DOI: http://dx.doi.org/10.18273/revanu.v23n1-2018004
Artículos de Investigación
Científica
Re-visitando la Hegemonía conservadora: raza y política
en Cartagena (Colombia), 1885-1930
Re-visiting the Conservative Hegemony: Race and
Politics in Cartagena (Colombia), 1885-1930
Re-visitando a hegemonia conservadora: raça e política
em Cartagena (Colômbia), 1885-1930
Francisco Javier Flórez Bolívar 1
1 Doctor en Historia de la Universidad
de Pittsburgh, Estados Unidos (2016).
Magíster en Historia en la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos
(2011). Historiador de la Universidad de Cartagena, Colombia (2004). Miembro
del grupo de investigación Historia Económica, Política y Social del Programa
de Historia de la Universidad de Cartagena, Colombia, donde labora como docente
y dirige la revista El Taller de la
Historia. Recientemente, coeditó una colección de ensayos titulada Los desterrados del paraíso. Raza, pobreza y cultura en Cartagena de
Indias ( Barranquilla/ Colombia: editorial Maremágnum, 2015). Código ORCID:
https://orcid.org/0000-0002-9095-7433
.
Correo electrónico: fflorezb1@unicartagena.edu.co o pachohistory18@hotmail.com
.
Resumen
Entre 1885 y 1930, una serie de gobiernos de
orientación conservadora ejercieron el poder político en Colombia.
Investigaciones previas sobre este periodo, conocido como la Hegemonía
conservadora, coinciden en pintar un cuadro marcado por la escasez de liderazgos
afrodescendientes. Este artículo, a partir de la trayectoria política y
profesional construida por sectores negros y mulatos en el Caribe colombiano,
pretende ofrecer una nueva aproximación sobre el cuadro previamente mencionado.
El artículo muestra que durante ese periodo un grupo de profesionales y
políticos de este origen racial accedieron a espacios académicos y políticos a
través de los cuales adelantaron debates sobre raza, política y educación.
Concluyo que estos sectores, para defender los espacios de representación
política e intelectual que lograron conquistar, articularon un discurso que
cuestionó la supuesta inferioridad racial de los afrodescendientes que varios
miembros de la élite blanca intentaron imponer durante la Hegemonía conservadora.
Palabras claves: Cartagena,
Hegemonía conservadora, negros, política, raza, política.
Abstract
Between 1885 and
1930, several conservatively-oriented governments controlled the political
power in Colombia. Previous researches about this period, which it is known as
the Conservative Hegemony, coincide in revealing the absence of Afrodescendant
leaderships. By looking at the political and professional trajectories of a
group of black and darker-skinned people, this article proposes a novel
approach to the previously mentioned picture. The article shows that during
this period a significant group of Afro-descendants rose to political and
intellectual positions through which they conducted debates about race,
politics and education. I conclude that Afro-Colombians, by defending the
political representation they had achieved, articulated an alternative
discourse to the ideas on the alleged natural inferiority of Afro-descendants
that some members of the white elite attempted to impose during the conservative
hegemony.
Keywords: Cartagena, Conservative Hegemony,
Blacks, Race, Politics.
Resumo
Entre 1885 e 1930,
uma série de governos de orientação conservadora exerceram o poder político na
Colômbia. Pesquisas anteriores sobre esse período, que é conhecido como
Hegemonia Conservadora, coincidem em sugerir um quadro marcado pela ausência de
lideranças afrodescendentes. Este artigo, ao analisar as trajetórias políticas
e profissionais de um grupo de negros e mulatos, propõe uma nova abordagem ao
quadro anteriormente mencionado. O artigo mostra que durante este período um
grupo significativo de afrodescendentes ascenderam a posições políticas e
intelectuais através das quais eles conduziram debates sobre raça, política e
educação. Concluo que os afro-colombianos, defendendo os espaços de poder que
alcançaram, articularam um discurso alternativo às ideias sobre a alegada
inferioridade natural dos afrodescendentes que alguns membros da elite branca
tentaram impor durante a hegemonia conservadora.
Palavras-chave: Cartagena, Conservative Hegemony,
Blacks, Race, Politics.
Fecha de recepción:
14/03/2017
Fecha de
aceptación: 29/08/2017
Presentación
El concepto de Hegemonía conservadora es uno de los más utilizados en la
historiografía colombiana para interpretar los procesos históricos que tuvieron
lugar en Colombia entre 1885 y 1930. En esta categoría se agrupan los gobiernos
de orientación conservadora que controlaron de manera ininterrumpida el poder
político en ese país durante cuarenta y cinco años. A lo largo de esas décadas,
la elite colombiana, aparte de diseñar un proyecto político de corte
centralista, intentó consolidar una identidad nacional basada en los valores
culturales de tradición hispánica. “Somos una nación porque somos españoles,
por un idioma y una religión”[1], es el lema que, según el
historiador Jorge Orlando Melo, resume de mejor forma este proyecto político
nacional.
El término Hegemonía conservadora, además de ser una categoría que refleja parte de los procesos que
marcaron la realidad política y socio-económica de Colombia entre 1885 y 1930,
se ha convertido en una importante categoría de análisis. Inicialmente,
facilitó la comprensión de los esfuerzos realizados por las elites de
orientación conservadora por controlar el acentuado regionalismo y las ideas
liberales que habían dominado buena parte de la segunda mitad del siglo XIX[2]. Recientemente, en el
intento de comprender el orden socio-racial que se estructuró en Colombia en el
tránsito del siglo XIX al XX, varios autores lo han utilizado para reconstruir
las representaciones raciales que las elites hicieron sobre los sectores
afrodescendientes[3] e indígenas que integraban
la nación colombiana[4].
El sistemático uso de la noción de Hegemonía
conservadora en la historiografía colombiana no ha estado exento de revisiones
que han complejizado su aplicabilidad. En los años setenta del siglo XX, el
historiador Jorge Orlando Melo, analizando las dinámicas políticas del
Departamento de Antioquia, alertó sobre la necesidad de ponderar el impacto de
los proyectos políticos y económicos de los gobiernos conservadores a la luz de
las realidades regionales y locales[5]. Dos décadas después, el
también historiador Marco Palacios sugirió incluir nuevos sujetos históricos
(artesanos, obreros) en las narrativas que se estaban construyendo sobre la Hegemonía conservadora[6].
Un estudio realizado por la historiadora Nancy
Appelbaum sobre las comunidades indígenas de Río Sucio (Caldas) mostró las
bondades de interpretar la Hegemonía conservadora a partir de las realidades
locales y a la luz de nuevos sujetos históricos. Appelbaum, a través del
análisis de la intersección entre las disputas partidistas, los procesos de
colonización que tuvieron lugar en este municipio fronterizo ubicado entre
Antioquia y Cauca, y los esfuerzos de sus comunidades indígenas por navegar un
adverso contexto político, económico y racial, logró establecer tres elementos
metodológicos claves a la hora de intentar re-pensar la Hegemonía conservadora.
En primer lugar, una mirada a este periodo desde la historia local puede ubicar
en el centro de la discusión los esfuerzos realizados por sectores distintos a
las elites políticas e intelectuales blancas para definir su propio espacio en
la nación. En segundo lugar, las transformaciones políticas que ocurrieron
entre 1885 y 1930, al tiempo que establecieron límites y barreras, abrieron
espacios de acción política que los sectores subordinados supieron aprovechar.
Y, en tercer lugar, es posible reconstruir cómo estos sectores, en sus propios
términos, cuestionaron las valoraciones raciales que de ellos hicieron los
miembros de la también llamada República
de los Blancos[7].
Este artículo, siguiendo estos presupuestos
metodológicos, pretende ofrecer una nueva aproximación a la Hegemonía
conservadora a partir de la trayectoria política e intelectual construida por
sectores negros y mulatos. Investigaciones previas coinciden en pintar un
cuadro marcado por la escasez de liderazgos afrodescendientes en el periodo
comprendido entre 1885 y 1930. En
su imponente investigación sobre el liberalismo popular en la Provincia del
Cauca en la segunda mitad del siglo XIX, por ejemplo, el historiador James
Sanders no duda en señalar que, tras el ascenso al poder de los conservadores,
“los afrocaucanos nunca volverían a jugar un papel tan destacado en la política
nacional”[8]. Las primeras décadas del
siglo XX, marcadas por la consolidación de las ideas del racismo científico,
también han sido tipificadas como un espacio de tiempo en el que la presencia
de afrodescendientes desaparece de la esfera pública. “The rise of eugenics
policies did […] herald the further decline of Afro-Colombians in popular
politics and black Colombians’ status in public life”, señaló recientemente el
historiador Jason McGraw en su análisis sobre ciudadanía y mundo laboral en el
Caribe colombiano[9].
