Artículos
El pensamiento social de fray Pedro Bustos y el rol del ahorro en la solución de la cuestión social
The Social Thought of Fray Pedro Bustos and the Role of Saving in the Solution of the Social Question
Revista Filosofía UIS
Universidad Industrial de Santander, Colombia
ISSN: 1692-2484
ISSN-e: 2145-8529
Periodicidad: Semestral
vol. 21, núm. 2, 2022
Recepción: 21 Julio 2021
Aprobación: 05 Octubre 2021
Resumen: este artículo presenta descriptivamente el pensamiento social del religioso franciscano y filósofo chileno, fray Pedro Bustos, particularmente en su propuesta del ahorro como solución a la cuestión social chilena en las primeras décadas del siglo XX. La revisión de sus escritos permite encontrarse con un pensamiento basado en autores europeos, pero adaptados al contexto nacional y reforzado por una cercanía personal con el mundo obrero. Desde allí, y en consonancia con el catolicismo social y una antropología integral, interpretaba la cuestión social y el protagonismo de los propios proletarios en su solución, capacitarse y lograr ahorrar, tarea que no era fácil, pues factores culturales, laborales y políticos no la favorecían. Para que esta fuera alcanzada, requería de la subvención de la caridad cristiana.
Palabras clave: cuestión social, catolicismo social, filosofía latinoamericana, franciscanos, filosofía social, Chile.
Abstract: this article presents descriptively the social thought of the Franciscan religious and Chilean philosopher, Fray Pedro Bustos, particularly in his proposal of saving as a solution to the Chilean social question in the first decades of the 20th century. The review of his writings allows us to find a thought based on European authors but adapted to the national context and reinforced by a personal closeness to the working world. From there and in consonance with social Catholicism and an integral anthropology, he interpreted the social question and the protagonism of the proletarians themselves in its solution, training and saving. It was not an easy task, since cultural, labor, and political factors did not favor it, and to achieve it, it required the subsidy of Christian charity.
Keywords: social question, social Catholicism, latin American philosophy, franciscans, social philosophy, Chile.
1. Introducción
¿Ahorrar o no ahorrar? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cuánto? ¿Dónde? Son preguntas recurrentes desde el ámbito de la política y la economía en los actuales tiempos. En la mayor parte de las sociedades, el ahorro tiene un doble cariz. Primero, depende de las condiciones contextuales, una cultura y políticas públicas que lo consideren un valor y lo promuevan; a la vez, es el único modo en que las clases medias y vulnerables pueden adquirir bienes de consumo, servicios sociales, casa propia y previsión. En el caso de Chile, a partir del 2019, la posibilidad del ahorro, por ejemplo, es una de las razones de las movilizaciones sociales sobre el derecho a la vivienda o a una jubilación y abre la discusión a las condiciones salariales, al rol del Estado subsidiario y a las condiciones de una sociedad sustentable y justa. Con ello, el ahorro vuelve a ser puesto en el marco ético.
El presente artículo pretende demostrar cómo en el siglo XX, frente a las carencias sociales del mundo obrero, se establecía al ahorro como una vía de solución. Para ello, se rescata la reflexión política y social presente en los escritos de fray Pedro Bustos, lo cual implica conocer su biografía y las fuentes desde donde pensaba como filósofo y religioso franciscano, a la vez que se desarrolla su análisis sobre la cuestión social: la vinculación del ahorro con la política de salarios, la familia, la idiosincrasia y la labor de la acción social católica.
A finales del siglo XIX comenzó la cuestión social u obrera en Latinoamérica. Originalmente, el mundo obrero de este continente lo conformaban trabajadores vinculados al sector exportador, mineros, ferroviarios y trabajadores de puertos, normalmente, diseminados en los territorios de explotación o en torno a las ciudades, un grupo con capacidad de negociar mejoras en sus condiciones sociales y laborales. Posteriormente, se sumaron en las ciudades los trabajadores industriales, operarios de las fábricas, artesanos e impresores, que fueron los primeros en organizarse frente a los propietarios del capital, connacionales o extranjeros —particularmente de origen británico y estadounidense—, y frente a un Estado que usó la represión para acallar sus demandas (Bart & Spalding, 1991, pp. 281-287), las cuales pregonaban mejoras en salarios, contratos y acceso a la vivienda (Valdivieso, 2006, pp. 87-147). A partir de 1870, algunos trabajadores organizados de Chile, Argentina y Uruguay se unieron a la Primera Internacional Socialista, sin embargo, no hubo unidad en torno a esta ideología, puesto que algunos se adhirieron a las corrientes anarquistas y otros al marxismo (Bart & Spalding, 1991, pp. 292-303). En Chile se inició el estudio de la cuestión social a partir de la década de 1880, entendiéndola como un resultante de los cambios sociales y económicos, dados entre finales del XIX y 1920 (Grez Toso, 1995, pp. 9-10; Valdivieso, 2006, pp. 265-269). En general, los problemas sociales de los obreros eran: migración campo-ciudad; viviendas indignas y antihigiénicas; bajos sueldos, precarización laboral y adicciones (Grez Toso, 1995, pp. 9-55; Valdivieso, 2006, pp. 269-319; Yáñez Andrade, 2008, pp. 71-90; Palma, 2009, pp. 85-91; De la Taille & Ponce de León, 2009, pp. 116-122).
