Reseña: Darwin. Una evolución extraordinaria de Pascual Comín del Río

 

ReviewDarwin. Una evolución extraordinaria by Pascual Comín del Río

 

Silvia María Esparza Oviedo[1]

Universidad de Santander, Colombia

Reseña

 

http://dx.doi.org/10.18273/revfil.v18n2-2019014

Rev. Filos. UIS

ISSN en línea: 2145-8529

Vol. 18 No. 2, julio – diciembre de 2019

Reseña: Darwin. Una evolución extraordinaria de Pascual Comín del Río

 

Pascual Comín del Río fue Licenciado en Ciencias (Sección Biológicas) de la Universidad de Salamanca y Doctor en Ciencias (Sección Biológicas) de la Universidad Autónoma de Barcelona. Comín del Río presentó su penúltimo libro: Darwin. Una evolución extraordinaria en el año 2009 como un homenaje con motivo del bicentenario del natalicio de Charles Darwin (1809-1882). Este lanzamiento coincidió con los 150 años de la publicación de la primera edición de El origen de las especies (1859), la cual tuvo seis ediciones por parte del científico inglés y de la cual se acostumbra a leer la última de ellas.

En este ensayo Comín del Río realiza un recorrido por la vida y obra de Darwin. Al respecto cabe aclarar que, todo el desarrollo del escrito el autor lo enfoca desde una perspectiva biográfica sobre Darwin, es decir, siempre explicando cómo Darwin desde su experiencia de vida desarrollaba sus estudios, bien sea recurriendo a su Autobiografía o al trabajo de otros expertos, especialmente a los de Janet Browne con La historia de El origen de las especies de Charles Darwin y a Francisco Ayala con Darwin y el diseño inteligente: Creacionismo, cristianismo y evolución.

A lo largo de 135 páginas, divididas en ocho capítulos, Comín del Río realiza el siguiente recorrido: inicia con un bosquejo sobre la infancia, la adolescencia y la juventud de Darwin en el cual el autor destaca el espíritu aventurero y alegre del científico inglés, sus intereses y desilusiones académicas, así como su estrecha relación con su padre (capítulo 1). Luego pasa a reseñar el viaje en el Beagle como la gran oportunidad de Darwin en donde, gracias a su mentor Henslow, logró que el capitán FitzRoy le cediera un camarote como joven voluntario que quisiera ir como naturalista, pues el capitán buscaba un acompañante acorde con su rango y su cultura (capítulo 2).

Posteriormente sigue con la exposición de su etapa de madurez y senectud, etapa que empieza a ser narrada tras el regreso de Darwin a Inglaterra en 1836 después de su aventura en el Beagle, enfocándose en su residencia en Cambridge, su vida de casado con Macaw Cottage en Londres, su misteriosa enfermedad que le aquejó tanto (la cual pudo haberse tratado de un mal endémico tras su viaje por Suramérica), su residencia definitiva en Down House y sus publicaciones tras El origen de las especies (capítulo 3). De allí sigue a trazar los antecedentes de la teoría de Darwin sobre la transformación de las especies en el espacio y con el tiempo (capítulo 4). A continuación explica la teoría del origen de las especies, teniendo en cuenta la influencia que tuvieron las anotaciones de Darwin durante su viaje alrededor del mundo y su demora en la publicación debido a sus recelos y temores, pues el científico inglés era consciente de las consecuencias de tipo religioso, moral, político, filosófico y científico que podía acarrear su obra; además, hace especial hincapié en el método científico de Darwin diferenciando entre la biología y la geología de la química y la física; también resalta de Darwin en su escritura su estilo expositivo y coloquial junto a su estructura racional y argumentada; todo para finalizar con la idea de que El origen de las especies generó una revolución conceptual con respecto al descubrimiento de las leyes de la naturaleza, señalando en ocho puntos los principios del paradigma de Darwin que lleva a la inevitable conclusión que si las especies son productos mutables, el hombre se encuentra sometido a esta misma ley natural, lo que finalmente lleva a Darwin a publicar El origen del hombre y de la selección en relación al sexo (capítulo 5).

