Artículos

Miedo y verdad en tiempos de pandemia. Breve estudio de su relación, a los ojos de la filosofía aristotélica

Fear and Truth in Times of Pandemic. A Brief Study of Their Relationship, in the Eyes of Aristotelian Philosophy

Héctor Fabián Pérez Boada [*]
Ministerio de Trabajo, Colombia

Revista Filosofía UIS

Universidad Industrial de Santander, Colombia

ISSN: 1692-2484

ISSN-e: 2145-8529

Periodicidad: Semestral

vol. 21, núm. 1, 2022

revistafilosofia@uis.edu.co

Recepción: 12 Abril 2021

Aprobación: 19 Mayo 2021



DOI: https://doi.org/10.18273/revfil.v21n1-2022010

Forma de citar (APA): Pérez-Héctor, H. F. (2022). Miedo y verdad en tiempos de pandemia, breve estudio de su relación, a los ojos de la filosofía aristotélica. Revista Filosofía UIS, 21(1), https://doi.org/10.18273/revfil.v21n1-2022010

Resumen: El presente estudio hace referencia a los efectos emocionales ocasionados por el COVID-19. La humanidad vivió una situación sin igual en el año 2020, conllevándola a la concentración mundial y al despliegue de acciones que pudieran mitigar a todos los efectos sanitarios ocasionados por un virus de concentración mundial, como fue el llevar al confinamiento a la mayoría de la población humana, pero descuidándose los efectos emocionales del mismo, es por ello que adelantaremos un análisis sobre el concepto del miedo, desde los postulados del pensador griego Aristóteles, como punto de partida para apreciar el actual entorno pandémico y su capacidad para generar situaciones de concentración y distractoras en relación a la verdad, teniendo en cuenta que el temor puede llegar a servir como un instrumento distractor de las certezas.

Palabras clave: miedo, concentración, distracción, ocultamiento, verdad.

Abstract: This study explores the emotional effects generated by Covid-19. Humanity experienced an unparalleled situation in 2020, leading to global concentration to deployment actions which could mitigate the health effects caused by a virus of global proportions, such as the confinement of most of the human population neglecting the emotional effects of it. Consequently, an analysis of the concept of fear will be presented, based on the postulates of the Greek thinker Aristotle, as a starting point to appreciate the current pandemic environment and its ability to produce concentration and distraction situations associated with the true, considering that fear can become an instrument of distraction from certainty.

Keywords: fear, concentration, distraction, concealment, true.

1. Introducción

El mundo moderno ha sufrido una nueva crisis, causada por el COVID-19, que se padeció en el año 2020. Un evento similar no había acontecido desde hacía mucho tiempo, siendo el último en el año 1917, a causa de la llamada gripe española. El COVID-19 es un tipo de coronavirus, aparentemente originado en un mercado de mariscos en la ciudad de Wuhan, en diciembre de 2019 (Singh Khadka, 2020). Para finales de febrero de 2021, este virus había ocasionado más de ciento diez millones de infectados y dos millones cuatrocientos mil fallecidos (RTVE, 2021). Tales cifras han ocasionado un impacto a escala mundial, no solo en el sistema de salud, sino también en la economía, en el área empresarial, industrial, política y religiosa. Ha ocasionado que la institucionalidad concentre sus esfuerzos y recursos para hacerle frente a dicha pandemia. Asimismo, se han generado cambios en nuestros estilos de vida y configurado nuevos hábitos y costumbres, como lo son el uso del tapabocas y el lavado de manos (BBC News Mundo, 3 de mayo de 2020). Ante tal coyuntura, es preciso preguntarse ¿por qué tal despliegue de toda la institucionalidad en procura de la mitigación del virus COVID-19? Con el anterior interrogante no se busca minimizar la situación ni desconocer los efectos mortales que dicha pandemia ha ocasionado; mucho menos, desechar las apreciaciones médicas sobre el tema. Esta es una mirada desde lo filosófico, que escudriña exclusivamente los efectos emocionales causados por la pandemia. En síntesis, es un estudio sobre el miedo ocasionado por el coronavirus, pero, ¿por qué miedo?

Antes que nada, es pertinente apreciar que, conforme al número de la población mundial (7.700 millones de personas para el año 2020) (Organización de las Naciones Unidas [ONU], 2020), el número de infectados representa el 1.4% de la población mundial y el 0.031% de muertos. Ahora, con relación al número de fallecidos, su tasa de mortalidad es muy baja (del 1%, con relación al número total de población en el mundo), diferente a su tasa de letalidad, que en algunos países ha alcanzado el 10% en sus picos más altos, teniendo en cuenta que la letalidad se revisa conforme al número de infectados.

Otra cosa es la gravedad de la enfermedad. En el 80% de los casos las personas infectadas son asintomáticas y en el 20% restante —es decir, 1 de cada 5 personas— desarrolla de manera grave la enfermedad. Por lo que el interrogante sobre el miedo frente al COVID-19 se hace más visible si se trae a colación la coyuntura vivida con el Ébola, una enfermedad que tiene una tasa de letalidad del 50% (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2020); es decir, mucho mayor que el COVID-19. Sin embargo, frente a esta enfermedad del ébola nunca existió el mismo ambiente de pánico, ¿por qué? Es decir, ¿qué motivó un mayor miedo a una enfermedad de letalidad mucho menor frente a otra que puede ocasionar la muerte a la mitad de los infectados? La realidad de dicho interrogante nace a partir de los resultados de una encuesta que fue realizada por la Asociación Internacional Gallup, quien le preguntó a más de 20.000 personas de 26 países sobre el sentimiento que le generaba la epidemia del COVID-19, donde el 62% de los encuestados afirmaron sentir miedo a contagiarse (Schmitz, 2020). Por esto, esta investigación se prescribe hacia el concepto del miedo y sus efectos en un contexto colectivo, especialmente, en su capacidad de captar nuestra total atención hacia lo que lo motiva y distrae de todo lo demás, como, por ejemplo, la de olvidar verdades necesarias.

Por lo anterior, se insiste en las interrogantes: ¿es verdad todo lo que es motivado por el miedo? ¿Es bueno actuar movido por el miedo? Se busca dar respuesta a estas interrogantes, no con base en teorías conspiratorias, sino exclusivamente a partir de una breve investigación filosófica del concepto del miedo y su capacidad distractora de lo verdaderamente necesario, a través de la concentración en lo coyuntural, en este caso, la pandemia del COVID-19, verificando cómo el temor puede generar que perdamos la perspectiva de la realidad y nos refugiemos en los condicionamientos que ocasiona el pánico. Por esto, el presente artículo dedicará su estudio al concepto del miedo y sus consecuencias en la sociedad contemporánea, especialmente en los tiempos de crisis.

