LECCIONES DE MUERTE PARA UNA CIUDADANÍA VITAL
El cementerio universal de Bucaramanga
Paloma Bahamón Serrano*
* Socióloga de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en derechos humanos de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP). Magíster en Semiótica de la Universidad Industrial de Santander (UIS). Docente de tiempo completo del Departamento de Estudios Sociohumanísticos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB). Bucaramanga, Colombia. Correo electrónico: pbahamon@unab.edu.co
RESUMEN
El presente artículo pretende desenterrar las lecciones que sobre ciudadanía en tiempos globalizados pueden brindar las necrópolis, especialmente aquellas llamadas laicas o libres, con base en la premisa de que los cementerios son parte de la memoria urbana y ciudadana. La manera en que la administración pública local y los habitantes cuidan o no, muestra mucho de su identidad cultural y de su conciencia política. El escrito se desarrolla en tres partes. En la primera, se realiza una reseña histórica sobre el cementerio Universal de Bucaramanga hasta su reciente extinción. En la segunda, se analiza la importancia de los cementerios como memoria de las ciudades desde la perspectiva de la sociología y la semiótica. En la tercera parte, se formulan ejemplos y propuestas para convertir a los cementerios en patrimonio cultural y espacios activos para el ejercicio de la ciudadanía con calidad de vida.
Palabras clave: cementerio, memoria, ciudadanía, patrimonio, desarrollo.
LESSONS OF DEATH FOR A DYNAMIC CITIZENSHIP
Universal Cemetery of Bucaramanga
ABSTRACT
This article aims discovering the lessons cemeteries can provide about citizenship in a globalized era. The text is mainly concerned with lay or free cemeteries, based on the premise that cemeteries are part of urban history and citizenship. The way that local governments and residents take care of cemeteries portrays their cultural identity and political consciousness. The text is divided into three parts. In the first part, the reader will find a historical review of Bucaramanga’s Universal Cemetery. In the second part, the writer discusses the importance of cemeteries as memorials to the cities from the perspective of sociology and semiotics. In the third part, examples are offered and proposals are made to transform the cemeteries into cultural heritage and active spaces for the exercise of citizenship.
Keywords: cemetery, memory, citizenship, patrimony, development.
LECCIONES DE MUERTE PARA UNA CIUDADANÍA VITAL
El cementerio universal de Bucaramanga
1. INTRODUCCIÓN
La Constitución de 1886, la hegemonía conservadora de comienzos de siglo XX y la influencia de la iglesia católica habían configurado hasta mediados de ese siglo una Colombia que quería ser más montaña que costa, más blanca que mestiza, más conservadora que liberal y entrañablemente católica. Bucaramanga no era la excepción a este ambiente excluyente y de ello dan fe las construcciones arquitectónicas que se realizaron por esa época. Unas buscaban reforzar la exclusión y otras intentaban responder a ésta creando espacios de tolerancia. Resultado de lo segundo fue la edificación del Cementerio Universal; un lugar para enterrar los restos de aquellos que en vida no eran dignos ante los ojos de la ideología católica imperante: judíos, Masones, ateos, suicidas, homosexuales, prostitutas, hijos naturales, etc.
Paulatinamente, el país sufrió un accidentado y ambiguo proceso de secularización y modernización cuyo culmen pareció ser la Constitución del 91 que le dio preponderancia a la multiculturalidad, diversidad, tolerancia, inclusión y equidad. Pero 18 años después estas palabras no se concretan de manera contundente en prácticas ciudadanas o en políticas administrativas lo que acarrea, entre otros aspectos, una preservación insuficiente del patrimonio arquitectónico y cultural. Ese fue el caso del Cementerio Universal: un lugar que guardaba bajo tierra valiosas historias sobre exclusión e inequidad que hubiera sido importante dar a conocer y proteger para fortalecer ese intento doloroso y confuso de instaurar un Estado Social de Derecho en un país en guerra. Dicho lugar desapareció finalmente para dar paso a la construcción de la carrera novena y tras sufrir de una dolorosa agonía que se pudo evitar si la administración municipal hubiera comprendido su importancia.
