Diego Andrés Quintero Timaná, Juan Pablo Rosero Gomajoa
La configuración del campo intelectual contestatario: Universidad de Nariño (1960 – 1970)*
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, vol. 25, núm. 2, 2020
Universidad Industrial de Santander
Juan Pablo Rosero Gomajoa juan9210@udenar.edu.co
Fundación CEIBA-Gobernación de Nariño, Colombia
Recibido: 30/07/2019
Aceptado: 07/01/2020
Resumen: El presente artículo pretende analizar los procesos de configuración del campo intelectual contestatario en la Universidad de Nariño durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX. Para ello, a partir de una estrategia metodológica cualitativa, orientada bajo una revisión documental y archivística y la implementación de entrevistas semiestructuradas a intelectuales de la Universidad de Nariño que habitaron la temporalidad en estudio. Se posibilitó desarrollar un ejercicio de reconstrucción narrativa que articula los acontecimientos regionales ocurridos en relación a la temática de investigación como parte de las múltiples dinámicas que conforman el entramado histórico nacional e internacional. De esta manera, se logran establecer las características del intelectual contestatario gestado desde las dinámicas propias del departamento de Nariño, propiciando un referente investigativo para el análisis político e histórico de los movimientos sociales y de la configuración del campo intelectual en el contexto regional del suroccidente colombiano.
Palabras clave: intelectuales, movimiento social, universidad, historia social.
Abstract: This paper aims to analyze configuration processes of the contestatary intel- lectual field at the Universidad de Nariño during the sixties and seventies of the 20th century. For this, based on a qualitative methodological strategy, guided by a docu- mentary and archival review, and the implementation of semi-structured interviews with intellectuals from the University of Nariño who inhabited the temporality under study, it was possible to develop an exercise in narrative reconstruction. Such exercise articulates the regional events which occurred in relation to the research topic as part of the multiple dynamics which make up the national and international histori- cal framework. Thus, it is possible to establish the characteristics of the contestatary intellectual originating from the dynamics of the department of Nariño, promoting a research benchmark for the political and historical analysis of social movements and the configuration of the intellectual field in the regional context of the south-west Colombian.
Keywords: Intellectuals, Social Movement, Universities, Social History.
Resumo: O presente artigo procura analisar os processos de configuração do campo intelectual contestatário na Universidad de Nariño durante os anos sessenta e setenta do século XX. Para isso, a partir de uma estratégia metodológica qualitativa, orientada por uma revisão documental e arquivista, e a realização de entrevistas semiestruturadas com intelectuais da Universidad de Nariño que habitavam a temporalidade em estudo, foi possível desenvolver um exercício de reconstrução narrativa que articule eventos regionais que ocorreram em relação ao assunto de estudo como parte das múltiplas dinâmicas que compõem o quadro histórico nacional e internacional. Desta forma, é possível estabelecer as características do intelectual contestatario originado a partir da dinâmica do departamento de Nariño, promovendo uma referência de pesquisa para a análise política e histórica dos movimentos sociais e a configuração do campo intelectual no contexto regional do sudoeste colombiano.
Palavras-chave: Intelectuais, movimento social, universidade, história social.
1. Introducción
A inicios de la década de los años sesenta del siglo XX, el mundo, y en especial América Latina, viven una experiencia revolucionaria única y global, dirigida por un grupo de intelectuales contestatarios acompañados de un movimiento social y estudiantil sin precedente histórico alguno. Los acontecimientos políticos y culturales de la época se caracterizaron por trascender fronteras nacionales y proyectarse a un escenario internacional con actores y reivindicaciones que conservan vigencia en la actualidad.
Los sucesos acaecidos que marcaron los decenios de los sesenta y setenta a nivel mundial, tales como, la Revolución Cubana, el Mayo Francés, la derrota militar de Estados Unidos en Vietnam, los movimientos de liberación nacional en África y Asia, a nivel de América Latina, sucesos como el del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de Tlatelolco en México, en el cual la masacre se convierte en un detonante de lucha. Así mismo, en los países de la Argentina y Chile se detonan un sin número de protestas, mítines y demás en contra de los regímenes dictatoriales; y en general, en América Latina, “la dictadura es el acicate para las luchas estudiantiles en el año 68”.1 Lo anterior, conjugado con la coyuntura política colombiana con el surgimiento de grupos guerrilleros debido en gran parte a la exclusión política del Frente Nacional, la crisis agraria y económica, estimularon la creación de un campo intelectual alternativo, contestatario y reaccionario al orden establecido.
Aunado a esto, las dinámicas sociales como la urbanización y el crecimiento del sistema educativo colombiano, más específicamente la expansión del sistema universitario, serán el escenario propicio para la configuración del nuevo campo intelectual que hasta el momento había aparecido como una categoría junto a la tutela bipartidista de Estado y rompe relación con ella adquiriendo plena autonomía.2
Esta generación de nuevos intelectuales contestatarios en Colombia, en su mayoría se ubicaron en las universidades, por lo general estatales, donde se formaron tanto en teoría como en práctica revolucionaria; una generación joven que, en palabras de Erick Hobsbawm, sería autónoma y lideraría los procesos culturales, de transformación y reivindicación de las luchas sociales.3
La nueva tendencia de intelectuales, recogerían la funcionalidad del intelectual orgánico propuesto por Gramsci, el cual manifestaba que el movimiento obrero [o revolucionario], formaría personajes idóneos para la reproducción del saber y de la práctica política acorde a sus intereses.4 En este sentido, llegada las décadas de los sesenta, los personajes públicos del país debían responder a una representación específica de intereses de poder. Los intelectuales pasan a tomar la academia como escenario para explayar su sentimiento nacional, su pensamiento político revolucionario, un lenguaje patriótico y partidista, su perspectiva crítica y contestataria ante la sociedad.
En el mismo sentido Edward Said plantea al intelectual como:
[…] un individuo con un papel público específico en la sociedad que no puede limitarse a ser un simple profesional sin rostro, un miembro competente de una clase que únicamente se preocupa de su negocio. Para mí, el hecho decisivo es que el intelectual es un individuo dotado de la facultad de representar, encarnar y articular un mensaje, una visión, una actitud, filosofía u opinión para y a favor de un público.5
Por lo anterior, el presente artículo pretende analizar el proceso de configuración del campo intelectual contestatario, específicamente el de la Universidad de Nariño en las décadas de 1960 y 1970. Épocas que marcaron una pauta de actuación, comportamiento y formas de lucha del campo intelectual. De esta manera, reconociendo el aporte historiográfico, en torno al tema de estudio, realizado por autores como Álvaro Acevedo Tarazona (2004),6 (2017)7 y (2017);8 Acevedo en conjunto con Gabriel Samacá (2011),9 (2013),10 Acebedo en conjunto con Correa (2018)11 Carlos García (1986),12 Mauricio Archila (2002),13 Yvon Le Bot (1985),14 Leopoldo Múnera (1998),15 Lucio y Serrano (1992)16 y Miguel Ángel Urrego (2002),17 entre otros. Este escrito busca examinar las características del intelectual contestatario gestado desde las dinámicas propias del departamento de Nariño, propiciando un referente para el análisis político e histórico de los movimientos sociales y de la configuración del campo intelectual en el contexto regional del suroccidente colombiano.
Igualmente, en el marco regional, para el presente estudio se han acogido los postulados de Alex López (2005),18Del Castillo y Fajardo (2009),19 Ingrid Chávez (2010),20 Isabel Goyes (2004),21 y (2012),22 Alzate Alberto y Goyes (1988)23 y María Erazo (2015),24 han contribuido a la comprensión histórica de los tiempos convulsionados de la década de 1960 y 1970 en el departamento de Nariño.
En este sentido, como marco referencial se retoman los planteamientos de Gorges Duby y Jacques Le Goff, que aluden que en el estudio de la historia es importante el análisis de las dinámicas sociales en un contexto totalizante, integrando al análisis una visión globalizadora de la realidad social desde todos los puntos de vista posibles.25 A su vez, se integran los lineamientos analíticos de autores como Antonio Gramsci y Edward Said para configurar una conceptualización de la categoría de intelectual.
Por otra parte, en el artículo se desarrolla un ejercicio de reconstrucción narrativa que articule los acontecimientos regionales ocurridos en relación a la temática de estudio como parte de las múltiples dinámicas que conforman el entramado histórico nacional e internacional, a partir de un enfoque histórico hermenéutico, orientado bajo una revisión documental, archivística y la utilización de entrevistas a intelectuales de la Universidad de Nariño que habitaron las dos temporalidades, estos último como fuentes primarias de la investigación.
En este orden de ideas el texto se estructura en tres componentes; el primero versa sobre el contexto histórico de la configuración del intelectual contestatario de las décadas de 1960 y 1970, el segundo componente aborda las dinámicas particulares de la Universidad de Nariño en el periodo de estudio y, por último, se caracteriza la actividad intelectual acaecida en las dinámicas sociales, culturales, políticas y económicas de esta institución.
