Higiene, pueblo y sanidad en
Cali. Instituciones, prácticas e
imaginarios. 1945-1950*
Joan Manuel Largo Vargas: Estudiante de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia- Sede Medellín- Colombia. Correo electrónico: jmlargov@unal.edu.co
Fecha de Recepción: 6/08/2014 Fecha de aceptación: 14/11/2014
Se analiza cómo las elites de Cali enfrentaron el problema de la higiene a mediados del siglo XX, en un contexto de renovación de la política pública, la cual estaba signada por la redefinición del lugar del "pueblo"; por los procesos de industrialización, urbanización y crecimiento demográfico y por la consolidación de una medicalización de la sociedad. Para ello se parte del supuesto de que las prácticas e instituciones alrededor de la higiene en Cali se apoyaron esencialmente en el imaginario de la defensa del pueblo. Estas discusiones se lograron rastrear en los archivos municipales y periódicos de la época. Una política que se intentó poner en práctica en una coyuntura que generaba tensiones entre las viejas tendencias morales, los códigos normativos y las nuevas prácticas científicas de la salud pública y de la medicina social.
Palabras Clave: higiene, salud pública, normas sanitarias, imaginarios, pueblo.
Hygiene, People and Health in Cali. Institutions,
Practices and Imaginary. 1945-1950
There is analyzed how the elites of Cali faced the problem of the hygiene in the middle of the 20th century, in a context of the renovation of the public politics, which was sealed by the redefinition of the place of the "people"; for the processes of industrialization, urbanization and demographic growth and for the consolidation of a medical of the company. From it splits of the supposition of which the practices and institutions about the hygiene in Cali rested essentially on the imaginary one of the defense of the people. These discussions were achieved to rake in the municipal and periodic files of the epoch. These discussions were achieved to rake in the municipal and periodic files of the epoch. A politics that tried to be put into practice in a conjuncture that generated tensions between the old moral trends, the normative codes and the new scientific practices of the public health and of the social medicine.
Keywords: hygiene, public health, sanitary norms, imaginaries, people.
Higiene, cidade e sanidade em Cali. Instituições,
prático e imaginário. 1945-1950
Discute como as elites de Cali foram confrontadas com o problema de higiene no meados do século XX, no contexto da renovação da política pública, que foi marcada pela redefinição do lugar do 'povo'; pelos processos de industrialização, urbanização e crescimento populacional e a consolidação de uma medicalização da sociedade. Para esta finalidade são baseadas na suposição de que as práticas e instituições sobre a higiene em Cali é essencialmente suportado na imaginação da defesa do povo. Estas discussões foram seguidas nos arquivos municipais e periódicos do tempo. Uma política que tentou colocar em prática em uma situação que gerou tensão entre o velhas tendências morais, códigos normativos e nova prática científica da medicina social e de saúde pública.
Palavras-chave: higiene, saúde pública, normas de saúde, imaginário, vila
Referencia para citar este artículo: LARGO VARGAS, Joan Manuel (2015). "Higiene, pueblo y sanidad en Cali. Instituciones, prácticas e imaginarios. 1945-1950". En Anuario de Historia Regional y de las Fronteras. 20 (1). pp. 193-221.
Si durante el siglo XIX las nacientes repúblicas latinoamericanas tuvieron la difícil labor de definir y adaptar las partes más problemáticas de la democracia representativa, en el siglo XX, tras las transformaciones tecnológicas, el surgimiento de nuevos actores sociales, y la accidentada diversificación del pensamiento político occidental, la tarea sería integrar a las masas urbanas en la construcción de una sociedad ordenada, concebida como una democracia liberal y moderna. A mediados de siglo XX fenómenos como el desarrollo económico y la integración al mercado mundial llevaron a que estos centenarios estados nacionales redimensionaran sus intentos para acceder a los lineamientos de una sociedad liberal. Entre 1930 y 1950 la mayoría de países en América Latina contaron con experiencias populistas1. Si entendemos el fenómeno populista, no como un simple modelo o un esquema cerrado, sino como "un modo de construir lo político"2, no será difícil asumir que en el segundo tercio del siglo XX los procesos de corte populista muestran varios de los aspectos de la transformación política y social de los países latinoamericanos.
Antes que de populismo, podemos hablar de una "nueva forma de política", que inauguró un nuevo personal político diferente a las tradicionales elites latinoamericanas del siglo XIX3, en ese proceso de cambio puede observarse cómo el ideal de una ciudad letrada y los contrastes marcados entre los dirigentes políticos y el pueblo silencioso fueron adaptados a un nuevo contexto. No es que se rompieran las relaciones tradicionales que antes definieron las prácticas políticas en América Latina, sino que esos gastados esquemas tuvieron que ser reinterpretados y asimilados a una realidad efervescente, llena de cambios vertiginosos. Estaríamos hablando del paso de una ciudad civil a una ciudad social, en la que ya no solamente importaba el pequeño círculo de vecinos notables, que definían el deber ser de la ciudad4. Ahora la cuestión social, la renovación del ejercicio y el pensamiento político, impondría nuevos rumbos, nuevos saberes, nuevas perspectivas frente a la evolución de la comunidad5.
Teniendo en cuenta ese contexto, se hace una aproximación a uno de los problemas urbanos de mediados de siglo XX que tuvieron que enfrentar las elites de Cali: la higiene. La industrialización y el proceso de urbanización impulsaron un deterioro de las condiciones de vida de ciertos sectores de la sociedad; así mismo el ideal del progreso y lo moderno coincidieron con un proceso de medicalización de la sociedad, constituido alrededor de un proyecto higienista que implicaba el deseo de extirpar hábitos y costumbres considerados tradicionales o no modernos, para dar paso a las nuevas actitudes supuestamente acordes con la vida "moderna"6. En el contexto de renovación política que hemos señalado, que pasaba por la definición y redimensión del "pueblo" como actor y objeto social, se agenciarían diversas interpretaciones y soluciones para los problemas sanitarios urbanos; en esas soluciones se observarían los elementos de cambio con respecto al enfrentamiento de la cuestión social, así como los elementos propios de una medicalización de la sociedad7.
La década de 1940 fue un momento de ruptura en la historia política, económica y social de Colombia. Durante y después de la Segunda Guerra Mundial, las industrias nacionales recibirían una protección que, si bien en primer lugar fue casi accidental, se consolidaría como un elemento de consenso por encima de las diferencias partidistas a comienzos de los años cincuenta8, y a su vez, en un factor de desarrollo económico. El crecimiento de la economía colombiana, básicamente apuntalado en la exportación del café, coincidió con varias transformaciones sociales y políticas que pusieron en evidencia el desgaste del Partido Conservador, así como su incapacidad para responder a las nuevas demandas de los sectores populares, a la vez que pusieron en escena nuevas dinámicas políticas9. La República Liberal10, como se conocería al período de hegemonía política del Partido Liberal (1930-1946), hizo visibles de un modo novedoso para el país a los sectores populares, al tiempo que se constituyó en el espacio ideal, burocrático e ideológico, para que una nueva generación de políticos renovara el modo de hacer política11.
Desde que Cali se convirtiera en el centro administrativo del Valle del Cauca y se conectara con el resto del país a través del Ferrocarril del Pacífico, iniciaría, como una de las ciudades importantes de Colombia en el siglo XX, un proceso de crecimiento económico y expansión social considerable12. Ese ritmo se interrumpiría en la década de 1930, como consecuencia de la crisis económica mundial, sin embargo, en los años cuarenta se tendría de vuelta un crecimiento acelerado que se evidenció en la demografía13, el crecimiento industrial14, la aparición de nuevos sectores sociales, y a la par, la intensificación de problemáticas urbanas, como las de la higiene.
Ese conjunto de cambios en torno al crecimiento de las ciudades y la preocupación por la salud pública estuvieron relacionados con el fortalecimiento de algunas cuestiones determinantes en el pensamiento político de las elites, específicamente los imaginarios sobre el pueblo15. A nivel local, frente a los problemas sanitarios, se estableció una sintonía con respecto a las transformaciones que en materia de higiene se venían realizando en el ámbito nacional; varios proyectos oficiales en el Valle del Cauca, y especialmente en su capital, fueron pensados y diseñados por la dirigencia política local16. Iniciativas como la urbanización y la construcción de "obras de infraestructura" eran parte de los aspectos gubernamentales que pretendían mejorar la salubridad, la sanidad y la higiene17. La higiene o "profilaxis", aparecía vinculada de manera estrecha con las ideas de modernización y progreso; los problemas aglutinados alrededor de ésta expresaban "el nivel de vida de los colombianos" y el "grado de civilidad y progreso del país", elementos definitivos en las expectativas de liberales y conservadores18.
Pero lo que se pretende aquí no es describir simplemente el funcionamiento de las varias dependencias que en la ciudad de Cali se encargaron de la higiene en el período estudiado, lo que se busca es articular aquellas particularidades y cambios institucionales con los imaginarios políticos que los cimentaron, lo que nos va a permitir comprender la consolidación, renovación y adaptación de las cuestiones higiénicas, que entonces circulaban entre las elites. Las estrategias y prácticas de la administración municipal de Cali para enfrentar las diversas problemáticas sanitarias, no eran acciones puramente objetivas o desprovistas de sentido político; todo lo contrario, van a ser el resultado de un proceso histórico relacionado con la definición y abordaje del problema de la higiene, un escenario de política pública donde se cruzaron elementos culturales, sociales y políticos.
En la primera parte abordamos los aparatos institucionales y las prácticas adoptadas para combatir los problemas sanitarios de la ciudad, observando la conflictividad que estos implicaban; en la segunda parte analizamos aquellos imaginarios que fundamentaban las estrategias higienistas, donde confluirán el tema de la eugenesia y el de la defensa del pueblo. En la tercera parte se observa cómo se enlazan las prácticas científicas que pretenden legitimar el papel de la profesión médica, esto es, una medicalización de los problemas sociales, con los tradicionales planteamientos moralistas. Al final del texto recogemos algunas consideraciones a modo de conclusión provisional.
