La universidad latinoamericana frente a la globalización.
Continuidades e inflexiones de un mismo proceso (1968 y 2011)*
Resumen
El objetivo de este artículo
es analizar las dinámicas de la globalización y de la tecnocracia en escenarios
como la educación superior. El texto hace parte de un proyecto investigativo
que busca preguntarse por dos dinámicas sociales: la primera presente en el año
de 1968 y la segunda en el año 2011. La propuesta va dirigida no solo a
explicar las tensiones movilizatorias en medio de un panorama globalizado, sino
identificar la dinámica glocal como cualidad performadora de las sociabilidades
desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad.
palabras
Clave: globalización, movilización, tecnocracia.
Referencia
para citar este artículo: ACEVEDO TARAZONA, Álvaro y CORREA LUGOS, Andrés (2017).
“La universidad latinoamericana frente a la globalización. Continuidades e
inflexiones de un mismo proceso: 1968 y 2011”. En Anuario de Historia Regional y de las Fronteras. 22 (2). pp.
121-139.
Fecha de recepción: 13/11/2016
Fecha de aceptación: 17/03/2017
Álvaro Acevedo Tarazona:
Posdoctor
en Ciencias de la Educación de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de
Colombia. Doctor en Historia de la Universidad de Huelva (España). Magíster en
Historia e Historiador de la Universidad Industrial de Santander, Magíster en
Historia de América Latina de la Universidad Pablo de Olavide (España).
Formación Especializada Docencia en Historia y Cultura de América Latina de la
Universidad Pablo de Olavide (España). Especialista en Filosofía de la Universidad
de Antioquia. Profesor titular de la Universidad Industrial de Santander,
Colombia. Correo electrónico: tarazona20@gmail.com. Código
ORCID: 0000-0002-3563-9213
Andrés Correa Lugos: Historiador
y Archivista de la Universidad Industrial de Santander. Miembro activo del
grupo de investigación “Politicas, sociabilidades y representaciones
histórico-educativas”, Universidad Industrial de Santander, Colombia. Correo
electrónico: andrescorrealugos@outlook.com. Código
ORCID: 0000-0002-6477-8001
The Latin American University
Against Globalization. Continuities and Inflections of the Same Process: (1968
and 2011)
Abstract
The aim of this article is to analyze the dynamics of globalization and
technocracy in scenarios such as the higher education. The text is part of a
research project that pursues to ask after two social dynamics: the first in
the year 1968 and the second in 2011. The proposal is addressed not only to
explain the mobilizing tensions in the middle of a Globalized panorama, but to
identify the global dynamics as the constructive quality of sociabilities from
the second half of the twentieth century to the present.
Keywords: Globalization, Mobilization, Technocracy.
A universidade
latinoamericana contra a globalização. Continuidades e inflexões de um
processo: (1968 e 2011)
Resumo
O objetivo deste trabalho é analisar as dinâmicas da globalização e da
tecnocracia em âmbitos como o ensino superior. O texto faz parte de um projeto
de pesquisa que almeja perguntar por duas dinâmicas sociais: a primeira, em
1968, e a segunda, em 2011. A proposta não aborda somente a explicação das
tensões mobilizadoras em meio a um panorama globalizado, mas também a
identificação da dinâmica glocal como qualidade geradora de sociabilidades
desde a segunda metade do século XX até o presente.
Palavras-chave: Globalização, mobilização, tecnocracia.
El presente artículo
pretende acercar al lector al conocimiento de las dinámicas globalizadas y
tecnócratas en el Latinoamérica, siendo más específicos en países como Chile,
Colombia y México. La elección de estas realidades locales se debe a que
comparten una linealidad histórica, pero difieren de manera considerable en la
actuación y/o respuesta ante los postulados globalizados y tecnócratas. A pesar
de las diferencias de cada localidad, el texto trata de dilucidar los puntos de
encuentro y desencuentro a la par que se va construyendo una lógica globalizada
que tiene como finalidad la capitalización del sí-mismo, basándose en términos
generales, en la naturaleza de la oferta universitaria de la región.
En el desarrollo del texto
se analiza el proyecto globalizador y las repercusiones que este ha establecido
no sólo en la forma como los actores sociales se desenvuelven en la vida
cotidiana, sino en la forma como protestan frente a los postulados globalizados.
La metodología de la triangulación permite acercar los planteamientos teóricos
a las realidades latinoamericanas. En razón de este propósito, muestra
acontecimientos como la revolución del 68 no solo como una fractura cultural
sino como todo un evento político que reconfigura la participación ciudadana de
la juventud; a la par, se pregutna por las movilizaciones del año 2011 como una
coyuntura planetaria dirigida desde pretensiones locales. El artículo hace
énfasis en el concepto de glocalización; para ello, dispone de un primer
apartado de acercamiento teórico en el que busca acercar el conocimiento del
concepto de globalización con nuevas alternativas analíticas de la globalidad.
Una vez diferenciados los
conceptos se busca las especificidades de la relación entre lo global y lo
glocal en un marco de problemas compartidos en América Latina. Para ello se
muestra la necesidad de un proyecto globalizador como una lógica dominante que
propone superar los baches de guerras mundiales, conflictos geopolíticos y las
brechas espacio temporales existentes. Este recorrido llega hasta el año de
1968 como un punto de inflexión globalizado, pero también como un proceso de
emancipación y revolución que dará pie no solo a una nueva forma de protesta,
sino a una nueva forma de consumo y capitalización del mundo. Este proceso
algunas veces imperceptible pero realizado a gran escala, sumerge al planeta
entero en una lógica globalizada en la cual la universidad es también parte de
este proceso, bajo criterios de eficiencia, eficacia y calidad. De esta manera
se implementa una educación no al servicio de la sociedad y dignificación del
ser humano, sino como alternativa y complemento a nuevas tipologías laborales
que genera recursos.
En esta dinámica globalizada
aparece la última inflexión que desarrolla el texto: es a partir del año 2011
que las personas comparten una serie de pulsiones y molestias por el ritmo
acelerado y el continuo endeudamiento del futuro (con créditos educativos,
hipotecas, etc.). Inicia así una serie de manifestaciones locales que son
mediatizadas por las redes sociales. Esta nueva forma de movilización no es
antiglobalizadora, pero si critica el rumbo que está tomando al incrementar de
manera considerable la desigualdad social.
