Axel Honneth es, sin duda, heredero de una tradición de pensamiento social y político determinante en los debates marxistas del siglo XX; la teoría crítica. Como discípulo aventajado de Jürgen Habermas denunció un déficit sociológico en la teoría de la acción comunicativa de su maestro, al tiempo que continuaba cierta recuperación de Hegel que Habermas hizo patente en su texto: Trabajo e interacción: notas sobre la filosofía hegeliana del periodo de Jena (1986). Honneth profundizó la lectura hegeliana de Habermas pasando de unas meras notas de lectura a un sistema de comprensión de lo social basado en el reconocimiento y en la eticidad. De esta forma, el joven Honneth de la Crítica del poder (2015), su tesis doctoral, de influencia evidentemente foucaultiana, pasó a Las luchas por el reconocimiento (1997) donde la lectura de Hegel pasada por el lente de George Herbert Mead inauguró una filosofía social de herramientas renovadas para la crítica inmanente de la sociedad.
Pese a la brillantez de su teoría del reconocimiento, Honneth ha sido objeto de críticas como la señalada por el antropólogo Jaime Torres Guillen (2013) quien considera que pese a que existe potencial emancipador en la obra de Honneth el autor no desarrollaba ese potencial en función de una opción descriptiva. Otras observaciones sobre la obra de Honneth mostraban que su teoría se limitaba a la descripción científica de los conflictos sociales sin implicar una teoría normativa para la transformación, como señaló el filósofo Delfín Grueso (2012). Y, finalmente, críticas frente al compromiso anticapitalista de su obra, como las dedicadas a su libro El derecho a la libertad en la edición especial de la revista Critical horizonts que el mismo autor alemán reconoce como elemento definitivo para proceder a la escritura de su libro La idea del socialismo.
Recuperar el socialismo (2017) recoge críticas en diversos niveles y desde posturas marxistas y republicanas que, como hemos señalado, urgen la necesidad del autor por aclarar el compromiso socialista de su teoría del reconocimiento. La motivación de la compilación de José Luis Moreno y José Romero es precisamente una reacción filosófico-política a La idea del socialismo y en tal sentido no decepciona. Lejos de reverenciar la posición de Honneth el coro de autores y autoras exploran las potencialidades y las limitaciones de las posiciones más políticas del autor alemán. El resultado de este ejercicio supera la mera evaluación académica, pues plantea, a propósito de la libertad social, los problemas claves de una teoría socialista en nuestro tiempo.
Honneth ha propuesto una idea de actualización del socialismo que tiene por principio fundamental la idea de libertad social que debemos entender; en palabras del autor, como, "Participar en la práctica social de una comunidad en la que los miembros se preocupan unos por otros en tal medida que se brindan ayuda recíprocamente para hacer realidad sus necesidades justificadas" (Honneth, 2017, p. 56). Con esto, el autor alemán ofrece un principio normativo que tiene como base sociológica sus desarrollos previos sobre el reconocimiento. Encontramos entonces una teoría que desborda los trabajos eminentemente descriptivos de la teoría del reconocimiento en función de una propuesta normativa para construir un socialismo superador de sus errores pasados. Honneth rechaza, en la tradición socialista, el economicismo, la idea del proletariado como clase fundamental de la revolución, la idea misma de revolución o transformación rupturista y la búsqueda de un fin último preestablecido en la construcción del socialismo. Ante esos rechazos propone una visión del socialismo en las que el reconocimiento, base de la libertad social, se construya de forma diferenciada en las esferas de la familia, la sociedad, la política y la economía para la superación del economicismo; sin duda una confirmación de su herencia hegeliana. En consecuencia, y en reemplazo del proletariado, el autor alemán aboga por el hecho del pluralismo, en la gramática de las luchas del reconocimiento, como principio metodológico para comprender los sujetos colectivos que pueden ocupar el lugar, antes privilegiado, del proletariado. En lugar de una revolución o un cambio abrupto, Honneth suscribe el experimentalismo como actitud estratégica consistente en cambios graduales productos del consenso democrático. El resultado de lo anterior implica que, para Honneth, no es importante o incluso probable conocer de antemano como sería la sociedad resultante de la expansión del socialismo, sino que el camino de construcción del mismo sería el proceso privilegiado.