Los cementerios son el espejo empañado y roto de la memoria y de la realidad. La manera en que la administración pública local y los ciudadanos los asumen dice mucho de su identidad cultural y de su conciencia política. Desenterrar las lecciones que sobre ciudadanía en tiempos globalizados pueden brindar las necrópolis a partir de un caso concreto, es la intención de este escrito que se divide en un rastreo al problema de la exclusión desde la historia del cementerio, un análisis de la importancia de los cementerios como memoria de las ciudades y algunos ejemplos de cómo ciertas ciudades del país han transformado a los cementerios en espacios que brindan calidad de vida a la ciudad.
2. TESTIGOS MUDOS DE LA INTOLERANCIA
En 1910, Jesús Novoa Ruiz, liberal y comerciante de madera inició una campaña de consecución de fondos para edificar el Cementerio Universal de Bucaramanga. A él se sumaron Apolinar Pineda, hombre supremamente rico quien regaló la verja del cementerio y la estructura inicial, conjuntamente con Vicente Roberto Cadena, también comerciante y liberal como Novoa, de acuerdo con Alfredo Cifuentes Posada, último poseedor material de la necrópolis1. La intención de estas y otras personas que compraron el terreno en conjunto para convertirlo en camposanto era facilitar el descanso eterno a cualquiera que la iglesia católica le negara la cristiana sepultura porque no se ajustaba a los cánones de su moral religiosa. El Cementerio Universal admitía los cuerpos inertes sin importar su fe, política o trabajo, entre otros y fue uno de los primeros espacios arquitectónicos en la ciudad destinados a una simbolización y un ejercicio de la tolerancia y la apertura.
La edificación de este tipo de espacios urbanos refleja lo que era Colombia en esa época: un país fragmentado, incluso geográficamente, cuya sociedad estaba dividida por diferencias culturales, étnicas, políticas y religiosas. Liberal en lo económico, conservador en lo político y católico en la educación y en la formación de ciudadanos, se regía por la centralista y conservadora constitución de 1886 pero había pasado por una serie de guerras civiles, siendo la peor de todas la Guerra de los Mil Días (1899- 1902) Irónicamente al finalizar ésta, Rafael Uribe Uribe, uno de sus caudillos liberales, redactó el siguiente discurso:
Las tristes y malogradas esperanzas del caudillo también se reflejaban en los republicanistas quienes ese año asumieron el poder, rompiendo por escasos cuatro años la hegemonía conservadora. A la cabeza de ellos, Carlos E Restrepo fue nombrado presidente de Colombia. En efecto, Restrepo se refería así sobre las intenciones pacificadoras de su gobierno:
Pero a estas intenciones formales de tolerancia, paz y unión nacional les era muy difícil competir con siglos de formación católica que contaban además con el apoyo de la Constitución imperante que le había otorgado de nuevo a la iglesia el control de la educación pese al inconformismo del liberalismo radical. Se trataba de fuerzas en pugna y aunque muchos de quienes estaban impulsando el desarrollo capitalista en Colombia y por ende la modernización eran liberales, a la luz de la fuerza religiosa imperante no eran seres dignos puesto que apoyaban la unión libre, el matrimonio civil y el divorcio y aquel que se casaba por lo civil era excomulgado y al serlo, se le negaba el entierro en un camposanto católico.
La negativa no solo pesaba para quienes vivían en tipos de unión marital diferentes a la católica sino a los hijos fruto de éstas, a los suicidas, a quienes profesaban otro credo religioso o no profesaban ninguno y en general, a los libre pensadores que paradójicamente estaban aportándole mucho al desarrollo de la ciudad a comienzos de siglo, a decir de Cifuentes3:
A partir de la década del 50 con la oleada de violencia postgaitanista, los restos de campesinos pobres empezaron a acompañar a los de los librepensadores y los suicidas, y a partir de la última década del siglo pasado, muchos cuerpos de guerrilleros fueron sepultados allí. El último cadáver enterrado fue el de un comerciante de la ciudad llamado Alejandro Galvis Ramírez en el 2004.
A comienzos de la década del 70 y debido en gran parte a las reformas del papa Juan XXXIII, los camposantos católicos asumieron una actitud más incluyente con los muertos a quienes admitían enterrar. Paralelo a ello, los familiares de los muertos del Universal, tanto los prestantes como el pueblo raso, fueron olvidándolos. Es así como desde la década del 90 la tumba más visitada era la de una trabajadora sexual, Nubia Otil Ríos, pero no por sus parientes sino por gente del común que le atribuía milagros. Por eso su sepulcro permanecía rodeado no solo de veladoras y placas de acción de gracias sino de objetos destinados a prácticas de brujería.