Este artículo, a partir de la realidad racial y
política de Cartagena, en particular, y el Caribe colombiano, en general,
pretende explorar las variaciones que en términos de niveles de participación
política y marcos de análisis se producen en el cuadro racial excluyente que
usualmente construimos en torno al dominio ejercido por las elites blancas
entre 1885 y 1930. Sugiero que, en el Caribe colombiano, en el marco de la Hegemonía
conservadora, emergieron dos generaciones de profesionales negros y mulatos que
formaron parte la elite intelectual de esa región. Algunos de estos
profesionales, junto a otros afrodescendientes que forjaron su liderazgo a
partir de su participación en las guerras civiles y/o mediante su cercanía al
presidente Rafael Núñez, accedieron a cargos de representación política a nivel
local, regional y nacional a finales del siglo XIX. Otros, a través de la Ley
de minorías políticas aprobada durante el mandato del general Rafael Reyes
(1905-1909) y la posterior experiencia del republicanismo, llegaron a ser
electos como concejales, diputados y congresistas. Estos profesionales y
políticos negros y mulatos, a lo largo de su proceso de formación y posicionamiento,
enfrentaron agravios raciales y debates por su supuesta escasez de aptitudes
para acceder a los cargos de representación política e intelectual. La mayoría
de estos profesionales y políticos, en ese contexto, destacaron el papel que
sus antepasados habían jugado en las múltiples guerras civiles, resaltaron la
idea de mérito asociada la formación profesional lograda, e hicieron uso del
discurso de la ciudadanía para defender los espacios de poder que habían
conquistado. Estos argumentos fueron útiles en la construcción de un lenguaje
que deslegitimaba las ideas que hablaban de la supuesta inferioridad de las
personas de ascendencia africana, al tiempo que permitieron cuestionar el
proyecto de varios miembros de la elite blanca de legitimarse como la única y
natural elite de Cartagena y Colombia en general.
Generaciones pioneras
La formación de profesionales negros y mulatos en el
tránsito del siglo XIX al XX fue uno de los fenómenos sociales más
significativos en el mundo socio-racial de varias ciudades latinoamericanas. En
un contexto marcado por ideas que hablaban de la inferioridad de los sectores
no-blancos, profesionales y políticos afrodescendientes emergieron e impactaron
la realidad social de ciudades como Sao Paulo, Habana, Buenos Aires, o
Montevideo[10]. En Colombia, uno de los
países con mayor proporción de habitantes de ascendencia africana en el
hemisferio occidental, las primeras generaciones de profesionales
afrodescendientes surgieron en Cartagena. En este centro portuario, desde finales
del siglo XVIII varios miembros de una emergente clase media de artesanos
mulatos venían reclamando espacios para que a sus hijos les dispensaran su
origen racial y pudieran estudiar profesiones[11].
Además, Cartagena, luego de consolidar su independencia de la corona española,
fue una de las ciudades de la Nueva Granada que de manera temprana (1827) contó
con una institución de educación superior llamada Universidad del Magdalena e
Istmo. La conjugación de estos factores explica la presencia de un reducido
número de profesionales negros y mulatos en la citada ciudad desde la primera
mitad del siglo XIX[12].
Este proceso de formación de profesionales
afrodescendientes continuó en la segunda mitad del siglo XIX con el proyecto
educativo que los liberales adelantaron entre 1848 y 1878. Durante estas tres
décadas, los gobiernos liberales, intentando consolidar su proyecto de formar
ciudadanos a través de la educación, establecieron como obligación de los
gobiernos federales y los distritos la financiación de la instrucción pública
primaria y secundaria, al tiempo que otorgaban becas a estudiantes de bajos
recursos económicos para que avanzaran en su formación profesional[13].
Varios de los negros y mulatos que integraron la élite
intelectual de Cartagena durante el tránsito del siglo XIX al XX iniciaron su
formación profesional en el marco de este proyecto educativo liberal. En un
informe realizado en 1873 por el rector de El Colegio del Estado, como entonces
se llamaba la actual Universidad de Cartagena, aparecen Manuel Pájaro Herrera y
los hermanos Sofronin, Teófilo y Lascario Barboza cursando sus estudios
superiores en las facultades de Derecho y Medicina. Pájaro Herrera, Miranda
Fuentes y Caballero Leclerc, a pesar de sus orígenes humildes, adelantaron un
impresionante proceso de ascenso social a través de la educación y la política
que los llevó a ocupar una posición distinguida en la aristocrática sociedad
Cartagenera. Pájaro, descrito como un “moreno pardo”, nació en 1851 en
Getsemaní (barrio mayoritariamente habitado por sectores negros y mulatos),
estudió medicina en esta institución, y luego se convirtió en profesor y decano
de esa facultad Destacado y significativo fue también el papel desempeñado por
este médico negro en la política al ser elegido como Concejal, diputado a la
Asamblea Departamental de Bolívar, y suplente en el Senado de la República16
[14]. Miranda Fuentes perteneció
a una familia de profesionales negros, donde también figuraban sus hermanos
Gabriel y Pedro Miranda Julio, quienes realizaron estudios de Odontología y
derecho respectivamente en la Universidad de Cartagena.Al igual que sus
hermanos, Eduardo Miranda también se formó en la mencionada institución,
alcanzando el grado de médico cirujano y destacándose como profesor de la Los Hermanos Barboza, también habitantes del
citado barrio, se inclinaron por la medicina (Lascario, Teófilo) y el derecho
(Sofronin), y fueron docentes de la Universidad de Cartagena. De esta misma
generación de profesionales nacidos en Getsemaní hicieron parte Eduardo Miranda
Fuentes, Bartolomé Escandón y Santiago Caballero Leclerc; el primero realizó
estudios de medicina y el último de odontología en la mencionada institución
universitaria[15].
Junto a este grupo de profesionales negros y mulatos
que nacieron y crecieron en Getsemaní se destacaron otros provenientes de las
provincias que estaban ligadas política y comercialmente a Cartagena. Desde el
período colonial, las provincias de Cartagena, el Sinú y el Atrato estuvieron
vinculadas económicamente a través de un circuito comercial que conectaba, vía
mar Caribe, los ríos Sinú y Atrato. Ese circuito comercial se fortaleció a lo
largo del siglo XIX y funcionó de manera fluida hasta la primera mitad del
siglo XX. Miembros de la elite blanca de Cartagena invertían en minería,
caucho, transporte fluvial e importación de productos en Quibdó, Lorica y
Cereté, mientras comerciantes de estos tres distritos llegaban a Cartagena a
vender oro y productos agrícolas[16].
Este fluido circuito comercial permitió que durante la
segunda mitad del siglo XIX afrodescendientes provenientes del Chocó (Camilo S.
Delgado) o del puerto ribereño de Mompox (Manuel Francisco Obregón, Miguel A.
Lengua) realizaran estudios profesionales y/o se vincularan como docentes a la
Universidad de Cartagena. Delgado terminó siendo decano de la Facultad de
Medicina, mientras Obregón y Lengua, aparte de ostentar esta posición, llegaron
a ser rectores de la Universidad de Cartagena. En el ámbito de la política se
desempeñó como Gobernador del Departamento de Bolívar en tres oportunidades,
(1913, 1939, 1941), Concejal, diputado, Senador, Representante a la Cámara y
embajador en Alemania[17]. Rogelio García Hidalgo y
Daniel Reyes Parra, nacidos en el distrito de San Jacinto (Bolívar), fueron
otros dos profesionales pertenecientes a esta generación que hicieron estudios
de derecho en la Universidad de Cartagena[18].
De manera que antes de finalizar el siglo XIX ya era posible identificar una
primera generación de profesionales negros y mulatos que habían adelantado sus
estudios universitarios en el marco de los gobiernos liberales.
Los miembros de la segunda generación iniciaron sus
estudios en las primeras décadas de la Hegemonía conservadora. La gran mayoría
eran hijos de artesanos que habían logrado cierta movilidad social a finales
del siglo XIX. Los hermanos Daniel, Raúl, Eusebio y Francisco de Paula Vargas
en Dentro de los casos más significativos de esa primera mitad del siglo XX
podemos destacar el de los hermanos Vargas Vélez. Los hermanos Daniel, Eusebio
y Raúl Vargas, hijos de un artesano negro chocoano, también se formaron como
médicos en la Universidad de Cartagen fueron unos de los miembros más
destacados de esta segunda generación. Hijos de un artesano negro del Chocó,
que también comerciaba oro entre Quibdó y Cartagena, nacieron en Getsemaní e
ingresaron a la Universidad de Cartagena. Los tres primeros estudiaron
medicina, mientras el último se graduó como abogado[19].
Algunos de los hijos de los miembros de la primera generación también hicieron
parte de esta segunda generación de profesionales. Gracias al ascenso
profesional de sus padres, varios de ellos adelantaron sus estudios en
Cartagena y Bogotá, o viajaron al exterior a realizar especializaciones,
logrando un importante grado de distinción social e intelectual en Cartagena[20].
Esta segunda generación también se nutrió de
afrodescendientes que provenían de distritos que hacían parte de la provincia
de Cartagena. Demetrio Morillo y José de los Santos Cabrera, oriundos de Barú
(distrito habitado por descendientes de esclavos y negros libres), son dos de
los casos que ejemplifican lo anotado. Ambos ingresaron a la Facultad de
Derecho de la Universidad de Cartagena, y terminaron siendo docentes de la
citada facultad[21]. Estudiantes negros y
mulatos procedentes de las áreas agrícolas y ganaderas de los actuales
departamentos de Córdoba (Moisés Pianeta) y Bolívar (Prospero Villanueva)
también ingresaron a estudiar medicina y se integraron a la segunda generación
de profesionales afrodescendientes de Cartagena. Con el tiempo, tanto
Villanueva como Pianeta terminaron siendo docentes de esta facultad, y el
último llegó a ser su decano[22].
Un seguimiento a la trayectoria de estas dos
generaciones de profesionales permitió reconstruir un total de ochenta perfiles con gran figuración en el
escenario académico de Cartagena entre 1885 y 1930. Este número de negros y
mulatos con formación profesional era reducido para una ciudad donde, según el
censo de 1912, más del 80% de la población masculina (14.788) eran de origen
afrodescendiente[23]. Sin embargo, es necesario
tener en cuenta el escaso número de profesionales que caracterizó la vida
intelectual de Cartagena hasta las cuatro primeras décadas del siglo XX.