Construir
un relato histórico de la globalización constituye un reto para el oficio del
historiador porque necesita de una mirada pluridimensional de los
acontecimientos, las transiciones y, sobre todo, del reconocimiento de las
etapas de corta, mediana y larga duración. Además de estos conocimientos
propios de la experiencia, es importante recurrir a un uso adecuado de los
conceptos. En razón de ello, se desarrolla como primera medida para la
construcción del texto, unos apartados que sintetizan el trabajo realizado por
los autores en temas como: globalización, glocalización, tecnocracia y
movimientos sociales.
La globalización es un concepto bastante denso, está
presente a diario en las sociabilidades del siglo XXI: globalización en los
medios de comunicación, en la educación, en la política, en la economía, en los
deseos, en las pasiones y hasta en las pulsiones. Es tarea entonces del
investigador social tomar con rigurosidad el concepto. Autores como Immanuel
Wallerstein empalman la globalización con la aparición del sistema-mundo y la
apertura del mundo eurocéntrico a nuevos encuentros con el otro(1).
Si bien este proceso es el dinamizador de lo que se conoce como la modernidad y
da pie al afianzamiento del liberalismo y el capitalismo, solo sería casi cuatro
siglos después cuando la globalización como concepto aparece.
La constitución de un concepto implica que exista un
acontecimiento, una situación totalmente novedosa que induzca a la producción
de un neologismo; debe ser un proceso tan fuerte que reconfigure el presente y
habilite un futuro impensable sin él; debe articular el pasado que lo precede
para explicarlo(2). ¿Dónde encontrar un fenómeno de tal magnitud? La
globalización inicia con la mundialización de la técnica, la tecnología y la
ciencia a la par que se acrecienta el miedo a la violencia y a la catástrofe
demográfica que deja un mundo que no solo comparte sus bienes sino también sus
males. La globalización como concepto hace su aparición en el año de 1958 en la
columna globalised quote de la
revista the economist(3),
en plena posguerra, bajo la coyuntura de la necesidad de fundar una Comunidad
Económica Europea mediante la cual se busque dinamizar procesos
transculturales, transeconómicos y geopolíticos, al mismo tiempo que se
potencializa un capitalismo industrial y un consumo elevado a nuevos targets poblaciones como es la
“juventud”.
La globalización aparece como un proceso cultural,
económico y político referido a una serie de complejas problemáticas derivadas
de los conflictos mundiales. Ante este hecho, se intenta retomar el discurso
moderno del progreso y el liberalismo y potencializarlo con tecnologías de la
información y la comunicación, la capitalización y las ganancias a través de
nuevos espacios que van más allá de la fábrica y consoliden un mercado cultural
y del entretenimiento; paralelo a ello se venden experiencias y sensaciones
fugaces y obsolescentes. El resultado es asombroso, para 1968 el mundo se
encuentra metido en una nueva lógica de consumo, la cual deriva en revoluciones
culturales por todo el planeta; millones de jóvenes están en las calles
exigiendo libertades y mostrando el desacuerdo ante un oficialismo sistémico
que los ahoga. Por su parte, el sistema prepara intervenciones en todo el mundo
para contener las euforias de rebeldía: el consumo puede seguir pero la toma de
la libertad no. Eventualidades como la matanza en la Plaza de las Tres
Culturas, en México, ad portas de
unos Juegos Olímpicos, son evidencia que la globalización no solo trae consigo
una liberación y un consumo desbocado sino que tiene métodos para crear
cortinas de humo.
Ahora bien, El impulso de la globalización reconfigura
los territorios, a la vez que complementa la manera como los actores sociales
enfrentan nuevas territorialidades. La emergencia de coyunturas muy
específicas, pero ahora visibilizadas por los medios de comunicación hace que
el impacto de la globalización sea multidireccional. Desde esta lógica se
empiezan a construir muchos discursos, en su mayoría reaccionarios, que buscan
influenciar de manera positiva en los problemas locales, nacionales e
internacionales. La conceptualización de esta nueva lógica lleva entonces a
delimitar la noción de glocalización:
lo glocal es la conjunción entre lo local y lo global. Este término es acuñado
por el sociólogo Rolan Robertson en el texto
glocalization: timeespace and homogeneity-heterogeneity; el término
proviene del concepto japonés dochakuka
cuya traducción es “el que vive en su propia tierra”(4). Robertson
explica que sólo cuando existe una suficiente conciencia de la importancia de
las coyunturas locales es posible trascender a la construcción de una
problemática en sincronía con el mundo.
La preocupación por el mundo empieza entonces a ser una
aclamación visible en las generaciones intranquilas por la influencia que hacen
las políticas trasnacionales en gobiernos nacionales tradicionalistas que no
alcanzan ni siquiera a tener un impacto regional. En países del primer mundo se
traduce en una movilización contra el imperialismo en otras regiones, el
rechazo a las pruebas nucleares y el reclamo continuo a los inclusión y
derechos de mujeres y minorías. En el segundo mundo se evidencia un rechazo al
régimen comunista que limita una apertura económica y cultural con el resto del
planeta. En el tercer mundo se produce una corriente antisistémica en contra
del neocolonialismo y de las recursivas formas de dominación orientadas por
organizaciones trasnacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional, para frenar las incursiones comunistas en dichas regiones. El
teórico social Herbert Marcuse documenta la situación planetaria en dicha
contemporaneidad:
En
los países latinoamericanos que se encuentran bajo dictaduras fascistas o
militares se lleva a cabo una cruel persecución. La tortura se ha convertido en
un recurso normal de los “interrogatorios” de todo el mundo. Ahí donde la
resistencia de los pobres ha sido vencida, los estudiantes encabezan la lucha
contra la soldadesca y la policía; se asesina, se arrojan gases y se bombardea
a los estudiantes, y se les apresa por centenares. Los Juegos Olímpicos fueron
inaugurados con la persecución y muerte a tiros de trescientos de ellos en las
calles de ciudad de México. En los Estados Unidos, los estudiantes se mantienen
a la vanguardia de la protesta radical: las matanzas en las universidades de
Jackson State y Kent son prueba de su papel histórico […] El capitalismo se
organiza para enfrentarse a la amenaza de una revolución que sería la más
radical de todas las revoluciones históricas, la primera verdaderamente mundial
e histórica(5).
