DINÁMICAS DE INCLUSIÓN Y ACCIONES COLECTIVAS: POSIBILIDADES DE DESARROLLO ALTERNATIVO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES1

William Ortiz Jiménez*

* Profesor Titular Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas, Universidad de Granada, España. Director del grupo de Investigación "Política y guerra", Colciencias. Correo electrónico: wortiz@unal.edu.co


RESUMEN

Este estudio analiza las acciones colectivas como formas de inclusión. En tal sentido, se propone considerar las acciones que desarrollan los movimientos sociales y su incidencia en los procesos de transformación social.

García (2008) entiende que estamos presenciando un despertar más activo de la sociedad civil, la cual disputa por la distribución económica más igualada poniendo en juego nuevas formas de participación y de acción política. Las formas son diversas: movilización territorial -desde una región o una fábrica-acciones de solidaridad e intercambio, experiencias con los gobiernos regionales o municipales, entre muchas otras. También están aquellas que hablan de acciones desterritorializadas que, partiendo de redes locales de múltiples actores, formaron otras más flexibles y que exceden a un territorio específico. En este marco interesa reflexionar críticamente en torno a la teoría acerca de los movimientos sociales y su potencialidad para promover procesos de transformación social para, en un segundo momento, examinar diferentes experiencias de movimientos sociales en Latinoamérica.

Palabras clave: movimientos sociales, territorialización, inclusión, desarrollo alternativo, clase social.

INCLUSION DYNAMICS AND COLLECTIVE ACTION: ALTERNATIVE DEVELOPMENT POSSIBILITIES OF SOCIAL MOVEMENTS

ABSTRAC

This study analyzes collective action as a form of inclusion. Therefore, it attempts to consider actions developed by social movements and their impact on the processes of social transformation. García (2008) understands that we are seeing a more active awakening of civil society, which dispute a more ranked economic distribution game through new forms of participation and political action. The forms are different: territorial mobilization - from a region or a factory - actions of solidarity, exchange experiences with regional or municipal governments among many others. Some researchers speak of deterritorialized actions which, on the basis of local networks of multiple actors, form other more flexible networks and which exceed a specific territory. Within thiss framework the author is first in reflecting critically on the social movements theory and its potential to promote processes of social transformation to, in a second moment, review different experiences of social movements in Latin America.

Keywords: social movements, territorialisation, inclusion, alternative development, social class.


1. INTRODUCCIÓN

Los últimos años del siglo veinte estuvieron signados, principalmente en Latinoamérica, por el profundo cuestionamiento al modelo político-económico que impuso el neoliberalismo y su trasfondo ético-moral netamente utilitarista. Es así que a mediados de la década del noventa comienzan a surgir los denominados "nuevos movimientos sociales" que buscan crear una alternativa de confrontación destinada a reconstruir las bases de la sociedad en una época caracterizada por la muerte de los "grandes relatos".

En razón de ello y luego de más de veinte años de que comenzaran a hacerse sentir e imponerse, cabe preguntarnos: ¿constituyen los nuevos movimientos sociales latinoamericanos una viabilidad de desarrollo alternativo? Intentaremos encontrar la respuesta a este cuestionamiento, en el marco del debate entablado en el transcurrir de los últimos años y las experiencias que se han vivido, en este sentido, en América Latina.

Concretamente, se analizarán diferentes concepciones con respecto a la importancia que tiene la conquista del poder para lograr imponer un cambio a través de sus proyectos dentro de la sociedad.

Por ello, determinar la importancia de la institucionalización es un parámetro que nos permitirá definir el éxito o el fracaso de los movimientos sociales latinoamericanos que recorren el continente de norte a sur y de oriente a occidente.

La metodología utilizada para este estudio se sustenta en la triangulación teórica que nos ofrece Gimeno y Pérez (1989). Es decir, el análisis de textos, tesis, trabajos relacionados con el tema e investigaciones propias sobre esta temática, así como de los referentes teóricos al respecto. Las referencias bibliográficas fueron el punto de partida. Luego, la puesta en escena de instrumentos de aplicación y el análisis de los mismos contribuyó a fortalecer los conceptos. A partir de la información secundaria, se construyó el marco teórico, que una vez consolidado, enfocó su atención en la búsqueda de datos a través de fuentes primarias, como la encuesta, diseñada exclusivamente con base en la indagación teórica en torno al concepto de ciudadanía, los movimientos sociales y el desarrollo alternativo. Posteriormente, se hace la valoración, redacción del informe, conclusiones y recomendaciones.

Sin lugar a dudas, definir la estructura metodológica que hizo posible implementar y avanzar en el estudio es, en nuestra opinión, la mayor riqueza de cualquier proceso de investigación y el mayor privilegio de todo investigador. En investigación cualitativa esta estructura triangular o diseño general surge de la reflexión del investigador tras un primer contacto con la realidad objeto de estudio. Se trata, en palabras de Gimeno y Pérez de "la planificación de las actividades que deben llevarse a cabo para solucionar los problemas o contestar las preguntas planteadas" (1989, p. 6), y sirve para situar al investigador en el mundo empírico. Este diseño debe ser flexible para ir adaptandose a las distintas situaciones que emergen a lo largo de la investigación. Desde esta lógica de investigación, las conclusiones finales se convierten en propuestas de acción cuya difusión y comunicación son necesarias para culminar este proceso.

