Marchesi, Aldo. Latin America´s Radical Left: Rebellion and Cold War in the Global 1960s. New York: Cambridge University Press, 2018. 272 páginas.

Margarita María Martínez Osorio

Marchesi, Aldo. Latin America´s Radical Left: Rebellion and Cold War in the Global 1960s. New York: Cambridge University Press, 2018. 272 páginas.

Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, vol. 25, núm. 2, 2020

Universidad Industrial de Santander

Margarita María Martínez Osorio

Universidad de Indiana, Estados Unidos


Ganador en 2020 del concurso a mejor libro en la sección de “Memoria e Historia Reciente” de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), el libro Latin America’s Radical Left. Rebellion and Cold War in the Global 1960s del historiador uruguayo Aldo Marchesi estudia el proceso de radicalización de la izquierda latinoamericana durante las décadas de los 60 y 70. A través de un riguroso trabajo de archivo e historia oral, Marchesi examina la manera en que la violencia política emergió como la posibilidad privilegiada por distintos sectores de la izquierda latinoamericana para consolidar un proyecto revolucionario continental. Latin America’s Radical Left es una invitación a pensar históricamente el modo en que la Guerra Fría, la violencia política y las ideas de revolución han contribuido a forjar las categorías y los sentidos de la política latinoamericana actual.

Marchesi sigue las trayectorias de una red de activistas de izquierda provenientes de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y Bolivia, que “[…] a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta reivindicaron la violencia política organizada y la estrategia transnacional como las únicas vías para alcanzar el cambio social en sus países”.1 De acuerdo con Marchesi, esta generación de jóvenes militantes se opuso a las prácticas y dogmas de la “antigua izquierda” y apoyó la violencia armada como la herramienta principal para lograr un cambio radical. En particular, la “nueva izquierda”, aunque compartía el espíritu anti-imperialista de la izquierda de antaño, se distanció del socialismo soviético por considerarlo eurocéntrico y apartado de las ideas de revolución que se estaban gestando en el contexto latinoamericano. Así, como lo señala Marchesi, entre los años 60 y 70, los militantes de la nueva izquierda se dieron a la tarea de definir y diseminar el proyecto de una revolución que trasgredía las fronteras nacionales, que promovía una “concepción compartida de latinoamericanismo” y que además posicionaba la violencia política como el elemento cohesionador de su proyecto revolucionario.

Para Marchesi, entender la configuración de la nueva izquierda latinoamericana requiere necesariamente de un enfoque multiescalar (multiple-scale approach) que permita capturar la manera como los itinerarios de los activistas estaban constantemente atravesados por la intersección entre luchas y espacios locales, regionales y transnacionales. Por una parte, la izquierda radical latinoamericana surgió en el contexto de la Guerra Fría y su estrategia contrarrevolucionaria. En este escenario, para los militantes de la nueva izquierda, así como el proyecto contrarrevolucionario se sustentó sobre una estrategia transnacional de represión, la revolución latinoamericana encaminada a enfrentar la violencia de la Guerra Fría debía ser igualmente transnacional. La experiencia compartida del autoritarismo se convirtió, entonces, en una motivación importante para justificar la necesidad de una estrategia revolucionaria continental que respondiera de manera contundente a la violencia ejercida “desde arriba”. En palabras de Marchesi, a la “continentalización desde arriba”, la nueva izquierda opuso una “continentalización desde abajo”.

Por otra parte, en el nivel regional, la nueva izquierda tuvo que enfrentar la discusión sobre qué postura asumir en relación con la revolución cubana. Marchesi afirma que, a pesar del entusiasmo inicial de los activistas del Cono Sur por la experiencia revolucionaria de Cuba, finalmente la nueva izquierda se distanció de las estrategias propuestas desde la isla. La principal diferencia entre la experiencia cubana y la militancia del Cono Sur estuvo relacionada con el debate sobre el espacio más propicio para llevar a cabo la revolución: mientras que, para los revolucionarios cubanos, las zonas rurales debían ser el foco de la revolución armada, para los militantes del Cono Sur latinoamericano, la revolución debía nacer en las ciudades. En este sentido, para Marchesi, entender a la nueva izquierda desde un enfoque regional permite sacar a la luz las tensiones internas dentro del proyecto revolucionario continental. La “concepción compartida de latinoamericanismo” planteada desde el nivel transnacional no fue un vínculo homogéneo ni libre de conflicto; por el contrario, fue una idea constantemente negociada y disputada que abrió la posibilidad para el surgimiento de nuevos entendimientos de la revolución.

En el nivel local, Marchesi sigue las trayectorias de los militantes de la nueva izquierda del Cono Sur, con el fin de examinar la forma en que las fuerzas armadas revolucionarias locales se definieron desde sus redes e intercambios regionales y transnacionales, y el modo en que los marcos transnacionales fueron reapropiados por los militantes locales para darle sentido a sus propias luchas y particularidades. Al seguir los itinerarios de militantes de guerrillas urbanas, exiliados políticos, estudiantes, académicos, periodistas, poetas y compositores de música, Marchesi revela la movilidad y el dinamismo de una cultura política que era constantemente discutida, negociada y reinterpretada desde los recursos proveídos por la intersección entre prácticas y categorías transnacionales, regionales y locales.

