DOI: http://dx.doi.org/10.18273/revanu.v23n1-2018005

Artículos de Investigación Científica

‘A toda máquina, señores’: facciones políticas, clientelismo y estabilidad política en Risaralda (1965-1985)

‘At Full Speed, Sirs’: Clientelism and Political Stability in Risaralda (1965-1985)

‘A toda maquina, senhores’: clientelismo e estabilidade política em Risaralda (1965-1985)

 

Jhon Jaime Correa Ramírez 1

Anderson Paul Gil Pérez 2

Edwin Mauricio López García 3

 

1 Doctor en Ciencias de la Educación de Red de Universidades Estatales de (RUDE) de Colombia, Colombia. Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Antioquia, Colombia. Historiador de la Universidad Nacional Sede Medellín, Colombia. Profesor Titular de la Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia. Director de la Maestría en Historia, Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia. Codirector del Grupo de Investigación Políticas, Sociabilidades y Representaciones Histórico-Educativas. Código ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1741-6534 . Correo electrónico: jjcorrea@utp.edu.co .

2 Estudiante Maestría en Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa, México. Licenciado en Etnoeducación y Desarrollo Comunitario de la Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia. Código ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9741-4220 . Correo electrónico: pauljuncogp@gmail.com .

3 Estudiante de Pregrado de la Licenciatura Etnoeducación y Desarrollo Comunitario de la Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia. Estudiante Líder Semillero en Investigación Formativa en Historia, Cultura Política y Educación. Código ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1280-9072 . Correo electrónico: elopgar86@utp.edu.co .

 

Resumen

El presente artículo tiene como objetivo demostrar el dinamismo del sistema político risaraldense a partir de la identificación de las tensiones administrativas y políticas ocurridas entre los diversos actores institucionales, los partidos políticos y sus facciones en los primeros 20 años de vida institucional del departamento. Basados en un método histórico crítico, la revisión documental de archivos estatales regionales y locales, de la prensa escrita, así como de la realización de entrevistas semiestructuradas con actores políticos de dicha época, se observa la racionalización de las dinámicas clientelistas y electorales durante el desarrollo del Frente Nacional. Como conclusión se demuestra que, con el desmonte de dicho pacto político, apareció una contienda política más racional y sistemática entre las distintas facciones dominantes por medio de alianzas, conflictos, y/o tensiones que generaron una estabilidad institucional caracterizada por el dominio electoral bipartidista, excluyente de cualquier otra opción política en el departamento.

Palabras clave: Frente Nacional, faccionalismo, clientelismo, estabilidad política. 

 

Abstract

The present article aims to demonstrate the dynamism of the Risaralda political system from the identification of administrative and political tensions among various institutional actors, political parties and their factions in the first 20 years of institutional life of the department. Based on a critical historical method, the document review of regional and local state archives, from the written press, as well as of semi-structured interviews with political actors of that time, it is perceived the rationalization of the clientelist and electoral dynamics during the development of the National Front. Thus, with the dismantling of this political pact, a more rational and systematic political conflict between the different dominant factions appeared through alliances, conflicts, and / or tensions that generated a institutional stability characterized by Bipartisan electoral mastery, excluding any other political option in the department.

Keywords: Frente Nacional, Factionalism, Clientelism, Political Stability.

 

Resumo

Este artigo tem como objetivo demonstrar o dinamismo do sistema político de Risaralda a partir da identificação das tensões administrativas e políticas que ocorreram entre os diversos atores institucionais, partidos políticos e suas facções nos primeiros 20 anos de vida institucional do departamento. Com base em um método histórico crítico, a análise de documentos de arquivos estatais regionais e locais da imprensa escrita, bem como entrevistas semiestruturadas com atores políticos da época, se observa a racionalização das dinâmicas clientelistas e eleitorais durante o desenvolvimento a Frente Nacional. Portanto, como conclusão, é demonstrado que, com o desmonte do pacto político, surgiu uma contenda política mais racional e sistemática entre as várias facções dominantes através de alianças, conflitos, e /ou tensões que geraram uma estabilidade institucional caracterizada pelo domínio eleitoral bipartidário, exclusivo de qualquer outra opção política no departamento.

Palavras-chave: Frente Nacional, faccionalismo, clientelismo, estabilidade política.

 

Fecha de recepción: 31/07/2017

Fecha de aceptación: 12/11/2017

 

 

Introducción

 

 

El escenario político del departamento de Risaralda que apareció a mediados de los años 60 como un nuevo campo de poder regional en la escena de la vida nacional durante el desarrollo del Frente Nacional (1958-1974) –con la promesa de convertirse en el departamento piloto de la nación–, tuvo como telón de fondo la competencia entre las viejas y nuevas facciones de los partidos liberal y conservador por el control político del nuevo ente departamental. Más allá de la lectura crítica que suele hacerse respecto a la creación del departamento de Risaralda como una batalla cívica de los principales grupos dirigentes de Pereira contra el “asfixiante centralismo de Manizales”[1], es evidente que la contienda electoral por parte de las diferentes facciones liberales y conservadoras se enfocó en el control de las ramas del poder público a través de prácticas clientelistas que favorecían los intereses particulares de algunos grupos políticos y sus redes clientelares. ¿Qué se repartían? Por un lado, en las secciones ejecutivas la distribución de los puestos burocráticos: alcaldías locales, secretarías de despachos departamentales y municipales, gerencias de institutos descentralizados y demás cargos subalternos; en lo judicial, los juzgados y las inspecciones de policía; y a nivel legislativo, la asignación de recursos públicos mediante los auxilios parlamentarios y ordenanzales para las juntas de acción comunal por parte de los congresistas y diputados del departamento.

Los cargos y los recursos públicos se distribuyeron de acuerdo con la paridad partidista que estuvo vigente durante el Frente Nacional, bajo el mando de jefes políticos tradicionales como Camilo Mejía Duque (liberalismo oficialista)[2] y Jaime Salazar Robledo (conservatismo ospinista). Ya hacia mediados de los años 70’s se reconfiguró el orden político a partir del ascenso al escenario político de nuevas figuras protagónicas entre las cuales se destacan las de Óscar Vélez Marulanda (liberal) y Emiliano Isaza Henao (conservador). Desde estos años también empezaron a tener una importante figuración política a nivel local y nacional personajes como Jorge Mario Eastman, César Gaviria Trujillo, María Isabel Mejía Marulanda, Fabio Villegas, Rodrigo Rivera, Juan Guillermo Ángel y Luis Carlos Villegas –denominados los blancos, quienes en su mayoría hicieron parte del Bloque Cívico[3]–. A medida que se fraguaba de forma dinámica este cambio de liderazgo político y una vez las elecciones se fueron haciendo más competitivas con el desmonte gradual de la paridad política del Frente Nacional a partir de 1974, surgieron estrategias electorales más racionales y sistemáticas como la regionalización o zonificación, a lo cual se sumó el enfrentamiento retórico entre las viejas y nuevas facciones políticas, las cuales se descalificaban como tecnócratas y clientelistas; de esta forma, los jefes de los directorios departamentales continuaron defendiendo –a toda máquina–, un amplio repertorio de prácticas clientelistas en los medios de comunicación, con el propósito de defender sus cuotas burocráticas.

Es importante señalar que aun cuando dichas prácticas clientelistas suponen una relación asimétrica de poder entre patrón y cliente, en la cual el cliente siempre se ve obligado a buscar un patrón reproduciendo distintos rangos y jerarquías a lo largo de la red clientelista, estas mismas prácticas le permitieron a las clientelas desarrollar estrategias más desafiantes en defensa de sus intereses, lo que no las hacía totalmente vulnerables; este tipo de situaciones generaba un sinnúmero de presiones que llegaban hasta la amenaza de poder por cambiar  el apoyo a otro líder político en los diversos rangos del sistema clientelista.

