Historia y Poder: los (des)usos de Marx en Foucault

 

History and Power: the (dis)uses of Marx in Foucault

 

Diego Fernando Camelo Perdomo[1]

Universidad de San Buenaventura, Colombia

Artículo de reflexión derivado de investigación

 

http://dx.doi.org/10.18273/revfil.v18n2-2019007

Rev. Filos. UIS

ISSN en línea: 2145-8529

Vol. 18 No. 2, julio – diciembre de 2019

Resumen

El artículo busca sostener que el uso de la obra de Karl Marx hecho por Michel Foucault obedeció al análisis genealógico a través del cual fue sometida la interpretación hecha por el filósofo alemán en torno a la economía. Sin embargo, aun cuando en el análisis genealógico se utilizaron categorías propuestas por Marx, ello no significó ninguna dependencia de Foucault sobre su obra. Para lograr este objetivo, se comprobará que la historia y el poder fueron dos piezas que se engranaron para hacer posible la comprensión del funcionamiento de la economía. De manera que Foucault demostraría la necesidad de descentralizar al sujeto como constituyente de las relaciones históricas y así aclarar la manera en que el discurso filosófico del marxismo, pretendiendo ser considerado como ciencia, incidió en la emergencia de saberes que permitieron entender los mecanismos de producción y su relación con el sujeto.

Palabras clave

Foucault, Marx, historia, poder, economía.

Abstract

This article intends to support that the use of the work of Karl Marx done by Michel Foucault was due to the genealogical research. In this analysis, the economy interpretation of the german philosopher was subdued. Although, proposed categories by Marx were used, this did not mean any dependence of Foucault over his work. To achieve the objective, it will be demonstrated that history and power were two parts that joined to permit the comprehension of the economy’s operation. Therefore, Foucault would demonstrate the need of decentralize the subject as constituent of the historic relationships. In this way, he would clarify the way the philosophic marxism discourse, intending to be considered as science, caused the emergency of knowledge that permitted to understand the mechanisms of production and its relation with the subject.

Keywords

Foucault, Marx, history, power, economy.

Historia y Poder: los (des)usos de Marx en Foucault[2]

 

1. A modo de introducción

[…] He sido muy cuidadoso al no hacer ninguna referencia a Marx, porque las referencias a Marx en el clima político e intelectual francés de hoy día no actúan como indicadores de origen sino como signos de afiliación. Es una manera de decir: “no me toques, te das cuenta que soy un verdadero hombre de izquierda, que soy un marxista, la prueba es que he citado a Marx”. Así que prefiero citas secretas de Marx que ni los propios marxistas son incapaces de reconocer, antes que hacer lo que desafortunadamente hacen muchos: decir cosas que no tienen nada que ver con el marxismo y luego agregan una pequeña nota al pie citando a Marx y listo, el texto ha tomado un significado político (Foucault, 2012b, p. 2).

La tesis que se intentará exponer en esta elaboración es que los (des)usos[3] de Karl Marx hechos por Michel Foucault obedecieron a implementaciones genealógicas aplicadas a sus investigaciones en las que se reusó valerse directamente de los textos del filósofo alemán, puesto que su interés estuvo enfocado en el significado que estos podrían proporcionar a fin de plantear una plataforma de interpretación de la historia. Es decir que el interés del filósofo francés es examinar la manera como se resolverían los problemas de constitución subjetiva en el interior de una trama histórica, en lugar de remitirlos a un sujeto constituyente (Foucault, 2012a, p. 178). Y es en este sentido en el que el marxismo, como posible plataforma para analizar las prácticas de subjetivación dentro de las relaciones de poder en la historia, sitúa como sujeto constituyente de dicho análisis a Marx. De cara a esta situación, Foucault cree que es necesario desembarazarse de la idea de sujeto en tanto autor de dichas circunstancias históricas, de tal suerte que sea posible la emergencia de condiciones para realizar un análisis que permita explicar qué saberes y qué prácticas intervienen en la constitución de sujeto.

En efecto, dicho análisis sería en clave genealógica donde la historia es entendida como una eventualización sin que sea necesario hacer alusión a sujeto alguno.  De ahí que la distinción entre Marx y marxismo realizada por Foucault se sustente en considerar al primero como “un personaje que ha expresado sin error ciertas cosas, es decir, un ser innegable en cuanto acontecimiento histórico: un acontecimiento que no se puede suprimir” (Foucault, 2012c, p. 93). Como se evidencia, no es en un sujeto como tal en quien se interesa el pensador francés. Es el sujeto en tanto acontecimiento histórico lo que realmente le atañe. No es Marx por ser el intelectual forjador de una interpretación del mundo; son los efectos que dicha intepretación ejercen en la conformación o consolidación de los acontencimientos. Por otra parte, la negativa por asociarse con el marxismo radica, para el francés, en la función que este ejerció en la política y demás esferas: “el marxismo no es otra cosa que una modalidad de poder en sentido elemental, […] es una suma de relaciones de poder o una suma de mecanismos y dinámicas de poder” (Foucault, 2012c, p. 92).

No obstante, valga la pena anotar que no sería prudente defender aquí una supuesta confrontación entre Foucault y Marx o el propio marxismo. Se trata más bien de identificar la forma como el pensador francés se vale de categorías del marxismo para des-naturalizar la figura de Marx. En esta dirección, sería algo así como una ruptura con el marxismo que lleva a guardar cierta cercanía con él haciendo uso de Marx, pero a la vez, des-usándolo, es decir, no generar ningún tipo de afiliación o dependencia analíticas.