Entonces, el Universal empezó a ser frecuentado por integrantes de sectas satánicas, consumidores de droga y ladrones de lápidas quienes incluso se robaron la lámina de mármol del fundador del cementerio.
El cementerio estaba ubicado en la calle 45 con carrera novena y ocupaba alrededor de una hectárea en donde alcanzó a haber en una época 5.000 muertos. En sus últimos tiempos había 2.600 y las condiciones del lugar eran deplorables. Muchas tumbas carentes de mantenimiento y cubiertas de maleza fueron saqueadas. La necrópolis sólo estaba a cargo de su poseedor material, Cifuentes, quien era el hijo de un trabajador del lugar que al morir en 1974 le legó su cuidado, pues no existía una junta administrativa ni mucho menos una corporación que lo sostuviera.
Dos décadas atrás empezó a correr el rumor de que la necrópolis sería cerrada y eliminada para dar paso a la construcción del Viaducto de la carrera Novena pero sólo hasta el 2005 llegó una orden de clausura del lugar y apenas en mayo del año pasado se ofició la noticia del proyecto en los medios. Ese día apareció un artículo en el periódico Vanguardia Liberal donde se informaba que en la primera semana de junio la administración daría a conocer los prepliegos para la construcción del Viaducto, obra que constaría alrededor de 70 mil millones de pesos y que estaría concluida antes de culminar el actual gobierno municipal. De acuerdo con el periódico:
3. EL PESO MUERTO DE LA MEMORIA
Nadie desconoce la importancia de las obras civiles que descongestionan el tráfico y así contribuyen al buen funcionamiento de la ciudad. Desde el sentido común hasta la planificación administrativa racional cobran importancia iniciativas como el Viaducto de la Novena. No pasa igual con aquellas obras urbanas que descongestionan del olvido y dan vía a una mayor conciencia ciudadana. Existe una distancia entre la moral jurídica y la moral social infranqueada precisamente por la fuerza de nuestra cultura desdeñosa de la memoria.
Así, pese a que la constitución del 91 sostiene en los siguientes artículos que:
A las administraciones locales se le dificulta identificar a los cementerios como patrimonios culturales que preservan la memoria histórica de la ciudad y del país. Víctima de ello fue el Universal que simbolizaba una respuesta frente a una extendida práctica anticiudadana: la exclusión. El abandono al que fue sometido el cementerio evidencia lo viva que está esa conducta, la misma que lleva a la intolerancia e inequidad, a un extrañamiento, a un rechazo frente al cual responden algunos políticos y comunicadores como Antanas Mockus quien define a la ciudadanía como la solidaridad con el extraño4, mientras que Jesús Martín- Barbero comenta que:
Huelga reiterar: las necrópolis relatan quienes somos los ciudadanos. Las razones que dieron origen al Universal y las condiciones en las que se hallaba en las últimas veinte décadas, evidencian que no hemos podido superar las intolerancias, las negaciones y las agresiones que nos llevaron a finales del siglo XIX y comienzos del XX a la Guerra de los Mil Días. Las mismas que Uribe Uribe creyó ingenuamente superadas.
Para recalcar la afirmación de que la necrópolis relata quienes somos, vale la pena recurrir a la semiótica. Esta ciencia estudia los procesos de significación que se dan en el mundo natural, entendiéndolo a éste, desde la perspectiva de Greimas (1996) como “un conjunto de cualidades sensibles, dotado de una cierta organización que es además el enunciado de la estructura profunda del universo construido por el sujeto humano y descifrable por él”.
Es en el mundo natural, también llamado situación de producción, donde ocurren las prácticas semióticas o significantes; es decir, prácticas sociales cargadas de significación como resultado de un proceso de producción en acto o como producto terminado, es decir, como texto. El texto se entiende como algo que tiene sentido, dirección, intencionalidad. De modo que una práctica semiótica puede ser desde un escrito hasta un ritual religioso o un objeto artístico, por ejemplo.
Desde esta perspectiva el cementerio es un objeto semiótico que está predicando de su situación de producción. El descuido del Universal está refiriendo nuestro poco compromiso con la ciudad y la baja calidad de la interlocución entre el gobierno local y la sociedad civil.