De allí Comín del Río sigue con las huellas del darwinismo en el contexto de la sociedad victoriana, la asamblea de Oxford, algunos argumentos con respecto al diseño inteligente, y el debate entre darwinistas y antidarwinistas (capítulo 6). Continúa con el paradigma neodarwinista y la filosofía natural, y es aquí donde se expone que con los avances de la ciencia moderna se ha dado solución a las tres grandes lagunas del paradigma de Darwin: el factor del tiempo que llevaba el fenómeno de la evolución actuando en la naturaleza, el problema de los saltos bruscos en las series de registro fósil y el problema sobre los mecanismos de la herencia genética y la variación en la descendencia (capítulo 7). Comín del Río finaliza con un capítulo denominado “El legado de Darwin” en donde afirma que la teoría de Darwin ha sido y continúa siendo uno de los ejes más sólidos de la biología y que, a su vez, se presenta como un legado emancipador del ámbito religioso y cultural en los que por tradición se mantienen sistemas de creencias que no son cuestionados.

De lo dicho hasta el momento, hay tres asuntos que es preciso abordar y, si acaso, problematizar. Dos que apuntan al contexto histórico y uno que lleva a la ya desgastada idea de que ciencias básicas y ciencias humanas son discursos opuestos:

1. Si bien la obra es un recuento biográfico bien logrado, Comín del Río señala a lo largo del escrito que Darwin era un antiesclavista debido a su ambiente familiar y la educación recibida. No obstante, ya a inicios del siglo XIX había sido proclamada el Acta de Comercio de Esclavos (1807), donde el Reino Unido ponía fin al comercio de esclavos en el Atlántico, pero sin acabar del todo con el comercio interno, ni la esclavitud en sí misma (Villalpando, 2011, p. 20). El Imperio Británico ya no ejercía el mismo control en el Atlántico, de allí que fuera común en la época que un británico no coincidiera con ideas esclavistas. Estas aclaraciones es preciso realizarlas, pues se corre el riesgo de idealizar a un determinado autor como un genio que se sale de su contexto y que es realmente muy “avanzado” para su época. Estos sesgos nos hacen olvidar que los grandes científicos y filósofos son hijos de su época preocupados por su entorno social y con las limitantes epistemológicas de su contexto, que, si bien logran salirse del molde y romper paradigmas, finalmente están pretendiendo dar respuestas dentro del mundo circundante en el que se encuentran. Segundo, con respecto a la idea del darwinismo social o las interpretaciones sesgadas de las teorías de Darwin, Comín del Río nos recuerda que estas se han usado con fines políticos segregacionistas bajo el lema de “la supervivencia de los más aptos” que desencadena en facciones nacionalistas y de supremacía racial, recordando el darwinismo social de Herbert Spencer en el capitalismo victoriano o el perfeccionismo evolutivo humano de Ernst Haeckel quien fue un inspirador del nacional socialismo hitleriano. Estas ideas nos llevan a reflexionar en nuestro contexto actual en torno al transhumanismo, como una filosofía de moda o utopía del momento, entendiéndose esta como la búsqueda del mejoramiento físico y mental del ser humano mediante procedimientos tecnológicos, lo que promueve el advenimiento de una nueva especie posthumana (Diéguez, 2018, pp. 52-55). Esto permite volver al planteamiento de la ley del más fuerte y de la supremacía racial, pues ¿acaso quiénes serán los que accedan a estos biomejoramientos? El transhumanismo como tendencia o moda intelectual nos hace pensarnos nuevamente como especie no solo desde el concepto de vida, sino de seres con historia tal como lo plantea Antonio Diéguez (2018), pues se corre el riesgo o de una tecnofobia como si esta postura pudiera ser garante de que el biomejoramiento no será llevado a cabo o se corre el riesgo de una tecnofilia que promueva modificaciones permanentes sin discernimiento crítico alguno (Marcos, 2018, p. 107). Es preciso decir entonces que, ninguna de estas dos posturas, la tecnófila o la tecnófoba, permite un desarrollo crítico y reflexivo, pues frente a casos ya dados de modificaciones genéticas en embriones, entre otras, no estamos encontrando rigurosidad en el análisis político, jurídico y social que permita no solo sentar una postura, sino estar alertas frente a dichos avances que parecen inevitables. En consecuencia, urge un estudio interdisciplinar de la cuestión en donde converjan áreas del saber como la biología, el derecho, la filosofía, entre otras.         