El Concejo Municipal de Cali contaba con una "Comisión Permanente de Higiene, Policía y Beneficencia", formada por tres concejales19. Esta pequeña estructura institucional nos muestra la importancia que entonces se le daba al problema de la higiene; el designar a tres concejales para que de forma permanente trataran los temas correspondientes a la higiene de la ciudad es un buen indicador de la trascendencia de tales inquietudes20. El municipio atendía este rubro, además, con un Secretario de Higiene y Asistencia Social; un Médico Cirujano para obreros y visitas domiciliarias; dos médicos para las consultas permanentes de empleados, obreros, policía y pobres; practicantes; farmacéuticos y ayudantes, todos bajo la dirección del Departamento de Higiene y Asistencia Social21. Por otra parte estaba el Instituto de Higiene Social -establecido mediante un contrato entre el Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión Social, el Departamento y el Municipio y "destinado a la Campaña Antivenérea"22. El cuadro lo completaba el Centro de Higiene, la otra dependencia encargada de este tipo de problemas que funcionó en la ciudad, la cual provenía de un contrato entre la Dirección Nacional de Salubridad, el Departamento y el Municipio; el personal del Centro era numeroso, y debía rendir informes mensuales y anuales a la Dirección de Salubridad, a la Gobernación y al Concejo de la ciudad23.
Aquellas entidades tenían unas funciones poco delimitadas, lo que sumado a la resistencia de varios sectores de la ciudad frente a la aplicación de medidas higiénicas, evidencia un panorama complejo. El Centro de Higiene, por ejemplo, contaba con un antecedente llamado la Unidad Sanitaria24, una unidad móvil de higiene encargada de hacer visitas domiciliarias e imponer multas; las labores de esta dependencia no dejaron muy contentos a algunos ciudadanos quienes no tardaron en redactar un memorial y enviarlo al Concejo, señalando varias irregularidades, como:
(…) la de cobrar un impuesto de diez centavos por la revisión de cada casa sin tener autorización legal ninguna; la [exigencia de] construcción de cielos razos (sic) en cocinas de casas de zinc, donde anteriormente se habían hecho retirar dichos cielos razos por la misma Unidad Sanitaria, para darle salida al humo en cocinas encerradas; prohibición absoluta de baños al aire libre, siendo como es, que en climas ardientes como el nuestro, los baños encerrados antes más bien deben ser los restringidos; encementado de solares, orden esta que no tiene otro fin que el de hacerle gastar dinero al dueño del predio, medida adoctada (sic) cuando la mayor parte de las calles de la ciudad carecen de asfalto y abundan en ellas los baches, debiendo concretar su vigilancia en este sentido solo a la extirpación de humedades y pantanos; también se está extremando la medida de hacer retirar los pisos de ladrillos (barro cocido), siendo como es, que esta clase de baldosas son las más adaptables a nuestro clima; y en fin un sin número de medidas sin reglamentación alguna que sólo son controladas por el empleado a quien toca hacerlas efectivas, con el criterio del mayor o menor grado de simpatía o antipatía que le inspire el cliente a quien van a ser aplicadas25.
Puede verse cómo ciertos aspectos eran captados como medidas arbitrarias, poco adaptables a los hábitos ya instaurados de algunos sectores de la ciudad26.
Los descontentos avanzaban en otras direcciones, y frecuentemente las entidades relacionadas buscaban delimitar sus funciones. Así uno de los directores del Centro de Higiene, Vicente Muñoz Díaz del Castillo, daba declaraciones al diario Relator, recordando que el aseo de las calles estaba a cargo no del centro que él dirigía, sino de una sección de la Secretaría de Obras Públicas Municipales, razón por la cual no debían dirigirse al Centro las quejas sobre tal servicio27. El mismo funcionario mencionaba, ya entrando en los que consideraba dominios del Centro, la "invasión de moscas" que azotaba a la ciudad, lo que sería el resultado de que los camiones de basura no arrojaran los desechos al río Cauca sino al Paso del Comercio28. De igual forma mencionaba la campaña contra el mosquito, en la que se estaba haciendo "lo mejor posible por medio de drenajes, rellenos, petrolización (sic), cooperización (sic), etc.", para lo que hacían falta recursos y obreros. También resaltaba el control de restaurantes, hoteles y cafés, donde se había conseguido mucho "en las condiciones higiénico-sanitarias": se habían hecho "decomisos de vajillas, alimentos, etc., en grandes cantidades por encontrarse en pésimas condiciones"29. Otro de sus dominios era el control de alimentos y de leches, donde se hacían exámenes de laboratorio a diario. Igualmente estaba una campaña antivenérea intensa: "Siendo las enfermedades venéreas, en especial la sífilis y la blenorragia, uno de los grandes flagelos de nuestro pueblo", se hacía necesaria la construcción de un "hospital de higiene social"30. La "sanificación" de la ciudad requería entonces de la atención de la ciudad, el departamento y el gobierno nacional, así como de grandes sumas de dinero.
Pero esos llamados de atención frente a la confusión de dependencias, funciones y responsabilidades, no eran la única dificultad a la que se enfrentaba el Centro de Higiene. Su director, Muñoz Díaz, se vio obligado en 1946 a comunicarle al Concejo de la ciudad el "reclamo angustioso" del personal a su cargo, pues la Secretaria de Hacienda del Municipio no había cumplido con las cuotas atrasadas en sus aportes para el funcionamiento del Centro. Bien podrían comprender los concejales que: "No es de justicia que a estos abnegados servidores públicos, que están empeñados en la ingrata tarea de defender la salud de la comunidad, se los tenga sin recibir sus sueldos desde hace dos meses, y se coloque a más de cuarenta familias pobres en una situación de hambre"31. Puede verse entonces que el proyecto de higiene que se recibía desde la dependencia nacional encargada de la higiene, y que impulsaban las autoridades oficiales de la ciudad, tenía que sortear diversos obstáculos en el difícil trayecto desde su formulación hasta su realización práctica32.
No sólo era necesario que los entes dedicados a la higiene local salieran airosos de los líos administrativos frente a la obtención de recursos, también aparecían, como problema a solucionar, las tradicionales costumbres de los habitantes de la ciudad, que se rehusaban a adoptar el instrumental y el recetario higiénico de los proyectos urbanos33. Por ejemplo, el control de las letrinas higiénicas, que era una de las tareas del Centro de Higiene, tuvo que acomodarse:
Durante el año [1946] se rebajaron 2.506 letrinas higiénicas a no higiénicas por ser de cemento en su mayoría. Estas letrinas de cemento se aceptaron como higiénicas en la época de la guerra por falta de las de porcelana y las pocas que había, su costo era excesivamente alto ($160, 180, 200). Aunque todavía estos precios no se han modificado apreciablemente, siendo muy difícil su consecución sobre todo para la gente pobre, se están haciendo cambiar todas las letrinas de cemento por porcelana, dándoles a los pobres largos plazos, lo cual va a demorar notablemente la higienización de esas 2.586 tazas de cemento (letrinas antihigiénicas)34.
Por su parte, las criticadas autoridades sanitarias percibían un ambiente promisorio, reconocían las dificultades y la falta de cooperación de dependencias como la Secretaria Departamental de Higiene, pero acudían al apoyo de "la ciudadanía sin distingos de clase social y colores políticos"35. Los esfuerzos de las autoridades municipales eran notables: La desinfección de un cuarto de un tuberculoso no se cobraba, así como las vacunas para diversas enfermedades también eran gratis para la "gente pobre"36, aunque claro, algunos funcionarios decidían cobrar por su cuenta, lo que aparecía como otra dificultad.
La prensa local, apartándose a ratos de una visión evidentemente pesimista, se permitía registrar aquellos acontecimientos en los que, aparentemente se podían leer avances en materia de higiene. Fue el caso, por ejemplo, del nuevo local que se consiguió para el Instituto de Higiene Social: el periódico Relator puso en su última página la fotografía correspondiente a la visita del Ministro de Higiene, Dr. Pedro Eliseo Cruz, en la "colocación de la primera piedra del Instituto de Higiene Social" 37, en ella aparecían José Castro Borrero, Alcalde de Cali y Daniel Caicedo Gutiérrez38, Director del Instituto de Higiene, que antes funcionaba en la carrera 7a con calles 22 y 23. La articulación de la ciudad a las medidas nacionales iba más allá de los momentos en que, esporádicamente, entidades locales y nacionales coincidían en un mismo espacio; esto también puede verse cuando el presupuesto del Valle del Cauca es recortado en 1948, y uno de los ramos más afectados es el del Ministerio de Higiene. Ese recorte al presupuesto nacional se expresó, con gravedad según algunos observadores, en cada una de las dependencias que a nivel local velaban por la higiene. Esas dependencias locales nos dan una visión bastante compleja de cómo era pensado el tema de la higiene: Albergue Heladio Perlaza, Orfanato Fray Luis Amigó, Hospicio de la Misericordia, Gota de Leche y Cruz Roja, Club Noel, Clínica de Maternidad, Acueducto de Cali, Casa del Buen Pastor, Hospital de San Juan de Dios, Asilo de mendigos, Asilo y Orfanato de las Madres Adoratrices, Casa de la Empleada39. Lo que podía pensarse como beneficencia también era visto como higiene.
A comienzos de 1948 los principales problemas de este orden, según la visión de Danilo Madriñán H., Director del Centro de Higiene, eran los siguientes: higienización del alcantarillado público (que las aguas ya no se viertan en el río Cali y el Cañaveralejo sino en el río Cauca); los lavaderos públicos (pues en la calle 20 a las alturas del río Cali se lavaban ropas en condiciones "primitivas y antihigiénicas"); urbanizaciones para barrios obreros que no cumplían con los requisitos de la resolución número 270 de 1935, emanada de la Dirección Nacional de Higiene (sin alcantarillado ni agua potable estaban los barrios Colón, Villanueva, Floresta, las Delicias, la Campiña, parte de Alameda y de Saavedra Galindo); y los botaderos de basura ("criaderos permanentes de la mosca doméstica que es el enemigo número uno de la sociedad")40.