Algunas de las estadísticas existentes sobre el número de estudiantes registrados
en las facultades de medicina y derecho de la Universidad de Cartagena así lo
reflejan. Por ejemplo, en 1881, un informe del rector de esta institución
señalaba que en los cinco cursos de la primera facultad sólo estaban
matriculados veintidós estudiantes, mientras que la última escasamente contaba
con quince alumnos[24]. Este bajo número de
estudiantes se vio reflejado en el pequeño grupo de profesionales que aparece
registrado en los censos de la primera mitad del siglo XX. De acuerdo con el
censo de 1912, cuando la población de Cartagena era de 36.632 habitantes, solo 114 personas
ejercían profesiones liberales. Veintiséis años después, cuando el número de
habitantes de la ciudad había llegado a 72.767, los profesionales liberales
habían ascendido a 443, de los cuales 347 eran colombianos y 96 eran
extranjeros[25].
La importancia del número de profesionales negros y
mulatos en Cartagena durante este periodo toma más fuerza cuando precisamos lo
que según los censos de comienzos del siglo XX definían como profesiones liberales. El censo de 1912,
por ejemplo, incluía treinta y seis oficios que iban desde porteros,
impresores, tipógrafos, pasando por agrimensores, dactilógrafos, taquígrafos,
hasta llegar a profesionales en odontología, derecho, medicina, veterinaria y
odontología. En 1938, año en que se
realizó el primer censo moderno de Colombia, algunos columnistas hicieron
alusión a las inconsistencias que enfrentaron los censos de 1912, 1918 y 1928
para precisar cuáles oficios debían catalogarse como profesiones liberales. “En
la declaración de la profesión u oficio, se han visto respuestas como estas:
“hijo de cocinera”; un padre sentimental dijo de su hijita “encanto del hogar”
[…] sin contar con yerbateros, albañiles y tinterillos que se gradúan ellos mismos
de médicos, ingenieros y abogados, concluyó un columnista”[26].
La ambigüedad de que estaba recubierta la categoría
profesiones liberales en los censos no permite establecer con exactitud el
número de abogados y médicos con que contaba Cartagena, profesiones donde los
sectores negros y mulatos tenían una gran presencia. Y la ausencia de
micro-datos para cruzar las variables ocupacionales con las de raza
imposibilita precisar cuántos del grupo total de profesionales registrados en
los censos eran de origen afrodescendiente y cuántos no. De lo que no hay duda es del grado de
influencia que estos profesionales, provenientes de los barrios pobres de
Cartagena y de las provincias ligadas a su vida intelectual, comercial y
portuaria, obtuvieron en el tránsito del siglo XIX al XX. Manuel F. Obregón,
Lascario Barboza, Manuel Pájaro y Bartolomé Escandón, por ejemplo, hicieron
parte del grupo de médicos que crearon la Sociedad de Medicina y Ciencias
Naturales de Bolívar en al año de 1888, y terminaron presidiéndola en varias
oportunidades. Obregón y Pájaro, junto a Camilo S. Delgado, también
participaron en la fundación de la Academia de Historia de Cartagena en 1911[27].
Observadores de la época fijaron su atención en la
interesante trayectoria profesional alcanzada por algunos afrodescendientes de
Cartagena, argumentando que estos sectores –y no los miembros de la elite
blanca– lideraban la vanguardia intelectual de la ciudad. El periodista Julián
Devis Echandía, hablando de las dinámicas sociales de Cartagena durante la
primera mitad del siglo XX, dejó constancia de esta interesante realidad
intelectual en su libro La ciudad vencida.
Luego de sugerir que buena parte de los miembros de las clases aristocráticas
habían aportado poco al mundo intelectual de la ciudad, pues en su mayoría eran
comerciantes dedicados a la usura, este periodista expresó lo siguiente:
No así las clases negras y mulatas.
Comprendiendo que tenían en sus manos una misión histórica que cumplir, los
jóvenes de las clases medias, negros, mulatos, indios, mestizos y blancos, se
concretaron al estudio, invadieron las universidades, los colegios, se
apartaron de los vicios y han quemado durante un siglo sus pestañas con el
fuego de la esperma que alumbra el libro: Manuel F. Obregón, Francisco de P. Vargas
Vélez, José Santos Cabrera, Demetrio Morillo, Macario Paz, Clodomiro Herrera
Meñaca, Wilfrido Castro, Daniel y Eusebio Vargas, José Caballero Leclerc, Luis
Carlos González, José Morillo, Carlos Manuel Hernández, Raúl Bernett y Córdoba,
cien más ocupan la vanguardia de la juventud pujante de Cartagena[28].
De la escala nacional al lente local
¿Qué pasa cuando ubicamos estas generaciones de
profesionales afrodescendientes en las dinámicas políticas que tuvieron lugar a
nivel local y regional durante los años de la Hegemonía conservadora?
¿Experimenta alguna transformación el cuadro de pleno dominio de las elites
blancas conservadoras y total exclusión de los sectores negros y mulatos? Hace
algunos años, el historiador Sergio Paolo Solano, matizando el peso que habían
tenido los mecanismos de control social ejercido por los gobiernos
conservadores sobre los sectores populares, ofreció algunos elementos de
análisis útiles para resolver estos interrogantes. Solano sugirió que el cuadro
de pleno control logrado por los mismos obedece a la inevitable comparación que
se hace entre el alto grado de movilización y poder político adquirido por los
sectores populares durante el dominio liberal y el que alcanzaron en las
décadas finales del siglo XIX[29].
En la costa Caribe colombiana, donde varios líderes
negros y mulatos accedieran a los más altos cargos de representación política
que se podían lograr durante el régimen federal[30],
esa comparación hace suponer de manera a priori que los liderazgos
afrodescendientes disminuyen dramáticamente en el tránsito del liberalismo
radical a la Hegemonía conservadora. Sin embargo, es necesario matizar –a
partir de las dinámicas locales y regionales– el cuadro de nula movilización
política y de plena exclusión afrodescendiente que supuestamente caracterizó
este periodo, al tiempo que es pertinente determinar si los niveles de
exclusión social y política de los profesionales y políticos negros y mulatos
experimentaron alguna variación en el marco de las transformaciones
socio-políticas que tuvieron lugar entre 1880 y 1930.
El carácter relacional de las identidades, ampliamente
mencionado en la historiografía reciente que ha abordado el tema de las
relaciones raciales, también puede contribuir a problematizar la visión de
exclusión total que se ha construido sobre la Hegemonía conservadora. Recientes
análisis han sugerido que las identidades raciales interactúan con otras formas
de identidad. En otros términos, los grupos sociales, en su diaria interacción,
construyen un conjunto de relaciones económicas, sociales y políticas que no se
pueden visualizar solo a partir de un plano racial[31].
Un ejemplo que sirve para ilustrar la relevancia de tener en cuenta el carácter
relacional de las identidades en el marco de las dinámicas de la Hegemonía
conservadora tiene que ver con la posición asumida por Rafael Núñez frente al
ascenso político de varios políticos de origen afrodescendiente. Luis ‘el
negro’ Robles, siendo presidente del Estado Soberano del Magdalena (1877-1879),
enfrentó una férrea oposición de parte de Núñez que finalmente derivó en la
separación de Robles del cargo y su posterior apresamiento[32].
Amparándonos únicamente en el plano racial, podríamos argumentar que las ideas
sobre la supuesta inferioridad racial de los sectores negros que manejaban
varios miembros de la élite política e intelectual de manera mecánica
explicarían la actitud beligerante de Núñez contra Robles. Este marco
interpretativo, sin embargo, deja poco espacio para explicar diversas
instancias en las que este político conservador dio muestras que su pensamiento
racial era mucho más complejo de lo que usualmente asumimos. Al tiempo que
ejerció una abierta oposición a la administración de Robles, Rafael Núñez tomó
la decisión de nombrar al abogado negro Daniel J. Reyes como gobernador de la
Provincia del Carmen de Bolívar (1878-1880), y durante su tercer período
presidencial (1887-1888) lo designó como su secretario privado[33].
Mucho más revelador de la complejidad del pensamiento
racial de Rafael Núñez fue
la posición asumida frente a las resistencias que elites intelectuales andinas
expresaron ante el nombramiento que hizo del abogado afrodescendiente Manuel
Ezequiel Corrales como rector del Colegio Mayor del Rosario en 1880. Núñez,
tras esa designación, tuvo que confrontar los cuestionamientos raciales que
varios miembros de la elite bogotana hicieron en contra de Corrales. En
respuesta, Núñez les recordó a sus opositores las trágicas consecuencias que
los odios raciales habían causado en los Estados Unidos: “Se ha olvidado la
historia trágica de los plantadores del sur de los Estados Unidos. ¿Qué queda
hoy a esos hombres infatuados, de su dominación ominosa de otro tiempo? Ellos
también sembraron imprudentemente la cizaña en el suelo americano”. Y luego
concluyó: “La raza proscrita por ellos ha ascendido a las alturas de la
ciudadanía; y los cuatro mil millones de pesos que representaban el valor de
los esclavos y la fortuna de los soberbios, quedaron reducidos a cero por un
decreto inmortal del presidente Lincoln […]”[34].