2. Breve narración histórica sobre la pandemia del COVID-19

El ser humano ha padecido diferentes pandemias o enfermedades a través de los tiempos, unas más críticas que otras con relación al número de fallecidos que han ocasionado. No obstante, antes de iniciar este breve recorrido, es importante entender qué es una pandemia para comprender el porqué del temor y el miedo que esta ocasiona. La OMS define como “pandemia” a “la propagación mundial de una nueva enfermedad” (2010). Aunque esta respuesta no genera ninguna clase de temor, es pertinente indicar que su impacto negativo en la sociedad se da cuando esta nueva enfermedad no solo no cuenta con una cura para mitigarla, sino por su nivel de letalidad. Por ello, es pertinente diferenciar entre brote, epidemia y pandemia:

Para que se declare el estado de pandemia se tienen que cumplir dos criterios: que el brote epidémico afecte a más de un continente y que los casos de cada país ya no sean importados sino provocados por trasmisión comunitaria. (Pulido, 2020, párr. 7)

En resumen, una pandemia no conlleva de por sí a una situación de terror o miedo, sino únicamente a una coyuntura médica. Una pandemia no refiere al número de fallecidos que se ocasiona con la enfermedad, sino a su dinamismo de propagación y su establecimiento en una región determinada que abarque más de dos continentes.

La primera pandemia de la que se tiene reporte fue la acontecida entre los años 165-180 d. C., conocida como la peste de Justiniano, que se ocasionó inicialmente entre el ejército del imperio romano, se expandió por Constantinopla y mató a cuatro millones de personas. Posteriormente, para el año 1346, se dio la peste negra en toda Europa. Esta ocasionó más de 50 millones de muertos, dada su velocidad de propagación y afectó al 65% de la población de la península ibérica. Luego, se expandió la viruela, principalmente en Latinoamérica, con una tasa de mortalidad del 30% durante el siglo XVIII. Seguidamente, en el año 1918, sobrevino la gripe española. Esta se extendió por toda Europa y parte de América. Fallecieron entre 20 a 50 millones de personas. Para los tiempos modernos, en el año de 1957 en la península de Yunnan en China, se originó el H2N2. Se registró un millón de fallecimientos. 10 años después, vino la gripe de Hong Kong, una variación del virus de la gripe A (H3N2). Este registró igualmente un millón de acaecimientos. Por último, se dio el Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH). Sus primeros casos fueron en 1981 y, a la fecha, ha ocasionado alrededor de 25 millones de personas muertas (Huguet Pané, 2020).

Desde el año 2020 el mundo ha venido sufriendo una nueva pandemia, declarada por la OMS. Según reportes dados por la misma OMS, su primer registro fue notificado el 31 de diciembre de 2019, por parte de la Comisión Municipal de Salud de Wuhan (Provincia de Hubei, China) como un: “conglomerado de casos de neumonía en la ciudad. Posteriormente se determina que están causados por un nuevo coronavirus” (OMS, 27 de abril de 2020). Solo hasta el 11 de enero de 2020 se produjo el primer fallecimiento por causa del nuevo coronavirus. Luego, el 23 de enero de 2020, la OMS manifestó, acerca del nuevo coronavirus, que “aún no constituye una emergencia internacional de salud pública” (CNN Español, 2020). Ya para el 18 de febrero de 2020 el número de personas fallecidas fue de 2000 (CNN Español, 2020).

Este nuevo coronavirus solo fue declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud hasta el 11 de marzo de 2020, cuando ya se reportaban 118.000 casos en 114 países y 4.291 personas fallecidas (El Tiempo, 11 de marzo de 2020). Actualmente, para finales de febrero de 2021, ha ocasionado más de 110.000.000 de infectados y 2’400.000 fallecidos (RTVE, 2021).

Con los datos anteriores, la atención mundial frente a este nuevo coronavirus fue creciendo en la comunidad internacional, teniendo en cuenta que en menos de cuatro meses se propagó rápidamente por más de 180 naciones. Esto dejó en jaque al sistema de salud de varios Estados, que no pudieron soportar el número de casos con neumonía severa, generada por el coronavirus.

Sin embargo, ¿qué es el COVID-19? Según la Organización Mundial de la Salud, es una enfermedad nueva.

¿Qué es la COVID-19? Es la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha descubierto más recientemente. Tanto este nuevo virus como la enfermedad que provoca eran desconocidos antes de que estallara el brote en Wuhan (China) en diciembre de 2019. Actualmente la COVID‑19 es una pandemia que afecta a muchos países de todo el mundo. (OMS, 2020)

El COVID-19 es una enfermedad infecciosa que genera problemas respiratorios, que puede afectar a cualquier persona, de cualquier edad o condición sexual, social o de raza. Sin embargo, lo llamativo de este nuevo coronavirus es la gravedad que ocasiona en aquellas personas que padecen de otro tipo de enfermedades:

Se conoce que cualquier persona puede infectarse, independientemente de su edad, pero hasta el momento se han registrado relativamente pocos casos de COVID-19 en niños. La enfermedad es mortal en raras ocasiones, y hasta ahora las víctimas mortales han sido personas de edad avanzada que ya padecían una enfermedad crónica como diabetes, asma o hipertensión [énfasis añadido]. (Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia [MinSalud], 2020)

Frente a la coyuntura que ha ocasionado esta enfermedad en la humanidad, se puede observar que el 80% de las personas infectadas resultan ser asintomáticas y el 20% restante desarrollan problemas de su salud. En otras palabras, una de cada cinco personas desarrolla de manera grave la enfermedad, es decir, desarrolla dificultades para respirar, por lo que requiere ayuda de un respirador artificial. Esa gravedad la padecen aquellas personas que ya cuentan con una enfermedad de base como problemas del corazón, obesidad, hipertensión arterial y cualquier tipo de cáncer, entre otras (Centro para el control y la prevención de enfermedades, 2020).

Sin embargo, incluso a un año del primer infectado, la tasa de mortalidad sigue siendo baja (el 0.031%.). Ahora, teniendo en cuenta que hablamos de una enfermedad que solo afecta al 1% de la población mundial, y que de este número de infectados el 80% son asintomáticos y el 20% restante puede resultar afectado gravemente con la posibilidad de fallecer —que aun así es un número bastante bajo— vale interrogarse ¿por qué el miedo frente al COVID-19? Esta pregunta no busca desmeritar los efectos mortales de la enfermedad ni mucho menos que no se adelanten esfuerzos necesarios para mitigarlos, mi interrogante va dirigida al ambiente de pánico que se ha ocasionado frente a esta. ¿Era necesario el ambiente de pánico que se vivió frente al COVID-19?