2. La configuración histórica del intelectual contestatario en la Universidad de Nariño
Miguel Ángel Urrego plantea que a comienzos de los años sesenta, los intelectuales que hasta el momento habían aparecido como una categoría junto a la tutela bipartidista de Estado, rompen relación con ella y adquieren plena autonomía.26
En este periodo encontramos la conformación de un campo intelectual en los términos definidos por Bourdieu. Es decir, la constitución de una comunidad intelectual y artística que se autodefine como autónoma con respecto al campo económico, que se guía por las lógicas internas de producción estética y científica, que manifiesta un rechazo doctrinario contra el orden social y político burgués y que está dispuesta a cuestionar, en diferentes niveles lo establecido.27
Es menester mencionar que la posición en contra del Estado colombiano por parte de los intelectuales no se produce de manera espontánea. Esta situación se produjo por varios motivos. “La ruptura fue posible debido a transformaciones de la situación nacional e internacional, al surgimiento de nuevos actores y a cambios del tipo y la función de los intelectuales”.28 Las dinámicas cambiaron debido a la expansión de la vida urbana; el crecimiento del sistema educativo y la expansión de la oferta educativa; los procesos de modernización casi en su totalidad de los ámbitos sociales (culturales, políticos, económicos y educativos); y una mayor cobertura de los medios de comunicación.
Conjugado a lo anterior, los procesos nacionales e internacionales como el auge de guerrillas rurales en Colombia, la Revolución Cubana, las grandes manifestaciones estudiantiles y obreras del Mayo Francés, estimularon y abrieron paso a una lectura simbólica y alternativa que permitió la transformación de un campo cultural.29Sumado a esto, en Colombia se vive el proceso del Frente Nacional, como el proceso de repartición del poder político cada cuatro años entre liberales y conservadores, que estimuló la reacción de sectores que estaban en desacuerdo con el bipartidismo, a formar un campo cultural diferente, alternativo y contestatario al orden establecido.
Se observa que, desde inicios de la década de los sesenta, el mundo de los intelectuales tuvo avatares sustanciales. Se encuentra que el nuevo arquetipo del intelectual es el científico social, el escritor y artista comprometido, y el intelectual de izquierda;30 al mismo tiempo, estos crearon revistas, editoriales, y demás producción escrita para la difusión de su pensamiento, hubo una tendencia hacia “el rechazo del orden establecido; la adopción de la utopía [política] y la militancia, como razón de ser del intelectual”.31
Esta adopción de la utopía política se basará en una revolución socialista, pues se considera que el proletariado y campesinado son los máximos líderes de la revolución que pretende acabar con la dominación y explotación del imperialismo, y al unísono, también se pretendía desechar rezagos feudales en el campo, específicamente, en el contexto colombiano, un texto del Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (MOIR) de los años setenta, expresaría este anhelo de la siguiente manera:
[…]el pueblo [proletariado y campesinado] como el máximo dirigente de la revolución colombiana puede garantizar los pasos hacía la revolución de la nueva democracia (contra el imperialismo y sus lacayos colombianos) y el de la revolución socialista (contra toda forma de explotación capitalista) … por una revolución de la nueva democracia se entiende una revolución antiimperialista y antifeudal de las grandes masas populares bajo la dirección del proletariado.32
Por otra parte, la urbanización y la expansión del sistema universitario en Colombia fueron grandes detonadores del movimiento social de la época, ayudando a configurar el campo intelectual contestatario, no solo en la Universidad de Nariño sino también a nivel latinoamericano.
2.1. Urbanización y expansión del sistema universitario: nuevos requerimientos sociales
Una de las razones que permitieron la formación de un campo intelectual alternativo a la tutela bipartidista, fue el proceso de urbanización, entendido como el desarrollo acelerado de concentración poblacional en las ciudades, la transformación de naciones caracterizadas típicamente rurales a naciones predominantemente urbanas como el caso colombiano. El siguiente cuadro demuestra el proceso de transformación de la población colombiana, entre los años de 1938 a 1985.
Las causas del proceso de urbanización son múltiples, pero entre las más relevantes se encuentran: la expansión demográfica y la migración del campo a la ciudad presentada por varios factores, entre ellos los más destacados son las mejores posibilidades de trabajo y fuentes de empleo, y naturalmente, el éxodo del campesinado generado por la violencia bipartidista de mediados de siglo. Además, Colombia entra en la edad de oro del capitalismo, y acoge el discurso de la modernización, implicando esto, la configuración de nuevas estructuras sociales, nuevos parámetros educativos y una tendente proactividad hacia la industrialización de su aparato económico.
En este sentido, la ciudad de Pasto, capital del departamento de Nariño, donde se encuentra ubicada la universidad objeto de este estudio, no fue la excepción a la regla, pues para 1951 concentra el 42% de la población nariñense, y pasa en 1964, a un 68.97% de concentración poblacional del departamento,34 evidenciando ese proceso de transformación de la masa poblacional de zonas rurales a los centros urbanos.
El efecto inmediato del crecimiento en la vida urbana sería, que las poblaciones anteriormente rurales, encontrarían una oferta cultural mayor a sus lugares de orígenes, esto se traduce a que se apropiaban de nuevos símbolos y representaciones típicas de la vida urbana, otorgadas mayormente por los medios de comunicación, símbolos que directa o indirectamente marcarán su distinción de clase social.
Por otra parte, esta nueva configuración de la población colombiana traerá consecuencias inmediatas; hará que las categorías ocupacionales cambien, pues se pasa de los trabajos agrícolas a los trabajos industriales que se concentrarán en la ciudad. Esto es un “indicio de la emergencia paulatina de estratos medios y de una creciente división y estratificación del trabajo, típicas del fenómeno urbano”.35 En consecuencia, esta población disputaba el derecho a acceder a la educación de tipo terciario, en específico, luchaba por acceder a la universidad y reclamaba una formación profesional útil y especializada, es decir, certificaciones y diplomas que les ayudaban a ascender socialmente a través del escalamiento de posiciones ocupacionales.36
En este sentido, estos jóvenes que exigían el espacio para acceder a la educación superior se formarán intelectualmente en las universidades, en su mayoría estatales y será este el escenario propicio para el cultivo de la ideología revolucionaria de la época. Pues la universidad, tal como la describe Carlos Altamirano:
[…] está en el corazón del contexto institucional que produce élites intelectuales en la sociedad contemporánea. No hay que entender por esto que todo intelectual sea, por definición, un universitario ni que todo aquel que ostente un grado universitario sea un intelectual. Significa únicamente que en nuestra época la universidad, entendida como núcleo del sistema de enseñanza superior, es el centro productor de las profesiones de donde se recluta la enorme mayoría de aquellos que desempeñan en el espacio público el papel de intelectuales, sean médicos o enseñantes, sociólogos o abogados, biólogos o lingüistas, críticos literarios o historiadores, arquitectos o filósofos.37
Frente a esta demanda social por acceder a los sistemas de educación superior, se suma la presión internacional para que se produzca el fenómeno de expansión del sistema universitario. presiones externas dirigidas desde políticas exteriores como la Alianza para el Progreso.38 Esto, con el objetivo de democratizar el acceso a los marcos educativos, con un interés muy claro por parte de organizaciones extranjeras como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), que en un informe del año de 1967, llamado “Educación, Recursos Humanos y Desarrollo en América Latina”39 propuso al sistema educativo como “medio para preparar fuerza de trabajo calificada, para desempeñar determinadas ocupaciones y asumir las funciones sociales y políticas esenciales para el funcionamiento de las sociedades urbano-industriales modernas”.40 Junto con la CEPAL, hubo más entidades extranjeras, en especial norteamericanas, que tenían puesto los ojos en el sistema educativo colombiano con un claro objetivo político: detener la expansión de la Revolución Cubana.
En Colombia, la educación en su conjunto se puso en una situación de dependencia, pues Estados Unidos tuvo claro que su política externa, para la época, se concentraban en países de tercer mundo y ejercer procesos de dominación política y cultural hacia ellos.41 Esta dependencia, no solamente fue con respecto a las orientaciones políticas educativas, sino también con su financiación.
Entre 1960 y 1967, por ejemplo, el país recibió 48.050 millones de dólares para el fomento de la educación. Entre las fuentes financieras figuraban, el Banco Internacional de Desarrollo (BID), la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID), las fundaciones FORD, KELLOG’S y Rockefeller, el Fondo Especial de las Naciones Unidas y la UNESCO. [Esos dineros], más del 58%, fueron invertidos en la educación superior, principalmente en la construcción de edificios académicos.42
Por lo anterior Colombia empieza a tener un fenómeno de expansión universitaria. Observemos, en el siguiente cuadro, la evolución total de la matrícula en la educación superior desde 1950 hasta 1990.
Por otra parte, otro de los factores que incidieron directamente en el incremento de la población estudiantil universitaria, fue el ingreso de la mujer en el sistema de educación superior.
En términos de la distribución de la matrícula, es evidente que el ingreso de la mujer a la educación superior experimenta su mayor crecimiento en la década de los años setenta: en 1973, representa un 26% de la matrícula total y solo seis años después alcanza el 41%. En 1983 el porcentaje asciende a 47%, para llegar finalmente en 1988 a una participación del 51%.44
Otra de las características fundamentales de la época es la decadencia del Derecho y de Medicina, carreras típicamente tradicionales, y el fortalecimiento de nuevas disciplinas como las ingenierías y las humanidades. “Si consideramos como base a 1961, el crecimiento de la matrícula en 1970 fue del 213,5 y por facultades los índices fueron: artes 248.2; ciencias 156.0; ingeniería 269.6; agronomía 292.8; derecho 80.3; ciencias de la salud 145.5; y ciencias humanas 342.2”.45 Esta tendencia a carreras humanísticas que son susceptibles a la ideologización y politización por parte de las universidades, en especial las universidades oficiales, será un motivo por el cual los cuadros dirigentes del país, señalen a las universidades en especial a las universidades públicas, de ser fuente de conspiradores con grupos armados contestatarios, revolucionarios y subversivos.