2. MOVIMIENTOS SOCIALES, POTENCIALIDADES DE DESARROLLO ALTERNATIVO

Los movimientos sociales, como formas de accionar colectivo que generan espacios de comunicación y contrastación en pos de alcanzar instancias significativas de poder, han sido abordados desde una pluralidad de enfoques.

A partir una mirada en las luchas que emprendieron distintos movimientos sociales a lo largo de la historia, se pueden registrar dos tipos: los viejos o clásicos, reconocidos como históricos (socialistas y de liberación nacional), compuestos por sujetos con conciencia de clase que se movilizaban intentando impugnar las lógicas capital-trabajo y centro-periferia; y por otro lado, los nuevos movimientos sociales, reconocidos como anticlasistas, horizontales, pluralizados y desprendidos de la idea de transformación social global. Es decir, de un proyecto de emancipación del hombre de las fuerzas capitalistas.

Ambas posturas se presentan claramente en contextos europeos y norteamericanos, de donde además, nacen las teorías que intentaron dar con los fundamentos, orígenes y causas de dichos modos de acción.

En consecuencia, las teorías que surgen en relación con los movimientos mencionados deben ser interpretadas a la luz de los contextos en que emergen. Desde el marxismo el sujeto del movimiento social era el obrero en lucha por la legitimación de sus derechos laborales en circunstancias injustas de producción, por lo tanto, la disputa se enmarca entre dos sujetos: el trabajador -proletariado- y el empleador -poseedor de los medios de producción. La concientización de la opresión que ejercen los empleadores sobre sus empleados, y de la división en clases de la sociedad industrial moderna son los principios que despiertan al movimiento.

Pero a partir de las perspectivas de la psicología y sociología estadounidenses, dos enfoques tomaron protagonismo: uno, la lógica de la elección racional y la movilización de los recursos -en el marco del estructural/funcionalismo- que enfatiza la importancia de los incentivos, formas organizativas y dinámicas operativas de actores, con un sesgo marcadamente individualista, analiza al sujeto regido por la racionalidad instrumental, atendiendo a la adecuación de medios - fines. Otro, el de los Nuevos Movimientos Sociales -centrado en el paradigma de la Identidad- de dominio europeo, identifica el componente identitario que caracteriza a nuevos actores y discursos emergentes (ecologistas, feministas, juveniles, pacifistas) que ya no son reductibles a la contradicción capital-trabajo, ni a la lógica medios - fines. Los Sujetos sociales producen una movilización en conjunto, por intercambios y vínculos. Al tiempo que construyen su acción en concordancia con términos cognoscitivos, afectivos y relacionales para darle sentido al estar juntos y a los fines que persiguen.

No obstante, los casos de movilización social en América Latina distan a la vez de ambos enfoques. En principio, porque los Movimientos Sociales de Latinoamérica no se enmarcan dentro de una lucha de clase, como en el caso de los viejos movimientos del siglo XIX y principios del XX, sino que al contrario, se presentan pluriclasistas y más bien dentro del ámbito de la sociedad civil.

Al mismo tiempo, los "nuevos", contextualizados en la democracia liberal y en la disyuntiva del postmaterialismo europeo, se distancian igualmente de los surgidos en los contextos latinos, porque la perspectiva que se configura desde este continente reconoce la existencia de procesos diversificados y particulares que no pueden ser analizados bajo la misma óptica. Por supuesto, ello tiene que ver con las realidades, escindidas por la pobreza y la exclusión social y política, que presenta la región.

Con el anterior marco de interés, el objetivo de este escrito es presentar una discusión con relación a las potencialidades de los movimientos sociales latinoamericanos en desarrollar acciones y propuestas que instituyan nuevas posibilidades de emancipación.

Esencialmente nos interesa retomar el concepto de hegemonía como pieza clave en el análisis de los movimientos y como eje transversal del fenómeno. Por una parte, el término hegemonía "surge como respuesta a una crisis que pone en cuestión las categorías tradicionales del marxismo para explicar la contingencia" (Giacaglia, 2002, pp. 151-159).

Es decir, frente a una postura de la historia regida por leyes, esta noción introduce la idea de analizar las luchas sociales contemporáneas desde su especificidad y no como algo estático que predetermina a los sujetos. Pero además, el hecho de posicionar al concepto en el centro de la escena ayuda a comprender las posibilidades de pensar a los colectivos desde una posición no reduccionista, sino al contrario, desde una mirada que permita la construcción de antagonismos.