Para comprobar lo que aquí se ha expuesto, se argumentará que el análisis histórico propuesto por el marxismo y la crítica efectuada desde la genealogía por Foucault permitieron identificar la insuficiencia que el marxismo demostró en lo referente al análisis de la historia debido al enfoque academicista efectuado por los marxistas. En otras palabras, el haber delimitado metodológicamente al marxismo en una parcela netamente académica y su pretención de ser una ciencia fue lo que a Foucault le permitió sustentar tal insuficiencia.

Luego se mostrará que el análisis económico, al cual está tan ligado el marxismo, tomó una connotación antropológica en el sentido que si bien la economía tuvo como condición de posibilidad a la escasez, esta debe entenderse como un rasgo que hace parte de la condición humana. Así, la economía dejaría de girar en torno a las representaciones como el valor y el trabajo y pasaría a involucrar a las circunstancias de la vida humana dentro de su andamiaje epistemológico. Al desarrollar este argumento, se expondrá en qué sentido Foucault desestima la tesis marxista según la cual el trabajo es la esencia del hombre, ya que si fuera tal, el sistema de producción del capital sería el que, a través de los medios de producción, genere el plusvalor. Por el contrario, Foucault cree que este sistema construye un conjunto de técnicas de poder mediante las cuales el hombre se adhiere al trabajo. El sistema lo que haría es simplificar las facultades humanas de producción y, en este orden de ideas, el poder del sistema no se ejercería de manera molar sino de manera molecular, es decir, de modo micro. Estos micropoderes operarían en las hendeduras del aparato productor involucrando al hombre. En esta dirección, Foucault no identificará el poder en cuanto representación, sometimiento y dominio, sino en tanto funcionamiento de los modos de dominio. Razón por la que el pensador francés en ningún momento define per se qué pudiera ser el poder, pues esto implicaría una suerte de naturalización del sustantivo poder. 

2. La historia: des-usar el marxismo

En el análisis sobre la manera como funcionó el marxismo, Foucault afirma que el surgimiento de este es producto de un proceso metódico y racional por lo que podría ser considerado como un resultado científico. Así esto, una sociedad como la occidental asigna unas relaciones de poder a una ciencia que solo funciona como una asociación de proposiciones que son tomadas como verdad. Tal es la situación del marxismo que al ser entendido como ciencia (de la historia) es también un movimiento cuyos efectos ligan a los sujetos con una cierta verdad: “su discurso —el del marxismo[4]—  es una ciencia profética que difunde una fuerza coersitiva sobre cierta verdad, no solo en dirección al pasado sino hacia el futuro de la humanidad. En otras palabras, lo importante es que la historicidad y el carácter profético funcionan como fuerzas coersitivas en lo concerniente a la verdad” (Foucault, 2012b, p. 93).

El des-uso de Marx hecho por Foucault consiste, en consecuencia, en desafiliarse o mejor, en desembarazarse del uso de Marx como un sujeto poseedor definitivo de verdad, ya que este simboliza y verbaliza el sentir propio de una época histórica; luego, las proposiciones formuladas por él obedecen a una periodización y no al carácter profético que se le imprime como producto de las relaciones de poder ligadas a un sujeto, en este caso a Marx. En cierto modo, el mismo Marx habría sido objeto o mejor un “sujeto sujetado” de unas técnicas de poder discursivas implementadas históricamente que hicieron de él una especie de poseedor de verdad. Irónicamente, ni el propio pensador alemán se vio exento de resistirse a esta sujeción, pues ella no puede darse fuera de las relaciones de poder configuradas por el régimen de verdad creadas por el marxismo en cuanto partido político.

Ahora bien, ¿cómo mitigar o reducir el efecto profético del discurso marxista producto de las relaciones de poder que se circunscriben alrededor de la figura de Marx? Según Foucault, este objetivo se logría menguando dichas relaciones en conexión con un partido político. En otros términos, como el marxismo funcionó en orden a un partido político entonces habría que demostrar la emergencia de problemas que él, por su condición política, excluye. Es en este sentido en que se podría afirmar que en la demostración de la emergencia de problemas excluidos por el marxismo es que se hace efectivo el análisis genealógico, como análisis diferentes y discontinuos de lo que se propone el marxismo al actuar en calidad de ciencia.

En últimas, no se trata de prolongar la forma tradicional en que se analiza al marxismo como partido político en términos de lo verdadero o justo, pues son estas inquietudes las que ejercen una fuerza de verdad. Contrario a esto, se trata de sacar a flote otros problemas que no han sido incluidos por los partidos políticos a fin de desembarazarse del marxismo como filosofía imperante de Estado[5].

