas anuales, correspondencia, lista de suscriptores y comunicados de prensa de las sociedades, principalmente del periódico La Caridad.
35 Fernán González muestra como existieron fuertes altercados por la excesiva libertad que se tomaban los escritores laicos al momento de hablar de las decisiones del episcopado, al punto que este se veía en la necesidad de tratar de regular este tipo de publicaciones. En este sentido vale aclarar que si bien las sociedades le ofrecieron su lealtad al catolicismo y el Papado, su relación con la Iglesia fue ambigua. Las tensiones con el episcopado bogotano frente a la política educativa, en donde las sociedades, basándose en el Syllabus, intentan evitar cualquier tipo de negociación con gobierno, al tiempo que la prensa para incitar al clero a participar en política, a pesar de las negativas impartidas por el papa sobre este tema, generaran varias tensiones con la Iglesia que dicen defender, respetar y obedecer sin objeciones. GONZÁLEZ, Fernán, Poderes enfrentados, pp. 201-206.
36 "Prospecto", en La Caridad, Bogotá, septiembre 24 de 1864.
37 SÁBATO, Hilda, "Introducción", en SÁBATO, Hilda (coordinadora), Ciudadanía política y formación de las naciones: perspectivas históricas de América Latina, México, Colegio de México, 1999. pp. 26.
38 PALTI, Elías, El tiempo de la política, Buenos Aires, siglo XXI, 2007, pp. 174.
39 "La opinión pública", en La Caridad, Bogotá, julio 3 de 1873.
40 SÁBATO, Hilda Sábato, Pueblo y política, Buenos Aires, Capital intelectual, 2005, pp. 68-70.
41 PALTI, Elías, El tiempo de la política, pp. 191.
42 "Un Blasfemo", en La Caridad, Bogotá, mayo 5 de 1882.
43 GONZÁLEZ, Fernán, Poderes enfrentados, pp. 187.
44 Con esto no queremos decir que sociedades renunciaran plenamente al ámbito electoral, sino que procuraron más que establecer alguna alianza con un candidato, a invitar a los electores a elegir representantes católicos, que respetaran la Iglesia y siguieran la moral cristiana, haciendo así que su participación en las elecciones se desarrollara de manera indirecta.
45 Si bien no se encuentran invitaciones directas a formas guerrillas o participar en la guerra civil, si se alaba la labor realizada en los Estados de Antioquia y Cauca en defensa de la religión, se motiva a el campesinado a ayudar la labor desarrollada desde estos dos frentes del conservadurismo durante la confrontación de 1876 y se exalta a aquellas personas de la ciudad que deciden ir a combatir.
46 "Teología en la diplomacia" en La Caridad, Bogotá, abril 30 de 1874.
47 "La cuestión religiosa" en La Caridad, Bogotá, septiembre 12 de 1876.
48 Esto suponía la expulsión de cualquier persona, idea o iniciativa contaría a la política católica, esto sería una ofensiva directa en contra de masones, liberales y "malos católicos".
49 "El republicanismo", en el Tradicionista, Bogotá, diciembre 12 de 1871.
50 "Educación", en La Caridad, Bogotá, enero 4 de 1872.
51 Inicialmente los Independientes se configuró como un sector del liberalismo reacio a los radicales. Sin embargo, a medida que avanza y se fortalece, encabezado por el político cartagenero Rafael Núñez, empieza a reunir más sectores convirtiéndose en un grupo heterogéneo que reúne liberales moderados y radicales, y conservadores. Es a través de esta propuesta que Núñez llega al poder por segunda vez en 1884 y da inicio al proceso de la Regeneración, en gran parte ayudado por el Partido Conservador.
52 SÁBATO, Hilda Sábato. Pueblo y política, p. 89-92.
53 ÁLZATE, Adrián. Asociaciones, Prensa y Elecciones. pp. 54.
Fuentes Primarias
Fuentes de archivo
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Biblioteca Luis Ángel Arango, Libros raros y manuscritos, Reglamento de la Sociedad de S. Vicente de Paúl de Santafé de Bogotá. Bogotá: Imprenta a Cargo de la F. Mantilla, 1886.
Biblioteca Nacional, Estatutos de la "Juventud Católica de Bogotá". Reglamento del consejo directivo. Bogotá: Imprenta de El Tradicionalista, 1872.
Prensa
El Tradicionista, Bogotá, (1871-1876)
La Caridad, Bogotá, (1864-1890)
Fuentes secundarias
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Tesis
ÁLZATE, Adrián, Asociaciones, Prensa y Elecciones. Sociabilidades modernas y participación política en el régimen radical colombiano (1863- 1876), Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 2010. [Tesis de maestría]
Publicaciones en internet
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GONZÁLEZ, Pilar "La "sociabilidad" y la historia política", En Nuevo Mundo, 2008, [en línea] http://nuevomundo.revues.org/24082, Consultado el 5 de julio de 2012.