Durante semanas, casi todos los medios tienen historias sobre la pandemia del nuevo coronavirus. Los programas de radio y televisión tienen cobertura ininterrumpida sobre las últimas cifras de muerte y, dependiendo de a quién sigas, las plataformas de redes sociales están llenas de estadísticas aterradoras, consejos prácticos o humor negro. Este bombardeo constante de información puede provocar una mayor ansiedad, con efectos inmediatos en nuestra salud mental. Pero el sentimiento constante de amenaza puede tener otros efectos más traicioneros en nuestra psicología. (BBC News Mundo, 12 de abril de 2020, párr. 1-3)

Existe un pánico generalizado hacia el COVID-19 y se debe a que se configuró como una amenaza real. “El COVID-19 está amenazando a toda la humanidad, y la humanidad entera tiene que plantarle cara. No basta con la respuesta individual de cada país” (Guterres, 2020, párr. 3). Ahora, ¿qué relación tiene una amenaza con el concepto del miedo? Sencillamente, que lo uno incita a lo otro. El miedo es un estado de alerta frente a la amenaza generada por algo o alguien, en el entendido de que pueda afectar negativamente nuestro estilo de vida o nuestra condición biológica. “Biológicamente estamos programados para focalizarnos en aquello que constituye una amenaza o que percibimos como tal. Es una cuestión de mera supervivencia” (Lalueza Bosch, 2020, párr. 3).

Teniendo en cuenta que existe un temor frente al COVID-19 y que este se expande por todo el mundo, es pertinente hacer la siguiente pregunta ya que da luces a esta investigación: ¿por qué tenerle tanto miedo a una enfermedad que es una amenaza que afecta únicamente el 1% de la población mundial y de este solo el 20% está en riesgo de muerte? Es decir, ¿por qué tenerle mayor miedo al COVID-19 y no a otras enfermedades con mayor letalidad?

Revisemos la situación frente a la coyuntura vivida con el Ébola, una enfermedad que tiene una tasa de letalidad del 50% (OMS, 10 de febrero de 2020), es decir, mucho mayor que el COVID-19, pero frente a esta pandemia del ébola nunca existió el mismo ambiente de pánico, ¿por qué? Para dar respuesta a la anterior inquietud me permitiré tomar un artículo periodístico de la BBC NOTICIAS, en la que hace referencia al temor ocasionado por el ébola, y llega a la siguiente conclusión:

El hecho es que aunque el ébola lleva a una muerte dolorosa y aislada de los seres queridos, hay otras enfermedades horrendas que también merecen tanto nuestro respeto como temor; dolencias que, como el ébola, son temidas no sólo en África occidental y que regularmente matan a cientos de miles de personas en los países pobres… Sin embargo, en los países ricos, gracias a la disponibilidad de medicinas modernas, muchas de esas enfermedades a menudo pueden ser tratadas o curadas. Es más, con las vacunas, raramente tienen que ser curadas… Debido a esta bendición, sencillamente muchos se han olvidado de lo que es vivir bajo la amenaza de enfermedades tan contagiosas y mortales. Y se han olvidado de lo que significa temerles. (Seth Berkley, 2014)

En síntesis, el miedo al coronavirus, aunque este solo afecte al 1% de la población mundial y su letalidad frente al Ébola es muchísimo menor, se tiene como una amenaza real porque no se tiene control sobre esta como sí pasaba con el ébola, o al menos ya cuentan con tratamiento o medios para mitigarla, teniendo en cuenta que frente a esta enfermedad ya existe vacuna y su propagación es más lenta y perceptible. Por el contrario, con el nuevo coronavirus su propagación es más rápida y es imperceptible en el 80% de los infectados (los asintomáticos). Además, ya se comenzó el proceso de vacunación para mitigarla, por lo que posiblemente para el año 2022 o 2023 el miedo al COVID-19 habrá mermado, pero vale preguntarse ¿y qué pasó con el mundo cuando sentía miedo? Es decir, ¿qué ocasionó en el contorno mundial el vivir bajo el miedo del coronavirus? ¿Acaso actuamos motivados, posiblemente, por la situación generada por la pandemia del COVID-19?

Se tiene claro que vivimos bajo un pánico generalizado con relación al COVID-19, el interés principal de este artículo académico es dar respuesta a la pregunta principal: ¿es verdad todo aquello que motiva el miedo?

3. El miedo como concepto filosófico

El miedo es el común denominador frente a la pandemia que vive el mundo desde el año 2020, debido a que no se tuvo una solución concreta para resolverla hasta que aparecieron las diferentes vacunas. El temor se profundiza más, día a día, con el aumento del número de muertos que ocasiona dicho virus. Sin embargo, el propósito del presente capítulo es revisar el concepto del miedo, sobre si condiciona a la verdad frente a los posibles peligros de esta enfermedad y si produce un distanciamiento de lo real.

Por lo tanto, es necesario preguntarse en primer lugar ¿qué es el miedo? Existen múltiples definiciones sobre dicho concepto, de las cuales no se busca excluir ninguna forma de apreciación sobre este, pero es pertinente adelantar su estudio a partir de los postulados de Aristóteles. Así pues, en primer lugar, se toma lo afirmado por el pensador estagirita en su libro Ética Nicomáquea sobre lo que significa el concepto de temor:

Vamos ahora a investigar qué es la virtud. Puesto que son tres las cosas que suceden en el alma, pasiones, facultades y modos de ser, la virtud ha de pertenecer a una de ellas. Entiendo por pasiones, apetencia, ira, miedo, coraje, envidia, alegría, amor, odio, deseo, celos, compasión y, en general, todo lo que va acompañado de placer o dolor… aquello en virtud de lo cual nos comportamos bien o mal respecto de las pasiones; por ejemplo, en cuanto a encolerizarnos, nos comportamos mal, si nuestra actitud es desmesurada o débil, y bien, si obramos moderadamente; y lo mismo con las demás. (Aristóteles, 2016, p. 116)

El pensador estagirita hizo una notable distinción entre pasiones, facultades y modos de ser. Las pasiones son todo aquello que va acompañado de placer y dolor, como lo es el temor. Las facultades son las capacidades motivadas por las pasiones, como, por ejemplo, entristecerme por el temor. Y los modos de ser son las virtudes sobre las cuales nos comportamos bien o mal respecto de las pasiones (Aristóteles, 2016, p. 116).

Para el filósofo griego, el miedo es una pasión acompañada de dolor, que conlleva, de por sí, al impulso o despliegue de una acción a partir de sus capacidades o facultades[1].

Asimismo, se aprecia cómo el miedo es un motivador de nuestras facultades y capacidades para lograr su mitigación, pero también es válido indagar si tal pasión es un primer motor o, por el contrario, es una mera reacción a algo o alguien. Tal interrogante es resuelta por el pensador griego en la obra Retórica, que expone lo siguiente:

Qué cosas producen miedo, a quiénes (se teme) y estando en qué disposiciones, quedará claro con lo que sigue. Admitamos, en efecto, que el miedo es un cierto pesar o turbación, nacidos de la imagen de que es inminente un mal destructivo o penoso. Porque, no todos los males producen miedo -sea, por ejemplo, el ser injusto o el ser torpe-, sino los que tienen capacidad de acarrear grandes penalidades o desastres, y ello además si no aparecen lejanos, sino próximos, de manera que estén, a punto de ocurrir. Los males demasiado lejanos no dan miedo, ciertamente: todo el mundo sabe que morirá, pero, como no es cosa próxima, nadie se preocupa. (Aristóteles, 1999, pp. 334-335)

Aristóteles (1999) define al miedo como una turbación ocasionada por un inminente mal destructivo o penoso, pero existen males que no producen miedo, como el ser torpe (p. 335), y otros que sí lo generan, como el temor a los que son más fuertes que nosotros y que pueden causarnos daño (p. 337).