Y es aquí, precisamente, donde los problemas en torno a la historia y al poder demuestran que lo formulado por Marx y lo analizado por Foucault ejemplifican los modos en que el análisis genealógico opta por pensar las condiciones históricas de las estructuras de poder. El filósofo francés no desconoce los insumos conceptuales y metodológicos que Marx proporcionó con su análisis crítico del capitalismo, mas no del capital[6]. Pero tampoco se hace dependiente de sus postulados para proponer una interpretación de las realidades socio-históricas. De hecho, es acerca de este particular aspecto que Foucault realiza una serie de aclaraciones con motivo de algunas críticas realizadas por marxistas quienes, según el autor, se negaron a identificar su intencionalidad en obras como Las palabras y las cosas, en la que advierte que el análisis realizado allí se situaba dentro de un determinado objetivo que no iba más allá de no resolver problemas acerca de qué realidades históricas se concatenaban con cierto tipo de discursos ni qué observación se podía hacer de ellos. La crítica de los llamados “marxistas blandos” estaba fundada, de hecho, en la desconfianza a la realidad histórica y en el academicismo que adoptaron cuando hacen uso de los textos.

Así las cosas, el análisis histórico sería una empresa postergada para los marxistas debido a que se han limitado a las reglas o disposiciones canónicas que han creído extraer del uso de los textos de Marx. Si bien es cierto que de la obra de Marx se ha hecho posible el uso de conceptos, categorías y métodos para la historia, lo que en realidad ocurre es que esa obra responde a implicaciones políticas de una época determinada, mas no al campo de la historia misma.

Estaban implicados [los marxistas][7] en una polémica ideológica o teórica, y al mismo tiempo político, librada contra una serie de personajes de la época. Se puede por tanto afirmar que el campo de la historia de las ciencias se mantuvo virgen y que ninguna tradición marxista se ha adentrado todavía en él. A mi juicio este campo sería estéril si se pretendiese abordarlo únicamente a partir de conceptos, o de métodos, o de temas retomados de los textos de Marx o Lenin (Foucault, 1999, p. 148).

La delimitación metodológica o la inclaustración del uso de Marx en una parcela netamente académica fue a lo que Foucault llamó caricaturescamente “marxistas blandos”, aludiendo a una connotación de debilidad y ausencia de rigor analítico, aspecto que le resulta a Foucault nada alentador debido a que el marxismo es estimado como ciencia por estar delimitado al extremo académico. El argumento expuesto por Foucault parece ser claro: una ciencia, nos dice el pensador francés, cuenta con un fundador; pero su rigor científico no se debe a los comentarios realizados a sus textos; antes bien, por esta misma cientificidad se sabe los alcances conceptuales y metodológicos de esta ciencia, incluyendo sus equivocaciones y desaciertos. Por tanto, parece ser que para algunos el marxismo es considerado como ciencia debido a una suerte de inefabilidad que lo recubre. Es esta la excusa y el principal argumento por el que Foucault aceptaría que el marxismo es ciencia, cuando le demuestren en qué se equivocó Marx, cuáles fueron sus imprecisiones y desaciertos. Para efectos de esta apremiante tarea, me permitiré exponer brevemente una corta contextualización a fin de lograr una fugaz aproximación de lo que Foucault señaló en torno a las limitaciones de Marx. Para ello, me valdré del análisis de dos categorías analizadas ampliamente por el pensador francés. La primera de ellas objeto de análisis en este apartado es la historia.         

El problema de la historia analizado por Foucault a partir de Marx se edifica sobre la base de la inquietud alrededor del trabajo, tema abordado en el capítulo VIII de Las palabras y las cosas, en el que se encuentra Ricardo, en cuyo análisis afirma que el valor de una cosa es fijado por la cantidad de trabajo realizado; las cosas valen debido a que este, el valor, se origina por el trabajo. Por lo tanto, el valor pasa a ser comprendido como un producto más, no ya como signo. Expuestas así las cosas, el valor aumenta o disminuye en proporción a la cantidad de trabajo, del cual emerge su poder de representación, por lo que su capacidad de cambio no es un factor definitivo en él.

Es a partir del análisis realizado en Ricardo donde el trabajo se desplaza de la vinculación con la representación y se ubica en relación con la causalidad. El trabajo causa lo que el pensador francés llamó movimiento circular de representaciones que va desde las condiciones de producción, el valor que este determina, la cantidad de trabajo requerido para fabricar algo. Sin embargo, lo que en realidad interesa en este análisis es decir cómo se forma el valor y cómo se representa; a fin de identificar ya no las representaciones de análisis sino entender las condiciones históricas de producción. Y es aquí el instante en el que la economía se articula con la historia. Esto no significa que no lo estuvieran ni nunca lo hubiesen estado, explica Foucault.

La historicidad ha permeado al modo de ser de la economía haciendo que se comprenda el tiempo de producciones sucesivas (Foucault, 2010, p. 270). A fin de comprobar el modo en que funcionó este efecto, Foucault recurre al análisis de la noción de escasez, la cual, desde una perspectiva clásica, es definida en relación con la necesidad. Su existencia se debe a la representación de ausencia de las cosas. Contrario a esto, la existencia de las cosas deberá tener como condición el hecho de prolongar el proceso de consumo y así representar otras cosas; de ahí la existencia de la riqueza, “porque la tierra produce con cierta abundancia objetos que no son consumidos de inmediato” (Foucault, 2010, p. 271). El análisis de Ricardo, contrario al de la perspectiva clásica, que es la que se expuso en líneas atrás, sostiene que la escasez se debe a que es una condición originaria de los hombres. La necesidad de trabajar, explica Foucault, en efecto, surge en la historia debido a la necesidad de alimento como consecuencia de la escasez. De no hacerlo, se sucumbiría a la muerte. En consecuencia, la humanidad solo trabajó bajo la amenaza de muerte: “Toda población, en caso de no encontrar recursos nuevos, está destinada a extinguirse; y a la inversa, a medida que los hombres se multiplican emprenden trabajos más numerosos, más lejanos, más difíciles, menos fecundos de inmediato” (Foucault, 2010, p. 271).

