LA VALORACIÓN AMBIENTAL PARTICIPATIVA:

Una perspectiva local para la construcción de territorios sostenibles. El caso de Soacha1


Dolly Cristina Palacio Tamayo*


* Trabajadora Social de la Universidad Externado de Colombia. Magíster en Desarrollo Social, Planeación y Gestión de la University Of Wales Swansea y Doctora en Estudios de Desarrollo de la misma Universidad. Profesora Programa de Trabajo Social, Universidad Externado de Colombia. Bogotá, Colombia.
Correo electrónico: dolly.palacio@uexternado.edu.co


RESUMEN

El territorio es un producto de la relación entre los ciudadanos y el Estado donde las prácticas y valoraciones de los últimos tienen relevancia en la sostenibilidad de sus entornos sociales y naturales locales. Este artículo revisa críticamente los instrumentos de diagnóstico de la Guía para la Formulación de la Agenda Ambiental Municipal, a partir del análisis de discurso y se evidencia que sus modelos son jerárquicos y reproducen la exclusión social y la construcción de escenarios de participación restringidos, con una visión técnica marcada. Se aplica el análisis de redes sociales para sistematizar los diálogos donde participan 190 habitantes de 50 organizaciones locales en 8 encuentros en Soacha. Se socializa el trabajo colectivo y se concluye que hacer visibles las voces locales en contextos de poder, es una de las prácticas que profesionales de las ciencias sociales, como los trabajadores sociales, están llamados a apoyar en un país que tanto necesita expresarse, y cuya manifestación participante permitirá la emergencia de nuevos territorios más equitativos y más sostenibles.

Palabras clave: territorios sostenibles, Valoración Ambiental Participativa, Análisis de Redes Sociales, Soacha, Colombia.


PARTICIPATION ENVIRONMENTAL ASSESSMENT:

A local sustainability approach. The case study Soacha


ABSTRACT

Territories are products of the relationship between State and citizens, where the practices and values of the later have implications on local environmental sustainability. This paper a critical review of the research methods proposed by the Official Guide to make local environmental agendas in Colombian counties is made, showing that research methods presented by this guide are building top–down structures of participation, where technical voices prevail. The author also proposes the application of methods that allow people to participate enhancing their voices and showing the social construction of environment, taking into account local practices and representations. 190 inhabitants of Soacha, from about 50 local organizations participated in 8 encounters where methods where build collectively. The results were socialized in order to make visible the local voices in contexts of power, where social workers, as facilitators of the process, were responsible of providing support to less powerful agents, and allowing communication between all of them. Experiences like this foster the emergence of more equitable and sustainable territories in a country in need such as Colombia.

Keywords: sustainable territories, participatory environmental assessment, Social Network Analysis, Soacha, Colombia.


LA VALORACIÓN AMBIENTAL PARTICIPATIVA:

Una perspectiva local para la construcción de territorios sostenibles. El caso de Soacha2


1. INTRODUCCIÓN

El lema de conocer para actuar ha sido relevante para muchos trabajadores sociales en la fundamentación de la investigación diagnóstica en el proceso de la intervención social (Richmond, en Travi 2006; Escalada, Soto y Fuentes, 2001; Travi, 2001; Arteaga, 2001 y Viscarret, 2007). Sin embargo, el proceso de conocer está marcado tanto por las situaciones emergentes del Estado-Nación como por las marcas históricas de legitimidad del saber y sus modelos prevalentes. En este contexto, el proceso de conocer, como camino indispensable para la toma de decisiones sobre una situación social, es decir, para la intervención en lo social, requiere de una revisión. En este artículo se sostiene que tanto conocer como tomar decisiones, son acciones humanas situadas que están reguladas bajo normas e instrumentos que corresponden tanto a los procesos históricos de construcción social del conocimiento como a los procesos emergentes de producción del mismo en territorios específicos.

