Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, Vol.22 No.1
El trabajo de Fernán González González sobre la relación entre el poder político y la violencia en la historia de Colombia fue apoyado por Odecofi, el Cinep y Colciencias, lo que demuestra la cantidad de instituciones e investigadores que están detrás de esta obra. Es así como Poder y violencia en Colombia puede comprenderse como la síntesis de un trabajo colectivo que bajo la dirección y pluma del historiador Fernán González, pretende explicar el conflicto en Colombia desde una perspectiva histórica de larga duración, identificado causas, actores y diferencias regionales. De ahí que se analicen las diferentes y múltiples interpretaciones sobre esta problemática y los debates suscitados, con un fuerte componente comparativo lo que le permite a la obra referenciar una gran cantidad de ejemplos internacionales sobre cómo se han estudiado los conflictos, sus características, las diferencias y similitudes con respecto al caso colombiano. Asimismo, esta obra pretende dar respuesta al siguiente interrogante: ¿Cuáles son las posibilidades de consolidar relaciones ciudadanas de convivencia y fortalecimiento de las instituciones en regiones que han sufrido impactos (de la guerra), que en alguna medida continúan bajo el influjo de algunos actores armados, que se insertan de manera subordinada al conjunto de la economía nacional y que se caracterizan por relaciones políticas de corte clientelista?1.
Esta revisión historiográfica se sitúa en la actual coyuntura de negociaciones entre las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos, unos acuerdos que infortunadamente tienen como antecedentes varios intentos frustrados, consecuencia de la negativa de las partes para solucionar por medio del diálogo el actual conflicto armado. En efecto, desde el gobierno de Belisario Betancur, pasando por los de Virgilio Barco, Pastrana y Uribe, la opinión pública se ha inclinado mayoritariamente por una solución militar del conflicto armado. Un sistema político tan cerrado que los varios intentos por construir alternativas políticas diferentes a los partidos tradicionales, rápidamente fueron cooptados o cuando ello no era posible se reprimieron o exterminaron, como sucedió con la Unión Patriótica en los años ochenta. En ese orden de ideas, Poder y violencia en Colombia busca poner de relieve los claro oscuros sobre las respectivas responsabilidades de los actores involucrados en el conflicto armado, evitando simplificar un problema demasiado desdibujado y tergiversado por los medios de comunicación y por los sectores más recalcitrantes de la extrema derecha, la cual se oculta bajo la falsa premisa de identificarse a si misma bajo el ropaje del liberalismo, del civilismo democrático o más recientemente, bajo la figura de un supuesto centro ideológico que niega el conflicto armado y social bajo la premisa de la amenaza terrorista. Asimismo, la investigación de Fernán González tiene como
* Estudiante de la Escuela de Historia de la Universidad Industrial de Santander. Reseña elaborada en el
marco del grupo de estudio: Taller sobre el estudio del conflicto y los movimientos sociales en Colombia.
1 González González, Fernán E. Poder y violencia en Colombia (Bogotá: CINEP, 2014), p. 15.
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objetivo relacionar el peso de lo regional en el conflicto armado y su relación con la precariedad, debilidad, ausencia o derrumbe del Estado y la progresiva polarización de sectores olvidados de la población nacional, obligados a engrosar las filas del ejército, de las guerrillas o más recientemente de los paramilitares. Así, el conflicto armado que en un primer momento coexistía en las márgenes fronterizas o internas de la nación (por ejemplo, el Magdalena Medio), se expandió por todo el territorio nacional hasta convertirse en un problema nacional presente en la cultura colombiana y de profundas interrelaciones en la estructura política, que va desde lo local a lo nacional en un contexto globalizado.
En ese acercamiento a la violencia presente se propone cambiar el examen de la dimensión objetiva del conflicto, centrada en los problemas estructurales de la vida política y económica del país, con la observación de los aspectos subjetivos de percepción y valoración de tales dimensiones, que enmarcaron la opción de algunos agentes sociales por la opción armada dentro de un contexto reciamente marcado por la coyuntura internacional […] Este acercamiento interactivo entre factores objetivos y subjetivos del conflicto asume, asimismo, una apreciación multiescalar que lo ubica en la interrelación de tres polos: el nacional, el regional y el local2.
En esa pesquisa para encontrar los cimientos de la nación, las variables que le dan identidad a esa comunidad política imaginada y el desenvolvimiento de su proceso histórico, Fernán González insiste en diferenciar el campo de la ciudad, al introducir la economía agraria y la modernización como categorías centrales en la comprensión del proceso de marginalización e integración de ciertas regiones con respecto al poder central. Por otra parte, cabe resaltar el rol de las guerras internacionales o las internas en la caracterización y constitución de los estados occidentales En este sentido respecto del caso colombiano, el autor reseñado señala que:
El hecho de que el Estado colombiano nunca haya tenido control total del territorio ni haya detentado el pleno monopolio de la violencia legítima, en vez de ser una anomalía o irregularidad, aparece como parte de nuestro proceso particular de formación de las instituciones estatales y de construcción de nación. De ahí la necesidad de cotejar este estilo particular de construcción estatal con los procesos de integración social, territorial y política que acompañaron el desenvolvimiento de los Estados nacionales en la Europa occidental3.
