UN ÁLGEBRA EMBRUJADA: EL REVÉS DE LOS CÁLCULOS
Zairo Anillo Martínez: colombiano. Magíster en Literatura Colombiana,
Universidad de Antioquia. Profesor Facultad de Comunicaciones. Departamento
de Filología Hispánica. Universidad de Antioquia.
Correo electrónico: fargo.1@hotmail.com
Fecha de recepción: abril 30 de 2013
Fecha de aceptación: junio 11 de 2013
Un álgebra embrujada: El revés de los cálculos
UN ÁLGEBRA EMBRUJADA: EL REVÉS DE LOS CÁLCULOS
Asistir a la lectura de uno de los ensayos de William Ospina en su libro Un álgebra embrujada (2012a), es entrar a un terreno donde la literatura está al servicio de la literatura. Lejos de los academicismos y de la retórica tendenciosa de muchos círculos de la crítica y de las investigaciones universitarias en Colombia, Ospina propone un diálogo directo con sus autores tutelares, esos mismos que trazan el sentido de lo clásico en la modernidad.
El libro está compuesto por quince ensayos, desarrollados en torno a trece escritores que son, en su orden: Francisco de Quevedo, Shakespeare, Edgar Allan Poe, Charles Dickens, Jorge Isaacs, José Asunción Silva, Alfonso Reyes, Pablo Neruda, Tomas S. Eliot, Mary Renault, Estanislao Zuleta, Gilbert K. Chesterton y Jorge Luis Borges, y un elogioso y lúcido ensayo sobre Antoine Galland y el valor de Las mil y una noches, titulado "El genio del desierto".
En este sentido, el primer ensayo dedicado a Quevedo, y en el que lo muestra en oposición a Góngora, habla del sentido humano de su literatura y de aquella recurrente fascinación por el tema de la muerte. Según Ospina
Góngora, su famoso rival, es hoy una curiosidad para nosotros, un álgebra de sonidos y de secretos que no estamos muy seguros de querer descifrar. Todo es armonioso en él, casi perfecto, pero con una fría perfección de cristales lejanos, algo que no es dado percibir pero que no podemos habitar... Quevedo no es menos diestro, pero es humano y a veces brutalmente humano (Ospina, 2012a, p. 13).
Esta humanidad de Quevedo es la que lo hace cercano a las fuentes de la reflexión del espíritu y la muerte, como uno de sus temas favoritos, y lo llevó a la construcción de versos como: "Acariciad la tumba". O en otro poema: "Antes que sepa andar el pie se mueve / camino de la muerte".
A esta proximidad, a esta forma de sentenciar y ligar la existencia a sus versos, es a lo que Borges se refiere cuando afirma que "Como Joyce, como Goethe, como Shakespeare, como Dante, como ningún otro escritor, Francisco de Quevedo es menos un hombre que una dilatada y compleja literatura" (Borges, 1995, p. 45).
De los otros ensayos que componen el libro, un autor que llama la atención por abarcar dos de los textos es William Shakespeare; un ensayo sobre la emblemática Romeo y Julieta, titulado "Bajo el yugo de infaustas estrellas", rememorando el trágico final del intempestivo Romeo: "Romeo: ¡aquí quiero fijar mi eterna morada, y sacudir de mi carne, harta del mundo, el yugo de las infaustas estrellas" (Ospina, 2012a, p. 27), la alusión al destino que en el segundo ensayo sobre Shakespeare adquiere nombre y voz propio en las brujas Clotos, Láquesis y Átropos: las tres hilanderas, de las cuales la primera saca la madeja, la segunda mide el hilo y la tercera la corta: "Tres viejas ruinosas, barbadas y sombrías". En este ensayo, Ospina no solo valora el genio del autor, sino que arriesga una interpretación sobre el sentido de Macbeth para la actualidad. El conocimiento de Shakespeare sobre el espíritu humano hace que su personaje pronto invada con creciente fatalidad la percepción de sus lectores, dejando una marca omnímoda distinta a la de los otros personajes. Las tres brujas y su aspecto macabro, además de la visión que poseen sobre el destino, cierran el círculo del trágico Macbeth con sus simbologías de inicio, proceso y fin.