Las labores de las instituciones municipales encargadas de la higiene eran recibidas de maneras múltiples y variopintas, desde enconados reclamos hasta emocionadas muestras de satisfacción. En octubre de 1949, informaba el Diario del Pacífico, que era justo reconocer la labor del Centro de Higiene. El caso específico que justificaba el mencionado halago era el de un "perro rabioso" que había estado vagando por las calles de la ciudad y había mordido a varias personas. La respuesta del Centro frente al evento fue "apresurarse a notificar a la ciudadanía por avisos en la prensa de este peligro"41. A un problema higiénico se respondía con avisos para notificar a los ciudadanos y, como lo advertían los columnistas, aunque bien lo pareciera, ese de la rabia canina no era un asunto sin trascendencia: la hidrofobia "una de las enfermedades más terribles y mortales que existen (sic)" ponía en grave peligro "a multitud de hogares y seres incautos". En fin, para este periódico "el aviso dado por el centro de higiene a la ciudadanía" parecía "lo más oportuno y conveniente", y llamaban a todas las personas a "que colaboren ampliamente con dicho centro para contrarrestar esta enfermedad peligrosísima, traicionera y mortal"42.
Poco tiempo después se anunciaban medidas mucho más drásticas para problemas higiénicos diferentes a la hidrofobia, como las gestiones de Guillermo Potes Lozano, Alcalde de Cali, realizadas en Bogotá con respecto a la "labor de saneamiento" que se emprendería en la capital vallecaucana. Se recibiría la visita de una comisión de técnicos "(…) con el fin de que ella realizará una total obra de saneamiento hasta el punto de eliminar de modo completo la plaga de zancudos que actualmente, y por virtud del invierno, y de las crecientes del río Cauca, se halla perturbando la tranquilidad de la población caleña"43. Ignoramos si tal comisión vino o no a Cali y si acabó de una vez por todas con la plaga de zancudos, tampoco sabemos de la suerte del can rabioso anunciado en los periódicos, pero de lo que si tenemos evidencias es de la amplia estela que conformaban los proyectos y las estrategias destinadas a solucionar todo lo relacionado con el tema de la higiene.
Para 1950 parecía cerrarse un ciclo en este amplio y problemático espectro de decisiones políticas; a fines de 1949 el doctor Aniceto Guzmán anunciaba que a partir del primero de enero del año siguiente, con la autorización del Ministerio de Higiene y de la Gobernación del Departamento, se iban a coordinar los servicios de la Secretaría de Higiene del municipio y del Centro de Higiene. Como se venía atendiendo a su funcionamiento, afirmaba el Secretario Municipal de Higiene, "prácticamente no estábamos haciendo nada", en adelante habría una Secretaría de Higiene y de Salubridad Pública, que dirigiría todos los servicios, el Centro de Higiene actual pasaría a ser una sección técnica, con su director, con un período fijo de dos años, y una partida mensual de $5000 pesos para que pudiera atender a todas las cuestiones de su ramo44. Se trataba pues de la creación de un organismo que agrupara la Higiene, la Salubridad y el Aseo Municipal:
La Dirección de Higiene funcionará con sus dos secciones: Asistencia Social y Salubridad Públicas; la Asistencia Social funcionará como lo ha venido haciendo hasta hoy, con sus servicios para empleados, obreros municipales y familiares, y en los "Puestos de Socorro" de los barrios populares con consultorios gratuitos; estos servicios son pagados con fondos municipales, y contando con los auxilios que el municipio concede a varias entidades como Instituto de Higiene Social, Instituto de cancerología, Club Noel, "Hospital de San Juan de Dios", etc., goza de un presupuesto actual que pasa de 800.000.0045
Así como diversas eran las maneras de responder a los problemas, igualmente amplio resultaba el panorama de lo que se pretendía significar con la noción de Higiene.
Además de la reorganización de todas las dependencias encargadas de los problemas sanitarios municipales, 1950 era el año en que se proyectaba una "vasta campaña de higiene"46. Para comenzar el Secretario de Higiene, el antes mencionado Aniceto Guzmán, había dirigido una circular a los empleados de su dependencia en la cual les notificaba que había resuelto, "de manera categórica" terminar con la costumbre establecida de cobrar por los certificados de carácter oficial47. No cumplir con tal petición llevaría a "la inmediata remoción del empleado", y ello no cubría sólo el cobro indebido por dichos certificados oficiales, sino también el pedir o aceptar propinas por tal concepto48. Gratis tenían que ser los certificados médicos para salir del país, así como también los servicios de vacunación; las medidas para asegurar esta disposición aparecían como la llegada de la "moralidad" a la Dirección de Higiene49.
Los discursos que se empleaban en la descripción y formulación de las medidas adoptadas para el control de la higiene de la ciudad se apoyaban en un conjunto de imaginarios políticos; elaboraciones culturales con las cuales las elites políticas interpretaban las problemáticas de la ciudad y agenciaban las respectivas correcciones50. Es necesario detenerse en uno de esos imaginarios, que atravesó significativamente a las prácticas e instituciones alrededor de la higiene: detrás de todas aquellas prácticas y estrategias, reales o proyectadas, estaba presente la idea de defender al elemento humano; de asegurar la buena higiene del pueblo. El momento político que más o menos ha esbozado Herbert Braun51, el de un acercamiento a la identidad del pueblo como característica de la renovación de la política latinoamericana a mediados del siglo XX, pasó también por el tema de la higiene, que sería también pensada como salubridad popular.
Uno de los directores del Centro de Higiene, por ejemplo, afirmaba que "Nosotros estamos firmemente convencidos de que antes de emprender en bellas obras (sic) de ornato, se necesita resolver los problemas sanitarios y de higiene, por lo mismo que con ellos defendemos al elemento humano como fuente primordial de toda riqueza y engrandecimiento de nuestro pueblo"52. Aquella urgente misión se acompañaba con visiones marcadamente trágicas: "Recabamos, el problema de la higiene en Cali es aterrador y necesita una cooperación de ricos y pobres, de autoridades y de particulares (…) La raza está carcomida por las bases y si no acudimos a tiempo con el remedio, mucho antes de lo que pensamos, en las calles apenas veremos desfiles de espectros"53. Los imaginarios que justificaban las prácticas políticas higiénicas, antes descritas, giraron alrededor de la tarea de definir bajo nuevas perspectivas a aquel escurridizo personaje que fue protagonista en el siglo XIX: el pueblo como elemento central de un régimen democrático de representación. Para ello sería fundamental la perspectiva eugenésica54 que predominó en la visión de varios intelectuales colombianos, la de una raza degenerada55.
Clarita Zawadzky, una columnista de Relator, retomaba la experiencia de los Estados Unidos en materia de higiene y salubridad como un ejemplo a seguir, y en esa misma lógica encontraba el panorama local poco o nada esperanzador: "El nivel de vida del pueblo, es bajo, pero ellos no ayudan a levantarlo. Indolentemente dejan que los días pasen, sin dar el menor paso hacia un modo de convivir con más confortabilidad. Su lema para obtener la realidad de días mejores, podría fácilmente basarse en agua y jabón". 56 Se trataba pues de un pueblo indolente, afecto a la falta de higiene. Ese sería el motivo de que fuera tan difícil obtener una higiene pública como la del país del norte, ejemplo de la civilización y el progreso. Como puede notarse, el empeño y el interés en las labores de la higiene, giraban alrededor de una defensa: la defensa del pueblo. Por ello, y en ese entonces más que nunca, se necesitaba, según Vicente Muñoz, "(…) la intensificación de las campañas de Asistencia Social, Saneamiento, etc., porque a través de ellas se defiende al elemento humano, base fundamental de nuestro progreso"57.
Ese "elemento humano", base del progreso, era el pueblo. Era él quien recibía los beneficios de tales proyectos; de su vigor y salubridad dependía el progreso de la patria. Así, por ejemplo, Oscar Ayala Reina, el reemplazo de Muñoz Díaz en la dirección del Centro de Higiene, hallaba una poderosa razón para pedir ayuda económica al Concejo Municipal con motivo de su asistencia al V Congreso Médico Nacional que se llevaría a cabo en Barranquilla, entre el 1 y el 8 de diciembre de 1946. En tal "certamen científico" se tratarían los asuntos relacionados con las diferentes experiencias sobre los problemas de higiene en el país y el desarrollo de la política adelantada por el gobierno, su penúltima consideración para la solicitud era "infortunada", pues: "No existe en el país una institución permanente de ayuda financiera a quienes en un certamen como este de tanta utilidad común, van a presentar la inquietud de la ciencia por un progreso que interesa principalmente al Estado en su función democrática del mejoramiento de la raza"58.
Pedir un auxilio económico resultaba entonces una actividad cimentada en un imaginario con un amplio recorrido en la tradición política del país, y que desde luego no era ajeno a las elites de la ciudad: la idea de una raza degenerada59. Desde los años veinte el debate sobre si el pueblo colombiano y su raza eran fatalmente degenerados, o si por el contrario tenían posibilidad de mejorarse, se alimentó de varias posturas. Bien conocidas son las conferencias que en Bogotá dictara Laureano Gómez, así como los puntos de vista de Jorge Eliécer Gaitán, desde su tesis dedicada a las ideas socialistas en Colombia60. Lo que nos interesa resaltar aquí es como un funcionario de la administración municipal acudía a una representación nada ligera para fundamentar una gestión aparentemente simple. Era una "función democrática" y no un interés personal lo que impulsaba la petición del funcionario mencionado, es en esa forma como las medidas y decisiones de las dependencias y funcionarios locales se alimentaban de los conjuntos de imágenes que se construían sobre la identidad del pueblo61. El mejoramiento de la raza -inquietud "democrática"- era una labor inexcusable.