3. EL CONCEPTO DE HEGEMONÍA: DESDE GRAMSCI A LACLAU

Gramsci (2010) define la hegemonía como la dirección cultural e ideológica de una clase social sobre otra. Una clase es hegemónica cuando es capaz de orientar o dirigir a otra a través de la generación de una visión de mundo que aparece como la síntesis entre sus propios intereses y las percepciones de los sectores subalternos, haciendo parecer sus intereses particulares como universales. De este modo, se entiende que el concepto de hegemonía refiere a una naturalización del mundo, a una subordinación pasiva, es decir "Ideología" en tanto: sentidos o modos de ver el mundo y las relaciones en él. En este contexto, solo una modificación de la ideología permitirá unas trasformaciones de los órdenes existentes.

Laclau y Mouffe (1987) proponen, en primer término, romper con el monismo del que es preso el marxismo cuando intenta rescatar a través de sus categorías la esencia de la historia. Desde este punto, recurre al concepto de hegemonía a través del cual no sólo cuestiona las bases teóricas del marxismo -su concepción de la subjetividad y de una "clase universal" en la que desaparecen los antagonismos- sino además pensando en que "puede ser un instrumento útil en la lucha por una democracia radical, libertaria y plural".

Por lo tanto, reconocen que es necesaria una revisión de las bases teóricas que dieron sustento a la izquierda, cuestionando sus formas de conducirse, no sólo porque fallaron sino, además, porque los nuevos levantamientos y las nuevas experiencias de acción colectiva como formas atípicas que han acompañado a las luchas sociales en los países de la periferia capitalista implican la extensión de la conflictividad social a una amplia variedad de terrenos los cuales se presentan como potencialidades de avance hacia sociedades más libres democráticas e igualitarias.

Esta postura propone pensar en la pluralidad e indeterminación de lo social, luego, discute sobre el socialismo en tanto este último concibe a la clase obrera como clase universal y apriorísticamente privilegiada para la transformación social, además de pensarla como una voluntad colectiva perfectamente homogénea. Concluye que la sociedad no puede ser considerada como un espacio cerrado, al contrario, debe observársela como un conjunto de fuerzas divergentes y en conflicto, lo que impide la conformación de identidades plenas. Los "antagonismos" sociales y la "dislocación" impiden el cierre de la estructura social, esto supone que las identidades se construyen en oposición a un otro contra el que se lucha, por lo tanto, no es un producto de leyes históricas apriorísticas, sino de relaciones de poder. Partiendo de este reconocimiento lo que resta es aceptar que no hay universales, sino que esto no es más que una "particularidad que, a partir de una operación hegemónica, ocupa el lugar de lo universal" Laclau y Mouffe (1987, p. 25).

Asimismo, la noción de hegemonía colabora en la visión no reduccionista de la política en tanto que permite pensarla más allá de los partidos o como lucha dentro o contra las instituciones, dado que "es también lucha por la transformación de la relación de la sociedad con sus instituciones" Laclau y Mouffe (1987, p. 27).

En este contexto de recesión e inestabilidad económica el neoliberalismo sufre del descreimiento y la deslegitimación política. Situación que permite la apertura de múltiples movilizaciones o ciclos de protesta que parecen dispararse a partir del intento de los gobiernos por profundizar en los planes de ajuste y en las políticas privatizadoras (Seoane y Taddei, 2003). Por lo que es posible pensar estas experiencias movilizadoras dentro de dinámicas de confrontación a las políticas neoliberales, que además han evidenciado un crecimiento cualitativo en la politización de las luchas. De este modo, las crisis institucionales promueven la formación de grupos antagónicos que se desarrollan como movimientos sociales, dando lugar a la formación de nuevas subjetividades.

4. NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES. NUEVAS PERSPECTIVAS DE ANÁLISIS

Desde el aporte de Melucci (1999) la idea que se ha generado sobre los nuevos movimientos sociales refiere a la construcción de una identidad colectiva por parte de los mismos. Básicamente el término se ha construido en comparación a los considerados tradicionales movimientos sociales, más aun teniendo en cuenta que las teorías que lo explicaban no alcanzaban a comprender a estos nuevos modos de acción colectiva. Tanto la teoría funcionalista como la teoría marxista dejaban muchos intersticios, espacios vacíos de explicación y contenido.

Las formas novedosas de movilización colectiva aparecieron en la década del 60. Las luchas y reclamos empiezan a surgir de diferentes puntos de vistas y temas. En Europa y EE.UU. se reconocen a distintos grupos que defienden ya sea sus derechos sociales, en tanto seres humanos, como los derechos de animales y los ambientales, en tanto seres vivientes. Como es posible de observar el término Nuevos Movimientos Sociales conjuga una variada gama de luchas sociales que, como se adelantó, tienen en común la diferenciación respecto a las luchas obreras, consideradas como luchas de clase. Pero su real novedad radica en poner en cuestión nuevas formas de subordinación.

