Gabriel David Samacá Alonso. Historiógrafos del solar nativo. El Centro de Historia de Santander 1929-1946. Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2015. 604 páginas.

 

Federico Sanjuan Navarro 1

 

1 Estudiante décimo nivel de pregrado en Historia y Archivística de la Universidad Industrial de Santander, Colombia. Código ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6383-4043 . Correo electrónico: ricorisan@gmail.com .

 

Samacá Alonso, Gabriel David. Historiógrafos del solar nativo. El Centro de Historia de Santander 19291946 (Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2015), p. 96.

Este libro, segunda investigación de Gabriel David Samacá y primera de su obra impresa, continúa la discusión adelantada por el autor sobre la relación entre el poder y la escritura de la historia en Colombia. El texto constituye la publicación revisada del trabajo de maestría del joven investigador, que ya en su tesis de pregrado había complejizado los proyectos de construcción de memoria nacional en el país, al estudiar en detalle los manuales de ciencias sociales de los años 80 y 90. Tras estos primeros estudios en la Universidad Industrial de Santander, Samacá ha extendido su empresa académica en el Colegio de México, donde además de haber incursionado en la investigación de los movimientos estudiantiles latinoamericanos, adelanta estudios de doctorado. 1

Historiógrafos del solar nativo investiga el proceso de configuración del Centro de Historia de Santander (CHS), entre 1929 y 1946, en un intento por complejizar el estudio de las academias de historia nacionales, al entenderlas no solo como trincheras de oligarquías locales, sino también como instituciones creadoras de la memoria social. El texto en cuestión consta de 5 capítulos organizados en tres partes, además de una introducción y unas conclusiones, que suman un total de 604 páginas. El conjunto logra ser el desarrollo de una sólida argumentación que sustenta la hipótesis latente del libro: lejos de ser una entidad ensimismada en sus límites departamentales, el CHS estableció una red de relaciones, influencias e intercambio de materiales, a lo largo y ancho del territorio colombiano, y muchas veces, más allá de él. Esta lectura de la entidad, que rompe con toda interpretación sesgada de las academias de historia, hace del texto algo más que una simple historia institucional. Lo que además se ve reflejado metodológicamente, al haber un uso constante de la sociabilidad como recurso hermenéutico.

El libro inicia con una nutrida introducción que hace explícitos los criterios de referencia en que se mueve la investigación. Luego de la mención de un antecedente institucional (el Centro de Historia de Bucaramanga), se esboza el marco conceptual de la obra, que retoma de Gramsci y Bobbio el concepto de intelectual; de Chartier, el de hombre de letras; y de Maurice Agulhon, el de sociabilidad. Además, se hace un repaso por la bibliografía nacional existente sobre la escritura de la historia en Colombia, llamando la atención sobre la escasez de la misma, especialmente en lo que a academias de historia respecta. En este sentido, el autor se permite un repaso por estudios análogos en España, a manera de retomar de ellos recursos metodológicos como el uso de las fuentes institucionales.

La primera parte del texto está dedicada a los años inaugurales del CHS. Centrado en los avatares formales de la entidad durante este periodo, el apartado repasa su proceso de consolidación institucional. El capítulo I, único de esta parte, aborda lo relativo a los socios y a sus reuniones. En él se logran ver a los santandereanos que nutrieron el CHS como letrados de provincia, de formación religiosa y frecuentemente en ejercicio de cargos políticos. La manera en que estos hombres y mujeres eran escogidos para nutrir la nómina de la entidad fue inicialmente dependiente del gobierno local, pasando muy tempranamente, con la elaboración de los estatutos, a ser el voto de los mismos socios, el medio para escoger el nombramiento de otros nuevos, en un proceso de relativa autonomía para con el poder departamental. El capítulo repasa además los tipos de reuniones (ordinarias, extraordinarias y solemnes), los tipos de miembros (de número, honorarios y correspondientes), la estructura administrativa (presidente, vicepresidente, secretario, director y redactor de la revista) y el proceso de construcción del reglamento. Finalmente, se narra el peregrinar físico de las reuniones, de la casa del presidente Harker a varios locales asignados por el gobierno departamental, la gestión de un nuevo espacio, y la consecución de la Casa de Bolívar como sede de la entidad.