 

 

Traslapes teóricos entre estabilidad política y clientelismo

 

 

Para analizar dicho panorama político se revisan a continuación en un nivel teórico las categorías de estabilidad política y clientelismo político, con el fin de dar cuenta de la dinámica política a nivel partidista e institucional en la que todos los actores de la red clientelar se acomodaban de acuerdo a sus propios intereses, intercambiando diversos bienes y/o servicios en el ámbito político, lo que incide de manera directa en la estabilidad política del nuevo ente departamental, la cual se vio amenazada por factores internos –faccionalismos, sectarismos– de la escena partidista. Ambas categorías se entrelazan en un sistema de relaciones interpersonales, grupales e institucionales, formales e informales, inmersas en las tensiones políticas propias de la articulación entre contexto nacional, regional y local.

La estabilidad política da cuenta de situaciones que no son estáticas, y que por el contrario, establecen un equilibrio dinámico que da cuenta de la capacidad del sistema para resolver exitosamente los diversos conflictos que se presenten, sin importar si son producidos por el sistema o el contexto sociopolítico[4]. Leonardo Morlino presenta la estabilidad política como “[…] la previsible capacidad del sistema de durar en el tiempo”[5], pero de igual modo advierte que aun cuando un sistema político sea capaz de mantener el statu quo, y de esta forma ser caracterizado como estable, debe privilegiarse su potencial con base en el estudio de los factores de cambio. La estabilidad política de que nos habla Morlino, no es un equilibrio estático, sino un equilibrio móvil, en donde el régimen político debe atender día tras día las demandas de los demás actores de la esfera política sin permitirles generar los cambios radicales que estos persiguen, y más bien, optar por buenas negociaciones que favorezcan las transiciones políticas[6].

La búsqueda estratégica de este equilibrio móvil por parte de los líderes políticos es, para Camou y Morlino, un factor clave en la estabilidad política del sistema mismo. El primero de los autores hace un tratamiento más general y limitado al señalar simplemente que el sistema, para ser eficaz, debe alcanzar sus objetivos y asegurar la supervivencia o permanencia de un partido político, de un gobernante en particular durante un periodo de tiempo, de un modelo económico, etc., en el ejercicio del poder[7]. Por su parte, Morlino describe de forma más detallada que la manera de poder determinar esta dimensión de la eficacia se refiere a la propiedad del sistema de adoptar medidas en respuesta a desafíos políticos teniendo como componentes empíricos la regularidad y la frecuencia de rotación en los cargos públicos, la cantidad de disenso existente dentro de la elite del poder y el funcionamiento normal de procesos decisorios democráticos[8].

Cabe decir que en esta concepción dinámica de la estabilidad política se ven involucrados el gobierno, la oposición, los partidos y la prensa. Lo anterior permite tener en cuenta la lógica y las motivaciones de las relaciones inter e intrapartidistas, con sus posibles alianzas, acuerdos, luchas, tensiones y/o disidencias por la distribución de cuotas burocráticas y de recursos públicos, en el contexto clientelista que predominó los primeros veinte años de vida administrativa del departamento de Risaralda.

Por otra parte, cuando se revisa la categoría del clientelismo encontramos estudios en América Latina que nos permiten establecer diálogos constructivos acerca de las metodologías para el estudio de las clientelas. Con respecto a las elaboraciones teóricoconceptuales del clientelismo, Romana Falcón sostiene que en su mayoría parten de la noción de dominación patrimonial, de Max Weber, que ayuda a entender cómo en el clientelismo se presentan relaciones desiguales basadas en “nexos de autoridad como patrones, influyentes y clientes”; de ahí, que el clientelismo permita indagar por las características de los fenómenos latinoamericanos en perspectiva regional para comprender cómo se dan y cómo se legitiman los intercambios informales de “bienes, servicios y lealtades”. En efecto, el clientelismo se sostiene sobre relaciones desiguales más no inocentes, en donde se da un “[…] complicado ajuste de balances de poder, cuyo meollo estriba en que cada parte tiene algo real o simbólico que brindar al otro”[9].

Un aspecto relevante es la articulación entre familias, redes políticas y sociabilidades. A partir del análisis de las interconexiones entre familiares y líderes políticos, Luciano Nicola Dapelo, considera que se pueden “[…] identificar lazos entre individuos, en pos de la consecución de influencias y/o recursos (como información, relaciones y crédito), en contextos inestables”[10].

En el contexto colombiano los estudios sobre clientelismo llevan un largo trayecto renovando la mirada entre cliente y clientela, así como las características del sistema político colombiano. La categoría le ha permitido a varios estudiosos hacer una revisión desde el  siglo XIX hasta el presente, para entender las permanencias y los cambios en este modo de de relacionamiento político[11]. Pero en particular, nos interesa revisar la categoría desde los desarrollos conceptuales y empíricos que se han procurado en el siglo XX[12], a partir de tres tipologías clientelistas: tradicional (patrón-cliente), moderna (políticos y funcionarios públicos-clientes en espera de servicios y derechos) y de mercado (oferta y demanda, participación de actores privados)[13]. De este modo se ha pasado de ver el fenómeno clientelista como “[…] una relación siempre asimétrica, que se apoya en la diferencia de poder entre las partes”, a una negociación entre actores con intereses que está vinculada con otras prácticas políticas y sociales del proceso de modernización política, con la formación de la cultura política, con los cambios en la estructura demográfica debido a la migración masiva de la población rural hacia las ciudades[14].

Gutiérrez Sanín[15] advierte que se deben estudiar las características generales de dicho fenómeno; para ello, dicho autor señala que el clientelismo requiere de tres condiciones para configurarse. Primero, debe ser un sistema, no se trata de encuentros ocasionales y aislados; segundo, debe generar lealtades entre los actores; y tercero, los costos se perciben por ambas partes –clientes y agentes– como menores en relación con los beneficios. Esta visión se complementa con la interpretación propuesta por Andrés Dávila y Francisco Leal Buitrago[16], que establece unas tipologías históricas clientelistas que van de las lealtades personales a un mercado de oferta y demanda al mejor postor político. Esto autores establecen que el clientelismo moderno se arraigó a nivel regional y nacional a partir del Frente Nacional y hasta 1991. Leal Buitrago y Dávila destacan que “[…] los agentes operan en tres niveles; el primero como relaciones entre personas, el segundo como conexiones entre agregados de personas y patronos o burócratas, y el tercero, como interfases que vinculan comunidades enteras a la sociedad”[17].

En dicho sentido, se suma lo aportado por Díaz Uribe en su estudio del departamento de Sucre, donde también se reconocen tres estratos de injerencia política: los movimientos políticos locales, las entidades públicas (nacionales, departamentales y municipales), y la comunidad[18]; no sobra señalar, a su vez, que en cada uno de estos niveles existen jerarquías que a pesar de estar muy claramente demarcadas, también dan lugar a la existencia de filas indias, en cuyo andamiaje están involucrados los dirigentes políticos, y las capas altas, medias y bajas de la población civil. La vida política es omnipresente en este tipo de microsociedades políticas y ha estado dirigida por las distintas facciones o directorios departamentales de ambos partidos. Díaz Uribe muestra que el clientelismo es una práctica cotidiana, que no se define solo en el día de las elecciones con la compra de votos, sino que, por el contrario, es un fenómeno construido a base de lealtades y conveniencias políticas, como también lo ha señalado Ocampo en su estudio sobre el departamento de Córdoba, donde el Estado se ha visto directamente intervenido por los linajes, clanes y afectos familiares[19].

