Helwar Hernando Figueroa Salamanca. La persistance
des idées traditionalistes en Colombie: Religion et politique
(1886-1952). París: L'Harmattan, 2016. 327 páginas.
Sergio Andrés Acosta Lozano*
* Estudiante de la Maestría en Historia e historiador de la Universidad Industrial de Santander, Colombia.
Con el libro La persistance des idées traditionalistes en Colombie: Religion et politique (1886-1952), el historiador Figueroa Salamanca1 aborda la relación entre la Iglesia Católica, la sociedad, el Estado y la política colombiana. Una problemática analizada desde una perspectiva histórica que abarca el periodo político iniciado en 1886 hasta mediados de siglo XX. El primer corte temporal lo caracteriza el autor como un Régimen de Cristiandad en el que el Estado utiliza a la institución eclesiástica para generar consensos; y el segundo corte como un momento de la historia colombiana (1952-1953) en que la ideología tradicionalista logra imponer un escenario regenerador -en medio de una guerra civil, como la interpreta Figueroa- y cuyo máximo exponente fue el presidente conservador Laurenao Gómez, quien propuso la creación de un estado semi-corporativo, de tipo societal, basado en los análisis sobre el corporativismo del siglo XX, liderados por el politólogo Philipe C. Schmitter.
El libro consta de una introducción analítica, seis capítulos de descripción densa y un apartado de conclusiones de tipo prospectivo sobre la sociedad colombiana y el peso del interés privado por encima de lo público en un escenario tradicionalista.
En la introducción contextualiza brevemente las orientaciones del Vaticano producidas en la segunda mitad del siglo XIX por parte de los papas Pio IX y León XIII, y por otro lado, las ideas hispanistas surgidas en España en ese mismo período y que van a llegar de la mano para formar la triada: hispanismo, religión y tradicionalismo; unas ideas que poco a poco logran penetrar en la sociedad (y el Estado) y la cultura colombiana lo que facilita la "persistencia de las ideas tradicionalistas", como lo expresa en el título del libro. El autor plantea cómo durante más de doscientos años la Iglesia ha ido acumulando poder, gracias al liderazgo adquirido desde la época colonial y ante el posterior fracaso de los estados soberanos. Es así como la Iglesia católica se convirtió en el único elemento capaz de generar una identidad nacional, que a finales del siglo XIX se convirtió en una especie de "nacionalismo católico". En efecto, con la firma del Concordato de 1887 se dio vía libre para que esta tuviera injerencia hasta en las cosas más pequeñas de la vida cotidiana de las personas -las grandes fueron el nacimiento, la vida y la muerte- y obviamente en el control de más del 80% del territorio nacional bajo la modalidad de las tierras de misión. Estos privilegios solamente se vieron amenazados en 1930 con el inicio de la República Liberal cuando la Iglesia empezó a ceder las pequeñas corporaciones patronales pero en ningún momento dejó de ser activo en las asociaciones obreras, campesinas y estudiantiles en las cuales logró incidir por medio de la Acción Católica. También en la introducción se encuentran señalados por parte del autor cuáles son las intenciones de su obra: determinar la razón por la cual las oligarquías reaccionarias (liberales y conservadores) no estaban interesadas en fortalecer un estado democrático, como se propuso tímidamente durante este período; por último, reitera su interés por cuestionar hasta dónde las ideas tradicionalistas terminaron conservatizando las ideas modernas.
