Villanueva Martínez, Orlando. Pedro Brincos. El guerrillero implacable. Bogotá: Editorial El Búho, 2017
José Abelardo Díaz Jaramillo
Villanueva Martínez, Orlando. Pedro Brincos. El guerrillero implacable. Bogotá: Editorial El Búho, 2017
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, vol. 26, núm. 1, 2021
Universidad Industrial de Santander
José Abelardo Díaz Jaramillo
Universidad del Meta, Colombia
Orlando Villanueva Martínez, doctor en historia y docente de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, se ocupa en este libro de la vida de Roberto González Prieto, conocido en los años de la violencia bipartidista de la pasada centuria con el alias de “Pedro Brincos”. Se trata de un breve estudio biográfico de uno de los tantos actores de origen campesino que se vio envuelto en la espiral de violencia que se registró en las zonas rurales desde finales de los años cuarenta. Acierta el autor al incursionar en la vida de individuos como “Pedro Brincos”, recogiendo, a su manera, la observación de Eric Hobsbawm acerca de esa “gente poco corriente” de la que no se suele tener interés, tal vez porque se desenvolvieron en los márgenes de lo permitido.1 En otros trabajos Villanueva Martínez estudió la vida -y suerte trágica- de guerrilleros liberales y bandoleros como Guadalupe Salcedo Unda, Dumar Aljure y Jacinto Cruz Usma.
No es la primera vez que “Pedro Brincos” despierta la atención de analistas de la violencia. A las pioneras referencias de Pedro Claver Téllez2 siguió la recordada publicación de Gonzalo Sánchez y Donny Meertens en la que estudiaron la relación entre la violencia y actores rurales (gamonales, bandoleros y campesinos) en los años cincuenta,3 y en la que definieron a “Pedro Brincos” como un campesino que hizo transito del bandolerismo a la militancia revolucionaria, siguiendo de cerca el modelo que Eric Hobsbawm aplicó en su estudio sobre el bandolerismo.4 El autor de esta reseña también realizó una aproximación a la vida de “Pedro Brincos” entre 1948 y 1963,5 resaltando las circunstancias personales y políticas que lo condujeron a tomar partido por la violencia, incluso después de haberse acogido a la amnistía y rehabilitación ofrecida en el gobierno de Alberto Lleras Camargo.
El libro contiene once capítulos cortos que se acompañan, en la parte final, de dos anexos, uno documental y otro cartográfico y fotográfico. Las fuentes de apoyo son de diverso origen: testimonios orales y relatos elaborados por habitantes del Tolima, prensa y documentos oficiales (informes de inteligencia, expedientes judiciales y debates parlamentarios) que reposan en archivos municipales y en el Archivo General de la Nación. La narración adopta un hilo cronológico que inicia en los primeros años de vida de “Pedro Brincos” y concluye con su muerte violenta en septiembre de 1963. Entre uno y otro hecho, el autor ubica y entrelaza acontecimientos nacionales y de la vida de “Pedro Brincos”, que permiten, por ejemplo, comprender -o intuir- las razones que condujeron al protagonista a tomar el camino de la violencia. Así, destaca Villanueva Martínez el interés y afecto de los padres de “Pedro Brincos” por la política de estirpe liberal, lo que posibilitó una base ideológica que, tiempo después, aquel adoptó y asumió como causa propia. El suyo no fue el único caso, ya que cuatro de sus hermanos se vincularon al movimiento campesino armado y adoptaron nombres de guerra: “Pájaro Verde”, “Pájaro Loco”, “Muelas” y “Sastre”.
En términos generales, el libro da cuenta del trajinar del protagonista por los caminos de la violencia en su región de origen (el autor inscribe la vinculación de Brincos al movimiento armado en 1949 aunque es probable que haya ocurrido a poco de la muerte de Gaitán). Una tesis a la que vuelve el autor es que la violencia bipartidista convirtió a “Pedro Brincos” en un actor protagónico, al tiempo que recrea las andanzas y las acciones cometidas por él o que le fueron adjudicadas por las autoridades. Destaca, en especial, el ataque a una comisión de la gobernación del Tolima, en abril de 1952. Como respuesta a ese tipo de acciones, tomó fuerza la idea de armar a los ciudadanos para defenderse. A esos grupos de civiles armados el coronel Gustavo Sierra Ochoa los denominó eufemísticamente “guerrillas de paz”. También refiere el libro la presencia de “Pedro Brincos” en el Quindío y su intención de ensayar una vida distinta cuando las circunstancias del país abrieron esa posibilidad por la vía de la amnistía y la reconciliación. Señala que, en su interés de continuar la vida en un contexto distinto al de la violencia, “Pedro Brincos” impulsó el plebiscito a favor de la alternancia (Frente Nacional) en 1958, se acogió a la amnistía y quiso dedicarse a comerciar ganado de los llanos orientales. Sin embargo, el escándalo promovido por la prensa de tendencia conservadora (El Siglo y La República) en torno a los auxilios otorgados a antiguos guerrilleros y bandoleros que se habían acogido a la amnistía, dio al traste con ese interés, al haber sido “Pedro Brincos” uno de los favorecidos con la política de Estado. En efecto, hacia él se dirigió primero la atención de la prensa, y luego los cuestionamientos de los políticos desde el congreso, quienes cuestionaron el monto económico autorizado por el Ejecutivo para el “guerrillero remunerado”.