Desde la perspectiva histórica y sociología de Marcuse,
una compartida por pensadores de izquierda la época, los jóvenes y en especial
los universitarios son la esperanza revolucionaria global en la historia de la sociedad. Las movilizaciones
protagonizadas en las décadas de 1960 y 1970 llevan a pensar que tinen la
suficiente fuerza de convocatoria y los ideales para lograr un cambio. Gran
parte del desarrollo movilizatorio de los jóvenes se debe a que tienen un
espacio autónomo en el cual dan vía libre a la construcción de un discurso y un
pensamiento alternativo. Ese espacio es la universidad. El sistema, consciente
de dicho escenario, inicia una serie de maniobras para obstruir el
desenvolvimiento revolucionario y movilizatorio.
La estrategia para obstruir las dinámicas revolucionarias
es mediante la consolidación de un sistema que ofrezca el beneficio moderno del
progreso y no caiga en procesos políticos demagógicos y ultranacionalistas. Es
en la posguerra cuando se busca la concentración del poder en el desarrollismo
técnico y tecnológico; la ventaja que tiene este sistema para aplacar las
movilizaciones es que anula la decisión y la voluntad, pues el credo
tecnocrático sólo concibe la verdad objetiva de la ciencia(6), no da
pie a reinterpretaciones y mucho menos a revoluciones que no estén dirigidas a
un cambio de paradigma. La tecnocracia surge como una alternativa para las
relaciones de poder entre quien es dueño de los medios de producción y quien
vende su fuerza de trabajo; es el primer paso hacia la capitalización o
gerenciamiento del sí-mismo, o como dice Alain Touraine: distienden el equipo y
el servicio(7).
Existen diversos modelos tecnócratas ofertados según la
realidad local, pero hay unos pilares fundamentales que deben ser tenidos en
cuenta. En primer lugar, existe un cambio radical en la forma de considerar al
estado y a la sociedad, pues estos son concebidos como sistemas. Al ubicar la
noción del sistema, en segundo lugar, hay entonces un objetivo implícito: que
los procesos de intervención social deben estar orientados por una razón
técnica y ser cuantificados en términos instrumentales. En tercer lugar, el
conocimiento no está sectorizado y puede ser aplicado a cualquier dimensión de
la vida social, en otras palabras, abre la puerta a que prácticas técnicas,
secuenciales e instrumentales sean aplicadas a políticas públicas en una
ingeniería social. Por último, la tecnocracia predica que para cada problema
siempre existe una solución óptima; la optimización no se cualifica sino que se
cuantifica con factores como eficiencia y eficacia(8).
Los
postulados tecnócratas son potencializados por una era globalizada que se abre
en todo el planeta. El desarrollismo encabeza las grandes reformas y cambios en
distintas regiones, a la par que organizaciones transnacionales como el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional giran millones de dólares a países,
en especial del tercer mundo, para desarrollar los proyectos. Gran parte de
dichos proyectos de desarrollo van encaminados a sectores productivos de la
sociedad, los cuales necesitan primeramente de la capacitación y
profesionalización de la mano de obra. Es por esta razón que las universidades
se convierten en grandes polos e intereses del desarrollismo tecnócrata y
globalizado. Con lo que no cuenta es que es en las mismas universidades donde
se van a levantar todo tipo de movilizaciones en contra de tales
pretensiones.
Es al inicio del siglo XX cuando se hace necesaria una
ideología que reemplace el ocaso ideológico decimonónico. Lo que no es posible
desechar es la idea de progreso, pues es la utopía del progreso la que permite
a la humanidad organizarse, resistir y producir en torno a un futuro mejor. La tecnocracia llega entonces para darle un
segundo momento a los postulados filosóficos del progreso y hacerlo práctico.
En los primeros veinte años del siglo XX se produce una aceleración del
conocimiento sin precedentes, con avances científicos como la electricidad, los
motores de combustión interna, los avances médicos en torno a las proteínas y
las vitaminas, las primeras vacunas y el crecimiento progresivo de las ciudades
en todo el mundo(9). Para la década de los treinta la tecnocracia
sobrevive a una Guerra Mundial y a la primera crisis económica mundial (1929).
La expansión de campos técnicos de la producción tanto físicos como químicos,
principalmente, conduce a que sean los científicos e ingenieros de estas especialidades
los llamados a diseñar y ejecutar las políticas gubernamentales de la sociedad
industrial en su conjunto. Un ejemplo de esto es el ascenso político, económico
y científico de personajes como Robert McNamara. Después de una carrera exitosa
dirigiendo la Ford Motor Company,
este se convierte en secretario de defensa norteamericano, en plena Guerra de
Vietnam, y luego es presidente del Banco Mundial hasta 1981(10).
La administración de este proceso tecnócrata necesita de
un impulso globalizado, y este tiene su causa fundamental después de la Segunda
Guerra Mundial (1939-1945). Esta guerra representa para el mundo entero no solo
la capacitación y puesta en práctica de tecnologías de punta –consideradas tan
solo años atrás como meros prototipos– sino la pérdida de una generación
completa de jóvenes que va a morir en territorios desconocidos. También
representa el posicionamiento de dos potencias políticas, económicas e
ideológicas que comparten la carrera tecnológica. El mundo deja de ser visto
como un conjunto y ahora es pensado en dos bloques con la suficiente avaricia,
poder y dinero para conquistar no solo la otra parte del mundo que no poseen
sino el universo mismo (o eso es lo que los delirios de cada potencia, en plena
Guerra Fría, hacen creer).
La historia permite ver en este escenario temporal
específico a dos protagonistas antagónicos (la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas y Estados Unidos), una atribulada Europa y unos extras de reparto
con apariciones ocasionales (África, Asia y América Latina). En el caso de
América Latina el panorama es bastante complejo, tal vez menos bipolar como en
otras latitudes del mundo pero no menos conflictivo. En el mismo año que se
crea la Organización de Estados Americanos, 1948, en Colombia ocurre el asesinato
del líder político Jorge Eliecer Gaitán, con los efectos propios de una
violencia política y criminal que no ha parado hasta nuestros días. En México
es notoria la industrialización de vastas zonas y el consumo de la televisión.
Entre tanto, en el cono Sur la preocupación aumenta por el conflicto con las
Islas Malvinas.