3. Antropologizar la economía

En el análisis de Ricardo en Las palabras y las cosas la economía se basa en una antropología cuyo objeto era indicar las formas de finitud tales como la producción, el trabajo, etc. Si se llegase a sobrepasar este índice, es decir, si la producción disminuye debido a altos costos de trabajo, o si el trabajo mengua debido a los bajos salarios, representaría un estancamiento de la población, pues no habría crecimiento. Como se dijo, exceder esos límites, sobrepasar la medida de la vida productiva se traducirá en una desestabilidad económica y, en consecuencia, “la historia se detendrá. La finitud del hombre se definirá de una vez por todas, es decir, por un tiempo indefinido” (Foucault, 2010)[8], es decir que el fin del hombre queda definido por las ciencias humanas al convertirse en un objeto de este saber. Las ciencias humanas individúan al sujeto normalizando su idea de sujeto, y esto va a ocurrir de manera indefinida. La definición del hombre se logra dentro de procesos de sujeción en cuyo interior operan prácticas de individuación impulsadas por estrategias de poder, que más allá de solo reprimir, también ellas producen.

En esta dirección, la condición que hace posible la economía es la escasez, pues es gracias a ella que el hombre pone en riesgo su vida para sobrevivir. La economía, entonces, ya no se basa en la circulación de las representaciones, como se mostraba en el análisis clásico, sino que lo hace en orden a la peligrosidad frente a la cual se sitúa la vida en relación con la muerte. Y es así como pasamos de la articulación de la economía con la historia, a la economía con la antropología, ya que la finitud a la que se refiere es un factor ligado con el peligro y, en su turno, es un rasgo característico del hombre. Los procesos de producción, los modos y formas de trabajo, la emergencia de valores conformarán el conjunto de prácticas y técnicas con que se enfrentará a la escasez y que constituirá en la historia, la historia de la escasez: “No hay historia sino en la medida en que el hombre, en cuanto ser natural, es finito: finitud que se prolonga mucho más allá de los límites primitivos de la especie y de las necesidades inmediatas del cuerpo, pero que no deja de acompañar, cuando menos en sordina, todo el desarrollo de las civilizaciones” (Foucault, 2010, p. 274).

La cercanía a la muerte por parte del hombre es provocada por la presión de la finitud en la medida que pretenda posesionarse del mundo, o en palabras de Foucault, instaurarse en su corazón. La peligrosidad de la historia, o mejor aún de su imposibilidad, surge al superar los propios límites antropológicos. Solo así la historia se detendría. Para que esto no ocurra, Foucault expone dos modos de solucionar esta eventualidad. En primera instancia se encuentra la desarrollada en Ricardo, según la cual la historia funciona compensatoriamente, es decir que la finitud aparece bajo una figura positiva que permite superar la escasez. Con el tiempo, la carencia se va robusteciendo y, proporcionalmente, la intensidad del trabajo. Los costos que aumentan son compensados por el aumento del trabajo y, por ende, de la producción; de allí que la escasez se limitara a sí misma. En últimas, sería la historia la encargada de llevar al hombre al punto en el que descubra la verdad que lo limitaba.

En segunda instancia, se encuentra la solución presentada, según el francés, por Marx. En ella, la finitud antropológica es la que causa la historia, de modo que por ello este análisis inverso hace que la historia desempeñe un papel negativo, pues ella resalta y enaltece las necesidades acrecentando las carencias, obligando a los hombres a trabajar y, en consecuencia, a producir más. La acumulación del producto del trabajo sale de quienes lo realizaron exigiendo que su producción sobrepase el valor con el que son remunerados: “éstos [los trabajadores][9] producen infinitamente más que esa parte del valor que vuelve a ellos en forma de salario y dan así al capital la posibilidad de comprar trabajo nuevo” (Foucault, 2010, p. 275).

La historia mantiene limitadas las condiciones de vida de quienes trabajan, haciendo que su existencia se aproxime cada vez más a un imposible. Mientras que unos consideran que la acumulación del capital, la disminución de la retribución, entre muchos más fenómenos hacen parte del orden de la naturaleza, la perspectiva marxista los reconoce como consecuencia de una historia de la finitud en la que se despoja al hombre de su trabajo[10]. De modo que la finitud despuntaría como la verdad material del hombre.

En efecto, el trabajo como esencia del hombre puede ser un problema que se insertó en el andamiaje epistemológico del marxismo, toda vez que sea considerado en tanto ciencia. Este enunciado, aunque presente en “el Marx de un periodo determinado”[11] es un aspecto poco relevante para Foucault, pues lo que realmente le interesa es mostrar todo lo contrario: que el trabajo no es la esencia del hombre.