Frente a esta realidad se alzaron diversas posiciones, el liberalismo, anarquismo, socialismo y el catolicismo social. Este último se entiende desde el permanente desafío de concretar el amor al prójimo, que atraviesa toda la enseñanza cristiana. La acción social acompaña la labor evangelizadora y pastoral, pues la esencia misma de la fe católica es la búsqueda del bien común de la sociedad. En el siglo XIX, por las consecuencias de la implementación de políticas económicas liberales y su desarrollo posterior en la sociedad industrial capitalista, hubo una reflexión y reacción por parte de laicos y clérigos católicos, inicialmente en Europa. Esta fue refrendada por el Papa León XIII en la Carta Encíclica Rerum Novarum, con la cual se inicia el Magisterio Social de la Iglesia y la creación de una serie de obras sociales lideradas por asociaciones católicas o laicos en forma particular (Berríos, 2009, p. 101; Cubas Ramacciotti, 2011). Entre sus propuestas estaban la sindicalización y el fomento del ahorro. El influjo de los católicos sociales generó una tradición clave en la renovación eclesial del siglo XX (Silva, 2008, p. 617). A esta corriente se adscribe el pensamiento de Fray Pedro Bustos.
La elección de fray Pedro Bustos, un autor prácticamente desconocido en la actualidad, se justifica desde tres perspectivas: primero, porque era un autor ampliamente difundido en los círculos católicos, particularmente, franciscanos. En las primeras tres décadas del siglo XX, su congregación había hecho una opción por la prensa católica, las obras sociales y el fortalecimiento de sus asociaciones laicales. Solo en el convento San Francisco de la Alameda en Santiago, principal casa de la congregación, los miembros de estas con más de 20.000 socios, en 1920, entre quienes destacaban miembros de las familias de la elite capitalinas (Editores, 1920, pp. 45-55), con lo cual aseguraba un lugar en la opinión pública. En segundo lugar, el rescate de sus reflexiones aporta nuevas miradas sobre las condiciones de las clases sociales vulnerables y enriquece la investigación sobre ideas sociales en Latinoamérica. Finalmente, este autor y sus reflexiones pueden ayudar a la profundización de la necesaria elaboración de análisis y soluciones de los conflictos sociales más allá de visiones dualistas, presentes en la actualidad en nuestras sociedades latinoamericanas.
El autor propuesto había adquirido el lectorado general en filosofía en Roma y quienes lo trataban y reconocían por su acción pastoral o académica le connotaban como un pensador o filosofo. Él complementaba al Magisterio Pontificio y a autores del catolicismo social con el contexto sociocultural chileno —en un ejercicio de la apropiación cultural, habitual en Latinoamérica (Subercaseaux, 2011, pp. 26-33)—, a la experiencia cotidiana nacida de su contacto con las clases populares y a su adhesión a la corriente de la filosofía social de la época, denominada economía social.
La investigación es de carácter descriptiva. Se ha desarrollado revisando el Archivo Histórico Franciscano Fray Rigoberto Iturriaga Carrasco y las revistas franciscanas chilenas (1908-1945), en donde se publicó una parte significativa de la obra de fray Pedro Bustos. Posteriormente, se seleccionaron aquellas en donde explícitamente trataba sobre la cuestión social y el ahorro, su contexto, necesidad y dificultades. El material reunido, posteriormente, fue comparado con autores y crónicas de obras contemporáneas, especialmente franciscanas, y estudios sobre el catolicismo social e inicios del siglo XX.
2. Rasgos biográficos y la obra de fray Pedro Bustos
Fray Pedro de Alcántara Bustos Recabarren (1874-1936), cuyo nombre de pila fue Gumercindo (Schematismus totius Ordinis Fratrum Minorum, 1909, p. 989) (ver Figura 1), nació en Cauquenes. Sus padres fueron Francisco y Beatriz. Vistió el hábito franciscano a sus 16 años, el 5 de septiembre de 1890, y recibió el orden sacerdotal el 17 de septiembre de 1898. Fue parte de los hermanos enviados a perfeccionarse en la Pontificia Universidad Antoniana de Roma y obtuvo el grado de Lector General en Filosofía (Figueroa, 1928, pp. 298-299); (Araya, 1976, p. 71).
Durante su vida religiosa y sacerdotal residió en diversas casas, mayoritariamente en Santiago, y le fue confiada una serie de oficios relativos a la formación de los candidatos a la vida franciscana, clérigos y laicos, y la responsabilidad de la formación permanente de sus hermanos de hábito. Fue elegido en diversos Capítulos de la Provincia de la Santísima Trinidad como Definidor, Custodio y Ministro Provincial (Iturriaga, 1994, pp. 21-29). Fue promotor, entre los novicios de los cuales fue maestro, de la revista El Escotista (Pavez, 1929, p. 167) y director de las revistas franciscanas Verdad y Bien (Provincia de la Santísima Trinidad, 1920, pp. 337-338) y Revista Franciscana (Díaz, 1937, p. 30); primer moderador de la Unión Misionera Franciscana (Provincia de la Santísima Trinidad, 1923, p. 93), Vicepostulador de la causa de los Siervos de Dios, fray Pedro de Bardeci y fray Andrés Filomeno García y Visitador General de la Provincia franciscana de Argentina (Díaz, 1937, p. 30). Fue, desde 1924 miembro de número de la Academia de Filosofía de la Universidad Católica (Editores, 1924, pp. 209-210).