La férrea oposición de Núñez a la administración de
Luis ‘el negro’ Robles, más que corresponderse con unas motivaciones raciales,
parece encontrar explicación en la negativa de los liberales radicales del
Magdalena, entre esos Robles, de apoyar su primera candidatura presidencial en
el año de 1875. Durante esas elecciones, el mismo Núñez tuvo que contrarrestar
los insultos raciales que miembros de la facción radical del liberalismo
–encabezados por Aquileo Parra– hicieron en contra del significativo número de
sectores negros y mulatos de la costa Caribe que apoyaron su candidatura[35]. A la hora de analizar las dinámicas de
inclusión/exclusión de los sectores afrodescendientes en el marco de la
Hegemonía conservadora, entonces, es necesario tener en cuenta que los vínculos
personales, las ideologías partidistas y la pertenencia regional también fueron
factores determinantes para acceder a los cargos de representación política.
Desde la esfera relacional de las identidades también
podemos entender el rol político que jugaron algunos negros y mulatos que eran
miembros destacados del Partido Conservador. Como lo sugirió el historiador
James Sanders, la asociación entre afrodescendiente y militancia liberal,
aunque cierta y mayoritaria, no debe ocultar ni minimizar la presencia de
políticos de ese origen racial al interior del Partido Conservador. Durante el
dominio conservador en Cartagena, por ejemplo, el médico negro Manuel Pájaro
Herrera fue miembro de la Asamblea Departamental (1884) y presidente del
Concejo Municipal de Cartagena desde 1888 hasta 1891, al tiempo que el también
médico mulato Camilo S. Delgado fue presidente de esta última entidad política
en 1895[36].
Identificar los espacios de acción política que se
abrieron a nivel local y regional para los políticos negros y mulatos en el
marco de la Hegemonía conservadora también puede ayudarnos a matizar los
niveles de movilización y liderazgo logrados por los sectores afrodescendientes
entre 1885 y 1930. La guerra civil de 1885, dado el papel destacado que tuvieron
en la misma algunos militares de ese origen racial, merece especial atención.
Iniciada por liberales radicales del Estado Soberano de Santander, inconformes
con las políticas centralistas de Rafael Núñez, esa guerra se fue extendiendo
por distintos centros urbanos liberales del país. En el Caribe colombiano, el
puerto de Colón (actual Panamá) fue uno de los escenarios donde sectores negros
y mulatos vinculados al Partido Liberal participaron activamente en el
mencionado conflicto. En ese centro portuario, para entonces territorio
colombiano, las acciones lideradas por Pedro Prestán permiten destacar
liderazgos que siguieron siendo centrales a finales del siglo XIX. En marzo de
1885, Prestán, un mulato nacido en Cartagena, encabezó un movimiento revolucionario
al que también se vincularon inmigrantes afro-antillanos que le permitió
convertirse por un corto tiempo en jefe civil y militar de la ciudad de Colón[37].
Igual atención amerita la Guerra de los Mil Días
(1899-1902), el punto de inflexión más significativo para analizar las
transformaciones y cambios políticos que se produjeron en las tres últimas
décadas de la Hegemonía conservadora. Diversos estudios han sugerido que este
conflicto, al tiempo que cerró espacios, abrió posibilidades de movilidad política
para los sectores negros y mulatos. Por un lado, el inicio de esta prolongada
guerra civil se tradujo en la separación efectiva de los liberales de los
cargos públicos que ocupaban en los gobiernos conservadores. En efecto, el
médico liberal Manuel Francisco Obregón, quien había sido nombrado rector de la
Universidad de Cartagena en 1899, fue forzado a abandonar su cargo y exiliarse
en Costa Rica debido a las violentas confrontaciones que surgieron con el
inicio de la guerra de los Mil Días[38].
Y por otro, la participación de sectores afrodescendientes en esta
conflagración incidió en la posterior movilidad social y política de algunos
militares negros y mulatos. La experiencia de Joaquín Mercado Robles es, tal
vez, la que mejor refleja ese proceso. Mercado Robles, quien llegó a ser
Comandante General del ejército liberal del Departamento de Bolívar, tras su
participación en esta guerra, se convirtió en una figura destacada del
liberalismo, siendo electo posteriormente como diputado a la Asamblea Departamental
de Bolívar[39].
La importancia de este nuevo conflicto político para
los afrodescendientes que jugaron un papel central en la vida política de
Cartagena y el Caribe colombiano durante la primera mitad del siglo XX también
radicó en los espacios que se abrieron con la redefinición de las relaciones
políticas entre conservadores y liberales. En 1904, un año después de la
separación de Panamá, el general conservador Rafael Reyes asumió la presidencia
de Colombia bajo la promesa de la unificación nacional. A través del
nombramiento de varios políticos liberales en su administración, Reyes intentó
proyectar esa imagen de reconciliación partidista. Sin embargo, debido a la
vehemente oposición de una de las facciones del partido conservador, el
gobierno de Reyes asumió posiciones dictatoriales. En 1905, clausuró el
Congreso, declaró el estado de sitio, y convocó una asamblea constitucional
integrada por representantes de los partidos conservador y liberal. Las
aspiraciones dictatoriales de Reyes llegaron a su fin en el año de 1909, cuando
una coalición de liberales y miembros pertenecientes a la facción Histórica del
conservatismo presionaron y exigieron su renuncia. Un año más tarde, bajo las
banderas de un movimiento político llamado republicanismo, algunos miembros de
los partidos Liberal y Conservador se unieron para avanzar en la modernización
económica y política del país[40].
¿Qué espacios se abrieron a nivel local para los
sectores afrodescendientes en el marco de estas transformaciones políticas? El
derecho de representación de las minorías políticas en las elecciones a
corporaciones públicas reglamentado por la asamblea constitucional convocada
por el general Reyes fue uno de esos primeros espacios. La idea era que el
partido político que alcanzara la segunda mayor votación tuviera una
representación proporcional en los cuerpos colegiados. Esta condición de minoría usualmente era
ocupada por el Partido Liberal. En ciudades como Cartagena, donde la mayoría de
los profesionales y políticos negros y mulatos integraron y ocuparon cargos
directivos en el Partido Liberal, la Ley de minorías políticas fue decisiva
para que varios de ellos salieran electos como concejales o diputados de la
Asamblea departamental de Bolívar. La conformación del republicanismo también terminó
incidiendo en el posicionamiento de algunos políticos afrodescendientes. Pese a
que algunos de ellos, como el médico liberal Eduardo Miranda Fuentes,
rechazaron cualquier alianza con sectores conservadores; otros terminaron
vinculándose al republicanismo. La familia compuesta por los hermanos Santiago, Jesús, Juan y Miguel Caballero Leclerc, por ejemplo, creó el
periódico La Verdad (1912), órgano
defensor de la causa republicana en Cartagena. Ese declarado espíritu
republicano se tradujo en la presencia de algunos integrantes de esta familia
en el mandato del gobernador conservador José Antonio Gómez Recuero, quien
nombró al médico Santiago Caballero Leclerc como Inspector Provincial de
Instrucción Pública en 1912[41]. Manuel F. Obregón y Miguel
Lengua, otros dos liberales que terminaron siendo miembros destacados del
republicanismo en Cartagena, también ocuparon cargos públicos de importancia
durante este periodo. Obregón, participando en las listas del republicanismo,
fue electo concejal y diputado a la Asamblea Departamental de Bolívar en 1910 y
1911 respectivamente. En 1912, el gobernador Gómez Recuero lo nombró como
secretario de Gobierno Departamental, y luego fue designado gobernador
encargado de Bolívar entre los meses de agosto y noviembre de 1913[42]. Lengua, por su parte, fue
elegido como diputado de la Asamblea Departamental de Bolívar en el año de 1911[43].
El dinamismo organizativo que recobran las
organizaciones artesanales y la irrupción de las clases obreras a comienzos del
siglo XX también incidió en el posicionamiento político de líderes negros y
mulatos. Durante las tres primeras décadas del siglo XX, como lo demostró
recientemente Jason McGraw, trabajadores de ese origen racial –a través de
movilizaciones y participación en la vida política local y regional– incidieron
en la expansión y consecución de sus derechos laborales[44]. La figuración que logran los miembros de la
segunda generación a partir de 1920 la alcanzan, en parte, a través de las
conexiones que tejen con artesanos y obreros. Para lograr esas conexiones, las
figuras afrodescendientes que hacían parte de los partidos liberal y
conservador organizaban listas conjuntas de candidatos a cargos de
representación local y/o se vinculaban a las juntas directivas de las
organizaciones obreras[45]. Esta interacción política
con los sectores artesanales y obreros les permitió a varios líderes de la
segunda generación de afrodescendientes ser elegidos como concejales y
diputados departamentales[46]. En 1930, cuando cae la
Hegemonía conservadora, el poder –local y regional– alcanzado por políticos
negros y mulatos provenientes de Cartagena y la costa Caribe era notable.
Algunos de estos líderes políticos, incluso, extendieron su poder político a
las esferas nacionales.
Negros y mulatos y su ascenso a la Atenas suramericana
La consecución de estos importantes espacios de poder a
nivel local y regional fue clave para que varios políticos y profesionales
negros y mulatos ocuparan cargos de representación a nivel nacional durante la
Hegemonía conservadora. Bogotá no solo fue el centro desde donde se impulsaron
imágenes raciales que luego se dispersaron por el resto del territorio
nacional. También, fue el escenario donde algunos profesionales y políticos de
distintas regiones llegaron a desempeñar cargos intelectuales y políticos,
entre ellos algunos negros y mulatos provenientes de la costa Caribe
colombiana. La cercanía con Rafael Núñez fue útil para que algunos políticos
adquirieran una significativa figuración nacional. Manuel Ezequiel Corrales,
aparte de su desempeño como rector del Colegio Mayor del Rosario, fue senador y
magistrado de la Corte Suprema de Justicia[47].