A la pregunta de cuál era el problema sanitario más delicado, Jorge Bejarano, el Director Nacional de Salubridad y primer Ministro de Higiene, respondía: "Si tomamos el sentido de raza y de patria, yo diría que el máximo problema de Colombia lo constituyen sus madres e hijos. Tenemos una mortalidad materno-infantil realmente aterradora que debe angustiarnos", sin embargo, "ninguno más capital que la alimentación y nutrición de nuestro pueblo"62. En los últimos veinticinco años, afirmaba el entonces recién posesionado ministro, la higiene había ido adquiriendo gran "valor y entidad" en todo el mundo, y no sólo porque se crearan ministerios para ella, pues además los "conductores del pueblo al estilo de Lenin, Hitler, Musolini" habían producido la transformación en sus países "con programas de higiene y solo de higiene"63. Una vez más la inquietud de la higiene se acercaba a aquel personaje tan difuso: el pueblo. Las declaraciones del mismo funcionario evidencian lo que intentamos señalar; éste consideraba que la creación de tal ministerio64: "(…) corresponde a una necesidad del pueblo colombiano que estaba exigiendo desde hacía varios años un ministerio independiente que se ocupase exclusivamente de las cuestiones de la higiene y la salubridad públicas"65. Bejarano decía esperar de la prensa, el clero y el cuerpo médico su colaboración, como "órganos que son de contacto permanente y directo con las grandes masas obreras y campesinas del país"66.
Las masas o el pueblo: ambos términos revelaban que el proyecto encaminado a mejorar la salubridad pública y la higiene tenía un actor principal. Era en la figura del pueblo donde se centraban aquellos esfuerzos por una ciudad higiénica, ante todo primaban aquellas imágenes del mejoramiento de la raza y del pueblo urgido de hacerse más higiénico67. A la hora de recibir desde Bogotá las declaraciones del doctor Pedro Eliseo Cruz, sucesor de Jorge Bejarano en el Ministerio de Higiene, se notaba esta inquietud en uno de los periódicos locales. En este sentido, El Crisol reproducía las afirmaciones del ministro: "La ignorancia y la indigencia son dos de los más activos factores de la enfermedad. Ninguna nación puede llamarse realmente civilizada, cualquiera que sea su poderío económico o bélico, o su nivel artístico o científico, mientras la mayoría de sus hombres vivan minados por la enfermedad y en medio de la ignorancia y la miseria"68. Pero estas apreciaciones aparecían bajo el siguiente titular: "Un pueblo ideal no debe tener hoy enfermos, mendigos, ni analfabetos"69.
Esta defensa del pueblo, como argumento esencial de las medidas de control de la higiene, va a ser acompañada por un tono pesimista y exagerado, que contribuiría a elaborar y fundamentar las diversas estrategias empleadas en la defensa de la higiene pública. Además de las medidas tomadas desde el Concejo y las dependencias de la ciudad dedicadas a la higiene, otros actores urbanos pusieron su cuota en la preocupación por la higiene pública: la prensa de la ciudad sirvió como instrumento para denunciar los problemas en esta cuestión70. Las quejas que llegaban a las salas de redacción de los diarios locales eran bastante copiosas. Se señalaba insistentemente la "total falta de aseo" de algunos sectores. En las cercanías del centro de la ciudad, era apenas un caso, existían varios solares "sin cercar ni desmontar" donde el vecindario, "con descaro inaudito y violando las más elementales reglas higiénicas" arrojaba "toda clase de basuras y animales muertos", "viveros de las más inmundas plagas" se convertían en "vehículos de toda clase de epidemias"71. El problema era "angustioso" y poco hacían para solucionarlo las autoridades encargadas, éstas se desvelaban en ir a los hogares a revisar que no hubieran grifos con goteras, ni recipientes con agua en los patios, o que los pisos de las casas fueran de mosaico (aún los de "las más infelices chozas"), aspectos "nimios" cuando se desatendía lo "fundamental", pues allí estaban: "los pantanos incubadores de miasmas, los solares preñados de detritos, las nubes de moscas y zancudos, los cafés generando y propagando toda clase de enfermedades sociales"72.
La idea de que las autoridades higiénicas perdían el tiempo en lo menos importante tuvo varias reiteraciones. Se decía que en Cali no existía sanidad, pues si bien habían algunos ciudadanos que se denominaban 'inspectores de sanidad'73 poco o nada hacían por enterarse de cómo marchaba el servicio higiénico, y apenas si se dedicaban, de cuando en cuando "a fijarse en las casas residenciales que basura encuentran (sic) para hacer imponer [multa]"74. El problema aquella vez, como otras tantas, era un antiguo desagüe que vecinos "sin escrúpulos" habían convertido en un muladar, donde se estaban arrojando "toda clase de basuras, desperdicios de comidas y hasta perros, gatos y gallinas muertos"; cuando calentaba el sol el olor era insoportable, además tanto en verano como en invierno los mosquitos se procreaban, lo que constituía un "constante peligro para la salubridad pública"75. Así mismo, a sólo cinco o seis cuadras de la Plaza de Cayzedo, según la Información Local del Diario del Pacífico, se veían muladares: "Alimañas muertas; botaderos de basuras y desperdicios que atentan contra la salubridad pública; pozos en putrefacción, verdaderos criaderos de mosquitos; carroñas pestilentes, y mil cosas más que repugnan a la vista y relajan"76. El ambiente que se dibujaba resulta verdaderamente caótico; las autoridades sanitarias no eran más que puras "figuras decorativas"77. No era pues extraño que los diarios enfilaran baterías en contra de las autoridades a cargo de la higiene, volviendo "¡a la carga! contra el pésimo servicio sanitario que existe en la ciudad"78.
Los problemas higiénicos de la ciudad se desplegaban como un pestilente y desagradable abanico. El Diario del Pacífico hablaba de un "estado alarmante de insalubridad", consideraban pertinente la tentativa de unificación de los organismos estatales, pero lo importante era que "las buenas intenciones" lograran "fugarse de la zona literaria y convertirse en una auténtica realidad"; ello era absolutamente necesario ya que "A la población caleña hay que defenderla, a cualquier precio, de la nociva influencia de la insalubridad. Nosotros somos muy dados a esbozar avanzados programas en materia de salubridad pública, que siempre se quedan reducidas a muy modestas proporciones"79. "Hablamos mucho de higiene y salubridad públicas y no hemos sido capaces de construir un sanatorio para tuberculosos", se confesaba con un marcado sinsabor80.
Uno de los problemas más discutidos dentro de los diarios fue el de la mosca doméstica, lo que llama bastante la atención, pues eran vistas como el enemigo número uno de la sociedad. Desde 1945 hemos encontrado, reiteradamente, esta inquietud81. Podríamos, al respecto, recordar una de las crónicas de Luis Tejada sobre el temor exacerbado a las moscas. En 1918 el cronista Tejada se enternecía de ver a los "difamados dípteros", "graciosos y diminutos"; llevando la contraria con su increíble sentido del humor Tejada respondía, a quien le increpaba que las moscas se posaban en los pantanos y en la carroña para después hacerlo en la comida y en la piel, con la siguiente fórmula: "¡Que exterminen los microbios, que sequen los pantanos, que entierren las carroñas!"82. La paradójica fórmula de Tejada subraya certeramente el drama y la exageración con los que las elites políticas de la primera mitad del siglo XX pretendían establecer su autoridad en los diferentes aspectos del control y la organización de la higiene pública.
Los diarios locales mostraban su preocupación por los dípteros, y en esa medida le pedían al Centro de Higiene que economizara papel, en cuanto a circulares y resoluciones, y más bien movilizara su personal para realizar "(…) una campaña efectiva contra los lotes convertidos en lagunas en los sitios centrales de Cali, contra los pozos en las vías, contra los montones de basura, contra los montes como los que hay en el llamado 'Parque Umaña'. Todo eso ocasiona moscas y zancudos"83. El tono apocalíptico con el que, como veíamos antes, se dibujaba una ciudad pestilente y antihigiénica, devenía a veces en figuras muy curiosas:
Varios ciudadanos se han quejado a nuestras oficinas de redacción, para darnos la siguiente noticia: 'la ola de zancudos continúa en avance, disputándole posiciones a las moscas en todos los sectores de Cali. Se trata de zancudos tipo Douglas DC-4, o sea de cuatro motores' (…) Las moscas son de tipo Catalina, según investigaciones que ha realizado el señor Félix Orjuela, quien a su turno agrega que traen toda clase de "carga" para la ciudad. Las autoridades de higiene estiman que se debe al invierno. La ciudadanía, por el contrario, presume otra cosa (…)84.
De modo muy particular se acudía a tales figuras de modelos de aviones, muy conocidos durante la Segunda Guerra Mundial, para señalar con un poco de ironía la alarmante situación que ocasionaban los zancudos y las moscas. Eran muchos los que clamaban porque se iniciara una campaña efectiva contra "uno de sus peores y más molestos enemigos": los zancudos, "estos bichos, propagadores activos de enfermedades, particularmente del paludismo, infestan la ciudad y toda el área adyacente a la misma"85. La dedetización, aplicación de un veneno llamado DDT que duraba aproximadamente seis meses, era un paso "por la higiene y salubridad popular"86 que debía ampliarse a través de la eliminación de ciénagas que circundaban la ciudad.
En otra ocasión también apareció cierto tipo de símiles que figurativamente permitían pensar el problema, así, volviendo a la cuestión de los zancudos y las moscas, se decía que las ciénagas en la ciudad debían ser objeto de "una completa obra de saneamiento" por parte del gobierno local, "De una especie de 'blitzkrieg' higiénico. La unidad de funciones de la Secretaría de Higiene es cosa que da tiempo, mientras que la acción de las aguas estancadas no concede plazos; es de una beligerancia tremenda"87. El problema de la salubridad local presentaba una oportunidad para recordar conceptos que habían circulado recientemente; lo de "blitzkrieg", que significaba "guerra relámpago", provenía de la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, las amenazas higiénicas, las mismas que ponían en jaque al pueblo, aparecían entonces como beligerantes88.
El proyecto higiénico que las autoridades municipales buscaban llevar a cabo en la ciudad, a medida que se enfrentaba -como hemos venido mostrando- a diversas series de conflictos, se alimentaba de aquellas ideas sobre la raza degenerada, a la vez que podía acudir a la idea de "engrandecer" al pueblo para engrandecer al país. Las medidas que se tomaban desde el Centro de Higiene o el Instituto de Higiene Social, la intervención del Concejo en algunos casos, el papel de los diarios locales señalando con ahínco lo que faltaba por hacer o no se estaba haciendo bien, ponen en evidencia que pensar en el pueblo era un recurso efectivo para sustentar las decisiones tomadas y esgrimir todo un conjunto de estrategias para hacer frente a la problemática de la higiene. Las enfermedades venéreas, las epidemias o enfermedades consideradas fatales, las condiciones insalubres de las viviendas, la plaga de zancudos y moscas, los alimentos y bebidas en malas condiciones sanitarias, la existencia de muladares o botaderos de basura en la zona urbana, eran amenazas que se sobredimensionaban en una retórica de la exageración que buscaba establecer la autoridad de las elites en este ámbito de la vida social.