2. Por otra parte, queda un sinsabor a lo largo del texto, pues si bien el autor resalta de manera loable el espíritu inquieto de Darwin como un prototipo para quien se dedique al quehacer científico, también es clara su crítica sobre el conocimiento humanista de la época como si este hubiera consistido en una actividad oscura y estancada. Además, Comín del Río extrapola esta posición al contexto actual haciendo una dura diferencia entre las humanidades y la ciencia, en donde, a su parecer, la segunda es un saber desplazado y opacado por las primeras. Comín del Río procura realizar una defensa de la importancia de la ciencia en la educación resaltando siempre la personalidad de Darwin como un punto de referencia para todo aquel que desee dedicarse a la ciencia. Por lo que, cabe cuestionarse e inferir que ese “espíritu inquieto” que caracterizaba al científico inglés es propio de todo aquel que tenga como fin perseguir el conocimiento mismo, pues bien sabemos que, a partir del auge de las ciencias empíricas en el siglo XIX, las disciplinas propias de las humanidades, corren el riesgo de ser percibidas como áreas no fundamentales ni rigurosas, tal vez, las mal llamadas “ciencias blandas”. En consecuencia, es necesario pensar la idea de la transdisciplinariedad y la interdisciplinariedad entre las ciencias básicas y las ciencias humanas, pues se permite la comunicación entre distintas áreas del conocimiento que nutren finalmente el quehacer científico y académico.

Es un arduo trabajo recoger en tan pocas páginas la vida y obra de Darwin, de allí que sea un loable ejercicio el resultado de Comín del Río, pues se constituye como una obra elemental para introducirse y contextualizarse en el pensamiento de Darwin el cual es la base de la biología moderna.

Referencias

Comín, P. (2009). Darwin. Una evolución extraordinaria. Madrid: Pearson Educación.

Diéguez, Antonio. (2018). El transhumanismo es la búsqueda del mejoramiento humano mediante procedimientos tecnológicos. Telos(108), 52-61.

Marcos, A. (2018). Bases filosóficas para una crítica al transhumanismoArtefaCTos. Revista de estudios de la ciencia y la tecnología, 7(2), 107-125.

Villalpando, W. (2011). La esclavitud, el crimen que nunca desapareció. La trata de personas en la legislación internacional. Invenio, 14(27), 13-26.

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Fecha de recepción: 11 de marzo de 2019

Fecha de aceptación: 20 de marzo de 2019

 

Forma de citar (APA): Esparza-Oviedo, S. (2019). Reseña: Darwin. Una evolución extraordinaria de Pascual Comín del Río. Revista Filosofía UIS, 18(2), doi: 10.18273/revfil.v18n2-2019014

Forma de citar (Harvard): Esparza-Oviedo, S. (2019). Reseña: Darwin. Una evolución extraordinaria de Pascual Comín del Río. Revista Filosofía UIS, 18(2), 273-278.



[1] Colombiana. Magíster en Filosofía, Universidad Industrial de Santander. Profesora Universidad de Santander, Colombia.

Correo electrónico: silvia.esparza.oviedo@gmail.com

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