El primer capítulo denominado Religión, partis politiques et nation en Colombie describe densamente de qué forma la Iglesia católica se desarrolló después de la Independencia a costa de las armas liberadoras, y cómo se convirtió en la única institución capaz de crear un orden social, a pesar de sus debilidades durante los primeros años de la República. Sin embargo, al hablarse de los primeros años de la República debe hacerse de la mano de la creación de los partidos políticos, el Liberal y el Conservador. Consciente de ello, el autor describe la forma como fueron oficialmente creados los partidos políticos a finales de 1840 y cómo desde esa fecha estos se desgarraron entre sí por tomar el control del Estado. En esta lucha también se hizo evidente la marcada preferencia por parte de la Iglesia hacia el Partido Conservador, lo cual terminó por generar réditos económicos, políticos e ideológicos para las dos partes durante el siglo XIX -tanto en las guerras civiles bipartidistas como el periodo de la Regeneración- incluso en la República Liberal, cuando la Iglesia retoma los argumentos políticos y teológicos de las encíclicas papales del siglo XIX, con el único objetivo de volver a desarrollar un ataque tardío a todo aquello que representaba la modernidad, el desarrollo científico y político propuesto por un sector de los liberales y la llegada inevitable de ideas renovadoras. Al atacar estas ideas estaban atacando a las doctrinas juzgadas como peligrosas -el liberalismo y el comunismo- y la posible conformación de un nuevo orden social contrario al existente. Por su parte, los conservadores dentro de su programa partidista reiteraban la defensa de la religión católica como la de la nación y se identificaban plenamente con las ideas tradicionalistas que veían en el progreso la puesta en cuestión de algo así como un Antiguo Régimen con toda su carga ideológica. Conviene resaltar que el autor en su análisis retoma otros trabajos que ya ha realizado en torno al estudio del campo religioso en Colombia, la información concisa y detallada que ha recopilado sobre un actor político-religioso poco conocido en la historiografía colombiana y que jugó un papel importante a la hora de comenzar abrir el incipiente y débil espectro cultural del pluralismo religioso: la llegada de los protestantes al país y que comienzan a romper con la hegemonía religiosa del catolicismo y sus propuestas tradicionalistas.
En el segundo capítulo titulado L'hispanisme, langue, race et religion, el autor hace un recorrido profundo sobre lo que fue y significó el hispanismo importado de España y cómo fue utilizado ideológicamente en Colombia después de los años 1880 por parte de la elite conservadora, la cual halló en dicha postura política los argumentos ideológicos más apropiados para defender sus privilegios y los de la Iglesia católica.
En efecto, el hispanismo en España funcionó como arma ideológica para mantener su prestigio en la escena internacional, después de la pérdida de su dominio tardío sobre Cuba -único vestigio sobre su otro poder imperial-; y, además, para construir un mito imperial dirigido a ejercer un control sobre las antiguas colonias. Por cierto, una invitación que en Colombia fue muy bien recibida por parte de los conservadores tradicionalistas.
Le corporatisme confessionel: une proposition économique es el tercer capítulo que explica cómo en Colombia se dieron las condiciones políticas, económicas y culturales para que los sectores más conservadores y confesionales se sintieran seguros a la hora de proponer la creación de un Estado corporativo. En este capítulo se pueden identificar las corporaciones o gremios (hoy día económicamente poderosas) y los miembros de la elite política nacional identificados con la creación de un Estado corporativo, donde solo las elites ilustradas y los gremios económicos y culturales fuesen los responsables de dirigir los destinos de la patria, con un pueblo ignorante -en palabras de Laureano Gómez- sometido a un gobierno ilustrado. En este sentido, el autor explica las afinidades existentes entre la propuesta corporativa, el modelo económico predominante, las ideas tradicionalistas, la intransigencia católica y el conservatismo hispanista. En este punto expone que el modelo corporativista tenía un alto grado de inspiración en el Mundo Medieval -impulsado por intelectuales católicos, religiosos o laicos- donde no había existido la lucha de clases, evidente en el análisis marxista de la historia. No existía la lucha de clases porque en efecto las corporaciones hacían parte de un cuerpo social que funcionaba como un órgano compacto, homogéneo y auto-regulado, donde sus partes trabajan por el bien común.