Su estrategia argumentativa empieza al afirmar que la vinculación de los hombres con el trabajo requiere de la funcionalidad de acciones que los liguen al aparato productor. De modo que para que el trabajo sea la esencia del hombre es necesario que el poder político efectúe una acción de síntesis, es decir, una simplificación de sus facultades. Lejos de aceptar el análisis marxista tradicional según el cual, partiendo que el trabajo es la esencia del hombre, el sistema capitalista transformaría el trabajo en beneficio, esto es, en plusvalía, Foucault afirma que dicho sistema construye un acumulado de técnicas de poder mediante las cuales el hombre se adhiere al trabajo. Los efectos de la manera en que actúan estas técnicas se evidencian cuando en lugar de transformar el trabajo en plusvalía, lo que se transforma es el cuerpo en una máquina y el tiempo en un periodo de producción.

No obstante, por sí solos no son suficientes para que surja la plusvalía. Es menester, pues, un subpoder, una red de poder que se instaure en las inmediaciones del aparato productor. Este poder microscópico —micropoder— es, en últimas, el que opera de modo como lo hace un engranaje mecánico cuyos piñones serían el hombre y el trabajo. La integración de estos dos aspectos es lo que el pensador francés llamó función de síntesis del poder político, y de esta manera se originaría la plusvalía. En últimas, la relación del hombre con el trabajo

[…] es sintético, político, es un lazo trazado por el poder. No hay sobrebeneficio sin subpoder. Hablo de subpoder [como el][12] conjunto de pequeños poderes, de pequeñas instituciones situadas al más bajo nivel (Foucault, 1999, p. 256).

Habiéndose comprobado entonces que el trabajo no es la esencia del hombre debido a que es el micropoder el que lo enlaza con el aparato de producción en el cual trabajó y del cual surge la plusvalía, se puede afirmar que la condición de existencia de ella, es decir de la esencia, es el micropoder, el cual al empezar a operar en el sistema, generó una serie de saberes acerca del individuo, la corrección, la instrucción, etc., dentro de las instituciones de este micropoder que se denominaron ciencias del hombre (Foucault, 1999, p. 257). A pesar de que las ciencias humanas fueron generadas por el sistema, ellas no son expresiones de las relaciones de producción, ya que tanto los saberes como estos poderes se hallan concatenados dentro de las relaciones de producción, porque para que estas existan, propias de las sociedades capitalistas, son necesarias las relaciones de poder y el funcionamiento del saber. De ahí que poder y saber se encuentran arraigados en las relaciones de producción[13].

Un vez abordado este perentorio dilema, queda por reflexionar, sin intención alguna de agotar, el problema sobre la insuficiencia —¿o acaso equivocación?— del marxismo. Foucault al analizar las implicaciones de la historia, la antropología y la economía concluyó que el aporte realizado por el marxismo no fue lo suficientemente contundente. Por el contrario, se ajustó cómodamente a las circunstancias temporales de las que se aprovechó al darse un lugar en el espectro epistemológico y que, por tanto, no tenía interés —ni el poder, nos dice el pensador francés— de molestar ni alterar.

Un argumento más que podemos adicionar aquí es que, si se considera al marxismo como una forma de saber, el problema con el ser del sujeto (trabajador), es decir lo que debe ser el ser del sujeto para tener acceso a la verdad, los efectos ocasionados por acceder a ella son cuestiones que hacen parte de la inquietud de sí.  La relación del sujeto con la verdad, o mejor con el acceso a ella, debe ser analizada más allá de las formas de saber de las relaciones sociales y pase a ser una cuestión de espiritualidad, comprendida esta como condición de acceso a la verdad. Lo que sugiere el pensador francés es que el sujeto no debe entenderse dentro de una idea de clase, como sí lo sugería el marxismo academicista. En este orden de ideas, el marxismo habría hecho posibles las condiciones necesarias para acceder a la verdad, pero dentro de formas sociales, es decir, que se piensa el acceso a la verdad en términos de organización, de pertenencia a un grupo o partido político. De esto resulta que las posibilidades para acceder a la verdad pensadas desde la trama social, generaron el olvido de la cuestión entre la verdad y el sujeto (Foucault, 2002, p. 43).

Foucault entiende que el marxismo, por consiguiente, presentó una manera de hacer resistencia al poder de dominación ante el cual se debía organizar un interés común: el de establecer formas de resistencia a las relaciones de poder, ya que para “comprender en qué consisten las relaciones de poder, quizás deberíamos analizar las formas de resistencia y los intentos de hechos para disociar estas relaciones” (Foucault, 1988, p. 5). En resumen, el pensador francés sostiene que no es posible entender el poder y la resistencia desencarnada una de la otra, “sino que se tiene una concatenación recíproca; existe poder sólo donde hay resistencia” (Foucault, 2012c, p. 10).

Así las cosas, el pensamiento del siglo XIX, en el que se ubica el análisis de las condiciones sociales del trabajo, se constituye en la condición de existencia del marxismo. La discusión entre la economía burguesa y la economía revolucionaria, en consideración de Foucault, “sólo han producido algunas olas y han dibujado ondas en la superficie; son sólo tempestades en un vaso de agua” (Foucault, 2010, p. 277).