La obra publicada de fray Pedro Bustos contemplaba textos hagiográficos (Bustos, 1929b; Bustos, 1930a; Bustos, 1932a), devocionales (Bustos, 1932b; Bustos, s. f.-a; Bustos, s. f.-b), teológicos (Bustos, 1918), filosóficos (Bustos, 1924a), de historia franciscana[1] (Orden de Frailes Menores, 2012, p. 150) y sobre la acción social católica. En sus colaboraciones en las revistas de la Provincia Franciscana de la Santísima Trinidad (Alvarado Sánchez, 2021, pp. 363-364), para referirse a la Venerable Orden Tercera Franciscana, el mundo obrero y sus inquietudes sociales, recurría al género narrativo didáctico, especialmente el epistolar y relatos de diálogos, los cuales corresponden a un modo de escribir extraliterario en donde priman la lógica, la sencillez y la claridad para enseñar. Pertenecen a este género las obras de enseñanza, el ensayo, las editoriales periodísticas y las cartas (Sánchez, 1972, pp. 195-198).
Los escritos sociales de este autor eran el resultado de la combinación entre la cercanía con el mundo obrero y la lectura de diversos autores de economía social, especialmente católicos. Su conocimiento del mundo popular chileno era, según sus propias palabras, fruto de su compartir pastoral con ellos: “en los no cortos años que llevo de tratar a nuestro pueblo, así de silla en silla y de tú por tú” (Bustos, 1916a, p. 135). “Desde algunos años acá me ha preocupado la suerte de los obreros de La Granja. He estudiado su situación y me esforzado con singular interés por infundirles ideas enderezadas a mejorar su triste situación” (Bustos, 1914, p. 5).
La economía social era la disciplina sociológica que fray Pedro Bustos adhería en su reflexión social. Él la definía como “la ciencia que estudia las relaciones que existen entre la actividad humana y la riqueza con el fin de ordenarlas al bien común” (Bustos, 1930c, pp. 308-309). El marco de aplicación de esta contemplaba los aspectos apologéticos presentes en el pensamiento de los franciscanos en la época (Alvarado Sánchez, 2021, p. 363). Por ello, por ejemplo, en la Revista Seráfica de Chile, era posible encontrar un listado de libros recomendados por este autor (verCuadro 1). Estas obras permitían a los fieles defender la fe y el dogma —especialmente, frente al modernismo condenado por Pío X—, el sacerdocio y la virtud cristiana de la opción por los más vulnerables de la sociedad.
En 1909, Bustos se unía a la campaña de la Revista Católica por promover estudios sobre la cuestión social, pues, en el contexto social que se vivía, la misión de la Iglesia no se podía ejercer solo
[…] dentro del recinto sagrado de los templos, no solo en la cátedra y el confesionario, sino también fuera del templo, en medio de una sociedad que se va alejando cada vez más de la Iglesia, que mira con desdén el culto y casi no solicita los sacramentos. (Editores, 1909, p. 817)
Y, dirigida particularmente al clero, inauguraba una sección permanente sobre la “Acción Social” en esta publicación. Bustos celebraba esta iniciativa y, aunque concuerda con una renovación de los seminarios y casas de formación religiosa en materias de sociología, no debía olvidarse a los laicos (Bustos, 1909b, pp. 537-542) .
Autor | Obra | Editorial | |
1 | Benavides Santos, Arturo | Seis años de Vacaciones | Imp. y Lib. Universo |
2 | Figueroa, Virgilio | Diccionario Histórico | Balcels Chile |
3 | Gibbons (Cardenal), James | El Embajador de Cristo. | Luis Gili /Barcelona. |
4 | González, Abel | Ramilletes | Impresa en Iquique |
5 | González, Abel | Velut Umbra | Impresa en Iquique |
6 | Knöpfler, Luis | Manual de Historia Eclesiástica. | Herder |
7 | Lemius (M.O.), J.B. | Catecismo sobre el modernismo. | Luis Gili /Barcelona. |
8 | Pozo (Hospitalario), Luciano del | Vida de San Juan de Dios. | Luis Gili /Barcelona. |
9 | Santallucia (Presb.), Romualdo | ¿Qué es el modernismo? | Luis Gili/ Barcelona. |
Como era su costumbre, presentó un listado de 24 autores y sus obras, también revistas necesarias, según su opinión, para una buena comprensión de la cuestión obrera y del cómo la Iglesia debía insertarse (ver Cuadro 2). Varias de las obras de los autores enumerados pueden ser encontradas en listados sobre sociología católica, consideradas fundamentales para comprender la postura eclesial frente a la cuestión obrera: Toniolo, Biederlack, Casanova, Bosio y Puccini (Palau, 1920, pp. 352-353); además, estuvieron presentes en diversas bibliotecas chilenas entre 1880 y 1920, como las de Antoine, Le Play, de Mun, Perin, Toniolo y Manning (Valdivieso, 2006, pp. 217-218). La diversidad de nacionalidades de los autores expresaba una mirada amplia que incluía las diferentes miradas y soluciones presentes en la Iglesia. Se destacaba la presencia de escritos de dos cardenales, varios presbíteros y religiosos. Se daba un enfoque franciscano propio, resaltando la obra de un Tercer franciscano: Harmel, y de dos religiosos, también franciscanos, profesores del Antoniano: Casanova y Guerrini. Las materias tratadas, economía, política, doctrina cristiana, sacerdocio, críticas al liberalismo y análisis de la cuestión social, por su parte, eran coherentes con la mirada integral sobre la realidad política, eclesial y obrera de Chile, presente en la obra de Pedro Bustos.