En la Universidad de Nariño también se presentó el fenómeno de incremento en la matrícula universitaria, pues en 1960 solo había 62 alumnos, en 1965 había 437, pasa a albergar en 1970 a 1.102 estudiantes y en 1990 tiene un estudiantado de 4.714. Tal como se puede constatar en la siguiente tabla:
La expansión del sistema de educación superior en Colombia no solo representa el incremento abrupto de la matrícula, que a su vez dará al movimiento estudiantil una fuerza de masas increíble; paralelamente a esto, se crean nuevas instituciones de educación superior, aparecen nuevas modalidades (nocturna, abierta y distancia) que ofertan dichas instituciones. Además, este crecimiento, implicó imperativamente, el reclutamiento de docentes y lo que José Joaquín Brunner llamaría, la configuración de la profesión académica, pues a partir de los años sesenta, la intelectualidad estará ligada estrechamente en las universidades y la relación entre esta y la sociedad estuvo en adelante marcada por el surgimiento de este nuevo grupo ocupacional masivo de intelectuales, trátese de científicos, profesionales de la enseñanza o de jóvenes que ingresan a este mercado académico y aspiran a realizar a través de él sus carreras y plasmar sus idearios.46
2.2. El movimiento social e intelectual: una visión desde los sesenta y setenta
El movimiento social, para el presente escrito, se lo ha limitado a la conformación de organizaciones de izquierda. Una serie de factores históricos tanto nacionales como internacionales, permitieron la eclosión en Colombia de movimientos políticos de esta tendencia.47
Una de las consecuencias de la expansión del sistema universitario fue la expansión de la población estudiantil, que, en su mayoría, pertenece a estratos medios y sectores populares, que van a adquirir una cierta sensibilización por los problemas sociales, locales, nacionales e internacionales, esto ayudó a la fuerza del movimiento social de los años setenta. Con la masificación estudiantil, vino la profesionalización de la docencia, y como se afirmó anteriormente, la relación entre universidad y sociedad estará ligada a este grupo masivo de intelectuales.
[…] los docentes de la enseñanza superior, cuyo número (en la región) se elevaba a 68000 en 1960, alcanzaron en 1976 la cifra de 371000, con una tasa de crecimiento acumulativo anual del 8.9% entre 1960 y 1970, y de 115% entre esta última fecha y 1976. Ello significa que el cuerpo docente de la enseñanza superior en la región constituye la mitad del registrado en todos los países en desarrollo, más de la mitad del europeo o del norteamericano, y supera al total de la URSS. En el conjunto del sistema educativo latinoamericano, los profesores de la enseñanza superior, que constituían el 5.7% del total de los tres niveles, pasaron a ser el 10.7% en 1976.48
En Colombia, en 1960 las universidades contaban con 842 docentes en modalidad tiempo completo, y se pasa en 1977 a una suma de 9.225 docentes en la misma modalidad. Y si añadimos a esto que en 1960 habían 674 y 1.927 docentes medio tiempo y hora cátedra respectivamente en 1977 son 2.622 y 11.845 en el mismo orden, el país, pasa para el año de 1977 a sumar 23.692 docentes: fenómeno que se extenderá hasta finales de la década de los ochenta, pues en 1988 el país contaba con 47.990 profesores.49
Estos docentes, a medida que entendieron la historia como posibilidad de transformación, reconocen que la subjetividad hará parte este proceso. Por ello plasmaron sus discursos en diversos medios (como prensa, artículos científicos, libros, panfletos), se apropiarán de teorías (en su mayoría Marxistas) y su misión es ganar adeptos para ellas, se configura entones, el espacio de los profesores como intelectuales.50
El proceso de la conformación de la izquierda en Colombia no era nuevo, la década de los sesenta tenía como antecedente la conformación del Partido Comunista Colombiano (PCC) y el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) en la década de los treinta y la Alianza Nacional Popular (ANAPO) a finales de la década del 50, al mando de Gustavo Rojas Pinilla.51
En el panorama nacional, el Frente Nacional, con sus características excluyentes durante 16 años, estimularon la emergencia de grupos guerrilleros y de nuevas fuerzas políticas, que no pusieron fin a las hegemonías tradicionales, sin embargo, hicieron perder legitimidad al liberalismo y conservadurismo.
Resulta obligatorio definir entonces el significado de los movimientos de izquierda. De acuerdo con José Fernando Ocampo:
Se trata de los movimientos y partidos distintos al Partido Liberal y al Partido Conservador que han planteado un cambio más o menos radical sobre la estructura de poder político, la soberanía nacional, el control del Estado, la distribución de la riqueza, las condiciones de vida del pueblo, la correlación internacional de fuerzas, de todas maneras, opuestos a la hegemonía de los dos partidos tradicionales y enfrentados al sistema tradicional de detentación del poder político.52
El auge de grupos de izquierda, desde la década del 60 en Colombia es evidente. El 7 de enero 1959 nace el Movimiento Obrero Estudiantil Campesino (MOEC). En 1964-65 nacen las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El 10 de octubre de 1962 es creado el Partido de la Revolución Socialista (PRS), para el 64 el MOEC se desintegra, dando paso a la creación del MOIR y las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL); en 1964 nace el Ejército de Liberación Nacional (ELN); el Ejército Popular de Liberación (EPL) nace en 1967. Había demás organizaciones con tendencias troskistas, maoístas y marxistas leninistas. Pero según Leopoldo Múnera, es a finales de 1973 e inicios de 1974 que se completa el proceso de autonomía de la izquierda frente a los partidos tradicionales.53
Estas organizaciones políticas se concentraron principalmente en las universidades, también lo hicieron en los sindicatos y en organizaciones campesinas.54 Sus formas de concebir la universidad, la sociedad, el Estado colombiano, y las situaciones internacionales, se difundieron de muchas maneras en el estudiantado y sectores populares, dotándolos a estos de formas organizativas y un discurso contestatario, cargado de nuevos conceptos y lógicas interpretativas.55 Los partidos y las organizaciones de izquierda, estimularon la ruptura con los pensamientos tradicionales, conservadores y sobre todo clericales. Posibilitaron la consolidación de los estudios sociales y los postulados críticos de la sociedad.
Frente a lo anterior, la izquierda en el país fundó sus propios periódicos y revistas, “hecho que se explica por la concepción leninista de que el periódico es un organizador de masas”.56 La intelectualidad, casi sin excepción, en mayor o menor magnitud crearon medios de difusión para plasmar sus concepciones políticas y culturales; resignificaron la cultura, pues conciben que esta no es solo característica de una sola clase social. Desde esa premisa, organizan grupos de teatro, música, danzas, entre otros, para adoptar un nuevo simbolismo de democratización de la cultura.57 En adelante, el compromiso político con las utopías revolucionarias fue la característica más relevante que adquirió la izquierda colombiana. En este sentido, no solo tenían el objetivo de criticar y rechazar el orden hegemónico imperante, sino también, de remplazarlo.
El proceso de consolidación de la izquierda en el país sigue siendo un fenómeno complejo y muy amplio de estudiar. Pero el proceso que nos interesa en esta investigación es la de aquellos jóvenes que a finales del sesenta y comienzos del setenta iniciaron su vida universitaria, fueron testigos del surgimiento del movimiento insurgente en Colombia, de los partidos de izquierda y del movimiento estudiantil de 1971. Este es el sector que, respecto al presente estudio, nos compete, pues son estas personas las cuales configuraron el campo intelectual y de alguna manera representaron los idearios de la época y las relaciones con el Estado y la universidad.
3. Contexto de los intelectuales de la Universidad de Nariño 1960-1971
En los años sesenta la política mundial giró alrededor de la Guerra Fría; en América Latina empiezan a emerger los movimientos antisistémicos y antiimperialistas58 que reclamaban la autodeterminación de los pueblos tanto a nivel nacional como internacional. Frente a estos movimientos, que venían alentados por la Revolución Cubana, se trazaron políticas imperialistas como la Alianza para el Progreso, que, en términos educativos, era la intervención “yanqui” a través de inversiones –“donaciones”- de fundaciones norteamericanas como la Ford, Rockefeller y Kellog´s. En este contexto Rudolf Atcon plantea en la primera mitad de la década de los sesenta, Latinoamérica se encontraba en el subdesarrollo debido a su mala política de acceso al sistema educativo, en especial a la educación superior.59
Frente a lo anterior, la reforma universitaria se vuelve una tarea primordial para la época y no podía culminarse un proceso de reforma, si no se adecuaban los lineamientos de las universidades bajo las necesidades del desarrollo económico y social. El modelo de reforma imperante fue el de Estados Unidos que se reflejaba en los planteamientos de Atcon, y organizaban la universidad por asociación de carreras en facultades y estas por departamentos; se requería una universidad apolítica y aconfesional para que las ideologías no interfieran en procesos propios de la universidad y no dañen la relación con la economía. Un ejemplo de ello es la reforma que se “efectuó en el año de 1977 en la Universidad de Nariño bajo la rectoría de Ignacio Coral Martínez, quien cerró la universidad y reorganizó la estructura académico-administrativa en Facultades y Departamentos; así que, a la reapertura de la institución, los docentes se encontraron adscritos a una de estas unidades académicas”.60
Los planteamientos dirigidos desde políticas internacionales como Alianza para el Progreso y materializadas en el informe Atcon, generaron varias discusiones sobre la concepción de la universidad y su restructuración. La Universidad de Nariño no fue ajena a este contexto, en la rectoría de Luís Santander Benavides (1958-1964) se propuso que la universidad debería aportar al desarrollo integral de la región y por lo tanto debería estar “íntimamente ligada a la realidad nuestra, estudiando sus recursos naturales, y sus problemas socio-económicos de manera objetiva y para lograrlo, se dijo, es necesario, no solo un cambio en nuestra Universidad, sino una mayor preparación profesional y también un cambio en toda nuestra comunidad”.61
En el año de 1963, Luís Eduardo Mora Osejo, en representación del rector Luís Santander, asistió a varios eventos de asuntos académicos, como el desarrollado en el Paso Texas, Estados Unidos y en eventos locales y nacionales donde planteó una propuesta que no distaba mucho, en términos de forma, de la propuesta norteamericana, pues se pensó en crear una Facultad de Ciencia y otra de Humanidades, se propuso una educación por ciclos, desde el ciclo de bachiller hasta el ciclo superior universitario.62 La propuesta expuesta por Mora Osejo, si bien coincidió “dada su formación en escuelas alemanas, en aspectos relacionados con la implementación de los Estudios Generales y la educación técnica o profesional, la diferencia radicó en plantear la necesidad de estructurar un sistema educativo colombiano para la formación de científicos que piensen desde las necesidades del país y de la región y no desde los lineamientos impuestos por Norteamérica”.63
Si bien los Estudios Generales, hacían parte de las dos propuestas, distan mucho en el objetivo de su implementación, pues para Mora Osejo, los Estudios Generales serían enfocados a la profundización de los conocimientos del bachillerato e incentivar el estudio analítico; pero, para los lineamientos norteamericanos los Estudios Generales debían formar ciudadanos bien educados, formados netamente en la profesión más no en la investigación.