Esta revisión se desprende de entender que el estado liberal contemporáneo ha instaurado una relación estructural emergente entre individuos y Estado, radicalizando las democracias a partir de principios de multiculturalidad, diversidad étnica y género (Beck, 2006). En este contexto cada individuo es ciudadano directo en el marco de un modelo de democracia participativa que hace énfasis en las diferencias3. Sin embargo, esta relación produce un proceso dual. De un lado, la movilidad social como la exclusión social se establecen mediante formas individuales de acceso al empleo y a la educación, en un marco de derechos, donde la apropiación de los bienes y servicios se hace también individualmente. Del otro, los individuos configuran patrones de comportamiento y estilos de vida colectivos asociados a procesos de organización social mundial que provocan impactos importantes en los entornos naturales (alto consumo, industrialización, movilización espacial de grades poblaciones buscando empleo, etc.), y producen riesgos que se perciben de forma colectiva a escalas tanto locales como mundiales. El manejo de estos problemas, al ser producidos por ciudadanos diferenciados en sus prácticas, sus representaciones y sus estilos de vida, enfrenta, en el marco del conocimiento y la acción, la incertidumbre relacionada con esta diversidad. En este sentido, el conocer no es un producto que emerge sólo a partir del un saber racional, legítimo y funcional de un conjunto restringido de políticos, técnicos y científicos, sino que requiere producirse en un proceso deliberativo en el que cada ciudadano está vinculado, así como lo está por su comportamiento produciendo una ‘sociedad del riesgo’, lo que requiere organizarse políticamente en torno a lo que Beck llama una ‘política de la tierra’.

Adicionalmente, es importante reconocer que en países como Colombia esta democratización tiene una marca histórica por ser una sociedad que creció y se desarrolló como una colonia y cuya posición en las interacciones mundiales ha construido unas maneras de subordinación de nuestro saber (Dussel y Escobar en Lander, 2005), las que se reproducen en los modelos locales de planeación y gestión.

En este orden de ideas, en este trabajo se proponen dos reflexiones centrales en torno a las formas de valoración ambiental local establecidas en los escenarios de diálogo que crea la legislación colombiana. De un lado, la reflexión sobre los instrumentos específicos para conocer y valorar el ambiente a nivel local y en segundo lugar, la importancia de reconocer el papel de saber local en la investigación diagnóstica en relación con la construcción de agendas ambientales locales. Los escenarios de diálogo se definen aquí como espacios participativos creados por la ley y sus instrumentos operativos establecidos formalmente por la sociedad misma para la formulación, ejecución y evaluación de políticas públicas, bajo marcos de actuación descentralizados y participativos que contemplan la condición de que somos una nación pluriétnica y multicultural. En particular, es importante reconocer quiénes están habilitados para participar en este proceso, qué papel juegan los trabajadores sociales como profesionales que tienen una función y una posición específicas en los procesos de participación social y qué papel tienen los habitantes como actores políticos que tienen saber específicos y están adscritos a una jurisdicción o territorio local, el municipio, a partir de sus prácticas sociales y socio-ambientales cotidianas.

Específicamente, en este trabajo se hace énfasis en presentar los resultados de una revisión crítica y a la vez propositiva de los instrumentos diseñados para la definición del Perfil Ambiental Municipal –PAM-, que establece las bases para la formulación de la Agenda Ambiental Municipal – AAM - cuyo objetivo es la identificación de problemas y propuestas para la gestión ambiental municipal. El PAM está compuesto de dos fuentes diagnósticas: la visión comunitaria y la visión técnica sobre lo ambiental en el municipio. Estos instrumentos están diseñados y presentados en la Guía para la Formulación de la Agenda Ambiental Municipal –GAAM- (Ministerio de Ambiente Vivienda y Desarrollo Territorial- MAVDT y el Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional IDEA, 2004). Aquí, se hace una crítica al diseño de los instrumentos operativos de esta guía que están diseñados de tal forma que el saber del habitante local permanece subordinado al saber técnico. A la vez que se propone una metodología donde el saber local cuenta y a su vez muestra su capacidad de reflexión sobre sus contextos y las implicaciones que tiene la participación de actores regionales, nacionales e internacionales en el manejo local de los problemas ambientales.