Llama la atención el fuerte acento de muchas de las informaciones sobre higiene de los diarios locales; en éstos se dibujaba una ciudad apocalíptica, sucia, inmunda. En la defensa del pueblo, que como señalamos era parte esencial de la fundamentación de las prácticas higiénicas, subyacía las más de las veces, una imagen dramática de la condición del mismo, pues se le encontraba como receptor de toda una tragedia nacional: la degeneración de la raza89. "Carcomido por las bases" y portador de una gran indolencia, el pueblo parecía poder encontrar su redención en el agua y el jabón, en la "petrolización" o eliminación de las ciénagas y los pantanos, en la infatigable e "ingrata" labor de los funcionarios municipales de las dependencias encargadas de la higiene. Un pueblo sin enfermos, que ya no viviera en casas insalubres, libre del flagelo de las enfermedades, lejos del zumbido de moscas y zancudos, consumiendo leche y alimentos en condiciones sanitarias, fue pensado como proyecto, y las diversas medidas emprendidas para conseguirlo -enfrentadas a innumerables obstáculos y contradicciones- se alimentaron de interesantes y llamativos elementos: la raza degenerada, los modelos de ciertos aviones, una estrategia militar de la Segunda Guerra Mundial. Experiencias y expectativas, inquietudes y prejuicios, se materializaban erráticamente en las contracciones y cambios de las instituciones involucradas. En esa intersección de imaginarios y prácticas se acrisoló un proceso histórico particular, con el que las elites políticas de la ciudad definieron su proyecto político, en consonancia con los ideales del progreso, la civilización, y la democracia liberal moderna y ordenada. Desde el tremendo y desolador panorama insalubre y antihigiénico que se imaginó para Cali, se construyó un itinerario específico, fragmentario y variable, para enfrentar una realidad siempre problemática y cambiante.
Este itinerario amalgamaba biología y política90. En los imaginarios y prácticas que el Estado y las elites crearon para abordar el problema de la higiene social, se encuentran referencias a dos tipos de enfermedades: "La bacterial o física que atacaba a los cuerpos más débiles y sometidos a condiciones de vida precarias con poca o ninguna norma de higiene, y las llamadas 'enfermedades sociales' dentro de las cuales cabían las venéreas, el alcoholismo y en ocasiones el amancebamiento y la delincuencia"91. Es necesario llamar la atención en esta afirmación, pues creemos que nos acerca a uno de los aspectos fundamentales del problema. Las enfermedades, los flagelos del pueblo vistos como cosas "terribles" y "mortales", de grave peligro, no sólo apuntaban a lo recogido dentro de las prácticas médicas o científicas que se consolidaban progresivamente en este período92, además aludían a la comprensión que las elites políticas hacían de los problemas de la sociedad93; así este conjunto de estrategias y representaciones, pestilente e insano, estaría dando cuenta de uno de los rasgos importantes al interior de la vida política en el contexto estudiado.
Las enfermedades vistas no sólo como un asunto médico sino como una tara social, será una de las características esenciales del tratamiento del problema higiénico en Cali94. Uno de los médicos de la ciudad, el Dr. Carlos Borrero Sinisterra, expresaría el pensamiento de la época atravesado por la medicina moderna y los valores tradicionales de la cultura local; la medicina moderna direccionaba su discurso en una nueva forma de entender las disposiciones oficiales, pero de éstas mismas medidas puede observarse "(…) la manera en que el discurso médico, afirmado en la ciencia y la herencia biológica, junto con las conductas de carácter moral, centraba sus esfuerzos directamente en el control del cuerpo social como una manifestación exaltadora del progreso" 95. El tema de la higiene, requería entonces otros elementos aparte de los profesionales de la medicina96; ingredientes reposados y de antaño, como la moral97, tradicional de tiempos donde la urbe no contaba con las masas urbanas y los requerimientos de salubridad modernos, y donde todos los problemas parecían hallar solución en la buena voluntad de los vecinos notables. Como bien lo han mostrado algunos estudios sobre la prostitución en Cali a comienzos de siglo XX: "El discurso médico quedaba legitimado en el orden que se tejía entre la ciencia y la moral"98.
Entre las viejas y nuevas miradas a la higiene surgió una novedosa moral higiénica. Otros aspectos concernientes al tema de la prostitución, que también fue pensado como parte de la agenda higiénica, permiten entender mejor esa doble vía de pensamiento que incluía los avances científicos de la medicina, pero que no dejaba atrás las construcciones morales de las elites políticas. En el caso de Cartagena, por ejemplo, para que se pudiera capturar el cuerpo de la prostituta a través de los dispositivos higiénicos, fue necesario: "(…) construir en el imaginario colectivo la idea de que estas mujeres además de ser 'alegres avecitas' de degeneración moral y protagonistas de los más grandes escándalos que habían en la ciudad, también en su cuerpo se alojaba uno de los más repugnantes bacilos infecciosos como es el de la sífilis"99. La construcción del cuerpo antihigiénico de la prostituta hizo necesario, con respecto al concepto de sífilis, recurrir a una red de nuevos saberes científicos tales como la química farmacéutica, la bacteriología y la microbiología100. Los espacios donde se movía la "mujer pública" serían presentados como un nuevo foco de infección: casas de citas, zonas de tolerancia o de dudosa moralidad, cantinas, bares, cuartos y habitaciones; allí también "(…) recayó el poder de los discursos higiénicos estigmatizándolos como lugares sucios y propagadores de enfermedades. El organismo débil de la prostituta y los espacios insalubres en los que se desenvolvía, abonaron el terreno para la asociación de ésta con la propagación de padecimientos venéreos y no venéreos"101.
Las concepciones de gobierno social, distintas a la de gobierno civil, y emparentadas como ya se ha dicho con el crecimiento de la ciencia médica y otros saberes en proceso de profesionalización en el país, están llenas de contradicciones y atenuantes, como cualquier proceso histórico. El legado del período colonial, un tipo de comunidad donde el poder era de los letrados y el reconocimiento de vecino se anteponía al de ciudadano, puede leerse en Cali en algunas de sus instituciones. La Junta de Ornato y Mejoras Públicas de Cali (creada en 1903 por el Concejo Municipal) buscó ejercer funciones relacionadas con el embellecimiento y adecuación estética de la ciudad, y con la idea de progreso como articulador de crecimiento y belleza102. Casi todos los integrantes de la Junta hacían parte importante de la vida económica local, aunque no constituían un grupo homogéneo con proyectos e intereses iguales103. La Junta comenzaría progresivamente a perder relevancia política, ya que algunos políticos desarrollarían su actividad sin referenciarse a la idea de ciudad que tenían las "personas socialmente reconocidas"104.
Visiones de ciudad como en la que su momento construyeron los integrantes de la Junta de Ornato no desaparecerían del todo en la vida política de la ciudad; no obstante el desgaste de dicha institución los imaginarios de belleza, orden y salubridad, que un grupo de notables debatieron y afirmaron, seguirían dándole forma a discursos como el de la higiene. Hablar de los "flagelos del pueblo", de los "pobres" y su cercanía a lo "antihigiénico", junto al apoyo necesario de "la ciudadanía sin distingos de clase social y colores políticos", de la beneficencia y su relación con la higiene ("albergues", "hospicios", "clínicas", "asilos"), muestra esa amalgama de los viejos y nuevos problemas, de la medicina social surtiendo de vocablos al viejo ideario de la ciudad notable ordenada. El recuento de las "labores de higienización" y "saneamiento", "enfermedades terribles y mortales", de la "moral" y las "buenas costumbres", de la defensa del pueblo indolente, del "agua y jabón", del "mejoramiento de la raza" como "función democrática", de la "falta de aseo", "las plagas", vienen a enseñarnos como en el amarre de las prácticas e imaginarios de la ciudad coinciden los discursos médicos, en mixtura con los viejos postulados moralistas y conservadores. En una progresión sentida y rica en descripciones, desfilaban, al estilo de los círculos infernales de Dante, los escenarios aterradores de la ciudad anti-higiénica: pantanos, solares y cafés, amenazando a la ciudad con miasmas, detritos, nubes de moscas y zancudos y enfermedades sociales.
Para enfrentar el problema de la higiene fue necesaria la exageración, así como el drama y la angustia que retrataron los diarios locales105. Desde finales de siglo XIX, y a raíz de la profesionalización de la medicina desde 1870, se crearon sociedades en donde se discutía sobre cuestiones relacionadas con la higiene: calidad de aguas y leche, acueductos, alcantarillado, pavimentos, cementerios, mataderos, prisiones higiénicas, nutrición, inspección de alimentos, entre otras; en estas experiencias los médicos comenzarían a entender su tarea como una misión civilizadora106. Así como la lepra, en su redescubrimiento y tratamiento, fue dibujaba con historias horrorosas y con un pánico moral para conmover a la sociedad107, en busca de una medicalización de la enfermedad, los temas de la higiene fueron dibujados de una manera exagerada, ya no porque los médicos no tuvieran respuestas que ofrecer, como antes de los conocimientos microbianos. La industrialización, la urbanización y los nuevos actores sociales impulsaron a las diversas instituciones del Estado a afirmar la autoridad científica que buscaban los médicos, pero a apoyarse también en estos imaginarios de la defensa del pueblo108; las prácticas higiénicas tendrían grandes variaciones a partir del ingreso de los hallazgos médicos modernos, pero aún después de esas transformaciones los discursos sobre la higiene seguirían en diálogo con las tradicionales fórmulas moralistas de la política colombiana.