Autor | Obra | |
1 | Antoine (SJ), Charle | Cours d´Economie Sociale |
2 | Arenal, Concepción | Todas sus obras |
3 | Biederlack (SJ), José | La Questione sociale |
4 | Bonomelli, Geremia | Questione religiose, morali e social del giorno |
5 | Bosio | Compendio di sociologia ed´economia cristiana |
6 | Casanova (ofm), Gabriel | Sociologia Christiana |
7 | Chaves Arias, Luis | Las cajas rurales de crédito de Raiffesen |
8 | Fonsegrive, George | Catholisme et democratie |
9 | Gibbons (Cardenal), James | Our chistian heritage |
10 | Guerrini (ofm), Nolberto | Corso di sociologia cristiana |
11 | Harmel, León | Manuel d´une corparation chétienne Catéchisme du Patron |
12 | Kannengieser, Alfonso | Ketteler y la organización social en Alemania. El Centro católico alemán. |
13 | Le Play, Federico | La Methode de la science sociale |
14 | Manning, Edward | Miscellanies |
15 | Mun, Albert de | Discours |
16 | Perin, Charles | Premiers principes d´economie politique |
17 | Puccini, Roberto | Introduzione alla sociologia |
18 | Sancha y Hervás (Cardenal), Ciriaco | La Cuestión social. Discursos y opiniones. |
19 | Sardá y Salvany, Félix de | Todas sus obras |
20 | Toniolo, Giuseppe | Todas sus obras |
21 | S.n. | Revista Action populaire |
22 | S.n. | Revista Acción social popular |
23 | S.n. | Rivista Internazionale de scienze sociale |
24 | S.n. | Revista Social hispano-americana |
En otras de sus publicaciones era posible encontrar la recomendación sobre la obra de fray José María Liqueno y Félix de Sardá. El primero de ellos fue miembro de la Provincia trasandina y doctorado en el Antoniano en derecho canónico. Había escrito cuatro obras, dos de carácter histórico, una sobre la cuestión social y la última sobre psicología (Bustos, 1922, p. 130). Por otro lado, la obra de Félix de Sardá era indicada como una indispensable en la formación de un obrero católico (Bustos, 1910a, p. 618).
3. La cuestión social y el ahorro en fray Pedro Bustos
La cuestión social, según Bustos, era un concepto
[…] genérico, es decir, con él aparte del mal social universal, se designan múltiples cuestiones particulares, v.gr., las cuestiones obreras, industrial, comercial, agraria, religiosa, etc. Por donde, se ve que la Cuestión Social abarca tanto la actividad humana misma en cualquier orden de cosas. (Bustos, 1911d, p. 214)
Este era un fenómeno con su origen en Europa e incipiente en Chile. El viejo continente se veía desgarrado por un conflicto de clases, ricos y obreros, donde los primeros se “esfuerzan por defender y acrecentar sus bienes” (Bustos, 1908a, p. 121) y los obreros desean defender sus derechos de ciudadanos libres y sus salarios (Bustos, 1908a, p. 121; Bustos, 1911d, p. 213).
Sus características, según Bustos, aunque presentes incipientemente en Chile, no tenían aún las consecuencias críticas de Europa y, por ende, estaban a tiempo de ser solucionadas (Bustos, 1908a, p. 121). Pero, a partir de 1919, sus artículos comenzaban a manifestar la preocupación por los emergentes estallidos obreros que tenían al gobierno “con el agua a la garganta” (Bustos, 1919a, p. 7), pues “la mala semilla ha prendido y germinado en los campos obreros” (Bustos, 1919b, p. 106), refiriéndose a las doctrinas liberales y socialistas.
Según Pedro Bustos, las causas de la cuestión social en Chile eran múltiples, entre ellas, enumeraba, primero
[…] el poderosísimo influjo que ejercen en el comercio, en la industria, y, por ende, en el capital, y en la producción de la tierra las máquinas y los inventos modernos. La fábrica de tejidos, v.gr., que antes ocupaban centenares de obreros, ahora los han reemplazado, en gran parte, con la fuerza del vapor y de la electricidad, con cuyo auxilio en un abrir y cerrar de ojos elaboran lo que antes demandaba largos días. (Bustos, 1911e, p. 257)
La tecnificación generaba cuatro problemas. Primero, privaba a los obreros de ganarse la vida, pues una máquina hace el mismo trabajo que varios de ellos. Segundo, los artefactos industriales no habían aliviado la rutina y dureza de los operarios. Tercero, el aumento de productos en el mercado no aseguraba su calidad o durabilidad. Por último, generaba el surgimiento de grupos proletarios que debían enfrentarse a los instrumentos técnicos para paliar sus malas condiciones económicas (Bustos, 1931b, pp. 468-469).
