BERBEL SÁNCHEZ, Sara; CÁRDENAS JIMÉNEZ,
Maribel y PALEO MOSQUERA, Natalia, Ideas que cambian
el mundo: una mirada desde la izquierda feminista, Madrid,
Ediciones Universitat de València, 2013, 271 p.

Juan Fernando Báez Monsalve*

* Estudiante de pregrado en Historia, Universidad Industrial de Santander.


Frente al auge del posmodernismo, que ve como una falacia la creación de macroteorías y de movimientos sociales internacionales, Sara Berbel, Maribel Cárdenas y Natalia Paleo proponen mostrar que han sido precisamente estos intentos por construir conceptos universales los que han logrado importantes cambios en la humanidad. Ideas que cambian el mundo: una mirada desde la izquierda feminista nació bajo este convencimiento, entendiendo al feminismo, y sobre todo al ligado con el pensamiento socialista, como uno de esos grandes movimientos que dieron un vuelco a la historia y como un modelo de lucha que no debe perderse, ante las cada vez más populares ideas que entienden a la realidad como algo demasiado fragmentado para ser comprendido en su totalidad.

Partiendo de ahí, este libro propone dos objetivos claros. El primero, mostrar los cambios sociales que han ocurrido en Europa gracias a los movimientos de mujeres cercanas a la izquierda, y, el segundo, rendir un homenaje a muchas feministas que buscaron una mejor vida para las mujeres en el mundo, a veces perdiendo la suya propia por ir en contra del sistema establecido. Todo ello enmarcado en un principio esencial: para las autoras, la igualdad es la base fundante de la equidad entre hombres y mujeres, pues la igualdad está íntimamente relacionada con la justicia social, la redistribución de los recursos y la libertad. La igualdad busca que todas las personas tengan las mismas oportunidades, independientemente de sus cualidades individuales. No fomenta la homogenización. Promueve, en cambio, la paridad material y aboga para que las características propias de cada persona sean tenidas en cuenta por la legislación. Así, según lo argumentan Berbel, Cárdenas y Paleo, la igualdad es condición previa para la diferencia entre hombres y mujeres, pues es imposible reconocer la diversidad humana sin que antes todas las personas posean los mismos derechos y las mismas oportunidades.

Teniendo en cuenta esto, el texto se divide en siete capítulos. El primero de ellos, titulado Igualdad, retrata a esas mujeres que alzaron su voz en contra de las injusticias y de la invisibilización de lo femenino en la historia de la sociedad occidental: Aspasia, en la Grecia clásica; Madame Châtelet, Etta Palm, Claire Lacombe, Pauline León en la Revolución Francesa; Olympe de Gouges, quien publicó en 1791 la I Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, y que fue degollada por hacerlo; Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación de los Derechos de la Mujer, libro precursor del feminismo europeo, y Fanny Wright, abolicionista inglesa, ambas representantes de la Ilustración femenina; Louis Michel, Elisabetta Dmitreva, Lisa Krasotzki y Sonia Kovaleskaya, protagonistas de la Comuna de París; las socialdemócratas de Alemania que lucharon para que sus ideas fueran tenidas en cuenta por los partidos políticos de izquierdas; el movimiento sufragista, que desde comienzos del siglo XIX buscó influir en los representantes políticos de muchos países europeos para que las mujeres pudieran votar; y Simone de Beauvoir, figura máxima del feminismo del siglo XX, autora de El segundo sexo y representante de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.

El segundo capítulo relata la historia del feminismo en España desde el siglo XIX, que, comparado con otros países de Europa, fue un movimiento tardío. Al ser España un Estado confesional, la Iglesia Católica facilitó la creación de movimientos de mujeres que defendían la perpetuación de lo femenino como ligado al hogar, el cuidado, el matrimonio y la maternidad. Por eso, pocas feministas militantes pudieron exponer discursos alternativos, por lo que su influencia no fue muy grande ni lograron cambios profundos en la sociedad. Esta fue la razón por la que el voto femenino, por ejemplo, no fue permitido en el país hasta bien entrado el siglo XX. Aun así, mujeres como María Espinosa, Clara Campoamor, Elisa Soriano, María de Maetzu, Victoria Kent, Lucía Sánchez Saoril, María Cambrils, Carmen de Burgos, María Lejárraga y Margarita Nelken, todas cercanas al socialismo, fomentaron la participación de la mujer en los órganos del Estado, mediante la pertenencia activa a partidos políticos y la creación de pequeñas agrupaciones feministas.

Libertad es el título del tercer capítulo. En este apartado, las autoras argumentan que la igualdad es cualidad necesaria para el disfrute de la libertad, expresada en el reconocimiento de la racionalidad y de los derechos políticos de las mujeres. Mientras estas dos condiciones no sean parte de la cotidianidad femenina, creen las autoras, la opresión continuará siendo base de la realidad social, expresada casi siempre en la violencia que experimentan las mujeres como forma de control de su subjetividad. Por eso, el papel que ha jugado el feminismo socialista ha sido clave en la historia de la lucha por la libertad de las mujeres. El feminismo socialista-obrero, a diferencia del sufragista-burgués, no sólo buscó la igualdad legal de hombres y mujeres, sino que soñó con cambiar todo el sistema social, argumentando que únicamente con la igualdad se lograría la verdadera libertad de las mujeres en el mundo. Ejemplo de estas luchadoras por la libertad fue Flora Tristán, primera persona en unir al socialismo y al feminismo, pues creía que los obreros y las mujeres padecían grados y formas similares de opresión.

