El capitalismo y el sueño

 

 

The Capitalism and the Dream

 

Andrés Botero Bernal[1]

Universidad Industrial de Santander, Colombia

 

 

Editorial

https://doi.org/10.18273/revfil.v20n1-2021001

Rev. Filos. UIS

ISSN en línea: 2145-8529

Vol. 20 No. 1, enero – junio de 2021

 

Creo que es conocido por todos la capacidad del capitalismo de mofarse de sus propios límites. Ningún territorio le está vedado, de manera tal que cuando alguien imagina un escenario donde el capitalismo no ha podido entrar, solo le está dando ideas a la bestia. El agua, por dar un ejemplo, era un bien, literalmente, al alcance de las manos, y ahora existe toda una industria que nos la vende en botellas de plástico. Entonces, una vez medianamente satisfecho el mercado, no tardará el sistema en inventarse nuevas necesidades o, peor aún, en colonizar —con su lógica instrumentalista y utilitarista— hasta las propias funciones vitales. El sistema no se queda quieto (Brown, 2015).

Ya son varias las funciones vitales que han sido colonizadas, pero hoy quiero reflexionar, aprovechando el texto de Jonathan Crary, 24/7: Le capitalisme à l’assaut du sommeil (2014), sobre una en concreto: el sueño —el dormir—. Piénsese, por un momento, lo que el sueño ha sido para la persona, como individuo, y para la humanidad, como especie. No solo ha sido el alivio que permite al ser humano enfrentarse, al día siguiente, al mundo entero. También fue la gran incógnita de los primeros homo sapiens, quienes seguro confundieron el sueño con la vigilia (¿o fue al revés?) e, incluso, con la muerte, siendo cada despertar un tipo de resurrección[2]. Además, en diferentes sociedades se creyó (y se sigue creyendo) que el sueño es el medio de comunicación con la divinidad, en cualquiera de sus formas. Entonces, el sueño no ha sido solo un espacio (sin-tiempo desde la perspectiva de quien duerme) para el descanso necesario. Ha cumplido otras funciones más allá de las meramente biológicas. No en vano ha sido estudiado por el psicoanálisis, especialmente en sus primeros tiempos, al considerarlo un espejo del inconsciente. Igualmente, ha sido (fuente de) inspiración de todo tipo de artistas (no se me viene a la cabeza mejor ejemplo que el surrealismo).

Algunos, como Kant (2003, pp. 185-189, Ak, VII, 104-107), vieron con desconfianza al sueño, creyendo ver en él una pérdida de tiempo para la filosofía, para la producción de ideas, especialmente si dicho proceso se entiende como uno de disciplina y de dominio del espíritu (representado desde antiguo como un ser en vigilia) sobre el cuerpo (en este caso, el cuerpo en reposo). Otros lo adoraron, ya como sacrificio que se le presta a la pereza (lo que generó el rechazo de las religiones), ya como medio para poder tener una mente más despierta para la vida consciente (asunto que ha tenido mejor imagen hasta el momento). Pero a pocos se les ha ocurrido pensar en que, desde hace rato, empezó a ser un espacio colonizado por el homo oeconomicus (Demeulenaere, 2003): un nuevo escenario de mercado.

Ya el cine, por dar un caso, nos ha ido preparando en el mundo, aún misterioso, de los sueños colonizados. Películas como Universal soldier (1992, Ronald Emmerich) muestra la capacidad letal de combatientes que no descansan (lo que dio lugar a un episodio de la serie de televisión X-Files, sobre un soldado que fue sometido a experimentos militares para no dormir y que le generó poderes sobrenaturales que se salieron de control). Minority report (2002, Steven Spielberg) habla de un grupo de mutantes que, en momentos de sueño, predecían homicidios, lo que permitía la reacción policial antes de que estos se cometiesen. Inception (2010, Christopher Nolan) narra cómo los sueños se convierten en un nuevo escenario de espionaje industrial. Y esto por dar solo tres ejemplos fílmicos.

Igualmente, mucho se ha rumorado, escribe Jonathan Crary (2014, cap. 1), sobre supuestas investigaciones militares que buscan imitar la proeza del gorrión de garganta blanca, también conocido como chingolo gorgiblanco o gorriones de corona blanca (Zonotrichia albicollis), que tiene la rara habilidad de no dormir casi durante una semana mientras está migrando. El dominio de dicha capacidad permitiría contar con soldados casi que perfectos, siempre listos para el combate. Claro está que se trata de dominar el sueño sin llegar a los efectos perversos que tal situación produce (y que bien conocen los torturadores). Pero el capitalismo no se ha quedado atrás y, de forma más silenciosa que las investigaciones ultrasecretas de los militares, desde hace años está en plena colonización del sueño en sus dos extremos.