Quizás sea intencional, quizás, simple descuido. Lo cierto es que en la atención que le prestemos al cementerio se halla oculta una poderosa herramienta para interpretar, proponer y construir ciudad: la memoria. Así como el ADN de un hueso puede revelar la identidad de una víctima de la violencia en nuestro país, estos muertos pueden contarnos mucho no sólo sobre quienes fueron ellos, sino sobre quienes siguen siendo por causa de nuestro descuido y sobre lo que ese descuido tiene que decir sobre las condiciones de identidad cultural y ciudadanía. Por conveniencia estratégica, en un país en guerra la primera sacrificada es la verdad. Crear amnesia colectiva es el triunfo de los vencedores, a decir de María Eugenia Vásquez:
Y la memoria puede poseer un espacio físico y unos objetos concretos para emerger. Como es el caso de la necrópolis, entre otros mobiliarios arquitectónicos urbanos. Muchas casas de próceres o de personajes históricos se convierten con el tiempo en museos. La Quinta de Bolívar en Bogotá o la Casa de Perú Delacroix en Bucaramanga por citar algunos ejemplos. Mientras, los cementerios en general son una suerte de museos involuntarios. El ritual de visitar a los muertos también puede ser una posibilidad del citadino de confrontar el pasado para resignificar el presente y pensarse como ciudadano. A decir de Doris Lamus, la diferencia entre un habitante urbano y éste último residiría desde el esquema del comunitarismo en que la ciudadanía sería desde esta perspectiva:
¿Cuáles son los significados de Bucaramanga? ¿Cuáles sus símbolos y significantes? ¿Desde qué espacios urbanos y arquitectónicos se planea erigir la identidad? No se debería enfatizar el fomento a una configuración de identidad regional o local como por ejemplo la ‘santandereanidad’ tan solo desde parques turísticos cuyos costos de uso son elevados, cuyo interés principal es el mercado, sino desde espacios que permitan la reflexión y confrontación desde una perspectiva histórica crítica. Bien lo dijo el ex presidente de Chile Ricardo Lagos:
La intervención de la ciudadanía en el cuidado de sus espacios arquitectónicos, de sus patrimonios culturales, es tan importante como las veedurías a la ejecución de obras civiles, por lo menos si se pretende una ciudad activa al servicio directamente de sus habitantes y no del mercado. Esa es una tarea de la cooptación, es decir es una acción que debe emerger de la clásica figura del contrato social en la cual ciudadanos y gobierno dialogan y se comprometen mutuamente con la generación de calidad de vida y derechos humanos.
El cementerio Universal atesoraba datos muy relevantes sobre el convulsionado proceso de Estado-Nación y de urbanización en Colombia a lo largo del siglo XX. Historias de personas que trabajan por aportar a su manera a la modernización de la ciudad y no eran reconocidas por sectores más conservadores. La ciudad, como territorio global, era a principios del siglo pasado escenario de grandes cambios de orden social, cambios que degeneraron en enfrentamientos. El Universal era testimonio de esa historia y por tanto un elemento urbano de gran importancia. A decir de la socióloga Saskia Sassen:
Pero lo más interesante es que la socióloga considera que los procesos globales pueden estudiarse desde una perspectiva local y más aún concreta. Es así como el cementerio Universal pudo ser el epicentro de estudios relacionados con temas trasnacionales y de importancia para la conformación de la ciudadanía del mundo como la diversidad, la exclusión y la intolerancia, si se toma en cuenta lo siguiente:
4. CEMENTERIOS ACTIVOS PARA CIUDADES VITALES
Está visto que la valoración de la muerte y de los espacios arquitectónicos para simbolizarla representa las condiciones de vida y la capacidad de cohesión social de una localidad. De lo que se trata ahora es de proponer a partir de los cementerios opciones de construcción y proyección de la ciudad. La posibilidad de que el urbanismo moderno sea una herramienta de intervención en la ciudad obedece al cumplimiento de ideales de libertad, igualdad y fraternidad que llegaron tarde a Colombia pero que aún pueden ser realizables.
La arquitectura no puede dedicarse sólo a la creación de edificios emblemáticos de poder de una economía de enclave. Aprovechando la transversalidad disciplinar y si se trata de proponer y construir ciudad con calidad de vida, se propone aquí de qué modo se pudo impedir que el Universal feneciera, para que su historia no se replique en otras necrópolis de la ciudad.