Las causas de estos problemas eran una implementación de maquinarias sin considerar las condiciones propias de cada país. “Pero sucede a menudo que muchos usos son útiles a un país, y a otro, no solo no son útiles, sino dañosos; por eso en lo de imitar a otros países hay que andar con mucho tino” (Bustos, 1916b, pp. 398-399). Para progresar verdaderamente debían considerarse, por tanto, a los hombres de todas las condiciones presentes en la sociedad, el lugar y las condiciones temporales (Bustos, 1911e, p. 257).
A ello, se unía la preocupación por una técnica en cuyo origen se encontraba una tendencia en ciertos grupos científicos que, buscando ensalzar la materia, la desvinculaban del espíritu (Bustos, 1924a, pp. 7-9).
Seguidamente, denunciaba “la avidez de tantos miembros de la alta sociedad y de la clase media por vivir y acrecentar sus caudales á costa del Estado” (Bustos, 1909b, p. 538), produciendo una concentración de tierras y medios de producción en manos de unos pocos.
Otra causa del mal social es la centralización del capital y de la propiedad raíz en manos de unos pocos, ya que la mayor parte de los habitantes de las ciudades sólo cuentan con la fuerza de sus brazos ó con el exiguo lucro de alguna profesión para hacer frente á las necesidades de la vida. La ilimitada libertad de negociar y la más descarada especulación aparecen adornadas de los arreos de la virtud é influyendo en la dirección de la cosa pública y en el movimiento progresivo de las grandes sociedades comerciales, industriales y mineras. Y, sin embargo, esa especulación no es, en resumidas cuentas, más que una injusticia, á todas luces merecedora de severísimo castigo. Esa libertad y esa especulación han contribuido á acumular las riquezas en un exiguo número de familias, lo cual ha atizado el odio de las familias pobres contra las ricas y ha engendrado y fomentado la sed de dinero, que tan hondamente trabaja á las masas obreras. (Bustos, 1911e, p. 258)
Ello, además, producía una evidente corrupción en la administración del Estado, el cual era puesto al servicio de unos pocos, olvidando el bien de los más desposeídos. Los puestos de gobierno eran repartidos por criterios partidistas y de intereses particulares y no en pro del bien común (Bustos, 1919f, p. 334). Los obreros, por su parte: “Ven ellos a infinitos hombres allegados al gobierno de la república engordar y andar más hinchados que zapas a costa de los tributos impuestos al pueblo” (Bustos, 1919a, p. 8).
La codicia de esta clase, aristócratas del dinero, no tenía límites. Explotaban a los operarios de sus fábricas e industrias y no pretendían compartir sus riquezas con los más desposeídos y vulnerables de la sociedad. Con su actitud, no solo eran indiferentes a la suerte de los obreros, sino, también, rechazaban a Cristo y se alzaban como enemigos de la Iglesia y su enseñanza, que se resume en que los bienes eran para ser compartidos en función del bien común (Bustos, 1924b, pp. 23-26; Bustos, 1931b, p. 469).
Otra razón se debía buscar en los partidos políticos chilenos. Para Bustos, estos buscaban sus propios intereses, ubicar a su gente en cargos claves, manipular las elecciones, malas alianzas y el abandono de las clases populares (Bustos, 1919f, pp. 334-335; Bustos, 1920, p. 576); por ello, no podían construir o representar en Chile los valores de la política y menos de la democracia cristiana, pues ella debía ser “suave y amorosa con los débiles y menesterosos, pero vigorosa y arriscada con los poderosos y opresores de los de abajo” (Bustos, 1919d, p. 250).
El centro de sus críticas, en todo caso, eran las instituciones políticas inspiradas en el liberalismo y el socialismo, pues, los primeros, insistían en excluir “por completo el elemento religioso” (Bustos, 1908a, p. 122) y habían “engendrado el radicalismo casi del todo ateo, éste es padre natural del socialismo y anarquismo turbulento y feroz” (Bustos, 1919a, p. 7). Y, por su parte, los socialistas con su doctrina de lucha de clases iban envenenando los corazones de los obreros contra los ricos, el orden social y la Iglesia (Bustos, 1909b, p. 538).
Para Bustos, ambas posiciones políticas tenían su origen en las doctrinas heréticas de los valdenses medioevales (Bustos, 1927, p. 140) y de los filósofos franceses, Voltaire, Rousseau y otros, precursores de la Revolución Francesa, quienes atacaron las bases de la religión y la sociedad y pervirtieron a los obreros con sus doctrinas, las cuales entenebrecieron y aniquilaron “la esperanza de mejores cosas en innumerables almas buenas y generosas” (Bustos, 1911e, p. 256). A pesar del origen común, Bustos, describía sus diferencias. “Cierta casta de liberales pretende que en economía social no se entremeta el Estado; los socialistas, al revés, intentan que el Estado lo haga todo; quieren un Estado que podríamos llamar Papá-Rey” (Bustos, 1919d, p. 251).