Sin que el autor lo refiera, la presión que sintió “Pedro Brincos” incidió para tomar la decisión de no acogerse a la legalidad. En cambio, tomó fuerza el sentimiento de injusticia que no había desaparecido en él. Otra vez la vía de las armas aparecía como una posibilidad para “Pedro Brincos”, quien iniciará el tránsito hacia la izquierda armada, en particular, en el MOEC 7 de Enero, organización en donde tuvo responsabilidades como la de constituir una zona de operaciones guerrilleras en la región de Urabá (se equivoca el autor cuando señala que la militancia de “Pedro Brincos” en el MOEC 7 de Enero fue “poco relevante”, como también se equivoca cuando afirma que militó en el Movimiento Revolucionario Liberal y en el Frente Unido de Acción Revolucionaria). Siendo miembro del MOEC 7 de Enero, recuerda Villanueva Martínez, “Pedro Brincos” intentó unificar a los distintos grupos armados que operaban en el centro país, pero fue en vano. Luego del fracaso de la misión en Urabá, “Pedro Brincos” retornó al norte de Tolima, donde quiso constituir una nueva fuerza guerrillera.
Las circunstancias políticas del país y las interpretaciones del acontecer elaboradas por “Pedro Brincos”, configuraron en él una mentalidad diferente, inclinada hacia una concepción revolucionaria sin ser esta marxista o comunista en su forma. Al respecto, un hecho interesante que resalta el libro es la relación -breve- entre “Pedro Brincos” y el Partido Comunista (“Brincos” no simpatizaba con el movimiento comunista), resultado de una necesidad estratégica. El hecho no se debe pasar por alto, ya que nos pone ante un individuo que intentaba leer la circunstancia política en la que estaba inscrito y trazar una hoja de ruta por una vía distinta del bandolerismo. Según el autor, en algún momento “Pedro Brincos” buscó de la dirección nacional liberal apoyo para continuar con la resistencia armada (como lo hicieron otros guerrilleros liberales en otras regiones del país). Al ser negada, “Pedro Brincos” acudió al PC, organización que envió a un cuadro como instructor militar, el cual iba con la misión secreta de hacerse a la dirección del grupo armado y crear células en la zona. El instructor al final terminó armando una disidencia que se opuso a la jefatura de “Pedro Brincos”; y aunque este quiso recomponer el grupo, el arribo del teniente Gustavo Rojas Pinilla al poder y la amnistía que prometió, restó fuerzas a esos planes. Indica Villanueva Martínez que un primo de “Pedro Brincos”, Excelino González Fernández, apodado “Centella”, trabajó para el PC y fue asesinado por la policía en Armero el 4 de diciembre de 1960. Al cabo de un tiempo, “Pedro Brincos” fue detenido (junio de 1953), dando comienzo a una etapa de persecución judicial que significará ser detenido en varias ocasiones.
No podemos pasar por alto dos textos incluidos en el anexo documental que merecen un comentario aparte. El primer texto es un acercamiento a la vida de Libardo Mora Toro, un dirigente de la izquierda radical de principios de los años sesenta, del que poco se ha investigado, y quien fuera miembro fundador de la fracción que, luego de separarse del Partico Comunista, dio origen al Partido Comunista Marxista Leninista (PC – ML) y al Ejército Popular de Liberación (EPL). El otro texto es el relato “Pedro Brincos y la otra muerte de “El Cóndor” de Yamel López Forero, en el que se hace referencia a la muerte de León María Lozano, “El Condor”, en una calle de Pereira. El documento despierta interés porque allí se afirma que “Pedro Brincos” participó junto a Adán Agudelo, en la ejecución de “El Cóndor” el 10 de octubre de 1956. Qué grado de certeza o de ficción tiene el relato de López Forero habrá que establecerlo ubicando información tanto de las circunstancias de la muerte de Lozano como de la vida de “Pedro Brincos” en aquel año.6 Es probable que la referencia sea falsa, aunque podría servir de base para una truculenta novela histórica.