En este sentido, Laclau y Mouffe reconocen a estos nuevos movimientos rasgos de continuidad y de discontinuidad. La continuidad en tanto supone que a partir de la ideología liberal - democrática se crean las bases de una propuesta a favor de la "igualación de condiciones" (1987, p. 25). La permanencia de este imaginario es lo que permite establecer una continuación entre las luchas iniciadas por el siglo XIX hasta el presente. Al hablar de discontinuidad este autor está suponiendo que los "nuevos sujetos políticos se han constituido a través de su relación antagónica con formas de subordinación recientes" (1987, p. 25) producto de las relaciones capitalistas y de las intervenciones del Estado: "Estos 'nuevos antagonismos' son la expresión de resistencia a la mercantilización, la burocratización y la homogeneización crecientes de la vida social" (Melucci, 1999, pp. 25-54).

Los movimientos sociales, como formas de acción colectiva que cuentan con identidad y grados de organicidad específicos, pueden contribuir a la constitución de redes que cristalizan la coordinación (puntual o sistemática) entre diversas organizaciones, con estructuras de control, coordinación y toma de decisión dotadas de variables grados de formalización. En este sentido, toda acción colectiva, que emerja fuera de los ámbitos institucionales reta a otros actores a sumarse a los reclamos emergentes. Es un recurso de poder que asumen ciertos actores buscando desafiar a las cúpulas de poder, capaz de crear identidades colectivas, reunir gente y movilizarla en pro de objetivos comunes.

Desde este ámbito, se reconoce que la acción colectiva puede ser transgresora y no institucionalizada, por ejemplo, los "piquetes" espontáneos, o transgresora e institucionalizada, como las convocatorias a marchas o asambleas organizadas o institucionalizadas -como la participación en comisiones legislativas-, aunque es frecuente hallar diferentes combinaciones de ellas. Pero aquí cabe la pregunta ¿cómo se constituyen en antagonismos? Es decir, ¿cómo son capaces los colectivos de hacer consciente la opresión de la que son parte? En este punto, Laclau y Mouffe (1999) introducen la necesidad de un exterior discursivo el cual impedirá pensar la subordinación -es decir el sometimiento de uno sobre otro- como diferencia, proponiendo la identificación en él de relaciones de opresión. Esta última se convierte en sede de antagonismos -por lo tanto de oposición a las relaciones hegemónicas establecidas temporariamente. Esta postura es compartida de algún modo con Touraine (2006). Para este autor la noción de movimiento social -o movimiento societal- hace referencia a un tipo específico de acción colectiva que pone en cuestión una forma de dominación social, a la vez particular y general e invoca contra ella valores, orientaciones generales de la sociedad que comparte con su adversario para privarlo de tal modo de legitimidad. Es la lucha por imponer temporariamente su visión de mundo.

5. ¿NUEVAS POSIBILIDADES DE EMANCIPACIÓN? LOS MOVIMIENTOS SOCIALES LATINOAMERICANOS

Nos interesa observar a los movimientos sociales en su papel en virtud del contexto de globalización y neoliberalismo que, más que vivirlo, Latinoamérica sufre. Venimos siendo partícipes de nuevos procesos reivindicatorios de parte de los países periféricos, como es la presencia de "nuevos internacionalismos" y de nuevos escenarios políticos regionales, al decir de Svampa (2008), que merecen la atención de los gobiernos, de la sociedad y de los estudiosos para colaborar en la conformación de un plan común que posicione de otro modo a los países latinoamericanos con respecto a los países centrales.

El análisis que de las potencialidades de emancipación se hacen desde la teoría crítica moderna insisten, según De Sousa Santos, en enmarcarse dentro del paradigma dominante, lo cual para el autor es imposible debido a que las estrategias emancipadoras genuinas que pueden desarrollarse en este ámbito acaban transformándose en estrategias reguladoras, "dictadas por el propio sistema y al servicio del paradigma dominante" (citado por Tamayo, 2010, p.17). A propósito de esta situación, De Sousa Santos supone que la unidad del capitalismo y la modernidad a mediados del siglo XIX tuvo como consecuencia la conformación de un proceso de degradación de energías emancipadoras a energías regulatorias, análisis que el investigador desarrolla con relación a lo que él mismo llama monocultura del tiempo lineal. Esta noción alude a que las ideologías dominantes, sean las neoliberales o las marxistas, conciben al tiempo de manera lineal -hacia un sentido o dirección, hacia delante- suponiendo con esto que los países centrales desarrollados van adelante y los demás -los que no cumplen con los cánones impuestos por estos- vienen detrás, retrasados, subdesarrollados. Las consecuencias se pueden observar en la posición de asimetría que se asume adhiriendo a las políticas neoliberales y peor aún, consolidando la denominación de países "sub" otorgada por otros, cuestión que acaba en una baja autoestima y autonomía de nuestros países. Y como diría Bourdieu "no hablan, son hablados" (2002, pp. 249-257), son definidos por otros, revocando toda posibilidad de que los países piensen y desarrollen alternativas. Así sean "desarrollados" en otros aspectos.

