Un acercamiento a las misiones de California y Filipinas a partir de cartas edificantes

Érika Yadira Méndez Soriano

Un acercamiento a las misiones de California y Filipinas a partir de cartas edificantes

Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, vol. 26, núm. 1, 2021

Universidad Industrial de Santander

Érika Yadira Méndez Soriano *

Universidad Autónoma de Zacatecas, México


Como bien hemos de recordar, la Compañía de Jesús es reconocida como orden religiosa en 1540 por el Papa Paulo III. Al ser una orden religiosa que contaba con aprobación papal, el sumo pontífice, junto con el general se dieron a la tarea de enviar misioneros a todos los lugares que hicieran falta para evangelizar a los que desconocían la palabra de Dios.

En ese contexto, los jesuitas se dieron a la tarea de describir los nuevos territorios de misión a partir de ciencias como la geografía, cartografía, etnografía, historia, botánica, etcétera, lo anterior para dar cuenta de todo lo que habían encontrado al momento de llegar al nuevo territorio de misión. Todas estas descripciones se conocen como Cartas Edificantes, cuyas narraciones fueron muy importantes para la orden porque así llegaban noticias de misiones lejanas a Roma y el general que residía en ese lugar se informaba de todos los recursos naturales y las personas que habitaron esas misiones. Para darnos una idea de la importancia de las cartas edificantes, se dirá lo siguiente:

La producción literaria e impresa no sólo venía de los académicos jesuitas de universidades y colegios europeos, sino también de los misioneros quienes, poco después de la fundación de la orden en 1540, iniciaron la obra evangelizadora en prácticamente todos los confines del mundo. Estos misioneros, en sus cartas anuas (en las que relataban el estado de su misión), en sus informes, memoriales, observaciones y demás reportes, dejaron fuentes valiosas, muchas de ellas únicas para estudios futuros de geografía, etnografía, historia, lingüística, zoología, botánica y astronomía, entre muchas otras disciplinas. Aunque algunas colecciones de cartas, especialmente las de las misiones de la India, China y el Japón, aparecieron en decenas de ediciones impresas, desde la última mitad del siglo XVI y a lo largo del siglo XVII, muchas de ellas fueron recopiladas, junto con cartas escritas desde el Continente Americano (…).1

Como pudimos observar, Miguel Mathes también nos da la recomendación de abordar las cartas a partir de las diferentes ciencias que menciona en su artículo, así como el reconocer la importancia de estas cartas edificantes hechas por los académicos y misioneros jesuitas, quienes dedicaron su tiempo y esfuerzo en hacerlas y al mismo tiempo de evangelizar a los habitantes de sus misiones. Esperemos que con esta breve introducción quede un poco más clara la importancia y contexto de estos informes detallados de los territorios de misión y que con este fin se realizaron las cartas de Filipinas y California.

A LOS PADRES JESUITAS

Reverendos padres míos

No ofreciendo a VV. RR. Hasta ahora Tomo que merezca mejor que este el título de Castas Curiosas y Edificantes, si hemos de atender al parecer de las personas juiciosas que las han leído. Verán VV. RR. en el que muchos Misioneros en la China, y en las Indias Orientales y Occidentales trabajan con el mismo celo, y las mismas esperanzas de un feliz suceso, el cual confiamos, que el Señor aumentará cada día más.

Tendrán también los eruditos el gusto de encontrar aquí un gran número de observaciones singulares sobre diferentes materias.

Pero como lo más curioso y nuevo de este volumen es sin duda lo que refiere de la California, para informar al público de lo que hemos podido saber hasta ahora de este país, del cual creo que no ha salido a la luz alguna Historia; he juzgado conveniente formar una corta relación de las pruebas, que en diferentes tiempos se hicieron para entrar, o establecerse en tan dilatado Reino, y del modo con que han descubierto los misioneros que la California se une con el continente de América, y que no es Isla, como nos la representaban nuestros geógrafos.

Tuvieron los españoles desde la conquista de México noticia de la California. Don Fernando Cortés, Marqués del Valle, tan célebre por sus hazañas, habiendo concluido, con tanta gloria de su Nación, la conquista de México, o la Nueva España, equipó una flota para hacer otra, y apoderarse de un País, que era tenido por uno de los más ricos del mundo. El proyecto era noble, y sus consecuencias, muy ventajosas, si hubiera tenido la dicha de ponerlo en ejecución; pero le faltó el tiempo. Se vio este hombre grande precisado de volver con toda presteza a México para prevenir las turbulencias que amenazaban al Estado, y desde entonces no pensó más en la California; aunque los grandes tesoros, que le hacían esperar, principalmente de la abundante pesca de las perlas en sus costas, les fuesen de grande aliciente, y atractivo. Intentaron después en varios tiempos los Españoles hacerse dueños del País; más o porque no eran proporcionadas las medidas para establecimientos sólidos, porque les faltase la constancia, o los socorros para mantener los que hubiesen hecho, es cierto que se frustraron todas sus tentativas, y no pensaron más en aquel nuevo Reino. Carlos Segundo, Rey de España, animado de un santo celo, dio orden que se enviasen Misioneros a trabajar en la conversión de estos Pueblos, con los cuales mandaba, si era factible, que se estableciese un comercio sólido.