La segunda parte del libro, de dos capítulos, cubre todas las relaciones del CHS con el departamento, el país y el mundo. El capítulo II aborda los vínculos locales y regionales de esta entidad que nunca dejó su condición oficial: de dependencia económica estatal. Primó una conveniente relación con los poderes locales, traducida en mutuas muestras de admiración, respeto y valoración positiva. “Los nombramientos a modo de gratitud a los políticos fueron un mecanismo usual para atraerse favores de las autoridades públicas”[1]. En general, resalta el prestigio conseguido por el CHS como autoridad en materia histórica, que le valió la constante consulta de datos y aclaraciones por parte del poder local. Con el cuerpo militar, se coordinaron homenajes a hombres de armas, al tiempo que se llevaron iniciativas conjuntas con el clero para la recuperación de monumentos eclesiásticos. Relaciones análogas se establecieron con personalidades y hombres de letras de la provincia. Médicos, sacerdotes, bibliotecarios, maestros y abogados de todo el departamento, pero especialmente de Girón y el Socorro, mantuvieron un fluido intercambio de correspondencia con el CHS, que implicó tanto la circulación de material bibliográfico, como la coordinación en iniciativas de eventos históricos locales, generalmente relacionados con la independencia. Sin embargo, existió una incapacidad por formalizar los lazos creados, y, con excepción del Socorro, fracasaron los intentos de crear centros de historia locales en Cúcuta, Charalá, Girón, Málaga, Pamplona, San Andrés, San Gil, Vélez y Zapatoca.

El capítulo III, por su parte, aborda los lazos del CHS con actores nacionales e internacionales. En Colombia destacan los vínculos establecidos con entidades como la Biblioteca Nacional o distintos ministerios estatales, así como con personalidades políticas e intelectuales, o autoridades políticas de otros departamentos. Con otros centros de historia también se mantuvieron relaciones análogas. De especial interés resultan las mantenidas con la Academia Colombiana de Historia y los Centros de Historia de la Costa Caribe (Cartagena y Barranquilla). Con todos ellos, las relaciones se caracterizaron por un espíritu patriótico suprapartidista. En general, aunque con algunos matices, estos lazos consistieron en cruce de correspondencia, intercambio bibliográfico, nombramientos de socios, solicitudes de criterios históricos, invitaciones a eventos históricos, mutuos agradecimientos y felicitaciones, envíos de material para ser publicado y gestión de favores. Similares relaciones se mantuvieron con entidades internacionales, especialmente de América, con la salvedad de que, en dicho caso, el sentimiento patriótico mutaba en espíritu panamericano de unidad continental. También, con Cuba, Guatemala, Costa Rica y México en Centroamérica y el Caribe; relaciones más estrechas con Perú, Panamá, Ecuador y Venezuela en Suramérica; y destacada relación con Estados Unidos al norte. Resaltan, en este último caso, los lazos con la Unión Panamericana, la Biblioteca del Congreso, la Biblioteca Pública de New York y de las Universidades de Yale y Duke.

Por último, la tercera parte del libro, de dos capítulos, repara en el accionar operativo del CHS durante los 16 años estudiados. El capítulo IV cubre los proyectos editoriales de la entidad. En primer lugar, centra su atención en la Revista Estudio. Se repasa la gestión administrativa que hizo posible su publicación, la periodicidad en que fue impresa, los temas que abordó, el proceso que implicaba poner un artículo propio en la revista y la condición de prestigio que ello revestía, algunos nombres de directores y redactores, la circulación de la revista, el tiraje y algunos usos dados a la publicación. Luego, se aborda la Biblioteca Santander (BS). Nacida con el objetivo inicial de rescatar del olvido las obras de glorias santandereanas, la BS estuvo dirigida por el CHS y editada por la gobernación. A diferencia de Estudio, la BS fue una iniciativa de marcada naturaleza comercial. Además de una somera mención de cada uno de los volúmenes del libro, el capítulo describe el auge, estabilización y declive de la iniciativa. El proceso estuvo marcado por dificultades de publicación, la incapacidad de satisfacer la demanda y, finalmente, un declive marcado por lo poca atractiva que empezó a resultar la iniciativa para los autores, ante la disponibilidad de mejores negocios editoriales. Por último, el capítulo describe el proceso de publicación de las Crónicas de Bucaramanga de José Joaquín García, como ejemplo de algunos proyectos al margen de Estudio y la BS. De esta empresa se destaca principalmente el difícil proceso de impresión que significó, tanto la gestión de recursos ante el departamento como la consecución de los derechos por parte de la familia del autor.