Al interior de la Institución, los debates continuaron; intelectuales y académicos internos y externos a la Universidad de Nariño –como Alicia Fierro Perdomo de la Universidad Nacional de Colombia (1968)- presentaron propuestas para la reestructuración académica, científica y administrativa; entre estas hubo quienes plantearon lineamientos para crear una Universidad científica como Mora Osejo (1963) y Velazco Guerrero (1967); en tanto que otros, como Eduardo Cifuentes Rosero (1968), hicieron eco al tipo de universidad pensada desde los centros de poder para América Latina, para Colombia y para la región: así Cifuentes Rosero planteó que la institución debe cumplir con una auténtica misión en un país y región pre-industrializada, que no es formar sabios, pioneros, científicos, sino cumplidos ciudadanos con espíritu de empresa creadores de empleo y caracterizados además por su buena disciplina mental. 64
José María Velazco Guerrero en 1967, acoge los planteamientos otorgados por Mora Osejo y aporta nuevos argumentos para justificar una reforma universitaria basada en la creación de la Facultad de Estudios Generales, dividida a su vez en Departamentos, que le permitiría a la entidad funcionar como una totalidad dinámica y funcional, permeable y dúctil, capaz de una exquisita versatilidad, adaptable al cambio de los tiempos.65
Las propuestas de Mora y Velazco no llegaron a materializarse, en cambio los aires de la transformación universitaria en toda América Latina, impuesta por Atcon, tocaron la configuración de la Universidad de Nariño. Como se ha dicho anteriormente, la masificación de la matrícula trajo consigo un sin número de transformaciones estructurales de la universidad, una de ellas fue, la creación de campus universitarios. La Universidad de Nariño entra en el panorama modernizador, el rector Santander Benavides gestiona los terrenos para la sede de Torobajo, pues el edificio de la sede central no podía albergar a todos los estudiantes y docentes de la institución, pues como ya mencionamos, la universidad pasó de tener 62 alumnos en 1965 a 1102 estudiantes en 1970, un incremento abrupto que obligó a la consecución de espacios para el funcionamiento de la institucionalidad y actividades académicas.
Tanto a nivel nacional como internacional, las universidades se abocaron a la tarea de reformar su estructura.66 Desde el Estado colombiano la reforma se materializó en el “Plan Básico para la Educación Superior”, que marcará la ruta a seguir durante las décadas de los setenta y ochenta. El plan consistía en lo siguiente:
La creación de la Comisión Nacional de Educación Superior, que pondría en marcha todos los lineamientos planteados por Norteamérica.
Respecto a la financiación, planteaban diversas alternativas como los aportes del gobierno, el pago de matrículas, ayudas de exalumnos, de la comunidad, el comercio, la industria y ayudas extranjeras.
En el plano académico como ya habíamos mencionado la implementación de Estudios Generales.67
En términos de producción, el Plan Básico tenía como objetivo adaptar al hombre al sistema de producción y consumo, ligar a los ciudadanos a producir mediante el sometimiento de su tiempo, esto para los asesores norteamericanos aseguraba el progreso social y el desarrollo de la economía.
Estos planteamientos, tanto académicos como financieros, que hoy constituyen la meta deseada para muchas instituciones, fueron entonces, rechazadas más por su procedencia que por su contenido. Esto llevará al inicio de una contienda política, debido a que el movimiento estudiantil estaría en contra de la ayuda extranjera, porque lo miraban como un claro intervencionismo yanqui; contienda que desencadenará el movimiento estudiantil de 1971, un hito histórico en la dinámica de los movimientos sociales en Colombia y así como lo considera Miguel Ángel Urrego, un hito que marcará la transformación y autonomía de los intelectuales de izquierda frente al Estado.68
En 1971, asumió la rectoría Luis Eduardo Mora Osejo, planteando un proyecto de reforma donde el alma mater de Nariño, se convierta en una “universidad científica, crítica y creadora”, con unos propósitos claros; la preservación y acrecimiento de la cultura; la investigación científica y tecnológica; el fomento de la creatividad; y lograr la interacción entre la universidad y la comunidad.69 Una propuesta ligada a potenciar el espíritu científico de los profesionales en Nariño.
Mora Osejo, abrió también, las puertas a muchos profesores que fueron expulsados de las universidades del país por ser profesores vinculados a la izquierda y al pensamiento marxista. Llegaron intelectuales que agitarán el movimiento estudiantil e imprimirán nuevas dinámicas a la vida universitaria. Entre ellos estaban Álvaro Mondragón, Víctor Álvarez, Ricardo Sánchez, Gustavo Álvarez Gardeazábal,70 entre otros, que agitarán el debate dentro de la institución a tal punto que a la universidad se le otorgó el calificativo de la Universidad Roja del país, por ser un refugio de muchos de los intelectuales de izquierda de talla nacional, y lógicamente esto influirá en el radicalismo que tomarán los intelectuales en esta época, sus formas de lucha y la manera en cómo convierten la academia y la política en una sola amalgama social.
Hacia 1980 en el gobierno de Turbay Ayala se emanó el decreto 80 de 1980, que buscó nuevamente centralizar las políticas de Educación Superior en estamentos como Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior (ICFES) y COLCIENCIAS (entidad encargada de la investigación científica en el país), aumentó el déficit presupuestal para las universidades públicas. Esto también influyó en que la Universidad de Nariño, no pudiera llevar a cabo las políticas de una universidad científica, crítica y creadora, postulados que se nutrieron en toda la década de 1970. Otro factor aparte del decreto 80, que no permitió la creación de la universidad que tanto se quería, fue la politización de la universidad. Para 1982 Milcíades Chaves expuso a la comunidad universitaria un documento llamado “Plan Quinquenal de Desarrollo de la Universidad de Nariño”, donde demuestra que para la década de los 80 los problemas planteados por Mora Osejo aún no han sido superados.71
4. Caracterización de los intelectuales de la Universidad de Nariño 1971-1979: Objetivos y acciones de lucha
Anteriormente se ha planteado que las dinámicas de los años sesenta, en el ámbito económico, político y cultural, reestructurarán las directrices que se tomarán para organizar el mundo universitario en los años setenta, bajo los presupuestos y lineamientos otorgados por el Banco Interamericano de Desarrollo, Fundaciones norteamericanas como la Ford, Kellog’s y Rockefeller, por el Informe Atcon, la Comisión Económica para América Latina CEPAL, que se materializarán en propuestas como el Plan Básico.72
Frente a este claro intervencionismo de Norteamérica en la estructura social de América Latina, se desataron reacciones inmediatas. En este sentido, la presente investigación analizará las transformaciones de los intelectuales que iniciaron su vida universitaria en los finales de los sesenta y comienzos de los setenta, personajes que fueron testigos del surgimiento del movimiento insurgente en el país, de los partidos de izquierda y del movimiento estudiantil de 1971 que se caracterizó primero, por su clara tendencia antiimperialista y segundo, por la participación masiva no solo de estudiantes sino de profesores de universidades públicas y privadas.73 Este es el sector que más nos interesa, por cuanto dinamiza la constitución del campo cultural y expresa mejor las nuevas concepciones sobre el intelectual y sus relaciones con el Estado.
Una de las premisas más importantes de la época, es la radicalización del intelectual, pues a partir de 1960, este se declara en contra del Estado y militante de la izquierda. Este movimiento se alimentó de experiencias como la Revolución Cubana, los Movimientos de liberación en África, la Guerra de Vietnam y el movimiento estudiantil de Francia de 1968. En la vida cotidiana, la música rock y la música protesta fue también un simbolismo de contestación hacia el orden imperante, la píldora anticonceptiva traerá nuevas percepciones sobre el sexo y la cotidianidad, el movimiento hippie expresará la liberación que tanto se quería.74 Era una época donde el escenario mundial aportaba acontecimientos políticos y culturales que trascendían fronteras e inscriben a la población en nuevas experiencias globales.75
Esta nueva intelectualidad, tiene como característica fundamental un compromiso pleno con el pueblo y con una causa política. Cerón lo expresaría como “una generación intelectual que, en el lado positivo, generó mucha disciplina en estudio y análisis, muchísima conciencia social y generó el amor por la participación política desde la izquierda… y un amor por las reivindicaciones de los sectores populares”.76 Esto se refleja en un modo de vida, pues la moral revolucionaria de la época traerá nuevas conductas y relaciones en aspectos de la vida familiar, comunitaria, entre otros. La política, o la conciencia de clase sería un eje transversal en la vida del intelectual.