En consecuencia, para el estudio del clientelismo nos alejamos de visiones moralizantes que pretendan emitir juicios valorativos, que en muchos casos denuncian estas prácticas como una desviación dentro de la política o dentro de cierto ideal democrático. Nos enfocamos en el clientelismo como una relación histórica y dinámica de mediación política, en donde sus actores representan distintos intereses individuales y/o grupos sociales, cuyas redes clientelares se han conformado en diferentes escalas y niveles de accesibilidad –porque como dicen por ahí, “lo malo de las roscas es no estar en ellas”–.

Si bien la clientela está en una posición de desventaja frente al patrón en la red clientelar, es un hecho de que dichas clientelas tratan de resolver sus problemas de supervivencia o acceso a bienes y servicios, vinculándose a redes políticas, y a la vez estos clientes logran adquirir una capacidad limitada pero significativa de decisión e influencia, que les permite –en la medida de su cohesión interna y su nivel de organización e intercomunicación– cumplir sus objetivos políticos y sociales, acceder a recursos públicos en dinero o en obras, o participar de la distribución de los derechos sociales como servicios públicos, educación y empleo[20]. Guerrero pone especial énfasis en esta perspectiva porque favorece una aproximación comprensiva “donde la dimensión de la cultura y el comportamiento político adquieren un papel fundamental en los análisis”[21].

Por último, consideramos que este enfoque ha sido poco evaluado en el desarrollo político de Risaralda, y menos aún, en relación con el tipo de Estado –su institucionalidad, su forma de operar, su nivel de autonomía, su condición de árbitro garante– en el ámbito regional.

 

 

Una nueva interpretación del Frente Nacional en Risaralda: la contienda electoral, la articulación de una red clientelista y la racionalización de la política

 

 

A partir de estos marcos de referencias conceptuales expuestos en el apartado anterior, nos proponemos examinar la relación que se dio entre los diversos agentes vinculados al sistema político, las dependencias gubernamentales y municipales, durante los primeros años de vida político-administrativa del departamento de Risaralda. Como hipótesis a demostrar se trataría de evidenciar una especie de legitimidad fragmentada, y por tanto, una presencia estatal diferenciada, en la que solo recibieron respuesta efectiva las demandas sociales de aquellos sectores integrados a la maquinaria política clientelista de ambos partidos; y en esta misma medida, se podría revisar la forma en que la acción del Estado estuvo mediada al reparto burocrático y de recursos públicos entre los dos partidos dominantes, reproduciendo un orden político dinámico en un escenario electoral marcado por el abstencionismo electoral[22].

Durante sus primeros veinte años de vida, el departamento de Risaralda debió hacer la transición del régimen político bipartidista del Frente Nacional –un acuerdo político por lo alto[23], por medio del cual los partidos liberal y conservador buscaron cesar con la violencia política de las décadas anteriores– a un régimen de competencia electoral abierta. Por supuesto, las tensiones entre un modelo y otro fueron constantes. Hartlyn muestra que dicho pacto tuvo como resultado tres problemas: El inmovilismo del poder legislativo, la falta de respuestas a las demandas populares y la incoherencia de las políticas públicas; lo cual llevó a la declinación constante del régimen ante las continuas presiones de los líderes políticos regionales a través de redes clientelares[24], además de las presiones y el descontento de sectores políticos alternos que estaban por fuera del contubernio político o que reclamaban una mayor apertura del régimen político. De esta manera se puede afirmar que el clientelismo fue un elemento esencial en la preservación del poder del régimen tanto a nivel nacional como regional y local, pero que no estuvo exento de la confrontación de poderes y expresiones del conflicto social.

 

 

La contienda electoral

 

 

Todas las mediaciones clientelistas entre los distintos actores en el escenario político departamental hacían de las prácticas cotidianas –la pequeña política– el mecanismo que aceitaba la máquina bipartidista en cada contienda electoral, cuyo trasfondo se centraba en la gestión del poder en términos de la asignación de auxilios parlamentarios y ordenanzales junto con la distribución de cargos públicos. De esta forma, el resultado manifiesto a través de los comicios es el dominio excluyente de los partidos liberal y conservador respecto de los demás movimientos políticos departamentales, el cual recreaba en su interior un sistema inestable, debido a las luchas faccionalistas que se hicieron mucho más intensas a nivel interpartidista a medida que fue avanzando el Frente Nacional y con su posterior desmonte.

De hecho, una vez creado el departamento en 1967, el reparto de las ramas del poder público se realizó de forma paritaria entre ambos partidos. Ejemplo de ello es la conformación de la primera asamblea departamental del Risaralda en 1968, distribuida en 8 liberales oficialistas, 5 conservadores unionistas, 2 conservadores anapistas y 1 conservador laureanista[25]. Dichas elecciones tuvieron como facciones principales al Liberalismo Oficialista liderado por Camilo Mejía Duque que obtuvo 25.736 votos a nivel departamental, siendo mayoría en los municipios de Pereira, Balboa, La Virginia, Marsella y Quinchía; y al Conservatismo Ospino-pastranista liderado por Jaime Salazar Robledo y Castor Jaramillo Arrubla, que lideró la votación conservadora departamental con 18.813 sufragios totales en las localidades de Apía, Belén de Umbría, Guática, Mistrató, Pueblo Rico, Santa Rosa de Cabal y Santuario. Únicamente el municipio de La Celia fue el lugar en donde la mayor votación no la lograron ni el Liberalismo Oficial ni el Conservatismo Unionista, sino que allí triunfó el Anapismo conservador con un total 566 votos[26].

Sin embargo, la tenaza camilista y salazarista pronto se vio desafiada por nuevos faccionalismos que surgieron al interior del oficialismo liberal y conservador. Es así como en 1974, por medio de la disidencia de Guillermo Pardo Sanz, la facción Ospinopastranista se vio superada a nivel departamental por Unificación Conservadora, facción alvarista del partido conservador que era comandada por Emiliano Isaza Henao, que desde ese momento empezó a consolidar las mayorías conservadoras en todos los municipios ubicados al noroccidente del departamento. Sucesivas disidencias le disputaron el liderazgo a Jaime Salazar Robledo. Para 1978 otra disidencia denominada M.18 en cabeza de César Eduardo Ayala le hizo frente al sector ospinista; luego, en 1980 se separó Guillermo Rivera Millán y en 1982 lo hicieron Ricardo Tribín Acosta y Bernardo Gil[27]. De manera que, desde 1974 en adelante, el accionar político del Salazarismo se vio confinado a Pereira y Dosquebradas, municipios en los cuales la votación conservadora optó mayoritariamente por dicha facción.

De otro lado, en el partido liberal la jefatura incontestable de Camilo Mejía Duque sufrió una pequeña disidencia en 1970, a cargo de Integración Liberal, la cual no le restó mayor liderazgo partidista, pero en 1976 se consumó la derrota del Camilismo con el afianzamiento de Unidad Liberal en cabeza de Oscar Vélez Marulanda, antiguo camilista. Un año más tarde, con la muerte de Camilo, dicha facción liberal oficialista declinó sin poder recuperar el poder de antaño, teniendo tan solo un papel marginal a partir de entonces en la escena departamental superado por los cuadros políticos de Unidad Liberal, convertido en el nuevo sector mayoritario del partido liberal e Integración Liberal en segundo renglón, liderado por Benjamín Montoya Trujillo y Gilberto Castaño Robledo.