Honneth concluye que sus posiciones lo ubican en, para usar el ejercicio de los campamentos socialista que propone Fernando Aguiar y el mismo Honneth, un campamento separado de los demás intentos de renovación del socialismo defendidos en Recuperar el socialismo: el posmarxismo, el marxismo analítico y el marxismo tradicional. Honneth se ubica a sí mismo en el campamento de la libertad social y se separa del resto, pues considera que, pese a las cercanías, su propuesta rompe con los errores que afirma encontrar en los demás campamentos. No obstante, los textos que componen Recuperar el socialismo dan cuenta de lo contrario: la propuesta del socialismo basado en la libertad social aún no desarrolla con claridad sus implicaciones a nivel de transformación institucional y no termina de convertirse en una teoría normativa de la política.
Aunque Honneth considera que su propuesta se separa de los elementos característicos del marxismo analítico y sugiere una orientación para la acción desde una ideal ultrapreciso de justicia social, como señala respecto de Gerald Cohen o desde la propuesta de renta básica universal de Philippe Van Parijs, sería incapaz a hoy de activar la lucha en las masas oprimidas. Como señaló Fernando Aguiar, el trato de Honneth a los marxistas analítico es injusto, en tanto desconoce las potencialidades de pensar el socialismo desde la desigualdad económica que complementa, sin duda, la idea de justicia real que desarrolla Van Parijs. La idea de libertad social, en tanto principio normativo para el socialismo requiere de una visión y revisión de la desigualdad y como superarla. Evitar el economicismo y el reduccionismo de clase, como pretende Honneth, no debe traducirse en un rechazo a pensar arreglos institucionales que afronten la desigualdad económica, pues, aunque no se reduce a la economía, la libertad social implica un paso delante de la libertad real por cuanto diversifica las esferas de aplicación sin recurrir a otros principios de justicia sin que esto implique no abordar la desigualdad económica. Esta dificultad para articular la teoría del reconocimiento con una propuesta de redistribución material pareciera subsistir en Honneth pese a los reclamos que hace ya casi 20 años le hacía Nancy Fraser (2006). La intervención de Aguiar reclama de Honneth justamente esto: reconocer los elementos viables y necesarios que desde el marxismo analítico pueden aportarse para el despliegue de la libertad social como proyecto político.
Vislumbramos entonces que Honneth tiene dificultades para esclarecer un plan de acción político, aunque bien se podría argumentar que esta no ha sido su intensión o, por lo menos, no la actual. De lo anterior sí se evidencia la dificultad del autor alemán para construir una propuesta que 'electrice a las masas'. Ejemplo de lo anterior queda demostrado por el aporte de Cesar Ortega-Esquembre quien sin contrariar la base de la propuesta de Honneth, la teoría del reconocimiento, nos muestra cómo el estado actual del proyecto honnetiano no ofrece una idea clara de progreso hacia su ideal de socialismo. Por el contrario, la idea de plan de acción es ambiguo y dicha ambigüedad pareciera estar emparentada con la ausencia de propuestas de transformación institucional.