En medio de las tensiones geopolíticas y una tensa calma
que en cualquier momento puede derivar en una guerra catastrófica, se consolida
en las regiones del tercer mundo una iniciativa para potencializar la industria
y la educación en torno a la ideología tecnócrata. En 1948, por ejemplo, se
funda la Universidad Industrial de Santander con un enfoque hacia las
ingenierías con programas como Ingeniería Mecánica, Ingeniería Eléctrica e Ingeniería
Química(11). Este es solo un ejemplo entre otras universidades
colombianas: Universidad del Valle (1945), Universidad del Atlántico (1946),
Universidad de los Andes (1948). Dichas universidades además de compartir el
periodo de fundación, comparten la misión, grosso
modo, de implementar un desarrollo regional mediante el impulso a
industrias pesadas, el apoyo a proceso extractivos de materias primas y, en el
mejor de los casos, el desarrollo de innovaciones tecnológicas. De esta forma,
se espera contrarrestar los grandes desequilibrios económicos regionales y
macro regionales y, sobre todo, entre el norte y el sur. Todo ello bajo el
concepto de una apuesta organizada en un marco globalizatorio que consiste en
crear polos subregionales de innovación y emprendimiento impulsados por centros
especializados de educación superior(12).
Pero el proyecto va mucho más allá de la construcción de
espacios donde se concentre el desarrollo técnico y tecnológico. Tal y como se
expone en el apartado anterior, la tecnocracia es consciente de que cualquier
forma de conocimiento es vital no solo para el desarrollo científico sino
también para el desarrollo social. En razón de ello, inician proyectos para
optimizar la educación, al mismo tiempo que se educa a las personas y se induce
a una lógica de producción y capitalismo que no permita el afianzamiento de la
Internacional Socialista. Es por esta razón que Estados Unidos propone realizar
cambios estructurales en la educación y, sobre todo, en los campus
universitarios. Dichas reformas son de naturaleza planetaria: en Asia se conoce
como Plan Karachi, en África como Plan Addis Abeba y en América Latina llega
para el año de 1961 como el Plan Atcon.
Este plan para Latinoamérica es propuesto por el asesor
de la Unesco Rudolph Atcon. A grandes rasgos, el modelo Atcon busca agilizar el
proceso educativo para incrementar la producción de mano de obra competente en
un oficio. La adecuación educativa implica también crear nuevas técnicas y
tecnologías que superen los problemas prácticos y que propendan por el
incremento de la rentabilidad de industrias y compañías. Y todo ello, sin
desmedro de una formación profesional investigativa y humanística. De la misma
manera, busca la reducción de los aportes del estado a la educación y el surgimiento
de grandes emporios industriales encargados de la formación de los empleados y
el modelamiento de los mismos al gusto del empleador.
Los modelos pretenden estimular la formación humanística
pero en la práctica esta formación siempre será subsumida por el afán de
alcanzar el progreso humeante y mecanicista de la industrialización. No hay
tiempo para detenerse a pensar en la ontología del ser y la máquina, y mucho
menos para fomentar programas de humanidades y ciencias sociales. Como el
tiempo es extracción y conversión de mercancías, y estas mercancías son dinero,
se reestructura y flexibiliza el tiempo de estudio de los aprendices pasando a
tres años de formación a la vez que se inauguran los estudios técnicos y
tecnológicos que orbitan en un saber hacer. Y ya que se acorta el tiempo del
aprendiz en función a la capitalización de los recursos, es necesario realizar
currículos que tiendan a la individualización. En otras palabras, hacia un
conocimiento fragmentado que no dialogue con otras ramas y enfoques del saber.
El propósito es sectorizar a toda costa el conocimiento con fines productivos.
El denominado tercer mundo pierde toda esperanza de generar nuevos
conocimientos e investigación, pues este saber queda reservado para los
institutos ultra científicos y tecnológicos del primer mundo.
Obviamente tales reformas repercuten en la cotidianidad
de los estudiantes; se producen malestares y movilizaciones en una juventud
hija del desconcierto. Una juventud que parece romper los márgenes culturales y
sociales establecidos; una generación de padre obrero o de clase media, educada
en un colegio para obreros o clases medias, viviendo en un barrio para obreros
o clases medias, alentando los fines de semana el equipo de futbol de los
obreros o de las clases medias. Lo que se esperaría, entonces, es un hijo
obrero o de clase media de este padre obrero o de clase media. Pero no es así.
Este hijo, en algunos casos, deriva en un joven ilusionado con una revolución
que conduzca a una sociedad distinta.
El plan reformista de Atcon prevé tales escenarios, por
esta razón propone desmovilizar cualquier intento de unificación,
estructuración y concertación universitaria para un cambio social por vías de
hecho y cercano a la ideología comunista. En su lugar, promueve una reforma
educativa funcionalista de tendencia corporativa y pacífica para invadir el
organismo social con programas que incidan en el desarrollo de la sociedad.
Esta contradicción en América Latina lleva a que en la década de los años
sesenta, más que la consagración de bandas de rock, el uso de los
anticonceptivos o una aparente revolución cultural en los consumos y formas de
ver el mundo de la juventud, se dé inicio a una lucha estudiantil continental
con distintas especificidades nacionales y regionales, muy a propósito de los
lineamientos globalizados(13). De aquí en adelante, las continuas
movilizaciones y protestas de los estudiantes son distintas una tras otra. La
razón de esta diferencia radica en que son producciones colectivas,
radiografías sociales de una América Latina compuestas por regiones y en un
cambio continuo. Pensar en la educación, la región y los problemas globales es
entonces un oficio que lleva a evaluar las perspectivas de cada generación que
se toma las calles(14), hace carteles y proclama arengas y utopías
en búsqueda de la solución a sus propias angustias y problemas. Esto hace que
cada generación sea muy distinta a la anterior y que cada una se refiera a
problemas muy específicos de sus regiones y naciones, pero en el fondo tienen
el mismo sueño, la misma ontología y las mismas posturas contra discursivas en
relación al poder.
A continuación se analizará la inflexión de las políticas
globalizadas y tecnócratas en un escenario puntual: el auge de las
movilizaciones y la protesta derivada por las reformas Atcon en la universidad
colombiana, visibles en su máxima expresión en el año de 1968 pero con
repercusiones hasta el año de 1978. Estas movilizaciones se denominan
antisistémicas y tienen como referente las protestas al modelo imperialista
norteamericano. La lógica de protesta opta por un acercamiento a ideologías de
izquierda y/o comunistas. Los principales escenarios donde se desarrolla la
tensión son las universidades, bastiones de la circulación de ideas y la
consolidación de un sistema crítico y problematizador de la realidad
nacional.