Los países centrales descalifican los modos y las acciones locales, suponiendo que el mecanismo para adelantarse es seguir la receta de crecimiento que estos imponen. Las energías emancipadoras que diferentes organizaciones y movimientos gozaron en sus inicios, sea en los países centrales como en las experiencias latinoamericanas -en casos como el movimiento obrero- acabaron en energías reguladoras cuando pasaron a conformarse dentro de los modos institucionales y sus demandas pasaron a ser solucionables por medio de "la política".

Como respuesta a esta situación, la propuesta es revalorizar lo local, desglobalizarlo con relación a la globalización neoliberal. La consigna de De Sousa Santos es crear espacios, pero, para ello son necesarias nuevas opciones de racionalidad de tiempo, de saberes y de Estados -lo que él llama una Ecología de Temporalidades (Bourdieu, 2002). A propósito de ello, Svampa (2008) reconoce la existencia de nuevos contextos de discusión y crítica.

Específicamente habla de un discurso antisistémico, crítico respecto a la globalización y con nacimiento en cuestionamientos relacionados al papel de las nuevas estructuras de dominación -ya que los países centrales se imponen rompiendo las barreras y desestimando y desautorizando las propuestas de los gobiernos nacionales-, al rechazo a la mercantilización de las relaciones sociales proponiendo una defensa y, por ende, una revalorización de la diversidad cultural.

Tal situación ha sido posible en un nuevo escenario político regional que pone en el centro de la escena a organizaciones de prácticas contestatarias y de ofensiva al modelo neoliberal que en ocasiones son acompañados por "nuevos gobiernos de izquierda y centro izquierda que estimulan la posibilidad de pensar creativamente las articulaciones entre Estado y sociedad" (Svampa, 2008, p. 53), abriéndose paso a formas subalternas de intervención política.

Concretamente, el intersticio abierto desde este contexto abre la posibilidad de disputa del orden social y es cuando las alternativas pueden aparecer. Para ello es necesario "problematizar la supuesta naturalización de lugares que incluyen asignando un lugar de exclusión" (Svampa, 2008, p. 78).

Si bien para algunos los nuevos movimientos sociales vendrían a representar la afirmación de la subjetividad frente a la ciudadanía -dado que su lucha no es política sino personal, social y cultural- para De Sousa Santos (2001), estos nuevos movimientos permiten identificar nuevas formas de opresión que sobrepasan las relaciones de producción, de ahí que estarían configurando nuevas formas de sociabilidad, politicidad y subjetivación de la ciudadanía. Además las luchas no son esporádicas -aunque puedan mermar- sino constantes, porque los grupos son constantemente reactivados por nuevas demandas que hacen a la propuesta inicial. Para Zibechi (2003) los movimientos latinoamericanos marcan rupturas con formas anteriores, pues tienen su propia agenda y sus propios programas, ya no actúan de forma refleja o reactiva ante Estados y partidos. Pero, sobre todo, dejan entrever nuevas formas de articulación entre movimientos que decantan en superestructuras permanentes a través de formas flexibles y ágiles de coordinación.

6. PRÁCTICAS LATINOAMERICANAS

Para el año 1989 Fals Borda reconocía que "el despertar contemporáneo de los movimientos sociales y populares en el Tercer Mundo tiene más de dos décadas. Dijo: 'ya no son "nuevos" y están adquiriendo otras modalidades'" (1989, p. 8). Hoy dos décadas más tarde de esta pronunciación seguimos augurando la transformación de las formas de participación política de nuestra sociedad civil.

En Latinoamérica los principales estudios refieren a legítimas y reconocidas experiencias de lucha y emancipación: los Sin Tierra, de Brasil; los Guerreros del Agua, en Bolivia; los Zapatistas, en México, y los Piqueteros, en Argentina, entre muchos otros que aparecen como ejemplo de autoorganización, continuidad, identidad y resistencia a partir de una ciudadanía activa. Muchos de estos movimientos provienen de disputas localizadas, focalizadas, sectarias. Sin embargo, se observa en ellos la tendencia a conformarse en formas más amplias, más abarcativas de lucha. De Sousa Santos supone que los Nuevos Movimientos Sociales y más aún, los movimientos latinoamericanos, están anunciando nuevos modos de organización e institucionalidad. Estos nuevos actores colectivos batallan por acceder al sistema y ser reconocidos como los representantes de los nuevos intereses a través de un procedimiento distinto al de los movimientos sociales clásicos, esto es, "formación de identidades colectivas" (Del Olmo, 2009, p. 29). De este modo conformarían nuevos espacios de reivindicación que los movimientos clásicos omitieron u olvidaron.

