Estado, religión y poder en los espacios de frontera: miradas conectadas en América Latina en los siglos XIX y XX
Camilo Mongua Calderón, Esther Jean Langdon
Estado, religión y poder en los espacios de frontera: miradas conectadas en América Latina en los siglos XIX y XX
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, vol. 25, núm. 2, 2020
Universidad Industrial de Santander
Camilo Mongua Calderón
Universidad de la Amazonía, Colombia
Esther Jean Langdon
Universidade Federal de Santa Catarina, Brasil
Este dossier aborda los espacios de frontera en América Latina a lo largo de los siglos XIX y XX en Colombia, Perú y Argentina. A partir de los estudios tanto de los proyectos y políticas del Estado como de actores privados, este volumen explora el establecimiento de las misiones católicas modernas y protestantes, su impacto en los grupos indígenas y el relacionamiento con los agentes de nacionalización del Estado. Estos trabajos coinciden en el estudio de espacios fronterizos y la manera como el Estado se expandió a nuevas territorialidades, a través de agentes estatales, legislaciones especiales y discursos que permitieron la incorporación de estos territorios y sus habitantes. En estos dos siglos las repúblicas americanas no solo establecieron nuevas delimitaciones territoriales, sino, además, fronteras internas y externas. La constitución de estos espacios se caracterizó por la creación de jurisdicciones espaciales, discursos moralizantes y nuevos significados (ciudadanía) que se articularon los mensajes de dominación del Estado.
Una mirada comparada y conectada a este proceso permite identificar las diferentes estrategias de los Estados y la producción de estas fronteras. Este concepto ha estado relacionado con diferentes significados. Como argumentan Briones y del Cairo1 la frontera lejos de ser un lugar fijo ha demostrado ser una noción polisémica. Tanto los estudios históricos como antropológicos han cuestionado la manera como se formaron estas fronteras. Desde el estudio clásico de Turner2 donde la frontera del viejo oeste actúa como una línea móvil que avanzó sobre “tierras libres”, hasta los estudios latinoamericanos que señalaron lo fragmentario y contradictorio de las fronteras en la formación de estos estados,3 este concepto se ha caracterizado por un constante debate y resignificación.
Como argumenta Claudia Corrión4 las fronteras de los estados modernos se caracterizaron por procesos de permanente redefinición, caracterizadas por procesos continuos y discontinuos. En este volumen la discusión de Rassumssen y Lund adquiere un importante significado. Estos autores relacionan el concepto de frontera con su opuesto, es decir, los procesos de territorialización. Las fronteras, más allá de ser entidades fijas, hacen parte de procesos de creación de territorialización, sean del Estado o de actores privados; y los cuales crean nuevas fronteras, disuelven ordenes sociales y reordenan el espacio continuamente: “Frontier dynamics dissolve existing social orders—property systems, political jurisdictions, rights, and social contracts— whereas territorialization is shorthand for all the dynamics that establish them and re-order space anew. Frontiers and territorialization seem to us to be co-constitutive”.5 A partir de Robert Sack6, estos dos autores proponen esta relación como proceso que crea y controla un espacio, sus habitantes y recursos. Para el caso de América Latina la creación de nuevas fronteras ha sido característico en los procesos de formación del Estado y la expansión del capitalismo. Por lo tanto, estos procesos se distinguen por los contextos históricos y nacionales de los diferentes países y los modos de producción de capitalismo.
Ahora bien, este dossier explora la creación de nuevas fronteras internas y externas en Colombia, Perú y Argentina. Para el caso colombiano se exploran la expansión de la frontera externa de la Amazonía y la creación de una nueva espacialidad en el Putumayo en donde su principal protagonista fue la Iglesia católica. A través de la fundación de nuevas poblaciones, el fomento a la migración interna y externa, y la creación de un orfelinato para niños indígenas, Misael Kuan y Giovani Arteaga exploran a la producción de nueva territorialidad en las primeras décadas del siglo XX. El artículo de Arteaga aborda el estudio de la misión capuchina y su relación con los proyectos de nuevas fundaciones. A su vez, este autor explora en detalle las fuentes documentales publicadas por la misión capuchina en las primeras décadas del siglo XX (Informes de Misiones y Revista de Misiones). Su estudio explora los discursos y proyectos capuchinos por generar una nueva espacialidad social, atravesada por un discurso de civilización a través del fomento de la inmigración de colonos extranjeros y nacionales. Las fundaciones de Sucre, Alvernia y Puerto Asís son reflejo de este proyecto capuchino en la ampliación de la civilización cristiana y la modernidad. La difusión de las obras de la misión en medios de divulgación fue un elemento central en la construcción un nuevo discurso de civilización en el Putumayo. La construcción narrativa de los lugares de frontera y de civilización, la fundación de nuevos poblados, el mejoramiento de la infraestructura y la construcción de nuevos caminos fueron apuestas de los misioneros en el establecimiento de una nueva espacialidad territorial y social.
