https://doi.org/10.18273/revfil.v23n1-2024003
Artículo de reflexión derivado de
investigación
Edgar Enrique Velásquez Camelo 1 *
1 Inspectoría San Pedro Claver de Bogotá, Colombia evelasquez@sdbcob.org
Forma de citar: Velásquez Camelo, E.
(2024). La expresión inmanente categorial de los fundamentos transcendentales
de la realidad en la creación y transformación del mundo social. Revista
Filosofía UIS, 23(1), 54-76, https://doi.org/10.18273/revfil.v23n1-2024003
Revista Filosofía UIS Vol. 23 Núm. 1 (2024), pág. 54-76
Received: 2023-07-11 - Accepted:
2023-11-14
Resumen:
la hermenéutica existencial crítica comprende los
elementos que integran la explicación, la comprensión y la actualización en los
fundamentos transcendentales de la realidad y que se expresan de forma
inmanente en el ámbito espaciotemporal de sentido categorialmente. Así las
cosas, el objetivo de este trabajo de investigación es presentar un análisis
acerca de la relación entre los valores inmanentes y transcendentales en el
ámbito espaciotemporal cotidiano de la acción humana. Esto con el fin de, en
primer lugar, reconocer la superación empírica de las contradicciones éticas y
lógicas del mundo social y de la vida y, en segundo lugar, identificar, en la
expresión categorial de los fundamentos axiológicos transcendentales, la
posibilidad de la transformación personal y colectiva del género humano desde
la hermenéutica existencial crítica, cuyo dinamismo comprende al ser humano
como un buscador en la resolución existencial del sentido, en su doble tensión
entre lo oculto y luminoso a través del cultivo de la vida espiritual, para
descubrir en el interior de sí el llamado que acontece en el silencio.
Palabras clave: Hermenéutica
existencial crítica; a priori; a posteriori; espaciotemporal; vida espiritual.
Abstract:
critical existential
hermeneutics includes the elements that
integrate the explanation, understanding and updating of the
transcendental foundations of
reality and that are expressed immanently in the spatial-temporal sphere of categorical
meaning. Thus, the aim of
this paper is to present
an analysis of the relationship
between immanent and
transcendental values in the
daily space-temporal realm of human action. This in order, first, to
recognize the empirical overcoming of the ethical
and logical contradictions of the social world
and of life and, second, to identify,
in the categorical expression of the
transcendental axiological foundations,
the possibility of personal and collective transformation of the human race from critical existential
hermeneutics, whose dynamism includes the human being as a seeker to resolve
the existential inquiry of meaning
in its double tension between the hidden and luminous through the cultivation of spiritual life, to discover within
itself the call that occurs
in silence.
Keywords: Critical existential hermeneutics; a priori; a posteriori; spatiotemporal;
spiritual life.
1. Introducción
El carácter espiritual de la
espacio-temporalidad de la existencia de cada persona y de un colectivo humano
es determinado por los valores transcendentales dados a priori en el
tiempo, el espacio y sus asuntos relativos. Estos son transcendentales porque no
pertenecen al ámbito de la experiencia y son solo ideas que permiten la
comprensión de la realidad y sus más nobles aspiraciones. Aunque Kant propone
su sistema de ideas trascendentales en la construcción de la crítica de la
razón pura mediante la fundamentación de una epistemología preventiva, es
decir, para evitar errores en el futuro (2019), y debido al proceso pragmático
interpretativo es posible actualizarlo para comprender, además, (Velásquez,
2019a) la expresión inmanente categorial de los fundamentos
transcendentales de la realidad, en orden a la transformación personal y
colectiva, por medio de la hermenéutica existencial crítica. En la dialéctica
trascendental para demostrar la importancia de los conceptos trascendentales de
carácter a priori, Kant justifica la razón de ellos, según los fines
operativos de la epistemología crítica, de esta forma:
[a]unque
tengamos que afirmar que los conceptos trascendentales son solo ideas, no
debemos considerarlos superfluos ni carentes de valor. En efecto, si bien es
cierto que no podemos determinar ningún objeto por medio de ellos, en el fondo
pueden servir, de forma imperceptible, de canon del amplio y uniforme uso del
entendimiento, el cual no conoce por este medio más objetos de los que
conocería a través de sus propios conceptos, pero sí está mejor y más
extensamente guiado en relación con este mismo conocimiento (Kant,
2019, p. 319).
¿Cuál es la función y el impacto categorial inmanente de
los cimientos axiológicos transcendentales a priori y a posteriori de
carácter espiritual que dan sentido a la realidad? La persona es por naturaleza
un ser cuya representación del mundo no se limita solo a un horizonte
existencial fáctico, que se encuentra determinado por un haber-previo y,
definido por las condiciones espaciotemporales. La persona es capaz de ir más
allá incluso de sus mismas posibilidades para descubrir el significado
ontológico e intersubjetivo del mundo social, y de la vida, hacia la resolución
paulatina del sentido de la existencia (Torralba, 2018). La
expresión inmanente categorial de los fundamentos transcendentales del mundo
social, tiene su consistencia en la función heurística revelatoria
del lenguaje utópico, a través de la hermenéutica existencial crítica; dicho de
manera más sencilla: el ser humano al comprenderse en el mundo social, descubre
que para fomentar las más grandes y nobles aspiraciones humanas, como el amor,
la justicia y la paz, se vale de en un tipo de lenguaje, no extraído de las
vivencias personales o colectivas, aunque inspirado de forma relativa en ellas
(Kant, 2019), que promueve un sistema axiológico
transcendental que sea concretizado en los procesos de apropiación e identificación
personal y colectiva.
La necesidad de las condiciones a priori de la
experiencia humana, en la consolidación del mundo social, se debe a que el ser
humano es un ser social-artificial cuya estructura fundamental de sentido está
aclarada de forma consciente en el lenguaje (Ricoeur, 2009),
porque a través de él descubre el potencial transformador del mundo desde los
fundamentos a priori espirituales de todo sistema de creencias, ya sea
para la construcción y consolidación del mundo como ámbito de interacción,
socialización y comunicación, en la instauración y mantenimiento de una
sociedad más justa y humana, cuando actúa la hermenéutica existencial crítica (Arendt, 2021) o, también para su detrimento, cuando se prescinde
de ella como se constató en la Shoá (Arendt, 2022). De todos modos, aunque la realidad sea
contradictoria (Kant, 2017), no se puede escatimar los
esfuerzos para imaginar un mundo en donde se favorezca, por un lado, la
institucionalización de mecanismos de integración y promoción humana (Habermas, 2018) y, también, el fomento del carácter adquirido (Schopenhauer, 2017).
