Andrés Botero Bernal 1
1 Universidad Industrial de Santander, Colombia aboterob@uis.edu.co
Forma de citar: Botero-Bernal, A. (2024). Editorial. El filósofo contemporáneo como Homo œconomicus. Revista Filosofía UIS, 23(2), 1-7. http://doi.org/10.18273/revfil.v23n2-2024001
Revista Filosofía UIS Vol. 23 Núm. 2 (2024), pág. 1–7
Received: 2024/03/04 - Accepted: 2024/03/14
Este editorial surge de varios escritos ya publicados [por ejemplo, (Almeyda y Botero, 2021) y (Botero, Aguirre y Almeyda, 2024)] sobre cómo el neoliberalismo ha afectado la cotidianidad contemporánea. En este caso, este texto expone algunas conclusiones de una investigación específica sobre el neoliberalismo y la academia, especialmente en el ámbito filosófico latinoamericano.
Este editorial parte de aclarar que el neoliberalismo es un término complejo, con muchas acepciones (Aguirre, Botero y Pabón, 2022). Las más importantes son: 1) el neoliberalismo económico, que pregona, desde la academia (especialmente desde la corriente monetarista), un Estado mínimo en cuanto a la intervención en la economía; 2) el neoliberalismo político, que se refiere a la renovación del liberalismo político, principalmente en el mundo académico anglosajón, en los años 60 y 70 del siglo pasado; 3) el neoliberalismo como gobernanza, con el que se indica la forma en la que efectivamente han gobernado los conservadores (en lo político) y liberales (en lo económico), que se ha expandido mundialmente y que algunas veces está a favor, y otras en contra, de los movimientos académicos neoliberales; 4) el neoliberalismo como ideología, que se refiere al significado que circula en muchos espacios antiglobalización y algunos de izquierda, que se vuelve muy confuso, pues este apelativo se torna como un chivo expiatorio o una manera de estigmatizar una política o acción que no se comparte; y 5) el neoliberalismo como un sistema productor de una nueva subjetividad contemporánea: el Homo œconomicus (Brown, 2015), que va más allá de una ideología política 1 . Este término designa una particular relación entre cotidianidad y subjetividad en el marco de un sistema hiperindividualista, un mundo acelerado (Rosa, 2016) o dromológico (Virilio, 1995), una sociedad del logro o del rendimiento (Leistungsgesellschaft o Achievment society) caracterizada por el cansancio y la competencia (Han, 2012) y una vida líquida (Bauman, 2004) en pos de la alienación del sujeto para que se agote -hasta desaparecer su última energía- en la productividad y el consumismo. Entonces, en este editorial se mencionan algunos puntos de contacto entre la cotidianidad de la academia filosófica occidental en general y la latinoamericana en particular, con el neoliberalismo entendido como subjetividad.
En estas investigaciones y publicaciones se han registrado varios puntos de conexión, pero por un tema de espacio aquí se menciona solo un par. En primer lugar, la política de publish or perish, que deja en claro cómo está operando en la academia el proceso de la cuantificación (para la colonización) del mundo de la vida, aspecto sobre el que Heidegger (1998a y 2014, parágrafos 21 y 32) llamó la atención. Por ejemplo, se establecen sistemas de medición cuantitativos que permiten establecer jerarquías entre las revistas, entre los investigadores, entre los grupos de investigación, entre las universidades, etcétera. En este caso, se determinan variables numéricas que, supuestamente, determinan objetivamente el grado de calidad de quien es medido, con lo que se presiona fuertemente al académico (lo que puede llevar al cansancio y la pérdida de sentido), pues así es comparado y jerarquizado, dando como resultado final que sea apreciado (por otros y por él mismo) como exitoso o fracasado. Claro está que estas variables numéricas son funcionales para ciertos ejercicios políticos y económicos; a fin de cuentas, en un mundo consumista, lo funcional es aquello que posibilita negocios.
Ahora bien, el cambio de las formas comparativas entre los académicos conlleva modificaciones sustanciales en el ejercicio de la labor del filósofo, que se vislumbran con mayor facilidad si vemos esta tendencia como un proceso de mediana duración. Por ejemplo, la escritura académica ha mutado bastante en los últimos años, en especial por la nueva exigencia de la sociedad del rendimiento, que ha tocado las puertas de la academia y de la universidad con su lema de publica o muere. Sin embargo, como parte del control del sujeto-académico y de su actividad-investigativa, no se trata de publicar sin más, sino de publicar algo que pueda ser cuantificado según los estándares de medición que, repito, no son neutrales u ocasionales.