Bustos realizó un diagnóstico sobre la situación del mundo obrero, desde su observación y cercanía con este. La clase obrera residía en casas arrendadas bajo condiciones de insalubridad y hacinamiento (Bustos, 1911a, p. 680). Aun los “buenos obreros”, aquellos que ponen su jornal en manos de su familia, no son capaces de mantener sus familias y saldar sus deudas, o de enfrentar enfermedades familiares. Para esto último, proponían el Método Hamon, el cual consistía en atacar determinadas enfermedades con infusiones de determinadas yerbas (Bustos, 1930b, pp. 184-185) que no poseen ninguna capacidad de mejorar sus condiciones, al contrario, con la edad, empeoraban (Bustos, 1911a, p. 681). A las condiciones sociales, se unía la crisis religiosa fruto del liberalismo. Señalaba Bustos (1911e):
Arrancada al pobre la creencia en otra vida mejor que la presente y duradera cuanto el mismo Dios, ¿qué le resta sino revolverse contra los ricos y rebelarse contra toda autoridad, á trueque de vivir á salvo de los sinsabores de la vida? (p. 257)
Para enfrentar las dificultades sociales del mundo obrero, Bustos ponía el acento en el ahorro. Incentivar el ahorro era una iniciativa presente en las políticas públicas y en la propia organización popular. El Estado creó la Caja de Ahorros de Santiago en 1884 con la finalidad de promoverlo entre las familias proletarias y alejarlas de vicios como el alcohol. Esta institución a inicios del siglo XX se extendió a otras ciudades chilenas y superó las expectativas en el número de cuentas y sus montos acumulados (González-Correa, 2021). Los mismos obreros chilenos, ya sea por decisión propia o motivados por otros, se organizaban en mutuales, algunas de las cuales recibían aportes estatales desde 1853, para apoyarse en diversas necesidades como la vivienda, las cuotas mortuorias, el divertimiento, el acceso a la cultura y el apoyo a campañas antialcohólicas (Munizaga et al., 1943, pp. 228-264). La Iglesia estuvo entre las organizaciones que las promovían e incitaban su creación.
El Ahorro, según Bustos (1914), era:
el sobrante del dinero que se emplea en las cosas necesarias a la vida y que se destina a las cosas del mañana.
Es de notar que no es solamente ahorro el dinero que se recorta de los a los gastos ordinarios y comunes, sino que lo son también las economías que se hacen en los mismos artículos que usamos, v. gr.: un cuidado esmerado de los utensilios de la casa, cuchillos, vasos, ollas, etc., es causa de que esos objetos duren más y de que, por consiguiente, el jefe de familia no se vea, con frecuencia, constreñido a comprar otros nuevos. (p. 6)
El problema del ahorro en Chile, según su parecer, era ser una virtud transversalmente desechada en las clases sociales chilenas y en el caso de los proletarios, estos
se muestran más satisfechos con saldar sus deudas con el jornal de la semana ó del mes; á ellos no se les da un ardite mirar á lo porvenir con el fin de proveer á la suerte de sus familias, ahorrando algo de sus jornales para legarlo á sus hijos y á sus nietos. (Bustos, 1911a, p. 680)
Esto contradecía la esencia misma de ahorrar: una cualidad moral para que los obreros “tengan a raya sus malos instintos y apetitos y tenga por norte y guía de sus esfuerzos el trabajo honrado y provechoso, mirando con ojo previsor por la suerte que más tarde puede correr su familia” (Bustos, 1914, p. 7).
Además, los obreros no ahorraban en Chile por dos razones. Primero, destacaba “la embriaguez y cierta generosidad rayana de prodigalidad perniciosa” (Bustos, 1911a, p. 681), esta última es una característica idiosincrática. Bustos, por ejemplo, le recordaba a Pepe, destinatario de sus cartas a un obrero, su experiencia y las consecuencias de su abuso con la bebida y la juerga, gastándose la plata ahorrada para adquirir una casa, hecho acontecido dos veces en seis años, lo que les impedía tener una vivienda propia (Bustos, 1910b, p. 648). Hacía el cálculo. Normalmente, producto de la embriaguez del fin de semana, los obreros no asistían a sus lugares de jornal los lunes, mal hábito que le impedía recibir un monto cercano a los $120 anuales (Bustos, 1914, pp. 10-11) Por ello, sostenía que, “en Chile, cualquiera que trabaja honradamente y que no se dé al vicio de juegos de suerte y de la embriaguez tiene seguro el pan necesario” (Bustos, 1919c, p. 181).