4. Poder sin sustantivo

Analicemos ahora la manera en que los (des)usos de Marx hechos por Foucault se hacen evidentes en el problema del poder, del cual se estima fue una de las cuestiones que más profundizaría el filósofo francés. No obstante, tal estimación no es del todo verdad. Se pudiera pensar que por el hecho de usar asiduamente la palabra “poder” en sus investigaciones Foucault lograra sustantivarla o absolutizarla casi que inevitablemente. De hecho, aclara que en ningún momento se refirió a él de manera exclusiva y puntual, llegando en el peor de los casos a definirlo[14]. ¿A qué llama Foucault, entonces, “poder”? o ¿a qué se refiere cuando habla de él? En respuesta a estos interrogantes hemos de decir que a nada. Se refiere a nada en específico, porque, como ya lo hemos indicado, no fue de su agrado emplear esta categoría. Lo que sí quizá hizo fue hacer alusión a los modos (mecanismos) en que operaba el poder. En otras palabras, se trataba de explicar de qué manera actuaba el poder, la forma en que este funcionaba dentro de una red de relaciones de subjetivación. De ahí es que sus estudios de la psiquiatría, la medicina, la formas de exclusión, de encierro, de descalificación, del saber médico, las instituciones educativas, etc., fueron objeto de su análisis, porque son ellos, los mecanismos, mediante los cuales emergía el poder. En consecuencia, Foucault no habla del poder per se, sino de sus mecanismos a través de los que se hacen efectivas las relaciones entre quien pretende dominar y el que desea escapar de esta dominación, o quizás entre quienes la aceptan.

Ahora bien, ¿qué relación guarda el análisis sobre poder hecho por Foucault y su “interés” por Marx? El pensador francés identifica el poder ya no como representación sino en tanto su funcionamiento. En otros términos, para que fuera posible un análisis de poder en el pensamiento de occidente fue necesario recurrir a sistemas de representaciones tales como la ley, la regla, la soberanía, etc., los cuales conformaban la concepción jurídica de poder. Partiendo de esta consideración, a fin de lograr dirigir el análisis de poder a los modos como este funciona, resultó menester prescindir de dicha concepción, ya que, como se analizará en líneas más adelante, ella sería el resultado o la expresión del límite del poder a las fronteras del Estado.

De modo que para lograr este objetivo, Foucault identifica en el libro II de El Capital los elementos de los cuales se servirá para pensar las formas en el que despliega operativamente el poder[15]. El primero de ellos es afirmar la heterogeneidad del mismo, la cual consiste en explicar la existencia ya no de un poder, sino de varios poderes cuyo dinamismo funciona en diferentes escenarios y de la manera más diversa.

Poderes quiere decir formas de dominación, de sujeción, que funcionan localmente, por ejemplo, en el taller, en el ejército, en una propiedad de tipo esclavista o en una propiedad donde hay relaciones serviles. Todas estas formas de poder son heterogéneas. Así pues, no debemos hablar del poder si queremos hacer un análisis del poder, sino que debemos hablar de los poderes e intentar localizar en su especificidad histórica y geográfica (Foucault, 1999, p. 239).

El argumento del sentido heterogéneo de poder es puntual: una sociedad no es un cuerpo unitario en el que reside un poder y solo él se ejerce; sino que, por el contrario, al ser un enlace —una red, si se prefiere entender así— su estructura jerárquica se manifiesta de manera variada: “La sociedad es un archipiélago de poderes diferentes” (Foucault, 1999, p. 239). El sentido heterogéneo de poder hace posible comprender que tanto Foucault como Marx, a pesar de que han analizado el rol y la forma en que operan las instituciones (hospitales, empresas, etc.), ella no explica las funciones de las relaciones sociales, sino que, por el contrario, ellas deben ser comprendidas a partir de las relaciones de poder (Deleuze, 1987, p. 105). Entendiendo la emergencia de la manera en que se ejerce poder dentro de estas relaciones, es viable comprender las relaciones sociales en cuanto principio de inteligibilidad que vincula la materialidad y la racionalidad de las estrategias de dominación ejercidas en dichas relaciones sociales. No obstante, entender el poder como una única substancia es para Foucault algo que debe ser suprimido del análisis de las dominaciones y sustituido por las subjetivaciones. Foucault no entiende el poder como si se tratara de un sustantivo que opera como principio inteligible que explica la relación entre lo material y lo racional. A contrapelo de esto, prefiere hablar de instrumentos, herramientas o técnicas que hacen posible la dominación, la subjetivación y la coerción. De este modo, el trabajo conceptual hecho por Marx y Foucault consistió en precisar una categoría que permita explicar las relaciones de poder que atraviesan las relaciones sociales. Y en esta dirección, acierta la acotación que hace Balibar: 

“Disciplina” y “micro-poder” representan por tanto al mismo tiempo el otro lado de la explotación económica y el otro lado de la dominación jurídico-política de clase, que hacen posible ver como una unidad; es decir, entran en juego exactamente en el punto del “cortocircuito” que Marx establece entre economía y política, sociedad y estado (Balibar, 1995, p. 51).

De hecho, la noción heterogénea de poder involucra, precisamente, las prácticas heterogéneas que se instalan dentro de una red donde se relacionan. Aquí habría entonces una alusión al concepto foucaultiano de dispositivo el cual podría acercarse al concepto marxista de modo de producción, pues tanto en el uno como en el otro de lo que trata es de conectar o articular entre modos de ser discontinuos. Sería, en consecuencia, gracias a las estrategias de poder donde es operable la articulación entre las discontinuidades.

El dispositivo se constituye propiamente como tal, y sigue siendo dispositivo en la medida en que es el lugar de un doble proceso: proceso de sobredeterminación funcional, por una parte, puesto que cada efecto, positivo o negativo, querido o no, llega a entrar en resonancia, o en contradicción, con los otros, y requiere una revisión, un reajuste de los elementos heterogéneos que surgen aquí y allá. Proceso, por otra parte, de perpetuo relleno estratégico (Foucault, 1985, p. 129).

