Abstract
El tiempo diluye lentamente los rayos del sol mientras el día tiñe de negro sus vestiduras para disfrazarse en noche. Entonces en la lontananza se asoma una imponente dama blanca, semejante a las perlas que engalanan las profundidades del océano. Es la luna hermosa y abrumadora, vigía de nuestro suelo que a paso firme y tranquilo hipnotiza la oscuridad con su tenue resplandor.
Diosa nocturna, hermana del sol y los planetas, que transformas tu figura hasta casi desaparecer en las tinieblas; tal es la magnitud de tu belleza, que cada noche del tiempo el indomable Poseidón en acto apasionado ordena a sus mares y océanos llegar a ti y acariciarte. Sobre tierras lejanas, valles, selvas y montañas se esparcen los claros de tu magia luminosa; así pues, te conviertes en guía de feroces cazadores de la noche y en la fiel compañera de las almas que durante la oscuridad de la vida se desprenden de los cuerpos mortales.