Fontana, Josep. El siglo de la Revolución: una historia del mundo desde 1914. Barcelona: Crítica Editorial, 2017. 802 páginas.
Jhon Florián Guzmán
Fontana, Josep. El siglo de la Revolución: una historia del mundo desde 1914. Barcelona: Crítica Editorial, 2017. 802 páginas.
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, vol. 25, núm. 2, 2020
Universidad Industrial de Santander
En el campo de los estudios sociales, y particularmente en la historia, los investigadores más sobresalientes alcanzan sus más elaboradas producciones con su madurez al cabo de cientos de lecturas y reflexiones. Este es el caso de Josep Fontana, historiador catalán que falleció un año después de la publicación del monumental cuadro histórico que planteó en El siglo de la revolución: una historia del mundo desde 1914.
Luego de su jubilación en el 2001 como profesor de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, publicó nueve de sus dieciocho libros. Participó como profesor invitado en México, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Chile y Argentina. Y como si fuera poco, continuó su labor en la Editorial Crítica de la mano de su amigo Gonzalo Pontón, con quien emprendió la necesaria tarea de acercar al público hispanohablante a intelectuales de la talla de Eric Hobsbawm, E.P. Thompson, Pierre Vilar y David S. Landes.1
Sin lugar a dudas, para este historiador la jubilación no significó el retiro, ni su edad una excusa para reinventarse. Luego de ser considerado como uno de los mayores expertos en la ruptura del antiguo régimen y las transformaciones del siglo XIX español, en sus últimos años se volcó con gran dedicación a una reflexión sobre la globalidad del siglo XX, con lo que continuó la tradición de dos de sus tres grandes maestros, Jaume Vincens Vives y Ferrán Soldevilla, quienes cambiaron de siglo, se plantaron en la actualidad e integraron al quehacer como historiadores las preocupaciones de su época.2
El siglo de la revolución es el resultado de un recorrido intelectual en tres tiempos. El primer momento fue de revisión y crítica de la historiografía contemporánea. En su libro Historia de los hombres (2000), Fontana tomó nota del llamado de atención a la historiografía contemporánea hecha por el posmodernismo y la subalternidad. Fue así como planteó que la “nueva historia total” debería ocuparse en una “globalidad” de la diversidad de espacios, culturas y grupos sociales.3 Concepción que perfilaría sus posteriores trabajos sobre el siglo XX. El segundo momento correspondió a la realización de un ejercicio de comprensión de los sucesos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, pasando por el origen del estado de bienestar hasta el triunfo del neoliberalismo. En su libro por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945 (2011), Fontana llevó a cabo un erudito y bien documentado estudio sobre el capitalismo realmente existente. Su propósito era responder cómo y por qué llegamos hasta aquí. ¿Cómo fue que se olvidaron las promesas de equidad y cohesión social que se hicieron al finalizar la Segunda Guerra Mundial?4
El siglo de la Revolución: una historia del mundo desde 1914 es un tercer momento en el trabajo de Fontana correspondiente al perfeccionamiento de sus tesis, cuyo principal hilo es de orden político. Sin hundirse en los acontecimientos microsociales, como lo sugiere parte de la historiografía contemporánea, el autor exalta la riqueza de los fenómenos más relevantes en lo que podría ser “un largo siglo XX” que empezó con la Primera Guerra Mundial en 1914 y que todavía sigue abierto en el 2017 con un apogeo de la desigualdad y un capitalismo a la deriva.
La enciclopédica narración de los eventos es expuesta por Fontana a través de un creativo “juego de lentes” con los cuales mantiene el interés del lector. Acercándose para reconocer detalles en eventos de orden universal, alejándose para buscar generalidades cuando se trataba de eventos mucho más locales.
Durante los primeros años del siglo XX la política norteamericana de la doctrina Monroe signó gran parte de las relaciones con América Latina. De acuerdo a Fontana, desde 1904, Theodore Roosevelt complementó con un corolario la inminencia de una intervención en la región. Cualquier injerencia de una potencia europea que afectara los intereses de los ciudadanos estadounidenses daría carta blanca a la acción del imperialismo estadounidense. Con este comentario el autor dejó de lado valiosa información. Al igual que en cualquier otra síntesis, Fontana pasó sin mayor mención por rasgos específicos del colonialismo estadounidense, entre los cuales se destaca la intervención selectiva de los Estados Unidos: por un lado, atacando a sus enemigos; por el otro, tolerando intervenciones en la región por parte de sus aliados.
Sin embargo, su acercamiento al siglo XX no responde al vuelo de alta distancia de las aves que planean para llegar a sus lejanos destinos. Su vista puesta sobre todo un siglo tiene acercamientos y distanciamientos estratégicos. Por ejemplo, en el mismo periodo de intervenciones bajo el gobierno de Roosevelt y Howard, el autor reconoce que a pesar del constante asalto de tropas norteamericanas en suelo mexicano, la Revolución, que empezó en 1910, configuró un escenario relativamente excepcional de las relaciones con los Estados Unidos. Las circunstancias creadas por las Guerras Mundiales y la Gran Depresión, crearon una ventana de oportunidad para los diferentes ensayos de la Revolución Mexicana, entre ellos la promesa agraria del artículo 27 de la constitución de 1917, considerada por Fontana como “la más avanzada de su tiempo”.