En buena medida, podría argumentar Honneth, su falta de una teoría de transformación institucional se debe la carencia de ejemplos positivos que retomar salvo, como mostrará en el texto que cierra el libro, la Viena roja. No obstante, tanto el aporte de Francisco José Martínez como el de José Luis Moreno demuestran que el saldo de cuentas que Honneth hace de la tradición marxista es por lo menos problemático. El primero hace notar que la lectura que el autor alemán hace de la tradición marxista es por lo menos reduccionista y termina por ignorar la posición comunista como una visión diferente a la del socialismo, lo que cierra posibilidades de aplicación de la teoría del reconocimiento y de evaluación positiva de experiencias políticas pasadas. En este sentido, y quizá uno de los aportes más destacados del libro, viene de la lectura que propone José Luis Moreno del Capital de Marx. Para Moreno, Marx distingue el funcionamiento del mercado y el funcionamiento del mercado capitalista, abriendo espacio para una propuesta socialista de mercado en la que, superando las condiciones de dominación en el mundo del trabajo, pueda construirse un mercado democrático o al menos funcional a una visión socialista de la economía. Honneth ya ha mostrado cierta cercanía con la idea de un socialismo de mercado en su argumentación del mercado como un espacio en el que podría desplegarse el reconocimiento recíproco, pero la novedad que introduce Moreno Pestaña es el origen de la dicha lectura del mercado. Mientras Honneth la recupera de Hegel, en particular de la Filosofía del derecho, Moreno Pestaña muestra como tal lectura es posible desde Marx, en tanto una lectura detenida del capital da cuenta de una distinción entre el mercado de productores libres e iguales y el mercado capitalista que separa el trabajo asalariado del capital. Si aceptamos la lectura de Moreno Pestaña, tendremos que concluir que Honneth pese a todo su bagaje filosófico aún tiene pendiente una revisión más juiciosa de los aportes de Marx y el marxismo a la libertad social y, por consiguiente, a su propuesta de renovación socialista.
No deja de ser inquietante que justo cuando Honneth se acerca a la reflexión sobre la forma de instituciones sociales como el mercado se vea más débil su relación con el marxismo y quizá en parte sea ese un buen punto de partida para nutrir la propuesta de Honneth con elementos de la economía política marxista. No obstante, y como Recuperar el socialismo es un campo de combate virtuoso, José Manuel Romero da cuenta de una oposición al socialismo de mercado que desafía tanto la posición de Honneth como la de Moreno Pestaña. ¿Acaso el mercado puede superar el efecto ideológico de las relaciones mercantiles? Para Romero, la respuesta es negativa y un proyecto socialista que ignore tal consideración podría emerger sin futuro alguno. La salida que encuentra Romero es que las consideraciones del mercado que defiende Honneth siguieran la idea de un mercado de productores libres e iguales y no la lógica del mercado capitalista, pero anota el Romero, la posición de Honneth resulta ambigua en este sentido y, por tanto, difícilmente resuelve la cuestión de las condiciones del mercado que posibilitarían su apropiación en un proyecto socialista.
La superación del economicismo no es la única cuestión que se plantea Honneth, sino, desde su declarado posmarxismo, ampliar la reflexión a otras esferas como la política. Justamente, en la política es donde residen las cuestiones que plantean las otras aportaciones de Recuperar al socialismo. Por ejemplo, Nuria Peist cuestiona el abordaje que Honneth hace de la diversidad de posiciones sociales y la forma como estas se articulan en un interés común. Para Peist, hay una visión más compleja y completa de la cooperación social en los desarrollos de Bourdieu sobre la formación de los intereses colectivos de acuerdo con la participación de los individuos de distintos tipos de capital diferentes al económico que en la teoría social de Honneth. El resultado de no incorporar una visión cercana a la de Bourdieu por parte de Honneth es la homogeneización de las diferencias al momento de la realización de la libertad social que sería incapaz de asumir la conflictividad social subyacente a la pluralidad democrática. Esta aparente dificultad para asumir la conflictividad social es registrada también por quienes consideran que la propuesta de libertad social sigue cierta lógica mitológica de un fin último. Igual que una la idea de una sociedad sin clases, la libertad social configuraría un horizonte normativo último que difícilmente permitiría a los movimientos sociales discutir cuestiones más inmediatas, valiéndose del defendido experimentalismo, para construir paso a paso una alternativa al estado de cosas capitalista. El resultado de guiarse por un fin último podría resultar incluso contradictorio con la idea de democracia que defiende Honneth, pues anularía la conflictividad social necesaria para el debate. En sentido conexo, la aportación de Nuria Sánchez Madrid devela que esta aparente tendencia a homogeneizar las voces de los oprimidos o los grupos de acción organizados bajo un ideal único eurocéntrico pareciera venir de una transformación en el desarrollo de la obra del autor alemán. Los primeros textos de Honneth daban cuenta de una forma novedosa de entender la conflictividad social, siendo muestra de esto su visión sobre 'la nueva gramática de la lucha social' en la que el reconocimiento ocupa un lugar central, pero que ahora, en momentos de desarrollo de una propuesta política normativa, reduce una polifonía al concepto abarcador de libertad social. Vemos así tres acercamientos a Honneth que encuentran en su propuesta una tendencia a desaparecer el conflicto social y político. Frente a esta aparente dificultad para articular la conflictividad, los movimientos sociales y la experiencia de los oprimidos, la posición de José Antonio Pérez Tapia emerge con una propuesta de solución a los problemas de expansión de la libertad social en la esfera política: transitar a un republicanismo radical. Sobre este punto, Honneth no tuvo más remedio que aceptar como válida la propuesta de Pérez Tapia, pues efectivamente en su actualización del socialismo aún no hay una propuesta madura de organización política que permita encausar los requisitos de la vida democrática emanada de la expansión de la libertad social.