La filogénesis estatal latinoamericana a diferencia del Estado europeo no es producto de la guerra que unifica a los nacionales y separa a los extranjeros; más bien, es producto de una herencia colonial ajena, caracterizada por una fragmentación regional que había facilitado el control territorial. De los autores referenciados en el segundo capítulo para dilucidar la brecha entre los orígenes nacionales a ambos lados del Atlántico, se destacan los sociólogos Barrington Moore y Pierre Bourdieu y el historiador Eric Hobsbawm, de este último se retoman varias de las ideas para explicar cómo se establecen o constituyen las naciones.
2 Ibíd., p. 13. 3 Ibíd., p. 18.
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El primer capítulo es un barrido historiográfico necesario para actualizar el problema de la violencia y su relación con el establecimiento, una de las temáticas más recurrentes en la producción académica nacional. En ese orden de ideas, Fernán González parte de señalar que en los años 50`s los estudios historiográficos sobre el surgimiento de la guerrilla no asocian el conflicto armado a motivos estructurales, mucho menos a la responsabilidad del Estado; por el contrario, esta historiografía de los partidos tradicionales se echaba el agua sucia, con revisionismos que fomentaban la bipolaridad política de la época. Posteriormente, en los años 60`s, el paradigma historiográfico se amplía con la obra pionera de Germán Guzmán, Fals Borda y Umaña Luna: La violencia en Colombia. Esta apertura significó la asociación de la violencia con el Estado argumentada en la precariedad, debilidad, la coaptación y/o lo fallido e incipiente de un Estado construcción. Esta última tesis es la que el autor va a demostrar a lo largo del texto.
En el tercer capítulo, es central el espacio geográfico en la explicación de la inserción regional de los actores armados en el conflicto. Para ello Fernán González puntualiza sobre el papel de la guerra en la configuración del Estado en algunos países de Europa occidental e Iberoamérica, así como las consecuencias que las guerras entre naciones han tenido en el fortalecimiento institucional de los Estados. Ahora bien, en el caso Latinoamericano, con frecuencia la guerra fortalece formas autoritarias o propician negociaciones del Estado central con poderes regionales y locales, dando paso a lo que aún se conoce como un gamonalismo estructural que logra mediar entre el poder local con el nacional. En este capítulo se resaltan autores como Charles Tilly y Ernes Gellner, a la hora de comprender y explicar las lógicas territoriales de los conflictos y los procesos de conformación del Estado, y fenómenos como la centralización incompleta del territorio y el clientelismo; además de conceptos como los territorios vacíos para abordar la precariedad de la organización política. Finalmente, el autor concluye que en América Latina nunca existieron guerras internacionales de gran envergadura, y las que existieron fueron demasiado breves para obligar a fortalecer los aparatos estatales, los fiscos, y los ejércitos permanentes. Este vacío y falta de unidad territorial y política posibilitaría la existencia de ejércitos privados que como en el caso colombiano se convirtieron en verdaderos poderes locales con hondas connotaciones hacendatarias, clientelistas y de poder local mediadas por la adscripción bipartidista. Así, los partidos políticos tradicionales lograron articular las regiones en las dinámicas políticas y económicas del país; arraigando aún más la brecha con las zonas marginales en el centro y la periferia del país.
En ese orden de ideas, el capítulo cuatro es una revisión del caso colombiano, desde la Colonia hasta los procesos modernizantes del siglo XX, que tenían como modelo una economía de enclave y concesión, de capital mixto. Este periodo se caracteriza por el fracaso de la voluntad política de industrializar el país en los años 30`s y 60`s, el modelo de sustitución de importaciones, la construcción de una red de vías ferroviarias que siempre estuvo fragmentada e intransitable y la sectorización de los procesos modernizantes; en consecuencia, el capitalismo no se desarrolló plenamente y el país se volvió un escenario en que la periferia interna era ocupada por las guerrillas de corte marxista-leninista (Tolima, Magdalena Medio), y los latifundios ganaderos eran la zona de los paramilitares.
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El capítulo quinto se titula hegemonía conservadora y movilización social desde 1905-1930. En la primera década del siglo XX, los movimientos por la tierra compuestos por comunidades indígenas principalmente del Cauca (Quintín Lame), son un precedente para las manifestaciones sociales del sector que el Estado colombiano concebirá como colonos, es decir, campesinos sin una caracterización étnica especifica; por lo que el título del quinto capítulo incluye estas terceras fuerzas políticas que no se identificaban con el bipartidismo naturalizado en la tradición política nacional, a la vez que confirma el consenso historiográfico en el papel hegemónico conservador de la época.