Esa causa política, en términos educativos llevó a rechazar el Plan Básico desde la Universidad de Nariño, porque lo consideraban una clara intromisión extranjera
[…] a partir de 1971, a nivel del país y la región, se gestó el movimiento estudiantil más importante en pro de la financiación estatal adecuada para la universidad, por la participación democrática de profesores y estudiantes en la gestión universitaria y por la defensa de la cultura nacional como respuesta a la penetración cultural extranjera. Basta recordar los intentos de aplicación del Plan Básico para la Educación Superior, por parte de los Estados Unidos.77
A nivel nacional en contraposición al Plan Básico se propuso el Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos. El gran mérito del Programa Mínimo fue haber planteado, en primer lugar, la abolición de los consejos superiores universitarios, expresión de las relaciones neocoloniales y semifeudales predominantes en el país, y su reemplazo por organismos de poder democráticos compuestos mayoritariamente por profesores y estudiantes y elegidos por estos; exigía además, que se conformara una comisión compuesta principalmente por voceros de los estamentos universitarios para estudiar la ley orgánica de reforma de la educación superior. El segundo aspecto central del Programa defendía la asignación de un presupuesto suficiente para el pleno funcionamiento de la universidad y la congelación de matrículas.78
Una segunda característica, muy ligada a la primera, es que estos intelectuales conciben su especificidad en el servicio de una utopía política, y su acción se definía antiestatal. Aquí se demuestra lo que Antonio Gramsci planteó acerca del intelectual orgánico, en el más estricto sentido de la palabra, pues los personajes debían militar, casi por obligatoriedad, en un grupo político de izquierda.
En la Universidad de Nariño hicieron presencia, mayormente, los siguientes grupos políticos: el MOIR, su brazo juvenil que era la Juventud Patriótica JUPA, estaba el Partido Comunista, su brazo juvenil que era la Juventud Comunista JUCO, estaban los del Bloque Socialista, los del lineamiento troskista, los ML Marxistas-Leninistas, el Movimiento Estudiantil Revolucionario MER, Democracia Universitaria Nariñense DUN, el Poder de Base, entre otros.79 Muchos con tendencia marxistas, otros con tendencias troskistas, maoístas, marxistas-leninistas y marxistas-leninistas línea Mao Tse Tung.80
La tarea del intelectual en un primer momento era apropiarse de las lecturas bases, para después pasar hacer de la teoría la práctica. Pedro Verdugo afirma que las lecturas básicas eran las siguientes:
Federico Engels “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, de Engels y Marx “El manifiesto del partido comunista”, y paralelo con esos dos textos estaba la “Contribución a la Economía Política” de Marx, el “Capital” del mismo Autor. Los anteriores textos los adquiríamos de la Editorial el Progreso de Moscú, gratuitamente. También eran textos guías, las “Cinco Tesis Filosóficas de Mao Tse Tung”, el “Libro Rojo” que venía de Pekín junto a la revista Pekín Informa. Otro texto fundamental fue “Las Venas Abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano, además leíamos a Leo Huberman y su texto “Los bienes terrenales del Hombre”, y de alguna manera también leíamos los “Elementos para la Interpretación del Materialismo Histórico” de Marta Harnecker y la “Economía Política” de Nikitin.81
Estos textos por lo general son los más tratados en la época, aunque la lectura también dependía de las ideologías y dinámicas de cada grupo político. La lectura les permitía formarse como sujetos para apoyar los procesos de liberación nacional y toma del poder por parte del campesinado, la clase obrera y los sectores populares para alcanzar la utopía política de instaurar la dictadura del proletariado y entrar en el proceso de la transición al socialismo y al comunismo.
Si el objetivo principal de la lucha de la izquierda para la época era instaurar el socialismo, lo fundamental entonces, era luchar para transformar las estructuras sociales. En el campo educativo se exigía la autonomía universitaria, y para esta se pretendía una adecuada financiación por parte del Estado, y no de capitales externos. El argumento expuesto es que quien financia la investigación define qué se investiga y cuáles son los compromisos con la entidad externa.82
Por otra parte también, la militancia política hacía que los intelectuales tuvieran una relación muy estrecha con sectores populares y sindicales en el departamento de Nariño. Se evidencia que la conexión entre universidad y sociedad es muy intrínseca en el sentido de que los intelectuales trabajaban por las reivindicaciones de los sectores populares y no por intereses de capitales externos y/o estatales. Esta conexión se evidencia en las dinámicas de la militancia de los grupos políticos de izquierda y las dinámicas de las asambleas universitarias.
Para esa época en la Universidad de Nariño, empieza a gestarse una verdadera democracia participativa, toda determinación, por lo general, salía de la Asamblea General que era la máxima autoridad para implementar los pasos a seguir en la Universidad e inclusive de algunos partidos políticos. En la universidad se formó lo que se llama la triestamentaria. Este organismo era la conjugación de tres estamentos, el estudiantil, el docente y el de los trabajadores.83 Cuando había un problema de orden internacional, por ejemplo, el golpe de estado a Salvador Allende en Chile el 11 de septiembre de 1973, frente a este hecho los estamentos se reúnen cada uno por aparte para tomar una posición, posteriormente se reúne la Asamblea General y en esta se discuten la posición de cada uno de los tres estamentos y se toma postura. Esta postura trae sus consignas, “La protesta en contra de la invasión norteamericana a Chile”, siguientemente se sale a la calle a protestar.84 Esto también se reflejaba en el apoyo a las luchas de los sectores sociales, por ejemplo, en la Universidad se gestaba apoyo a la lucha por la electrificación:
En Pasto, la ciudadanía sin distingos de ninguna naturaleza y bajo la conducción de dirigentes universitarios, quienes acaban de fundar el Consejo Superior Estudiantil de la Universidad de Nariño, acordaron un Plan de Trabajo previo en los barrios de la ciudad, consistente en la entrega casa por casa de un comunicativo explicativo de la problemática del momento, fundamentalmente de la relacionada con la escasez de energía y un llamado a la unidad en la acción para obligar al gobierno a resolver sin dilaciones la dramática situación… se convocó una concentración en el parque Nariño, calculada en más de 25.000 personas, al cabo de la cual se ordenó una movilización por las calles de la ciudad.85
Frente a las dinámicas de las asambleas universitarias en aquellos años de fervor revolucionario, se llegó a un momento en que en algunas ocasiones una reunión se parecía mucho a la otra y en la mayoría de las veces no se llegaba a ningún consenso y estos debates a veces llegaban a las agresiones físicas. Esto se presentaba porque los grupos políticos, pensaban cada uno, que eran poseedores de la verdad,86 una característica negativa de la época. Juan Diego Mejía, describe en una novela muy peculiar, el panorama de las asambleas de la época:
Los grupos se acomodaban en las tribunas, como para ver fútbol. Los troskistas tienen compañeras muy bonitas pero serias y antipáticas, además tienen ojeras de tanto trasnochar leyendo marxismo. Los del Partido Comunista también se distinguen con facilidad. Sus mujeres son feas y tienen aspecto de obreras sufridas. A la hora de pelear son peligrosísimas porque tienen mucha fuerza y nada les da miedo. Las maoístas, en cambio, son menuditas y delicadas, se les nota el pasado reciente de comodidades y gustos burgueses. Por eso me interesan más, aunque a ellas solo les atrae los buenos oradores de vestimenta descuidada, pero con toques de su origen aristócrata.87
En el campo de la militancia de cada grupo, las dinámicas eran diferentes. Por ejemplo, había células de trabajo (grupos de estudio) en diferentes comunidades en Nariño, una de las tareas de la época era liderar una célula. Si se vivía en Pasto, la tarea era ir a su población de trabajo, Pedro Verdugo “dirigía un centro de estudios en Anganoy, con los campesinos; uno tenía que reunirse cada viernes con ellos, dictar conferencias [tirar línea], ir a vender periódicos, ver las necesidades que ellos tenían para vincularlas a nuestras políticas y hacer frente con ellas”.88
Si el militante del grupo era de algún pueblo de Nariño, debía ir a conformar la célula a su pueblo. Por ejemplo, el profesor Gerardo Guerrero, tenía que formar una célula de campesinos en el pueblo Cumbal (Nariño), de manera que tenía que viajar permanentemente para formarla, de manera tal, que de dicha célula emergieron líderes importantes a nivel nacional y local como Valentín Cuaical y otros que se convirtieron en dirigentes, primero en Cumbal y luego líderes indígenas nacionales.89
También había conexión directa con el magisterio y los sindicatos en Nariño. Muchos militantes pasaron a ser los presidentes de sindicatos. Por otra parte, estaban las tomas de tierras no solamente en el campo, sino también en la ciudad. El Marxistas-leninistas (ML) concebían que su fortín estaba en el campo, guiados por la Revolución China, estos militantes participaron en las tomas de tierras de municipios como Túquerres, su propósito era la defensa de la tierra y la lucha en contra de los terratenientes.