Estos cambios que demuestran la lucha faccionalista al interior de un departamento durante el Frente Nacional, también estuvieron acompañados de alianzas, principalmente interpartidistas tras el declive del antiguo, tradicional y personalista liderazgo camilistasalazarista. Así, a finales de los años ochenta funcionó por un corto periodo de tiempo una alianza entre Vélez Marulanda e Isaza Henao, nuevos barones electorales de Risaralda. Sin embargo, cuatro años más tarde, en 1982, tomó forma una nueva coalición en la asamblea departamental, esta vez entre las facciones liberales junto con el Salazarismo, como respuesta al mandato consecutivo de 4 gobernadores de Unificación Conservadora a cargo de la rama ejecutiva departamental. Esta coalición tuvo entre sus propósitos hacerle contrapeso al poder de Unificación, que controlaba los cargos ejecutivos a nivel departamental y municipal; por ello, no es una sorpresa encontrar que esta alianza acordara la distribución de cargos que le competía designar a la asamblea departamental. Así, se encuentra la siguiente noticia en el periódico El Diario, del 30 de septiembre de 1982, en el cual se publicaba el acuerdo liberal-ospinista:

1. Nombramiento de un contralor de filiación liberal, el cual será escogido por los nueve diputados de la coalición. 2. Nombramiento de un subcontralor de filiación conservadora ospino-pastranista. 3. Acuerdos con la contralora actual en el sentido de reajustar las posiciones en la contraloría de acuerdo con la coalición. 4. Nombramiento de mesa directiva así: presidencia para el partido conservador Ospino-pastranista. Vicepresidencia para el partido liberal. Secretaria para el partido conservador Ospino-pastranista. Subsecretaría para el partido liberal. La presidencia y primera vicepresidencia de la asamblea serán rotativas entre los dos partidos tradicionales comprometidos en esta coalición. 5. La participación de los cargos de la contraloría será distribuido de la siguiente manera: El 50% para el partido liberal y el 50% para el partido conservador y en los diferentes niveles  de acuerdo con la coalición. 6. Esta coalición se ha pactado inicialmente por dos años, periodo para el cual han sido elegidos los diputados que conforman esta coalición. 7. Esta coalición se ha formado a nivel departamental y nivel municipal de Pereira, donde la contraloría municipal será de filiación conservadora Ospino-pastranista. Los otros cargos de elección del concejo serán liberales. 8. Será conducta de esta coalición extenderla a todos los niveles en los diferentes municipios del departamento de Risaralda. Esta coalición ha sido formada con el fin de propiciar el desarrollo del departamento en todos los niveles, para bienestar de la ciudadanía en general[28].

Por consiguiente, para comprender el cambio de liderazgos y la lucha faccionalista al interior de ambos partidos en la contienda electoral es necesario interrelacionar dos aspectos claves: el primero tiene que ver con la pérdida de poder  de Mejía Duque y Salazar Robledo a partir de las aspiraciones de ciertos actores políticos que desafiaron el poder personalista y tradicional de estos líderes; a partir de esta situación se puede decir que se empieza a hacer manifiesta la transición del clientelismo tradicional hacia el moderno; y el segundo está relacionado con el establecimiento de acuerdos o pactos entre distintos sectores partidistas articulando nuevas redes clientelista que, operando a toda máquina, le pudieran hacer contrapeso a las redes oficialistas.

 

 

La articulación de la red clientelista: un estudio de caso en el municipio de Mistrató

 

 

El análisis de la forma en que se articulaba una red clientelista exige que se contrasten diversos tipos de fuentes, que van desde los testimonios complementarios de patrones y clientes recolectados a través de entrevistas, hasta un estudio de caso sobre el municipio de Mistrató construido con diversas comunicaciones de su archivo municipal, que ayudan a dimensionar el panorama de la cultura política de aquella época, y ubican al clientelismo como un fenómeno totalmente naturalizado dentro del ambiente político del Frente Nacional. Estos testimonios y documentos escritos describen todos aquellos encuentros cara a cara que en la vida cotidiana alimentaban la gestión de los intermediarios en la esfera municipal y local. Relaciones clientelistas de tipo moderno, en el cual las facciones partidistas se convirtieron en intermediarios entre la población urbana y rural, y el Estado, evidenciando un cambio significativo respecto de las viejas lealtades familiares, tradicionales y carismáticas centradas en las gratificaciones emocionales partidistas que se empezaron a trocar por la búsqueda de algún favor[29].

Para el caso risaraldense, a través de distintas fuentes documentales es posible reconstruir el nuevo tipo de relación clientelista, para cargos como maestros, bibliotecarios, celadores, conductores de volquetas municipales, lo mismo que aquellas otras personas que recibieron auxilios públicos para la provisión de servicios educativos y de salud, y otros que fueron dirigidos en procesos de invasión urbana. Este contacto personal con las bases de los partidos –elemento esencial en la articulación de la red clientelista– es descrito con mucho mayor detalle por el ex gobernador del departamento Carlos Arturo López, en ese entonces integrante de Unidad Liberal, quien de forma pormenorizada –y quizás un poco sobredimensionada– relata la forma en que se gestionaban y ejecutaban los recursos públicos en los municipios risaraldenses:

En aquella época la política se hacía con auxilios. Nosotros en Unidad Liberal manejábamos un criterio de transparencia total en el manejo de esos recursos. Esa plata no era para robársela. El doctor César Gaviria, Óscar Vélez y yo, nos íbamos de campaña los fines de semana, llegábamos a una vereda de Quinchía que estaba sin electrificación y los líderes de allá nos decían: ‘vea, falta esta línea de electrificación de aquí hasta esa parte, son 500 familias’. Entonces nosotros llegábamos y hacíamos una carta para el Comité de Cafeteros, por favor, de los montos de Unidad Liberal, electrificar esta vereda. Entonces el Comité de Cafeteros colocaba la mitad y nosotros colocábamos la otra mitad, con los auxilios. En educación teníamos otra plata, dábamos dos tipos de becas, yo personalmente daba becas de un fondo que yo tenía, que se llamaba “Carlos Bolívar”. Dábamos becas a los niños de primaria, por todo el departamento íbamos repartiendo hasta 5 becas cada año. Pero teníamos otro fondo muy especial que era el fondo de becas para estudiantes Universitarios. Entonces dábamos becas completas de derecho. También becábamos en la [Universidades] Tecnológica de Pereira, en la Católica de Pereira, Libre y en universidades de Bogotá. Los campesinos y los estudiantes terminaban ayudándonos en campañas, porque estaban muy agradecidos por las becas. En esa forma se llevó desarrollo al Departamento[30].

Esta pequeña política, cuidadosa y milimétricamente sostenida con las relaciones personales cara a cara, era el lubricante que ponía en movimiento los engranajes de la máquina clientelista, a través de un intermediario a nivel local en comunicación constante con los actores políticos diseminados a lo largo de la red clientelar se encargaba de velar por la gestión y administración de los bienes y servicios públicos en favor de sus respectivas clientelas. Prueba de ello son una cantidad diversa de comunicaciones del municipio de Mistrató en 1967 y 1968, durante los dos primeros años de vida administrativa del departamento, que ponen en evidencia la forma en que se articulaban las prácticas clientelares bajo la distribución de auxilios parlamentarios y de cargos públicos. Por ejemplo, el alcalde de dicha localidad, Marco Gómez Estrada, le envió un telegrama fechado el 5 de julio de 1967 al entonces Representante a la Cámara por el partido conservador, Jaime Salazar Robledo, elegido en las elecciones legislativas de 1966 por el departamento de Caldas, donde le comunica que agradece “[…] su mensaje discriminatorio de auxilios: espero en forma acuciosa acostumbrada háganse efectivos lo mismo que auxilios año pasado cordial saludo (sic)”[31]. Meses más tarde, con ocasión del nombramiento de la representante Gabriela Zuleta Álvarez como vicepresidenta de la Cámara de Representantes en el Congreso de la República, el alcalde Gómez Estrada, envió una misiva de felicitación no sin antes mencionarle que en la localidad de Mistrató: “[…] esperamos colaboración ofrecida redunde bien olvidado municipio, pueda persivir (sic) auxilios sus obras mayor envergadura”[32].