Con el fin de abordar este planteamiento este escrito se divide en tres secciones. La primera desarrolla conceptualmente el marco que permite entender la importancia del saber ambiental desde una perspectiva local, donde la relaciones emergentes entre el Estado y los ciudadanos en lo que Beck (2006) llama la segunda modernidad, es definida. Así como se desarrollan algunas ideas sobre lo que se entiende por ambiente o entorno y su construcción a partir de las prácticas y los saberes locales. En la segunda parte se presentan algunos resultados del proceso de acompañamiento a las organizaciones locales de Soacha para la valoración ambiental de su municipio, donde se exponen los resultados de la sistematización de las formas en las que los habitantes reconocen sus prácticas en el territorio y definen sus propias formas de valoración, a partir de una propuesta de instrumentos metodológicos que reforman los originalmente expuestos en la Guía para Definición de la Agenda Ambiental Municipal (MAVDT-IDEA, 2004) y que aún están enmarcados en una relación jerárquica. Los instrumentos nuevos buscan disolver la jerarquía entre el conocimiento técnico y el local, evitando la subordinación de un saber sobre otro. Finalmente, una conclusión que retoma algunos aspectos relacionados con la producción local del conocimiento en los escenarios de diálogo formales y la función profesional de los profesionales de las ciencias sociales y el trabajo social.


2. LA PERSPECTIVA LOCAL DEL SABER AMBIENTAL


2.1. Territorios, ciudadanía y saber ambiental

El territorio definido en el marco de lo que Beck (2006) llama la primera modernidad (entre los siglo XVII y XX) se construye desde dos procesos. El primero, cuando el estadonación irrumpió como forma legítima y deseable, el territorio fue definido como una condición espacial de la existencia de un pueblo o una nación. Lo primero que se hizo para lograr dicha construcción fue fijar las fronteras legítimas de este territorio, lo que se logró mediante guerras y posteriores acuerdos entre países vecinos y definiciones constitucionales al interior del mismo. Este proceso involucraba claramente, partidos políticos, abogados y ejércitos. El segundo, está marcado por el desarrollo funcional del espacio y su relación con el mercado en un contexto de desarrollo de las sociedades capitalistas industriales en los estados modernos que hicieron del territorio un objeto de técnicos que lo miden y estudian para identificar sus potenciales usos y sus posibilidades de establecer flujos de mercados y control gubernamental. En este proceso los partidos políticos con la participación puntual de un conjunto amplio de ciencias naturales, de la tierra e ingenierías y arquitecturas y las fuerzas armadas, tuvieron central papel en su construcción.

Según Beck (2006), en esta primera modernidad se manifiestan aún muchas diferencias marcadas por la “naturaleza” como el género y la etnia, que impedían que muchos grupos ejercieran o pretendieran usar sus derechos ciudadanos y su capacidad de control sobre sus propiedades, incluyendo sus propios cuerpos (mujeres y esclavos o etnias en condiciones de sometimiento). Hoy, según Beck, se establece una segunda modernidad que radicaliza la construcción de libertades e igualdades en el plano de los géneros y las culturas que más allá de un territorio, comparten sentimientos de libertad, tolerancia y diversidad y reclaman, desde su individualismo institucionalizado4, el reconocimiento de sus diferencias más cotidianas.

De otra parte, el territorio como eje fundamental del desarrollo del proyecto socio-político latinoamericano, ha sido cuestionado desde el pensamiento poscolonial llamando la atención sobre “la búsqueda de alternativas a la conformación profundamente excluyente y desigual del mundo moderno, que exige un esfuerzo de deconstrucción del carácter universal y natural de la sociedad capitalista-liberal” (Lander, 2005, p. 12).

En particular, Escobar (2005) habla de las modernidades alternativas5, que precisan diálogos interculturales en espacios que él denomina de contextos de poder, es decir, en contextos de decisión política. Dialogar en estos contextos, dice el autor, implica impregnarse del otro, abriéndose a la pregunta de ¿cómo poder aceptar la igualdad en la diferencia y la diferencia en la igualdad? (Escobar, 2005, p. 94). Así mismo, Escobar sugiere nuevos procesos de configuración cultural, en el marco de una propuesta de construcción de una ecología de la diferencia en un mundo en el que tanto lo local como global están situados en un mismo lugar, es decir en un mundo que según Escobar es glocalizado. Es decir, la construcción de resistencias de movimientos sociales locales relacionados con el lugar, pero insertos en matices o redes generalizadas de procesos globales del capitalismo.