Más allá de este juego de enfoques de Fontana, uno de los elementos centrales de su “nueva historia total” o “historia global” es el papel de la Revolución Rusa como articulador del siglo XX. No tanto por la amenaza real del Estado soviético, sino por el miedo que infundía la idea del alzamiento de los trabajadores. Este era un enemigo indefinido y universal, salido del desasosiego de los empresarios y políticos que les hacía ver comunismo detrás de cualquier huelga o protesta colectiva.
La Revolución de 1917 no dio inicio al movimiento socialista o comunista, pero si lo reinventó. En ese momento el partido socialdemócrata alemán era el partido obrero más importante de Europa. Tenía el mayor número de miembros en el parlamento y casi un millón de afiliados. Su principal meta era conquistar pequeñas reformas hasta democratizar el estado sin alterar la paz social. No obstante, parte de los partidos y grupos como este en toda Europa se vieron sumamente conmovidos cuando en la Rusia de 1917 los trabajadores y los soldados, más allá de estas tímidas reformas propuestas por la socialdemocracia alemana, tomaron las riendas de todo un país. Estos sucesos fueron dinamita para los movimientos de trabajadores. Ante sus ojos el nuevo régimen cesó la participación en guerras internacionales, repartió tierras al campesino, otorgó derechos de control sobre empresas y empoderó los consejos de obreros elegidos desde abajo.
La reacción a la Revolución Rusa no se hizo esperar. El fascismo irrumpió con el claro objetivo de disolver violentamente los partidos y sindicatos izquierdistas. En Estados Unidos, el New Deal fue parte de las medidas de respuesta y contención a las grandes huelgas y conmociones sociales. Aunque la reforma no fue la norma en EE.UU, el temor al giro a la izquierda suscito la fundación en 1938 del Comité de actividades anti-americanas, con las que se inició una persecución del comunismo conocida como macartismo. Luego de la Segunda Guerra Mundial, la guerra fría tuvo el propósito de confeccionar una solidaridad en la que el nuevo gigante de Norteamérica ofrecía protección contra el enemigo revolucionario.
El miedo a la Revolución coincide con el periodo de mayor crecimiento y menor desigualdad del siglo XX. Empero, a finales de los setenta, cuando la amenaza revolucionaria fue contenida, se inauguró un subperiodo de contrarrevolución conservadora de gran vigencia en la actualidad conocido por las reformas estructurales, el ataque a las conquistas laborales y la promesa de acabar con la pobreza a partir de las oportunidades de un mercado sin restricciones.
Jordi Alba en el 2014 afirmó que la obra de Fontana “es extremadamente ambiciosa, excepcionalmente exitosa y notablemente comprometida”. Solo es posible lograr una obra de gran erudición y valiente síntesis, si se han acumulado con gran maestría años de trabajo y dedicación. Pero lo que diferencia una gran obra como la de Pierre Villar —el tercer maestro de Fontana— de los juveniles aportes que se hacen en las ciencias naturales es mucho más que la experiencia. La edad es importante, un historiador aporta en la medida de su erudición. Sin embargo, el singular aporte de escritores de la talla de Jaume Vincens Vives, Ferran Soldevilla, Pierre Villar y Josep Fontana radica, justamente, en la convicción de poder cambiar el mundo como historiador. Al fin de cuentas, como lo indica Marc Bloch, el mundo está compuesto por múltiples conciencias individuales que se influyen incesantemente entre sí. Y en este punto, más que intelectual, Fontana siempre se reconoció como un ciudadano capaz de proponer nuevas visiones sobre el pasado, y desde este humilde punto de partida, tratar de crear nuevas formas de actuar y vivir el presente. No tanto porque se pueda, sino porque más que nunca hoy se necesita.
Notas
1
Julián Casanova, “In memorian. Josep Fontana, la huella de un investigador,” El País. 28 agosto, 2018, 13 de noviembre, 2018. https://bit.ly/2DCNliF
2
Carles Geli, “Muere a los 86 años el historiador Josep Fontana,” El País, 28 agosto, 2018, 13 de noviembre, 2018. https://bit.ly/2DjbYjI
3
Josep Fontana, La historia de los hombres: el siglo XX. (Barcelona: Crítica Editorial, 2013) 190-191.
4
Josep Fontana, Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945 (Barcelona: Editorial Pasado y Presente, 2011) 15.
Notas de autor
Economista de la Universidad Nacional de Colombia y estudiante del doctorado en historia de El Colegio de Michocán en México. Código ORCID: 0000-0001-9815-0397. Correo electrónico: jhfloriang@colmich.edu.mx.