Para desarrollar la pregunta de esta investigación
documental, propongo el siguiente camino: en primer lugar, en los primeros
apartados, se hará una aproximación a los fundamentos transcendentales a
priori y a posteriori espirituales de la realidad, que funcionan en
la inmanencia cotidiana existencial. En segundo lugar
se hará alusión a la necesidad, desde la hermenéutica existencial crítica, de
resolver en el ámbito espaciotemporal cotidiano la proyección transcendental de
la inquietud de sí por medio del pensamiento meditativo o reflexivo como
modalidad patrimonial del espíritu humano. Por último, se dará cuenta del
cimiento espiritual que descubre las nociones esenciales hacia el fomento de la
vida espiritual. Todo esto, con el propósito de aclarar la función de las
condiciones a priori y a posteriori de la experiencia humana, en
la configuración que hace potencialmente plausible la realización progresiva de
un mundo más humano.
2. Fundamentación axiológica
transcendental a priori del mundo social
El carácter artificial del mundo
social se crea, conforma, sostiene y renueva por la institucionalización de
procedimientos de entendimiento convencional (Habermas et al,
2018), que son producto del impacto revolucionario de movimientos de
formación política, económica y cultural (Arendt, 2014). A la
base de dichas transformaciones, se encuentra de forma consciente o
inconsciente una fundamentación axiológica transcendental a priori de
carácter espiritual, que en términos de Paul Ricoeur, pertenece
a los rasgos no elegidos que determinan nuestras elecciones (2011).
Se entiende por fundamentación axiológica transcendental a
priori espiritual, el conjunto de valores que soterradamente y, a la vez,
de forma explícita definen el sentido generalmente aceptado por un colectivo
humano, cuya programación antecede a la existencia (Duch, 2012). En este sentido, la hermenéutica existencial
crítica, tendrá como objetivo develar dicho andamiaje para que pueda
reconocerlo, y en tal caso, emanciparse cuando ésta
fórmula ideológica sea una visión peyorativa alienante impuesta que distorsiona
la realidad (Velásquez, 2022). De todos modos, ya sea de
forma reconocida o desconocida para la persona, los fundamentos
transcendentales a priori funcionan como el suelo nutricio en el cual se
resuelve cotidianamente la indagación fundamental del sentido.
Tal como lo describe Duch en
las anotaciones metodológicas que justifican su propuesta antropológica, desde
un enfoque de complejidad, señala el carácter aposteriorístico
de la existencia humana. Dice:
[...] el ser humano no es
radicalmente bueno ni malo, sino ambiguo. No está, por consiguiente,
determinado a priori ni para el bien ni para el mal. Eso significa que el
hombre es un ser aposteriorístico, es
decir, un ser interrrogativo-responsarial que debe
tomar partido ante las diferentes situaciones en que, desde el nacimiento hasta
la muerte, va encontrándose en su trayecto biográfico (Duch, 2012, p. 138).
¿De qué manera responde el ser humano si no es con base a
los presupuestos culturales dados en el lenguaje, la religión, el arte y, desde
allí, se pueda constituir como un ser interrogativo-responsorial? Aunque la
persona es un ser aposteriorístico, esta
condición es posible solo a través del cultivo de la vida espiritual (Torralba, 2018) o en términos de Hegel, desde el
ascenso a la generalidad (2019) o siguiendo a Gadamer, a
través de la formación (1998). En este sentido, el carácter apriorístico
y aposteriorístico de la existencia
humana constituye, en esencia, la contingencia misma de la vida: se actúa, en
primer lugar, desde los presupuestos existenciales que configuran la realidad
personal y colectiva para que luego, se pueda constituir la persona capaz de
comprenderse y transformarse al tomar distancia de dicho condicionamiento. El
asunto es que debido a la dominación ideológica contemporánea se puede pasar la
vida sin darse cuenta la persona de la condición apriorística de la
existencia humana (Velásquez, 2022).
El ser humano es apriorístico, porque la
configuración ideológica existencial está diseñada por los mecanismos de acción
y control económico, político y cultural del sistema social que mueve a un
colectivo humano, ya sea para conservarlo, distorsionarlo o renovarlo (Ricoeur, 2008b). En la actualidad, la sociedad capitalista
informacional, expresa los valores que inspira y mueven la sociedad de consumo
(Verdú, 2009), los populismos totalitarios aparentemente
democráticos, y las dinámicas de la globalización ficcional de la realidad (Bauman, 2015). Estos elementos son determinantes a la hora de
resolver la indagación fundamental del sentido de la vida, porque al estar
condicionada la persona a aceptar un estilo de vida acaparador (Francisco,
2015), una política representativa que cede, cada vez más, al populismo
totalitario (Laje, 2023) y admitir
los mecanismos de exclusión legitimados por la globalización (Baudrillard,
2018), no queda más remedio para superar dichas limitaciones a través de la
formación de la conciencia crítica para que la vida sea conducida hacia un
nuevo despertar (Velásquez, 2022).
En este sentido, resulta relevante reconocer los valores
que configuran el mundo social, cuya estructura a priori determina
nuestra representación, de tal forma que podamos emanciparnos de la
programación que ha sido establecida como referente de interpretación
existencial. En El ser y el tiempo, Martín Heidegger entiende al ser
humano como un ser ahí que se comprende según las coordenadas
espaciotemporales que determinan su existencia, dicha comprensión la hace de
forma inauténtica cuando su horizonte existencial fáctico se despliega desde
las formas determinadas de representación dadas en la ciencia y la técnica
(2018). A la postre, muchos de nosotros nunca podremos salir del sistema de
creencias que configura nuestra realidad (Ricoeur, 2008b);
sin embargo, si podremos constituirnos en sujetos transcendentales de verdad y
acción (Foucault, 2014) desde la comprensión crítica de la
realidad, es decir, a través de la hermenéutica existencial crítica.
Así las cosas, a través de esa comprensión crítica de la
realidad, la persona se constituye como un ser aposteriorístico,
debido a su capacidad de ascender, o como diría Francesc Torralba,
de tomar distancia (2018) de la determinación inmanente a priori, hacia
las condiciones transcendentales que posibilitan la heurística revelatoria existencial, hacia la formación crítica del ser
humano. Se puede hablar de una fundamentación axiológica trascendental a
priori porque antecede a cualquier juicio sintético que, en cualquier caso,
es derivado de la experiencia (Kant, 2019). Si la
fundamentación es a priori no quiere decir que sea causa determinante de
la atrofia existencial; cada ser humano, gracias a la formación del pensamiento
crítico y reflexivo y, sobre todo, por su carácter cultural, espiritual y
responsable (Frankl, 2010), tiene la capacidad de ampliar
sus horizontes de comprensión y enriquecer su visión de mundo (Gadamer,
1998).