Este tipo de mediaciones en las cuales los actores políticos locales ponían de manifiesto la expectativa de recibir ayudas en términos de auxilios a cambio del apoyo político; para ilustrar mejor esta situación se presenta a continuación un documento del 1 de octubre de 1967, firmado por el alcalde Gómez Estrada y el presidente del concejo municipal, Arcadio Zuluaga, en el cual le transmitían al Representante a la Cámara, Gustavo Orozco Londoño, lo siguiente: “[…] Denunciamosle (sic) apremiantes necesidades éste municipio, esperando partidas equitativas sin olvidar cobro mismas”[33]. La respuesta del congresista no se hizo esperar mucho, como se puede constatar en un telegrama enviado el 2 de noviembre del mismo año, en el que se denota la forma en que este se pone al servicio de cliente provincial:

HONROME   COMUNICARLES INCLUI SIGUIENTES AUXILIOS ESE MUNICIPIO SIGUIENDO DESEOS UDS PUNTO HOSPITAL INTERNADOS INDIGENAS PUREMBARA Y SAN JOSE PARTIDAS ACCIONES COMUNALES DE PUERTO DE ORO Y JUNTA CENTRAL ESE MUNICIPIO FIN COLABORAR OBRAS UDS RELACIONAN PUNTO ADEMAS AUMENTE PARTIDA ESCUELA PARROQUIAL FIN PUEDA PARROCO ADELANTAR OBRAS SOLICITAME PUNTO POR SU DIGNO CONDUCTO RUEGOLES INFORMAR ENTIDADES BENEFICIADAS PUNTO ESPERO ORDENES CORDIAL SALUDO[34].

No es fácil establecer el entramado de presiones políticas del momento, pero la alternancia y la paridad política implicaba que había que pedir favores en los dos partidos políticos. Del mismo modo, esta intermediación del burgomaestre mistratense abarcaba un radio de acción que no solo contactaba a los congresistas para la gestión de auxilios parlamentarios; las comunicaciones iban y venían también con la gobernación, con los directorios departamentales y con líderes de la comunidad, negociando otros tipos de recursos públicos. Por ejemplo, es así como el 4 de julio de 1967, el mismo alcalde Gómez Estrada informa al gobernador del departamento de la posesión en un municipio netamente conservador como Mistrató, del joven liberal Uriel Granada, en calidad de secretario de su despacho, dando cumplimiento a los acuerdos hechos por los directorios departamentales[35].

Al ahondar en las relaciones con los directorios políticos, se pueden mostrar, a manera de ejemplo, dos comunicados más de Mistrató: uno enviado por la alcaldía, y otro por un directorio que demuestran el tipo de negociaciones llevadas a cabo dentro de la red clientelar. En comunicación dirigida desde la alcaldía de Mistrató al Directorio Liberal Oficialista Municipal, esta vez oficiando como alcalde el Sr. Luis María Arce, informa que una vez enterado por medio de oficio # 037 del 23 de noviembre de 1968 del Concejo Municipal de la negativa del Sr. Miguel Ángel Álzate para posesionarse como conductor de vehículo oficial, sobre la necesidad de que los líderes del liberalismo local postularan “[] a otro elemento desde luego Liberal y suficientemente capacitado para el desempeño de dichas labores”[36], tras lo cual señala que si este directorio no encontraba alguien capacitado para tal cargo se comunicarían con el Directorio Liberal Oficialista de la ciudad de Pereira para solicitar el nombre de un ciudadano desde luego “apto y liberal”[37] para la ocupación de dicho cargo público en el mismo documento. La contraparte de esta relación clientelar se encuentra en algunas cartas de recomendación enviadas por los directorios políticos; en el mismo archivo histórico de Mistrató reposa un documento del 17 de julio de 1967 firmado por Hernando Vélez Marulanda, del Directorio Liberal Oficialista de Pereira, en donde le recomienda al alcalde de Mistrató al maestro de obras Domingo Gómez para obtener un contrato o administración en la obra del palacio municipal proyectado a construirse para esa época[38].

Por último, de estas diversas comunicaciones se deben tener en cuenta los oficios a personas claves a nivel municipal para la gestión y administración de los auxilios gestionados para obras municipales. Era tal el nivel de detalle en el conocimiento de la realización de las obras públicas, que alcaldes como el de este municipio en respuesta a un oficio de un copartidario conservador unionista sobre el triunfo del Ospinismo en Risaralda en las elecciones legislativas de 1968 realizadas en marzo de ese año, en el que dicha facción política obtuvo 5 de las 8 curules de la Asamblea, aprovechó la ocasión para pedirle que estuviera al tanto de la apertura de un camino con el objetivo de que la Junta de Desarrollo Comunal obtuviese una buena imagen ante el gobierno departamental. Dicho oficio, con número 068 del 21 de abril de 1968 es muy significativo en este aspecto, pues el alcalde Gómez Estrada le escribe a Don Alfonso Muñoz, en el corregimiento de Puerto de Oro lo siguiente:

Paso a decirte sobre el auxilio de $ 7.500.00 que el Gobierno destinó para la apertura del camino, que partiendo de ese Corregimiento, termina en Mampay. Ese dinero es con esa destinación y no se le puede dar inversión distinta. Ya les seguirán dando auxilios tanto para la Escuela como para el Puesto de Policía y Corregiduría. El Gobierno enviará muy pronto el ingeniero visitador de caminos y carreteras, el que entrará asesorado del Personero, no sólo para ver la inversión, sino para presupuestar el valor de la reparación hasta su culminación. Así es mi querido amigo, que debe inteligenciarse (sic) con el Corregidor, a fin de que supervigile los trabajadores y se hagan las planillas sin ninguna alteración y así obligamos al Gobierno a depositar toda su confianza no solo en la administración sino en la Junta de Desarrollo Comunal[39].

Así, abierto el nuevo campo de poder político en el departamento, el mantenimiento de la maquinaria política de cada uno de los partidos en sus fortines a nivel regional requería de un proceso dinámico entre los actores de la red clientelista, teniendo como base una comunicación constante. No sobra relacionar este oficio detallado anteriormente, con un telegrama enviado por el mismo alcalde al Ministro de Gobierno, Misael Pastrana Borrero casi un año antes, el 5 de julio de 1967, donde le comunica que ya le entregó el mensaje enviado por el ministro en persona a los presidentes de las juntas de acción comunal de Mistrató para que gestionen las partidas asignadas, y le pide no olvidar un auxilio especial que la Junta central comunal necesita para la terminación del muro de defensa del río Risaralda[40]. Toda esta gestión del poder político por parte de la facción ospinista en el municipio de Mistrató tendría como resultados electorales en las elecciones legislativas de marzo de 1968, convertirse en la fuerza política que registró la más alta votación en dicho municipio; de 1.404 votos escrutados, 780 sufragios fueron para la lista ospino-pastranista, cifra mucho mayor que las 307 papeletas anapistas, los 79 votos laureanistas y los 193 votos obtenidos por el liberalismo oficial[41].