En este caso, el lema se ha transformado en "publica (mucho, pero en los grandes repositorios internacionales y que tus textos sean citados, no importa por quién ni cómo, en ciertos sistemas bibliométricos, repositorios y sistemas que suelen ser negocios muy lucrativos 2 ) o muere (como si fueses un académico mediocre)". Este nuevo eslogan de la actividad académica tiene muchas implicaciones; por ejemplo, la transformación de los medios en los que la filosofía se da a conocer, pues se ha privilegiado, cada vez más, el artículo especializado sobre el libro, lo que permite una mayor productividad y se acomoda mejor a las nuevas formas de escritura y lectura al interior de la academia mercantilizada. También los intereses y las corrientes propias de la época imponen formas de escritura que varían con el tiempo, donde la profundidad del argumento y el adecuado manejo de fuentes (por ejemplo, que se trabaje no solo con los textos que están alineados con mis prejuicios, sino también con los que los contrarían), es reemplazado por el número de citas que se hagan (especialmente de textos recientes y que sean de ciertos repositorios), pues la medición no solo se aplica sobre el académico, sino también sobre la revista que lo publica y la institución que los ampara. De esta manera, para señalar un caso, es más fácil producir, más rentable hacer y más fácil de publicar artículos limitados en su extensión, que citen mucho los textos privilegiados, aunque no digan mayor cosa novedosa, que textos más largos que, citando lo estrictamente necesario, discutan, critiquen y rompan los paradigmas dominantes, y no solo por el tema cuantitativo antes señalado, sino también porque el sistema cuantificable que rige las revistas señala que un artículo se presume de calidad si un par de pares lo aprueban, cosa que no suele suceder con textos innovadores, por lo que para poder publicar mucho se requiere seguir las ideas dominantes en vez de contradecirlas, lo que lleva a círculos cerrados (donde se publica lo mismo, con diferentes palabras, para ser citado entre los investigadores de siempre en un campo reducido), todo lo cual es considerado por algunos como una forma de prostitución del académico (Frey, 2003).
Algo similar pasa al otro lado del puente. El lector académico de hoy no es el mismo de hace veinte años. La tecnología, el contexto y los intereses que motivan la lectura han variado mucho. Por mencionar un solo caso de muchos posibles, la forma de búsqueda, cada vez más automatizada y centralizada (para maximizar el negocio) en pocos repositorios y bases de datos, hace que el académico especialista (pues el estudiante no suele ser el principal lector de estos textos) mejore su rendimiento como lector en el paradigma de la cuantificación y la velocidad. La lectura ha cambiado para varios casos: se ha vuelto un proceso acelerado, casi como un producto que se escoge y se consume de forma similar a como lo hacemos con un champú en el supermercado. Ya no se busca tanto comprender el conjunto de ideas de un autor, sino más bien una cita rápida para lo que se tiene entre manos y debe publicarse pronto. Se privilegia el conocimiento puntual y especializado, aunque descontextualizado y superficial, sobre el general y sistémico, pero de construcción lenta. No se busca comprender un conjunto, un sistema de pensamiento, la obra de un autor, sino fabricar reflexiones puntuales sobre temáticas concretas, muchas veces de moda. La erudición da paso al especialista apurado (Heidegger, 1998a, pp. 70-71 ), pero uno diferente al del siglo XX. En la ciencia moderna desaparece el sabio, la sabiduría (erudición) y la biblioteca personal (que genera una filia) masticada (en remembranza del camello nietzscheano). Aparece, en cambio, el especialista (controlador, medible y previsor), el laboratorio productivo, la biblioteca institucional (con todos sus servicios para el proceso mecánico en que se ha vuelto la academia, en especial la búsqueda veloz) y el método taylorista propio de una investigación que busca, ante todo, ser rentable. Esto, por demás, cambia la imagen de la universidad, que se vuelve modelo de fragmentación, ya que esta va más acorde con la velocidad, la liquidez y la rentabilidad de la academia de hoy. Para producir más con menos recursos, va mejor una hiperfragmentación del conocimiento (Botero, 2004).
En segundo lugar, el neoliberalismo produce un sujeto basado en la productividad, lo que implica una lógica taylorista: hacer cada vez más, en menos tiempo, con recursos cada vez más limitados. En este caso, el filósofo colonizado en su mundo de la vida, travestido como Homo œconomicus, tiene el gran riesgo del cansancio crónico (la fatiga atrofiante) y la pérdida de sentido (de su ser, saber y hacer), fruto de que su rol se haya mecanizado y que sea medido por ciertas variables ya analizadas, todo lo cual vuelve anatema -para quien desea el reconocimiento- el ocio productivo, tan defendido en el pasado de la mano de Descartes (en su Discurso del método) y Lafargue (con su Derecho a la pereza), por dar solo dos casos.