En los otros ensayos que componen este libro, resulta ineludible un espacio para la poesía, el ensayo y la narrativa fantástica; E. A. Poe, G. K. Chesterton, Jorge Luis Borges, y el ensayo sobre Las mil y una noches, podrían incluirse en una línea de valoración definida por lo fantástico y el romanticismo. En el caso de "E. A. Poe, el explorador de tinieblas", Ospina recurre, para explicar algunos principios estéticos del escritor norteamericano, al avocamiento del espíritu romántico por las regiones oscuras del alma, y en su otro libro de ensayos Es tarde para el hombre (2012b) lo detalla de manera muy puntual al citar Los himnos de la noche, de Novalis: "Qué ser vivo dotado de sentidos —se pregunta Novalis— no ama por sobre todas las cosas a la luz, a esa divina claridad que todo lo colma y lo desnuda [...]. Pero me vuelvo a la noche misteriosa y antigua, dueña de un poder más profundo" (Ospina, 2012b, pp. 22-23). Aquí está sintetizada y de una forma muy elaborada la oposición entre la razón y el espíritu, la certeza y los misterios del alma. Oposición que también le permite explicar el sentido fantástico y ambivalente de las narraciones de Chesterton, a quien "como todo autor de relatos policiales, vivió las viejas obsesiones de Poe: la sinrazón y la razón, la oscuridad de los hechos y la claridad de las reflexiones" (Ospina, 2012a, p. 123).
La especificación de cada uno de los ensayos con la confrontación de la obra de los autores estudiados, es tarea que desborda la extensión requerida y la intención de esta reseña. Sin embargo, vale la pena mencionar los conceptos generales de sus contenidos, y es así como asistimos a la elucidación sobre los valores atemporales y universales de la poesía de Eliot. Su forma de moverse con el lúcido escepticismo de una banda a la otra sin caer en sectarismos. La elocuencia de Estanislao Zuleta, "El arte de la conversación", y ese sentido inicial tan común en los griegos de la preocupación por la oratoria y la retórica en su valor primigenio, contraponiéndose con esa idea de que "La sociedad moderna es víctima de la superstición de la escritura" (115), aduciendo que solo lo escrito puede ser perdurable. Asimismo, el ensayo sobre Isaacs, "De lo breve y lo eterno", habla sobre la actualidad de una novela como María y su valor para la posteridad, de la manera como se adelantó a la renovación generada por el modernismo, y "que, si prescindimos de su tema y pensamos solo en su lenguaje, pudo haber sido escrita ayer" (57).
El segundo y último caso que Ospina toma de la literatura colombiana es el de Silva, a quien une al autor de María por su aporte e impulso a la renovación de la lengua castellana, por la desdicha de sus vidas, y por la afinidad de sus obras, sobre las que Ospina se pregunta: "Pues, ¿qué son los Nocturnos de Silva sino una suerte de epílogos de la María?" (49). Además, agrega que "sus obras principales fueron escritas por ambos antes de cumplir los 30 años: son el testimonio de una juventud ardorosa y conmovida" (50). Otro de los temas tocados por Ospina es el de los valores de la novela histórica en la trilogía de Mary Renault sobre Alejandro como dueño del mundo, su orientalización y su declive. Sus tres novelas: Fire from the Heaven, The Persian Boy, y Funeral Games, desde esta óptica, no se agotan en los recursos históricos y del detalle de eso que Milan Kundera, en su libro el Arte de la novela (1987), denominó como "la ilustración de una situación histórica", sino que lo hizo trascender a esa otra concepción de "la dimensión histórica de la existencia humana". La distinción entre los dos aspectos salta a la luz al momento de caracterizar el verdadero sentido de la novela histórica, no como una descripción de los ambientes y demás recursos formales de una época en particular, sino del ahondamiento en las razones y el estado de las conciencias históricas que pudieron definir, determinar y existir en esa época. Labor que Renault, de acuerdo con Ospina, logra a cabalidad al profundizar en la existencia de Alejandro, sus obsesiones, su codicia, su fascinación con Oriente y su posterior declive.
En sus 158 páginas, este libro de William Ospina, editado por Mondadori en el 2012, registra literatura sobre literatura, definiciones esenciales, como las denomina Mignolo, como aquella que en una metáfora sobre el enfrentamiento de E. A. Poe a la irrupción del modernismo en Norteamérica, cuando escogió el pánico, el terror y la mística antes que la industrialización y su elaborada destrucción: "el domador de dragones no los niega ni los destruye: labra un nicho donde puedan llamear y rugir para siempre" (40)Φ
REFERENCIAS
Borges, J. (1995). Otras inquisiciones. Bogotá: Biblioteca El Tiempo.
Kundera, M. (1986). El arte de la novela. Barcelona: Tusquets.
Ospina, W. (2012a). Un álgebra embrujada. Bogotá: Mondadori.
Ospina, W. (2012b). Es tarde para el hombre. Bogotá: Mondadori.