En Colombia el antecedente causal de las movilizaciones
de 1968 se da cuatro años antes, con la Marcha del Triunfo del 64; allí
estudiantes de la Universidad Industrial de Santander logran su máxima gesta
impactando tanto a la opinión pública regional y nacional al caminar a pie unos
quinientos kilómetros que separan a Bucaramanga de la capital de Colombia. En
una movilización llena de retos con una geografía hostil, los estudiantes
expresan su inconformidad hacia el rector Juan Francisco Villarreal;
paralelamente inauguran un sentir social compartido al rechazar de manera
tajante un modelo de educación universitario norteamericano que se quiere
implementar en la UIS sin atender a las condiciones particulares en lo social y
económico de la propia región santandereana. Un desconocimiento que puede
derivar –como en efecto lo será– en una caricatura del modelo educativo
norteamericano(15).
Esta aparentemente lejanía acontecimental presenta
factores trasversales semejantes: todos tienen como catalizador una estructura
globalizada por parte de instituciones transnacionales que dictan lineamientos
o directrices en lo que se denomina el uso correcto de recomendaciones para los
estados, las cuales apuntan directamente a la educación como uno de los
principales problemas a resolver, en particular, el gasto de dinero público en
la educación con índices de tasa de retorno verificables para el sector
productivo y la sociedad en general. Por ello, con el paso de los años, se
exhortará a países como Colombia y México a seguir el ejemplo de Chile y su
doctrina neoliberal. Lo cierto es que en México, partiendo de la realidad
chilena, se desaprueban las recomendaciones de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde)(16). Esto lleva a un
primer punto de inflexión importante a partir de 1968: la aparición en las
movilizaciones sociales de demandas locales basándose en una referencia global.
Esta tendencia se presentará en todas las movilizaciones a lo largo del siglo
XX.
Las movilizaciones protagonizadas por sectores
inconformes como los estudiantes, en México, Colombia y Chile presentan una
constante de incredulidad frente a los gobiernos de turno, en parte por el
incumplimiento de las promesas que estos realizan de manera acelerada a los
estudiantes con el fin de levantar huelgas o mitigar movilizaciones en las
calles. Esto conduce a una desconfianza en los diálogos para la resolución de
conflictos y la participación universitaria. En el caso mexicano esta
desconfianza es mayor a la de los otros dos países por la coyuntura que ejerce
el Partido Revolucionario Institucional (PRI) como principal decepción política
en la organización estudiantil. Si se entra a analizar los motivos que generan
las protestas, todo pareciera indicar que los problemas no conocen límites
espacio-temporales, pues la educación pública latinoamericana siempre tiene
entre sus demandas, una mejora en financiamiento, acceso y permanencia(17);
en el caso colombiano, con el continuo rompimiento de los pactos y acuerdos
entre gobierno y estudiantes.
Desde luego existen diferencias que complementan la
coyuntura educativa latinoamericana, las cuales están ligadas a decisiones
colectivas de índole política. En México las instituciones universitarias son
un referente de masificación educativa, también de movilización social y de
apertura a clases menos favorecidas. De manera que acontecimientos como el del
68 dejan ver a estudiantes sin ninguna militancia política pero con inquietudes
por su futuro. Es así como deciden tomar parte activa en la creación de un
sistema educativo nacional que en el cortoplacismo critica al Estado, pero en
el mediano plazo lo fortalece. De ahí que las posteriores movilizaciones
estudiantiles sinteticen las aspiraciones históricas de la sociedad mexicana
para contar con una educación libre, autónoma y de calidad, así esto implique
la pérdida de influencia política a lo largo de la historia más reciente y
transforme la organización estudiantil en una resistencia frente a la
representación institucionalizada y una desconfianza a los partidos políticos(18).
En Colombia, por otro lado, la violencia política genera
un ambiente de tensión que no permite desarrollar un ambiente propicio para la
formulación de una reforma educativa que busque la gratuidad y elimine la
brecha social en materia educativa. La mayoría de los estudiantes que hacen
parte de la Marcha del Triunfo del año 64 corren una suerte similar a los casos
mexicanos en referencia al incumplimiento continuo de las promesas por parte
del gobierno; otros son perseguidos y silenciados, mientras que una minoría
termina por el camino del destierro y la lucha armada uniéndose al Ejército de
Liberación Nacional (ELN)(19), el cual tiene su fortín ideológico en
los estudiantes de la Universidad Industrial de Santander(20). El
factor violencia potencializado por el miedo y la desaparición lleva a la
fragmentación del movimiento estudiantil hasta una eventual invisibilidad en las
décadas de los ochenta y noventa. Mientras tanto, se da inicio a una política
neoliberal continua con la venta de empresas nacionales y el desentendimiento
del papel del Estado en importantes sectores como la salud, la asistencia
social y la educación.
En Chile el panorama tiende a distar de las dos
realidades anteriores después del golpe de estado al presidente Allende (1973)
y la toma del poder por parte de la dictadura; en la educación se acentúan
lógicas neoliberales, pero estas no son tomadas como un dictamen de
instituciones transnacionales sino como una respuesta pinochetista al déficit
político interno. Desde este momento, la educación tiene un fortalecimiento por
efecto de la continua inversión privada. Esta inversión sustentada en los
principios más básicos del lucro genera una serie de aranceles y sistemas de
crédito que convierten a la educación superior chilena en un mecanismo de
filtraciones sociales que fortalece a la élite y multiplica nuevas
universidades privadas. En este orden de comparaciones, la organización
estudiantil chilena es distinta a la de los casos mexicano y colombiano. La
Federación de Estudiantes de Chile tiene una dinámica de congresos
constituyentes convocados por los centros de alumnos en los que se crean
estatutos y hay elecciones universales de la federación. Esta tendencia
demuestra una marcada traza institucionalista tanto en las formas como en los
mecanismos de la organización estudiantil(21). De manera que el
activismo estudiantil de los líderes y cuadros políticos busca afianzar una
carrera política o empresarial en su porvenir.
Las continuas apariciones de los estudiantes en las
decisiones políticas generan en los países distintas formas de asumir la
movilización estudiantil. Tanto por incredulidad en la política como por temor
a la violencia o la aceptación de una neoliberalización galopante por un
sistema político especializado en la desaparición y la persecución
institucionalizada, los estudiantes y sus luchas generacionales son un ejemplo
de resistencia. Esta posición de lucha es un sentimiento derivado de un
instinto por sobrevivir, lo que faculta la resistencia y la consecución de
algunas mejoras en lo que respecta a la transformación regional y la lucha por
la educación.