Que el libro forme parte de una colección del orden local (Biblioteca Libanesa de Cultura) explicaría el formato ágil de la narración. No obstante, deben advertirse debilidades en aspectos de relevancia para toda obra historiográfica, como la ausencia de un tratamiento crítico de las fuentes de información consultadas. Así, encontramos que, para asuntos centrales de la vida de “Pedro Brincos”, como las acusaciones de que fue objeto por el Estado, las autoridades militares y civiles y la prensa, el autor parece desconocer que los textos elaborados en torno a aquel, en su forma y contenido, estaban cargados de juicios y condenas, de ahí que deban ser tratados con sutileza. En otras palabras, las fuentes de información no pueden ser tomadas solo como punto de apoyo para narrar un hecho, sino que deben ser “intervenidas” por parte del investigador a partir de preguntas en torno a lo que “dicen” y no “dicen” y porqué razones. Por ejemplo, en lo que respecta a los auxilios económicos que recibió “Pedro Brincos” al acogerse a la amnistía, el autor recrea la postura de la prensa oficial (La República y El Siglo) sin que el lector pueda identificar cuestiones como cuál era su papel -y el de un sector de la dirigencia- en la crítica a la política de Estado diseñada para poner fin a la violencia bipartidista; porqué razones adoptaban esa postura; que perfil ideológico reivindicaban. Por lo demás, hay extensas citas de notas de prensa7 que merecen ser tratadas con agudeza crítica. Lo anterior despierta la atención, ya que el mismo autor ha hecho gala de un manejo cauteloso de las fuentes en investigaciones previas como el estudio de la vida de Camilo Torres Restrepo o el origen y desenlace de las guerrillas de los llanos orientales.
Otro aspecto que se extraña en la obra es un abordaje teórico que permita explicar los giros políticos -significativos, a nuestro juicio- de “Pedro Brincos”, y que, precisamente, lo convierten en un personaje interesante. Por ejemplo, cómo explicar que “Pedro Brincos”, un campesino sin educación y de ideas liberales básicas, hubiese adoptado posteriormente una ideología revolucionaria. ¿Qué factores y de qué orden dieron origen a esa mutación política? ¿Cómo se reconfiguró su concepción política y de qué manera le sirvió para pensarse a sí mismo y para entender la política en un marco regional y nacional? Sin duda, se trató de un cambio cualitativo notable que merece ser pensado como problema de investigación y que no se resuelve, como lo hace el autor, con conclusiones como la siguiente: “Finalmente podemos afirmar que Roberto González Prieto, alias Pedro Brincos no fue un revolucionario marxista o comunista. Simplemente fue un guerrillero liberal gaitanista a quien atacaron y persiguieron, y como muchos de su generación se defendió y contraatacó”.8 Que “Pedro Brincos” fue un liberal gaitanista en un comienzo, antes y después del asesinato del caudillo popular, es un hecho ya conocido; pero, posteriormente, viró su pensamiento y acción política hacia un horizonte revolucionario (impreciso, tal vez, pero de cualquier manera “revolucionario”, en tanto invocaba la idea de una revolución nacional con participación popular), algo que podría explicarse comprendiendo hechos de su vida (persecución de las autoridades civiles y militares, presión de la prensa conservadora oficial), y por acontecimientos políticos que marcaron a una generación de colombianos, tanto de la ciudad como del campo, como la revolución china (en el Tolima esa influencia existió vía literatura que circulaba por iniciativa del Partido Comunista) y la revolución cubana. Esto último, es decir, esa segunda fase de lo político en “Pedro Brincos”, no puede ser desconocida. De hecho, Villanueva Martínez cita comunicados elaborados o consentidos por “Pedro Brincos” en la última etapa de su vida, cuando, luego de haber sido miembro del MOEC 7 de Enero (movimiento que, como ya se anotó, influyó en su concepción política revolucionaria), intentaba crear un proyecto armado en el Tolima. En esos pronunciamientos hay una ideología revolucionaria que está bastante alejada del gaitanismo de la primera época, y en la que circulan expresiones como lucha armada, frente de liberación nacional, socialismo, etc. Si en la primera etapa “Pedro Brincos” invocó la autodefensa campesina como recurso para defender su vida, en los años posteriores, cuando ya hacia parte de una organización de izquierda, reclamará como legitimo el uso de la violencia como componente de una estrategia para la “toma del poder”. A todas luces, se trata de un cambio radical en la concepción política.
En síntesis, el libro del historiador Villanueva Martínez se puede concebir como una invitación a no perder de vista a individuos que, como “Pedro Brincos”, fueron protagonistas de un momento clave de nuestra historia, y que actuaron marcados por el impacto de la violencia, la injusticia y la indiferencia social. Regresar a esos individuos, conocer y repasar sus trayectorias vitales, acaso pueda ser útil para dimensionar los retos que impone un presente que, otra vez, se enfrenta a la disyuntiva de avanzar hacia un ambiente de convivencia pacífica o persistir en un estado de guerra que se niega a desaparecer. En ocasiones pareciese que, efectivamente, la historia, como diría Carlos Marx, se repitiese dos veces, una como tragedia y otra como farsa o comedia. ¿Qué tanto del caso “Pedro Brincos” se ha repetido en Colombia en los años posteriores a la muerte de aquel? El libro de Villanueva Martínez alberga respuestas a ese interrogante.