Hobsbawm, Eric. Un tiempo de rupturas. Sociedad y cultura
en el siglo XX. Barcelona: Crítica, 2013. 308 páginas.
Francisco Leonardo Reséndiz*
* Estudiante de Doctorado en Antropología Social. Escuela Nacional de Antropología e Historia. México.
Considerado uno de los más notables historiadores de nuestro tiempo, Eric J. Hobsbawm (1917-2012) nos deja en Un tiempo de rupturas. Sociedad y cultura en el siglo XX un apéndice póstumo a su vasta obra. Además de su trilogía (La era de la revolución, 1789-1848; La era del capital, 1848-1875 y La era del imperio, 1875- 1914) publicada por Crítica en 1997, 1998 y 1999 respectivamente, cabe destacar entre sus textos a Rebeldes primitivos (1959), Bandidos (1969) y Revolucionarios. Ensayos contemporáneos (1973), estos tres traducidos al español por la casa editorial Ariel. La fase final de su producción fue marcada por un giro autobiográfico con La Entrevista sobre el siglo XXI (2000) y Años interesantes. Una vida en el siglo XX (2003) y cierto tono predictivo en Guerra y paz en el siglo XXI (2007) y Cómo cambiar el mundo (2011), estos cuatro también publicados por Crítica.
Su última publicación es la que nos ocupa. Esta consta de una recopilación de trabajos realizados entre 1964 y 2012, siendo recomendable leerlos sin olvidar que se trata de disertaciones emanadas sin el propósito integrador que en el compendio se propone. Publicado después de la muerte del autor, este libro organiza su índice a partir de algunas transformaciones culturales observadas y vividas por Hobsbawm en su paso por los siglos XX al XXI, aderezadas en la exposición por la indagación de sus conexiones con el pasado lejano que antes ya había documentado.
En esta forma, caracterizando la trascendencia de estos cambios bajo el doble argumento de que la civilización burguesa europea llegó a su fin luego de la primera Guerra Mundial a partir de 1914 y que la Edad Media terminó para el 80% de la población del planeta hasta alcanzadas las décadas de 1950 y 1960, trayendo consigo el desgaste de los gobiernos y de las convenciones que hasta entonces habían regido las relaciones humanas, Hobsbawm aborda como tema central en los conjunto de ensayos reunidos a los impactos de estas transformaciones en la producción artística entendida como alta cultura.
La presentación de los artículos se ha dividido en cuatro partes más un primer capítulo introductorio, este último dedicado al tipo de escritos llamados Manifiestos que desde las vanguardias al arte conceptual han sido comunes en las artes creativas. En modo original, el autor aquí aborda la tensión latente que se resuelve entre el juego imaginativo del creador y la valoración que la experiencia ante la obra confiere al espectador, relación que finalmente, operará como epicentro de las reflexiones a lo largo del compendio de escritos, marcados por los aspectos que para Hobsbawm resultan nodales en sus transformaciones.
La primera de las cuatro partes ha sido titulada "Los Apuros de la Alta Cultura en la Actualidad" y está dedicada a repasar la situación de las artes en el presente milenio. En la segunda parte, "La Cultura del Mundo Burgués", se ofrece un escenario explicativo de esta situación, remontándose a la Europa decimonónica. Más tarde, bajo un interesante esquema temporal que podría representarse por una espiral, Hobsbawm contrapone la relación del presente con el pasado lejano y de este con sus consecuencias inmediatas. Es así como la tercera parte nombrada "Incertidumbres, Ciencia, Religión", nos dibuja un paisaje de las condiciones vividas en el periodo entre guerras, en opinión del autor, derivadas de los procesos de cambio de la Europa del siglo XIX.