Con el afianzamiento de las lógicas neoliberales en gran
parte del mundo, la universidad entra en un proceso de adaptación frente a
estándares internacionales de calidad. Similar a la inflexión del año 1968 que
tiene su dinamizador cuatro años antes (la marcha del 64), la inflexión del
2011 inicia tres años antes con la crisis económica global que pone en tela de
juicio las cualidades innovadoras y dinamizadoras del neoliberalismo. La crisis
planetaria tiene su origen en el alza repentina de las materias primas efecto
de la especulación y una burbuja crediticia con la cual se pagan hipotecas,
créditos de libre inversión y matriculas educativas en todo el mundo. La crisis
económica se traduce como la situación en la cual las personas no pueden pagar
lo que consumieron, consumen y planean consumir. Esta situación despierta
malestares generalizados en la población de todo el mundo; tan solo en
Latinoamérica grandes movilizaciones como Yo soy 132, la Mane, etc., son
conocidos de manera general como los indignados. Si bien los distintos grupos
hacen énfasis a necesidades puntuales, tienen en común algunos apartes del
discurso y ciertas estrategias con las cuales convocan fenómenos colectivos
para hacer las reclamaciones a los gobiernos.
Yo Soy 132 en México responde a las necesidades de una
generación de nativos digitales que buscan una democratización de los medios de
comunicación y un rechazo a la manipulación por parte de grandes consorcios
informativos e interactivos mexicanos. La dinámica de estos nuevos colectivos
sociales no representa un gremio o grupo humano; la fuerza proviene de la
heterogeneidad de los individuos que conforman el colectivo al igual que en los
múltiples campos de acción que van desde una lucha por los derechos digitales,
pasando por una conciencia ecológica hasta los más agudos problemas nacionales
como la corrupción, la desigualdad social, los ajustes educativos y la
necesidad esclarecer la fuerza desmedida del estado en los disturbios de Atenco
en el año 2006. La consigna de #YoSoy132
apunta hacia la inclusión y la pregunta por una nación mexicana que atienda el
creciente malestar social. Lo que parece ser cuestión fugaz del momento, crece
de manera considerable y hace tambalear la popularidad del presidente Peña
Nieto. Más que una respuesta propositiva que logre un cambio radical, Yo Soy
132 permite que ciudadanos mexicanos se conozcan entre sí y se organicen para
la protesta ante problemáticas educativas, energéticas y culturales.
Por su parte, la Mesa Amplia Nacional de Estudiantes
(Mane) en Colombia, surge del descontento por los continuos recortes a la
educación superior y la intención del gobierno colombiano de emular el modelo
educativo chileno que se fundamenta en la educación con ánimo de lucro. La
población que se manifiesta también es joven, en su mayoría universitarios, y
expresa una preocupación por el proyecto de reforma a la Ley 30 de 1992. Al
constituirse Colombia como un país donde la violencia es un fenómeno trasversal
de su cotidianidad, los manifestantes rompen cánones anteriores de la protesta
violenta y hacen movilizaciones no violentas, en las que apelan a la
recursividad por medio de marchas-carnavales, desnudatones, besatones y
múltiples acciones colectivas que capturan la atención de la comunidad en
general y de los medios de comunicación. Además, crean sus propios canales de comunicación
independientes usando plataformas como YouTube,
los estudiantes hacen videos mostrando la realidad de la educación. El centro
de la discusión es hacer una reforma, pero para mejorar y no para vender al
mejor postor cualquier educación tecnócrata y sin investigación. Al final el
gobierno se ve obligado, por la presión pública, a archivar la propuesta de
reforma educativa y a enviar tanto a su gabinete como a los distintos actores
educativos -sugiriendo incluir a la Mane- a reestructurar una propuesta
concertada. Lo que a la postre no se alcanzará. De igual manera, los
manifestantes están al tanto y apoyan las protestas campesinas que luchan por
los inflados precios de fertilizantes, combustibles y por la obligación de
comprar semillas transgénicas. También hacen presencia ante la incursión de
proyectos de mega minería en regiones como el páramo de Santurbán.
Por su parte, en Chile se intensifican las movilizaciones
de los estudiantes en general, con un rechazo rotundo a un sistema de educación
en el cual el estado solo apoya con un 15% y 25% de inversión, mientras que los
mismos estudiantes son quienes tienen que sufragar el restante por medio de
créditos educativos que hipotecan su futuro en los próximos quince o veinte
años. Entre los manifestantes se encuentra la Federación de Estudiantes de
Chile y la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. Las
manifestaciones en Chile son bastante controladas por la fuerza pública, sin
descontar que los manifestantes son instigados por los carabineros. Para evitar
el uso de la fuerza y la violencia por ambas partes, los estudiantes idean
nuevas formas de movilización, como es el baile masivo de Thriller el 23 de junio frente al Palacio de la Moneda: una
representación de la zombificación en
la que se encuentra la educación pública chilena22. De la misma
manera, muestran su preocupación por medio de medios virtuales creando portales
web independientes como YoDebo.cl, en
el que jóvenes chilenos dan a conocer las escandalosas sumas de dinero que
adeudan por créditos estudiantiles. Con la elección de la presidenta Bachelet
se cree que las cosas van a mejorar. Se espera darle acceso educativo gratuito
a un 50% de los jóvenes más pobres de Chile. Si bien falta mucho para mejorar
el sistema educativo chileno, en el año 2011 la presión es suficiente para que
las cosas empiecen a cambiar.
En los tres casos anteriores existen similitudes. En
primer lugar, se encuentra la participación de individuos autónomos en
movilizaciones, porque cada quien siente que está afectado en el futuro de
sí-mismo. En segundo lugar, no hay una masa, un gremio o un grupo social único.
Esto se evidencia en que los jóvenes que se suman a las protestas de hoy no
creen en metarrelatos ni en aspiraciones maximalistas, como sí creyeron los
jóvenes del 68. Metarrelatos y aspiraciones que, en su modo de ver, son
construidos únicamente para que los políticos ganen adeptos y puedan conservar
sus intereses de poder. En tercer lugar, hay una renovación en las estrategias
de protesta. Los jóvenes de hoy no necesitan tomar las armas como único medio
para hacer sentir sus reclamos; prefieren apelar a formas de protesta amenas,
divertidas y que se alejen de cualquier intento de violencia contra la fuerza
pública. En cuarto lugar, no hay que pensar que estos jóvenes son
contraculturales como los jóvenes de los años sesenta.