Se pudo haber instaurado una acción popular para impedir su desaparición. Este mecanismo de participación contemplado en el artículo 88 de la Constitución nacional es un medio procesal para la protección de los derechos e intereses colectivos. De acuerdo con la ley 472 de 1998 en su artículo 4, entre estos derechos se encuentra:
Todo lo anterior se pudo argumentar para preservar este espacio como patrimonio de la ciudad. De haberse logrado, se habrían propuesto reformas al proyecto de creación del viaducto de la novena para que este pasara cerca al cementerio pero sin justificar su eliminación, como, por ejemplo, haber construido un puente por encima del lugar, esfuerzo que sólo hubiera requerido, además de voluntad, imaginación e ingeniería.
Lo anterior debió conducir a la constitución de una corporación administrativa para la necrópolis de carácter interdisciplinar, compuesta por arquitectos, ingenieros civiles, sociólogos, antropólogos e historiadores, entre otros, que se pondrían en la tarea de restaurar y condicionar en general el cementerio como patrimonio cultural.
Esta nueva condición del cementerio habría impulsado, en primera instancia, el desarrollo de la calle 45, un espacio de la ciudad muy interesante pues en éste confluyen la cárcel, los camposantos y el manicomio, junto con almacenes de tela, y en segunda instancia, El cementerio le habría dado más vida cultural, histórica y turística a Bucaramanga.
De día se habrían podido realizar visitas guiadas al lugar, aunque es necesario recalcar que este no habría sido abordado como un simple espacio turístico; no se hubiera tratado de asumir cada sepultura como una curiosidad sino de establecer un discurso sobre las mismas promoviendo una reflexión permanente sobre la historia de la exclusión, la democracia y la participación ciudadana.
En las noches la necrópolis pudo ser escenario de actividades artísticas como conciertos, recitales de poesía, presentaciones de danza y cuentería, entre otras.
Vale la pena resaltar que el de Bucaramanga no fue el único cementerio de tales características construido a comienzos del siglo XX. Está también el caso del Cementerio Libre en Circasia (Quindío) de origen masón cuyas condiciones actuales distan mucho del abandono en el que se encuentra el de Bucaramanga. De acuerdo con la revista virtual El Grifo el Cementerio:
¿Qué ocurrió entonces en Bucaramanga en relación con el tema de la memoria y el sentido de preservación de patrimonios culturales? He aquí las razones para haber protegido el cementerio Universal y una propuesta precisa de intervención arquitectónica, política y ciudadana aplicable a las necrópolis que se encuentran funcionando. Ojalá que éstas no queden cubiertas por la tierra estéril de la indiferencia ciudadana y administrativa.
1En entrevista concedida el sábado 29 de agosto de 2009.
2Extracto del discurso que Uribe Uribe tenía preparado para una reunión en el centro social de Barranquilla el 31 de diciembre de 1902 y a la que finalmente no concurrió.
3En entrevista concedida el sábado 29 de agosto de 2009.
4En entrevista concedida a Noticias Caracol, en julio de 2009.
5Periódico EL ESPECTADOR (2009). ‘No creo en la derecha’ entrevista a Ricardo Lagos publicada el domingo 22 de agosto.
6El cementerio Libre de Circasia. Revista virtual EL GRIFO: Ideas fluyendo. Factor urbano. Disponible en: http://www.elgrifo.com.co.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Defensoria del pueblo (1998). Acciones populares y de grupo. Bogotá: El autor.
Greimas, Julian Algirdas et Courtës, Joseph (1993). Sémiotique. Dictionnarie raisonné de la théorie du langage. Paris: Hachette.
Lamus, Doris (1999). Formación para la ciudadanía en contextos adversos: el caso colombiano. Temas Socio-jurídicos 17, 37.
Martín-Barbero, Jesús (2001) Colombia: ausencia de relato y desubicaciones de lo nacional. En: Ministerio de Cultura (ed.) Imaginarios de Nación: pensar en medio de la tormenta. Cuadernos de nación. (pp. 1-21) Bogotá: Ministerio de Cultura.
Mesa, Darío (1982). La vida política después de Panamá. En: Instituto Colombiano de Cultura (ed.). Manual de historia de Colombia, Tomo III. Bogotá: Procultura.
Palacios, Marco (2003). Entre la legitimidad y la violencia. Colombia: 1875 1994. Bogotá: Editorial Norma.
Rodríguez, Ivonne (2009). Así será el viaducto de la carrera novena. Vanguardia Liberal. Recuperado mayo, 2009. Disponible en Internet: http://www.vanguardia.com/ historico/28714-asi-sera-el-viaducto-de-la-carrera-novena.
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