Los ideales del deber ser de la comunidad política en la Colombia de mediados del siglo XX, no llegaron a desligarse radicalmente de los imaginarios cercanos a la "notabilidad", la criminalización de la pobreza y la degeneración racial. En la década de 1940, y tras bruscas transformaciones sociales y científicas, tales ideales debieron ceder en alguna medida; ello se encuentra patente en las prácticas e instituciones higienistas que transitaron a mediados de siglo XX en las ciudades más importantes del país. Un nuevo planteamiento de los problemas sanitarios acompañaría entonces el difícil tránsito entre imaginarios y prácticas que definió la historia política del contexto estudiado. Ese nuevo planteamiento, adornado con el horror de las descripciones de los observadores, con un pie en las novedosas elaboraciones médicas de la defensa de la salud pública, y fundamentado en las aporías que implicaba pensar a la sociedad en términos de una democracia liberal con ansias de denominarse "moderna", cifró las coordenadas de las transformaciones y conflictos sanitarios a mediados de siglo XX.
Las estrategias y códigos normativos con los que los actores sociales apuntalaron su pensamiento político se corresponden con unos imaginarios y discursos con los que se alimentan recíprocamente. Los imaginarios sobre el pueblo no fueron un reflejo simple de las estructuras o los acontecimientos; las prácticas y estrategias no fueron un arsenal objetivo desprovisto de sentido político. La trama de acontecimientos alrededor de la higiene urbana, transita dentro de unas rutas de significado específicas, si bien nunca finamente delimitadas, al menos si accesibles a su análisis y comprensión. Las que hemos resaltado, en su compleja pero rica relación -las de la construcción de una medicina social y la redefinición del pueblo como actor y objeto- nos dan cuenta de la complejidad con que se enfrentaron los deseos de configurar una infraestructura sanitaria capaz de enfrentar los problemas de la población que, más allá del bienestar de la misma, amenazaban a las rutilantes ideas de civilización, progreso y modernidad.
La experiencia de una ciudad colombiana dentro de las circunstancias expuestas, como la de Cali, permite observar como el problema de la higiene también estuvo atravesado por las dinámicas del pensar la identidad del grupo social. El cambiante panorama del siglo XX hizo posible que se imbricaran avances médicos, valores morales, fórmulas burocráticas, descripciones dramáticas y figurativas; en esa moral higiénica, rica mezcla en la que reside el complejo proceso de definición de los problemas sanitarios urbanos, observamos la construcción incipiente de una salud pública o una medicina social apoyadas en la revaluación y cuidado de aquel difuso y deleznable protagonista del sistema democrático: el pueblo.
* Artículo resultado de la investigación "Imaginarios y representaciones sobre el pueblo, Cali 1945-1950". Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín - Colombia. 2013.
1 ARAYA, Eduardo, "El populismo en América Latina. Entre la ambigüedad conceptual y la realidad histórica", en CAVIERES, Eduardo (ed.), Los proyectos y las realidades. América Latina en el siglo XX, Valparaíso, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 2004, pp. 111-132.
2 LACLAU, Ernesto, La razón populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005.
3 BRAUN, Herbert, "Populismos Latinoamericanos", en PALACIOS, Marco (Dir.), Historia General de América Latina. Volumen VIII. América Latina desde 1930, París, Ediciones Unesco-Editorial Trotta, 2008, pp. 372 y 374.
4 LANDAU, Matías, "De la ciudad civil a la ciudad social: concepciones de gobierno en Buenos Aires (1880-1955)", en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2012, URL: http://nuevomundo.revues.org/63230, (24/03/2013).
5 Para Landau habría, en el tránsito de las primeras décadas del siglo XX argentino, una ampliación de los problemas "civiles" -cuestiones urbanas abordadas desde la perspectiva de regular y administrar la vida de los vecinos contribuyentes lejos de su dimensión social y apoyada en un orden jerárquico- a un tipo de gobierno "social", con unas perspectivas políticas más amplias que las heredadas por el siglo XIX. Ibíd.
6 Algunas aproximaciones al higienismo para América Latina y Colombia en: SOARES, Afonso, "São Paulo e a Ideologia Higienista entre os séculos XIX e XX: a utopia da civilidade", en Sociologias, Año 15, No. 32, Río Grande du Sol, 2013, pp. 210-235; ARMUS, Diego, La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950, Buenos Aires, Edhasa, 2007; KINGMAN, Eduardo, La ciudad y los otros. Quito 1860-1940: Higienismo, ornato y policía, Quito, Flacso, 2006; AGOSTONI, Claudia, "Los infinitamente pequeños: Debates y conflictos en torno a la bacteriología (Ciudad de México, siglos XIX al XX)", en AGOSTONI, Claudia y SPECKMAN, Elisa, De normas y transgresiones. Enfermedad y crimen en América Latina (1850-1950), México, UNAM, 2005, pp. 167-192; CUETO, Marcos, "Instituciones sanitarias y poder en América Latina", en Dynamis: Acta hispanica ad medicinae scientiarumque historiam illustrandam, No. 25, 2005, pp. 47-57; MÁRQUEZ, Jorge, Ciudad, miasmas y microbios: La irrupción de la ciencia pasteriana en Antioquia, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2005; NOGUERA, Carlos, Medicina y Política. Discurso médico y prácticas higiénicas durante la primera mitad del siglo XX en Colombia, Medellín, Universidad Eafit, 2003; PEDRAZA, Zandra, En cuerpo y alma: Visiones del progreso y de la felicidad, Bogotá, Universidad de Los Andes, 1999; LEÓN, Gloria, "El higienismo: antecedente histórico de la seguridad social en Medellín 1886-1946", en GUERRERO, Javier (comp.), Medicina y Salud en la Historia de Colombia, Tunja, UPTC, 1997, pp. 121-132; ABEL, Christopher, Ensayos de historia de la salud en Colombia 1920-1990, Bogotá, IEPRI-CEREC, 1996.
7 Se entiende por medicalización el proceso mediante el cual problemas que no eran del dominio médico pasan a serlo, siendo definidos en términos de desorden y enfermedad. TEIXEIRA, Rafaela, ORTEGA, Francisco y BEZERRA, Benilton, "Um panorama sobre as variações em torno do conceito de medicalização entre 1950-2010", en Ciência & Saúde Coletiva, Vol. 19; No. 6, Río de Janeiro, 2014, pp. 1859-1868. CONRAD, Peter, "Medicalization and social control", en Annual Review of Sociology, Vol. 18, 1992, pp. 209-232. Para algunas aproximaciones a la historia de la medicalización en América Latina y Colombia: ARMUS, Diego, "Legados y tendencias en la historiografía sobre la enfermedad en América latina moderna", en ARMUS, Diego (comp.), Avatares de la medicalización en América latina (1870- 1970), Buenos Aires, Lugar Editorial, 2005, pp. 13-40; MÁRQUEZ, Jorge, CASAS, Álvaro y ESTRADA, Victoria (Eds.), Higienizar, medicar, gobernar: Historia, medicina y sociedad en Colombia, Medellín, La Carreta, 2004.
8 SÁENZ, Eduardo, La ofensiva empresarial. Industriales, políticos y violencia en los años 40 en Colombia, Bogotá, Ediciones Universidad de los Andes, Tercer Mundo Editores, 1992, pp. 26-30. Para una aproximación al crecimiento económico colombiano de la primera mitad del siglo XX: HENDERSON, James, La modernización en Colombia. Los años de Laureano Gómez. 1889-1965, Medellín, Universidad de Antioquia, 2006, pp. 167-271.
9 Para el ascenso del Partido Liberal en las décadas de 1930 y 1940, puede consultarse: FLUHARTY, Vernon, La danza de los millones. Régimen militar y revolución social en Colombia (1930-1956), Bogotá, El Áncora Editores, 1981, pp. 57-82. VEGA, Renán, Crisis y caída de la República Liberal, 1942-1946, Ibagué, Editorial Mohán, 1988.
10 Un esfuerzo reciente y valioso para la comprensión de éste período en SILVA, Renán, República Liberal, intelectuales y cultura popular, Medellín, La Carreta Editores, 2005.
11 Sobre el tema de las generaciones de políticos colombianos: BRAUN, Herbert, Mataron a Gaitán. Vida pública y violencia urbana en Colombia, Bogotá, Editorial Norma, 1998.
12 ALMARIO, Oscar, La configuración moderna del Valle del Cauca, Colombia, 1850-1940. Espacio, poblamiento, poder y cultura, Cali, CECAN Editores, 1995.
13 Aunque con cifras distintas aportadas por diversos autores, el crecimiento demográfico entre 1938 y 1951, equivale casi a la duplicación de la cifra inicial. APRILE-GNISET, Jacques, "Cuatro pistas para un estudio del espacio urbano caleño", en GARZÓN, José Benito (coord.), Historia de Cali Siglo XX. Tomo I. Espacio Urbano, Cali, Universidad del Valle, 2012, pp. 86-144.
14 URREA, Fernando, "Transformaciones sociodemográficas y grupos socio-raciales en Cali, siglo XX e inicios del XXI", en GARZÓN, José Benito (coord.), Historia de Cali Siglo XX. Tomo I. Espacio Urbano, Cali, Universidad del Valle, 2012, pp. 145-194. ARROYO, Jairo, Historia de las prácticas empresariales en el Valle del Cauca: Cali 1900-1940, Cali, Universidad del Valle, 2006.
15 En el caso de la provincia argentina de Córdoba se ha señalado que junto a la ampliación de la infraestructura sanitaria en las décadas de 1930 y 1940, surgió un interés por el mejoramiento de la vivienda y la alimentación popular: ORTIZ, María José, "La salud pública en transformación. La estructuración de políticas sanitarias en Córdoba-Argentina, 1930-1943", en Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, Vol. LXIV, No. 1, 2012, p. 134.
16 Para un acercamiento a cuestiones como el control de las basuras y los alimentos, y el manejo de las aguas, véase PERAFÁN, Aceneth, "Las prácticas higienistas en el entorno urbano caleño, durante la primera mitad del siglo XX", en Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, Volumen 18, No. 1, Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 2013, pp. 33-62.
17 PEREA, Martha Stella, Higiene, sanidad y salubridad: la apuesta profiláctica en el despertar del siglo XX colombiano, Cali, Universidad del Valle, Departamento de Historia, (Tesis de Grado), 2009, p. 11.