Hasta el momento se aprecia que el miedo, como pasión, es una reacción que impulsa el despliegue de nuestras facultades y nuestras habilidades. Referente a lo último, nos demuestra que el secreto de una pasión es saber actuar frente a esta, es decir, dirigido hacia lo que llamaríamos correcto y no indebido; en este caso, distraernos de la verdad por causa de los miedos.

En su búsqueda por dirigir al hombre hacia la vida virtuosa como un modo de ser, Aristóteles expone brevemente todo aquello que lo hace virtuoso, pero también hace referencia a las pasiones, donde el filósofo griego presenta al miedo como una pasión acompañada de dolor y que tiene la capacidad de impulsar o desplegar a la persona hacia una acción a partir de sus capacidades o facultades. No obstante, en este punto es pertinente preguntarse ¿y qué son las facultades según Aristóteles? Para el pensador griego, las facultades son las capacidades del ser humano que resultan afectadas por las pasiones, como el de entristecerse o el de enfurecerse, cosa diferente del modo de ser, porque se actúa bien o mal con respecto a las pasiones. (Aristóteles, 2016, p. 116). Esto permite concluir que todos estamos llamados a saber actuar frente a las pasiones; es decir, dirigidos por un discernimiento hacia lo correcto y no hacia lo indebido. Por ello, para Aristóteles, son importantes las virtudes como modos de ser, es decir, como hábitos. Esta es la fórmula pertinente para no ser manejados por las pasiones, sino exclusivamente por los buenos hábitos, a partir de la libre elección. “Además, nos encolerizamos o tememos sin elección deliberada, mientras que las virtudes son una especie de elecciones o no se adquieren sin elección” (Aristóteles, 2016, p. 116).

Aristóteles demuestra que, para asegurar el buen ejercicio de las facultades, se hace necesario de los modos de ser como fórmula para evitar que las facultades sean condicionadas en su despliegue por las pasiones:

Todos estos modos de ser van dirigidos lógicamente a lo mismo. En efecto, cuando hablamos de juicios, entendimiento, prudencia e inteligencia, atribuimos a las mismas personas el tener juicio o inteligencia, así como el ser prudentes o tener entendimiento; porque todas estas facultades versan sobre lo extremo y lo particular, y en saber discernir lo que es prudente radica el ser inteligente, buen entendedor o comprensivo, porque la equidad es común a todos los hombres en sus relaciones con los demás. (Aristóteles, 2016, p. 208)

Dentro de sus reflexiones filosófica, el estagirita demuestra la relación que puede existir entre las facultades y los modos de ser con las pasiones, es decir, que toda virtud está en relación con los placeres y los dolores, como imposibilidad o serenidad respecto de los placeres y los dolores, buscando un ser relativo y no excesivo para no caer en los vicios (Aristóteles, 2016, p. 330).

Es así como en la virtud, al ser modo de ser, la persona es capaz de realizar los mejores actos, de cara al mayor bien:

Ahora bien, puesto que se ha establecido que la virtud es este modo de ser que nos hace capaces de realizar los mejores actos y que nos dispone lo mejor posible de cara al mayor bien, siendo el mejor y el más perfecto el que está de acuerdo con la recta razón, o sea, el término medio entre el exceso y el defecto relativamente a nosotros se deduce necesariamente que la virtud ética será un término medio propio de cada uno, y que está en relación con determinados términos medios en los placeres y dolores, en las cosas agradables y dolorosas. (Aristóteles, 2016, p. 330)

La anterior afirmación deja claro que la virtud como modo de ser busca asegurar que nuestras facultades y capacidades —entre ellas la racional— no sean direccionadas, ni en exceso ni en defecto, por las pasiones, como son los dolores o los placeres. Ejemplo de ello lo vemos en el libro Política, de Aristóteles, que expone cómo el miedo puede alejarnos de lo real con el fin de asegurar la mitigación del miedo:

Por miedo se sublevan los que han cometido injusticias, temerosos de pagar su pena, y los que están a punto de ser víctimas de una injusticia y quieren anticiparse antes de sufrirla; así, en Rodas, los notables se aliaron contra el pueblo a causa de los procesos entablados contra ellos. (Aristóteles, 1988, pp. 287-288)

Según Aristóteles, el miedo como pasión puede direccionar, en exceso o por defecto, nuestras capacidades y facultades, lo que ocasiona la siguiente inquietud: ¿la verdad puede resultar afectada por el miedo, ya sea por exceso o defecto? Es decir ¿puede que el miedo afecte nuestra recta razón y por ende a la verdad?

Antes de nada, se debe apreciar la relación entre la recta razón y la pasión, donde la segunda tiene la capacidad de hacer perder la recta razón y perseguir lo que lo impulsa a aquella:

Pero hay quien, a causa de una pasión, pierde el control de sí mismo y obra contra la recta razón; a éste lo domina la pasión cuando actúa no de acuerdo con la recta razón, pero la pasión no lo domina hasta tal punto de estar convencido de que debe perseguir tales placeres sin freno; éste es el incontinente, que es mejor que el licencioso y no es malo sin más, puesto que en él se salva lo mejor, que es el principio. Su contrario es un hombre diferente: el que se atiene a sus convicciones y no pierde el control de sí mismo, al menos a causa de la pasión. Es evidente, pues, a partir de estas reflexiones, que un modo de ser es bueno y el otro, malo. (Aristóteles, 2016, p. 228)

Aristóteles habla de la recta razón como el término medio (Aristóteles, 2016, p. 330) entre el exceso y el defecto, entre los placeres y dolores, entre las cosas agradables y dolorosas. También aplica tal aseveración sobre el término medio cuando hace referencia a la verdad:

Así pues, con respecto a la verdad, llamemos veraz al que posee el medio, y veracidad a la disposición intermedia; en cuanto a la pretensión, la exagerada, fanfarronería, y al que la tiene, fanfarrón; la que se subestima, disimulo, y disimulador, al que la tiene. (Aristóteles, 2016, p. 121)

Por ende, no podemos hablar de verdad y recta razón cuando no nos encontramos en el término medio con relación a las pasiones, porque nos alejamos de ella, ya sea por exceso o por defecto:

También hay disposiciones intermedias en las pasiones y respecto de ellas. Así, la vergüenza no es una virtud, pero se elogia también al vergonzoso; así, se dice que uno posee el justo medio en estas cosas; otro, que es exagerado, como el tímido que se avergüenza de todo; otro, que es deficiente o que no tiene absolutamente vergüenza de nada; y el término medio es vergonzoso. (Aristóteles, 2016, pp. 121-122)

Por lo tanto, la relación entre la verdad y el miedo, según el pensador estagirita, es de una cohabitación en el término medio, es decir, ni por exceso ni por defecto. En otras palabras, el actuar en nuestras capacidades se debe adelantar no motivado por miedo excesivo —por un pánico generalizado—, ni tampoco por defecto —cero miedo o temor— porque puede olvidarse en la búsqueda de la verdad.