Immanuel Kant en la Crítica de la razón pura presenta
la condición epistemológica de la existencia humana a priori (2019). De
esta forma, en primer lugar, desarrolla una teoría del conocimiento que sienta
sus bases en las condiciones transcendentales que anteceden a cualquier
experiencia en el tiempo y el espacio, y, en segundo lugar, pone de manifiesto
el carácter contingente del método, al restringir su escenario de acción y sus
alcances en su única finalidad objetiva: evitar errores en la comprensión de la
realidad. La relación entre el sujeto y el objeto queda condicionada por una
forma de haber previo dada por el tiempo y el espacio. Entonces, ¿cuál es la
condición epistemológica, a priori, que hace posible la existencia
humana como comprensión?
La hermenéutica existencial crítica define al ser humano
como un ser que acontece en la comprensión (Ricoeur, 2015),
en el despliegue de múltiples posibilidades determinadas, por las condiciones a
priori de la experiencia humana. Esto es, la persona se comprende en el
tiempo y en el espacio en relación con lo otro en su forma indeterminada (Velásquez, 2020c). En el escenario espaciotemporal de sentido,
el ser humano se comprende en su ahí específico dado por las circunstancias del
mundo social y de la vida. Dicho de otra manera: la condición epistemológica a
priori, es definida por los elementos relativos que convergen y determinan
la existencia humana: la historia, la tradición, la geografía; y con ella lo
cultural, económico, político, social y religioso-espiritual. Si bien, lo
espiritual es consustancial a la naturaleza humana como un elemento fundamental
de corte transcendental, lo religioso si viene determinado por los elementos
espaciotemporales del ahí de cada persona con sus asuntos relativos. Dicho de
otra manera: lo espiritual es de orden esencial y lo religioso, que es la forma
en que se gestiona esta dimensión, tiene un desarrollo circunstancial, según la
herencia de cada tradición cultural.
Habermas al preguntarse acerca del lugar que ocupa la
filosofía en la contemporaneidad, sostiene que los grandes maestros de la
modernidad han caído en descrédito: entre ellos Hegel, Marx, Kant y hasta el
mismo Nietzsche (2018). Este descrédito se debe a los alcances reales de cada
uno de sus sistemas de pensamiento, los límites implícitos en la visión de
mundo subyacente en cada propuesta, ante el notable decaimiento social que
experimenta el mundo en la actualidad. El ascenso a la generalidad de Hegel
quedó estancado por la supeditación tecnológica virtual en la dominación de la
opinión pública; la lucha de clases de Marx quedó oscurecida por los crímenes
del comunismo haciendo que los porcentajes de miseria humana se elevaran
considerablemente; la idea de que la razón pura de Kant, y con ella los
fundamentos transcendentales a priori que sostienen y definen toda
experiencia posible, y por ello, la misma existencia, nos previniera de futuros
errores, no ha sido posible por la confusión generalizada en la actualidad,
ante la imposibilidad de proponer valores absolutos; y la pugna de Nietzsche a
las entelequias asfixiantes de la modernidad se ha reducido a un academicismo
contemplativo que impide la promoción liberadora del pensamiento humano (Restrepo, 2015).
Sin embargo, Habermas propone la filosofía como comodín e
intérprete de la realidad social (2018). Se entiende por comodín el modo
operante de la filosofía, al desempeñar múltiples funciones en la resurrección
de los macrorelatos que sostenían el edificio
moderno: por eso estamos, para él, en la modernidad tardía. Y se entiende por
la función interpretativa, la capacidad de comprender el mundo social y de la
vida, en la impetuosa tormenta ideológica que experimentamos actualmente,
porque ante la multiplicidad de interpretaciones que confunden y desorientan a
la persona hacia fragmentación, en la consolidación de un sujeto escindido
potencialmente esquizofrénico, la filosofía facilita la capacidad de
comprensión de la realidad a través de la hermenéutica existencial crítica; y
así, con base a la crítica sea posible la superación de las estructuras
alienantes del espíritu humano (Ricoeur, 2012).
En este orden de ideas, y para los fines de este trabajo,
llama la atención que Habermas afirme que: "Kant no ha conseguido
demostrar que las condiciones a priori de la posibilidad de la
experiencia sean «necesarias»" (2018, p.16). Aunque parezca obvia la
necesidad de las condiciones a priori de la experiencia, como fuente de
conocimiento, no parece que sea un asunto evidente, ¿por qué? La demostración
de la necesidad de las condiciones a priori de la experiencia descubre
su impacto en el ámbito espaciotemporal de sentido en cada ser humano, y, por
su puesto, del colectivo al cual pertenece.
¿Qué es el tiempo?, ¿Qué es el espacio? Tiempo y espacio
son, en esencia, los determinantes existenciales de la contingencia humana,
tanto de la percepción como del sentido (Duch,
2012). Antes que cualquier experiencia suceda ya están implícitas
estas dos realidades (Kant, 2019). Además, al tiempo le es
relativo el asunto de lo histórico, y, por lo tanto la
tradición (Ricoeur, 2009); al espacio le es relativo lo
geográfico (Ricoeur, 2011) y, por tanto lo cultural,
religioso, económico, político y social. La demostración se da en estos
términos: la condición epistemológica a priori de la existencia humana,
comprendida en el ámbito espaciotemporal específico, con sus asuntos relativos,
justifica su necesidad porque hace plausible el descubrimiento de la fuente de
sentido del ser humano a través de la heurística revelatoria
existencial o también llamada en este trabajo, hermenéutica existencial
crítica.
La necesidad de los fundamentos a priori de la experiencia,
revela los alcances y límites de la existencia humana, hacia la constitución de
la persona en la inmanencia apriorística de su existencia. En
consecuencia, la hermenéutica existencial crítica, tanto de cada persona como
del colectivo humano, tendrá como suelo nutricio la verdad revelada a través de
las circunstancias espaciotemporales dadas a priori en sus elementos
relativos del tiempo y el espacio. La epistemología kantiana, por tanto, no
solo versa acerca de la teoría del conocimiento, sino que es acompañada, a
nuestro modo de ver, de un componente cuya integración hace plausible la
aclaración del sentido: la existencia. Si el ser humano es, en tanto se
comprende (Heidegger, 2018), dicha comprensión solo aflora
en un escenario de interacción, acción y participación comunicativa (Ricoeur, 2015), que favorece la apertura al mundo, esto supone
la participación de lo otro en su forma indeterminada.
Todo esto confluye en un existencialismo epistemológico
que descubre al ser humano el carácter heurístico de la vida; la búsqueda del
sentido se aclara, entonces, desde las nociones vitales que revela la persona
en los elementos a priori de la existencia humana, en el tiempo y el
espacio y sus componentes relativos.