El pasaje de la resistencia a la de disputa hegemónica supone un cambio en la naturaleza de los movimientos sociales. Las experiencias nombradas, al igual que otras conocidas, tienen en común una continuidad que lleva décadas. Este rasgo le ha permitido ir transformándose a la luz de las contingencias como a partir de un crecimiento interno, entendiendo que "la identidad de determinado movimiento no está dada de una vez y para siempre, sino que al calor de los intercambios y contradicciones, sufre permanentes modificaciones" (Zegada, 2008, p. 23). Laclau propone que los levantamientos y movilizaciones se han concentrado en dos temas centrales: en un principio fue la búsqueda de la igualdad -las denuncias de racismo, discriminación y subordinación-y luego, en la demanda por una integración en la sociedad. Actualmente, se ha ascendido del reclamo a la búsqueda de la libertad -en relación a la autonomía y a la valorización de la diferencia- razón por la cual muchas luchas no son sentidas como acciones colectivas sino como individualismos.

Varios movimientos han nacido a partir de revueltas y de reclamos sectorizados. Pero han sabido supera estas instancias modificando modos de luchas y extendiendo sus acciones a más sectores y más temáticas. Sintéticamente, lograron expandirse en varias direcciones y asociarse en frentes unidos de acción. Pasaron así de lo micro a lo macro, de la protesta a la propuesta (Zegada, 2008). Esto permitió pensar en alternativas dirigidas a los segmentos políticos más altos, como mirar hacia las bases y promover los cambios desde abajo. Cambios programáticos y estructurales que proponen fragmentar el poder existente, devolver la voz a los pueblos descentrando su poderío a través de mecanismos de consulta y acción popular.

Tramas como la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) nacido en 1994, cuando toma 7 municipios del Estado de Chiapas en el sur mexicano, muestran cómo los grupos se inician reclamando injusticias y crecen frente a las ganancias y las pérdidas que atraviesan. La primera declaración de esta fuerza era netamente dirigida hacia la acción armada una "declaración de guerra" al Ejército Mexicano y al Poder Ejecutivo (Díez, 2009). Esta postura fue dejándose de lado dando lugar a una política centrada en el discurso, en el llamamiento a la sociedad civil a unir o simpatizar con el movimiento. El EZLN se fue transformando a través del encuentro de distintas ideologías y propuestas políticas -que iban desde las luchas agrarias, las utopías indígenas, el marxismo- leninismo y la teología de la liberación. Estos cambios en su proyecto político se reflejaron en las posteriores declaraciones del grupo. La propuesta gira en torno a que la sociedad se organice para avanzar hacia la democracia y más adelante propondrá la unión del pueblo para el avance de la lucha indígena, que ven posible únicamente mediante la unión de otros sectores como el obrero y el estudiantil. Para ello, se convocó a diferentes encuentros en todo el territorio mexicano hacia la construcción de un amplio frente político y social que luche por la democratización de México y la convocatoria a una asamblea constituyente que sancione una nueva Constitución.

El caso del MST (Movimiento Sin Tierra), es otra prueba de crecimiento y transformación. Desde su formación hacia 1970, cuando se producen las primeras disputas ante el gobierno por la tierra al sur de Brasil, ha sabido expandirse logrando su primer congreso en 1985, en el que define una política de lucha y presión frente al gobierno por la reforma agraria. Además, avanza en la definición y formas de implementación de las cooperativas y expande su área de influencia al noreste brasileño, creando en 1990 el Sistema Cooperativista de los Asentados, las Centrales de Cooperativas Generales y la Confederación de Cooperativas Agrícolas de la Reforma Agrarias de Brasil. Entre 1999 y 2000, el hostigamiento que sufre el movimiento por parte, inicialmente, de la presidencia de Collor de Melo y luego por Cardoso se despliega una defensiva y el cuestionamiento al modelo agrícola neoliberal reflejado en su 4° Congreso Nacional. Su objetivo es llegar a un diseño superador de los modelos campesino y capitalista, que asimile de este último la división del trabajo vinculada al desarrollo técnico de las fuerzas productivas.

El debate mayor dentro de las estructuras participativas del MST se despliega en los niveles locales (asentamientos) y estaduales. Allí son realizadas las evaluaciones de los que ocupan algún cargo y son propuestos y valorados los nuevos candidatos. Estas asambleas involucran a más personas en las discusiones, disponen de más tiempo y las dinámicas participativas se adecúan a metodologías apropiadas a cada realidad regional o sectorial. La elección de liderazgos nacionales supone importantes acciones capaces, al menos formalmente, de promover la participación y la democracia. Los miembros de la dirección nacional deben ser escogidos contando con al menos el 50% + 1 de los votos. Este mecanismo busca proteger al MST del encumbramiento de elementos oportunistas y garantizar elección de líderes legitimados a los ojos de la militancia.