18 Ibíd., pp. 14 y 15. Para la idea del progreso dentro de la problemática de la higiene, ver también: SUÁREZ, Miguel y MONSALVO, Edwin, "La higiene y el progreso. La institucionalización de la burocracia sanitaria en Manizales. 1920-1940", en Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, Volumen 18, No. 1, Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 2013, pp. 99-125.
19 Las otras comisiones permanentes eran la de Obras Públicas y la de Hacienda.
20 Un recuento de las transformaciones institucionales sanitarias en el Valle del Cauca, en: PEREA, Martha Stella, Higiene, sanidad y salubridad. Para el caso nacional: LEÓN, Gloria, "El higienismo".
21 A.H.C., Fondo Concejo, Gaceta Municipal, Tomo 56, Número 631, 10 de enero de 1946, Acuerdo No. 299, p. 2817.
22 A.H.C., Fondo Concejo, Gaceta Municipal, Tomo 56, Número 635, 30 de abril de 1946, Acuerdo No. 83, p. 2955.
23 A.H.C., Fondo Concejo, Gaceta Municipal, Tomo 58, Número 636, 30 de junio de 1946, Acuerdo No. 98, pp. 2982-2986. A este centro le correspondía el siguiente programa: 1º.-Epidemiología y estadística; 2º.-Protección infantil y materna, higiene y odontología escolares; 3º.-Educación sanitaria y propaganda; 4º.-Saneamiento urbano y rural, vigilancia de aguas y zonas hidrográficas; 5º.-Control de alimentos; 6º.-Campaña contra enfermedades comunicables: tuberculosis, venéreas, lepra, pian, etc.; 7o.-Campaña antimalárica.
24 Las unidades sanitarias surgirán a mediados de la década del treinta, como parte del interés que la administración de los liberales instala alrededor de la salud pública; su interés fundamental hasta entonces había sido la educación: ABEL, Christopher, Ensayos… pp. 72-79.
25 A.H.C., Fondo Concejo, Informes, 1943-1947, abril de 1943, f. 14.
26 Es precisamente a mediados de siglo XX que se intensifica la penetración de la medicina occidental en la vida cotidiana de las familias, véase CUETO, Marcos, "Instituciones sanitarias y poder…, p. 54.
27 Relator, Cali 16 de noviembre de 1945, p. 3.
28 Para una descripción de los métodos precarios en materia de basuras para el caso de Cali ver PERAFÁN, Aceneth, "Las prácticas higienistas…", pp. 54-59.
29 Relator, Cali 16 de noviembre de 1945, p. 3.
30 Ibíd.
31 A.H.C., Fondo Concejo, Correspondencia, Tomo I, 1946, Oficio Número 447, 24 de junio de 1946. El subrayado es mío.
32 Si en las ciudades colombianas más importantes, aun a mediados de siglo, resultaba tan difícil instalar una infraestructura sanitaria básica y constante, el panorama en ciudades intermedias y áreas rurales debe ser mucho más complejo; contar con esos estudios de problemas sanitarios en la periferia aportará mucho a la comprensión del higienismo colombiano, un ejemplo de este planteo en el caso argentino, en: BOHOSLAVSKY, Ernesto y DI LISCIA, María Silvia, "La profilaxis del viento. Instituciones represivas y sanitarias en la Patagonia Argentina, 1880-1940", en Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, Vol. LX, No. 2, 2008, pp. 187-206.
33 Las resistencias a la medicalización ya se han venido estudiando en América Latina, es importante tal acercamiento para recordarnos que la medicalización de la sociedad no es un proceso teleológico: ARMUS, Diego, "Legados…; ARMUS, Diego, La ciudad impura…; CONRAD, Peter, "Medicalization…
34 A.H.C., Fondo Concejo, Informes, 1943-1947, Informe Anual (1946) del Centro de Higiene, Enero 17 de 1947, p. 8.
35 A.H.C., Fondo Concejo, Correspondencia, Tomo I, 1946, 13 de agosto de 1946.
36 En la configuración inicial de las instituciones higienistas en Medellín, ya se ha señalado como "Ser pobre y habitar el espacio de lo patológico se vuelven casi sinónimos": MÁRQUEZ, Jorge y GARCÍA, Víctor, (Eds.), Poder y saber en la historia de la medicina en Colombia, Medellín, Editorial Lealon, 2006, p. 9.
37 Relator, Cali 2 de febrero de 1948, p. 8.
38 Este mismo médico fue el autor de la reconocida novela Viento Seco, sobre la Violencia en Colombia; pensar en esto podría darnos luces para entender mejor esa relación entre la profesión médica y el mundo de lo político y lo cultural en Colombia.
39 Relator, Cali 2 de febrero de 1948, p. 8.
40 Relator, Cali 3 de febrero de 1948, p. 3.
41 Diario del Pacífico, Cali 26 de octubre de 1949, p. 4.
42 Ibíd.
43 Diario del Pacífico, Cali 16 de diciembre de 1949, p. 3.
44 Relator, Cali 27 de diciembre de 1949, p. 1.
45 Relator, Cali 29 de diciembre de 1949, p. 7. Carta Aclaratoria de Aniceto Guzmán.
46 Diario del Pacífico, Cali 25 de enero de 1950, p. 1.
47 Diario del Pacífico, Cali 8 de febrero de 1950, p. 4.
48 Ibíd.
49 Ibíd.
50 Para el historiador antioqueño Juan Camilo Escobar un imaginario es "un conjunto real y complejo de imágenes mentales, independientes de los criterios científicos de verdad y producidas en una sociedad a partir de herencias, creaciones y transferencias relativamente conscientes; conjunto que funciona de diversas maneras en una época determinada y que se transforma en una multiplicidad de ritmos": ESCOBAR, Juan Camilo, Lo imaginario. Entre las ciencias sociales y la historia, Medellín, Fondo Editorial Universidad Eafit, 2000, p. 113. BACZKO, Bronislaw, Los imaginarios sociales: memorias y esperanzas colectivas, Buenos Aires, Nueva Visión, 1999.
51 BRAUN, Herbert, "Populismos…".
52Relator, Cali 16 de noviembre de 1945, p. 3.
53Relator, Cali 21 de febrero de 1947, p. 4.
54 Compartimos la idea de lo trabajoso que resulta hablar de una "eugenesia latinoamericana", dados los contrastes entre diversos países, véase: ARROYAVE, Carlos, "Eugenesia en Colombia: una reflexión teórica desde los estudios sociales de la ciencia", en Revista Medicina, Vol. 34, No. 4, Bogotá, 2012, p. 358.
55 "La inferioridad fisiológica y mental del pueblo colombiano era el producto de un defectuoso e inadecuado proceso de mestizaje que se podía percibir en la pequeña estatura de los nuestros comparada con la mayoría de los europeos, la mala nutrición, la sífilis, el alcoholismo, la belicosidad, los comportamientos inmorales, la criminalidad, la prostitución infantil, el sectarismo y el fanatismo político, la poca actividad intelectual, la baja producción de ideas, el carácter imitativo predominante, la falta de ejercicio corporal, las deficiencias corporales, entre otros": RUNGE, Andrés y MUÑOZ, Diego, "Evolucionismo social, problemas de la raza y educación en Colombia, primera mitad del siglo XX", en RUNGE, Andrés y ESCOBAR, Viviana (comps.), Educación, eugenesia y progreso: Biopoder y gubernamentalidad en Colombia, Medellín, Edición Unaula, 2012, p. 85.
56 Relator, Cali 2 de junio de 1947, p. 4.
57 A.H.C., Fondo Concejo, Correspondencia, Tomo I, 1946, 13 de agosto de 1946.
58 A.H.C., Fondo Concejo, Correspondencia, Tomo I, 1946, 27 de noviembre de 1946. El subrayado es mío.
59 En una carta enviada por un ciudadano a Relator se afirmaba que "en el campo administrativo y social" la ciudad necesitaba "las campañas de higiene y saneamiento como defensa orgánica de la raza". Memorial Cívico, por Raudino Alfonso Mercado V., Cali, octubre de 1945, en Relator, Cali 5 de noviembre de 1945, p. 7.
60 Véase una aproximación al tema de la "raza degenerada" en: NOGUERA, Carlos, Medicina y Política…, ver la introducción y las pinas 74-80, 84-102, 110-121.
61 "La estrategia higienista permitió entonces la articulación del tema de la degeneración de la raza con la educación; claro está, ampliando la higienización del plano corporal al espiritual (…) Higienizar será por ello una de las principales estrategias para la recuperación del pueblo colombiano": RUNGE, Andrés y MUÑOZ, Diego, "Evolucionismo social…, p. 103.
62 Relator, Cali 9 de enero de 1947, p. 1.
63 Ibíd.
64 Hasta 1947 la dependencia nacional encargada de la higiene fue el Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión Social, ese año se separarían ambos ramos, y el de Higiene sería encabezado por un importante intelectual liberal: ABEL, Christopher, Ensayos…, p. 79.
65 Diario del Pacífico, Cali 10 de enero de 1947, p. 4.
66 Ibíd. Se reconocían los vínculos tradicionales y se integraban al nuevo proyecto de medicalización, así no se despreciaba el papel del clero, sino que intentaba integrarse al proceso de construcción y mejoramiento de la salud pública, en el marco de una medicalización de la sociedad. La secularización que implican los procesos de medicalización ya ha sido abordada en CONRAD, Peter, "Medicalization and social control".
67 Una disposición sobre "sanidad escolar", que implicaba las condiciones higiénicas de los locales educativos y exámenes clínicos para alumnos y maestros, era percibida como uno de "los cimientos mismos sobre los cuales debe sustentarse el porvenir de la patria, que nunca podrá lograr su verdadero grado de elevación histórica, en tanto que sus grandes sectores de población campesina y obrera se hallen desnutridos e indefensos fisiológicamente contra el ataque de multitud de enfermedades", Diario del Pacífico, Cali 16 de septiembre de 1946, p. 4.
