DOI: http://dx.doi.org/10.18273/revsal.v49n3-2017002
Artículo de Revisión
Depresión
como predictor de discapacidad en adultos mayores
Depression
as a predictor of disability in older adults
Claudia
I Astudillo G[1]
1Servicios de Atención
Psiquiátrica, Secretaría de Salud. Ciudad de México, México.
Correspondencia:
Claudia I. Astudillo. Dirección: Paseo de la Reforma No. 450, Col. Juárez,
Delegación Cuauhtémoc, México. Correo electrónico: claudiaiveth.astudillo@gmail.com
. Teléfono: +52 55 50621600, extensión: 52335
Introducción:
Estimaciones
prevén que el número de personas con discapacidad aumentará como consecuencia
del envejecimiento de la población, ante lo cual es importe identificar los
principales factores de riesgo para su prevención. En los adultos mayores (AM)
la depresión es una de las alteraciones de salud mental más frecuentes.
Objetivo:
Describir el estado de la investigación de la depresión como predictor de
discapacidad en AM de la comunidad.
Metodologia:
Revisión de la literatura en bases de datos electrónicas como Pubmed (Medline),
Sciencedirect, Ebsco y Lilacs, de estudios longitudinales publicados entre
2007-2017.
Resultados:
Se seleccionaron 15 artículos, en su mayoría formaron parte de estudios de
cohortes de envejecimiento, con participantes con un rango de edad de 55-90
años, con seguimiento de 2 a 10 años. Conclusión:
Se presenta un análisis general de las implicaciones de los resultados
descritos.
Palabras
clave: Depresión, discapacidad, envejecimiento, actividades
cotidianas, estudios longitudinales
Introduction:
Current estimates predict that the
number of people with disabilities will increase as a consequence of the aging
population, and so it is important to identify the main risk factors for its
prevention. In older adults (OA) depression is one of the most frequent mental
health alterations.
Objective:
To describe the status of current research on depression as a predictor of
disability in OA in the community.
Methodology:
Review of the literature in the electronic databases of Pubmed (Medline),
Sciencedirect, Ebsco and Lilacs, from longitudinal studies published between
2007-2017.
Results:
Fifteen articles were selected that were mostly part of cohort aging studies,
with participants in the age range of 55-90 years old, and with a follow-up
period of 2 to 10 years.
Conclusion: A
general analysis is presented of the implications of the described results.
Keywords:
Depression,
disability, elderly, activities of daily living, longitudinal studies.
Recibido: 22/04/2017
Aprobado: 26/05/2017
Pubicado online: 13/06/2017
INTRODUCCIÓN
Como consecuencia de las transiciones
demográficas y epidemiológicas ocurridas en el último siglo, actualmente la
población mundial de adultos mayores (AM) es la más numerosa de todos los
tiempos con más de 900 millones, lo cual equivale al 12,3% de la población; sin
embargo, para el 2030 se estima que este número llegue a 1.400 millones
(16,5%), y que en el 2050 sean cerca de 2.100 millones (21,5%), lo que permite
inferir que una de cada cinco personas tendrá
60 años o más a mediados del siglo XXI1 .Este incremento será más acelerado en
algunas regiones del mundo, destacando América Latina, pues tan solo para el
2030 se espera un incremento de AM del 71%, siguiendo Asia (66%), África (64%),
Oceanía (47%), Norteamérica (41%) y Europa (23%)1. Sin embargo, si bien la
expectativa de vida a nivel mundial se ha incrementado en los últimos años, un
aumento en la cantidad de años vividos no se traduce necesariamente en una
buena calidad de vida; es en este contexto que la edad ha mostrado ser un
factor que se asocia con un incremento en el riesgo para el desarrollo,
progresión y cronicidad de enfermedades físicas, así como de otras causas que limitan
la funcionalidad en AM2
METODOLOGÍA
Se
realizó una revisión de la literatura de estudios longitudinales publicados
entre 2007 a 2017, en los que se evaluó la depresión como predictor o factor de
riesgo para desarrollar discapacidad en AM, publicados en inglés y español,
teniendo como criterio de exclusión el registro de datos basales de un estudio longitudinal
o que no se pudiera obtener el texto completo.