Por lo visto, las demandas se traducen en intentos de influenciar en la arena política conformando bloques de oposición al gobierno y propuestas integradoras, abriendo y articulando espacios de nuevas sociabilidades, a través de cambios en las subjetividades y en las prácticas. Ejemplo de ello, es el proceso que comunidades negras de Colombia desplegaron desde los años 70 hasta conseguir en los 90 el reconocimiento de la comunidad negra como grupo étnico al menos mediante un artículo transitorio (Flórez, 2008) y mediante la ley 70 que declara a Colombia un país multiétnico y pluricultural. Además de reconocer los derechos a la propiedad de territorios colectivos, la producción de la identidad cultural y, sobretodo, la posibilidad de contar con mecanismo de participación en la implementación de la ley.

La experiencia ganada en este proceso llevó a la conformación de una red de movimientos sociales: Proceso de Comunidades Negras, quienes establecieron como principio de lucha defender el derecho a: "1) la identidad negra, 2) el territorio, 3) la visión propia de futuro y 4) ser parte de y participar en la lucha de otros pueblos negros alrededor del mundo" (Flórez, 2008, pp. 275-309).

El impulso recibido por este movimiento lo llevó a luchar más allá de su identidad y sus derechos étnicos. Dadas las políticas de desarrollo y sostenibilidad relacionada a las tierras defendidas por el movimiento, sus demandas y propuestas empezaron a problematizarse en torno a lo biológico, la biodiversidad y la precarización laboral, así como el empobrecimiento creciente. Es decir, que las políticas incluyen una serie de modificaciones que afectan el ambiente, sentido como naturalmente propio y parte de su identidad, al igual que las modificaciones relacionadas con las relaciones de producción.

Con relación específica a lo que sucede en Argentina, las prácticas de movilización tomaron la forma de la acción directa, las asambleas barriales y las acciones territoriales. Entre los grupos más destacados por estas acciones y por su continuidad en el tiempo, como por su visibilidad en el espacio público, se encuentran los "Piqueteros". Grupos que, aunque comporten características, guardan una gran heterogeneidad en su interior. Sobre ellos escribe Luis Oviedo:

El nacimiento del movimiento de trabajadores desocupados o "piqueteros" tiene diferentes raíces las cuales poseen en común la búsqueda de una organización de los trabajadores desocupados y ocupados más allá de los representantes del sindicato o del gobierno. Pero, esta aparente independencia del Estado y los partidos se ve quebrantada con el paso de los años y de los gobiernos. De modo que al tiempo presente las organizaciones piqueteras pueden verse divididas entre independientes y los que simpatizan con el gobierno. Mucho tienen que ver las distintas estrategias políticas adoptadas por los gobiernos y apoyadas por diferentes sindicatos y grupos en diferentes épocas. Por ejemplo, las organizaciones piqueteras necesitan de los planes de empleo (que ya deviene de la época menemista) para su existencia, con ello consiguen adhesiones, dinero para formar y organizarse como también para fomentar actividades redituables alternativas. La vinculación que se establece con el gobierno de turno por medio de la obtención de los beneficios de la ayuda social consigue de parte del Estado que considerables organizaciones se pronuncien a favor del gobierno. Sin embargo, y pese a su sectorización interna, muchos MTD (Movimiento de Trabajadores y Desocupados) promueven en su interior prácticas que los colocan en otro plano frente a los gobiernos y la opinión pública, como: las propuestas de autogestión y autofinanciamiento a partir de la participación conjunta con grupos de afinidad fundamentalmente estudiantes universitarios, con acercamiento de los técnicos que pudieran aportar nuevas herramientas, la formación de cooperativas, de proyectos de capacitación, la conformación de acuerdos institucionales con distintas universidades del país, además de establecer vínculos con otros movimientos. Al mismo tiempo sostienen formas organizativas amplias, como "las asambleas barriales de los desocupados" y los canales de reclutamiento dados por medio de la participación en actividades con emprendimientos productivos, asambleas y actividades sociales y culturales.

Aun cuando se lograron diferentes congresos nacionales que intentaron unificar la lucha, una tarea primordial que tiene el movimiento piquetero en Argentina es definir una estrategia de profundización de la lucha mediante la huelga general y pugnar por erigirse como una dirección combativa a escala nacional, superando a las burocracias sindicales oficiales y desarrollándose como una alternativa de poder para los explotados frente al Estado y al régimen político (Oviedo, 2004).

7. A MODO DE CONCLUSIÓN

Estas nuevas formas de organización y de lucha plantean que las demandas ya no son solo defensivas o de resistencia, sino que han superado ese plano y se han elevado al de ofensivas. A propósito de ello, la propuesta es verlos no sólo como "lugares de resistencia" frente al poder, sino también entenderlos como lo hace Flórez: lugares donde se recrean relaciones de poder. La propuesta es considerar la conformación de demandas instituyentes; es decir, que busquen su integración y participación en el sistema político pero a través de la apertura a "lo Político", a lo instituyente. Desde la mirada de Lauclau (2005) pasar de demandas democráticas a demandas populistas, entendiendo por ello el pasaje del reclamo fragmentado al poder legislativo y la demanda de soluciones por medio de la política, a la generación de instancias que promulguen la intervención de los actores en su solución. El ideal se pronuncia a favor de la conformación de soluciones alternativas globales y contra-hegemónicas.