A través de una diversidad de consideraciones sobre las transformaciones culturales de dicho periodo (abordando el estudio histórico de las emociones, la ciencia y su impacto social, el vínculo entre ciencia y arte, el papel político de los intelectuales, la vida religiosa, las oscilaciones de la relación arte-revolución y arte-poder o la decadencia de las utopías en el arte), la información brindada por el autor nos ayuda a construir un panorama de las condiciones de vida en los años previos a la primera Guerra Mundial y hasta los posteriores de la segunda. La contundencia evaluativa con la que Hobsbawm concluye esta tercera parte, propone un fracaso de las vanguardias artísticas en la construcción de una sociedad nueva. Esto tiene vínculo directo con la cuarta y última sección del libro.
En esta parte final titulada "del arte al mito" compuesta de solamente dos escritos, Hobsbawm argumenta que por efecto del progreso tecnológico las artes perdieron hoy su sentido original. Considera que debido a una ruptura en el proceso de creación, el arte adopta ahora un carácter industrial abocado en abastecer la demanda de un público masivo en "un flujo ininterrumpido". Parafraseando al autor: los nuevos productos del arte de la era industrial -en el cine, la televisión y la radio- han desechado la producción artesanal, adoptando una compleja división del trabajo que da lugar ya no a obras de arte, sino a un mundo continuo y artificial; a la sucesión interminable de episodios; no ya a la pasión, sino a estados de ánimo; no a la experiencia específica, sino a la multiplicidad simultánea, todo lo cual, paradójicamente, nos retorna a la función más arcaica de las artes: el mito y la moralidad.
Siguiendo este último planteamiento, la compilación concluye con un texto en el que el autor analiza el mito capitalista del cowboy americano. La fuerza de esta invención residía -nos dice- en "[…] el anarquismo inherente al capitalismo estadounidense" al proyectar la figura de "[…] un individuo no controlado por ninguna restricción impuesta por la autoridad estatal […] [y porque operaba como] un instrumento de una eficacia inusitada, a la hora de soñar". De acuerdo con su explicación, este mito del cowboy, sustentado como un fenómeno de masas en las eras de Kennedy, Johnson, Nixon y Reagan, favoreció la propagación del modelo de una sociedad ultraindividualista.
Sobre el conjunto de trabajos de Hobsbawm acopiados en Un tiempo de rupturas. Sociedad y cultura en el siglo XX es posible decir que en todo momento se desarrollan con un aire de nostalgia. Quizá por lo mismo, el historiador parece resistirse a tomar la disolución del ideal del arte burgués en modo positivo; una perspectiva favorable al destacar el derrumbe de las fronteras que antes impidieron explorar más allá de las miradas hegemónicas, para atender no ya únicamente la producción artística sino además la dimensión "estésica" de la vida. Campo aún más fundamental de lo humano en el que, alejados de los estereotipos de lo bello o de cualquier otro canon que con la misma arbitrariedad logra establecerse como vanguardia, se abre paso el reconocimiento de una estética cotidiana. Por lo demás, en completa oposición con lo expuesto por Hobsbawm, cabe mirar quizá lo que como disparador "estésico" ha significado también el actual contexto tecnológico y de las comunicaciones; mismos factores que con pesar el autor señala como aquellos principales por los que las artes tendieron a distanciarse de su sentido primario; opinión acentuada al aludir a nuestro tiempo como "[…] un presente convulsivo, de incertidumbre, perplejidad, sin guías hacia un futuro que se proyecta más bien irreconocible".
Con esta salvedad, la columna vertebral del libro es sin duda sólida por los datos señalados en los casos específicos abordados por Hobsbawm. De esta manera, la narrativa monográfica, biográfica y hasta anecdótica nos conduce diacrónicamente por detalles de lo ordinario para, desde ahí, analizar el papel que en las transformaciones de nuestro tiempo han jugado la tecnología, los medios de comunicación, la dialéctica entre secularización y religión, las tensiones visibles entre las élites intelectuales, políticas y económicas o aquellas entre lo que aún insistimos en llamar arte frente al consumo masivo.