La experiencia espiritual del ser humano pertenece a los
asuntos aposteriorísticos de la
existencia. ¿Por qué hablar, entonces, de la condición espiritual a priori? Cada
ser humano nace en un ahí específico determinado por las condiciones espaciotemporales
que determinan su realidad y la comprensión de ella (Duch, 2012). El asunto espiritual no es, en este sentido,
un elemento accesorio, sino que hace parte esencial de la vida (Velásquez,
2020c); en consecuencia, la condición espiritual es a priori porque
pertenece en esencia a la naturaleza humana. Aunque, cabe advertir, que su
cultivo y desarrollo sí es a posteriori (Duch,
2012).
El ser humano, es decir, cada uno de nosotros, está
potencialmente capacitado para la vida espiritual (Torralba,
2018). Sin embargo, actualmente nos encontramos en la época del ocaso del
pensamiento reflexivo en donde no resulta fácil el fomento de la vida en el
espíritu, porque de alguna manera exige un esfuerzo superior (Heidegger,
2002). Así lo afirma Hegel, en la introducción de la Fenomenología del
espíritu, en donde hace una síntesis aclaratoria de la condición del ser humano
moderno, y, por lo tanto, racional e inmanente, en relación con la condición
existencial de corte transcendental:
Hubo un tiempo en el que el hombre
tenía un cielo dotado de una riqueza pletórica de pensamientos e imágenes. La
significación de cuanto es radicaba en el hilo de luz que lo unía al cielo;
entonces, en vez de permanecer en este presente, la mirada se deslizaba
hacia un más allá, hacia la esencia divina, hacia una presencia situada en lo ultraterrenal, si así vale decirlo. Para dirigirse hacia lo
terrenal y mantenerse en ello, el ojo del espíritu tenía que ser coaccionado; y
hubo de pasar mucho tiempo para que aquella claridad que sólo poseía lo
supraterrenal acabara por penetrar en la oscuridad y el extravío en el que se
escondía el sentido del más acá, tornando interesante y valiosa la atención al
presente como tal, a la que se daba el nombre de experiencia [Erfahrung]. Actualmente, parece que hace falta lo
contrario; el sentido se halla tan fuertemente enraizado en lo terrenal que se
necesita la misma violencia para elevarlo de nuevo. El espíritu se revela tan
pobre que, como el peregrino en el desierto, parece suspirar tan sólo por una
gota de agua, por el tenue sentimiento de lo divino en general, que necesita
para confortarse. Por esto, por lo poco que el espíritu necesita para
contentarse, puede medirse la extensión de lo que ha perdido (2019, p. 10).
Actualmente, el ocaso del pensamiento reflexivo, se debe
al impacto ideológico de la sociedad informática de control, cuya programación
algorítmica está diseñada para proliferar grandes cantidades de información, y
así apartar al ser humano del fomento de la vida en el espíritu, provocando la
superficialidad noética y existencial, en la consumación de una vida sin
contenido (Agamben, 2005), hacia la progresiva aniquilación
de la capacidad de asombro. Este adormecimiento espiritual no es otra cosa que
el agotamiento humano (Han, 2022) derivado del materialismo
ideológico consumista y del neopositivismo lógico: el primero provocando el
vacío existencial (Frankl, 2003) porque "[m]ientras más vacío está el corazón de la persona, más
necesita objetos para comprar, poseer y consumir," (Francisco,
2015, párr. 204). Y el segundo, la generación de una comunidad de pseudoespecializados, cuya apariencia hace imposible la
capacidad simbólica, y, por tanto la vida espiritual (Domínguez et al, 2023).
Si esta es la situación del ser humano contemporáneo,
¿podemos hablar de la condición espiritual a priori de la existencia
humana? Que la vida espiritual del ser humano esté pasando por un momento
espinoso, no quiere decir que sea imposible su fomento, porque cada persona,
como ser racional (Kant, 2019), está potencialmente
capacitada para cultivarse interiormente a través de las prácticas que conducen
hacia la conquista de la libertad interior (Velásquez, 2019b),
porque el presupuesto antropológico es muy claro: lo espiritual constituye al
ser humano.
Lluís Duch, antropólogo, pone
en evidencia algo esencial en la persona, la dimensión religiosa, porque a
través de ella ejerce dominación a su connatural contingencia (2012). Y dado
que lo contingente constituye al ser humano, la experiencia religiosa no puede
ser considerada como accesoria, es decir, de carácter instrumental. Lo
religioso en el ser humano se alimenta de su capacidad interrogativa, hacia
develación progresiva del sentido de la existencia y del cosmos; se sostiene de
su innata capacidad religatoria, de análisis y
reflexión, y se promueve por su espontáneo dinamismo interior que lo une con
las realidades trascendentales, cuya inmanencia soportan los sueños inacabados
de la humanidad. Por consiguiente:
[...] no hay tiempos más o menos religiosos
que otros; en la historia, es decir, en el trayecto biográficos de los
humanos, no hay 'edades de oro' religiosas. Hay siempre seres humanos sometidos
a los estragos de la contingencia. Seres humanos, por lo tanto, que, a partir
de su situación concreta en el mundo y con la ayuda de las posibilidades
expresivas que se encuentran a su alcance, pueden instituir 'praxis de
dominación de la contingencia' (Duch, 2012,
p. 119).
La dominación de la contingencia, no es otra cosa que la
emancipación lograda a través de la hermenéutica existencial crítica, que en el contexto de este trabajo, se logra a través del
cultivo de la vida espiritual, como un elemento determinando de la constitución
espiritual del ser humano. Lo espiritual no viene determinado, en este sentido,
por un credo específico, porque pertenece al patrimonio espiritual de la
humanidad (Velásquez, 2020c); pero pertenecer a un credo
religioso define y concede herramientas espirituales según la comprensión del
ser humano hacia el fomento de la libertad interior, según la tradición a la
cual pertenece (Frankl, 2018). Si lo religioso y el desarrollo espiritual de la
persona está impregnado por una dogmática opaca y totalitaria (Ricoeur,
2008a), esta comprensión no pertenece a los elementos fundamentales de la
emancipación lograda a través de la hermenéutica existencial crítica (Ricoeur, 2008b).
De este modo, para Immanuel Kant los fundamentos a
priori de la experiencia posible son el tiempo y espacio desde el punto de
vista epistemológico (2019), desde el enfoque existencial y espiritual los
asuntos relativos a estas categorías constituyen el suelo nutricio que permite
describir la condición a priori espiritual de la existencia humana. Como
ya se dijo en la introducción, al tiempo le es relativo lo histórico y unido a
ello la tradición; y al espacio le corresponde lo geográfico expresado en lo
cultural, religioso, económico, político y social.
Si bien, hoy se habla de espacio-temporalidad, porque las
categorías tiempo y espacio no se entiende una sin la otra, y menos en física
en donde la gravedad afecta su constitución (Hawking, 2022),
se hace necesaria la diferenciación solo para tratar sus asuntos relativos que
son también a priori, porque en su conjunto, los asuntos relativos al
tiempo y al espacio hacen posible también la experiencia ya sea epistemológica
o existencial.