Con esta revisión de las aportaciones contenidas en Recuperar el socialismo debemos afrontar que el texto no es una guía acabada para la acción en el siglo XXl, pero sí es un punto de partida virtuoso de cara a los retos de las políticas emancipatorias de nuestro tiempo. Por un lado, el libro ha discutido una propuesta de actualización socialista, que no por ser ampliamente discutida deja de ser clave, pues la importancia de la obra de Honneth radica precisamente en el enriquecimiento de ciertos debates fangosos en la izquierda internacional, permitiendo un aire renovador. Por otro lado, la defensa de Honneth da cuenta de una sobrestimación de su propio aporte, ya que con una producción aún en construcción en filosofía política pareciera dar por superados los problemas del marxismo. En la lógica de los campamentos, Honneth se separa de los demás autores del texto instalando el campamento de la 'libertad social'. Empero, después de revisar las posturas de los demás campamentos, difícilmente la propuesta de Honneth podría diferenciarse radicalmente de las demás posiciones o, por lo menos, lo hace a partir de olvidos y omisiones que amablemente los otros campamentos le recuerdan.
Algunos capítulos de Recuperar el socialismo expresan los olvidos y las omisiones de la tradición marxista y socialista que podrían complementar sus posiciones. Otros capítulos, necesariamente conectados con los mencionados, revisan las implicaciones del socialismo honnetiano a la luz de las dinámicas económicas y estratégicas de lucha. Los capítulos de Moreno Pestaña y José Luis Pérez Tapias hacen una defensa de las posiciones de Honneth desde una perspectiva marxista, el primero, y republicana, el segundo. Finalmente, la respuesta de Honneth profundiza su concepción del socialismo desde la realización de la libertad social y ofrece, con el ejemplo de la Viena Roja, una visión del experimentalismo como estrategia de realización de la transformación institucional y social para el socialismo. El resultado de este recorrido es, en primera instancia, la demostración de que la teoría de Honneth está apenas iniciando un camino político normativo y, por tanto, carece de reflexión sobre elementos clave para desplegar una idea renovada del socialismo. En segunda instancia, el texto confirma que pese a las carencias, Honneth abre un camino de reflexión que pareciera fructífero para avanzar en una propuesta política alternativa al capitalismo que bien podría enriquecerse en la medida en que incorpore algunos elementos que las y los autores de Recuperar el socialismo han señalado.
Las y los autores del libro han explorado las debilidades de la propuesta de Honneth desde tres grandes esferas: la economía, la teoría social y la teoría política. En ningún caso la propuesta de Honneth salió ilesa, pero en todos se reconoce su aporte fundamental para impulsar la renovación. El resultado es que la idea de libertad social como elemento normativo para la actualización del socialismo requiere saldar cuentas con la tradición marxista, con su propia teoría sociológica y especialmente con teoría de las instituciones políticas que permitan vislumbrar un paso de la teoría a la práctica. Así, Honneth aporta la chispa al proyecto de la renovación socialista, pero Recuperar el socialismo le da cuerpo y discusión sobre cómo encausar ese impulso.