Pero ¿qué podría ser una relación entre el miedo y la verdad, en términos medios? Se habla aquí del ser prudente, el que se maneja en términos medios:

En cuanto a la prudencia, podemos llegar a comprender su naturaleza, considerando a qué hombres llamamos prudentes. En efecto, parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo, no en un sentido parcial, por ejemplo, para la salud, para la fuerza, sino para vivir bien en general. Una señal de ello es el hecho de que, en un dominio particular, llamamos prudentes a los que, para alcanzar algún bien, razonan adecuadamente, incluso en materias en las que no hay arte. (Aristóteles, 2016, p. 200)

La prudencia para Aristóteles (2016) es, por excelencia, “el modo de ser racional, verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno […] para el hombre” (p. 201). A manera de ejemplo, con relación a la prudencia de los dirigentes y reyes, es cuando se tiene la capacidad de gobernar sobre lo que es bueno y no sobre los intereses meramente particulares[3], porque desechan la prudencia en el ejercicio de sus facultades y terminan siendo gobernados por los placeres y los dolores:

La prudencia (prhónesis): es propio del hombre prudente ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno. Llamamos prudente a aquel que para alcanzar algún bien razona adecuadamente. Nadie delibera sobre lo que no puede ser de otra manera. (Luis Fernando, 2015, p. 144)

Por tanto, la prudencia es el camino para acercarnos a la verdad, según los presupuestos aristotélicos. Esta certeza puede resultar afectada negativamente por el miedo en exceso o en defecto:

Análogamente la prudencia es un conocimiento no solo de lo particular, sino también de lo universal: es facultad de la prudencia emitir órdenes con vistas a la acción, y cada acción es particular, de modo que es también tarea de ella conocer las circunstancias particulares que rodean la acción; pero, además, la prudencia misma supone ya el conocimiento práctico universal, el cual se adquiere con el concurso del tiempo. (Araiza, 2014, p. 173)

Con relación a lo afirmado en líneas anteriores, se trae a colación la conclusión del profesor Juan José Colomina (2006):

La realidad, el cambio, la vida se ocultan tras la Verdad. Esta Verdad necesita ponerse una máscara para poder ser aceptada. Si el mundo sensible es el único, y el hombre no puede aceptarlo porque se le escapa, le da miedo, lo atormenta, pero pretende dominarlo mediante el conocimiento cierto y seguro del mundo, entonces el hombre necesita ocultar esa verdad del mundo que deviene debajo del velo de la unidad, de la identidad, de la permanencia, de la duración... Necesita ocultar el mundo debajo de la máscara de la Verdad. Y esta Verdad se diviniza, se exalta como real, como lo único existente. Se le dota de existencia superior, se le dota de perfección, se le fabrica un mundo propio; pero por eso mismo esa Verdad es falsa. (pp. 191-192)

Es posible que se oculten verdades a partir del miedo, es decir, cuando una amenaza conlleva a concentramos en este y nos olvidamos de la realidad o, más bien, nos condiciona a los pormenores del temor provocado por dicha intimidación, exigiendo a nuestras facultades y habilidades a que se desplieguen con el fin de mitigarla. Tal acción la denomino ocultamiento de la verdad, cuando la amenaza fue creada con el único fin de alejarnos de la verdad. Tal postura la comparte Formoso Araujo quién reflexiona en torno a lo dicho por Delumeau:

Un poco más adelante, al añadir que “occidente ha vencido a la angustia nombrando” (Delumeau, 1989, p. 33) parece que insinúa algo así como un trazo para comprender el proceso de ocultación del miedo hasta la actualidad. La racionalización occidental sepulta al miedo bajo toneladas de futuros. (Formoso Araujo, 2017, p. 12)

La ocultación, como un acto impulsado por el miedo, es aquella motivada por una amenaza controlable, mientras se le distrae de la amenaza no controlada o, más bien, de la verdad, escondiéndola detrás de aquellos miedos que roban la total concentración del sujeto. Esta distracción es motivada a partir de un temor aparentemente controlable, pero también puede pasar todo lo contrario, donde un miedo puede conllevar al descubrimiento de verdades que estaban ya ocultas:

La hipótesis de Glassner indica también que esos temores dirigidos ocultan en realidad actitudes y dinámicas sociales de “enemigos expiatorios” (Formoso Araujo, 2017, p. 76). “Miedos fantasmas que no hacen sino ocultar problemas más profundos, más cotidianos, menos mediáticos […] pero es más fácil desviar la atención y la responsabilidad con historias maniqueas de víctimas y villanos” (Pérez, 2007, p. 184, citado en Formoso Araujo, 2017, p. 76).

Es claro que el miedo es un impulso a nuestras facultades, que, por exceso o defecto, ocasiona procesos de distracción o atención, como en aquellas situaciones donde se ocultan o se descubren verdades. Sin embargo, es pertinente indicar que habrá miedos que siempre existirán, que desde la prudencia no debemos permitirnos que estos nos alejen de la verdad.

El miedo, como exceso o defecto, nos hace esclavos en nuestra propia vida y crea actitudes y acciones que pueden generar el alejamiento de las verdades, es decir, procesos de distracción en el que puede caer todo ser humano.

Igualmente, en el entorno social se hace uso de herramientas para la propagación de los miedos necesarios que aseguren el control de una sociedad, como, por ejemplo, los medios de comunicación:

Una república por adquisición es aquella donde el poder soberano se adquiere mediante fuerza; y se adquiere mediante fuerza cuando hombres en singular o reunidos muchos por pluralidad de votos, por miedo a la muerte o por vínculos, autorizan todas las acciones del hombre o asamblea que tiene poder sobre sus vidas y libertad… Y este tipo de dominio o soberanía sólo difiere en una cosa de la soberanía por institución: que quienes eligen su soberano lo hacen por miedo de unos a otros, y no por miedo a quien instituye. Pero en este caso se someten al que es temido. En ambos casos lo hacen por miedo, y deben anotarlo quienes consideran nulos todos esos pactos por provenir del miedo a la muerte o de violencia. De ser esto cierto, sería imposible que ningún hombre estuviese obligado a obediencia en ninguna clase de República. (Hobbes, 1980, p. 290)

Se puede concluir que, tanto en el espectro particular e individual como en el contexto social o institucional, el miedo es el impulsor o promotor de acciones que, no habiéndose logrado su anulación o superación, conlleva a la distracción de las verdades o la imposibilidad del descubrimiento de estas, algo que hemos llamado el despliegue de la concentración.