Tipo de participantes: AM
adultos mayores de 60 años provenientes de la comunidad que contaban con evaluación
de depresión.
Tipo de desenlace: Discapacidad
o limitación funcional con método de evaluación descrito
Búsqueda
electrónica: Revisión sistemática de la literatura en
las bases de datos electrónicas: Pubmed (Medline), Sciencedirect, Ebsco, y
Lilacs. El algoritmo de búsqueda incluyó los siguientes términos: aging”[MeSH
Terms] OR “older adults” OR “seniors” AND “Disability Evaluation”[Mesh] OR
“Physician Impairment”[Mesh] OR “International
Classification of Functioning, Disability and Health”[Mesh] OR “Disabled
Persons”[Mesh]) AND “depressive disorder”[MeSH Terms] OR “depressive” OR
“depressive disorder” OR “depression”[MeSH Terms] AND “longitudinal” OR
“prospective”.
Selección
de los estudios: Una vez obtenidos los títulos de las
bases de datos, se revisaron los resúmenes para evaluar criterios de inclusión
y exclusión. En una segunda etapa, se revisaron los artículos en extenso.
Extracción y manejo de datos: Se
extrajeron los siguientes datos de los estudios seleccionados: autores, año,
título, objetivo, características de la muestra (tamaño, edad y tiempo de
seguimiento), métodos de evaluación de discapacidad y depresión, resultados derivados
de los análisis estadísticos realizados (OR, RR, HR con intervalos de confianza
al 95%).
Del total de títulos localizados en
las bases de datos exploradas, se identificaron 36 resúmenes de los cuales 27 se revisaron a texto
completo, para seleccionar finalmente 15 estudios longitudinales que evaluaron
la depresión como predictor de discapacidad en AM pertenecientes a la
comunidad. Se excluyeron aquellos estudios donde los participantes
correspondían a población clínica o institucionalizada(14,15,16) (Figura 1).
Figura
1. Diagrama
de flujo de la selección de estudios.
Los participantes de los estudios
analizados, en su mayoría correspondían a estudios de cohortes de
envejecimiento, con un rango de edad de 55-90 años, y un tiempo de seguimiento
de 2 a 10 años; cuyos objetivos fueron explorar la asociación entre la
depresión como predictor de discapacidad, así como identificar la contribución
de otros factores de riesgo (Tabla 1).
De los 15 estudios revisados, 8
evaluaron los síntomas depresivos mediante el CES-D (Center for Epidemiological
Studies Depression)(17-24), cuatro mediante otras escalas como la
Escala de Depresión Geriátrica(25-26), la Depression rating scale27,
y el Short Psychiatric Evaluation
Schedule(28); dos por auto reporte29, (30) y solo uno por
el diagnóstico de un médico general(31). Gran parte de los estudios
evalúa la contribución de síntomas depresivos sobre la discapacidad, más que
una entidad diagnóstica; sin embargo, en estudios como el de Barry, et al.(18),
Carriere, et al.(20) y Murphy, et al.(24), la
depresión fue categorizada por nivel de gravedad, mientras que en otros como el
de Li, et al.(27) examinan la depresión sub-umbral y los síntomas
subsíndrómicos. Por otro lado, en algunos estudios evalúan también el cambio en
la condición de depresión(23), así como la relación bidireccional
entre depresión-discapacidad y discapacidad-depresión(28). Cabe
mencionar que fueron excluidos del presente análisis, aquellos que exploraron
la contribución de la discapacidad o su relación, con la incidencia de síntomas
depresivos(32,33,34,35,36).
Evaluación de la discapacidad
En siete de los estudios seleccionados
se opta por definir la discapacidad como la incapacidad para realizar alguna
actividad de la vida diaria (ADL: vestirse, acostarse y levantarse, caminar,
usar el baño, bañarse y comer) o en caso de requerir ayuda para realizarlas(17,18,19,22-23,25,30),
y en otros cuatro se agregan el presentar limitaciones para realizar alguna
actividad instrumental de la vida diaria (IADL: tomar sus medicamentos, manejar
su dinero, preparar una comida caliente, hacer compras)(20,27,28,31);
a su vez, también se utilizaron evaluaciones de discapacidad en la movilidad(20,21,23,24)
o de la función física (n=5)(25,28), e incluso la documentada
mediante registros administrativos(26). Por otro lado, destacan
otros desenlaces asociados como la expectativa de vida, la expectativa de vida
libre de discapacidad(17,31), restricción social(20), e
incluso mortalidad(17).