Los motivos de lucha fueron varios, en estos se materializa la conexión intrínseca de la Universidad de Nariño con los sectores populares. Entre los motivos más destacados de lucha, eran: la prestación adecuada de los servicios públicos, los militantes de los partidos se apropiaban de las reivindicaciones de los sectores populares.
En el departamento de Ciencias Sociales, por ejemplo, se organizaban prácticas para conocer la situación de los vendedores y vendedoras de la plaza del mercado que quedaba en lo que hoy en día es el Banco de la República. Se realizaban entrevistas, encuestas, trabajo de campo, etc. Cuando tenían problemas los sectores populares de la ciudad de Pasto, como problemas de energía, alcantarillado, de altas tarifas en los servicios públicos, de buses y cuestiones como el pago de impuestos de los vendedores de la plaza de mercado nosotros inmediatamente corríamos en solidaridad con ellos, porque prácticamente era requisito fundamental de un buen estudiante, de un buen militante ser solidario con los sectores populares.90
Y no solamente con los trabajadores de la plaza de mercado, hacían intervención en el sector comercial de Bomboná, donde militantes de izquierda lideraban las luchas por las bajas de impuestos.
A tal punto llegó la presencia del movimiento de izquierda con los sectores populares, que, por ejemplo, para fijar tarifas públicas, inclusive las del servicio de transporte, tenían en cuenta al Concejo Superior Estudiantil y al estudiantado. En aquel entonces se citaban al gremio de transportadores, a los representantes de la alcaldía y al consejo superior estudiantil, para negociar las tarifas de los buses, en beneficio de toda la comunidad. Eso de alguna u otra manera son alcances de grandes dimensiones que fueron fruto de esa época, del diálogo con las comunidades para poder comprometerlas con la lucha en pro de la defensa de la universidad pública y los derechos y reivindicaciones de los sectores populares.
Los militantes de izquierda de esta época, organizaban a las comunidades para que tomaran parte en la lucha social. Ellos les hacían apropiar de discursos beligerantes. Era un contexto donde la lucha universitaria transgredía sus límites y exteriorizaba su lucha con las luchas de la comunidad.
La anterior característica de la militancia política y de la adopción de una utopía política, lleva la configuración de una tercera característica. Las modalidades de lucha. La manifestación fue la forma de acción que privilegiaron estos actores, acción que permitió de alguna manera la difusión de los problemas sociales y que la población se enterara de ellos.91 Esta modalidad se presentó bajo los paros universitarios, asambleas permanentes o interrupciones intermitentes y sistemáticas de clases. Por otra parte, estuvieron los tropeles, “que corresponden a una especie de movilizaciones de la ira, expresiones de dolor o rabia ante las muertes de compañeros durante anteriores jornadas de protesta o contra el enjuiciamiento de profesores en consejos verbales de guerra”.92 En la Universidad de Nariño los tropeles se hacían en la sede del centro. Verdugo expresa la situación de la siguiente manera:
Cuando la situación se agravaba y se presentaban choques con la policía, venían las luchas con piedras, que duraban hasta tres o cuatro días, donde destejábamos a la universidad [sede centro], recibíamos apoyo del Liceo de Bachillerato y de sectores populares de la ciudad. Lo importante es que esas luchas no eran simples ideas que se les ocurrían a 10 o 15 encapuchados, sino que eran luchas surgidas de debates donde se postulaba la actitud a tomar y qué mecanismo de manifestación o protesta se debía hacer. Se puede afirmar que era una lucha organizada, una lucha de los estamentos universitarios y en específico del Concejo Superior Estudiantil.93
Además, se presentaban bloqueos de vías, tomas de tierra como la protagonizada por Pedro Verdugo en el barrio Figueroa de Pasto o como las protagonizadas por el ML con los sectores campesinos. Las barricadas y huelgas de hambre también hicieron parte de las formas de lucha. Era un contexto donde la calle era el escenario de la contienda política con el Estado.
Alternando las anteriores formas de lucha, estas décadas son fundamentales en la historia de la cultura, por la renovación simbólica que se produjo al interior de los intelectuales, en su definición como grupo y en la manera como interpretaban sus funciones. “Ello se manifestó en la construcción de vías alternas de comunicación y de contacto con sectores de la población, especialmente estudiantes y trabajadores, a los que en primera instancia se dirigió la producción simbólica alternativa”.94 En el panorama nacional, esto se tradujo al incremento de actividades editoriales y surgimiento de diversos tipos de revistas con un claro acercamiento a las corrientes de izquierda. En Colombia, las editoriales más destacadas, en este periodo, son: “La Carreta, La Pulga, Tigre de Papel y Oveja Negra. En el campo de la izquierda sobresalen varias revistas como Estudios Marxistas, Cuadernos Colombianos, Alternativa y Teorema”.95
En la Universidad de Nariño, la producción escrita no fue el ocupante primordial en sus métodos de lucha, así lo afirman los entrevistados de esta investigación. Aquí había lecturas de tendencia nacional como el periódico “Tribuna Roja” del MOIR, también hacía presencia la “Revista Revolución Socialista” del Bloque Socialista, estaba la “Revista Nueva Democracia” de la corriente ML (Marxista- Leninista), hacía parte también la revista “Voz Proletaria” del Partido Comunista entre otros.96 Sin embargo, en la Universidad se presentaron producciones propias. “En el caso particular de los profesores de Ciencias Sociales crearon la Revista Homo Sapiens, y participaron con sus escritos en revistas como Meridiano, Proyecciones, Correo del Sur, Revistas de investigaciones editadas estas en la Universidad de Nariño, o en libros y revistas editadas por la Academia Nariñense de Historia como el Manual de Historia de Pasto y la Revista Nariñense de Historia o Revistas regionales como Páginas Libres y Revista Obando”.97
Por otra parte, se creó el periódico el Fogonero, en el cual:
[…] se escribían cosas sobre la educación, sobre los movimientos sociales, sobre el comportamiento de los países internacionalmente, lo que pudiésemos escribir en procura de crear una conciencia política y democrática. En el magisterio sacamos un periódico llamado TRE (Trabajadores Revolucionarios de la Educación) que eran muy pocas hojas también.98
Las expresiones culturales, también son la materialización de la lucha política. Los militantes de grupos políticos acogían a la cultura como concepto no solamente de una clase social sino como la democratización de la simbología. Goyes manifiesta su experiencia de la siguiente manera: “nosotros teníamos un grupo de teatro revolucionario, donde manifestábamos problemas sociales e íbamos por todo el departamento, los sábados y domingos, llevando nuestra obra de teatro que era una forma de hacer actividad política”.99
Una tercera característica de los intelectuales de la época es su conciencia universal o también llamada su universalidad. Esto se presencia en al apoyo y seguimiento de acontecimientos internacionales como la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam y los movimientos de liberación en África. Se pensaba que la universidad debía contribuir a la transformación, no solamente de Colombia, sino del mundo. Desde la Universidad de Nariño se apoyaba al Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), al Frente de Angola, al pueblo de Nicaragua con los sandinistas, y se hacían manifestaciones para apoyar la lucha de estos frentes, donde se luchaba en contra del imperialismo y a favor de la construcción de una nueva sociedad.100 Es sorprendente ver que el Consejo Superior de la Universidad de Nariño se solidarizaba con las luchas de Vietnam y Camboya, eso materializaba las luchas que se estaban dando no solo aquí sino en toda Colombia y en el mundo.101
Paralelamente estaban las luchas contra la intromisión “yanqui” en América Latina a través de las dictaduras militares, operación que se conoció como Operación Cóndor. Cuando había un problema de orden internacional, por ejemplo, el golpe de estado a Salvador Allende en Chile el 11 de septiembre de 1973, frente a este hecho los estamentos se reúnen cada uno por aparte para tomar una posición, posteriormente se reúne la Asamblea General y en esta se discute la posición de cada uno de los tres estamentos y se toma postura. Esta postura trae sus consignas, “La protesta en contra de la invasión norteamericana a Chile”, siguientemente se sale a la calle a protestar.102
Esta característica de la universalidad del intelectual traerá después de 1989 consecuencias para su transformación. Pues con la caída del Muro de Berlín, el derrumbamiento del socialismo en la URSS, le hará perder referentes internacionales y lógicamente esto incidirá en las transformaciones de la intelectualidad de los años setenta y ochenta.
Una cuarta característica de la intelectualidad fue la disciplina y el dogmatismo. Frente a la disciplina esta se materializaba en las dinámicas de la militancia de izquierda. Los intelectuales reconocen que este valor fue algo que formó eje transversal en su vida.103 Dentro del grupo, los militantes tenían que asistir a reuniones con sus células de trabajo cada ocho días, además debían tener buenas calificaciones, ser líderes y representantes en ámbitos educativos, debían responder a las lecturas que se dejaban al interior del grupo. Si se tenía que sacrificar espacios familiares por hacer militancia, el integrante debía hacer esos sacrificios. “Se llegó al extremo de priorizar la revolución sobre todas las cosas, porque creíamos que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, porque Cuba hizo la revolución, cuando llegan las noticias de que en Angola se tomaron el poder, y decíamos “la revolución es ya”, y nos decían, hay que dormir con las botas puestas porque nos preparaban para iniciar un proceso revolucionario”.104
Era un contexto donde la militancia se volvía una forma de vida. Pero al mismo tiempo, el dogmatismo se volvió un fenómeno sui generis de la época; cada grupo político contaba con la verdad. Esta militancia era absolutamente dogmática, no había diálogo, desde una perspectiva cerrada se defendía a ultranza lo que los dogmas le enseñaban, de antemano en las discusiones, iba preparado para no aceptar, al contrario, eran discusiones que a veces no llegaban a nada.105
Finalmente, la quinta característica del intelectual fue su rechazo absoluto al desempeño de funciones burocráticas, por considerarlo indigno, y más exactamente una concesión política.106 “Cuando uno hace parte del poder entra en lo que Maquiavelo dice “que de alguna manera hacen parte de la política, comprometen su ética y su dignidad”.107
El campo intelectual contestatario continuó su proceso de configuración durante la década de los ochenta, época en la cual se vieron impactados por acontecimientos como la caída del Muro de Berlín, el derrumbamiento de la URSS, posicionamientos de nuevas corrientes como el posmodernismo, configuraciones económicas como el neoliberalismo, declaraciones del Fin de la Historia como las de Fukuyama, entre otras coyunturas internacionales que incidieron en la transformación de la práctica política del intelectual.