Claro está que la pérdida de sentido en el mundo de la vida es algo de lo que se viene hablando desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX, con conceptos como la huida de los dioses (Götterflucht) de Hölderlin 3 [que Heidegger (1992) interpreta como una metáfora de una modernidad abandonada a su suerte], el desencantamiento del mundo (Weber, 2002, p. 403), la desacralización (según la teología católica) y la desdivinización del mundo [que sería la interpretación de Heidegger (1994; 1998a y 1998b) de la famosa frase de Nietzsche "Dios ha muerto"], el despeñamiento o la caída (Verfall) (Heidegger, 2014), etcétera. Pero justo ahora es que cobra más relieve, porque al asociarse esta pérdida de sentido con el cansancio crónico, tanto corporal como mental, por estar expuestos a una sociedad de la cuantificación, termina gestándose una muerte-en-vida del académico que explica, entre otras cosas, el insomnio, el estrés, la depresión, la ansiedad, y muchas otras patologías (Almeyda y Botero, 2021). Lo paradójico es que estos males de la sociedad del rendimiento han fortalecido al propio modelo hegemónico, porque aparecen miles de productos y servicios que hay que comprar-consumir para poder tener una vida funcional, de manera tal que el sistema consumista nos enferma (i), para exigirnos consumir paliativos (ii), que nos permitan seguir consumiendo (iii), lo que aumenta nuestra enfermedad y malestar (iv), y así progresivamente hasta tocar la disfuncionalidad absoluta que se metaforiza (desde Vigilar y castigar de Foucault) con el cementerio, la clínica (incluyendo aquí el centro psiquiátrico) y la cárcel.
Como ya se mencionó, esto es simplemente una exposición sucinta de un trabajo mayor que explora el neoliberalismo, entendido como productor de una subjetividad particular, en relación con la cotidianidad del académico-filósofo, especialmente en Latinoamérica.
El académico que deviene en Homo œconomicus corre el riesgo de volver su trabajo fútil y superficial, en vez de profundo y crítico, cuando la investigación y la docencia son colonizadas por el consumismo y la mercantilización contemporáneos. Así se sigue la línea de producir mucho en poco tiempo y con cada vez menos recursos, lo que, hablando de la investigación, lleva a la producción académica en serie, pero impide construir con pausa nuestros deseos (que nunca podrán ser plenamente cumplidos) de crear y formar en el conocimiento. Esto recuerda a Kierkegaard (1996): "El goce decepciona, pero la posibilidad no" (p. 87), lo que supone dar valor a la bella distancia entre nuestros deseos y su satisfacción. En este caso, denunciamos tanto los deseos ilimitados del sujeto economizado, que lo lleva a un goce decepcionante (pues nunca se sentirá satisfecho con su esfuerzo para tener con que consumir), como la trampa del sistema que nos hace creer que no hay posibilidad alguna de tener una mejor relación con el otro y con nosotros mismos, que no hay opción de ser/actuar de forma diferente a como lo hace el Homo œconomicus que se ha apropiado, entre muchos otros espacios, de la academia filosófica 4 .
[1]Volverse un Homo œconomicus no es un asunto de ser de derechas, ni mucho menos exclusivo de los países capitalistas; configura, incluso, la subjetividad de personas críticas con el modelo político-económico hegemónico en Occidente. Parece irónico, pero muchos de los críticos de esta subjetividad lo hacen desde su condición de Homo œconomicus, al volverse autores frenéticos, rentables (para sus instituciones y editoriales) y muy productivos (en el sentido consumista aquí expuesto), pues hoy día se consumen muy bien las críticas al consumismo.
[2]Negocios tanto aprobados por la comunidad académica, verbigracia los repositorios y los sistemas de indexación privados internacionales, a un punto que toma carrera el aforismo "(publica en) Scopus/WoS o perece" (Claudio-González y Villarroya, 2017); como reprobados, siendo un caso el de las revistas predadoras, que publican cualquier cosa, en tiempo récord, a cambio de un pago (Habibzadeh y Simundic, 2017).
[3]Esta idea atraviesa su obra poética, pero remitimos especialmente a su poema Brod und Wein, estrofa 9 (Hölderlin, 1968, pp. 250-252).
[4]Nos referimos a la idea de que el capitalismo neoliberal, especialmente el entendido como subjetividad, es el fin de la historia [siguiendo el concepto de Fukuyama (1993)], de que es más fácil imaginar el fin del mundo que el del capitalismo (Fisher, 2018, pp. 21-34) y de que no hay otra alternativa para el individuo salvo volverse un sujet(ad)o según lo dictado por el modelo hegemónico (Berardi, 2014), con la paradoja de que al alienarse la persona cree (pues así se lo exige el sistema) que se realiza como individuo autónomo.
[5] es resultado del proyecto de investigación 2993, financiado por la Universidad Industrial de Santander (Bucaramanga, Colombia).
[6] doctor en Derecho por la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y doctor en Derecho por la Universidad de Huelva (España). Abogado y licenciado en filosofía y letras. Profesor titular de la Escuela de Filosofía de la Universidad Industrial de Santander (UIS, Bucaramanga, Colombia). Miembro del grupo de investigación Politeia de la UIS.