Las nociones teóricas de hegemonía, primero, y de ecología de temporalidades, después, permiten analizar a los movimientos como actores en conflicto que construyen antagonismo, esto es, posiciones enfrentadas al orden imperante. Pero desde la unión de los pueblos y desde la creación de condiciones que permitan pensar formas alternativas al desarrollo primermundista, es decir, que los pueblos puedan formular sus propias opciones.

El acuerdo al que llegan diversos investigadores supone que la herramienta para la emancipación latinoamericana de las formas de la globalización y el neoliberalismo es la conformación de espacios e identidades comunes con reconocimiento de las cualidades locales e integración regional y con articulación de los sectores subalternos, excluidos, como también la articulación de demandas y subjetividades populares, en todo caso, el pasaje de una ciudadanía asistida a una ciudadanía emancipada. Pero, además, surge la necesidad de que investigadores, académicos y científicos sepan vincularse con los grupos no solo para reivindicarlos en sus luchas, sino para generar conocimiento auténtico.


REFERENCIAS

Bourdieu, P. (2002). El baile de los solteros. La crisis de la sociedad de Bernal. Barcelona: Anagrama.

De Sousa Santos, B. (2001). "Los nuevos movimientos sociales". OSAL. Revista del Observatorio Social de América Latina N° 5. Clacso Buenos Aires, Septiembre, 177-184.

Diez, J. (2009). Más allá de las palabras. Las transformaciones recientes del proyecto político zapatista. Laboratorio. Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, 10, (23), 120- 132.

Fals Borda, O. (1989). Movimientos Sociales y Poder Político. Revista Análisis político. Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI). Universidad Nacional De Colombia, (8), 49-58

Flórez Flórez, J. (2008). Una aproximación a la dimensión del disenso de los movimientos sociales: la implosión de la identidad étnica en la red proceso de comunidades negras de Colombia. En: Levy, B y Gianatelli, N (compiladoras). La Política en Movimiento. Identidades y experiencias de organización en América Latina. Buenos Aires: Clacso libros.

García, A. (2008). Del Estado neoliberal al Estado plurinacional autonómico y productivo. En Discursos y ponencias del Ciudadano Vicepresidente Álvaro García Linera, año 2, N° 5. La Paz: Vicepresidencia de la República y Presidencia del H. Congreso Nacional.

Giacaglia, M. (2002). Hegemonía. Concepto clave para pensar la política. Tópicos. Asociación Revista de Filosofía de Santa Fe. Santa Fe. Argentina, (10), 151-159.

Gimeno, J. y Pérez, A. (1989). La enseñanza: su teoría y su práctica. Madrid: Akal/Universitaria.

Gramsci A. (1984). El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Nueva Visión. Buenos Aires. Recuperado en septiembre 2, 2010. Disponible en: http://www.gramsci.org.ar

Laclau, E. y Mouffe, Ch. (1987). Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Madrid: Siglo XXI.

Laclau, E. (2005). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Melucci, A. (1999).Acción colectiva, vida cotidiana y democracia. México: El Colegio de México.

Negri, T.; Hardt, M.; Cocco, G.; Revel, J., García Linera y Tapia, L. (2008). Imperio, multitud y sociedad abigarrada. Bolivia: CLACSO, Muela del Diablo editores, Comuna, Vicepresidencia de la Republica Presidencia del H. Congreso Nacional.

Ortiz J. W. (2010). Ciudadanías alternativas. Nueva forma de manifestación política y constitucional. Medellín: Ediciones UNULA.

Oviedo, L. (2004). De las primeras Coordinadoras a las Asambleas Nacionales. Una historia del movimiento piquetero. Buenos Aires: Ediciones Rumbos.

Seoane J. y Taddei E. (2003). Movimientos sociales, conflicto y cambios políticos en América Latina. Osal. Observatorio Social de América Latina N° 9. Buenos Aires: Clacso. Enero, 67-72.

Svampa M. (2008). Cambio de época. Movimientos sociales y poder político. Buenos Aires: Siglo XXI editores. Clacso.

Tamayo, J (2010). Boaventura de Sousa Santos: hacia una sociología de las ausencias y las emergencias. Recuperado en julio 10, 2010. Disponible en: http://www.cotidianomujer. org.uy/ticuni_biblio/boaventura.pdf

Touraine, A. (2006). Los Movimientos Sociales. Revista Colombiana de Sociología, (27), 255-278.

Torrez, Y y Zegada, M. T. (2008). Movimientos sociales en tiempos de poder. Articulaciones y campo de conflicto en el gobierno del MAS. Cochabamba: Centro Cuarto Intermedio y Plural Editores.

Zibechi, R. (2003). Los movimientos sociales latinoamericanos: tendencias y desafíos. En OSAL. Observatorio Social de América Latina. CLACSO, Buenos Aires, (9), 185-188. Recuperado mayo 7 de 2012 Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal9/zibechi.pdf.