Seguidamente, destacaba los sueldos fijos y bajos (Bustos, 1911b, p. 55). Bustos sostenía que la realidad salarial dificultaba una real posibilidad de guardar parte de sus exiguos ingresos, que se mantenían en el tiempo, por sobre los cambios contextuales en la vida del obrero: “Los accidentes que pueden ocurrir, como son enfermedades, rebajas de los jornales, encarecimiento de los artículos necesarios á la vida y otras cosas semejantes” (Bustos, 1911c, p. 132). Critica, por ello, el ahorro forzoso impuesto por el Estado o algunos empresarios.
Ante esta realidad, este autor sostiene que los obreros y sus familias, primero, debían ser educados en el ahorro, “enseñarles á emplear provechosamente sus jornales procurándose sólo las cosas indispensables á la vida, y á las veces las muy útiles.” (Bustos, 1911b, pp. 55-56).
La experiencia había enseñado a Pedro Bustos que era posible el esfuerzo por ahorrar:
Hace cinco años retiré de la Caja de Ahorros de Santiago cierto número de libretas para alumnos de nuestra escuela y para algunos obreros de esta comuna. Uno de éstos alcanzó a depositar en cinco meses 106 pesos: era casado y tan fervoroso devoto de Baco, que solía beber doce y quince días seguidos. (Bustos, 1914, p. 9)
Y, para ello, era fundamental el rol de la esposa del obrero. La compañera ideal del obrero debía ser:
1.° que la joven sea cristiana derecha; porque así podrán contar Uds. Con el amor de la esposa para toda la vida; 2.° que sea sana en el ánimo, es decir: de buen criterio y juicio; prudente económica e industriosa en ayudar a su marido en el gobierno de la casa; porque las de mollera huera y las flojas no sirven más que para dar con su casa patas arriba; y 3.° que sea sana de cuerpo. (Bustos, 1916b, p. 401)
Bustos (1911a) destacaba la cualidad de ser buena administradora de la mujer (p. 681), en su condición de esposa y madre:
Una mujer industriosa, prolija y previsora, tiene infinitos medios de economizar. Paren mientes en ello las madres y las esposas. La mujer que con peso y medida ordena y conserva los utensilios de su casa, que en tiempo oportuno asea, compone y remienda los vestidos de sus hijos y que con tino y prudencia observa y amonesta a su marido cuanto reputa enderezado a economizar dinero, tiene en sus manos un rico caudal. (Bustos, 1914, p. 10)
Además, una familia formada en el hábito del ahorro irradiaría su ejemplo a sus vecinos y mejoraría las condiciones de su comunidad barrial (pp. 12-13).
El ahorro permitía la movilidad social, como lo demostraba la experiencia de extranjeros que logran, por el trabajo y el ahorro, mejorar sus condiciones económicas (Bustos, 1911a, pp. 680-681). A pesar de la confianza en el esfuerzo personal y familiar en la capacidad de ahorrar, Bustos (1911b), reconocía que muchos obreros no podían economizar por sus pésimas condiciones laborales. Por ello, colocaba a la caridad cristiana y sus obras en un rol subsidiario a las necesidades materiales, educativas, entre otras, de los obreros y su prole, pues al recibir una ayuda para paliar lo necesario, permitía un verdadero ahorro y sin complicaciones (pp. 54-55).
La postura de fray Pedro Bustos en favor del ahorro, por su parte, estaba unida a la propuesta sobre el ahorro presente en la comunidad eclesial. En 1905, en el marco del Congreso Eucarístico, la Iglesia chilena había propuesto una campaña en fábricas y colegios en pro de incentivar el ahorro en los obreros (Valdivieso, 2006, p. 294). La prensa franciscana, en 1908, adhería a la creación de las cajas de ahorro para obreros propuestas por el Partido Conservador chileno (Editores, 1908, pp. 182-183). Fray Pedro Bustos, en 1919, se subscribía al programa del senador Juan Concha Subercaseaux, conservador, el cual proponía la creación de un Ministerio del Trabajo, en el cual se deberían establecer instituciones protectoras de la labor obrera, cooperativas, cajas de previsión e instituciones de crédito hipotecario (Bustos, 1919d, pp. 252-256). Y, en algunos conventos, surgían sociedades de socorros mutuos (Editores, 1918, pp. 136-137).
Del mismo modo, su perspectiva sobre el rol subsidiario de la caridad era compartido por otros de sus hermanos de hábito, por ejemplo, fray Antonio Pavez, religioso franciscano chileno formado en Europa (Araya, 1976, pp. 246-249), quien sostenía que era responsabilidad de los más favorecidos cooperar con sus bienes a las instituciones católicas de beneficencia. Este apoyo a la beneficencia se hacía en continuidad y discontinuidad con la tradición mendicante. Era común en la práctica de estos religiosos la petición de limosna como medio de redención para los ricos, la cual era usada tanto para el auxilio de los vulnerables como para la mantención de los frailes, sus conventos y templos. La petición de limosna se dirigía a una muchedumbre de hombres buenos dispuestos a apoyar la lucha contra el liberalismo y enfrentar la cuestión social, especialmente en la educación (Pavez, 1914, p. 279). Los franciscanos, además, entendían esta subsidiaridad como un apoyo al rol social del Estado (Editores, 1911, p. 668).