El primero es que ha colonizado la necesidad de limitar el sueño (con la idea de que el que duerme “mucho” pierde tiempo y, por ello, dinero) para aumentar de esta manera las horas de vigilia y, así, la productividad y el consumo del susodicho paciente, mediante todo tipo de medicamentos y bebidas energizantes, entre otros. El segundo es que ha colonizado la necesidad de tener sueño (con la idea de que el que no duerme “bien” pierde tiempo y, por tanto, dinero) para permitir las horas de sueño adecuadas según la nueva lógica, de descanso preciso, y de esta forma aumentar la productividad de quien no duerme “bien”, por tensión, por estrés, por lo que sea, mediante somníferos, bebidas relajantes, etc. Cada vez es más común conocer personas que viven en ambos extremos: duermen mal y por ello deben acudir al mercado ya consolidado de “productos para soñar”, a la vez que deben acudir al mismo mercado por “productos energizantes” para poder sostenerse de pie y activarse, cada mañana, para atender las crueles jornadas que el sistema les impone, las cuales, por sus efectos, dificulta el dormir. Todo un círculo vicioso.

El buen sueño es una conclusión. En cambio, el sujeto agotado del rendimiento duerme tal y como se duerme una pierna. Eso no es ninguna forma de conclusión. También el insomnio viene de la incapacidad de concluir. Para dormir, hay que concluir el día. Hoy cerramos los ojos, si es que los cerramos, por cansancio y agotamiento. Sería más acertada la formulación: simplemente los ojos se cierran, lo cual no es ninguna conclusión. (Han, 2016, pp. 10-11)

En fin, se impone la idea de que dormir “bien” no es un tema de tiempo, del precioso tiempo, sino que se trata de una calidad inmedible pero comprable, todo lo cual camufla un terrible deseo casi que esquizofrénico: hay que dormir menos, a la par que hay que consumir más para dormir y para estar despierto.

El tiempo, el dios-tiempo-capital, es quien está detrás de todo esto dando sus dictámenes teológico-mercantiles, entre los cuales encontramos, como mandamientos definitivos, los siguientes: no perderás el tiempo, el ocio te condena, harás lo que estás haciendo en menos tiempo del que antes requerías, consumirás continuamente (incluso para poder dormir y estar despierto), te inclinarás ante el reloj, etc.

¿Qué queda? Producir y consumir mientras se duerme. Pero el capitalismo colonizador, aquel que rastrea los buenos nuevos negocios, no parte de cero en esta empresa. La hipnopedia (palabra popularizada por Huxley en su novela Un mundo feliz), fracasada o no, científica o no, tiene un cúmulo de enseñanzas que no tardará el mercado en asimilarlas, puesto que el capitalismo no deja de soñar, y sueña ahora adentrarse, abandonando para los comerciantes ya constituidos los extremos de los que ya hablé, en lo que está en el medio de ellos: el mismísimo sueño.

En una serie animada, Futurama, observé una escena en la que el protagonista, Fry, mientras soñaba seguía siendo bombardeado por comerciales que lo invitan al consumo (capítulo “A Fishful of Dollars”, emitido el 27 de abril de 1999 en Estados Unidos). Imaginar que hay comerciales mientras se está soñando es toda una locura que genera, hoy día, hilaridad; pero ya no me asombraría que este último reducto del “yo”, biológico y espiritual, sea colonizado en un futuro próximo por claras manifestaciones de consumo, en este caso, de llamativas y pegajosas sugerencias por tal o cual producto o servicio. Es muy probable que esa escena de Futurama no haga reír a las personas del siglo XXII; incluso, podrían tener de esa serie animada la misma impresión que los contemporáneos tenemos de las obras de ciencia ficción de Julio Verne [1828-1905]. Y si eso llegase a pasar, la colonización del dormir, el individuo ya no se desconectaría de la sociedad del rendimiento y del cansancio (Han, 2012, pp. 27-28; 2014, pp. 41-42) que lo cosifica, que lo enajena, que lo obliga a auto-explotarse bajo la fachada romántica del emprendedor[3] y que lo consume en la misma medida que lo vuelve consumidor.

Tal vez las guerras del futuro ya no se libren en la realidad, sino en los sueños de las personas. Quizá, en un futuro, el individuo, al no saber si sueña o si está consciente (que es la pesadilla cartesiana del genio maligno), termine por lograr lo que ahora nos parece imposible: deshacerse de la necesidad vital-natural para privilegiar el accidente consumista-social. Lo peor de ello es que cuando él esté en la mitad de una batalla desguarnecido ante el enemigo, no sabrá a ciencia cierta si su próxima muerte será real o soñada.