Por otra parte, Misael Kuan explora las estrategias misioneras, la fundación de Puerto Asís y el orfelinato indígena entre 1912-1920. Como parte del proyecto de la misión capuchino, esta fundación hizo parte de las políticas de Colombia en sus pretensiones amazónicas ante el avance de la Casa Arana en el bajo Putumayo y la negociación de la frontera de Ecuador. Los misioneros se convirtieron para el Estado colombiano en un importante aliado para la legitimación de sus derechos territoriales y el gobierno de los grupos indígenas Tucano occidentales y Kofán, los cuales habitaron esta región de la frontera. A través del establecimiento de un proyecto de una ciudad que agrupara estos grupos fue creada la figura de “orfelinato”, una institución que tuvo como finalidad la educación de los niños indígenas en el marco del proyecto civilizador capuchino. Esta ciudad se convirtió en el centro de los diferentes proyectos e intereses tanto del Estado como de los misioneros, comerciantes y la élite nariñense que veía en el Putumayo un lugar para expandir sus intereses económicos. Los misioneros no se centraron únicamente en la civilización de los indígenas y fueron parte activa en las disputas por el poder local y en la injerencia en los proyectos de articulación de esta región con los Andes. La creación del Orfelinato no solo representó un proyecto de despojar a los niños indígenas de sus costumbres en el proceso civilización, sino, además, se convirtió en el espacio predilecto para la construcción de nociones de patria y ciudadanía. Este proyecto encuentra interesantes similitudes con los proyectos desplegados en la región de frontera entre Perú y Ecuador en el territorio de los Awajún y que es abordado por Silvia Romio.
A diferencia de Colombia, el caso de esta zona de frontera en Perú sucedió 70 años después de los esfuerzos de territorialización de los capuchinos catalanes, y no se centró en la defensa de la línea de frontera con Ecuador, ni la presencia de comerciantes extranjeros. Con la finalidad de establecer la presencia de la patria entre los pueblos indígenas selváticos, el Estado peruano también utilizó religiosos para que los representaran en este proceso de territorialización. En este caso, son los misionarios evangélicos, que también eran extranjeros al igual que los capuchinos catalanes. A partir del estudio de las memorias oníricas Romio analiza el papel “civilizador” de los misioneros protestantes del ILV y la manera como impactó los liderazgos indígenas y sus representaciones del poder. La figura del profesor bilingüe poco a poco se fue relacionando con la categoría de “hombre fuerte” de los Awajún, el “kakajam” moderno. A través del estudio de esta figura analiza la manera como este grupo se apropió y remantizó gestos, actitudes y conocimientos externos incorporándolos en sus horizontes de percepción e imaginación. Vínculos con la ciudadanía moderna y símbolos que representaron la entrada a esta modernidad. La figura de los profesores bilingües y la construcción de una nueva figura de los Awajún como pacifistas y el rol patriótico de los docentes fueron los pilares fundamentales para la incorporación en la sociedad nacional mayor, mensajes trasmitidos por los misioneros del ILV y que terminaron por modificar el mundo sensible de los Awajún.
De otro lado, los artículos de Lucas Matías Bilbao y Óscar Ernesto Mari exploran la constitución de las fronteras internas y externas de Argentina. A través del estudio de los territorios nacionales y la consolidación de la Iglesia Diocesana, estos dos trabajos abordan la manera como la legislación y el discurso moralizador establecieron un control sobre la población inmigrante europea. Es importante resaltar que estos discursos se dirigieron a poblaciones blancas que migraron a las fronteras en el proceso de expansión de la frontera externa, sin reconocer la presencia indígena. Por una parte, Lucas Matías hace énfasis en la importancia de la aparición de las municipalidades en el espacio rural de Buenos Aires, en la mitad del siglo XIX, para la expansión de la Iglesia diocesana. Esta relación entre la consolidación de las parroquias y los gobiernos locales en el sostenimiento del culto le permite explorar la relación entre el Estado y la Iglesia en la formación del Estado desde una perspectiva local. Sugiere que la Iglesia representó un símbolo de civilización para el mundo rural en las fronteras internasen en donde se vinculaba el cristianismo con la civilización. Las municipalidades y sus feligreses constituyeron una figura central en la consolidación de la Iglesia diocesana.
Finalmente, Óscar Mari realiza un estudio de las leyes, resoluciones y códigos en los espacios federales en las primeras décadas del siglo XX, realizando un énfasis especial en la región del Chaco. Estos espacios entraron bajo la categoría de “Territorios Nacionales”, espacios periféricos que no formaron parte de las primeras provincias que se conformaron con la república y que se encontraban en medio de las disputas con las repúblicas vecinas. Esta figura jurídica permitió que fuesen colocados bajo un tutelazgo estatal, lo cual implicó que el ejecutivo designaba sus autoridades y sus habitantes tendrían derechos civiles, pero no políticos. La inmigración extranjera e interna conformó nuevos conjuntos de poblaciones lo cual llevó a que el gobierno central estableciera códigos y leyes espaciales para el gobierno de los Territorios Nacionales bajo un sentido moralizador de sus habitantes.
Notas
1
Claudia Briones y Carlos del Cairo, “Prácticas de fronterización, pluralización y diferencia”, Universitas Humanística 80 (2015): 13-52.
2
Frederick Turner, The Frontier in American History (New York: Holt, 1921).
3
Michel Baud, “Fronteras y la construcción del Estado en América Latina”. Cruzando Fronteras: reflexiones sobre la relevancia de fronteras históricas, simbólicas y casi desaparecidas en América Latina. Comp. Gustavo Torres y otros, Quito: ABYA – YALA, 2004.
4
Claudia Carrión, Autonomía indígena. EL pueblo de los Pastos en la frontera Colombia-Ecuador (Bogotá: Universidad Polito, 2018).
5
Rasmussen Mattias y Christian Lund, “Reconfiguring Frontier Spaces: The Territorialization of Resource Control”, World Development 101 (2018): 388-399.
6
Robert David Sack, Human territoriality. Its theory and history (Cambridge: Cambridge University Press, 1986).