Finalmente, estas ideas sociales de fray Pedro Bustos eran encarnadas en la obra Patronato y Habitaciones Obreras de San Antonio. Esta nació por iniciativa de la Venerable Orden Tercera del Convento de San Francisco en Santiago de Chile. La primera piedra fue puesta en 1910 (Editores, 1911, p. 661) y las construcciones fueron terminadas alrededor de 1935, en una manzana del sector de Matta sur en la capital chilena. La institución levantó un templo, un policlínico, dos colegios, un centro social y 53 casas a un costo de $1.122.205,55, dinero de la época (Álvarez, 1936, p. 55). En esta cifra no se consideraban los gastos de personal y de funcionamiento de estas. Este patronato confirmaba el bien realizable por la caridad católica al establecer instituciones gratuitas y viviendas arrendadas a bajo costo, las cuales favorecían la posibilidad que las familias asistidas pudiesen mejorar su capacidad de ahorro; formaba a los hijos educados en él, al abrir libretas bancarias (Editores, 1916, p. 459; Guerín de Elgueta, 1928, p. 583); y, a la vez, mejoraban las condiciones sociales de los sectores aledaños (M.P.A., 1930, p. 424).
4. Conclusiones
El ahorro fue una de las claves para enfrentar la cuestión social en Chile. Para fomentarlo hubo iniciativas públicas y privadas, en estas últimas se insertan las propuestas de fray Pedro Bustos. Para este autor, el ahorro era el aporte de los propios obreros a la crisis material que sufrían, un esfuerzo que los hacían sujetos y protagonistas de las posibles soluciones y los alejaba de la propuesta socialista —el Estado debe hacerse cargo—, y de la liberal —cualquier solución es individual y desde los propios recursos—. Este camino intermedio tomaba en cuenta el contexto de las familias proletarias y de la sociedad chilena y, por tanto, asumía las dificultades y limitaciones que enfrentaba el ahorro y la necesidad de subsidiar, sea por el Estado o las organizaciones civiles, particularmente, las nacidas del catolicismo social.
Fray Pedro Bustos fue un religioso franciscano chileno, quien obtuvo el grado de Lector General de Filosofía en la Universidad Antoniana, Roma. Sus estudios lo acercaron a una serie de pensadores europeos relacionados al catolicismo social, de los cuales se convirtió en difusor en sus diversas publicaciones en Chile. A la difusión, agregó la apropiación según el contexto chileno. Esta última característica no era solo un ejercicio intelectual, pues estaba unido al compromiso y contacto personal con las clases obreras. Por ello, sus ideas sociales pueden ser consideradas originales, pues, aunque se basan en otros autores, al ser adaptados a la realidad chilena y a las características de sus clases populares, particularmente, las de los sectores de Santiago de Chile donde residió, el resultante fue un análisis peculiar y que acompañó la acción social de quienes compartían su fe y, especialmente, la espiritualidad franciscana. La conformación de su reflexión era resultado de la circularidad entre ideas y acciones.
Las obras y las ideas sociales franciscanas en las primeras décadas del siglo XX tenían un factor común, una antropología integral: entendían al ser humano y su sociedad múltiple dimensional y con necesidades interrelacionadas y se oponían a quienes los reducían o minusvaloraban a alguna de estas. Esta clave estaba presente en el pensamiento de fray Pedro Bustos en su lectura de la cuestión social, en sus características y en sus causas; era una crisis, pero no reducida a lo meramente económica, sino religiosa, moral y política. También, al referirse al ahorro como una de las vías de solución a las malas condiciones obreras, definiéndolo, lo relaciona con las condiciones idiosincráticas, la realidad salarial, las responsabilidades e irresponsabilidades del obrero y las relaciones intrafamiliares. En estas últimas, destacaba la importancia de la esposa del obrero.
La posibilidad y capacidad de ahorro, entonces, se convertía en la medida de la justicia social, pues, por un lado, su posibilidad convertía a los obreros en protagonista de la solución a sus propios males y, por otro, su imposibilidad denunciaba las malas prácticas empresariales, la aporofobia, la corruptela política y la indiferencia frente a las malas condiciones materiales y morales de un amplio sector de la sociedad. Frente a esta última realidad presente en la sociedad chilena, fray Pedro Bustos pone un desafío a la caridad cristiana. Ella debe ser capaz de establecer ayudas y obras que subvencionen aquellos gastos en educación, salud, divertimiento y canon de arriendo, esto mejoraría las posibilidades de ahorrar. Una familia obrera subvencionada al poder superar sus malas condiciones transformaba su barrio y, por ende, a la propia sociedad.
Finalmente, la revisión de este autor puede abrir y aportar a futuras investigaciones, primero, sobre la diversidad, desarrollo, trasformaciones y pervivencia de las ideas sociales en Chile y Latinoamérica; segundo, sobre la conformación del pensamiento latinoamericano, su circularidad entre pensamiento y acción, su apropiación de corrientes foráneas y la adaptación a los propios contextos, la relación entre comunidad a la que pertenece el autor y los límites de sus reflexiones; tercero, sobre el rol de la mujer, desde un enfoque de género, en la familia obrera y, por último, sobre la relación entre el rol del Estado y la sociedad civil y los grupos vulnerables en la sociedad.
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Notas
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