El cuarto capítulo completa la terna de los ideales de la Revolución Francesa: Fraternidad. Con este título, Berbel, Cárdenas y Paleo quisieron mostrar que el feminismo, además de luchar por la igualdad como fundamento de la libertad, también vieron a la fraternidad como un principio básico de la buena vida para las mujeres. Para ello, retratan las luchas de feministas como Marie Deraimes, Annie Besant, Louis Michel y Leon Richer, cercanas al socialismo pero también a la masonería, colectivo que tuvo a la fraternidad como concepto clave en su formación y desarrollo. Asimismo, exponen que de la fraternidad feminista ha nacido la sororidad, noción muy cercana al feminismo de izquierdas y que con el tiempo ha dado origen al concepto de solidaridad internacional, espacio de nacimiento de muchas alianzas feministas en todo el mundo, aunque limitado en muchos aspectos.

Justicia social, por su parte, propone al feminismo como una teoría de la justicia. Según las autoras, el feminismo, pero sobre todo el socialista, ha abogado por un cambio total de la sociedad. Ha encontrado las similitudes entre la opresión doméstica, espacio en el que fueron confinadas las mujeres, y la opresión de clase social. Ha cuestionado a la democracia burguesa, ha buscado la unidad de las mujeres trabajadoras y ha luchado por la revolución contra las desigualdades. Por todo ello, el feminismo ha sido un movimiento centrado en la justicia social, a pesar de que la estigmatización y la deslegitimación hayan sido una constante en la carrera por menospreciar y acallar tanto al feminismo como a todas las mujeres que han intentado crear una opinión propia sobre las desigualdades.

De otro lado, el libro, en su sexto capítulo, retrata la ambivalente relación que ha existido entre la izquierda y el feminismo. Aunque las mujeres fueron esenciales en los partidos progresistas de Europa en el siglo XIX, fueron poco tenidas en cuenta a la hora de tomar grandes decisiones, por el temor que generaba su emancipación. Por estas razones, muchas mujeres militantes decidieron abandonar las organizaciones políticas y embarcarse en proyectos propios. Entre ellas estuvieron Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin. De todas maneras, argumentan las autoras, el feminismo y la izquierda han coincidido siempre en su lucha por la igualdad, frente a las injusticias que han representado en el siglo XX para los pobres y las mujeres tanto el Estado de Bienestar como la globalización, a pesar de las oportunidades que esta última ha ofrecido para la creación de agrupaciones internacionales de mujeres por medio de la conectividad y la tecnología. El ciberfeminismo social es ejemplo de ello.

Amor, familia y vidas privadas, por último, muestra cómo el feminismo ha visto en las relaciones sentimentales tradicionales un medio para perpetuar la desigualdad en las mujeres, abogando, en cambio, por el amor libre, el aborto, la amistad entre hombres y mujeres, el reconocimiento de las relaciones homosexuales, el uso de anticonceptivos y la separación entre el placer y los sentimientos. En España, Carmen de Burgos y Hildegart fueron figuras clave en la lucha por la libre elección de pareja, mientras en la Unión Soviética lo fueron Inessa Armand y Alejandra Kollontai. La vida de Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre fue un ejemplo de amor libre, pues supieron crear lazos entre la amistad y el sexo y legitimaron el amor y el sexo homosexual. Este ideal de amor libre e igualdad en las relaciones sentimentales promulgado por el feminismo rompió con la separación liberal y opresora de los espacios públicos y privados, entre masculinos y femeninos, otorgando nuevos significados a los conceptos de hombre, mujer, sexo y amor.

Así, pues, la obra de Berbel, Cárdenas y Paleo constituye un importante aporte al estudio del feminismo socialista, pues, a pesar de lo denso de su escritura, de lo algo desordenado de sus capítulos y de lo anecdótico en que pueda convertirse su relato, expone claramente la historia de muchas mujeres y movimientos que apostaron por crear un mundo diferente y reorganizar las relaciones entre hombres y mujeres, basándose en la igualdad y el reconocimiento de la diversidad. El feminismo socialista europeo buscó romper con los paradigmas imperantes que perpetuaban la desigualdad y legitimaban la opresión de las mujeres mediante las injusticias de clase social. Asimismo, intentó desligarse de los intereses burocráticos, gubernamentales y de partidos, aunque esto le costara en muchas ocasiones tener que alejarse de sus compañeros en la izquierda, luchando a veces en soledad para lograr la verdadera igualdad y la definitiva libertad de las mujeres. Este libro, aunque centra sus tesis en Europa, especialmente en Francia y España, constituye un buen referente contextual para el estudio del feminismo en Colombia, movimiento que también ha luchado por un cambio estructural de la sociedad y que ha estado fuertemente ligado con la izquierda, aunque haya sido igualmente solitario.