Daniel J. Reyes Parra, en 1888, luego de renunciar a su cargo como secretario
privado de Núñez, fue representante a la cámara y senador en varias
oportunidades[48]. Otros políticos, que
forjaron su liderazgo dentro de las filas del liberalismo, también lograron
acceder a ciertos espacios de representación durante estos años de dominio
conservador. El caso más significativo fue el de Luis “el negro” Robles, quien
ocupó una curul en el Congreso de la República entre 1892 y 1894, y
posteriormente, fue nombrado miembro de la dirección nacional del Partido
Liberal[49].
La presencia en la vida política nacional de negros y
mulatos provenientes de la costa Caribe toma mayor fuerza en las tres primeras
décadas del siglo XX. Los líderes políticos que crecieron bajo la sombra de
Núñez siguieron accediendo a cargos de representatividad política nacional.
Daniel J. Reyes fue nombrado gobernador del Distrito Capital de Bogotá
(1909-1910) y luego, ocupó el cargo de secretario de la cámara de
representantes (1913), mientras que el médico negro Manuel Pájaro Herrera fue
electo congresista[50]. Al igual que ocurrió en
los ámbitos locales y regionales, la participación en la guerra de los Mil
Días, la reconfiguración de las relaciones políticas entre liberales y
conservadores, la Ley de minorías políticas y la experiencia del republicanismo
fueron dinámicas claves para que varios afrodescendientes – pertenecientes al
partido Liberal– terminaran figurando en cargos de representación nacional.
Las trayectorias de Rogelio García Hidalgo, Miguel A.
Lengua y Manuel Francisco Obregón sirven para sustentar lo anotado. García
Hidalgo, general de la República durante la guerra de los Mil Días, fue elegido
representante a la cámara por la circunscripción electoral de Barranquilla
(1909-1910). A través de la ley de minorías políticas, Obregón y Lengua también
llegaron a esta corporación y al senado en distintas oportunidades (1911-1913,
1917-1919, 1919-1923, 1921-1923, 1929931)[51].
El grado de influencia alcanzado por algunos de estos afrodescendientes se vio
reflejado también en las posiciones de liderazgos que lograron en los espacios
de representación política que empezaron a ocupar. Por ejemplo, Rogelio García
Hidalgo fue vicepresidente de la Asamblea Nacional Constituyente y Legislativa
que se reunió en 1907, mientras que Manuel Francisco Obregón fue presidente de
la Cámara de Representantes en 1922[52].
La figuración más significativa la logró el político conservador Daniel Reyes
Parra, quien fue nombrado Ministro del Tesoro durante el mandato de José
Vicente Concha (1914-1918)[53].
En sus propios términos
La historiografía colombiana ha avanzado en las
representaciones raciales que las elites blancas construyeron sobre los
sectores negros e indígenas en el marco de la Hegemonía conservadora. Esta
perspectiva ha sido sumamente importante para dilucidar los usos y las
variaciones que los discursos raciales han experimentado en Colombia[54]. Junto a este plano de
análisis, clave a la hora de entender el régimen de representación racial que
se estructuró entre 1885 y 1930, también es necesario que cada vez más nos
cuestionemos por los términos a través de los cuales los representados
reclamaron su propio lugar en el marco de la Hegemonía conservadora.
El referenciado trabajo de Nancy Appelbaum avanzó en la
reconstrucción de las acciones y los términos utilizados por las comunidades
indígenas de Río Sucio. Esta autora demostró que, a través de sus alianzas
locales y de su participación en las guerras civiles, los indígenas adquirieron
un grado de negociación política que fue decisivo para determinar qué terrenos
colectivos eran divididos y cuáles no. Estas comunidades, frente a las
ideologías de blanqueamiento propuestas desde el gobierno nacional, reafirmaron
su identidad indígena, y a partir de esta reclamaron el derecho a mantener los
terrenos comunales que la Ley de resguardos (Ley 89 de 1890) consideró legales[55].
Hallazgos similares se pueden reconstruir cuando
analizamos los esfuerzos realizados por estos sectores afrodescendientes para
acceder a los espacios de poder político e intelectual. Colombia distaba de ser
un paraíso racial en el que estos profesionales y políticos negros y mulatos
accedían sin restricciones raciales a los espacios de representación. Los
profesionales y políticos afrodescendientes, por su formación y liderazgo,
competían por los cargos que se suponían eran reservados de manera natural para
la elite blanca. Esta circunstancia, como lo sugirió recientemente la
historiadora Paulina Alberto al analizar la trayectoria política de
intelectuales afrobrasileros durante el siglo XX, expuso a los profesionales y
políticos negros y mulatos a mayores niveles de discriminación e insultos
racistas. De allí que, según la mismo Alberto, el seguimiento al
posicionamiento de intelectuales de ese origen racial sea una excelente ventana
para reconstruir los límites y alcances del discurso de la ciudadanía en varios
países latinoamericanos[56].
Esos límites y alcances –en Colombia– se pueden
reconstruir a partir de las barreras raciales que tuvieron que confrontar
varios de los profesionales y políticos afrodescendiente de Cartagena y del
Caribe colombiano cuando ocuparon cargos intelectuales y políticos a nivel
local y nacional. A finales del siglo XIX, el evento que mejor ilustra la
demarcación de las fronteras raciales fue el ya comentado nombramiento de
Manuel Ezequiel Corrales como rector del Colegio Mayor del Rosario de Bogotá en
1880. Según lo establecido por Rafael Núñez en el artículo “El Cisma”,
publicado en su texto La Reforma Política,
el nombramiento de Corrales generó ciertas resistencias al interior de las
élites intelectuales del mundo andino. El origen racial del abogado cartagenero
se estaba utilizando para impedir que asumiera la rectoría de un centro
educativo que durante el periodo colonial había exigido certificados de pureza
de sangre a sus alumnos como requisito de ingreso[57].
Tres años más tarde, los agravios raciales recayeron sobre Luis “el negro”
Robles, quién para la época era Representante a la Cámara. Esta vez, en medio
de un debate en el Congreso, uno de sus opositores lo llamó “hijo de esclavos”[58]. A Daniel Reyes le
notificaron la existencia de fronteras raciales en Colombia en 1888, cuando se
desempeñaba como secretario privado del presidente Rafael Núñez. En esa
oportunidad, desde un diario bogotano, representaron el matrimonio de Núñez y
Soledad Román a través de una caricatura. En la misma, según relata Román en
sus memorias, aparecía ella “en trance de dar a luz a un negrito”, pues,
“Daniel Reyes, secretario entonces de la presidencia, es moreno”[59].
La notable presencia que lograron varios negros y
mulatos en el mundo intelectual y político de Cartagena y Colombia durante la
primera mitad del siglo XX, también llevó a que miembros de la elite blanca
hicieran uso de insultos raciales para cuestionar su presencia en los diversos
cargos de representación. El médico negro Manuel Francisco Obregón, cuando
ocupó por vez primera el cargo de representante a la Cámara (1912), fue objeto
de agravios raciales. Desde el periódico La
Unidad, el congresista conservador Laureano Gómez expresó que los “modales
jayaneses” de Obregón en los debates que realizaba en el Congreso se explicaban
por su temperamento racial[60]. A medida que la presencia
de sectores negros y mulatos fue siendo más visible en la vida política de la
Cartagena, miembros de élite blanca sentenciaron que la política había pasado a
ser una “merienda de negros”, expresión usada para indicar que la política se
había convertido en un desorden total gracias a la notable presencia de los
afrodescendientes en ese terreno[61].
¿Cómo reaccionaron los sectores negros y mulatos a los
insultos y agravios raciales y qué términos utilizaron para defender su
presencia en los cargos de representación política e intelectual? Los esfuerzos sistemáticos que se han
realizado para entender el comportamiento político de los sectores
afrodescendientes en el orden socio-racial colombiano, han estado marcados por
explicar la no existencia de movimientos políticos racialmente definidos en el
país. Insistentemente, sociólogos, antropólogos, e historiadores,
independientemente del periodo de la República que estén analizando, se han
preguntado por qué los habitantes negros de Colombia, a diferencia de sus pares
afro-americanos, no organizaron poderosos movimientos raciales y se movilizaron
colectivamente para lograr la igualdad racial[62]. Otros, sin abandonar esta primera
perspectiva, han concentrado sus esfuerzos en señalar el deseo de estos
profesionales y políticos negros por imitar los gustos de sus pares blancos, o
en determinar el grado de conciencia racial de las mismos[63].
Estas aproximaciones, aunque han permitido entender las
dinámicas de desigualdad y discriminación racial que han caracterizado a
Colombia, así como los procesos de diferenciación social que existían entre
estos afrodescendientes con formación profesional y el grueso de la población
negra y mulata, han avanzado poco en la reconstrucción de los discursos
utilizados por los mencionados políticos y profesionales para lidiar con este
orden socio-racial.
Historiadores que han analizado las relaciones raciales
en Brasil y Cuba detectaron un problema historiográfico similar –en buena
parte– de la literatura de los años setenta y ochenta del siglo XX. Para
autores como George Reid Andrews y Alejandro de la Fuente, parte de la
explicación tiene que ver con el hecho de que la primera perspectiva, al tiempo
que considera la movilización colectiva como único mecanismo legítimo para
cuestionar las desigualdades raciales, se concentra en explicar lo que los
afrodescendientes fallaron en hacer y no en lo que realmente hicieron[64]. Y la segunda perspectiva,
según la historiadora Paulina Alberto, deja poco espacio para contextualizar
las vacilantes posiciones de negros y mulatos a la luz de su capacidad para
leer las oportunidades y constreñimientos que le imponían los contextos
políticos en los cuales actuaban[65].