Teniendo claro lo anterior, vale preguntarse: ¿qué relación tiene el concepto del miedo y su capacidad de concentración-distracción con la pandemia mundial del COVID-19?

El propósito de la siguiente sección es que el miedo al COVID-19 no sirva como estrategia para concentrarnos exclusivamente en dicho padecimiento mundial, como también el de ocultar verdades reales, sino todo lo contrario; que, desde la prudencia, sea el móvil para el despliegue humano frente a ella y no termine concentrándonos en esta y distrayéndonos de otras verdades.

4. Miedo mundial al COVID-19 y sus efectos para la distracción de verdades

Se ha identificado cómo el miedo, al ser pasión, puede distanciar al ser humano de la verdad en el momento que motive sus facultades, ya sea por exceso o por defecto, y ocasionar que lo importante no sea lo real, sino la satisfacción o mitigación de aquel temor en el entendido del despliegue total de las acciones humanas en favor del miedo que lo impulsa y el del ocultamiento, donde dichos temores terminan siendo la distracción hacia la verdad, hacia lo real. Por ende, la prudencia es el mejor camino frente a los miedos; es decir, en el contexto de una condición temerosa, el respeto a lo que se le teme es el presupuesto inicial para no desdibujar a la verdad.

Ahora, con relación a la Pandemia del COVID-19, está claro que se identificó como amenaza para la humanidad y que efectivamente ocasiona cierto temor en el colectivo, primera verdad que identificamos desde la prudencia. Sin embargo, es pertinente revisar los efectos del miedo que este coronavirus ocasiona, analizando si tal situación pandémica ha conllevado a la distracción de alguna verdad, considerando la concentración casi total de esfuerzos en el mundo para mitigarla que, sin desmeritar tal despliegue, puede conllevar de por sí a no prestarle la debida atención a las verdades. Para ello, se toma una situación fáctica en particular, sobre la cual se pretende demostrar cómo una verdad, una certeza irremediable, existente e incontrolable resulta siendo ocultada a partir de la concentración en otro miedo existente que puede resultar controlable, como el COVID-19, al que le tememos. También, a partir de un miedo, se puede descubrir una verdad oculta, no por concentración en ella, sino por efectos de actos prudentes.

El doctor Pablo Goldschmidt, virólogo argentino, manifestó en un artículo académico lo siguiente: “Mire, este tipo de enfermedades no merecen que el planeta esté en un estado de parate total, salvo que haya predicciones que sean realistas” (Goldschmidt, 2020). El doctor hace referencia al pánico que vivió la sociedad a principios del año 2020 frente al virus SARS-CoV-2, donde se adelantaron procesos de aislamiento y cuarentena a la población general en la mayoría de los países donde se detectaron casos. Sin embargo, también sugiere que el tratamiento a dicha enfermedad no se maneje a partir del miedo, sino a través de predicciones reales: “[…] todas las infecciones virales pueden ser mortales. La diferencia es que con esta se armó pánico y con las otras no. El año pasado murió mucha gente de gripe y nadie cerró el planeta. Entonces, ¿qué pasa ahora?” (Goldschmidt, 2020). Igualmente, demuestra el virólogo argentino cómo el pánico generalizado, ocasionado por el Coronavirus, terminó afectando todos los sectores de la vida, no solo en lo económico, sino también en lo social, científico y académico, entre otros:

En la economía, los efectos del COVID-19 se han sentido en la caída de los mercados, que el pasado 9 de marzo obligó al cierre de las operaciones en Wall Street, en los precios ¿Qué impacto tienen las restricciones en la vida diaria en la convivencia social? Mucha gente tiene miedo a perder su trabajo, a pasar apuros económicos[...] pero también a la violencia de género e intrafamiliar. (DW Noticias, 2020)

Sin embargo, conforme a los planteamientos dados en el capítulo anterior y lo dicho por el virólogo, vale preguntar, ¿podemos afirmar que a partir del COVID-19 se esté ocasionando el ocultamiento de alguna verdad existente con anterioridad a este? O, más bien, ¿el virólogo dio a conocer una verdad oculta a partir del miedo al coronavirus?

Es posible, a partir de un caso particular, nacido desde las afirmaciones dadas por el mismo virólogo argentino, el doctor Pablo Goldschmidt, con relación al COVID-19:

En Italia, en Lombardía, es donde más mueren por mesotelioma. Todas las fábricas de fibrocemento que usaban amianto estaban ahí. Hasta 1992, que lo prohibieron, estaba en techos y aislante de fábricas... El mesotelioma es el cáncer de pulmón producido por asbestosis o amianto. En las autopsias que se hicieron en Lombardía en los últimos diez años, el 85 por ciento eran por exposición laboral. Tumores malignos con localización pulmonar y peritoneal [...] Lombardía tiene diez millones de habitantes, es el lugar que tiene más empleados en la industria del amianto, el lugar del mundo con más asbestosis... Puede creer que entre el 2000 y el 2012 hubo 4442 mesoteliomas malignos (2850 en hombres y 1592 en mujeres), cáncer de pulmón invasivo por exposición al amianto. Y crece más. Este año hubo 3,6 por ciento más que en años anteriores en hombres y 3,3 en mujeres mayores de 65 años. Y hasta el 2030 habrá 20 mil más… Que, en esa región, castigada por falta de medios, el cierre de camas, falta de aparatos de respiración, se encuentra la gente mayor, con pulmones con cáncer o lastimaduras crónicas, que hace que una infección viral se transforme en una infección mortal. Un pulmón agredido por una fibra mineral tendrá una reacción distinta a un pulmón sano. Y no es casualidad que muera más gente donde están las fábricas de amianto [énfasis añadido]. (Goldschmidt, 2020)

La posible verdad que se puede estar ocultando o descubriendo con el miedo al coronavirus es que existen otras enfermedades a las cuales no se les ha prestado la debida atención y tratamiento, que resultan siendo desconocidas para muchas personas que solo tienen ojos para la nueva realidad del Covid-19. Se hace referencia a una clase de cáncer pulmonar causado por el uso del amianto, enfermedad surgida en zonas muy específicas, como en el norte de Italia. Pero esta es una verdad desconocida por el miedo al coronavirus, que nos concentra en las personas fallecidas por causa del COVID-19, pues se desconoce cuántas de estas tenían, como enfermedades de base, el cáncer de pulmón o mesotelioma.

En primer lugar, se debe entender qué es el amianto o fibrocemento y qué afectaciones negativas provocan en el ser humano.