En Colombia este proceso muestra rasgos específicos. Por un lado un proceso difícil de definición de una carta política durante el siglo XIX, lo que muestra fluctuaciones en las fronteras y nombres de nuestro estado-nación en este período. Se revela una gran dificultad en la materialización de los derechos políticos que se universalizan sólo hasta 1936, con la inclusión de todos los hombres mayores de edad sin excepciones en el derecho al voto y la inclusión de la mujer en la adquisición de sus derechos políticos de elegir y ser elegidas en 1957, con un precario reconocimiento de otros grupos étnicos y culturales. Adicionalmente, se destacan los procesos de descentralización en la planeación en un marco legítimo desde 1988 y se consolida la planeación territorial local con la ley 388 de 1997, así como logra definirse como una nación pluriétnica y multicultural, donde además de consagrarse derechos políticos universales, también se definen los derechos económicos y sociales y los derechos colectivos, en la constitución de 1991. Aquí se abre la posibilidad de configurar territorios colectivos étnicos en el marco del ordenamiento territorial.

Este proceso pone de presente la maduración de un proyecto socio-político aún en construcción y con dificultades de consolidación, debido al contexto de conflicto armado, y desarrollo desigual entre las regiones (Velázquez y González, 2003; Cárdenas y Rodríguez, 2004). Estas dificultadas han influido negativamente en establecimiento de los escenarios de diálogo local establecidos por la ley, para los planes de desarrollo, los POT y las Agendas Ambientales Municipales. Todos ellos, instrumentos y dispositivos para la construcción de una democracia participativa.

En esta dirección, la participación ciudadana en la gestión ambiental local requiere del reconocimiento de la diversidad y de poner en diálogo las distintas maneras como las personas, en su calidad de ciudadanos y habitantes diversos, hacen, valoran y piensan su entorno, individual y colectivamente, en territorios específicos. Esto, con el fin empezar la tarea de reconocer cuáles son las visiones sobre el mundo que se construyen desde lo local, lo que permitiría identificar todo aquello que le da forma, desde lo social, a sus paisajes y que está determinando la existencia de escenarios de riesgo y exclusión, de libertades (dominaciones) y equidades (inequidades) y de manejo (in)sostenible de los entornos sociales y naturales.

En este sentido, el territorio en la segunda modernidad se contruye a partir de la apropiación de los bienes individualmente, pero el riesgo se comparte en el plano global, y por lo tanto surge la pregunta sobre los caminos de construcción de la cohesión social, teniendo en cuenta que ahora nos movemos en un espacio global que nos lleva a pensar lo que él llama “la política de la tierra”. Estos nuevos aspectos de la modernidad llevan a la democracia a un proceso de reflexividad colectiva que se define bajo la noción de una democracia que busca la participación y la autoorganización de sujetos que aspiran a ser autores de su vida y creadores de su identidad, en escenarios de riesgo global. Ésta, como segunda modernidad, según Beck, va más allá del capitalismo, la racionalización y la diferencia funcional y se expresa y construye a partir de las libertades políticas, la ciudadanía y la sociedad civil, por un lado y la alteridad y la diversidad por el otro.

La reflexividad, de esta manera definida, implica, más que reflexión - en el sentido de pensar – el ‘reflejo’ que producimos a partir de lo que hacemos, conocemos y valoramos colectivamente, desde nuestras biografías en escenarios de diálogo. Biografías en las que tejemos relaciones en los dominios del afecto, la producción, los intereses, los valores y las creencias; lo que a su vez es crucial para la definición de nuevos futuros colectivos situados. La reflexividad definida así, hace necesario el desarrollo de la noción de territorialidad sostenible. La territorialidad se puede decir que es la materialización de la apropiación y el control social del espacio por parte de actores concretos, a partir de los cuales se construyen los sentidos de pertenencia y de identidad, en el ejercicio directo de la ciudadanía. Entendido esto así, las territorialidades pueden ser múltiples y estar en tensión en un mismo espacio (Montañez y Delgado, 1998). (Ej.: resguardos y municipios, distritos mineros, áreas protegidas) y son sostenibles desde el punto de vista socio-ambiental, en la medida que los acuerdos sociales redunden en la posibilidad de conciliar rutas o caminos que produzcan una calidad de la vida colectiva en su sentido amplio, es decir calidad humana y ambiental.