Los citados historiadores han ofrecido variantes
interpretativas para repensar estas perspectivas de análisis. Confrontando el
primer esquema interpretativo, el profesor George Reid Andrews sugiere que, en
vez de concentrarnos en lo que no hicieron o dejaron de hacer los sectores
afro-latinoamericanos, debemos reconstruir lo que dijeron e hicieron[66]. Y el historiador Alejandro
de La Fuente, analizando el comportamiento de los afrocubanos durante la
primera república, sugiere que la experiencia del Partido Independiente de
Color, (partido político creado en 1908 y compuesto exclusivamente por sectores
afrodescendientes), fue solo uno de los mecanismos utilizados por los
afrocubanos para materializar la promesa de la igualdad racial. En Cuba, al
igual que sucedió posteriormente con el Partido Autóctono Negro de Uruguay y el
Frente Negra Brasileira, los sectores afrodescendientes fueron más proclives a
vincularse a movimientos multirraciales y no a colectividades políticas
racialmente definidas[67]. Finalmente, la
referenciada Paulina Alberto, cuestionando la segunda perspectiva de análisis,
plantea que solo reconstruyendo los propios términos que utilizaron los
profesionales afrodescendientes podemos entender a través de qué discursos
reclamaron un lugar en la vida local, regional y nacional[68].
Estas observaciones metodológicas e interpretativas
cobran mayor importancia en un país como Colombia donde, al menos hasta 1930,
sus habitantes negros y mulatos no organizaron movimientos políticos a partir
de criterios raciales para cuestionar las desigualdades raciales. Incluso,
experiencias como las de los impopulares partidos políticos racialmente
definidos que surgieron en Cuba, Uruguay y Brasil no hicieron parte del
repertorio de acciones utilizadas por los sectores afrodescendientes en el marco
de la Hegemonía conservadora. ¿Por qué seguir analizando su comportamiento
político durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX a la luz de las
experiencias de sus pares afro-americanos? Los mecanismos y discursos que los
afrodescendientes utilizaron para lidiar con el orden socio-racial en el cual
estaban actuando en el tránsito del siglo XIX al XX hay que establecerlos a través de los
procesos históricos que marcaron sus realidades políticas. Las guerras civiles
que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX, en las que sectores negros y
mulatos fueron protagonistas centrales, dieron forma a sus términos de
inclusión. En efecto, a la hora de reclamar un trato igualitario, algunos
evocaron la participación de sus antepasados en las luchas por la independencia.
“[…]Verdad es que soy negro, pero esta sangre se oreó al sol en los campos de
batalla en donde mis antepasados, cuyos huesos blanquean en las murallas de
Cartagena, sacrificaron sus vidas para dar libertad a muchos blancos […] de
color, pero negros de conciencia”, señaló Luis “el negro” Robles cuando recibió
insultos raciales en las sesiones del Congreso en 1883[69].
La conmemoración del centenario de la independencia de
Cartagena (11 de noviembre de 1911) sirvió de catalizador para que la evocación
de la decisiva participación de negros y mulatos en las guerras de
independencia siguiera siendo utilizada como lenguaje para reclamar derechos y
tomar parte activa en la vida política. En 1913, Manuel Francisco Obregón, en
el marco de los cuestionamientos que le hizo Laureano Gómez por su designación
como gobernador, rememoró el papel decisivo que jugaron los artesanos del
barrio de Getsemaní en la declaratoria absoluta de la independencia de
Cartagena el 11 de noviembre de 1811:
La ciudad heroica rememora el pasado y
recuenta sus glorias, se concentra en sí misma y destaca en el claroscuro de un
cuadro remoto la figura imponente de aquella muchedumbre que viene de
Getsemaní, se reúne en esta plaza, se detiene ante este mismo palacio, y
ardorosa e intrépida, exige de (sic) la junta suprema proclame, por modo
absoluto, la emancipación firme y rotunda[70].
La formación profesional lograda y la idea de mérito
asociada a la misma, se convirtieron en otra herramienta utilizada por varios
profesionales negros y mulatos para criticar las desigualdades raciales en una
sociedad que se declaraba democrática. El discurso de la educación, al tiempo
que legitimaba la elegibilidad de los sectores afrodescendientes para los
cargos de representatividad política, servía como arma para cuestionar las
valoraciones raciales como criterios de distinción social. “Una esmerada
educación, los naturales talentos, y una buena dosis de ilustración […]
debieran ser las cualidades que la inexorable ley moral reclamara en prendas
para aquellos que quisieran perpetuar los ancestrales signos distintivos de un
pueblo”, señaló el médico negro Eduardo Miranda Fuentes a comienzos del siglo
XX[71].
La defensa del discurso de la ciudadanía por parte de
profesionales y políticos afrodescendientes, como lo he descrito en otros
artículos, fue determinante para cuestionar las barreras raciales que tuvieron
que enfrentar[72]. Defendieron su condición
de ciudadanos para reclamar su igualdad ante sectores que buscaban establecer
como naturales ciertas jerarquías raciales. Como
lo expresaron desde el periódico El Verbo,
días después de que Manuel Francisco Obregón fue agraviado racialmente por
Laureano Gómez, “[…] del esclavo surgió el siervo y el ciudadano bien pronto y
a su lado la unidad de leyes, la igualdad de deberes y derechos […] libre es el
hombre y libre su amor y su conciencia[73].
No queda duda, entonces, que profesionales y políticos negros y mulatos
adelantaron debates sobre las virtudes republicanas en un intento por desplazar
las jerarquías raciales como elementos determinantes de las lógicas de
inclusión social.
Conclusión
El estudio de la trayectoria de este conjunto de
profesionales y políticos negros y mulatos permite repensar algunas premisas
que a priori asumimos sobre raza y
política durante la Hegemonía conservadora.
La imagen de cincuenta años de dominio conservador caracterizados por la
ausencia de liderazgos de personas de este origen racial no se corresponde con
el accionar de un grupo de negros y mulatos que a través de la educación y la
participación en las guerras civiles de finales del siglo XIX irrumpieron en la
vida política y académica a nivel local, regional y nacional. El cuadro de
pleno control conservador construye una visión estática sobre la compleja
realidad política de este período, ocultando el dinamismo que procesos como las
guerras civiles y la irrupción de los sectores profesionales y obreros le
imprimieron a la vida política colombiana en las tres escalas previamente
mencionadas.
¿La notable presencia política e intelectual que
consiguieron sectores negros y mulatos durante la Hegemonía conservadora fue
una dinámica exclusiva de Cartagena? Recientes trabajos sugieren que no. Por
ejemplo, la historiadora Sharika Crawford, en un sistemático y bien pensado
estudio sobre los esfuerzos que hicieron los gobiernos conservadores entre 1880
y 1930 por continentalizar las islas
de San Andrés y Providencia, reconstruye las respuestas que los habitantes de
ambas islas utilizaron para defender sus prácticas culturales frente a los mecanismos
implementados por el Estado para lograr tal propósito. Crawford, a partir de un
detallado análisis de las dinámicas locales, regionales y nacionales, destaca
la existencia de un grupo de afrodescendientes, cuyo liderazgo fue central
tanto en la defensa de la autonomía de San Andrés y Providencia frente al
Departamento de Bolívar, como en la construcción de unas visiones propias de
ciudadanía e identidad. Sugiere que este grupo no definió su identidad en
términos de una lengua (español), una religión (catolicismo) y un ancestro
común (hispánico), como lo propusieron los gobiernos de la Hegemonía
conservadora. Los líderes afrodescendientes de San Andrés construyeron su
identidad a través de la reafirmación de discursos que destacaban su
pertenencia y lealtad a Colombia, así como su deseo de participar y tomar parte
en los asuntos de la vida política nacional[74].
Una reciente investigación que realicé sobre las disputas que adelantaron
sectores negros y mulatos de las costas Pacíficas y Caribe por materializar el
ideal de igualdad en el tránsito del siglo XIX al XX también muestra la
existencia de un significativo grupo de afrodescendientes que jugó un papel
central en la trayectoria económica, política e identitaria de ambas regiones[75].
El cuadro que hemos construido sobre los liderazgos
logrados por sectores negros y mulatos entre 1885 y 1930, entonces, parece
provenir de los focos de análisis y de los sujetos históricos que hemos
privilegiado. Nuevos estudios que exploren el accionar y los discursos de estos
profesionales y políticos afrodescendientes en otros contextos pueden ayudarnos
a ampliar las visiones que poseemos de la Hegemonía conservadora ¿El dinamismo
político que caracterizó a los sectores negros y mulatos de Cali y el Cauca en general durante el liberalismo
radical se diluye durante toda la Hegemonía conservadora? ¿Qué grado de
representatividad (local, regional, nacional) lograron políticos negros y
mulatos vinculados al Partido Conservador durante los cincuenta años de
gobierno de esta colectividad? ¿Qué dinámicas políticas y raciales generaron
profesionales y políticos afrodescendientes que dejaron sus lugares de orígenes
y se ubicaron en ciudades como Pasto, Cali, Popayán, Medellín y/o Bogotá? Tal
vez en cada uno de estos centros urbanos, al igual que en Cartagena, los
profesionales y políticos afrodescendientes fueron una minoría. El hecho de que
sean una minoría, sin embargo, no invalida su condición de sujetos históricos
susceptibles de análisis ni su incidencia en los debates sobre raza y
representatividad política que tuvieron lugar entre 1885 y 1930. Más bien, hay que explorar las
posibilidades de análisis que se abren a partir del accionar de estos sectores
que incidieron en la realidad política que se vivió durante la Hegemonía
conservadora.