El Marqués de la Laguna, entonces virrey de México, despachó al Almirante Don Isidoro de Atondo con dos Fragatas, una Lancha, y lo demás necesario para fundar una Colonia.

Partió esta pequeña Armada del Puerto de Chalaca, en la Nueva Galicia, el Dieciocho de Enero del año de mil seiscientos ochenta y tres, y llegó al Puerto de Nuestra Señora de la Paz, en la California, el día treinta de marzo del mismo año.

Edificaron allí un pequeño Fuerte, y empezaron los Padres Matías Gogni, y Eusebio Francisco, Jesuitas, a Predicar a Jesucristo, y ejercer su ministerio; pero desvaneciose este establecimiento, fundado sobre las más bellas esperanzas, como los precedentes, y se vieron muy en breve los Misioneros necesitados a salir de la California, y retirarse a las Provincias de Sinaloa, y Sonora, donde había algún tiempo que hacía la fe maravillosos progresos.

Afligió vivamente la vuelta de los dos Padres al Padre Juan María de Salvatierra, Jesuita Milanés, ocupado entonces con gran celo en la conversión de la Provincia de Tarahumara, llamada la Nueva Vizcaya. Un día, que lloraba en la presencia del Señor la pérdida de los innumerables Pueblos de la California, que por falta de instrucción, y socorro morían en su infidelidad, se sintió fuertemente movido, inspirado a dedicarse a la Misión de aquel inmenso País, y a llevar otra vez la luz del Evangelio. Siendo muy vivas sus ansias de seguir la voz que le llamaba, no pudo por entonces poner por obra su deseo, porque le sacaban sus Superiores de las Misiones para confiarle el Gobierno del Colegio de Tepotzotlán, con la dirección de los Novicios de la Provincia de México. Parecía que estos diferentes empleos le habían de entibiar en el designio que Dios le había inspirado; pero no fue así, antes bien no lo olvidó jamás, y durante sus gobiernos dispuso todo lo necesario para empresa tan ardua. Tuvo la honra de conferir repetidas veces sobre el asunto con la Señora Duquesa, y el Señor Conde de Moctezuma su esposo, en el Virreinato de la Nueva España.

El Conde, a quien el Rey Católico acaba de crear Duque de Atrisco, y Grande de España de Primera Clase por sus importantes servicios a la Religión, y al Estado, alabó el intento del Padre Salvatierra, y le empeñó su palabra de sacarle la Aprobación del Rey Católico. Con esta seguridad empezó a hacer sus diligencias, sin temer los estorbos, que conocían eran bien arduos. Estaba persuadido, que para salir bien con una empresa, tantas veces frustrada, era menester, no solamente fundar una Colonia Española en la California, mantenerla y proveer a su subsistencia, sino buscar también Navíos, que navegasen allá, llevasen las necesarias provisiones, y conservasen una comunicación libre, y abierta con México, sin lo cual no era factible pudiese subsistir la nueva Colonia. Estas y otras muchas dificultades, que omito por no molestar, tenía el Padre bien previstas, y a cualquier otro hubieran parecido invencibles; pero confiaba más en la protección de Dios, que en el socorro de los hombres. No le engañó su esperanza, porque tratando de ello un día con el Bachiller Don Juan Caballero y Ocio, Comisario de la Santa Inquisición, y de Cruzada, le dio éste palabra de ayudarle; y Don Pedro Gil del Puerto de Acapulco, se obligó a que no le faltasen Navíos.

Entretanto que los Padres Salvatierra y Pícolo trabajaban como queda insinuado, en medio de la California, a donde habían entrado por mar, dispuso la Provincia que al Padre Kino, Jesuita Alemán, se abriese un camino por tierra hacia el Norte. Es este Padre el mismo de quien hemos hecho mención y que dijimos haber entrado en la California a predicar el Evangelio en el año 1683, y que al cabo de poco tiempo se vio precisado a salir de allí con los españoles.