 

 

Las redes clientelares locales y departamentales durante el desmantelamiento del Frente Nacional

 

 

De esta forma, caído el reparto paritario y la alternancia frente nacionalista, fueron apareciendo diversos cambios en la política risaraldense, los cuales comenzaron a darle una apariencia nueva y moderna al quehacer político, aunque en su interior el sistema político conservó la intermediación clientelista como mecanismo ineludible en la marcha del Estado. Tres elementos son visibles en esta etapa de desmonte; en primer lugar, una lucha retórica entre políticos tecnócratas y políticos clientelistas que fue generándose en el departamento. En segunda instancia, las campañas electorales tomaron orientaciones antes desconocidas en la región, con la puesta en marcha de una estrategia sistemática y racionalizada dentro de dicha contienda, denominada regionalización o zonificación de votos; y por último, ante estas nuevas formas de confrontación partidista, los actores políticos de menor rango comenzaron a erosionar las antiguas lealtades con los líderes de las distintas facciones a nivel departamental, añadiendo la sustitución de un patrón por otro ante incumplimientos en los intercambios clientelistas.

El primer aspecto a señalar, concerniente al cambio dentro de la política departamental durante el desmonte del Frente Nacional, fue “[…] la nueva división entre políticos técnicos, modernizantes y próvidos para lo público versus políticos clientelistas, atávicos y con tintes de corruptos”[42]. Para matizar este debate debe señalarse que este elemento fue más retórico que formal, pues quienes defendían dicho discurso tecnócrata incurrían también en prácticas clientelistas; así, el cambio más visible fue la puesta en marcha de engranajes discursivos que soportaban relaciones clientelistas modernas, superando una concepción tradicional basada en un intercambio de capitales sociales y políticos que tenían como base la lealtad, el padrinazgo y el carisma de los grandes líderes, pasando a la gestión y la ejecución técnica y racional de los auxilios estatales y de la distribución de los cargos públicos. En este contexto, se hacía un llamado desde la prensa por parte de ciertos políticos y periodistas por superar una política tradicionalista y personalista que renovara las viejas formas clientelistas en Risaralda, que en sus primeros 10 años de vida administrativa había deformado el sueño del departamento piloto; para ilustrar esta situación primero se presenta la opinión del médico Jorge Iturbide, disidente de la facción salazarista a comienzos de los años 80’s, quien señala los nuevos rumbos que debe tomar el conservatismo en la región de la siguiente forma:

Ha llegado la hora de oxigenar al partido político tradicional conservador del Risaralda. ¿Y cómo se le da oxígeno a un partido que va a marchas forzadas hacia la momificación?: nada más ni nada menos que encomendando esta actividad a gentes jóvenes, de sangre ardiente y de mente clara, que no hayan aprendido a exigir de rodillas, a solicitar mendigando, ni a pedir con mano temblorosa […] porque las generaciones que se levantan han olvidado o no han conocido el credo político conservador, han perdido la fe en sus jefes naturales y están siendo programadas para una disciplina de perros, engendro diabólico de las jefaturas únicas y vitalicias[43].

En la orilla liberal, estas manifestaciones también tuvieron lugar, ya que el abogado

Hernando Ramírez Guevara –representante a la cámara en 1978-1982 por Integración Liberal– en sus publicaciones en el periódico El Diario, constantemente atacaba la política tradicionalista de los reemplazantes de la tenaza camilista-salazarista.  El 2 de octubre de 1980, Ramírez Guevara arremetió contra Vélez Marulanda –Unidad Liberal– por su pacto en la Asamblea Departamental con Isaza Henao –Unificación Conservadora– denunciando la entrega del liberalismo que hacía el primero de ellos a favor de la consolidación del conservatismo, aclarando que “[…] con la compra de votos, con el clientelismo y con la entrega del partido no se consolida el poder antes se desvanece”[44].

Junto a ellos, periodistas como Orlando Cataño Céspedes hicieron pública su inconformidad por el rumbo del nuevo departamento. La crítica de Cataño Céspedes tenía un tono desafiante con la clase política, pues según su modo de ver el prometido departamento piloto no era más que una entidad politiquera mediocre luego de una década de creación, que no se veía cuestionada por el conformismo de los medios de comunicación. En los siguientes términos describía el estado de Risaralda:

El conformismo hizo escuela en Pereira y Risaralda y por eso estamos como estamos. Aquí y que pena tener que decirlo, todo se acepta, empezando por los malos gobiernos donde lo importante es la partija económica y cierta mediocridad apenas sostenida por amañados comentarios e informaciones de prensa, algunas muy interesadas y hasta cómplicemente pagadas [...] 13 años de vida político administrativa “independiente” y el panorama sigue siendo confuso al extremo de ostentar un verdadero cúmulo de problemas sin visos próximos de solución y el triste título de la ciudad y departamento más político del país y hasta del universo mundo […] Y algunos aguantan el garrote, pero se hacen los locos, todo por sostener algunos cargos y a ciertos burócratas que, inclusive a la hora de nona no le sirven ni a su mismo grupo o partido político[45].

En segunda instancia, este llamado a la racionalización de las prácticas políticas en el ámbito regional supuso la adaptación de las facciones partidistas a nivel electoral del desarrollo de una estrategia sistemática y racional, tal como la zonificación de listas para el sostenimiento del modus operandi clientelista, en medio de un contexto político que se encontraba en una fase de desmonte frente nacionalista y los arrojaba a una lucha competitiva por el caudal electoral. La zonificación o regionalización fue una estrategia electoral utilizada inicialmente en 1980, por Unificación Conservadora –después adoptada por el resto de facciones políticas– quien al tener mayorías electorales en 7 de los 14 municipios del departamento tenía ventaja respecto de las demás facciones para darle un uso sistemático a sus votos con el objetivo de obtener una mayor representación política en el departamento. En ella se proyectaba el agrupamiento de la votación de ciertos municipios en favor de un solo candidato de las listas electorales; de esta forma el potencial electoral se dividía en diversas zonas y cada zona tenía como objetivo obtener los votos suficientes para conseguir una curul. En palabras de Alberto Zuluaga Trujillo y Jaime Escobar Vallejo, líderes de la facción alvarista:

La zonificación no es más que una racionalización de los votos para buscar una mejor proyección del movimiento traducido en mayor número de curules […] Luego viene el proceso de selección de los municipios y las regiones con principalías y suplentes dentro del sistema explicado por el representante Zuluaga, donde se decreta un receso [en la convención] en las distintas zonas conformadas por varios municipios y escogen entre ellas los principales y suplentes para que luego sean presentados y por zonas decididos por la convención en pleno. Es decir, la convención ratifica los acuerdos libremente, a que libremente lleguen las provincias, los municipios y sus representantes en la convención[46].

Sin embargo, la ejecución de la zonificación demandaba un alto de grado de disciplina de los líderes municipales y de los votantes de cada facción para tener éxito. De hecho, están registrados casos en los que la zonificación de las listas falló en su objetivo principal, con lo cual se perdían varias curules en la asamblea. Ese fue el caso de Unificación Conservadora en 1984 donde los municipios de Dosquebradas y Pueblo Rico no votaron de la forma acordada en la convención. Así lo explican Zuluaga y Escobar:

[En Dosquebradas] El sector político derrotado en la convención no votó por el candidato escogido en la asamblea. Lo mismo o algo similar, no en el mismo caso ocurrió en Pueblo Rico donde el aspirante que tenía que votar por las listas de Belén de Umbría puso unos votos por la lista de Santa Rosa en la cual su dirigente ocupaba la suplencia de la asamblea, nos hizo perder, sacó 120 votos o 180 votos por la lista de Santa Rosa y nos hizo perder por 20 o 22 votos el diputado de Belén de Umbría[47].