La reflexión acerca del tiempo ha provocado la vida espiritual
del ser humano, porque se comporta como un enigma que, luego del giro
copernicano logró grandes avances en su comprensión científica hasta nuestros
días, gracias a los últimos descubrimientos en física con el estudio de los
agujeros negros y la mecánica cuántica (Hawking, 2022). De
todos modos, sin ir tan lejos, y para responder a los interrogantes de esta
investigación documental, se afirma que el tiempo es condición necesaria para
el fomento espiritual, porque es relativo a esta categoría lo histórico y la
tradición.
El fundamento ontológico existencial, y, por tanto espiritual del ser-ahí es la temporalidad.
Heidegger, en la segunda parte del ser y el tiempo expone los elementos
que hay que tener en cuenta acerca de la constitución del cuidado de sí, que, a
nuestro modo de ver, hace parte esencial del fomento contemporáneo de la vida
espiritual:
[s]i la temporalidad constituye el
sentido original del ser del 'ser ahí', más a este ente le va a su ser este
mismo, entonces tiene la cura que emplear 'tiempo' y por tanto que contar
con 'el tiempo'. La temporalidad del 'ser ahí' desarrolla el 'contar el
tiempo.' El 'tiempo' de que se tiene experiencia en este contar inmediato
aspecto fenoménico que reviste la temporalidad. De él brota la comprensión
cotidianamente vulgar del tiempo. Y esta comprensión se despliega en el
concepto tradicional del tiempo (Heidegger, 2018, p. 257).
El cuidado de sí acontece en el tiempo, ya sea porque es
condición existencial ineludible, y, además, porque solo es posible si se
cuenta con el tiempo para el fomento de la vida espiritual (Velásquez,
2020b). La condición a priori del fomento de la interioridad, desde
la dimensión temporal, tiene en cuenta tanto la especificidad existencial de
cada ser humano según sus coordenadas espaciotemporales, como también de la
disposición para dedicarse a esta actividad del espíritu. Este dato no es
irrelevante y más en un contexto en que no hay tiempo para el espíritu (Francisco, 2015).
La situación de cada persona en su ahí específico
temporal no lo hace inmune a los múltiples condicionamientos que vienen del
pasado, ya sea de su propia biografía personal, familiar o también del pasado
colectivo al que pertenece (Frankl, 2010). El pasado influye
en gran medida en el fomento de la vida espiritual, pero no es su determinante.
Así, lo acontecido en la biografía personal se puede convertir en un atenuante
para promover o estancar la capacidad innata del ser humano de la vida interior
por su condición racional. También lo sucedido en la historia universal influye
grandemente en el fomento de la vida interior, dado que viene cargada de
categorías cuyo impacto ideológico forman o deforman el espíritu humano, según
la tradición religiosa a la cual pertenece, debido a los condicionamientos espaciotemporales
que determinan los alcances y posibilidades de la vida espiritual.
Si se afirma la condición espiritual a priori de
la existencia humana en la categoría tiempo y sus asuntos relativos dados en la
historia y la tradición, es porque previamente influyen tanto en la persona
como en la sociedad en general, en el desarrollo de lo que Francesc Torralba llama inteligencia espiritual (2018).
La categoría historia, ya sea en su forma objetiva o
subjetiva, comprende el devenir existencial del ser humano, por la
determinación ontológica temporal de su condición limitada (Heidegger,
2018). La historia subjetiva o personal, o también llamada biografía,
pertenece a aquello que denomina Stephen Hawking, dimensión
psicológica del tiempo (2022). Sentimos que pasa el tiempo; con cada
amanecer y anochecer confluyen en el mundo las peripecias que nos hacen seres
que se comprenden en el tiempo (Velásquez, 2017). Y hay que
considerar lo siguiente: en el nacimiento somos en el mundo la carga temporal
de sentido potencialmente desplegable (Duch,
2012), mientras sucede el desarrollo de las capacidades emocionales
y cognitivas de cada persona: por eso se puede hablar del tiempo como condición
espiritual a priori de la existencia del ser humano.
Al respecto de la tradición, David Tracy en Pluralidad y
ambigüedad, en el capítulo segundo acerca de la argumentación, en donde expone
lo concerniente al método, la explicación y la teoría en el proceso
hermenéutico existencial, afirma:
[n]o existe tradición que no sea
ambigua; no hay lecturas inocentes de los clásicos. Somos quienes somos a causa
de las tradiciones que nos dan forma. Nuestras vidas son configuradas por los
efectos preconscientes de todas las tradiciones cuyas narrativas y formas de
entender el mundo han forjado nuestras memorias, y consecuentemente, nuestras
acciones (1997, p. 64).
En este sentido, la historia no es solo el pasar del tiempo,
sino el conjunto de ideas que llevamos conscientes o inconscientemente, y, que
determinan nuestra comprensión del mundo social, y de la vida. La tradición es,
la carga simbólica temporal de sentido contenida, según Tracy, en los clásicos
que, por los efectos de la pragmática de la comprensión, configuran la
representación del mundo personal y colectivo. La representación de dicho mundo
está determinada también por el aparato ideológico que rige en la actualidad,
que constriñe o promueve la comprensión crítica de la realidad que, tiene una
correlación con la herencia recibida en la tradición (Ricoeur,
2008b).
En este orden de ideas, la herencia espiritual recibida,
por ejemplo, en la tradición espiritual de los grecolatinos del primero y
segundo siglo (Foucault, 2014) nos permite dar consistencia
al estallido espiritual que actualmente se ha promovido, para que no sea una
expresión superficial del espíritu humano, sino, que tenga consistencia y
firmeza en la comprensión heredada cuya plausibilidad actualizante
es viable (Velásquez, 2019b). Si este ejercicio no viene
acompañado de una actitud crítica receptiva, se puede caer en anacronismos
subjetivos fundamentalistas, que impiden la comprensión pura de la vida
espiritual.
El tiempo en sus categorías relativas en la historia y la
tradición es el elemento a priori de la condición espiritual del ser
humano, que permite el despliegue de múltiples posibilidades existenciales en
cada persona, en el fomento de los valores trascendentales, cuya inmanencia
soportan y dan sentido a la empresa espiritual de la crítica como puerta de
entrada a la conquista de la libertad interior.
El espacio no se entiende sin el tiempo; y así sucede con
sus asuntos relativos. Se entiende por la expresión, asunto relativo, los temas
que se desprenden de una categoría, cuya dependencia reflexiva obliga a tenerlo
en cuenta como criterio de interpretación, así, los asuntos relativos al
espacio, es decir, lo geográfico, cultural, político, económico, religioso y
social se entienden, solo si se tiene en cuenta el ámbito espaciotemporal de
sentido, en que se encuentra la persona o el colectivo humano que interpreta.