Tabla 1.
Descripción de estudios longitudinales que evalúan la depresión como predictor
de discapacidad en AM.
Nota:
CES-D= Center for Epidemiological Studies Depression, ADL=
activities of daily living (actividades de la vida diaria), IADL= instrumental
activities of daily living (actividades instrumentales de la vida diaria).
Once estudios tuvieron
como objetivo el evaluar la contribución de la depresión a la discapacidad
incidente en AM, y en todos se reportó que la depresión es un predictor
independiente de discapacidad en esta población(17,18,19,20,23,24,25,26,27,28,31).
En cuatro estudios, si bien el objetivo fue evaluar una serie de factores de
riesgo, en todos, la depresión mostró el mismo comportamiento(21,22,29,30).
En algunos estudios esta asociación
varía de acuerdo a la gravedad de los síntomas depresivos; como el de Barry, et
al.(18), donde se observa que síntomas depresivos
moderados se asociaron con discapacidad leve, mientras que los síntomas
depresivos graves se asociaron con discapacidad grave, o en el caso del estudio
de Murphye, et al.(24), donde se presentó un mayor aumento del
riesgo entre quienes contaban con depresión en comparación con quienes
presentaban síntomas moderados. Por otro lado, el presentar discapacidad
también influyó al aumentar la probabilidad de transición de un estado de
discapacidad leve a una grave; y disminuyó la probabilidad de la transición
hacía la mejoría (de discapacidad grave a moderada, o de moderada a sin
discapacidad)(19), aunque en el estudio de Mendes de León, et al(22),
la depresión solo se mostró asociada con el inicio de la discapacidad, más no
con su progresión.
Otros resultados reportados fueron el
que la depresión redujo la esperanza de vida sin discapacidad en dos años y la
esperanza de vida en 0.9 años(31), así como su asociación con una
menor expectativa de vida activa, aun ajustado por enfermedades crónicas(17);
también el que al presentarse un aumento en la puntuación del CES-D a dos años,
se asociaba con mayor riesgo de restricción social(20).
Estas asociaciones se obtuvieron por
distintos métodos de análisis de estudios longitudinales, como: análisis
multivariados(29), tablas de vida(17), modelos logísticos
multivariados(20), análisis longitudinales multinomiales(31),
regresiones de supervivencia(30); modelo autorregresivo de
trayectorias latentes(28), modelos de regresión en dos etapas,
diseñados para modelar simultáneamente transiciones discretas en el proceso de
discapacidad(22), análisis multinivel(25), entre otros.
Con respecto a
otras variables relacionadas en la asociación entre depresión y discapacidad,
en siete estudios se reportaron diferencias por sexo, presentando un riesgo
mayor en hombres(17,18,20,24,25,29,31), en presencia de
comorbilidades(31), deterioro cognitivo(27), velocidad de
la marcha disminuida(26).
La revisión efectuada en estudios
longitudinales reafirma a importancia de la depresión como factor de riesgo
independiente para el desarrollo de discapacidad en AM de la comunidad, y estas
asociaciones se mantienen entre las distintas alternativas de medición de ambas
condiciones y por distintos tipos de análisis. El instrumento más usado para
evaluar síntomas depresivos en estudios longitudinales es el CES-D y esto se
debe a su sensibilidad y especificidad en relación a entrevistas clínicas(37).
La evaluación de la discapacidad, en su mayoría fue realizada por las
dificultades presentes en las ADL y IADL, esto por su relativa facilidad de
evaluación; sin embargo algunos autores como Freedman, et al.(38),
cuestionan que estas evaluaciones ignoran distinciones conceptuales entre
los bloques constructores de actividad y las actividades en sí mismas, y señala
la necesidad de conceptuar a la discapacidad como un proceso dinámico; sin
embargo, se debe de reconocer la facilidad con la que a partir de estas
limitaciones se puedan construir
definiciones categóricas de discapacidad, desempeñando un papel
importante en investigaciones descriptivas como un marcador del estado general
de salud en los AM(39), y que si bien están disponibles otros marcos
conceptuales más amplios como la Clasificación Internacional del
Funcionamiento, la discapacidad y de la Salud (ICF, International
Classification of Functioning, Disability and Health), donde el concepto de funcionamiento es
considerado como un término global que hace referencia a todas las funciones
corporales, actividades y participación(40), no ha tenido mucho uso
entre los profesionales de la salud mental(41).