Esta indisciplina de algunos actores de Unificación Conservadora en la zonificación de los votos nos introduce en la evaluación del tercer elemento racional a destacar del sistema clientelista moderno, que se configura en el cambio visible del comportamiento de las clientelas. Este aspecto resulta significativo al comprender las relaciones clientelares, toda vez que los estudios del clientelismo no se han enfocado en el cambio del comportamiento de las clientelas, para discernir en qué forma particular agenciaban sus intereses, con lo cual se pone en entredicho la visión maniquea dominante sobre las clientelas. Se retoma así, una idea respecto del análisis del acto de dar –presente en toda relación clientelista– donde se señala que, una descripción ofrecida desde abajo puede revelar rasgos muy diferentes y más calculados debido a que el grado de subordinación –en este caso de los clientes respecto del patrón– puede depender de un cálculo de ventajas realizado también por quienes ocupan una posición subordinada en la relación clientelar[48].

Para ejemplificar esta situación, se ponen de presente varios casos en los que se evidencia la pugna retórica de tecnócratas y clientelistas, que se daba a la par de la zonificación de las listas electorales; un primer ejemplo, tuvo lugar en el municipio de La Celia, en abril del 1980 con el cambio de facción política por parte de los concejales liberales Gabriel Zapata Marín y Luis Evelio Osorio Moncada con el retiro del apoyo a Integración Liberal en favor del Directorio Oficialista Liberal del Risaralda. Estos ediles dejaron constancia escrita del carácter irrevocable de su decisión al oficialismo liberal, pues “[…] como es bien sabido […] el pueblo en estos momentos solo busca a quienes le han ayudado y le ayudan y eso es lo que ustedes han cumplido con sus electores”[49]. De la misma forma, presentamos el cambio realizado a través de un comunicado publicado en prensa, por el líder liberal Bernardo López Pérez de Dosquebradas el 7 de julio de 1980 –impulsor de la creación de dicho municipio en 1972 y concejal del mismo en repetidas ocasiones– en el cual cambió de patrón político al dejar el Directorio de Integración Liberal y se incorporó a Unidad Liberal, aduciendo entre varias razones, una que requiere especial atención en el análisis del sistema clientelista moderno y que brinda la oportunidad de ahondar en la evaluación del deterioro de las antiguas lealtades partidistas: López Pérez sustenta su viraje político debido a que “[…] la falta casi total de relaciones departamentales y nacionales, hace concebir un trabajo individual que conlleva el no poder participar como grupo en las soluciones generales del sistema para la comunidad”[50].

Por su parte, los rangos más bajos de la red clientelar –de las cuales no escapaban incluso organizaciones de la izquierda– también hicieron manifiesta su inconformidad ante el incumplimiento por parte de los agentes intermedios. Tal es el caso de la Central Nacional Provivienda de Risaralda, que elevó una queja pública ante el diputado Manuel Antonio Castillo:

[…] quien ha sido llevado dos veces a la corporación mencionada, señalándolo como violador de los principios de la organización y no haber señalado auxilios ordenanzales para los barrios Leningrado, Cuba, José Martí, y Las Mercedes, en cuantía de un millón de pesos como se había comprometido y en consecuencia burlando los derechos legítimos de importantes sectores populares[51].

Situación similar vivió la facción de Integración Liberal, pues sus cuadros partidistas de los barrios El Plumón, Matecaña, Frailes, Japón, San Nicolás, Chicó y Jardín 1ª. Etapa, le reclamaron a su dirigente máximo Benjamín Montoya Trujillo, por el “garrafal error” de nombrar a Silfa María Blanco Giraldo como coordinadora en reemplazo de Gilberto Peláez Ángel[52]. Situación que llegó incluso, a la exigencia de que el descuento de nómina de los servidores públicos de Integración liberal en la gobernación de Risaralda y la alcaldía de Pereira, a favor de dicho directorio liberal fuesen consignados a favor de Peláez Ángel[53].

 

 

Conclusiones

 

 

Este artículo es un ejercicio de aproximación a la identificación de las redes clientelistas y su funcionamiento entre clientes y patrones en los primeros años de vida institucional del Departamento de Risaralda. De igual modo se mostraron sus diversos mecanismos y engranajes al sistema político, tanto durante los años finales del Frente Nacional como en los años posteriores (1974-1985). Este tipo de relacionamientos políticos da cuenta de una presencia estatal diferenciada, ya que podían poner en marcha o inmovilizar el funcionamiento de las instituciones estatales a nivel departamental; ello llevó a que la lucha por el acceso a los cargos públicos de elección popular, en cada contienda electoral se convirtiera en el punto neurálgico de la vida política en el departamento, pues los resultados de la mismas le daban acceso a todas las clientelas a los cargos burocráticos y a los auxilios parlamentarios y ordenanzales. Estas tramas del poder político incidieron notablemente en la estabilidad política del departamento, pues aunque a nivel formal los partidos liberal y conservador tuvieron un dominio electoral excluyente de cualquier otra opción política, intestinamente el marco de acción política que imperaba en Risaralda se vio sometido a luchas, tensiones, acuerdos y alianzas entre las diferentes facciones partidistas, las cuales incidieron de manera decisiva en el cambio constante del personal político en aquellos cargos a los cuales se accedía, sin tener en cuenta las votaciones como el del gobernador y los alcaldes municipales.

Esta forma operativa clientelista del sistema político tuvo cambios en los primeros 20 años de vida administrativa departamental, en donde un matiz más racionalizado, sistemático y moderno hizo su aparición a nivel político, aunque no logró borrar por completo los sectarismos; de ella se desprenden a nivel histórico en Risaralda tres características: primero, el enfrentamiento entre políticos tradicionales y tecnócratas; segundo, la regionalización o zonificación de zonas electorales para las votaciones, y tercero, el aumento progresivo de las demandas de los clientes en las relaciones clientelistas ante los incumplimientos por parte de quienes fungían como patrones en dicha relación. Esa misma mecánica clientelista provocaba la falta de atención a la totalidad de las demandas populares, de forma que factores externos al sistema político aún quedan por evaluar en dicho escenario político departamental –precisamente aquellos que no estuvieran canalizados por la intermediación de los jefes de los partidos políticos– como fue el caso de la protesta colectiva y la violencia política que hicieron presencia en Risaralda confrontando al Estado.

 

Fuentes

Fuentes Primarias

Manuscritas

Resoluciones.

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Impresas

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Libros

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Capítulos de libro

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Artículos de revista

López Pacheco, Jairo Antonio y Correa Ramírez, Jhon Jaime. “Disputas por la centralización/descentralización administrativa en el Viejo Caldas, 1905-1966: los casos de Manizales y Pereira”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, vol. XXXIX, núm. 2, 2012, pp. 187-216.

Monsalvo, Edwin. “‘A la caza de votos’. Prácticas electorales en la Provincia de Cartagena, 1821-1843”, en Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, vol. XI, núm. 1, 2006, pp. 91-114.

 

Nicola Dapelo, Luciano. “Prácticas de  participación política desde la frontera sur cordobesa: redes, vínculos y faccionalismo a partir de un estudio de caso (fines del siglo XIX)”, en Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, vol. XX, núm. 1, 2015 , pp.  161-191.

 

El presente artículo es resultado parcial del proyecto Descentralización, clientelismo y estabilidad política en Risaralda (1965-1985), financiado por la Vicerrectoría de Investigación, Innovación y Extensión de la Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia, en la convocatoria del año 2015-2016.

 

Referencia para citar este artículo: CORREA RAMÍREZ, Jhon Jaime; GIL PÉREZ, Anderson Paul y LÓPEZ GARCÍA, Edwin Mauricio (2018). “‘A toda máquina, señores’: facciones políticas, clientelismo y estabilidad política en Risaralda (1965-1985)”. En Anuario de Historia Regional y de las Fronteras. 23 (1). pp. 121-142.