La teoría de la relatividad nos
fuerza [...] a cambiar nuestros conceptos de espacio y tiempo. Debemos aceptar
que el tiempo no está completamente separado e independiente del espacio, sino
que por el contrario se combina con él para forma un objeto llamado
espacio-tiempo. (Hawking, 2022, p. 43-44).
Dado que los asuntos relativos al espacio son muchos, y,
abordar la complejidad de cada uno de ellos sobrepasa los alcances de este
trabajo, solo se hará alusión a todos en conjunto, desde la propuesta reflexiva
de Paul Ricoeur, acerca del punto de vista en Finitud y culpabilidad (2011). El
espacio es también junto al tiempo, determinante, en la forma de comprender
previo que antecede a la existencia. Entonces, según Paul Ricoeur:
[h]e
nacido en un lugar: una vez 'puesto en el mundo', en adelante percibo este
mundo mediante una serie de cambios y de innovaciones a partir de ese lugar que
no he elegido y que no puedo recuperar en mi memoria. Entonces, mi punto de
vista se desgaja de mí como un destino que gobierna mi vida desde fuera (2011,
p. 41).
Así las cosas, es en el espacio es donde ha acontecido mi
nacimiento y a partir de él, se ha formado un punto de vista que es la
expresión más clara de mi finitud existencial. En ese espacio, que para Ricoeur
es el mundo, se ha formado la existencia de quién se pregunta por el sentido de
la vida, y la respuesta se elabora según las condiciones espaciotemporales, es
decir, según las coordenadas geográficas en donde se desenvuelve la existencia.
Por eso, para Ricoeur "el mundo no es, en primer lugar, el límite de mi
existencia, sino su correlato: éste es el sentido de la 'Refutación del
idealismo' en la Crítica de la razón pura." (2011, p. 38).
Las coordenadas geográficas específicas de cada ser-ahí
afectan el desarrollo potencial de sus cualidades espirituales, aunque no
son sus determinantes. Sin embargo, en un primer nivel, lo respectivo al tiempo
en que se consolida la fórmula caracterológica, el espacio condiciona su
despliegue determinando sus potenciales alcances y posibilidades: "[m]i
carácter es el origen radicalmente no elegido de todas mis elecciones" (Ricoeur, 2011, p. 80). Aun si se tratase de un nómada, esta
misma condición cambiante de la geografía, da forma a los cimientos
espirituales en que se edifica las potenciales actitudes espirituales.
En este orden de ideas,
según el modo finito de mi carácter,
me abro a lo humano en su conjunto; todo lo humano- ideas, creencias, valores,
signos, obras, instrumentos, instituciones- me resulta accesible de acuerdo con
la perspectiva finita de una fórmula de vida totalmente singular. No es mi
carácter, no es mi singularidad lo que considero cuando acceso de esa forma a
los signos del hombre, sino la humanidad de los mismos; mi carácter es el
origen cero de mi consideración: no alcanzo más que por una especie de alusión
reflexiva a la estrechez de campo de mi consideración (Ricoeur,
2011, p. 86).
Las ideas, creencias, valores, signos, instrumentos e
instituciones, como afirma Paul Ricoeur, configuran el modo finito de ser en el
mundo, es decir, según el espacio en que se desenvuelve la existencia de cada
persona. Entonces, lo geográfico, cultural, político, religioso, económico y
social, que son partes del mundo social como espacio artificial en que se
desenvuelve la existencia humana, son elementos a priori que condicionan
las potenciales posibilidades del desarrollo espiritual de la persona.
¿Cómo liberarse de las ideas, creencias, instituciones,
símbolos que determinan la configuración del mundo social y que logra afectar
también en el mundo de la vida? Como pregunta retórica, conduce al
reconocimiento de los condicionamientos a priori del desarrollo
potencial de la vida espiritual, en donde el espacio tiene un papel muy
importante, porque es desde este escenario de acción existencial que se
configura el modo finito de ser, según Paul Ricoeur, expresado en mi punto de
vista del mundo tanto social como de la vida, según las coordenadas geográficas
que hacen posible mi existencia (2011).
Ahora bien, que sea un punto de vista no quiere decir que
sea imposible la apertura a la totalidad. De ahí que
[l]a razón es la que abre la
dimensión de totalidad, pero es la conciencia de dirección, experimentada en el
sentimiento de la dicha, la que me asegura que esa razón no me es ajena, que
coincide con mi destino, que es interna a él y, por así decirlo, cooriginaria (Ricoeur, 2011, p. 87).
Ricoeur sostiene que en la experiencia de la dicha es
como la persona se abre a la totalidad del espacio y el tiempo, hacia la
aclaración del destino y, por ende, del sentido de la vida. La razón, por
tanto, como capacidad sintética del entendimiento facilita la comprensión de la
complejidad de la existencia humana en su totalidad. En otras palabras: aunque
son muchos los componentes relativos al espacio, la razón los sintetiza, porque
de alguna manera en la persona lo geográfico, cultural, político, religioso,
económico y social se expresan de forma unitaria en la existencia de cada ser-ahí
que existe en el tiempo. Kant, acerca de la razón en general, en La crítica
de la razón pura, sienta las bases gnoseológicas de su epistemología
constructivista, destacando la función sintética de esta, en orden a la
clarificación objetiva de la realidad como fenómeno. Afirma que:
[s]i el entendimiento es la facultad
de la unidad de los fenómenos mediante las reglas, la razón es la facultad de
la unidad de la reglas del entendimiento bajo
principios. La razón nuca se refiere, pues, directamente a la experiencia o a
algún objeto, sino al entendimiento, a fin de dar unidad a priori, mediante
conceptos, a los diversos conocimientos de éste. Tal unidad puede llamarse unidad
de la razón, y es de índole totalmente distinta de la que es capaz de producir
el entendimiento (Kant, 2019, p. 302-303).
La unidad de la razón permite la comprensión de la
existencia según las reglas propias del entendimiento, establecidas por las
condiciones a priori de toda potencial experiencia plausible, dadas en
el ámbito espacio-temporal de sentido. Dicho de otra manera, en el tiempo y el
espacio en su conjunto suceden las potenciales formas del desarrollo espiritual
de la persona o también de su plausible estancamiento, porque somos de algún
modo, seres espaciotemporales que desarrollan su existencia hacia la progresiva
resolución de la inquietud de sí de modo óptimo, a nuestro modo de ver, a
través de la hermenéutica existencial crítica. Y a posteriori ¿qué se
puede considerar?
3. El ser humano aposteriorístico
y la hermenéutica existencial crítica
La existencia humana está
condicionada por una forma de haber-previo, dada en las representaciones
simbólicas que heredamos de los asuntos relativos al tiempo y al espacio, pero
que no determinan su potencial desarrollo debido a que cada persona, además de
ser apriorístico, es aposteriorístico
(Duch, 2012). Dicho de otra
manera: lo que antecede a la existencia solo afecta, pero no determina el
desarrollo o decrecimiento potencial de la vida espiritual de cada persona o de
un colectivo humano. Ante cada ser-ahí se despliega múltiples
posibilidades presentes en las circunstancias espaciotemporales, que se
manifiestan tanto para promover o estancar el probable desarrollo espiritual
como condición ineludible de la emancipación ideológica (Velásquez,
2020b).