2.2. Saber y valoración local de los entornos sociales y naturales

Poner en diálogo las distintas formas en la que los actores sociales actúan, comprenden y valoran sus entornos sociales y naturales en lugares y tiempos específicos en escenarios de diálogo en contextos relacionales de poder, es central para establecer qué define las situaciones ecológicas y ambientales en un territorio dado. Desde este punto de vista, los entornos los podemos definir como productos de la práctica social situada; donde las personas establecen un continuo con el medio donde desarrollan sus procesos de la vida. Es decir, los entornos son producto de la mutua construcción entre personas y medios (Ingold, 1992).

Teniendo como base lo anterior veremos a continuación cómo se definen la valoración ambiental desde la visión técnica y comunitaria en la Guía para la Formulación de la Agenda Ambiental Municipal con el fin de evidenciar la estructura jerárquica y de dominación de un conocimiento sobre otro que propone este planteamiento. La guía propone un proceso dedicado a la investigación diagnóstica que consiste en hacer un Perfil Ambiental Municipal que está constituido por dos visiones, la visión técnica y la visión comunitaria. A pesar de que se plantea que cada proceso es independiente y debe ponerse en diálogo, es claro tanto en la presentación como en los instrumentos que la segunda está subordinada a la primera:

Los resultados de la visión comunitaria, que si bien se sugiere utilicen técnicas participativas (Ej.: talleres, conversatorios, cartografía social) se vaciarán por el equipo técnico en los formatos preestablecidos que están construidos a partir del esquema de subsistemas establecidos para la visión técnica. El PAM definitivo resulta de un ejercicio de confirmación del diagnóstico técnico por los actores sociales locales, de las propuestas a partir de unidades territoriales homogéneas y la priorización de temas que requieren acciones en el corto, mediano y largo plazo. En el subrayado se resalta como la GAAM, explícitamente subordina un resultado al otro. Es decir, la visión comunitaria a la técnica.

En las agendas realizadas hasta ahora (Ej.: Bucaramanga y Pereira IDEA-2002) el perfil ambiental de cada municipio aparece como un consolidado, a partir de información técnica que es validada por actores de las comunidades mediante la aplicación de un formato que retoma los conceptos sistémicos de la guía, donde se presentan las categorías creadas técnicamente que son socializadas con las comunidades en una especie de capacitación para que el grupo asistente apruebe o reaccione frente a este esquema.

En este trabajo, la visión comunitaria se construyó a partir del saber y las formas de valoración local que tienen base en las prácticas sociales de sus habitantes y los procesos de problematización de sus organizaciones locales. En este sentido el papel de los trabajadores y trabajadoras sociales está relacionado con la facilitación y acompañamiento de este diálogo, creando espacios para la expresión de todos y cada uno de los actores, donde cada actor pudo expresar su voz y ésta a su vez pudo ser confrontada con otras desde su propia lógica en un escenario de dialogo. Es así como se hizo una convocatoria amplia a las organizaciones de todo el municipio, en encuentros por cada comuna y corregimiento. El diseño de estos encuentros creó un diálogo directo entre los distintos actores comunitarios en torno a las prácticas y la valoración ambiental del territorio municipal, donde se destacaron y distinguieron, precisamente, las dinámicas locales y su relación con actores de orden regional, nacional e internacional.


3. LA AGENDA AMBIENTAL MUNICIPAL Y LA POLÍTICA DE LA TIERRA EN SOACHA.

La identificación y valoración de los problemas ambientales deben ser el producto de la experiencia, percepción y valoración de los actores que actúan en un territorio dado, con el fin de ponerlos en diálogo entre ellos y con el saber profesional que produce conocimientos técnicos y científicos y con los intereses de actores económicos globales que actúan y están situados localmente. En el caso de Soacha, podemos encontrar una situación compleja que integra tanto actores locales como globales que deben ser consultados para la resolución de estos problemas. A continuación presentaremos de manera muy general la forma en la que se identificaron las dinámicas colectivas locales en torno a lo ambiental, la valoración que los habitantes organizados hicieron de sus entornos locales y el árbol de actores que definieron para establecer alianzas locales y nacionales para la gestión ambiental de los problemas identificados.