El segundo elemento es que el poder no debe ser visto en perspectiva netamente jurista, pues de ser así la sociedad sería entendida como un producto que surge de la soberanía a la cual organiza distribuyendo poderes en diversos tópicos locales. De ahí que el poder estaría siendo pensado aquí como una superestructura jurídica en el que el Estado funcionaría como un mecanismo para su conservación. En este sentido, creer que el poder comporta exclusivamente el Estado y que este, a su vez, se reduce o se limita a lo jurídico, significaría volver al clásico problema analizado en su momento por Locke o Rousseau. En otros términos, priorizar el Estado es, en síntesis, lo que los marxistas académicos han pretendido hacer, es decir “rousseaurizar a Marx” (Foucault, 1999, p. 242). Esta reducción del poder a la forma de Estado es un problema que Foucault analiza desde un distanciamiento temporal. En otras palabras, pensar que el poder se limita al Estado demuestra una suerte de olvido de la propia categoría de Estado, pues transformaría un concepto que comporta una base histórica a un absoluto carente de sentido; un universalismo.

5. Conclusión

Para ir concluyendo lo expuesto hasta ahora, se debe decir que los (des)usos de Marx realizados por Foucault van mucho más allá del supuesto combate entablado en la obra del francés, tal como hace mención Étienne Balibar[16]. La inquietud de Foucault gravitó en torno a comprender la manera en que un conjunto de enunciados o disciplinas, aun sin lograr el estatuto científico, lograra permear tantos escenarios como fue el caso de la política, la economía, la pedagogía, etc.; e incluso alcanzó a incidir en los criterios normativos para juzgar el comportamiento de los sujetos. De hecho el reproche realizado por el filósofo francés a los marxistas académicos se sustenta en entender cómo y por qué pretendían hacer del marxismo una ciencia, aun cuando no lo era.

¿Qué tipo de saber quieren ustedes descalificar desde el momento en que se dice una ciencia? ¿Qué sujeto hablante, qué sujeto que discurre, qué sujeto de experiencia y saber quieren aminorar desde el momento en que dicen: “yo que emito este discurso, emito un discurso científico y soy sabio?” ¿Qué vanguardia teórico política quieren entronizar, para separarla de todas las formas masivas, circulantes y discontinuas de saber? Y yo diría: “Cuando veo que se esfuerzan por establecer que el marxismo es una ciencia, […] veo que asocian al discurso marxista, y asignan a quienes lo emiten, efectos de poder que Occidente, ya desde la Edad Media, atribuyó a la ciencia y reservó a los emisores de un discurso científico” (Foucault, 2000, p. 23).

La anterior cita expone, precisamente, la crítica que Foucault realiza al marxismo —o acaso no a los marxistas académicos— por pretender aspirar a presentarse como ciencia demarcando la necesidad de liberar la capacidad unitaria del discurso científico que desplaza y descalifica los saberes locales de las fronteras de conocimientos verdaderos. Estos regímenes de verdad son de los que habría necesidad de desembarazarnos o, mejor aún, liberarnos.  

En efecto, la herramienta, el instrumento para desnaturalizar dichos regímenes de verdad, en el caso del marxismo cuando analiza el capital, el trabajo, la categoría clase, etc., es la genealogía, ya que es gracias a ella con la que los saberes locales, diferentes o discontinuos recobran el valor quitado por la presión ejercida por estos regímenes: “[…] la genealogía [es] la táctica que, a partir de esas discursividades locales así descriptas, pone en juego los saberes liberados del sometimiento que se desprenden de ella” (Foucault, 2000, p. 24).

Referencias

Balibar, É. (1995). Michel Foucault, filósofo. Barcelona: Gedisa.

Castro-Gómez, S. (2005). Foucault, lector de Marx. Revista Universitas Humanística, XXXI(59), 107-117.

Deleuze, G. (1987). Foucault. Barcelona: Paidós.

Foucault, M. (1976). Crítica a las técnicas de interpretación de Nietszche, Freud, Marx. Buenos Aires: Antigua Casa Editorial Cuervo.

Foucault, M. (1985). Saber y Verdad. Madrid: La Piqueta.

Foucault, M. (1988). El sujeto y el poder. Revista Mexicana de Sociología, 50(3), 3-20.

Foucault, M. (1992). Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.

Foucault, M. (1999). Obras esenciales volumen II y III. Barcelona: Paidós.

Foucault, M. (2000). Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Foucault, M. (2002). Hermenéutica del sujeto. Curso en el Collège de France (1981-1982). Ciudad de México: Siglo XXI Editores.

Foucault, M. (2010). Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Ciudad de México: Siglo XXI Editores.

Foucault, M. (2012a). El poder, una bestia magnífica. Sobre el poder, la prisión y la vida. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Foucault, M. (2012b). Michel Foucault: Reflexiones en torno al Marxismo, la Fenomenología y el Poder. (Entrevista inédita). Recuperado de http://www.biopolitica.unsw.edu.au/sites/all/files/publication_related_files/michel_foucault_entrevista_inedita_del_3_de_abril_de_1978.pdf

Foucault, M. (2012c). Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Madrid: Alianza Editorial.