Además del enfoque multiescalar, Marchesi también recurre a un análisis diacrónico con el objetivo de captar la manera en que la idea de violencia como el único medio para lograr la revolución emergió y comenzó a ser discutida y diseminada, para luego, durante las transiciones a la democracia, dejar de ser el horizonte de sentido del movimiento revolucionario. En un comienzo, Marchesi atribuye la radicalización de los jóvenes militantes de la nueva izquierda al incremento de la represión estatal que comenzó a tener lugar incluso antes de la instauración oficial de la Operación Cóndor. Entre más avanzaba la represión y la consolidación de regímenes dictatoriales en los países del Cono Sur, más se comprometían los militantes de la nueva izquierda con la estrategia violenta. En este contexto de radicalización, el triunfo de la dictadura argentina en 1976 representó el final de la revolución continental: para este momento, los países que pertenecían a la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR) del Cono Sur –Bolivia, Chile, Argentina y Uruguay- estaban todos bajo regímenes fascistas y la maquinaria de los Estados estaba toda dispuesta para combatir los focos revolucionarios en la región. En palabras de Marchesi, “el sueño de una revolución continental fue aplastado por el triunfo de la contrarrevolución continental”.2

Para los sobrevivientes de la represión estatal, la violencia comenzó a ser descartada como estrategia para lograr el cambio social. Marchesi afirma que a finales de los años 70 y durante la década de los 80, el discurso de los derechos humanos comenzó a emerger como marco para entender la acción política. No solo los exiliados de las dictaduras emprendieron una campaña de denuncia ante instancias internacionales de las violaciones sistemáticas de derechos humanos en la región, sino que, además, durante las transiciones hacia la democracia de los países del Cono Sur, el discurso de los derechos humanos se posicionó como el horizonte de sentido de la lucha social. Tal y como lo afirma el autor, la lucha por justicia social pasó de definirse desde la diada “socialismo o fascismo” a pensarse desde el marco “autoritarismo o democracia”, y el militarismo que caracterizó el lenguaje de los años previos, fue reemplazado por la concepción de que es en el ámbito cultural en el que se debe librar la lucha por el cambio social radical. Sin embargo, como lo sostiene Marchesi, este discurso de democratización no estuvo libre de contradicciones y tensiones: en América Latina, las transiciones a la democracia estuvieron acompañadas de una lectura del periodo revolucionario desde la narrativa de los “dos demonios”, a partir de la cual las violencias revolucionaria y contrarrevolucionaria fueron pensadas como equiparables e igualmente malignas, negando la maquinaria de represión estatal que se desplegó de manera desproporcionada contra los militantes de izquierda armados y no armados.

Latin America’s Radical Left es una contribución valiosa a las discusiones actuales sobre la política latinoamericana, en la medida en que muestra un periodo de la historia en el que los significados sobre violencia y democracia no estaban dados por sentado, sino que eran discutidos y negociados dando lugar a diversos y complejos entendimientos del activismo, la revolución, la política y el cambio social. Por un lado, el libro reconoce la naturaleza global de las luchas revolucionarias de los años 60 y 70. Tal y como lo advierte Marchesi, el enfoque multiescalar permite entender cómo las historias locales formaban parte de una misma red de eventos globales.

Aunque el libro ilumina la influencia de las redes transnacionales y regionales sobre las definiciones locales de la lucha revolucionaria en el Cono Sur, Marchesi no muestra cómo “los eventos en Europa y los Estados Unidos estuvieron influenciados también por lo que estaba pasando en Latinoamérica”.3 El llamado de Marchesi a estudiar el carácter global de la izquierda radical latinoamericana es, entonces, también una invitación abierta a que futuros estudios indaguen por la manera en que las categorías y cultura política latinoamericana informaron las luchas revolucionarias en otros lugares del globo.

Por otro lado, el libro de Marchesi pone en cuestión la narrativa de los “dos demonios”, no solo al exponer la violencia indiscriminada de los aparatos estatales latinoamericanos a la hora de atacar a la izquierda armada y no armada, sino al mostrar cómo incluso las nociones más radicales de la violencia y la política defendidas por los activistas de la nueva izquierda fueron negociadas, discutidas y puestas en cuestión en diferentes momentos históricos. En palabras de Marchesi, “[…] las definiciones ideológicas o culturales adoptadas por estos grupos no deben ser vistas como aspectos fijos determinados de una vez y para siempre, sino como recursos simbólicos que esos movimientos tomaron, reinterpretaron y adaptaron dependiendo de las circunstancias históricas”.4 Aquí, la pregunta por las tensiones internas dentro del proyecto revolucionario continental permanece abierta: ¿representó la JCR todos los reclamos, reivindicaciones e iniciativas revolucionarias en América del Sur? ¿Qué tipo de categorías y prácticas políticas de otros países suramericanos fueron excluidas del proyecto revolucionario de la JCR?

Notas

1 Marchesi 1. Todas las citas textuales de aquí en adelante son traducciones propias.

2 Marchesi 118.

3 Marchesi 5.

4 Marchesi 10.

Notas de autor

Estudiante del Doctorado en Historia Latinoamericana de la Universidad de Indiana. Historiadora y Filosofa por la Universidad del Rosario. Código ORCID: 0000-0002-4794-1655. Correo electrónico: martma@iu.edu.

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Anuario de Historia Regional y de las Fronteras
ISSN: 0122-2066
Vol. 25
Num. 2
Año. 2020

Marchesi, Aldo. Latin America´s Radical Left: Rebellion and Cold War in the Global 1960s. New York: Cambridge University Press, 2018. 272 páginas.

Margarita María Martínez Osorio
Universidad de Indiana,Estados Unidos
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