3.1. Los encuentros y la metodología

Se realizaron 8 encuentros en las seis comunas y en los dos corregimientos, donde se crearon escenarios de diálogo entre actores organizados de cada comuna y corregimiento a partir de cuatro ejercicios que buscaban la expresión directa de los habitantes sobre sus prácticas locales y sus trayectorias personales y sus acciones organizadas, acompañados de cartografía social6. En estos ejercicios los habitantes mismos establecieron cuáles son los lugares más representativos por comuna, así como establecieron discusiones grupales para identificar y valorar el estado de los elementos ambientales y naturales por comuna y corregimiento. Esta información se sistematizó en matrices de uno y dos modos que establecen la incidencia y la fortaleza de lugares y elemento ambientales en las narraciones de cada participante, así como la aparición de estos en los procesos de priorización y valoración grupal. Estas matrices se procesaron mediante el análisis de redes sociales –ARS- (Wasserman y Faust, 1994; Palacio y Hurtado, 2005; Palacio, 2006), registrando los términos tal cual lo plantearon los grupos. También, se evidenció cómo estas prácticas y representaciones crean redes locales, visualizadas en conjunto, mediante graficación de redes utilizando netdraw (Borgatti, 2002), lo que permite evidenciar las relaciones y facilitar la toma de decisiones colectivas así como establecer prioridades para la acción ambiental en el municipio. Las matrices se procesaron en UCINET 6.2 (Borgatti, Everett, Freeman, 2002) y se representan en grafos que reflejaran la dinámica de las organizaciones, las afiliaciones al lugar, y en matrices de valoración. Esta representación de los datos facilita su socialización, en particular, generó un debate colectivo entre los actores que participaron en los encuentros.

A estos encuentros asisten 190 habitantes del municipio de Soacha, 146 de los cuales están explícitamente afiliados a organizaciones ambientales y sociales del municipio, 58 son habitantes de la zona rural y 132 de la zona urbana. De cada comuna participaron grupos entre 15 y 28 personas. Del total de participantes 76 era hombres y 114 eran mujeres. Con una distribución de edades así: menores de 18 años 3, entre los 18 y los 25 son 18, entre los 26 y los 40 son 36; entre los 41 y los 60 participaron 59, 61 años y, 71. Los niveles educativos del grupo se distribuyen de la siguiente manera: 8 manifiestan no tener ningún tipo de formación escolar, 61 manifiestan tener primaria, 69 bachilleres, 20 formación técnica, 21 formación profesional, 8 posgrado y 4 no responden. La ocupación más frecuente fue la de ama de casa con 73 participantes, pensionados y pensionadas (16), el resto manifiesta tener una ocupación o profesión en ejercicio desde servicios técnicos y profesionales, comerciantes e independientes o consultores y gestores, docentes, operarios. Como se observa es un grupo heterogéneo desde el punto de vista socio-económico, socio-demográfico (edades y género) y cultural (nivel educativo).


3.2. Redes sociales y dinámicas de coparticipación existentes

En primer término se presentan las dinámicas organizativas que encontramos en el registro que los participantes hicieron sobre los proyectos y actividades que han desarrollado durante los últimos 5 años7. En el registro encontramos la asistencia de aproximadamente 146 miembros de 50 organizaciones diferentes de los cuales 28 muestran una dinámica de coparticipación8 en los proyectos propios9. Esta dinámica engancha aproximadamente 38 actores diferentes. Es interesante ver la existencia de vínculos de organizaciones locales con nacionales e incluso con organismos de orden internacional. Igualmente es interesante ver que se establecen relaciones entre organizaciones con naturalezas jurídicas distintas, es decir, ciudadanía organizada, con instituciones públicas. Esto puede interpretarse como entramados glocales (Escobar, 2005). Mediante un análisis de centralidad de esta dinámica, se percibe la formación de subgrupos que están articulados en procesos comunes. Ver los subgrupos marcados por las distintas formas para los nodos en el grafo 1.