Los capítulos Les curés conservateurs et "La Violencia" politique, Le clergé instransigeant de Boyacá durant "La Violencia" y Le clergé conservateur d'Antioquia et Santander, son en sí un conjunto que ofrece la posibilidad de observar el rol jugado por los párrocos y jerarcas regionales de la Iglesia católica durante La Violencia -para el autor es una guerra civil disfrazada eufemísticamente con una expresión donde no hay actores y por ende responsables- , que por medio de su liderazgo conservador e intransigente lograban hasta cierto punto legitimar la muerte del adversario político. Es así como los cambios políticos a nivel nacional van a determinar el rol de los sacerdotes en la nueva lucha bipartidista, en este momento fue clave el arribo del conservador Mariano Ospina Pérez a la presidencia de Colombia entre 1946- 1950. Según el profesor Figueroa, este emprendió un proceso de contrarreforma y conservatización tanto del dominio político como del religioso, haciendo caso omiso de la política liberal que estaba orientada a reconocer parcialmente los derechos de los trabajadores y a hacer de la educación una verdadera herramienta para la constitución de una ciudadanía laica y evitar cualquier injerencia de la Iglesia católica sobre los asuntos de estado. En efecto, las medidas de la contrarreforma dieron lugar a una violencia generalizada en contra de liberales a lo largo del territorio colombiano que alimentó y justificó la guerra, en especial las zonas rurales, sin olvidar que para la época buena parte de la población no era urbana.
Para comprender en la práctica el rol de un sector importante del clero colombiano el autor seleccionó tres regiones colombianas con el objeto de observar las disputas partidistas, donde los clérigos tuvieron una parte activa. Sería importante ampliar ese análisis a otras regiones del sur del país donde es evidente el peso del clero, los departamentos del Cauca y Nariño serían fundamentales. No obstante, seleccionó los departamentos de Antioquia y Boyacá en donde la presencia del catolicismo fue bastante relevante, planteando entre otras cosas, que la región nororiental de Boyacá fue el departamento que sirvió para detener a los liberales de Norte de Santander y Santander, siendo esta última región la otra seleccionada para el estudio y en la cual también hubo curas intransigentes. Una vez se delimitó el área de estudio el autor reseñado procedió a analizar el pensamiento de la mayoría de curas de origen campesino, que a la postre se convirtieron en líderes políticos conservadores de las parroquias. En este sentido, la investigación se basó en el análisis del discurso de los curas, canónigos y obispos que Figueroa logró identificar y de los cuales mostró que eran quienes mejor representaban los sectores más conservadores e intransigentes de la iglesia provincial de esos años. Las fuentes primarias a las cuales tuvo acceso para comprender ideológicamente dichos miembros de la Iglesia católica, fueron los sermones, las homilías, las pastorales, las encíclicas papales y las publicaciones seriadas de tipo laico y que aún se conservan en los archivos parroquiales y hemerotecas; por otro lado, recurrió a entrevistas de algunos párrocos y feligreses, quienes desde sus vivencias aportaron información fundamental para la argumentación de los presupuestos en el análisis.
Después de leer esta obra es necesario reconocer la profundidad y la forma crítica como el autor aborda el problema de la relación política-religión y su contexto cultural. Sin embargo, en el aspecto educativo no evidenció las contradicciones ocurridas durante la República Liberal en ciudades como Bucaramanga, Medellín y Tunja, en las cuales los gobernantes facilitaron a las diferentes comunidades religiosas católicas levantar escuelas y colegios religiosos que impartían ideas contrarias al imaginario liberal. Es decir, el autor desconoce u olvida que en el mundo urbano la presencia de la Iglesia católica tenía que asumir unos roles menos tradicionalistas ante la evidencia del avance de la modernidad, no de otro modo podía competir con una ciudad pecaminosa y plural. Lo anterior permite ver que muchas veces la línea divisoria entre los partidos políticos y la misma clerecía era difusa y su accionar no siempre respondía al discurso dado en los atrios y la plaza pública.
Finalmente, es un libro bien logrado que vale la pena abordar no solo por historiadores sino desde diferentes profesiones, pues su aporte académico resulta importante; motivo por el cual sería importante traducirlo del francés al español, para que su difusión sea mucho más amplia entre estudiantes y profesores colombianos y latinoamericanos.
1 Helwar Hernando Figueroa Salamanca es historiador de la Universidad Nacional de Colombia, magíster y doctor en Historia de la Universidad de Toulouse en Francia. Actualmente es profesor asociado de la Universidad Industrial de Santander, Colombia, donde hace parte del grupo de investigación Sagrado y Profano; además, es el editor del Anuario de Historia Regional y de las Fronteras.