¿En qué consiste la condición espiritual a posteriori de
la persona desde hermenéutica existencial crítica? Los condicionamientos
espaciotemporales y sus asuntos relativos que determinan la existencia de cada
ser humano, configuran lo que llamamos ideología. Se entiende por ideología,
siguiendo a Ricoeur, el sistema de creencias que permiten la integración humana
focalizada en un acto fundacional del mundo social, cuya finalidad objetiva es
la dinamización del mundo de la vida en el direccionamiento de la voluntad y
opinión pública, en donde el dinamismo operativo más que tematizar está
orientado a la acción contenida, según la situación existencial del colectivo
humano, en un tiempo y espacio específico (2008b). De entrada, se reconoce la
superación negativa que tradicionalmente carga el concepto de ideología, porque
en últimas permite, dicho de forma sencilla, que la vida tenga sentido.
Ahora bien, el fenómeno ideológico sí necesita ser
valorado por una hermenéutica existencial crítica, que permita en dado caso,
según las circunstancias espaciotemporales de sentido, verificar que no sea
alienante hacia la emancipación a través de la heurística revelatoria
existencial, porque es precisamente a través de la búsqueda, la indagación y la
confrontación como la persona logra las conquistas espirituales que le
permitirán la libertad interior, y, por ende, una conciencia crítica de la
realidad.
Se sostiene que, así como Marx promovió una crítica a la
religión para suscitar la liberación y transformación de las clases oprimidas,
hoy en día se debe promover una crítica a la sociedad capitalista para suscitar
la emancipación existencial del ser humano, en la promoción de la vida
espiritual como camino plausible a la realización existencial (Ricoeur,
2012). Así comprobamos que "[l]a tesis marxista puede aplicarse en con
todo derecho a todo sistema de pensamiento que tenga la misma función" (Ricoeur, 2008b, p. 130).
De alguna manera, según la comprensión de Ricoeur, la
ideología no es un fenómeno superable dado que en últimas permite la
hermenéutica existencial de cada persona y del colectivo humano al cual
pertenece (2008b). ¿Por qué? La realidad en sí misma está contenida y se
comprende desde las categorías espacio y tiempo y sus asuntos relativos; para
comprender dicha realidad hemos heredado una serie de herramientas conceptuales
que afectan el horizonte de comprensión pero que no lo determinan, dado que
cada persona está potencialmente capacitada para fomentar la vida espiritual
que le permite efectuar los procesos intrínsecos de la hermenéutica existencial
crítica hacia la conquista de sí.
Así:
[l]a tarea de la hermenéutica de las
tradiciones consiste en recordar a la crítica de las ideologías que es sobre el
fondo de la reinterpretación creadora de las herencias culturales desde donde
el hombre puede proyectar su emancipación y anticipar una comunicación sin
trabas y sin límites (Ricoeur, 2008b, p. 182).
La liberación del ser humano de la dominación ideológica
capitalista consumista que prolifera la llamada cultura del descarte (Baudrillard, 2018) solo es posible en los términos de este
trabajo, a través del fomento de la vida espiritual, asunto que trataremos en
el siguiente apartado. Se establece este ideal como la utopía viable que jalona
y hala la acción humana hacia los fines determinados por la razón pura (Velásquez, 2020a).
La hermenéutica existencial crítica, promueve la
emancipación del ser humano de la ideología que constriñe el desarrollo
potencial de la vida espiritual como elemento integrante e integrador de la
vida. Además, permite que cada persona haga una valoración del patrimonio
espiritual que ha heredado, reconociendo la función social de las tradiciones
hacia la resolución paulatina del sentido de la vida en la toma de distancia de
la realidad inmediata hacia el ascenso a la generalidad.
La finalidad objetiva, de la heurística revelatoria desde la hermenéutica existencial crítica, es
la de guiar a la persona en la búsqueda del sentido de la vida, teniendo en
cuenta que, en el camino de la vida, con sus peripecias y contradicciones,
aguarda lo que podríamos llamar victorias espirituales, que se convierten en
las conquistas humanas que hacen plausible la continua emancipación hacia el
triunfo cotidiano de la libertad interior (Foucault, 2014).
En el siguiente apartado nos ocuparemos de este asunto.
4. Heurística revelatoria
existencial
La expresión inmanente categorial de
los fundamentos trascendentales de la realidad en las condiciones a priori que
afectan el desarrollo potencial de la promoción integral de cada persona en el
ámbito espaciotemporal de sentido, nos ha llevado a tomar conciencia de la
importancia del carácter espiritual de la existencia humana, para su cotidiana
emancipación. Entendemos por carácter espiritual el conjunto de nociones del
ser humano que se desprenden de las ciencias del espíritu tales como filosofía,
psicología, historia, sociología, humanidades, la religión, entre otras ramas
del saber que tiene como objeto principal el fenómeno humano (Heidegger,
2018). Si aceptamos esta idea, es porque de alguna manera en la persona se
encierra un misterio inabarcable y solo podremos aspirar a una visión
especializada, desde algún punto de vista que, debe responder a una visión de
conjunto en el cual descansa la comprensión de ser humano al cual se adscribe
el sistema de pensamiento.
Dicho de otra manera: el ser humano al ser inabarcable
por la complejidad que encierra su mera existencia en el mundo (Duch, 2012), cuanto se diga, aunque sea
desde el punto de vista específico de alguna de las ciencias del espíritu,
responde a la visión de conjunto que configura el entramado ideológico
contextual en donde se ubica el investigador. A una determinada forma de
entender y comprender el mundo, le corresponde una forma de entender y
comprender al ser humano y viceversa.
La condición a priori de la existencia, en el
reconocimiento de los elementos relativos al espacio y al tiempo, conforma el
entramado ideológico, y, además el carácter actualizante
del patrimonio espiritual que reside en la persona o en el colectivo humano
para su potencial desarrollo. Como ya se ha dicho, lo a priori afecta,
pero no determina, por eso la delicada tarea de la hermenéutica existencial
crítica es la ejercitación en las prácticas espirituales necesarias para que
sea posible la heurística revelatoria existencial en
cada persona que reconoce, en el camino personal y comunitario, el modo
privilegiado en que se satisface las necesidades humanas desde todo punto de
vista.