Destacan en algunos
estudios evaluaciones más complejas para explorar la relación entre depresión y
discapacidad, como la evaluación de transiciones de estados de discapacidad(22,25),
donde la depresión aumenta el riesgo de pasar a niveles de gravedad de
discapacidad, lo que da cuenta de la relación compleja y bidireccional(28)
entre ambas condiciones, así como con el
involucramiento de otras variables relacionadas: comorbilidades físicas
crónicas, deterioro cognitivo, velocidad de la marcha, etc.
Se ha reportado que los
mecanismos por los cuales la depresión puede generar discapacidad son una combinación de factores que incluyen comorbilidades físicas, deterioro
cognitivo y sensorial, conductas de salud (relacionadas con pérdida de la
motivación y menor apego a tratamientos)(20), así como de factores
biológicos, características sociodemográficas (tales como edad, sexo,
escolaridad, viudez, vivir en una institución)(34); y emocionales
(como parte de mecanismos desfavorables de afrontamiento(29).
Otro mecanismo propuesto
señala que la depresión puede ser un estado intermedio entre enfermedad
vascular cerebral y discapacidad(37); sin embargo, en la revisión
realizada se observa que la asociación entre depresión y discapacidad se
mantiene aun controlando factores de riesgo cardiovascular, enfermedades
crónicas: hipertensión, diabetes, EVC, lo que sugiere que este mecanismo podría
no explicar completamente la asociación(20); autores como
Schillerstrom, et al.(37), sugieren trayectorias con
variables intermedias que podrían explicar este mecanismo a un nivel más
complejo, y en su revisión resume los modelos que podrían explicar la relación.
Las trayectorias que siguen depresión y
discapacidad una vez instaladas en los AM tampoco son claras; en la revisión
realizada, algunos estudios sugieren que una vez presentes ambas condiciones,
éstas empeoran con el tiempo(28) mientras otros argumentan que ambas
presentan trayectorias diferentes, reportando un incremento ligero de los
síntomas depresivos al acercarse la discapacidad, un incremento mayor al inicio
de la misma, para disminuir después(34). Sin embargo, ambas
aproximaciones dejan en evidencia la relación estrecha de estas condiciones y
sus repercusiones negativas si se presentan de manera simultánea, lo que es
relevante en términos de prevención y tratamiento. La depresión es una
condición tratable, con intervenciones farmacológicas y no farmacológicas; y si
es atendida, la limitación de actividades podría mejorarse, incluso en
pacientes con condiciones crónicas(42). Además, se ha demostrado
que, en algunos casos, la disminución física funcional puede ser reversible(43).