De hecho, son todo lo contrario, son omnívoros culturales
que implementan todas las formas ficticias consumidas por los medios de
comunicación (como los zombis, goku, etc.) para mostrar su desacuerdo. En otras
palabras, los jóvenes latinoamericanos de hoy usan los elementos de la
globalización en contra del propio sistema y de esta manera generan una riqueza
conceptual en las movilizaciones e indignaciones.
Existe un elemento particular que debe ser analizado en
cualquier intento por desarrollar historia regional o local en estudios de la
educación, y es que es por medio de la misma globalización, cuya finalidad es
superponer las barreras espacio-temporales para de esta manera compartir
múltiples realidades(23), los estudiantes pueden compartir estas
realidades y llevar a cabo movilizaciones latinoamericanas. Es el caso de la
Marcha Latinoamericana por la Educación realizada el 24 de noviembre de 2011,
la cual reúne estudiantes de todas las regiones del continente para compartir
la necesidad de luchar por una educación mejor que no empeñe su futuro y que,
en lugar de penalizar a quien quiere estudiar e investigar, aliente los
procesos educativos que lleven a pensar la región, a pensar Latinoamérica, y a
creer en un cambio en el que exista un porvenir que no sea utópico sino
construido basándose en la alteridad y el conocimiento. Y es en estas
condiciones que surge la esperanza. Marc Augé al ser abordado e interrogado por
temas como el terrorismo, los fanatismos religiosos, la corrupción, la
desigualdad social y la crisis ecológica que amenazan al planeta entero, cree
que la esperanza está en la educación(24).
Es habitual que ciertos analistas consideren las
protestas del 68 como un macroacontecimiento que tiene efectos poderosos con
las protestas de hoy. Quienes alimentan esta idea ignoran el pragmatismo de las
movilizaciones contemporáneas. Si los jóvenes de hace medio siglo son utópicos
porque tienen en su mirada la esperanza del cambio y son optimistas porque todo
puede ser mejor, los jóvenes de hoy que se toman las calles, en cambio, son
pesimistas, y este pesimismo, más que ser considerado una cualidad, es tachado
de falta de esperanza. No obstante, sobre este pesimismo dijo el Nobel de
Literatura, José Saramago, adelantándose a los indignados y el movimiento
global: “[...] los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas,
porque los optimistas están encantados con lo que hay”(25). El
pesimismo es síntoma de un problema que consume al mundo y este va de la mano
con problemas económicos, geopolíticos, de fanatismos religiosos, ecológicos y,
sobre todo, históricos y filosóficos.
En su momento, el psicoanalista Lacan enfrenta a los
jóvenes parisinos que se toman las calles en mayo de 1968: “[...] a lo que ustedes
aspiran como revolucionarios es a un amo […] no se hagan ilusiones, muchachos,
ustedes no serán jamás sus propios amos, lo único que lograrán será cambiar sus
cadenas”(26). No se sabe a qué se refiere Lacan con las cadenas,
pero es posible que sean las cadenas del consumo de los estudiantes de hoy, las
cuales aceptan consumiendo más mientras aumentan su capital cultural. Y aquí
está la paradoja: en 1968 surge un cuestionamiento a la familia, los medios y
la educación. Esto implicará protestar para buscar el cambio. Sin embargo, el
cambio no llega. Menos llega la liberación ni la justicia ni la igualdad para
todos. Y tampoco se logra la crítica a toda forma de autoritarismo, pues son
los mismos estudiantes que protestan contra el autoritarismo los que se
muestran autoritarios con sus credos y ortodoxias ideológicas(27).
El capitalismo muta permanentemente para presentar una
nueva cara. Los conceptos que definen el capitalismo industrial son antagónicos
frente al nuevo capitalismo de consumo que desaloja cualquier forma de
radicalización. El capitalismo de consumo de hoy promueve interrelaciones que
buscan evitar conflictos, desencuentros, debates y confrontaciones de
opiniones. Señala que comparte conceptos por una sociedad ecuánime en la que
nadie sea discriminado por ser distinto, pero, eso sí, siempre y cuando la
diferencia no discuta con el amplio espectro de consumo producido por este
mismo capitalismo. Esta es la esencia de la hipermodernidad(28).
El capitalismo de consumo es un sistema enfermo, tiene
esquizofrenia. Y, sin embargo, hoy ya no es un capitalismo salvaje. Ha mutado a
un capitalismo amable que busca el respeto por el otro y consagra luchas
individualizadas de género, ecológicas y de respeto por las minorías(29).
La explicación ontológica a esta nueva tendencia enfrenta al ser a una
incertidumbre frente al sistema, pues este no sabe diferenciar si él es el
problema o es el capitalismo que encarna luchas altruistas en defensa por la
humanidad. Y, sin embargo, este ser no encaja en el sistema, cayendo de esta
manera en la desesperanza. Por eso es que hoy ya no existen revolucionarios
sino depresivos(30). Los hijos del capitalismo de consumo no creen
en las utopías sesenteras: la falta de entusiasmo es lo que caracteriza la
actualidad. Hay pocas cosas que los hacen soñar; las ideologías no lo hacen.
Las utopías se han centrado en metas pequeñas, ya no se piensa en cambiar el
mundo(31). La educación y las movilizaciones latinoamericanas, e
incluso las mundiales, ya no apelan a una ideología política sino a pulsiones
básicas, a necesidades mitológicas de supervivencia como el porvenir en un
futuro mejor o la esperanza de un mejor futuro; también recurren a la educación
como un derecho fundamental, el cual no conoce latitudes, contextos, historias y
contornos sociales.
Las nuevas formas de protesta levantan todo tipo de
opiniones tanto en quienes están a favor como en quienes están en contra.
Empezando porque estas no representan una ideología dominante y totalizadora.
Los jóvenes de hoy no se autodefinen a sí mismos en sus protestas como un
movimiento antisistémico. Ellos reconocen que están inmersos en una sociedad
que capitaliza absolutamente todos los recursos del planeta para después
capitalizar a los actores sociales y, por último, hacer lo mismo con lo que
está aconteciendo: el futuro.