El fomento de la vida espiritual no es una propuesta
ingenua o facilista, porque el pensamiento reflexivo exige, como afirma Heidegger, un esfuerzo superior (2002). En la actualidad no
resulta fácil la promoción de la vida espiritual, porque nuestro sistema de
pensamiento está atravesado por el materialismo inconsciente que ha infundido
el neopositivismo, cuyo impacto se ha notado en la deformación de la voluntad y
la opinión pública, al focalizar el fin último del ser humano en las
expectativas inmanentes del mundo social y de la vida.
¿Puede acaso fomentar la vida en el espíritu quien no
tiene satisfecha las necesidades básicas de supervivencia humana? Las luchas
por el reconocimiento de forma irracional, los problemas de orden social, la
pobreza material y también espiritual, la influencia de la sociedad de control
y manipulación ideológica materialista y todos los componentes que integran el
capitalismo informacional, son los elementos que no permiten el fomento de la
vida espiritual en la persona.
¿De qué manera fomentar un estilo de vida espiritual que
permita el diálogo como posibilidad inmanente del entendimiento y así superar
los problemas de orden social y a la vez la dominación ideológica que
distorsiona la realidad?
Los presupuestos antropológicos que promueven la vida
espiritual se encuentran tanto en las condiciones a priori como a
posteriori de la existencia humana, porque es allí, en el contexto
específico de cada persona, como se logra conocer la tradición espiritual que
hereda una comunidad, y, por ende, la necesaria actualización a través de la
hermenéutica crítica para acompañar los fines de la heurística revelatoria existencial.
¿Cuál es el patrimonio espiritual que recibe un ser
humano en occidente en la actualidad? Lejos de abordar la complejidad de esta
cuestión, lo que se propone es un esbozo acerca de las principales fuentes que
afectan el desarrollo potencial de la vida espiritual de una persona en
occidente. Paul Ricoeur en Finitud y culpabilidad (2011) al
reflexionar acerca de la simbólica del mal, encuentra en las culturas griega y
judía las fuentes de donde mana el patrimonio espiritual en occidente. Por su
parte, Michel Foucault en La hermenéutica del sujeto (2014)
expone la herencia espiritual recibida por Roma en vinculación con Grecia en
las prácticas espirituales en orden al cuidado de sí. El cristianismo, en
sentido estricto, toma, en su conjunto, la herencia espiritual recibida tanto
por los judíos como por los romanos y griegos.
Así las cosas, en el segundo libro de Finitud y
culpabilidad, trata Paul Ricoeur la simbólica del mal en los fenómenos
religiosos de la mancilla, el pecado y la culpabilidad, además, en el mito de
la creación en sus múltiples fuentes culturales, la comprensión trágica de la
vida desde los griegos, el mito adámico desde la cosmovisión religiosa judía y
luego cristiana; y el mito del alma desde la comprensión griega y
posteriormente cristiana. Todos estos elementos configuran en su conjunto los
imaginarios culturales que componen la identidad religiosa del ser humano y que
en gran medida afecta el modo en que se comprende los asuntos espirituales en
la actualidad. Una hermenéutica crítica existencial nos ayudará a realizar la
necesaria actualización de cada uno de estos componentes que comprenden la
dimensión espiritual de la persona de tal forma, que pasando por la crítica de
Marx (Ricoeur, 2008b), logremos reivindicar la apuesta espiritual como modo de
liberación de la contingencia ideológica contemporánea.
Unido a esta propuesta, Michel Foucault como ya
anunciamos, en la propuesta grecolatina del primer y segundo siglo, identifica
las principales prácticas espirituales hacia el cuidado de la persona en la
resolución paulatina y progresiva de la inquietud de sí. Entre las prácticas
encontramos: el examen matinal, el examen de conciencia, el silencio, la
meditación, la lectura y escritura, el acompañamiento y la ascética filosófica
(2014). En su conjunto, estas prácticas compendian los ejercicios espirituales
principales para el fomento de la vida espiritual y la libertad interior (Velásquez, 2019b).
Así, desde Paul Ricoeur reconocemos los elementos que
integran la comprensión religiosa de la humanidad en occidente, y, desde Michel
Foucault las prácticas espirituales que favorecen la vida espiritual. En definitiva,
grosso modo, y solo como un ejemplo mencionado de forma superficial, esta es la
herencia espiritual, la forma de haber-previo que configura las condiciones a
priori del desarrollo espiritual de la persona en la actualidad; se podrían
considerar muchos más elementos que, sin embargo, queda como tarea para el
lector seguir indagando sobre las condiciones espacio-temporales a priori que
afectan la comprensión y desarrollo de la dimensión espiritual. Según la
propuesta de este trabajo, todo en orden a favorecer la creación y
transformación del mundo social. ¿De qué manera? El materialismo ideológico
consumista impulsado por el capitalismo informacional, ha provocado una
incisión en el interior de la persona, haciéndola más vulnerable y manipulable,
provocando el hastío y vacío existencial. Si queremos transformar el mundo, no
podemos desconocer los aportes ancestrales de corte espiritual que han quedado
relegados como accesorios en la época actual. La vida espiritual es, en última
instancia, el rasgo de humanidad que reclama ser recuperado cuando el dominio
de la máquina en la inteligencia artificial es inminente.
5. Conclusión
La comprensión del sentido de la
vida sucede cuando la persona ha logrado fomentar la vida espiritual, que no es
otra cosa que la conquista de la libertad interior a través de las prácticas y
ejercicios que permiten esta exploración existencial. La humanidad es
portadora, y a la vez heredera en cada persona de un vasto patrimonio
espiritual que necesita ser actualizado, según las circunstancias
espacio-temporales que determinan a cada ser en su ahí específico. Este proceso
es posible gracias a la hermenéutica existencial crítica que supone no solo la
ejercitación de prácticas espirituales, sino la formación de la persona. Este
proceso no es solo existencial sino también noético; la competencia espiritual,
si se quiere llamar así, implica tanto la disposición natural de la persona
para los asuntos del espíritu, como también la formación que se logra a través
del estudio y el acompañamiento espiritual.
La hermenéutica es posible allí donde hay una persona que
tiene preguntas; y hay preguntas solo si hay presupuestos cognitivos que hagan
viable la tarea del pensamiento. Si algo ha logrado la sociedad actual es el
adormecimiento espiritual que anula la capacidad interrogativa y responsorial
que sucede en el dinamismo heurístico interpretativo, al no permitir la
revelación que pone de manifiesto la verdadera naturaleza del ser humano. La
vida espiritual, en conclusión, es la expresión inmanente categorial que se
alimenta de los fundamentos transcendentales que dan consistencia a la
realidad, para la creación y transformación del mundo social a través de la
hermenéutica existencial crítica.
Notas
[1] Licenciado en filosofía y letras de la Universidad Pontificia Bolivariana
y Teólogo de la Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente, Coordinador del
sector de animación vocacional y delegado de misiones de la Inspectoría San
Pedro Claver de Bogotá. Colombia-Bogotá.
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