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Fecha de recepción: 16 de enero de 2019

Fecha de aceptación: 20 de marzo de 2019

 

Forma de citar (APA): Camelo-Perdomo, D. (2019). Historia y Poder: los (des)usos de Marx en Foucault. Revista Filosofía UIS, 18(2), doi: 10.18273/revfil.v18n2-2019007

Forma de citar (Harvard): Camelo-Perdomo, D. (2019). Historia y Poder: los (des)usos de Marx en Foucault. Revista Filosofía UIS, 18(2), 18(2), 125-141.



[1] Colombiano. Licenciado en Filosofía, Universidad Santo Tomás (Bogotá). Maestrando en Filosofía Contemporánea, Universidad de San Buenaventura (Bogotá).

Correo electrónico: diego.camelo.p@gmail.com

ORCID: 0000-0003-3068-1997

 

[2] Una  versión  resumida  de  este  trabajo  se  presentó  en  calidad  de  ponencia  en  el  marco  del  XVII Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana: “Marx en América latina: Educación, política y  cristianismo”, realizado por la Universidad Santo Tomás en la ciudad de Bogotá del 11 al 13 de octubre del año 2018.

[3] Para la comprensión de la expresión (des)uso empleada en este artículo, se sugiere tener a consideración el epígrafe que antecede el desarrollo del mismo. Si bien es cierto que su significado hace alusión a la falta o ausencia de utilidad de algo, la connotación que aquí se ha propuesto imprimirle es la de un uso indirecto, en el que no se muestre ninguna dependencia de aquello que se pretende usar. De este modo, cuando aquí se enuncia des-usos de Marx hechos por Foucault se indica que la utilidad de la obra del filósofo alemán por el francés no produce ningún tipo de sujeción en la acción interpretativa allí realizada. El uso de Foucault es el no utilizado por los marxistas (académicos) en su intento por hacer de él, del marxismo, una ciencia. Esta sería una de las razones por las que en el estudio no se haya hecho alusión alguna a citas concretas de Marx, ya que el interés del mismo estriba en torno a la posición del filósofo francés frente a la obra del alemán, mas no alrededor de un determinado problema, quizá con el propósito de atender la sugerencia metodológica de Foucault al referirse a la obra de Marx sin necesidad de citarla.

[4] Aclaración propia.

[5] De hecho, en una entrevista realizada a Foucault en 1978 afirmó que los análisis del poder en el discurso institucionalizado del marxismo representan un peligro en el sentido que ante cualquier señal de novedad en un acontecimiento era signo de peligrosidad y, por tanto, era tomado como adversario (Foucault, 2012, p. 115).

[6] “En cuanto a mí, lo que me interesa de Marx, al menos lo que me ha inspirado, es el Libro 2 de El Capital; es decir, todo lo que se refiere tanto a los análisis de la génesis del capitalismo, y no del capital, lo que son históricamente concretos, como los análisis de las condiciones históricas del desarrollo del capitalismo, particularmente de parte del establishment, del desarrollo de estructuras de poder y de las instituciones de poder” (Foucault, 2012b, p. 2).

[7] Aclaración propia.

[8] El resaltado es original de la fuente.

[9] Esta aclaración es de mi autoría.

[10]  La interpretación marxista de las relaciones de producción se apodera de una interpretación que ya se ha tomado como natural. En efecto, afirma Foucault: “Marx […] no interpreta la historia de las relaciones de producción, sino que interpreta una relación que se da ya como una interpretación, porque se ofrece como natural” (Foucault, 1976, p. 18).

[11] Esta expresión fue acuñada por Foucault a Althusser, de quien se sabe fue su maestro. Para un análisis de la lectura que realiza Foucault a través de los lentes de Althusser a Marx, ver Castro-Gómez (2005).

[12] Esta nota adicionada es de mi autoría.

[13] Como vemos, el análisis de las relaciones de poder de Foucault, pretende ir más allá de las relaciones laborales. Por ello se pasa de analizar la vida (sujeto) incrustado en las relaciones laborales al entramado de las relaciones sociales.

[14]  “Yo nunca hablé de Poder. Nunca hice un análisis del Poder, nunca dije lo que es el Poder, lo que fue interpretado por ciertas mentes activas fue que yo estaba haciendo una suerte de absolutismo, de poder trascendental, de divinidad oculta, etc.”  (Foucault, 2012b, p. 7).

[15] En una entrevista de 1978, ya citada en este trabajo, Foucault afirma en relación a lo que para él sería su interés de Marx: “[…] Lo que me interesa de Marx, al menos lo que me ha inspirado, es el Libro II de El Capital; es decir, todo lo que se refiere tanto a los análisis de la génesis del capitalismo, y no del capital, los que son históricamente concretos, como los análisis de las condiciones históricas del desarrollo del capitalismo, particularmente de parte del establishment, del desarrollo de estructuras de poder y de las instituciones de poder. […] el primer libro [sobre] la génesis del capital, el segundo libro [sobre] la historia, la genealogía del capitalismo, yo diría que es por medio del libro II y, por ejemplo, en lo que escribí acerca de la disciplina, que mi trabajo está de igual modo conectado intrínsecamente con lo que escribió Marx” (Foucault, 2012b, p. 2).

[16] “Un verdadero combate con Marx se extiende por toda la obra de Foucault y es uno de los resortes esenciales de su productividad” (Balibar, 1995, p. 49).