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Cartagena-Universidad Tecnológica y Pedagógica de Tunja, 2008.
Este
artículo sintetiza algunos de los hallazgos del proyecto de investigación Beyond the White Republic: Afro-descendant Elites,
Race and Citizenship in Cartagena (Colombia) 1903-1945, que recibió
financiación de Fulbright-Colombia, LASPAU: Academic
and Professional Programs for the Americas, el Departamento de Historia, y
el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh en
Estados Unidos.
Referencias para este artículo: FLÓREZ
BOLÍVAR, Francisco Javier (2018). “Re-visitando la Hegemonía conservadora: raza
y política en Cartagena (Colombia), 1885-1930”. En Anuario de Historia Regional y de las Fronteras. 23 (1). pp.
93-120.
[1]
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identidad (notas para un debate)”, en Jimeno, Myrian, et al. (eds.), Identidad: Memorias del simposio identidad étnica,
identidad regional, identidad nacional (Bogotá: ICANH-Colciencias-FAES, 1989),
p. 37.
[2]
Posada Carbó, Eduardo. “Limits of Power. Elections under the Conservative
Hegemony in Colombia, 1886-1930”, en Hispanic
American Historical Review, vol. LXXVII, núm. 2, 1997, pp. 245-279; Melo,
Jorge Orlando. “La república conservadora”, en Melo, Jorge Orlando (ed.), Colombia hoy (Bogotá: Banco de la
República/Biblioteca Luis Ángel Arango, [1978] 1991).
[3]
Los censos que se hicieron a comienzos del siglo XX (1912, 1918) hablaban de
negros y mezclados. Utilizo el término afrodescendiente como categoría de
análisis para designar a las personas que abiertamente reconocían su
pertenencia a la raza negra, o aquellos que, sin auto-identificarse
racialmente, eran descritos como negros o mulatos.
[4]
Pérez, Amada. Nosotros y los otros. Las
representaciones de la nación y sus habitantes, 1880-1910 (Bogotá:
Universidad Javeriana, 2015); Leal, Claudia. Black Forests: The Pacific Lowlands of Colombia, 1850-1930, (tesis
doctoral), University of California, 2004; Appelbaum, Nancy. Muddied Waters: Race, Region and Local
History in Colombia, 1846-1948 (Durham: Duke University Press. 2003).
[5] Melo, Jorge
Orlando. “La república conservadora”, Op
Cit.
[6]
Palacios, Marco. Entre la legitimidad y
la violencia. Colombia 1875-1994 (Bogotá: Ed. Vitral, 1998), p. 81.
[7] Appelbaum, Nancy, Op Cit., pp. 103-130.
[8]
Sanders, James. “Ciudadanos de un pueblo libre: liberalismo popular y raza en
el suroccidente de Colombia en el siglo XIX”, en Historia Crítica, núm. 38, 2009, p. 203
[9]
McGraw, Jason. Neither Slaves nor
Tyrants: Race, Labor and Citizenship in Caribbean Colombia, 18501930,
(tesis doctoral), University of Chicago, 2006, p. 356.
[10]
Geler, Lea. Andares negros, caminos
blancos: Afroporteños, Estado y nación. Argentina a fines del siglo XIX
(Rosario: Prohistoria, 2010); De La Fuente, Alejandro. A Nation for All. Race, Inequality and Politics in Twentieth Century
Cuba (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2001); Andrews,
George Reid. Blackness in the White
Nation: A History of Afro-Uruguay (Chapel Hill: University of North
Carolina Press, 2010) y Blacks and Whites
in Sao Paulo, Brazil, 1888-1988 (Madison: University of Wisconsin Press,
1991).
[11]
Múnera, Alfonso. El fracaso de la nación. Región, raza y clase en el Caribe colombiano,
1717-1810 ( Bogotá: Banco de la República/Ancora Editores, 1998).
[12]
Análisis sobre la Universidad de Cartagena y la formación de esos primeros
profesionales negros y mulatos se encuentran en Uribe-Urán, Víctor Mario. Honorable lives: Lawyers, Family and
Politics in Colombia, 1750-1850 (Pittsburgh: University of Pittsburgh
Press, 2000); Múnera Cavadía, Alfonso. “Reflexiones
para una historia de la Universidad de Cartagena en el siglo XIX”, en Soto
Arango, Diana (ed.), Historia de la
Universidad en Colombia. Tomo 1. Historiografía y Fuentes (Tunja:
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 1998), pp. 36-49.
[13]
Al respecto: Malkum, William. Educación y
política en el Estado Soberano de Bolívar 1857-1885, (tesis de maestría),
Universidad de Cartagena-Universidad Tecnológica y Pedagógica de Tunja, 2008.
[14]
Archivo Histórico de Cartagena (AHC), “Informe del rector del Colegio del
Estado”, Gaceta de Bolívar, 9 de
septiembre de 1881; “Alumnos que han sostenido los actos públicos en 1873”,
Sección Educación, Manuscritos, 23 de diciembre de 1873. Zabaleta, Horacio. Réquiem por un viejo hospital (Bogotá:
Tercer Mundo, 1974), p.167.
[15]
AHC, “Exámenes preparatorios al grado de doctor en médicina y cirujía, de los
alumnos de 5º año de la Universidad” y “Santiago Caballero Leclerc”, El Porvenir, 8 de enero de 1899. En un artículo publicado en el periódico
El Penitente, Eduardo Miranda señala
que él con sus orígenes oscuros
también puede contribuir al desarrollo de la nación. AHC, “ME DEFIENDO”, El Penitente, 3 de julio de 1910.
[16]
Una reciente reconstrucción sobre ese circuito comercial entre Cartagena y las
provincias del Sinú y Atrato la hace Rhenals Doria, Ana Milena. “Tejiendo la
red: circuitos comerciales, inmigrantes sirio-libaneses y empresarios
nacionales en el Caribe colombiano y el Atrato (1880-1930)”, en Historia y Espacio, núm. 37, 2011 , pp. 189-212.
[17]
Flórez Bolívar, Francisco Javier. Beyond
the White Republic: Afro-descendant Elites, Race and Citizenship in Cartagena
(Colombia) 1903-1945, (tesis de maestría), University of Pittsburgh, 2011.
Obregón, originario
del puerto ribereño de Mompox, este médico mulato graduado en el Colegio Mayor
del Rosario de Bogotá y con especializaciones en Francia y Alemania, fue
profesor y rector de la Universidad de Cartagen
[18]
Sobre la trayectoria de estas figuras políticas: Pereira Caro, José Joaquín y
Manrique Fernández, Miguel. Fragmentos
históricos de San Jacinto (Bolívar, Cartagena: Alpha editores, 2015).
[19]
Sobre los orígenes raciales de los hermanos Vargas Vélez: Valdelamar, Juan y
Gutiérrez, Juan. Getsemaní. Oralidad en
atrios y pretiles (Cartagena: Litografías del Mar, 2005), pp. 126-133 y
Angulo, Álvaro. Aspectos sociales y
políticos de Cartagena de Indias. Siglos XVI y XIX (Barranquilla: Antillas,
2001), p. 165.
[20]
Francisco Obregón Jarava, hijo de Manuel F. Obregón, estudió medicina en Bogotá
y Francia; Luis C. Delgado, hijo de Camilo S. Delgado, se hizo médico en
Philadelphia University; Pedro Herrera, hijo del artesano Estuardo Herrera,
adelantó su especialización en radiología en la Universidad de Chicago.
Francisco Obregón fue decano de la Facultad de Medicina y rector de la
Universidad de Cartagena; Pedro Herrera fue concejal y alcalde de Cartagena, y
Luis Carlos Delgado también fue profesor de esta institución. Sobre la
trayectoria de estos profesionales negros: Maza, Edwin. Facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena. Su historia (Cartagena:
Universidad de Cartagena, 1998), pp. 147-149; Flórez Bolívar, Francisco Javier.
Beyond the White Republic:
Afro-descendant Elites, Race and Citizenship in Cartagena (Colombia) 1903-1945,
(tesis de maestría), University of Pittsburgh, 2011.
[21]
Biblioteca Nacional de Colombia (BNC), “José Santos Cabrera” y “Demetrio
Morillo”, El Mundo, 13 de junio de
1935.
[22] Maza, Edwin, Op Cit., pp. 147-152.
[23] Censo general de
la República de Colombia, Bogotá: Imprenta Nacional, 1912.
[24] Biblioteca
Bartolomé Calvo (BBC), Gaceta de Bolívar,
9 de septiembre de 1881.
[25] Censo general de
la República de Colombia, Bogotá: Imprenta Nacional, 1912.
[26] AHC, “El censo”, Anales del Concejo, 19 de febrero de
1938.
[27]
Flórez Bolívar, Francisco Javier. “Iluminados por la educación: los ilustrados
afro-descendientes del Caribe colombiano a comienzos del siglo XX”, en Cuadernos de Literatura del Caribe e
Hispanoamérica, núm. 9, 2010, pp. 35-58; Zabaleta, Horacio, Op
Cit. p. 190.