Nótese el conjunto de cuadrados de la CAR, la Mesa Ambiental, los PROCEDAS11, están articulados con organismos de control como la procuraduría y de seguridad como la policía. Los lazos entre estos actores no son muy fuertes (fortaleza del vínculo representada en el grosor de la línea que representa el número de veces que una organización fue nombrada por otra). Los nodos en forma de triángulo, representan un grupo con una dinámica mucho más fuerte, con mayor fortaleza de los vínculos y un número mayor de actores. Esta visualización muestra la centralidad los actores más prominentes en la red (ver tamaño de los nodos), así como puede evidenciar la posición de nodos que se constituyen en puentes o conectores de subgrupos y así como establece de acuerdo a la dinámica local, están más cerca unos de otros (Ej. Organizaciones de base como las juntas de acción comunal, JACs que articulan a organizaciones compuestas como Mesa Ambiental). En este subgrupo vemos la centralidad de la Alcaldía de Soacha, las comunidades (grupos de población) y El Cabildo Verde de Soacha que aparece con la sigla de CVS.


3.3. ESTADO Y VALORACIÓN DE LOS ELEMENTOS NATURALES Y AMBIENTALES LOCALES

En los 190 mapas individuales se observaron 85 elementos ambientales y naturales de los cuales el agua, la vegetación y los parques son los más importantes. Pero en cada encuentro los participantes se organizaron por grupos de mujeres y hombres y a su vez, de acuerdo a la composición del conjunto de asistentes, se dividieron en grupos de hombres adultos y jóvenes y mujeres adultas y jóvenes. Lo que finalmente muestra un consolidado por grupo y un total general (ver Tabla 1).


3.4. Identificación de problemas ambientales

Es significativo ver como muchos elementos identificados como problema se agruparon bajo la categoría de contaminación ambiental y manejo de basuras y contaminación por actividad industrial, donde el puntaje muestra un consenso entre los grupos en la sumatoria de las comunas. De otra parte, asuntos que individualmente se observaron como importantes tales como la seguridad y los perros callejeros pierden relevancia en el consenso de los grupos y en el consolidado municipal cambia de posición. Nótese la baja percepción que estos grupos le dan a las zonas de alto riesgo, calificadas con un solo punto en la tabla 2.

A continuación se observa una red con los aliados que la comunidad identificó para resolver estos problemas ambientales.

Es importante destacar que no todos los actores nombrados para resolver problemas locales son locales, así como no todos los actores que crean los problemas localmente son del lugar. Este aspecto es relevante en los procesos de diálogo y negociación, puesto que hay que ver los niveles y los ámbitos donde se crean estas alianzas y bajo qué términos se establece el diálogo.


3.5. Discusión sobre los problemas del municipio y su priorización

Tomando los resultados que se dieron en los encuentros de comunas y corregimientos y la sumatoria que esto arrojó (ver cuadro consolidado de problemas en la primera parte de este documento), se hizo una discusión con los participantes de la socialización para llegar a posibles formas de priorización consensuada. Ver tabla 3.

En la socialización cambia el orden y los puntajes así como las categorías que son ajustadas. El diálogo muestra un proceso de depuración, donde es importante que los mismos participantes estén presentes tanto en el momento de formular y evaluar los problemas como en el momento de hacer consensos sobre ellos.


4. A MANERA DE CONCLUSIÓN

La afirmación central que surge como conclusión es que los saberes, valoraciones y creencias expresadas y deliberadas en escenarios de diálogo en el marco de la definición de problemáticas ambientales locales, permiten pensar y ver en colectivo como se construye el territorio y el saber ambiental local. Esto se relaciona directamente con la experiencia de los ocho encuentros referidos en Soacha, donde los habitantes tuvieron la oportunidad de confrontarse y exponer su experiencia, sus percepciones y sus valoraciones en calidad de ciudadanos organizados, diferenciados por edad y sexo, donde pudieron deliberar sobre las categorías y su relevancia en escenarios locales (comunas y corregimientos) y municipales (territorio local).

Podemos ver con este ejercicio de construcción de la visión comunitaria del Perfil Ambiental Municipal de Soacha, a partir de una ‘valoración ambiental participativa’ que los habitantes, y en particular aquellos que tienen una función comunitaria, pueden construir desde sus propias prácticas, valoraciones y conocimientos, los problemas ambientales locales. Así como pueden reconstruir sus dinámicas organizativas existentes, sus puntos de vista establecidos y sus procesos sociales en marcha. Todo esto resulta importante para potenciar las capacidades sociales de una población, cuando queremos definir y realizar una Agenda Ambiental Municipal, donde la movilización de los actores organizados es central para el logro de objetivos colectivos, como son los que se derivan de una política pública o de instrumentos de planeación y gestión ambiental local.