El capítulo V describe tres eventos públicos en los que participó el CHS. El primero consistió en conferencias nacidas como iniciativa propia de la entidad. Con una breve incursión en el mundo radial, de ellas destaca la heterogeneidad de los temas abordados que oscilaron desde la independencia hasta asuntos contemporáneos como la sanidad pública. El segundo gran evento público en el que participó el CHS resulta ser la coronación del poeta regional Aurelio Martínez Mutis. Pese a ser un homenaje de iniciativa gubernamental, y dada la condición de miembro de la entidad del literato, el CHS se sumó al festejo con la entrega de una medalla y una fiesta dedicada a Martínez. El último y tercer gran evento público mencionado en el que participó la Corporación fue la quinta edición de los Juegos Atléticos Nacionales, entre 1937 y 1942. Además de haberle sido delegada la selección de los emblemas y símbolos de las justas, la entidad se sumó, mediante una carta ante el Congreso de la República, a la gestión de recursos para el evento. También se menciona la preparación de una exposición de reliquias históricas que tenía como finalidad exaltar la raza santandereana ante los invitados, pero esta se vio opacada por el fracaso organizativo de los juegos.

Finalmente, se encuentran las conclusiones del libro. Se celebra el hecho de que estas no se reduzcan a un repaso o síntesis de las principales afirmaciones sostenidas a lo largo del texto. Samacá va más allá apostando por tres conclusiones novedosas, resultantes del desarrollo de los capítulos, pero no explícitas en los mismos. La primera está relacionada con el vínculo entre el CHS y la política. No por suprapartidista, la entidad era apolítica. Asumió en cambio un papel activo en la defensa de una visión conciliadora de la nación, al tiempo que reivindicó la raza santandereana. La segunda conclusión está relacionada con la necesidad de replantear la concepción de una historia oficial “controlada y manipulada desde el Estado, es decir, una imposición hegemónica de la memoria con cierto contenido de clase”[2]. Su texto –considera– ha complejizado el fenómeno. La tercera, sostiene que el CHS “hizo parte de un proceso particular de diálogo entre los pasados regionales y la narrativa nacional centrada en un pasado que debía ser compartido por todos los ciudadanos”[3]. Se nacionalizaron héroes y acontecimientos regionales al tiempo que se regionalizaron héroes y acontecimientos nacionales. Si bien la exposición de estas afirmaciones no es explícita en el libro, resultan una interesante invitación al desarrollo de investigaciones futuras sobre el tema.

Quizás la gran ausencia del libro es el análisis crítico de la producción del CHS. Centrada toda la atención en aspectos institucionales y de sociabilidad, el texto dedica muy poco a la valoración historiográfica de las investigaciones realizadas por los hombres de letras en estudio. El capítulo IV, sobre los proyectos editoriales del CHS, que a priori pudiera cumplir esta función, termina repasando apenas detalles técnicos (origen, periodicidad, directores, colaboradores, redactores, financiación) de la Revista Estudio y la Biblioteca Santander, dedicando solo unas páginas a apuntes sobre los contenidos. Apuntes que, por lo demás, no pasan de ser un inventario de los principales temas abordados por ambas iniciativas en el periodo de tiempo estudiado. La falencia, que bien podría dispensarse en una obra tan completa, al explicarse como propia de una investigación de otra naturaleza, no deja, sin embargo, de echarse de menos, toda vez que, en el repaso bibliográfico por la historiografía existente sobre el tema, el autor deja intuir cierto ánimo revisionista para con los duros juicios que, desde las esferas profesionales y universitarias de la disciplina, suelen hacerse hacia la historia académica. De hecho, la poca caracterización que sobre la producción historiográfica del CHS deja verse en el libro, no hace sino reforzar estos juicios negativos. Se presenta esta etapa de la disciplina como reducida a la historia política y colonial, centrada en los prohombres de la nación, en discusiones sobre fechas de nacimiento y muerte (de grandes hombres) o fundación (de grandes ciudades). Y se valora positivamente apenas la labor de conservación y publicación de patrimonio documental. Afortunadamente, el libro no es golondrina, pretendiendo hacer verano en soledad, y esta falencia se ve enmendada con otros trabajos, del mismo Samacá y autores cercanos a él, que sí focalizan esta valoración crítica a las representaciones históricas construidas por las academias de historia nacionales.

La buena prosa del autor no termina de compensar el excesivo detalle de la obra, a veces solo de interés para el especialista. De tal modo que el lector puede verse quizás abrumado al encontrarse con el origen de los poemas con que uno de los socios del CHS enamoró a su esposa, o la manera en que se hizo uso del consumo de chocolate para incentivar el aumento del quórum de las sesiones. No obstante, estos impases resultan excepción y no regla en una obra que desde ya se erige en referencia obligada de todo estudio sobre la escritura de la historia en Colombia y su relación con el poder, y en impecable modelo metodológico para cualquier investigación sobre las academias de historia nacionales.



[1] Samacá Alonso, Gabriel David. Historiógrafos del solar nativo. El Centro de Historia de Santander 19291946 (Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2015), p. 96.

[2] Ibíd., pp. 584-585.

[3] Ibíd., p. 585.