[28]
Devis Echandía, Julián. La ciudad vencida. La Cartagena de ayer, la
Cartagena de hoy (Bucaramanga: Gómez y Páez, 1937), p. 167.
[29]
Solano, Sergio Paolo. “Política, religión e intelectuales en el Caribe Colombiano
durante la Regeneración (1886-1899)”, en Historia
Caribe, núm. 4, 1999, pp. 43-60.
[30]
Juan José Nieto y Manuel Ezequiel Corrales, ambos de origen afrodescendiente,
presidieron el Estado Soberano de Bolívar, y Luis “el negro” Robles fue
presidente del Estado Soberano del Magdalena.
[31]
Grossberg, Lawrence. “Identidad y estudios culturales”, en Hall, Stuart y Du
Gay, Paul (eds.), Cuestiones de identidad
(Buenos Aires: Amorroru editores, 2003), p. 152; Wade, Peter. “Identidad”, en
Serge, Margarita; Suaza, María Cristina y Pineda, Roberto (eds.), Palabras para desarmar (Bogotá: ICANH,
2002) , p. 255.
[32]
McGraw, Jason. The Work of Recognition:
Caribbean Colombia and the Postemancipation Struggle for Citizenship (Chapel
Hill: University of North Carolina Press, 2014), pp. 140 y 155.
[33]
Sobre la trayectoria del político de Daniel J. Reyes: José Pereira Caro y
Miguel Manrique Fernández. Fragmentos
históricos de San Jacinto, Bolívar (Cartagena: Alpha editores, 2015).
[34] Núñez, Rafael. La reforma política (Medellín: editorial
Lealon, 1994), p. 59.
[35] McGraw, Jason, Op Cit., p. 253.
[36]
BBC, Registro de Bolívar Cartagena, 7
de febrero de 1895. También: Otero, Samuel. Cien
costeños meritorios, tomo I (Cartagena: Imprenta Departamental, 1918), pp.
216-217.
[37] Coniff,
Michael. Black Labor on a White Canal.
Panama, 1904-1981 (Pittsburgh: University of Pittsburgh, 1985), pp. 135 y
220.
[38] AHC, “Manuel
Francisco Obregón”, El Republicano,
28 de diciembre de 1912.
[39]
Álvarez Jiménez, Jairo. “Las caras diversas de las guerras civiles en el
Bolívar Grande (Colombia, siglo XIX)”, en Anuario
de Historia Regional y de las Fronteras, vol. XIX, núm. 2, julio-diciembre
2014, pp. 529-553.
[40]
Posada Carbó, Eduardo. “Limits of Power. Elections under the Conservative
Hegemony in Colombia, 1886-1930”, Op Cit.,
p. 253.
[41] AHC, “Una
destitución”, La Verdad, 27 de marzo
de 1913.
[42]
AHC, “Concejales municipales”, El Liberal,
30 de abril de 1910; “El escrutinio del municipio de Cartagena”, El Imparcial, 6 de junio de 1911; “Nota
editorial”, El Verbo, 29 de agosto de
1913.
[43] AHC, “Escrutinio
general”, El Liberal, 26 de febrero
de 1911.
[44] McGraw, Jason, Op Cit., p. 220.
[45]
En 1919, Demetrio Morillo y José Caballero Leclerc, junto a los artesanos
Estuardo Herrera y Pedro Malabet, integraron la lista de candidatos al concejo
por el Partido Liberal. Cinco años después, Francisco de P. Vargas fue electo
tesorero del Directorio Obrero Departamental, una organización que agrupaba a
los artesanos y obreros del Departamento de Bolívar. AHC. “Lista del
liberalismo al concejo”, El Liberal,
4 de octubre de 1919; “Del obrerismo”, El
Debate, 30 de mayo de 1925.
[46]
Demetrio Morillo (1920-1921, 1922-1924), Francisco de P. Vargas (1922-1924),
José Caballero Leclerc (1920-1921), Manuel F. Obregón (1928-1929) y Miguel
Lengua (1929-1930) fueron concejales. Francisco de Paula Vargas y Demetrio
Morillo fueron electos diputados (1929-1929). “Los ediles de Cartagena”, La Época, junio 12 de 1920 “Barrio
obrero”, El Humanitario, 12 de abril
de 1923; “Cuestiones municipales”, Diario
de la Costa, 10 de marzo de 1923; “El representante Vargas Vélez hace unas
declaraciones”, El Mercurio, 11 de
julio de 1929.
[47]
Corrales, Manuel Ezequiel. Efemérides y
anales del Estado Soberano de Bolívar (Cartagena: Gobernación de
Bolívar/Instituto Internacional de Estudios del Caribe/Carlos Valencia
editores, 1999).
[48]
Archivo del Congreso (AC), Anales de la
Cámara de Representantes, 29 de julio de 1896 y 10 de agosto de 1898.
[49] AC, Anales de la Cámara de Representantes, 3
de agosto de 1892.
[50] Otero, Samuel, Op Cit., p. 216.
[51]
AC, Anales de la Cámara de Representantes,
1 de agosto de 1911, 1 de agosto de 1917, 26 de julio de 1919 , 30 de julio de
1921 y 22 de julio de 1929.
[52]
AHC, “Manuel Francisco Obregón”, Gaceta
Departamental de Bolívar, Cartagena, 20 de diciembre de 1922.
[53] AHC, Diario Oficial, 16 de septiembre de
1914.
[54]
Entre los trabajos recientes que hacen uso de esta perspectiva se destacan
Martínez Pinzón, Felipe. Una Cultura de
invernadero: Trópico y civilización en Colombia (1808-1928) (Madrid y
Frankfurt: Iberoamericana-Vervuert, 2016); Pérez, Amada, Op Cit.; Múnera Cavadía, Alfonso. “Pensando las identidades: de
Caldas a Caro”, en Múnera Cavadía, Alfonso. Tiempos
difíciles. La república del XIX: una ciudadanía incompleta (Bogotá: Pluma
de Mompox, 2011), pp. 31-39; Leal, Claudia, Op
Cit.
[55] Appelbaum, Nancy, Op Cit., pp. 128-132.
[56]
Alberto, Paulina. Terms of Inclusión.
Black Intellectual in Twentieth-Century Brazil (Chapel Hill: University of
North Carolina Press, 2011), p. 21.
[57] Núñez, Rafael, Op Cit., p. 56.
[58]
Robles, Luis Antonio. Sombra y luz. Con
la sombra en la epidermis y la luz en el alma (Bogotá: Universidad del
Rosario, 2010), pp. 166-67.
[59] Lemaitre, Daniel. Soledad Román de Núñez. Recuerdos
(Bogotá: Antares Limitada, 1988), p. 127.
[60] AHC, “La Época y
la raza”, El Mundo Nuevo, 4 de
octubre de 1912.
[61] AHC, “Editorial”, El Luchador, 22 de octubre de 1921.
[62]
Helg, Aline. Liberty and Equality in
Caribbean Colombia, 1770-1835 (Chapel Hill: University of North Carolina
Press, 2004); Wade, Peter. Blackness and
Race Mixture. The Dynamics of Racial Identity in Colombia (Baltimore: Johns
Hopkins University Press, 2003); Kronus, Sidney y Solaun, Mauricio. Discrimination without Violence:
Miscegenation and Racial Conflict in Latin America (New York: John Wiley
and Sons, 1973).
[63] Cunin, Elisabeth. Identidades a flor de piel (Bogotá:
ICANH, Universidad de Los Andes, 2005).
[64] De La Fuente,
Alejandro. A Nation for All. Race,
Inequality and Politics in Twentieth Century Cuba
(Chapel Hill:
University of North Carolina Press, 2001); Andrews, George Reid. “Workers,
Soldiers, Activists: Black Mobilization in Brazil and Spanish America,
1800-2000”, en Estudios Interdisciplinarios
de América Latina y el Caribe, núm.19, 2008, pp. 11-33.
[65] Alberto, Paulina, Op Cit., p. 10.
[66]
George Reid Andrews hace buen uso de esa perspectiva en su influyente texto Afro-Latin America,1800-2000 (New York:
Oxford University Press, 2004).
[67] Andrews, George
Reid, Op Cit., pp. 128-132.
[68] Alberto, Paulina, Op Cit., p. 10.
[69] Robles, Luis
Antonio, Op Cit., p. 167.
[70]
BBC, “Alocución del gobernador del Departamento de Bolívar”, Gaceta Departamental de Bolívar, 14 de
noviembre de 1913.
[71] AHC, “Doctor
Manuel Dávila Flórez”, La Época, 21
de julio de 1913.
[72]
Flórez Bolívar, Francisco Javier. “¿Hijos de la barbarie o de la ciudadanía?:
negros y mulatos en el marco del primer centenario de la independencia de
Cartagena, 1911-1941”, en Mosquera, Claudia; Lao Montes, Agustín y Rodríguez,
Cesar Mauricio (eds.), Debates sobre
ciudadanía y políticas raciales en las Américas negras (Cali: Universidad
del Valle, 2010), pp. 542-570.
[73] AHC, “Lo que se
estanca se pudre”, El Verbo, 26 de
septiembre de 1913.
[74]
Crawford, Sharika. “Under the Colombian Flag: Nation-Building on San Andrés and
Providence Islands, 1886-1930”, ( tesis doctoral), University of
Pittsburgh, 2009.
[75]
Flórez Bolívar, Francisco Javier. En sus
propios términos: negros y mulatos y las luchas por la igualdad en Colombia,
1885-1947, (tesis doctoral), University of Pittsburgh, 2016.