68 El Crisol, Cali 26 de junio de 1947.
69 Ibíd.
70 Zandra Pedraza afirma que los medios de comunicación se constituyeron en "una punta de lanza para implantar y construir nuevas percepciones sobre salud [y] enfermedad (…)"; la prensa en general fue perceptiva "a la necesidad de hacer aportes a la elaboración de un ideario higiénico y participaron incorporando a sus discursos una ética moral y de progreso": PEDRAZA, Zandra, En cuerpo y alma…, p. 123.
71 Relator, Cali 7 de noviembre de 1945, p. 4.
72 Ibíd.
73 Para un acercamiento a la figura de los Inspectores de Higiene ver: SUÁREZ; Miguel y MONSALVO, Edwin, "La higiene y el progreso. La institucionalización de la burocracia sanitaria en Manizales. 1920- 1940", Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, Vol. 18, No. 1, Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 2013, pp. 99-125.
74 Diario del Pacífico, Cali 24 de junio de 1946, p. 7.
75 Ibíd.
76 Diario del Pacífico, Cali 26 de junio de 1946, p. 7.
77 Ibíd.
78 Ibíd.
79 Diario del Pacífico, Cali 30 de diciembre de 1949, p. 4.
80 En 1948 se autorizó al personero para que "obrando de acuerdo con el Ministerio de Higiene, proceda a adquirir un lote apropiado para la construcción de un Hospital para Tuberculosos". A.H.C., Fondo Concejo, Gaceta Municipal, Tomo 70, Número 675, 10 de febrero de 1948, Acuerdo No. 14, p. 572.
81 Relator, Cali 30 de noviembre de 1945, p. 1: "La odiosa plaga de moscas sigue azotando la ciudad, sin que tengamos noticias de que se la esté combatiendo por algún sistema (…) Esto es apenas natural si se tiene en cuenta que al río se siguen arrojando basuras y que en el centro de la ciudad hay numerosos solares sin cercar"
82 El Espectador, "Día a Día", Bogotá, 26 de agosto de 1918. Reproducido en LOAIZA, Gilberto (ed.), Nueva Antología de Luis Tejada, Medellín, Universidad de Antioquia, 2008, pp. 73-74.
83 Relator, Cali 6 de mayo de 1948, p. 4.
84 Relator, Cali 28 de mayo de 1948, p. 7.
85 Diario del Pacífico, Cali 26 de enero de 1950, p. 4.
86 Ibíd.
87 Ibíd.
88 Para el caso argentino, con respecto a la revolución pasteriana que redefinió las políticas sanitarias, Belmartino muestra cómo surge un "vocabulario militar" frente al agente patógeno: BELMARTINO, Susana, "Coyuntura Crítica y Cambio Institucional en Salud: Argentina en los años '40", en Salud Colectiva, Vol. 3, No. 2, Buenos Aires, 2007, pp. 177-202.
89 El tema de la raza ha sido dominio de los médicos, pero también de las élites nacionales para referirse con desprecio a los sectores subalternos: ARROYAVE, Carlos, "Eugenesia…, p. 355.
90 Seguimos a Carlos Noguera cuando habla de una "moral biológica": NOGUERA, Carlos, Medicina y política…; y NOGUERA, Carlos, "La lucha antialcohólica en Bogotá: de la chicha a la cerveza", en MÁRQUEZ, Jorge, CASAS, Álvaro y ESTRADA, Victoria (Eds.), Higienizar, medicar, gobernar: Historia, medicina y sociedad en Colombia, Medellín, La Carreta, 2004, pp. 159-182.
91 SUÁREZ, Miguel y MONSALVO, Edwin, "La higiene y el progreso…", p. 108. Aunque los autores citados se refieran al caso concreto de Manizales, hay elementos que permiten ampliar esta afirmación al ámbito nacional.
92 Para un estudio de la profesionalización de la medicina en Colombia, véase: MÁRQUEZ, Jorge, GARCÍA, Víctor y DEL VALLE, Piedad, "La profesión médica y el charlatanismo en Colombia en el cambio del siglo XIX al XX", en Quipu, Vol. 14, No. 3, 2012, pp. 331-362.
93 LANDAU, Matías, "De la ciudad…". Véase también, sobre la política como una manera de pensar la vida en la polis: ROSANVALLON, Pierre, Para una historia conceptual de lo político. Lección inaugural en el collége de France, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003.
94 Pero no se trata de una exclusividad, para el mismo período aunque en el caso argentino ya se ha señalado como la desatención sanitaria se vinculaba con los problemas de adaptación a la vida social; en un argumento en el que se insistía se vinculaban criminalidad y falta de higiene: BOHOSLAVSKY, Ernesto y DI LISCIA, María Silvia, "La profilaxis…, p. 198.
95 ÁVILA, Laura, "La corrupción de la carne: El oficio de la prostitución en Cali a comienzos del siglo XX", en MORERA, Esteban (coord.), Historia de Cali Siglo XX. Tomo II, Política, Cali, Universidad del Valle, 2012, p. 172.
96 "Los problemas de la higiene y falta de medidas sanitarias, se interpretaban con más frecuencia como aspectos de desorganización social que frustraban el progreso, según la opinión de los comerciantes liberales; y como obstáculos para la realización de la dignidad individual y de una vida familiar sana, según la opinión de los activistas católicos": ABEL, Christopher, Ensayos…, p. 58.
97 Según Susana Belmartino, en los años cuarenta argentinos, la higiene social y la moral prácticamente se identifican: "los postulados de una disciplina refuerzan el imperio de la otra"; así las prácticas desviadas y el adjetivo "social" ligado a enfermedad y salud van a indicar inicialmente "peligro, amenaza, relajamiento de costumbres, daño moral": BELMARTINO, Susana, "Coyuntura crítica…
98 AVILA, Laura "La corrupción…, p. 173. Ver también ÁVILA, Laura, "La prostitución en Cali a principios de siglo XX: Un problema de grandes dimensiones para la salud y la higiene", en Prospectiva, No. 13, Cali, Universidad del Valle, Octubre de 2008, pp. 247-264.
99 ORTIZ, Juan Manuel y OROZCO, Jorge, "'Dudosa ortografía', Cuerpos antihigiénicos y espacios insalubres: Prostitución e higiene pública en Cartagena", en Unicarta, Revista de la Universidad de Cartagena, No. 108, Cartagena, Universidad de Cartagena, 2010, p. 13.
100 Ibíd., p. 14. Sobre el impacto de la microbiología en las políticas sanitarias, véase: BELMARTINO, Susana, "Coyuntura Crítica…; AGOSTONI, Claudia, "Los infinitamente pequeños…; MÁRQUEZ, Jorge, Ciudad, miasmas y microbios…
101 Ibíd. Una aproximación a la historia de la zona de tolerancia en Cali en ÑAÑEZ, Luz y LENIS, Paola, Las disputas de las "putas": Espacio de tensión que cimentó una subjetividad ciudadana, para el reconocimiento de sus derechos. Cali 1930-1940, Cali, Universidad del Valle, Departamento de Historia, Tesis de Grado, 2009.
102 RODRÍGUEZ, Enrique, "Ciudadanos y amigos: Relaciones sociales y políticas en Cali, 1906-1930", en MORERA, Esteban (coord.), Historia de Cali Siglo XX. Tomo II, Política, Cali, Universidad del Valle, 2012, p. 135.
103 Ibíd., p. 147. "Este grupo de 'notables' tuvo además la presencia de abogados, poetas y otras figuras cuyos apellidos los emparentaban con las que serían llamadas con el tiempo las 'familias tradicionales' de la ciudad": p. 149.
104 Ibíd., p. 148. Sobre ornato, urbanismo y su relación con higiene. KINGMAN, Eduardo, La ciudad y los otros... Especialmente los capítulos VI y VI.
105 Y no es una experiencia demasiado inédita, pues ya se nos ha mostrado como frente a problemas de la magnitud de la lepra en Colombia los médicos exageraron las dimensiones del problema. Según Diana Obregón éstos aumentaron las cifras de enfermos, apoyándose en un censo deficiente y exagerando la peligrosidad de la lepra al catalogarla como altamente contagiosa; ese "pánico" creado por los médicos, dice Obregón, tenía como principal objetivo medicalizar la enfermedad, pues hasta entonces la lepra "no era un asunto propiamente médico": OBREGÓN, Diana, Batallas contra la Lepra: Estado, Medicina y Ciencia en Colombia, Medellín, Banco de la República-Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2002, p. 159.
106 Ibíd., pp. 161-165. GARCÍA, Víctor, Remedios secretos y drogas heroicas. Historia de los medicamentos en Antioquia, 1900-1940, Medellín: Universidad Nacional, 2008, especialmente el capítulo I; y MÁRQUEZ, Jorge, Ciudad, miasmas y mcrobios…, especialmente el capítulo 3.
107 OBREGÓN, Diana, Batallas..., p. 184.
108 "La bacteriología fue adoptada y adaptada de manera inmediata y exitosa, sin que se hubiese desarrollado previamente una 'conciencia higiénica' en las élites ni en la población. En suma, en Colombia no existió un vasto movimiento social e higiénico pre-bacteriológico que creyera en la miseria, la suciedad y los miasmas como causantes de enfermedades y que por tanto abogara por aire limpio, aguas puras, aseo de poblados y ciudades, e higiene de los lugares públicos, junto con reformas sociales ", Ibíd., p. 201.
Fuentes Primarias
Archivo
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AHC, Correspondencia, 1946, 1 tomo, Archivo Histórico de Cali, Fondo Concejo.
AHC, Gaceta Municipal, 1945-1955, Números del 620 al 726, Archivo Histórico de Cali, Fondo Concejo.
AHC, Informes, 1943-1947, 1 tomo, Archivo Histórico de Cali, Fondo Concejo.
Publicaciones periódicas
Diario del Pacífico, Cali, 1945-1947; 1949-1950.
El Crisol, Cali, 1947-1948.
Relator, Cali, 1945-1950.
Fuentes secundarias
Libros
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Capítulos de libros
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APRILE-GNISET, Jacques, "Cuatro pistas para un estudio del espacio urbano caleño", en GARZÓN, José Benito (coord.), Historia de Cali Siglo XX. Tomo I. Espacio Urbano, Cali, Universidad del Valle, 2012, pp. 86-144.
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Artículos
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Publicaciones en internet
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Tesis
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