En esta nueva instancia, mejor conocida como la segunda
modernidad, hay un proceso continuo por capitalizar el sí-mismo, y la mejor
forma de invertir es por medio de la educación. Por tal razón aparecen los
cursos de idiomas, en especial de inglés. También los cursos rápidos con el
afianzamiento de la web 2.0 y las tecnologías de la información y las
comunicaciones. Así mismo, los cursos virtuales diseñados por las universidades
para tener un rango de acción superior y generar recursos sin la inversión en
infraestructura propicia para la investigación, optimizando el margen de
estudiantes por docentes e incrementando el número de cursos mientras se
interioriza cada vez más una educación sin ningún contacto interrelacionado,
pero sí emulando una comunicación virtual que no es más que un intercambio
binario de códigos entre dos avatares que muy dudosamente representan lo que se
es en la materialidad, pero, de seguro, recoge las añoranzas del actor social
en un medio en el que las posibilidades solo son limitadas por el ancho de
banda.
Las derivaciones continuas
de la tecnocracia y la globalización alteran el panorama latinoamericano
generando movilizaciones sociales de las cuales los jóvenes son los principales
protagonistas. Es casi una obligación de los investigadores sociales con la
sociedad y su tiempo, generar nuevos horizontes interpretativos desde los
cuales sea posible abordar una historia glocal; una historia que respete las
conexiones que existen en una era social de la comunicación, pero también que
brinde un horizonte interpretativo y que permita dilucidar el ritmo y la ruta
que toma la región, pues esta no debe quedar a merced únicamente de la
planeación y de los intereses geopolíticos. Las nuevas formas de activismo, a
las que se suma el ciberactivismo,
demuestran una preocupación continua de los actores sociales por las
problemáticas políticas de su localidad: localidades unidas una tras otra en
una mega-red local. El historiador debe comprender tales derivaciones y
establecer análisis que plasmen, en su interrelación, a este sujeto; un sujeto
que se niega a ser atomizado, y que rechaza verse a sí mismo como un gadget o un mecanismo en la máquina
devoradora de almas que es la sociedad masificada. El actor se encuentra en un
enjambre, un enjambre local, y solo desde su deseo, sus intenciones y autonomía
posiblemente quiere hacer parte del cambio, un cambio en el que necesita del
otro.
El
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Notas
1 Wallerstein, Immanuel. El moderno sistema mundial. Vol.
III (Buenos Aires: Siglo XI editores, 1979).
2 Zizek, Slavoj.
Acontecimiento (Madrid: Sexto Piso, 2014), p. 181
3 Walter, Malcolm.
Globalization (Londres: Routledge, 1995), p. 8.
4 Robertson, Roland. Glocalización:
tiempo-espacio y homogeneidad-heterogeneidad (Madrid: Trotta, 2003), pp. 25-44.
5 Marcuse, Herbert. Contrarrevolución y revuelta (México
D.F: Ed. Joaquín Mortiz, 1973), pp. 11-12.
6 Mayol, Alberto. La tecnocracia: el falso profeta de la
modernidad, en Revista de Sociología, núm. 17, Santiago de Chile: Universidad
de Chile, 2003, pp. 95-123.
7 Touraine, Alain. La sociedad postindustrial (Barcelona:
Ariel, 1973).
8 Mayol, Alberto, Op
Cit.
9 Barraclough,
Geoffrey. Introducción a la historia contemporanea (Madrid: Gredos,
1964), p. 52.
10 George, Susan. Otro mundo es posible si... (Barcelona:
Icaria , 2004), p. 95.
11 Acevedo Tarazona, Álvaro. La UIS: historia de un
proyecto técnico científico (Bucaramanga: UIS, 1997).
12 Acevedo, Álvaro. Parque tecnologico Guatiguará: una
historia de emprendimiento e innovación tecnológica en Bucaramanga
(Bucaramanga: División Publicaciones UIS, 2015), p. 8.
13 Acevedo, Álvaro. “Ideología revolucionaría y
sociabilidad política en los grupos universitarios maoístas de los años 60 y 70
en Colombia”, en Historia Caribe, vol. XI, núm. 28, ene.-jun./2015, pp.
141-178.
14 El término generación se entiende como el proceso de
identidad en la construcción de culturas políticas, y los agravios sociales en
la configuración de los movimientos sociales contemporáneos, en Muñoz, Victor.
Generaciones: juventud universitaria e izquierdas políticas en Chile y México
(Santiago de Chile: Lom, 2011), p. 244.
15 Acevedo, Álvaro. El fin del comienzo, una época, una marcha,
un joven rebelde (Bucaramanga: División Cultural UIS, 2013), p. 44.
16 Ocde. Études économiques de l’Ocde: États-Unis 1968
(Suiza: L’Ocde, 1968).
17 Muñoz, Victor, Op Cit., p. 249.
18 Ibíd., p. 245.
19 Acevedo, Álvaro, El fin del comienzo…, p. 45.
20 Acevedo, Álvaro. La experiencia histórica del
cogobierno en la Universidad Industrial de Santander: concepciones y
divergencias en disputa por la autonomía universitaria, 1971-1976 (Bucaramanga:
UIS, 2016); Acevedo, Álvaro. Memorias de una época: El movimiento estudiantil
en Colombia en los años sesenta y setenta del siglo XX (Bucaramanga:
Universidad Industrial de Santander, 2016).
21 Muñoz, Víctor, Op Cit., p. 245.
22 Figueroa, Francisco. Llegamos para quedarnos. Crónica
de la revuelta estudiantil (Santiago de Chile: LOM, 2012), p 95.
23 Fazio, Hugo. ¿Qué es la globalización? (Bogotá:
Uniandes, 2011).
24 Navarrete, Steven. “La educación es nuestra única
esperanza: Marc Augé”, El Espectador, 5 de noviembre de 2015.
25 Entrevista a José
Saramago, Bogotá, 28 de noviembre de 2004.
26 Castro-Gómez, Santiago. Revoluciones sin sujeto:
Slavoj Zizek y la crítica del historicismo posmoderno, (Bogotá: Akal, 2015), p.
13.
27 Feria-Cuevas, Yolanda. “1968 año de rebeliones”, en
Educ@arnos, revistaeducarnos.com/2015/10/01/1968-ano-de-rebeliones/ (10 de
noviembre de 2015).
28 Lipovetsky,
Gilles, Op Cit., p. 328.
29 Castro-Gómez, Op Cit.., p. 15.
30 Chul Han, Byung. Psicopolitica: neoliberalismo y
nuevas técnicas de poder (Barcelona: Herder, 2014), p. 18.
31 Navarrete, Steven. “El capitalismo es una máquina de
seducción”, El Espectador, 5 de septiembre de 2015.