Resumo
Hay un puente muy largo y todos usan mascarillas quirúrgicas. Los rostros como moldes de yeso cubiertos, con la expresión congelada perpetuamente en un preámbulo: El de empezar a moverse.
Es la tercera noche que lo veo, también es la tercera noche sin descanso. Prepararse se parece cada vez más a un ritual y no deja de ser enteramente curiosa la forma en que toda experiencia cotidiana resulta un tanto irreal cuando se la expone constantemente al imperio de la consciencia, me recuerda al juego en el que anteponía la última sílaba de una palabra a la primera y la repetía en bucle hasta que la insistencia la despojaba de sentido. Quizá es la acrobacia mental que nos permite quedarnos a medio camino entre la percepción y el padecimiento. La última venda antes de enfrentarnos al abismo del que hablaba Camus.
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