En el sexto capítulo se exponen dos procesos violentos propiciados por las entidades partidistas tradicionales y los procesos que justificarían definir este periodo como un colapso parcial del Estado. El primer momento coincide con la republica liberal de Olaya Herrera (1930-1934) y López Pumarejo (1934-1938). El autor caracteriza este período como un momento en el cual la violencia es regional, más visible en los departamentos de Boyacá y Santander, debido a que las pugnas electorales por los poderes locales degeneraban en enfrentamientos entre las dos facciones polarizadas. El segundo proceso violento es la posterior transición conservadora en el periodo presidencial de Mariano Ospina Pérez (1946 y 1950) y Laureano Gómez (19501951): se trata de un conflicto entre poderes locales interesados en intervenir en la esfera nacional de forma diferenciada y que generó una violencia, la cual afectó a gran parte del territorio nacional.
El autor identifica las constantes en estos dos lapsos de violencia para identificar la obsolescencia del modelo político bipartidista: la primera es la adjudicación de baldíos en zonas de la frontera agraria interna, en un intento desesperado por resolver el problema agrario que aún sigue sin resolverse. Como segunda constante, se señala la expansión de las telecomunicaciones, la infraestructura de transportes y la inconclusa e improductiva red ferroviaria, que tenían un desarrollo regional sectorizado como consecuencia de los intereses políticos que determinaban arbitrariamente y fuera de toda lógica ingenieril la construcción de vías férreas y del sistema de caminos y carreteras; es decir, estas obras obedecían más a las campañas electorales para la ampliación de la base de votantes o más precariamente obedecían a los intereses recreativos o económicos de unas elites gamonalezcas interesadas en llevar las carreteras a sus haciendas cada vez más improductivas y convertidas muchas veces en fincas de recreo. Así, la violencia política fue producto de la transición a un gobierno Liberal que afectaba la representatividad del partido Conservador. Un claro ejemplo de eso fue la decisión presidencial de comienzos de la década de 1930, que consistió en nombrar 88 alcaldes liberales en territorios conservadores, lo que pasaría a ser conocido en la historiografía colombiana como una liberalización forzada de las localidades y que claramente se puede entender como una instrumentalización partidista de los cargos en instancias locales y regionales.
El séptimo capítulo se construye por medio de una revisión de la historiografía sobre la literatura escrita en la segunda mitad del siglo XX en Colombia, en la que es central el fenómeno de la globalización. Los consensos en las revisiones históricas coinciden
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en que, hasta mediados de los años 50’s, el movimiento estudiantil y las guerrillas eran liberales o conservadoras, mientras que en los 60’s las guerrillas dieron un viraje al marxismo leninismo, producto del desencanto con el Frente Nacional (sistema político basado el monopolio bipartidista del poder político) y la fuerte influencia del escenario internacional marcado por la Guerra Fría y la lucha antisubversiva; el movimiento estudiantil hizo lo propio, influenciado por la revolución cubana y otras experiencias de la izquierda internacional. En los años 80 tuvieron primacía discursos de corte latinoamericanista a favor de una democracia imposible en el Frente Nacional. En el ámbito internacional se recrudecía la represión estatal y los Estados Unidos apoyaban militar y financieramente las dictaduras del Cono Sur, en un contexto de guerra fría y guerra contrainsurgente ante la amenaza comunista en Latinoamérica.
El último capítulo es un recorrido por los fallidos acuerdos de paz, desde la presidencia de Belisario Betancur hasta la de Juan Manuel Santos, donde se hace hincapié en los recurrentes fracasos de llegar a un acuerdo de paz, estable y duradero. La decisión voluntarista de la guerrilla de expandirse hacia zonas más integradas, las transformaciones de la articulación entre los ámbitos locales, regionales y nacionales de poder y la penetración del narcotráfico en la vida pública, con el consiguiente surgimiento del paramilitarismo y la reacción contrainsurgente de las fuerzas de seguridad del Estado, van a marcar las oscilaciones entre las propuestas de paz, el incremento de los hechos violentos y el rechazo a la solución política del conflicto por parte de importantes sectores de la sociedad4.
En fin, el texto nos permite comprender los elementos claves del origen de las guerrillas liberales, marxistas leninistas y conservadoras así como la precariedad del Estado Colombiano y la consecuente marginalización de las regiones menos integradas a las dinámicas económicas y políticas de la capital. Ahora bien, en el contexto del acuerdo de la paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc, el problema cambia al escenario de la ciudad y de modus operandi: la parapolítica, el surgimiento de bandas emergentes que agrupan a antiguos paramilitares (bacrim), los falsos positivos, entre otros, son efectos de un acuerdo frágil entre el gobierno y los paramilitares; por lo que es de vital importancia esta y otras revisiones históricas para reafirmar los consensos y concientizar sobre las causas estructurales que produjeron una guerra irresuelta y que durante varios periodos amenaza con hacer de Colombiano un Estado fallido, una interpretación de la cual el mismo González parece distanciarse.
Por último, esta obra de largo aliento puede considerarse como la síntesis que todo historiador consagrado debe aspirar a lograr y que por lo general es un punto de llegada de un largo proceso de formación de cientos de lecturas, de reflexiones y discusiones con infinidad de especialistas e investigadores, de los cuales el mismo autor da cuenta en la presentación del libro. De ahí que esta obra deba considerarse como lectura obligada para quienes desean comprender desde una perspectiva histórica pero a la vez muy conceptual, comparativa y de larga duración.
4 Ibíd., p. 379.