Sin embargo, en países de bajos y medianos ingresos pocos AM con depresión
reciben diagnóstico y tratamiento(44). Por ejemplo, en México en una encuesta
realizada a 2322 AM del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), sólo el
7.6% de sujetos con síntomas depresivos obtuvo una atención adecuada, los
restantes no la obtuvieron, ya sea porque no la solicitaron, no la recibieron,
o porque no fue otorgada por personal especializado en salud mental(45).Otra
cuestión pendiente es el uso de fármacos antidepresivos en AM, pues si bien se
ha documentado su eficacia en el primer y segundo nivel de atención(46,47),
la evidencia no es tan resolutiva entre AM. Por ejemplo, en un estudio se
asoció el consumo de antidepresivos (en personas deprimidas y no deprimidas) y
las limitaciones funcionales en AM y registró un incremento en el riesgo entre
quienes informaron haber consumido antidepresivos durante más de un año (HR:
1.07; IC 95%: 1,03-1,10) en comparación con quienes no consumían; así como el
inicio de limitaciones funcionales entre quienes reportaron su uso, pero que no
estaban deprimidos en ese momento (HR: 1,08; IC 95%: 1,03-1,13), pero no entre quienes estaban deprimidos (HR:
1.01; IC 95%:=0.99, 1.05)(48). Por otro lado, se reconoce que no se
ha llegado a resultados concluyentes con respecto a la eficacia de los
antidepresivos en AM, debido a las limitaciones de los estudios evaluados y lo
reportado en distintas revisiones sistemáticas y metaanálisis (tamaño de
muestra, exclusión de comorbilidades comunes, ausencia de comparaciones
adecuadas, entre otros) (49,50,51); adicionalmente pocos estudios
evalúan sus efectos secundarios, los cuales podrían estar relacionados con un
impacto negativo en la realización de sus actividades cotidianas(24).Las
intervenciones no farmacológicas parecen ser una alternativa prometedora;
ejemplo de estas, es la psicoterapia virtual o a distancia, la cual además de
ser costo efectiva, favorece el acceso a servicios de salud mental en AM. En un
estudio se compararon la psicoterapia presencial y la tele-psicoterapia (a través de llamadas por
skype) y se informó que ambos fueron tratamientos eficaces para AM de bajos
ingresos; sin embargo, los efectos sobre la depresión y la discapacidad
(evaluados por el cambio en la puntuación del WHO-DAS), se mantuvieron por más
tiempo en la psicoterapia a distancia en comparación con la presencial(52).
No obstante, el evaluar el efecto de intervenciones conductuales para prevenir
o retrasar el inicio o la progresión tanto de la discapacidad como de la
depresión en AM, sigue siendo un asunto pendiente. Sin embargo, se ha avanzado
en la identificación de variables que podrían amortiguar estas limitaciones
funcionales, como es el apoyo social(22,34) o la actividad física(53),
lo que denota que factores contextuales y psicosociales desempeñan un papel
fundamental en la capacidad de las personas para adaptarse a los retos del
envejecimiento(34).Es preciso reconocer que la salud mental no es
una condición estática, y podría estar determinada por la conjunción de
condiciones genéticas, neurobiológicas, conductuales, experiencias y factores
ambientales, que pueden estar presentes en un tiempo determinado o que pueden
irse sumando a lo largo de la vida del individuo; lo que confiere un riesgo de
desarrollar alteraciones mentales en cualquier etapa de la vida(54).
Sin embargo, el estigma que pesa sobre los trastornos mentales y la asociación
que se hace como parte del proceso natural del envejecimiento, hace que no sea
una condición reconocida en los AM; a su vez, la escasez de personal de salud
mental son algunos de los obstáculos que impiden ofrecer tratamiento y
atención. Por ejemplo, mientras que en los países de ingresos bajos se cuenta
con 0,05 psiquiatras y 0,42 enfermeras psiquiátricas por cada 100.000
habitantes, en los países de ingresos altos, la tasa de psiquiatras es 170
veces mayor, y la de las enfermeras es 70 veces mayor(55). Dentro de
las limitaciones de la publicación actual se encuentra que dado que son
estudios de seguimiento, las pérdidas podrían presentar un riesgo de sesgo en
los resultados; sin embargo, la mayoría enumera las condiciones en las que se
evaluó esta limitante. Por otro lado, se reconoce un riesgo bajo de sesgo de
publicación, pues las asociaciones permanecen en estudios donde la depresión no
fue la variable independiente principal a evaluar. Entre las fortalezas, se
destacan la inclusión de estudios longitudinales, que aseguran la temporalidad
de la asociación, y la evaluación de la depresión propositivamente, así como
otras variables de interés que podrían actuar como confusores, y que en
conjunto mostraron adecuados tiempos de seguimiento, con tamaños de muestra
considerable de población de AM en la comunidad.Mediante la revisión realizada
se quiere hacer énfasis en que un aumento de la esperanza de vida no debe ser
sinónimo de limitaciones funcionales y discapacidad. El proceso de
envejecimiento puede ser modificado y es posible vivir una vejez activa, sin
discapacidad. Las condiciones comunes y tratables, como la depresión, deben ser
reconocidas en la evaluación clínica de los AM y atendidas, por lo que es
necesario reconocer a la salud mental como un componente importante de la salud
pública en los AM.
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Forma
de citar: Astudillo C. Depresión como predictor de discapacidad
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