Para el caso colombiano, la década de los ochenta representó una transformación de las dinámicas políticas del intelectual a partir de procesos como el auge y fortalecimiento del paramilitarismo (una organización de ultraderecha), masacres como las del partido político Unión Patriótica y el Estatuto de Seguridad Nacional del gobierno de Turbay Ayala, que conllevaron a cambios sustanciales en la capacidad de agencia del intelectual contestatario.
5. Conclusiones
El campo intelectual de las décadas del sesenta y setenta, se vio influenciado por acontecimientos internacionales como la Revolución Cubana, la Revolución China, el movimiento del mayo del 68, los movimientos de liberación nacional en África, entre otros, lo cual le permitió a la nueva intelectualidad, apropiarse de un discurso beligerante, contestatario y crítico frente a los problemas de la región, la nación y el mundo. Paralelamente este intelectual se declara militante de izquierda y adopta una utopía política de instauración de un socialismo mundial, a su vez, también adopta una postura antiestatal, pues consideraba que los procesos de cooperación con el Estado corrompía su ética revolucionaria.
En concordancia con Álvaro Acevedo, el discurso contestatario que enmarcaría la actividad intelectual de la época llegaría primero a los claustros universitarios, espacios que posibilitaron su análisis y estudio del acontecer social y de las dinámicas de opresión que debían ser transformadas por esta nueva generación de intelectuales. Para estos, las vías de hecho, materializadas en protestas, barricadas, movilizaciones y arengas en contra de regímenes totalitarios evidenciaban que los intelectuales de la Universidad de Nariño no estaban al margen del acontecer colombiano, latinoamericano y mundial.
Por otra parte, el panorama nacional también contribuye a la nueva configuración del campo intelectual presente en las décadas de 1960 y 1970. Colombia vivió el proceso de transformación de un país rural a un país urbano, sus dinámicas se transformaron, pues se pasa de privilegiar el trabajo agrícola, a privilegiar el trabajo industrial típico de las sociedades urbanas. Esto permite que se vaya generando el fortalecimiento de capas sociales medias en las ciudades, que exigirán certificaciones de educación, en especial de educación superior, para escalonar en los niveles de clase sociales; esto conduce a un crecimiento exponencial de las matrículas universitarias y el ingreso de sectores populares a la institucionalidad universitaria. Como consecuencia de ello se fortalece el movimiento estudiantil, en especial el de la universidad pública colombiana, y los movimientos sociales de las décadas ya mencionadas, los cuales toman una fuerza de masas nunca vista en la historia de Colombia.
Aunado a lo anterior, las reivindicaciones sociales regionales, fueron un gran fortín de acción políticas por parte de los intelectuales de la Universidad de Nariño, quienes participaron en toma de tierras, en la formación de células urbanas, las constantes solicitudes por la mejora del servicio público de transporte y la lucha por la electrificación del departamento de Nariño.
Por lo anterior el intelectual de la Universidad de Nariño del periodo de estudio, tuvo las siguientes características, primero, se observa la radicalización de estos personajes, toda vez que no aceptaban nada proveniente ni del imperialismo ni del estado, además de declararse militante de izquierda y estar adscritos a un grupo revolucionario; la segunda característica se relaciona con la adopción de una utopía política, consistente en la instauración del socialismo a nivel global; la tercera, señala que estos individuos recogieron todas las formas de lucha, desde publicaciones escritas, pasando por manifestaciones y bloqueos de vías, hasta la confrontación armada; la cuarta característica es la universalidad del intelectual, pues los problemas que acaecían en el mundo los tomaban como propios; y por último, se alude que era una generación intelectual disciplinada en sus lecturas y su lucha lo que en cierta medida los llevó al dogmatismo y a negar en ciertos casos, nuevos discursos epistemológicos.
Fuentes de archivo
Archivo Central de la Universidad de Nariño, Fondo Oficina de Planeación.
Entrevistas
Cerón, Benhur, entrevista realizada por Juan Pablo Rosero, Pasto, 10 de abril de 2016.
Goyes Moreno, Isabel, entrevista realizada por Juan Pablo Rosero, Pasto, 20 de abril de 2016.
Guerrero, Gerardo, entrevista realizada por Juan Pablo Rosero, Pasto, 28 de mayo de 2016.
Sabogal, Julián, entrevista realizada por Juan Pablo Rosero, Pasto, 13 de marzo de 2016.
Verdugo, Pedro, entrevista realizada por Juan Pablo Rosero, Pasto, 29 de abril de 2016.
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Álvaro Acevedo y Andrés Correa, “Un siglo del Manifesto Liminar: acción política y rebeldía en Defensa de la Universidad colombiana”, Revista de Historia de la Educación Latinoamericana, 20., 30 (2018): 53-66.
Arteaga, Isabel. “El programa mínimo de los estudiantes colombianos. Movimiento estudiantil universitario de 1971 por la universidad. Todo Un país”. Revista de Historia de la Educación Colombiana. 10 (2007): 34-56.
García, Carlos Arturo. “El movimiento estudiantil en Colombia década del sesenta”. Revista argumentos. 14-15-16-17 (1986): 25-38.
Wallerstein, Immanuel. “¿Qué significa hoy ser un movimiento anti- sistémico?”, Observatorio Social de América Latina., 9 (2003) :179-185.
Tesis
Ingrid Chávez, “Incidencia del marxismo en la construcción de un discurso histórico- político en el programa de ciencias sociales de la Universidad de Nariño durante la década de 1970”. Tesis inédita de Licenciatura en Educación Básica con Énfasis en Ciencias Sociales, Universidad de Nariño, 2010.
Del Castillo, María Camila y Fajardo, Lorena. “Una mirada hacia los movimientos estudiantiles presentes en la Universidad de Nariño en los primeros años de la década de 1970”. Tesis inédita de Licenciatura en Filosofía, Universidad de Nariño, 2009.
López, Alex. “Las luchas universitarias en el ocaso del movimiento estudiantil de la Universidad de Nariño 1974-1980”. Tesis inédita de Sociología, Universidad de Nariño, 2005.
Publicaciones en internet
http://notasobreras.net (2011)
Notas
*
El presente artículo es resultado de la investigación “Transformaciones de las prácticas políticas de los intelectuales de la Universidad de Nariño 1989-2002”.
1
Álvaro Acevedo, 1968 Historia de un acontecimiento. Utopía y revolución en la universidad colombiana (Bucaramanga: ediciones UIS, 2017) 121.
2
Miguel Urrego, Intelectuales, Estado y Nación en Colombia: De la guerra de los Mil Días a la Constitución Política de 1991 (Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 2002) 145. 3 Véase Erick Hobsbawm,
Historia del Siglo XX
, (Buenos Aires: Grijalbo, 1998) y del mismo autor,
Gente poco Corriente: resistencia, rebelión y jazz
(Barcelona: Crítica, 1999).
4
Antonio Gramsci, La formación de los intelectuales (México: Editorial Grijalbo, 1967) 25.
5
Edward Said, Representaciones del intelectual (Barcelona: Paidós, 1996) 29-30.
6
Álvaro Acevedo Tarazona, “El movimiento estudiantil entre dos épocas. Cultura política, roles y consumo. Años sesenta”, Revista historia de la educación colombiana, 6-7 (2004).
7
Álvaro Acevedo, 1968 Historia de un acontecimiento. Utopía y revolución en la universidad colombiana.
8
Álvaro Acevedo, “1968 en la producción literaria en Colombia. Individuo, violencia y sociedad”, Revista Historia y Memoria, 14., (2017).
9
Álvaro Acevedo y Gabriel Samacá, “El movimiento estudiantil como objeto de estudio en la historiografía colombiana y continental: notas para un balance y una agenda de investigación”, Revista Historia y Memoria, 3., (2011).
10
Álvaro Acevedo y Gabriel Samacá, “Juventudes universitarias de izquierda en Colombia en 1971: un acercamiento a sus discursos ideológicos”, Historia Caribe, 8., 22 (2013).
11
Álvaro Acevedo y Andrés Correa, “Un siglo del Manifiesto Liminar: acción política y rebeldía en Defensa de la Universidad colombiana”, Revista de Historia de la Educación Latinoamericana, 20., 30 (2018).
12
Carlos Arturo García, “El movimiento estudiantil en Colombia década del sesenta”, Revista argumentos, 14-15-16-17 (1986).
13
Mauricio Archila y otros, 25 años de luchas sociales en Colombia. 1975-2000 (Bogotá: Ántropos, 2002).
14
Yvon Le Bot, Educación e ideología en Colombia (Bogotá: La carreta, 1985).
15
Leopoldo Múnera Ruíz, Rupturas y continuidades. Poder y movimiento popular en Colombia 1968-1988 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1998).