Llevado de su celo a hacer cada año nuevas conquistas para Jesucristo, en el de 1698, se adelantó al Norte orilla del mar, hasta la montaña de Santa Clara: viendo allí que volvía el Mar del Este al Oeste, en lugar de seguir la orilla, entró tierra adentro, y caminando siempre del sudeste al nordeste, descubrió en 1699, la rivera del Río Azul, el cual habiendo recibido las aguas del Río Hila, o del Pillase, corre de oriente a occidente, y entra en el gran Río Colorado, o del Norte. Pasó el Padre el Río Azul y en el año de 1700, se halló cerca del Río Colorado: y luego se vio al otro lado de éste, conoció con admiración suya en 1701, que estaba en California y supo que a treinta o cuarenta leguas de donde estaba el Río Colorado, después de formar una bahía espaciosa, desembocaba en el mar al lado Oriental de California, la cual, según esta relación, está separada del Nuevo México únicamente por este río.

Verán VV. RR. el progreso de este descubrimiento de un modo muy claro en cualquier Mapa moderno, que sin duda se ha formado sobre la dirección del Padre Kino, muy hábil en las matemáticas.

El Padre Bartolomé Alcazar, que las enseñó en el Colegio Imperial de Madrid, nos lo ha enviado juntamente con la Carta Geográfica de Filipinas. Es de admirar, que estando estas Islas (en número de ochenta y siete) situadas entre las Molucas, las antiguas Filipinas, y las Marianas, y conocidas casi dos siglos ha, no hayamos tenido hasta ahora conocimiento de las primeras. Forman el más vistoso archipiélago, cercado por el Norte, y Mediodía entre la línea y el Trópico de Cáncer; y por el Oriente, y el Poniente entre las Marianas, y las Filipinas.

El Mapa fue formado de un modo tan extraño, como había sido el descubrimiento de sus Islas.

No es obra de alguno de Europa, porque hasta ahora ninguno se ha visto allá. Los mismos isleños lo trazaron de la manera que aquí diré.

Se pidió a los huéspedes más hábiles, que sobre la mesa pusiesen en orden, y como están sus islas, unas piedrecitas lo mejor que pudiesen según el número, extensión, nombre, y distancia de las Islas. Lo hicieron así, y conforme al plan, hice grabar el mapa, sin salir por fiador de su exactitud. No dudo que en penetrando los misioneros las Islas, y tomando conocimientos más seguros, habrá mucho que enmendar en él.

Si hemos de creer lo que dan a entender de la población de su País, debe haber en él un Pueblo innumerable: porque preguntados sobre este punto, tomaban a manos llenas la arena y la echaban al aire para significar que tan fácilmente se contarían los granos de arena como el número de sus vecinos.

Andan medio desnudos, porque no permiten los calores del País que estén muy arropados.

Las personas ricas se pintan el cuerpo, y les sirve de distintivo para no confundirse con el Pueblo.

Hombres y mujeres se dejan crecer el pelo, que les flota, y cae sobre los hombros. Su color es poco más o menos el mismo que el de los filipinos; pero su lengua es muy diferente de cuantas se hablan en las Islas Españolas y Marianas. Se asemeja su pronunciación a la de los árabes, si nos hemos de aligar al juicio de algunos Europeos, que entienden la lengua arábiga.

Es de creer que abundan las nuevas Islas en oro, ámbar y especerías, porque están bajo del mismo paralelo, que las Islas Molucas, de donde se sacan las nueces moscadas y las mejores especias: sin embargo por la relación de los isleños parece más probable, que no hay en ella metal alguno: tampoco se crían animales de cuatro pies, y se reduce su alimento a la pesca y a las aves de mar y tierra; pero no comen sus huevos quizá porque no se les ha ofrecido. Sus comidas son templadas, sin cargar el estómago; pero comen a cada hora del día, y de la noche, sin guardar más regla que la que les apoya su apetito. Sus diversiones más comunes son cantar y danzar con pasos medidos y arreglados.

Biblioteca de Colecciones Especiales Elías Amador. Impresos

VV. AA., CARTAS EDIFICANTES Y CURIOSAS ESCRITAS DE LAS MISIONES EXTRANJERAS POR ALGUNOS MISIONEROS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS, MADRID, IMPRENTA DE LA VIUDA DE MANUEL FERNÁNDEZ, 1754, TOMO III.

Notas

1 Miguel Mathes, "Cartas de jesuitas de las Californias 1697-1767, Artes de México. Misiones jesuitas en México. Artes de México (65), 2003.

Notas de autor

* Doctora en Estudios Novohispanos por la Universidad Autónoma de Zacatecas, e Investigadora Independiente. Líneas de investigación, Cofradías de españoles y redes de parentesco en la ciudad de Zacatecas durante los siglos XVIII y XIX, Paleografía novohispana siglos XVII al XIX y la Compañía de Jesús a partir de las cofradías en Zacatecas, de las misiones y la ciencia en base a las Cartas Edificantes

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