La identificación de actores que son causantes de los problemas ambientales locales, pero también aliados potenciales para su manejo, es un aspecto relacional de gran importancia. Pues esto permitiría pensar en la construcción de escenarios de deliberación con convocatorias dirigidas, y la definición de escenarios regulados de diálogo, donde se puede intervenir formalmente en el cambio de prácticas y en la definición de rutas de acción colectiva localmente. Escenario que podría servir para dirimir conflictos de intereses que deben enfrentarse en arenas más directas. Teniendo en cuenta antecedentes históricos locales, donde las apropiaciones son individuales y la administración y regulación es precaria, es claro que necesitamos avanzar en la construcción de estos espacios si queremos una nación con un sentido de la alteridad y de sostenibilidad territorial de frente a una ‘política de la tierra’.

De otra parte, la priorización de problemas es el resultado de una reflexión construida desde la práctica y los valores y creencias de los mismos actores que son sujetos y no sólo objetos de la política. Por esto, encontrar formas de hacer visible su voz y sus formas de interpretar sus territorios, desde sus trayectorias, es crucial en el momento de formular, pero también de hacer valer los planes y programas acordados. Esta visión por supuesto requiere ser contrastada, con las prácticas y valoraciones de otros actores de la misma población. Incluyendo, por supuesto, la visión técnica, con la que se pueden encontrar puntos de encuentro, así como disensos.

Finalmente, facilitar que las voces de otros emerjan en los contextos de poder, bajo marcos de ética ambiental global, es una de las prácticas que debemos empezar a ejercer los profesionales de las ciencias sociales, en particular los trabajadores y trabajadoras sociales, quienes estamos llamados a ocupar espacios de construcción social en escenarios de diálogo, en un país que tanto necesita expresarse, y cuya manifestación participante permitirá la emergencia de nuevos contextos y nuevos paisajes, ojalá más equitativos, más libres y más sostenibles.


1Proyecto que se llevó a cabo en el marco de las prácticas académicas del Programa de Trabajo Social de la Universidad Externado de Colombia en Convenio con la Alcaldía de Soacha y el Cabildo verde de Soacha.

2Ponencia presentada en el XIII Congreso Nacional de Trabajo Social. Globalización, Justicia Social y Diversidad. Universidad del Valle. Agosto. Cali-Colombia.

3Así lo consagra la Constitución política de Colombia de 1991.

4Relación directa entre el ciudadano y el estado.

5Las cursivas y las negrillas son marcadas por la autora de este texto.

6Estos encuentros se diseñaron y realizaron en el marco de las prácticas por proyecto del Programa de Trabajo Social de la Universidad Externado de Colombia en Convenio con el Cabildo Verde de Soacha y la Alcaldía de Soacha. En estas prácticas participó un grupo de 10 estudiantes de VIII y IX semestre: Carolina García, Karen Bello, Jhoana Riscos, Silvia Jamioy, Catalina Vargas, Marcela Hernández, Mónica Niño, Gabriel Olarte, Alejandra Pérez y Mónica Velázquez.

7En este registro separamos proyectos de actividades, entiendo por lo primeros unidades estructuradas de la gestión con presupuestos y cronogramas, objetivos y planes operativos de terminados. Las actividades por el contrario, son acciones puntuales o rutinarias que salen de los marcos de la planeación.

8Coparticipación se entiende como actuación conjunta en el marco de los proyectos propios.

9Solo expondremos la dinámica por proyecto debido a la falta de espacio para presentar todos los resultados.

10La red se muestra conexa con excepción de dos nodos. Se observa también subgrupos definidos por las formas de los nodos (grupo uno: triángulos; grupo dos: cuadrados; grupo tres: cuadrados con circulo blanco al interior; y grupo cuatro: cuadrados con cuadrados al interior).

11PROCEDAS: proyecto ciudadano de educación ambiental.



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