16
Ricardo Lucio y María Serrano, La educación superior. Tendencias y políticas estatales (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1992).
17
Miguel Urrego.
18
Alex López, “Las luchas universitarias en el ocaso del movimiento estudiantil de la Universidad de Nariño 1974-1980” (Tesis, Sociología, Universidad de Nariño, 2005).
19
María Camila del Castillo y Lorena Fajardo, “Una mirada hacia los movimientos estudiantiles presentes en la Universidad de Nariño en los primeros años de la década de 1970” (Tesis, Licenciatura en Filosofía, Universidad de Nariño, 2009).
20
Ingrid Chávez, “Incidencia del marxismo en la construcción de un discurso histórico-político en el programa de ciencias sociales de la Universidad de Nariño durante la década de 1970” (Tesis, Licenciatura en Educación Básica con Énfasis en Ciencias Sociales, 2010).
21
Isabel Goyes, Reforma Universitaria y Contienda Política una experiencia de cambio, Universidad de Nariño años 70 (Pasto: Editorial Universitaria UNED, 2004) 29-30.
22
Isabel Goyes, “Las luchas cívicas y el movimiento estudiantil Pasto 1965-1975”, Manual Historia de Pasto Tomo XVIII, Academia Nariñense de Historia (Pasto: Alcaldía de Pasto, 2012).
23
Isabel Goyes y Alberto Alzate, El desarrollo del sindicalismo en Nariño (Pasto: Universidad de Nariño, 1988).
24
María Elena Erazo. Representaciones de nación desde la región: una generación docente-dos campos de poder. (Pasto: Editorial Universidad de Nariño, 2015). 25 Véase
Georges Duby, Historia Social o ideología de las sociedades (Barcelona: Editorial Anagrama, 1976) y Jacques Le Goff, Pensar la Historia (Barcelona: Editorial Altaya, 1995).
26
Miguel Urrego 145.
27
Miguel Urrego 146.
28
Miguel Urrego 146. 29 Véase
Álvaro Acevedo Tarazona, 1968 Historia de un acontecimiento. Utopía y revolución en la universidad colombiana. y Miguel Urrego.
30
Humberto Quiceno, Los intelectuales y el saber. Michel Foucault y el pensamiento francés contemporáneo (Cali: Centro Editorial Universidad del Valle, 1993) 109.
31
Miguel Urrego 29 y 147
32
Movimiento Obrero Independiente Revolucionario
MOIR Unidad y Combate (Bogotá: Tribuna Roja. 1976) 23-24.
33
Ricardo Lucio y María Serrano 101.
34
Hans Rother, El proceso de urbanización en Colombia. (s.l, s.f) 195.
35
Hans Rother 102.
36
José Brunner, Universidad y sociedad en América Latina (México: Universidad Veracruzana, 2007) 7.
37
Carlos Altamirano, Intelectuales. Notas de investigación sobre una tribu inquieta (Argentina: Siglo XXI Editores, 2013) 135.
38
Juan Chalapud, Educación, Reproducción, Resistencia, Transformación (Pasto: Graficolor, 2000) 131.
39
En este informe se pude detallar la presión del discurso del desarrollo sobre el sistema educativo y la configuración que quiere la CEPAL sobre las estructuras sociales en América Latina, especialmente desde la educación.
40
Comisión Económica para América Latina CEPAL, Educación, Recursos humanos y Desarrollo en América Latina (Nueva York: Naciones Unidas 1967) 16.
41
Octavio Ianni, Imperialismo y cultura de la violencia en América Latina (México: Siglo XXI Editores, 1970) 71-72.
42
Aline Helg, “La educación en Colombia”, Enciclopedia Nueva Historia de Colombia, t. IV, ed. Educación, Ciencias, Mujer y Vida Cotidiana. Álvaro Tirado Mejía (Bogotá: Planeta, 1989) 138.
43
Ricardo Lucio y María Serrano 111.
44
Ricardo Lucio y María Serrano 115.
45
Miguel Urrego 152.
46
José Brunner 11.
47
Álvaro Acevedo, 1968 Historia de un acontecimiento. Utopía y revolución en la universidad colombiana.
48
Proyecto Desarrollo y Educación en América Latina y el Caribe (PDEALC), Desarrollo y educación en América Latina (México: sin editorial, 1981) 92.
49
Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior (ICFES), Historia estadística de la educación superior colombiana 1960-1977 (Bogotá: ICFES Sección de procesos editoriales, 1979) 107.
50
Paulo Freire, Los profesores como intelectuales, hacia una pedagogía crítica del aprendizaje (España: Centro de publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, 1990) 31.
51
Leopoldo Múnera Ruíz 158.
52
José Fernando Ocampo, “Un proyecto de izquierda 1957-2006”, Historia de las ideas políticas en Colombia, José Fernando Ocampo (Bogotá: Tauros, 2008) 259. 53 Véase Leopoldo Múnera 1998 y José Fernando Ocampo, 2008.
54
Álvaro Acevedo Tarazona, “El movimiento estudiantil entre dos épocas. Cultura política, roles y consumo. Años sesenta”.
55
Álvaro Acevedo y Gabriel Samacá, “El movimiento estudiantil como objeto de estudio en la historiografía colombiana y continental: notas para un balance y una agenda de investigación”.
56
Miguel Urrego 158.
57
Miguel Urrego 160. 58 Véase
Immanuel Wallerstein. “¿Qué significa hoy ser un movimiento anti-sistémico?”, Observatorio Social de América Latina., 9 (2003).
59
Rudolph Atcon, La Universidad latinoamericana, clave para un enfoque conjunto del desarrollo coordinado social, económico y educativo en la América Latina (Bogotá: Edición H.A, 2009) 5.
60
María Elena Erazo, Representaciones de nación desde la región: una generación docente-dos campos de poder (Pasto: Editorial Universidad de Nariño, 2015) 77.
61
María Elena Erazo 78.
62
Luís Eduardo Mora Osejo, “Bases para un plan de desarrollo universitario. Solicitud de crédito al FONADE”, Pasto, 1938. Archivo Central de la Universidad de Nariño, Oficina de Planeación, caja 554, documento uno, f 8 al 19.
63
María Elena Erazo 80.
64
María Elena Erazo 82.
65
María Elena Erazo 83. 66 Véase José Joaquín Brunner, Universidad y sociedad en América Latina.
67
Isabel Goyes, Reforma Universitaria y Contienda Política una experiencia de cambio, Universidad de Nariño años 70 29-30.
68
Miguel Urrego. 155.
69
Isabel Goyes 67-68.
70
Entrevista de Juan Pablo Rosero a Pedro Verdugo, Pasto, 29 de abril de 2016.
71
María Elena Erazo 95.
72
Carlos García 187.
73
Isabel Arteaga, “El programa mínimo de los estudiantes colombianos. Movimiento estudiantil universitario de 1971 por la universidad. Todo Un país”, Revista de Historia de la Educación Colombiana., 10 (2007) 39.
74
Entrevista de Juan Pablo Rosero a Benhur Cerón, Pasto, 10 de abril de 2016.
75
Álvaro Acevedo 163.
77
María Elena Erazo 94.
78
Francisco Cabrera, “El Movimiento Estudiantil de 1971, lecciones que deben ser repasadas” 18 de febrero de 2011. http://notasobreras.net/index.php/nacional/historia-de-colombia/491-el-movimiento-estudiantil-de-1971-lecciones-que-deben-ser-repasadas (10/05/2015).
79
Isabel Goyes 53-56.
80
María Camila del Castillo y Lorena Fajardo, “Una mirada hacia los movimientos estudiantiles presentes en la Universidad de Nariño en los primeros años de la década de 1970” 38.
82
Entrevista de Juan Pablo Rosero a Gerardo Guerrero, Pasto, 28 de mayo de 2016.
83
Ingrid Chávez, “Incidencia del marxismo en la construcción de un discurso histórico-político en el programa de ciencias sociales de la Universidad de Nariño durante la década de 1970”
85
Isabel Goyes y Alberto Alzate, El desarrollo del sindicalismo en Nariño 242.
86
Entrevista de Juan Pablo Rosero a Julián Sabogal, Pasto, 13 de marzo de 2016.
87
Juan Diego Mejía, El dedo índice de Mao (Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2003) 89.
91
Mauricio Archila y otros 169.
92
Mauricio Archila y otros 169.
94
Miguel Urrego 169.
95
Miguel Urrego 169.
96
Alex López, “Las luchas universitarias en el ocaso del movimiento estudiantil de la Universidad de Nariño 1974-1980” 189-190.
97
María Elena Erazo 281.
99
Entrevista de Juan Pablo Rosero a Isabel Goyes Moreno, Pasto, 20 de abril de 2016.
100
Entrevista a Verdugo.
101
Entrevista a Goyes Moreno.
102
Entrevista a Sabogal.
103
Entrevista a Cerón.
104
Entrevista a Cerón.
105
Entrevista a Cerón.
106
Miguel Urrego 162.
107
Entrevista a Verdugo.
Notas de autor
Magister en Sociología por FLACSO- Ecuador. Profesor de tiempo completo de la Universidad Mariana. Código ORCID: 0000-0001-6631-1969. Correo electrónico: daquintero@unimariana.edu.co
Información adicional
Referencia bibliográfica para citar este artículo: Quintero Timaná, Diego Andrés y Rosero Gomajoa, Juan Pablo. “La configuración del campo intelectual contestatario: Universidad de Nariño (1960 – 1970)”. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras 25.2 (2020): 187-217.