 



[1] López Pacheco, Jairo Antonio y Correa Ramírez, Jhon Jaime. “Disputas por la centralización/ descentralización administrativa en el Viejo Caldas, 1905-1966: los casos de Manizales y Pereira”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, vol. XXXIX, núm. 2, Bogotá, Universidad Nacional Colombia, 2012, pp. 187-216.

[2] Como lo demuestra el testimonio del expresidente Alfonso López Michelsen en el prólogo de la obra de Stella Cano de Arenas referenciada en el artículo, los jefes políticos nacionales conocían de las prácticas clientelistas: “Conocí muy de cerca a Camilo Mejía Duque, “el negro”, como lo llamaban en Pereira [...] Sí. Era padrino de medio Risaralda y trataba de retribuir con puestos los servicios que le habían prestado sus seguidores en los distintos pueblos. ¿Qué político en mayor o menor escala no ha tenido una trayectoria semejante?”. Cano de Arenas, Algunas Facciones políticas en Risaralda 1968-1984 (Pereira: Editorial Graficar, 1990), p.11.

[3] Gutiérrez Sanín, Francisco. ¿Lo que el viento se llevó? Los partidos políticos y la democracia en Colombia. 1958-2002 ( Bogotá: Editorial Norma, 2006), p.  268.

[4] Camou, Antonio. Gobernabilidad y democracia (México DF: Instituto Federal Electoral, 2001); González, Facundo. “Estabilidad Política”, en Baca Olamendi, Laura et al. (comps.), Léxico de la política (México DF: Fondo de Cultura Económica, 2000), pp. 214-221.

[5] Morlino, Leonardo. “Estabilidad política”, en Bobbio, Norberto et al. (eds.), Diccionario de Política ( México DF: Siglo XXI Editores, 1991), pp.  533-541.

[6] Ibíd.

[7] Camou, Antonio, Op Cit.

[8] Morlino, Leonardo, Op Cit.

[9] Falcón, Romana. El Jefe Político. Un dominio negociado en el mundo rural del Estado de México, 18561911 (México D.F: El Colegio de México/El Colegio de Michoacán/CIESAS, 2015), pp. 28-29.

[10] Nicola Dapelo, Luciano. “Prácticas de  participación política desde la frontera sur cordobesa: redes, vínculos y faccionalismo a partir de un estudio de caso (fines del siglo XIX)”, en Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, vol. XX, núm. I, febrero 2015, pp. 161-191.

[11] Jaksic, Iván y Posada Carbó, Eduardo (eds.). Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX (Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica, 2011); Monsalvo, Edwin. “‘A la caza de votos’. Prácticas electorales en la Provincia de Cartagena, 1821-1843”, en Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, vol. XI, núm. 1, ago. 2006, pp. 91-114.

[12] Dávila, Andrés y Leal, Francisco. Clientelismo: el sistema político y su expresión regional (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1990).

[13] Guerrero, Laura. Clientelismo político, ¿desviación de la política o forma de representación? Estado del arte sobre las aproximaciones al clientelismo en Colombia. 1973-2011 (Bogotá: Universidad del Rosario, 2014). Referenciamos el trabajo de Guerrero porque ofrece una mirada panorámica acerca de los diversos estudios sobre el clientelismo en Colombia. Su análisis logra agrupar enfoques y temáticas dentro de los estudios clientelistas.

[14] Dávila, Andrés y Leal, Francisco, Op Cit., p.40.

[15] Gutiérrez Sanín, Francisco. La ciudad representada: Política y conflicto en Bogotá (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1998), pp. 57-58.

[16] Dávila, Andrés y Leal, Francisco, Op Cit., p. 48.

[17] Ibíd., p. 40.

[18] Díaz Uribe, Eduardo. El Clientelismo en Colombia: un estudio exploratorio (Bogotá: Ancora Editores, 1986).

[19] Ocampo, Gloria. Poderes regionales, Clientelismo y Estado. Etnografías del poder y la política en Córdoba ( Bogotá: Universidad Javeriana,  2004).

[20] Auyero, Javier. La política de los pobres: las prácticas clientelistas del peronismo (Buenos Aires: Manantial, 2001).

[21] Guerrero, Laura, Op Cit., p. 93.

[22] Cano de Arenas. Algunas facciones políticas en Risaralda 1968-1984 ( Pereira: Editorial Graficar,  1990).

[23] Pécaut, Daniel. Crónica de cuatro décadas de política colombiana (Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2006) , p.  41.

[24] Hartlyn, Jonathan. La política del régimen de coalición. La experiencia del Frente Nacional en Colombia ( Bogotá: Tercer Mundo Editores,  1993).

[25] Cano de Arenas, Stella, Op Cit., p. 145.

[26] Ibíd., p. 63 27

[27] Ibíd.

[28] “Bloque de liberales y conservadores Ospino-pastranistas firman convenio para la coalición en la asamblea departamental. Reparto de posiciones”, El Diario, Pereira, 30 de septiembre 30 de 1982, p. 5.

[29] Leal, Francisco. Estado y política en Colombia (Bogotá: Siglo XXI Editores, 1989), p. 174.

[30] Entrevista a Carlos Arturo López Ángel, Pereira, abril de 2016.

[31] Archivo Histórico de Mistrató (AHM), Correspondencia 1967-1968, f. 183, (Mistrató, 1967).

[32] AHM, Correspondencia 1967-1968, f. 203, (Mistrató, 1967).

[33] AHM, Correspondencia 1967-1968, f. 213, (Mistrató, 1967).

[34] AHM, Correspondencia 1967-1968, f. 242, (Mistrató, 1967).

[35] AHM, Correspondencia 1967-1968, f. 180, (Mistrató, 1967).

[36] AHM, Correspondencia 1967-1968, f. 545, (Mistrató, 1968).

[37] AHM, Correspondencia 1967-1968, f. 545, (Mistrató, 1968).

[38] AHM, Correspondencia 1967-1968, f. 175, (Mistrató, 1967).

[39] AHM, Correspondencia 1967-1968, f. 436, (Mistrató, 1968).

[40] AHM, Correspondencia 1967-1968, f. 186, (Mistrató, 1967).

[41] “Resultados Electorales”, El Diario, Pereira, 27 de marzo de 1968, p. 4.

[42] Guerrero, Laura, Op Cit., p. 78.

[43] “Palabras del médico Jorge Iturbide en la convención conservadora reunida hoy en Pereira”, El Diario, Pereira, 4 de noviembre de 1980, p. 5.

[44] “Oscar Vélez Marulanda sigue entregando el liberalismo, Emiliano Isaza consolida su alvarismo”, El Diario, Pereira, 2 de octubre de 1980, p. 5.

[45] “Punto y coma”, El Diario, Pereira, 17 de septiembre de 1980, p. 4.

[46] Entrevista a Jaime Escobar Vallejo y Alberto Zuluaga Trujillo con Stella Cano de Arenas, sin fecha.

[47] Ibíd.

[48] Thompson, Edward. Agenda para una historia radical ( Barcelona: Crítica, 2000), pp.  31-32.

[49] “Liberalismo de La Celia renunció a Integración Liberal. Entró al directorio oficialista de Risaralda”, El Diario, Pereira, 13 de julio de 1980, p. 4.

[50] “Declaración a la opinión pública del directorio liberal de Dosquebradas”, El Diario, Pereira, 7 de julio de 1980, p. 4.

[51] “La Central Nacional Provivienda expulsó a su dirigente Manuel Castillo P.”, El Diario, Pereira, 13 de julio de 1982, p. 4.

[52] “Se desintegra el movimiento de Integración Liberal”, El Diario, Pereira, 8 de mayo de 1982, p.5.

[53] “Empleados afiliados a Integración Liberal forman tolda aparte”, El Diario, Pereira, 15 de mayo de 1982, p. 5.