Ante ese estado de cosas, ¿qué nos quedará si el sueño termina por ser colonizado? Un mundo, creo yo, donde ya no hay escapatoria a la realidad. Así, ya no se podrá diferenciar entre la vigilia y el sueño, parafraseando a Calderón de la Barca[4] y a Jung[5] : la vida es un sueño (colonizado), el sueño ya es la vida (colonizada).

 

Referencias

Bové, A. (2015). Historia del sueño y de su estudio. En Sociedad Española del Sueño, Tratado de Medicina del Sueño (pp. 3-16). Editorial Médica Panamericana.

Brown, W. (2015). Undoing the demos: neoliberalism's stealth revolution. Zone Books.

Calderón de la Barca, P. (1873). La vida es sueño. Imprenta de Ignacio Cumplido.

Demeulenaere, P. (2003). Homo oeconomicus: enquête sur la constitution d'un paradigme. Presses Universitaires de France – PUF.

Cary, J. (2014). 24/7: Le capitalisme à l’assaut du sommeil. Zones.

Han, B. (2012). Sociedad del cansancio. (A. Saratxaga, trad.). Herder.

Han, B. (2014). Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. (A. Bergés. trad.) Barcelona: Herder.

Han, B. (2016). Por Favor, cierra los ojos. A la búsqueda de otro tiempo diferente. (R. Gabás, trad.). Herder

Jaffe, A (ed.). (2002). C. G. Jung: Recuerdos, sueños, pensamientos. (M.a R. Borras, trad.). Planeta.

Kant, I. (2003). El conflicto de las facultades en tres partes. (R. Aramayo, trad.). Alianza.

Santiago, A. (2017). La sociedad de control: una mirada a la educación del siglo XXI desde Foucault. Revista de Filosofía, 73, 317-336.

 

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Fecha de recepción: 24 de septiembre de 2020

Fecha de aceptación: 26 de septiembre de 2020

 

Forma de citar (APA): Botero Bernal, A. (2021). El capitalismo y el sueño. Revista Filosofía UIS, 20(1), https://doi.org/10.18273/revfil.v20n1-2021001

 

Forma de citar (Harvard): Botero Bernal, A. (2021). El capitalismo y el sueño. Revista Filosofía UIS, 20(1),



[1] colombiano. Abogado y filósofo. Profesor titular de la Escuela de Filosofía de la Universidad Industrial de Santander.

ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-2609-0265

Correo electrónico: aboterob@uis.edu.co

[2] “Los primeros seres humanos probablemente conservaron el sueño polifásico de los mamíferos placentarios y fueron derivando hacia un sueño monofásico durante el período de transición del Neandertal, pudiéndose producir la consolidación final hacia el año 10.000 a. C., entrando ya en el Neolítico. En esos tiempos ancestrales es probable que las sociedades primitivas no distinguieran entre realidad y ensoñación pero, a nivel práctico, parece ser que ya eran capaces de construir estructuras que les servían de cama con materiales vegetales” (Bové, 2015, p. 4).

[3] “Ahora, consecuencia del neoliberalismo, las estrategias y procedimientos que conforman el sujeto empresarial son correlato de las tecnologías de subjetivación en el ámbito educacional. El sujeto dócil y disciplinado da paso a un sujeto permanentemente en curso y empresario de sí mismo. Y por ello, tanto el currículo como las pedagogías imperantes responden a tal política de empresa” (Santiago, 2017, p. 325).

[4] “Yo sueño que estoy aquí // destas prisiones cargado, // y soñé que en otro estado// más lisonjero me vi. // ¿Qué es la vida?: un frenesí. // ¿Qué es la vida?: una ilusión, // una sombra, una ficción;// y el mayor bien es pequeño, // que toda la vida es sueño, // y los sueños, sueños son” (Calderón, 1873, pp. 85-86, Jornada segunda).

[5]   “Soñé una vez sobre el problema de la relación entre la persona y el Yo. En aquel sueño me encontraba en una excursión. Por un pequeño camino atravesé un paisaje accidentado, el sol brillaba y yo divisaba un amplio panorama. Entonces llegué a una pequeña ermita. La puerta estaba abierta y entré. Ante mi asombro, en el altar no se encontraba ninguna imagen de la madre de Dios ni ningún crucifijo, sino sólo un adorno de hermosas flores. Pero luego vi que, ante el altar, en el suelo, vuelto hacia mí, estaba un yogui sentado meditando profundamente. Al contemplarle de cerca vi que tenía mi rostro. Me desperté asustado pensando: ¡Ah!, éste es el que me medita. Ha tenido un sueño que soy yo. Sabía que cuando él despertara yo ya no existiría más” Jung (Jaffe, 2002, p. 379, “Acerca de la vida después de la muerte”).