El amianto es

[…] un término utilizado para denominar una serie de meta-silicatos de hierro y magnesio, entre otros, que presentan formas fibrosas […] Se presenta en forma de un conjunto de miles de fibrillas elementales sólidamente unidas en forma de agregados de fibras que son fácilmente separables, deleznables, en millones de fibrillas de tamaño microscópico del orden de 1000 veces menores a 1 milímetro […]. (Ecohabitar Actualidad, 2020)

El amianto es uno de los materiales del fibrocemento, es decir, es un material para la construcción con graves repercusiones para la salud. “Las principales enfermedades asociadas al amianto son: Asbestosis - Cáncer de pulmón, Mesotelioma pleural y peritoneal, Cáncer gastrointestinal, de laringe, colon-rectal, etc.” (Ecohabitar Actualidad, 2020)

Como se puede observar, el amianto produce enfermedades en el área pulmonar del ser humano, lo cual puede ocasionar enfermedades graves como el cáncer.

Así mismo, la letalidad y mortalidad del Coronavirus en enfermos con cáncer es mayor, conforme lo estipula Giuseppe Curigliano, en una entrevista para The Cancer Letter:

[…] no se conoce el número global de pacientes con cáncer en Italia. De aquellos con resultados positivos para COVID-19 en China, casi el 5% de ellos son pacientes con cáncer, con una tasa de mortalidad muy alta. […] Hoy mismo, un paciente mío con cáncer de pulmón que recibió un tratamiento con un inhibidor de RET, por lo que, con un agente experimental, desarrolló una infección por coronavirus porque vive en la ciudad de Bérgamo, donde hay una propagación del virus, y acaba de ser hospitalizado para neumonitis inducida por coronavirus […] Sí, en Regione Lombardía, no en toda Italia. (Curigliano, 2020)

Cuanto más alto sea el riesgo, como ocurre en los pacientes con cáncer, mayor será la probabilidad de morir de COVID-19.

Ahora, ¿Qué relación tiene con el norte de Italia? Debe tenerse en cuenta que en la región del Norte de Italia fue donde se detectó el mayor número de casos infectados en esta nación:

Italia extrema las medidas de seguridad para frenar la expansión del coronavirus, mientras los positivos en cinco regiones (Lombardía, Véneto, Emilia Romaña, Piamonte y Lazio) superan ya los 150. El virus ha golpeado a tres grandes ciudades —Turín, Milán y Venecia— que han tenido que suspender su vida normal cancelando la actividad escolar, cerrando bares, teatros, discotecas y anulando ferias o el carnaval más famoso del mundo. (Verdú, 2020, párr. 1)

Se puede apreciar cómo la verdad sobre el cáncer ocasionado por el amianto termina siendo ocultada o pierde su atención por la concentración de esfuerzos en mitigar otros tipos de problemáticas, posiblemente de menores consecuencias en la salud, pero que se percibe como una mayor amenaza, como es el caso de la gestión pública con relación al COVID-19. Para dar fuerza a esta conclusión se trae a colación la realidad colombiana.

La empresa ETERNIT lleva presencia en Colombia desde hace 77 años. Sus fábricas están ubicadas en tres ciudades principales: Bogotá, Yumbo y Barranquilla (Eternit, 2020). Ahora, ante la verdad sobre las enfermedades producidas por el amianto, existe ausencia de acciones por parte del Gobierno Colombiano para mitigar dicha enfermedad o prohibir el uso del amianto.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) adelantó un pronunciamiento para señalar al asbesto como un elemento carcinógeno ocupacional… Pese a este tipo de advertencias y solicitudes con información socializada a nivel global por la OMS y por la -Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Colombia persiste tanto el uso del mineral fibroso en entornos laborales como la exposición de estas en irradiación a contextos próximos a los enclaves productivos… En lo que a Colombia concierne, es de señalar que existen datos sobre casos de cáncer diagnosticados en su causalidad por exposición al asbesto según las entidades encargadas de la salud ocupacional, conjunto informativo que hacía parte del proyecto de Ley 97 del 2015, el cual buscaba que Colombia dejara de ser la excepción en el panorama mundial sobre la prohibición del asbesto […] El rechazo normativo por parte del legislativo colombiano deja a la nación en condición de vulnerabilidad a padecimientos de cáncer ocupacional causado por la exposición al asbesto crisolito. (Quesada Zarate & Perdomo Aldana, 2017, pp. 4-12)

Como no existe un miedo colectivo frente al cáncer pulmonar o, más bien, no es un temor generalizado en toda la población colombiana —es decir, una pasión por defecto—, sino que se suscribe a un grupo poblacional determinado —todos aquellos que sufren de dicho cáncer y sus familiares—, Colombia no adelanta acciones frente a las enfermedades pulmonares producidas por el asbesto y el amianto. Únicamente, ha expedido algunos actos administrativos que buscó algunas medidas de prevención frente a tales materiales en uso industrial, pero no su prohibición (Resolución 007 de 2011, Resolución 1458 de 2008; Quesada Zarate & Perdomo Aldana, 2017, p. 13). Una verdad que resultó oculta por mucho tiempo y sigue siendo desconocida frente a la pasión por exceso causado por el Coronavirus, sobre el cual se ejerce una total concentración.

Ahora, cabe relacionarlo con el COVID-19. En el caso en que un infectado con coronavirus resultase muerto y este sufriere de cáncer de pulmón o mesotelioma, valdría preguntarse ¿de qué falleció?, ¿de coronavirus o de cáncer?

La respuesta a la pregunta puede generar variadas afirmaciones. Por un lado, están los que manifiestan que el acaecimiento es causa del COVID-19, por las complicaciones pulmonares por neumonía, producto del COVID-19; por otro lado, se podría afirmar que la morbilidad o condición previa del paciente conlleva a que se agrave su situación al contar con un sistema inmunitario debilitado, lo que permite el desarrollo de la enfermedad. Lo único claro es que el padecimiento de cáncer pulmonar o mesotelioma es una verdad oculta, tan es así que Colombia no lleva una relación estadística de las personas que cuentan con esta enfermedad ni mucho menos la causa de la misma:

Que igualmente si bien se han presentado casos de mesotelioma, cáncer de pulmón y demás enfermedades relacionadas con el asbesto, no existe en Colombia un registro estadístico cierto sobre estos casos por que los organismos de salud del país no practican los exámenes médicos necesarios para establecer la causa de las enfermedades respiratorias. Señala igualmente que en Colombia no existe una política pública de información y seguimiento de los pacientes, por ello no se conoce el número de víctimas, ni de muertes que el mineral ha causado. (Acción popular 25000-23-15-000-2005-02488- 01, 2019, p. 18)

Lo único claro es que la pasión por defecto conllevó a la inexistencia de acciones claras frente a una verdad: restricciones del uso del amianto y asbesto que provocan cáncer y enfermedades pulmonares. Asimismo, la pasión por exceso, es decir, el miedo al covid-19 ha ocasionado una concentración en acciones. Esto ha generado distracción frente a aquellas verdades que no se temen. Prueba de esto es el tema de las inversiones económicas, donde Colombia destinó 14,8 billones de pesos para atender la emergencia del Coronavirus (Presidencia de la República de Colombia, 2020), cuando para la atención del cáncer en Colombia no se es claro con cuantos rubros cuenta. Es decir, no existe el mismo nivel de concentración presupuestal, ya que si revisamos el Plan Decenal para el Control del Cáncer en Colombia 2012-2021, este especifica que la debida atención de todas las clases de este padecimiento será financiada tanto con los recursos remitidos por el estado —rubros del presupuesto de la Nación, de los entes territoriales y del Sistema General de Participaciones— como con los aportados por los ciudadanos —las unidades de pago por capitación del régimen contributivo y subsidiado— (MinSalud, 2021).

Sin embargo, si se revisa con mayor profundidad, Colombia aprobó un presupuesto para la Salud en la vigencia 2020 de $31.8 billones, valor que sería superior a los recursos para combatir el COVID-19, pero a estos recursos se deben hacer unos descuentos, pues están dirigidos a gastos administrativos por valor de $710.508.000.000. Con esto, quedan $31.0 billones, es decir, el doble de los recursos para el COVID-19, pero con la diferencia de que, mientras al coronavirus se destinaron $14 billones exclusivamente para esta enfermedad, para todo el resto de las enfermedades, no solo aquellas cancerígenas, sino también problemas físicos, psicológicos, cardiacos, entre otros, se destinaron $31 billones; Esta es la realidad en términos de inversión para la salud en el país. Pero, 10 de los 31 billones se dirigen a los municipios y no los maneja directamente la nación. Por tanto, el recorte de recursos es menor, más cuando existen otros recortes a dicho rubro, como son 38 millones para programas de atención a víctimas en salud y 371 mil millones para atención de accidentes de tránsito (El Espectador, 2 de enero de 2020). Esta realidad termina siendo desconocida frente al miedo con relación a la pandemia del COVID-19, donde la concentración de la ciudadanía está en las acciones del Gobierno para mitigar el coronavirus.

Por lo tanto, es innegable cómo el miedo por exceso al coronavirus termina desconociendo verdades y concentrando los intereses sobre aquella que lo motiva, lo que lleva a la distracción de todo lo demás:

Para darnos cuenta de cómo el coronavirus se ha apoderado de nuestras vidas, y así queda para la posteridad, no hay más que ver las portadas de los principales diarios nacionales, y gran parte de los internacionales, en las que las noticias versan sobre la pandemia y de sus consecuencias. The Washington Post titula a toda plana: «El desempleo en EEUU supera los 22 millones» (por las consecuencias del Covid-19). También es la principal noticia del alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. En el Financial Times entrevistan en exclusiva al presidente francés, Emmanuel Macron, quien advierte que «sin solidaridad financiera la Unión Europea peligra». Todos los diarios impresos y digitales en España se focalizan en el coronavirus… Las protestas en Argelia, o en Irak, quedan en suspenso, aunque en muchos casos será una pausa, antes de un estallido mayor, y hasta las plegarias o los ritos religiosos, como el Ramadán que empieza la semana próxima, sufrirán una gran transformación. (Alonso, 2020, párr. 1)

5. Conclusiones

Con la filosofía aristotélica se definió al miedo como una pasión sobre lo indeterminable y no controlable; que conlleva de por sí en convertirse, por exceso o defecto, en el motor primario de nuestras facultades y virtudes para lograr su concentración de acciones en aquella pasión. Un miedo puede coaccionar a un colectivo determinado a concentrar sus esfuerzos en el interés primario, que es aquello con lo que se busca superarlo, pero también conlleva a la distracción sobre las verdades, configurando un proceso de olvido o de ocultamiento. Asimismo, puede producirse un rumbo diferente, es decir, un proceso de descubrimiento de verdades nacidas desde el temor ajeno a la situación que lo motiva. Pero se resalta cómo el miedo puede resultar en una excelente herramienta para distraer la atención a través del ejercicio de la concentración.

En el presente artículo se puso de manifiesto, desde lo teórico, cómo la pandemia del COVID-19 puede ocasionar el ocultamiento o distracción de amenazas con una gravedad alarmante, como la del coronavirus, pero que, debido a la concentración mundial que se tiene frente al COVID-19, coadyuvado especialmente por los medios de comunicación y los estamentos públicos, genera la distracción sobre otras problemáticas ciudadanas que afectan a la humanidad y que resultan olvidadas o sin la misma atención o gestión.

El miedo mueve al mundo y es la pasión a la que se presta mayor atención por parte del accionar político, económico, científico y social. En el presente artículo se presentó uno de los ejemplos que pueden existir sobre el miedo como estrategia distractora o de ocultamiento cuando se permite su motivación por exceso o defecto, dejando de lado el factor prudencial que concluyó el pensador griego como la fuente para no escaparnos de la verdad frente a los propósitos de los miedos. Este es un breve estudio sobre uno de los efectos del temor al COVID-19, donde el miedo puede llegar a dominarnos y alejarnos de la verdad, como también permitir el descubrimiento de verdades ya ocultas. Este debe ser el rescate primordial en los esfuerzos públicos con relación a los temores sociales, donde una situación de pánico no ocasione el desarrollo de gestiones y acciones que desconozcan verdades, como, por ejemplo, que el mejoramiento del sistema de salud sea continuo y permanente y no se realice únicamente cuando aparezca una pandemia; es decir, que el mejorar la calidad de vida no se motive por una pasión por defecto o por exceso, sino por un acto prudencial público.

Referencias

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Notas

[1] “Finalmente, por lo que respecta a las pasiones se dice que nos mueven, pero en cuanto a las virtudes y vicios se dice no que nos mueven, sino que nos disponen de cierta manera”. (Aristóteles, 2016, p. 116).
[2] “Se producen revoluciones en las oligarquías tanto en la guerra como en la paz; en guerra 1031, cuando los oligarcas, por su desconfianza del pueblo, se ven obligados a servirse de mercenarios, (pues aquél, en cuyas manos se entregan, llega a ser con frecuencia tirano, como Timófanes en Corinto; y si son varios los jefes, se procuran para sí mismos una dinastía); y otras veces, por miedo a esto, conceden a la multitud una participación en el gobierno, por verse obligados a servirse del pueblo” (Aristóteles, 1988, p. 310).

Notas de autor

[*] Colombiano. Abogado y especialista en Derecho Público de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Magíster en Filosofía de la Universidad Industrial de Santander. Asesor oficina de políticas institucionales y control social y profesional especializado en grado 01 de la Contraloría General de Santander. Inspector de trabajo del Ministerio de Trabajo, Colombia.

Información adicional

Forma de citar (APA): Pérez-Héctor, H. F. (2022). Miedo y verdad en tiempos de pandemia, breve estudio de su relación, a los ojos de la filosofía aristotélica. Revista Filosofía UIS, 21(1), https://doi.org/10.18273/revfil.v21n1-2022010

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